El globo dormilón
En una tarde de otoño, el viento soplaba suavemente y arrastraba las hojas que caían
de los árboles, los niños corrían y jugaban en el parque de los castaños. Era un parque
adorable, un pequeño estanque de patitos y una gran fuente lo adornaban. Dentro de
él, las horas no existían, todo era como si el tiempo se parase a descansar y de un
bolsillo de mago salieran las mejores fantasías de nuestros cuentos preferidos. Allí
iban los ancianos a pasear, a recordar las historias de su vida y a aprender a soñar de
nuevo. Un payaso vendía sus globos de colores. Siempre estaba rodeado de pequeños
que le veían inflar sus globos e imaginaban como estos partían hacia el cielo formando
figuras. ¡Mirad, el globo rojo se ha escapado!. Gritaba: un niño. ¡Seguro que ha subido a
las estrellas, gritó otro!. ¡Me ha dicho mi mamá, que los globos son como nuestros
sueños que a veces se escapan y dejamos de creer en ellos, pero luego viene otro
sueño y volvemos a estar contentos. Lo mismo ocurre cuando un globo se nos escapa,
cogemos otro y volvemos a divertirnos. El payasete del parque siempre estaba rodeado
de sus globos. Un niño rubio, de ojos oscuros, le preguntó: ¿Por qué los globos se
hinchan cuando los pones en tu bombona?. Los globos, respondió: el payaso, tienen
dentro un gas, que es algo que flota en el aire, y ese gas, se llama Helio. Cuando pasan
las horas el gas se va terminando y el globito se deshincha. ¡Puedes hincharlo otra vez,
sólo necesitas soplar muy fuerte y el globo volverá a esta gordo!. Los niños al ver al
payaso, corrían a comprarle globos. El globo de nuestra historia nació así.
Globi, era fuerte, pues lo habían llenado mucho de helio y tenía un maravilloso color
azul. Abrió su boquita para despertar de su sueño. El globo, se vió rodeado de
pequeñuelos y de un payaso. Tanto quiso curiosear, que cuando el payaso fue a
vendérselo a un niño el globo salió volando hacia el cielo. El payaso no pudo hacer nada
por evitarlo. Y el globo marchó libre en busca de aventuras. Globi, comenzó a dar
vueltas, hasta que su hilo quedó atrapado en el alero de un tejado. Intentó salir de allí,
pero no pudo. Cerca del alero, había una gran ventana, llegó hasta ella, inclinándose un
poquito. A través de ella, observó como unos niños jugaban. Estuvo horas y horas
viéndoles jugar, hasta que se quedó dormido. Todos los días se repetía lo mismo, él, los
veía jugar y se sentía feliz, pero le daba un poco de envidia no poder jugar con ellos.
Se movía de un lado para otro para llamar su atención, pero no conseguía que los niños
le vieran. Dormía y Dormía, quería tener fuerzas para moverse más y más. Por eso,
siempre estaba dormido, se cansaba tanto, que cuando descansaba seguía soñando
despierto pensando que tal vez un día, los niños le verían. Un día, hizo tanto esfuerzo
porque le vieran que se pinchó en un clavito que había en la ventana. Al pincharse, el
globo salió despedido, el hilo se soltó con fuerza, y se elevó muy deprisa, muy deprisa,
hacia arriba. Él, sabía que le quedaba muy poquito para quedarse sin aire, entonces se
elevó más y más como queriendo tocar las nubes. Se elevó por encima de las casas y de
la torre de la iglesia. Se iba perdiendo en la lejanía y al cabo de un rato ya no volvió a
vérsele. Se perdió para siempre en el atardecer, allí dónde el sol, ya se oculta.Seguro
que está junto a las estrellas, haciendo mimitos a la luna.