-No
-Bueno… yo me voy.
-¿Qué? ¿Qué hora es?
-Más de las dos.
-Pero por mí quedate hasta las diez de la mañana
-Quiero irme, prefiero irme.
No sé si entendió algo de lo que dije porque estaba bastante dormido. Le pedí que
me acompañase hasta mi auto y lo hizo. Le di un beso y un abrazo. “Manejá
despacio que despacio se llega”. Eso fue lo último que escuché de él. Me fui.
Increíblemente quise irme. En otro momento de mi vida me hubiera quedado años
esperando a que se durmiera, acariciándolo o viéndolo ser. Esa noche no quería.
Simplemente necesitaba estar conmigo, sabía que algo se había roto, que yo había
cambiado. Haber estado escribiendo sus maldades me había hecho recordar, me
había hecho tomar consciencia. Soy consciente por fin del mal que me infligió
durante ocho años. Soy consciente y sin embargo aquí estoy escribiendo acerca de
aquel hombre. Aún tiemblo cuando me toca, aún merezco parte de su amor, parte
de su sexo. Aún soy parte de él y aún él es parte mía. Sos parte de mí y sin
embargo ya no te quiero.
Epilogo
Hoy aprendo a descubrirme, a saber quién soy. Siempre seré absurda, siempre
contradictoria: la hija divertida pero problemática de mis viejos, la hermana
canchera, la novia obsesiva, la paqueta superficial, la amiga incondicional, la
amante traidora, la virgen santísima, la puta reventada, la concertista de piano, la
aprendiz de guitarra, la flaca anoréxica, la gorda obesa. Juego con mis papeles: me
analizo con un psicólogo que siento más como un amigo, veo películas
incansablemente, me siento sola en el cine. Juego a sentirme alegre con mis
primos, a tener dolor de panza de tanto reírme, a sentirme diva, gorda, triste,
miserable, usada, enérgica. A sentirme útil escribiendo, a sentirme inútil cuando me
releo, a reírme cuando me decís que te gusta que llore, a maldecirme porque sé
que estás enfermo, a odiarme porque me encanta que lo estés. A amarte cuando
no te soporto, a odiarte cuando te pareces a mí, a amarme cuando me parezco a
vos, a que me cueste respirar cuando te escucho. Me voy. A eso: a sentir. ¿Quién
soy? soy yo. ¿Cómo soy? Verás ¡soy tantas cosas!
Soy útil, fiel, inútil, inteligente, puta, alegre, obsesiva, virgen, hermana, hija,
prima, novia, amante, amiga, compañera, confidente, traidora y leal entre otras
cosas. Ese es mi modo operativo, así soy: absurda. Me entiendo en mi desorden, en
mi incoherencia. Soy todo, depende del día.
FINAL UNO:
Finalmente puedo desprenderme de aquel amor obsesivo, puedo ser yo, con mis
metas, con mis principios y con mis ganas de ser. Nunca había tenido ganas de ser,
todo siempre lo circundó. Hoy soy libre y me enamora otro hombre. No puedo
negar las similitudes que a veces me confunden. Muchas otras el miedo me
atraviesa como una hoja de sacapuntas, pero él no está maldito ni es insensible: no
hace más que apoyarme.
Aún recuerdo con nostalgia a Alejandro y me pregunto qué será de su vida. Me lo
pregunto retóricamente, en realidad no quiero saberlo.