Para hablar en público se necesita una introducción, un desarrollo, un
cierre y una resolución. Cuando te paras a hablar frente a otras personas,
hay que pensar lo mismo: que estás hablando con miembros de tu familia en
la cena, y estás compartiendo con ellos algunos pensamientos, ideas o
experiencias de los que disfrutaste mucho y que puede que también les
gusten a ellos. Por eso se dice que nunca debes hablar de un tema en el que
no creas o no te preocupe, porque es la impresión emocional la que va a
conectar con tu público.
Después, planéalo y prepárate. Prepara una buena introducción,
desarrolla tu charla con tres puntos clave, y ten siempre preparado un cierre.
Concluye diciendo: “Lo más importante que aprendí de esta experiencia fue
esto, y si yo lo aprendí, tú también puedes hacerlo. Buena suerte”. Algo
parecido.
Siempre hay una introducción, un desarrollo y un desenlace, y todos los
libros y artículos escritos sobre hablar en público dirán lo mismo. Elbert
Hubbard fue uno de los mejores autores de la historia de los Estados
Unidos. Vivía en Rochester, Nueva York, y escribió libros, a veces,
colecciones de libros. Yo tengo una colección de 22 volúmenes, en la que
habla de grandes oradores, cantantes, exploradores, aventureros, músicos,
escritores, poetas, novelistas, líderes militares…; 22 libros llenos,
atascados, de historias detalladas de los mejores personajes de la historia en
todas esas áreas. Y después volvió a escribir. Escribió tanto, y de forma tan
prolífica, que tuvo que comprar una imprenta para publicar e imprimir
todos sus libros. Todos son bestsellers. Incluso hoy en día se consideran
reliquias, antigüedades. Y son muy profundos, contienen muchísima
información.
La gente se le acercaba y le decía: “Señor Hubbard, quiero ser un gran
escritor. Quiero ser un escritor como usted. ¿Cuál es la clave?” Él
respondía: “La única forma de aprender a escribir es escribir sin parar”. Así
que cuando les doy clase a mis estudiantes de oratoria, les digo que la única
forma de aprender a hablar es hacerlo sin parar. Cuando empiezas, dicen
que hacen falta unas 300 charlas gratuitas antes de que puedas dar la
primera remunerada.