Me gustan mucho los toros (no tanto como los canarios) y, dentro de lo que es la afición a
la fiesta nacional, soy más lo que llaman “torista” que “torerista”.
Tengo la suerte de conocer a algún ganadero de toro bravo, y cuando surge la oportunidad
de conversar, siempre trato de tocar el asunto de la cría, de la genética, encastes, etc. Existen, además, numerosos libros,
alguno muy antiguo, sobre el tema.
Es obvio que esta revista trata de canaricultura, y que las características de los mamíferos son distintas a las de las
aves, pero no quiero dejar de incidir en algunos conceptos que considero extrapolables a nuestra afición.
Pasando de puntillas por la historia de la raza (animales salvajes que poblaban la península y que fueron siendo seleccio-
nados hasta conseguir los actuales), sí me quiero detener en los conceptos que, desde el inicio de su aprovechamiento por el
hombre, se utilizaban para definir características. Siempre se habló de distintos “encastes”, grupos de bovinos que, tras su
selección y por motivos de preferencias de sus criadores, ambiente y alimentación, se fueron diferenciando en su tamaño,
pelaje, bravura, comportamiento. Hoy en día, sólo se mantienen bastante puros dos de ellos, ya que numerosos ganaderos,
influenciados por sus clientes (público y toreros), fueron mezclando ejemplares y perdiendo raza.
En todo caso, incluso estos dos troncos originales han ido evolucionando dentro de su pureza adquiriendo caracteres
propios. Es curioso oír que los toros de Vitorino son “tobilleros” (“ven” y por tanto embisten, los pies del torero, sin fijarse
en el capote, por lo que precisan de un toreo especial), que los de Miura tienen una variación extensísima de pelajes
(conservando todos los demás caracteres muy fijos), que los de Conde de la Corte son bajos de pies, etc.
Se me hace bonito conocer el término “rastrear” (seguir el rastro que determinado semental dejó en sus descendien-
tes); leer que determinado ganadero, hace un montón de años, logró criar un semental extraordinario y “sobre él montó su
ganadería”; o que otro refrescó con un lote de vacas de un compañero que poseía su mismo encaste.
Me sorprende ver lo clarito que está en el mundo de los toros de lidia la diferencia entre toro “mejorante” (el que
“transmite”) y el “mejorado” (el que da excelente resultado en la plaza pero no vale para semental); lo esencial que es la
“tienta” (prueba de comportamiento de machos y hembras) pero el poco valor que tiene comparado con el del resultado de
los primeros descendientes de los escogidos en dicha prueba. Asombra ver el rigor de los juicios de valor, y los términos de
las “notas” a los jóvenes valorados (superior, bueno, desecho bueno, desecho malo).
Casi no se cree uno que una ganadería que ellos llaman “corta” (por su pequeño número de cabezas), con unos 10 o 12 se-
mentales y 250 vacas lleve cientos de años sin introducir ejemplares, y cada vez sea más valorada.
Divierte contrastar la similitud de todos los ejemplares de un buen ganadero, casi “clonados” en fenotipo y comporta-
miento.
Cuando alguien cuyo tatarabuelo ya criaba su encaste te dice que lo bueno de la consanguinidad es que permite trabajar
con mayor seguridad, que gracias a ella distingue al momento al eral que no mantiene caracteres de la estirpe, y que su única
“apertura de líneas/refresco de sangre” es la separación entre familias de distintos sementales durante tres o cuatro ge-
neraciones, en distintas fincas, comprendes que no entienda a los “nuevos” que montan una ganadería a partir de muy dife-
rentes estirpes y pretenden obtener excelentes resultados.
Si a un criador de Roller le gusta, por ejemplo, un pájaro que emite determinados giros y de una determinada manera, es
comprensible suponer que su afán se centre en obtener descendencia que, en alto porcentaje, también los emita. Y que tra-
te de mejorar año a año esas características. En mi opinión, no hay otro camino que el crear una familia alrededor de ese
pájaro y seleccionar. Si ese trabajo está hecho por otros, habrá que seguirlo, con tus especiales preferencias. Pero sin caer
en la precipitación, sin querer obtener rápidas mejoras a través de la hibridación con ejemplares de otra procedencia.
Es gratificante ver que, en tu criadero, existe generalizado un determinado fenotipo, que responde a tu gusto. Y además,
¿por qué no?, poseer machos que den de cebar estupendamente, hembras que hagan un nido hermoso, que pongan huevos
grandes y en número adecuado. Que a todos tus canarios les agrade determinada alimentación. Que sean nobles, no asusta-
dizos. Que obtengas siempre un alto porcentaje de pollos machos, y que tengan una alta predisposición a cantar frecuente-
mente. En fin, lo que te apetezca. Consíguelo seleccionando para reproductores a los pájaros que tengan las características
que persigues. Y repitiendo sólo con los que las transmitan. Encastando, obtendrás casta…
Página 10 EL CANARIO ROLLER
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EL CONCEPTO DE “CASTA”
ALEJANDRO CUERVO MONTES ARTÍCULO TÉCNICO