la vida social de un aquelarre, basándose en los testimonios que dejaban los brujos
contemplados en los archivos, que se mostrarán a continuación.
En el País Vasco, se ve que hubo aquelarres en varias provincias como Fuenterrabía, la
Llanada y la Montaña alavesas, en las Encartaciones, en el valle de Ceberio y la Merindad
de Busturia del Señorío de Vizcaya. Estos últimos son también conocidos como los
aquelarres de Urdaibai (Reguera, 2011)
Los implicados en la brujería hablaban de la mujer que les inició en este tipo de reuniones,
a quien la consideraba su “maestra”. En los archivos que cita Iñaki, se ve el caso de una
anciana llamada Catalina Fernández quien recordaba que se hizo bruja a los 25 años,
quien fue iniciada por una mujer llamada Estíbaliz. En este archivo ella cuenta que su
maestra la ungió con agua la cara, pechos, debajo de los brazos, las palmas de las manos
y plantas de los pies, diciendo “oh demonio, en tu nombre me unto aquí y allí”, repitiendo
las palabras y renegando de Dios y de la leche que mamó y de todas las cosas de
cristianos que se iban por el aire. Luego, Catalina vuelve del aquelarre y se dirige a la casa,
entra por la ventana y luego se desnuda para ir de regreso a la cama.
Existen otras formas de iniciación de los aquelarres que Reguera muestra, como el caso
de la maestra de García de Gortegui
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, quien le dio de comer un poco de pan, una
manzana, le dio de beber sidra. La maestra de la joven de 16 años llamada María Gómez
le dio un poco de pescado para comer y a la noche siguiente, la maestra se lleva a la chica
a la cama por el aire a una montaña alta
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.
El demonio presidía en el aquelarre
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. Las maestras se encargaban de presentarles a los
nuevos brujos al diablo para que le acatasen según el ceremonial, renegando de los
sacramentos católicos. Los niños y muchachos cumplían un papel fundamental, ya que
el diablo les recibió con gozo porque ellos aseguraban el relevo. Los testimonios que
Reguera expone muestran que las maestras se ponían de rodillas delante del demonio,
ofrecían a sus alumnos y terminaban con un beso en la mano izquierda y en el rabo,
detrás de la cola levantada que tenía el dicho demonio. Luego, los alumnos procedían a
besarle de igual manera. A los principiantes también se les aplicaba una marca con fuego,
para que los brujos fueran perdiéndole miedo al Infierno y a Dios.
En cuanto a la apariencia del diablo, los testimonios coinciden en que estaba sentado en
una silla, tenía tres cuernos en la cabeza y era feo. Hay unos dicen que era de un rocín
muy negro, otros que veían a más de 1 demonio, otros afirmaban que había un cuerno
luminoso.
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AHN, Inquisición, leg.1679/2, f. 296
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AHN, Inquisición, leg. 1679/2, f. 278r-v.