Cuentos populares

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About This Presentation

Trabajo realizado por alumnos de 2º ESO


Slide Content

CUENTOS
Pulgarcito
Ostra y cangrejo
Pinocho
Un hecho prodigioso
La ratita presumida
Alí Babá y los cuarenta ladrones
Ratita de oro
El gato con botas
Sapo

•Los cuentos populares son los que se han transmitido
oralmente, de generación en generación.
•Transmiten valores populares, apropiados a culturas
tradicionales. Por eso enseñan a las niñas a ser
cuidadosas y a prepararse para convertirse en
buenas esposas y a los niños para ser valientes,
trabajadores, osados.
•Estos cuentos han sido recopilados por autores como
H. C. Andersen o Perrault y así han llegado a
nosotros en textos escritos.
•Las transformaciones sociales ha llevado consigo un
cambio de valores que se refleja en readaptaciones
de los cuentos populares o en nuevos cuentos
(Shrek)

•Hay dos tipos de cuentos;
-Los maravillosos, que están protagonizados por seres
fantásticos como hadas, animales que hablan, etc. Y suceden
en lugares imaginados (tierras fantásticas, mares…). En estos
tipos de cuentos intervienen objetos mágicos; varitas
mágicas, anillos mágicos,…
-Los tradicionales, que son los que relatan costumbres o hechos
curiosos. Tratan sobre asuntos muy variados ya que sus
argumentos están relacionados con las tradiciones de cada
pueblo.

•Estos cuentos se componen de tres partes:
-La primera parte es la introducción, que es la parte
inicial de la historia y es dónde se describen a los
personajes principales.
-Le segunda parte es el nudo, es dónde se desarrolla la
historia y suceden los hechos más importantes.
-La tercera y última parte es el desenlace, es dónde se
da la solución a la historia y se resuelven todos los
problemas.

•Algunas de las principales características del
cuento:
-Son breves.
-Son ficticios.
-Están escritos en prosa.
-Hay escasos personajes.
-Su autor no es conocido.
-Se suelen transmitir de forma oral. Esto puede
suponer el que haya diferentes versiones de
un mismo cuento.
-Su origen se remonta a la antigüedad.

La ratita presumida
Hace muchos años había una ratita tan hacendosa, que una
mañana barría en el portal de su casa y se encontró una
moneda. Con el dinero no sabía qué hacer, pero finalmente se
compró un lazo para presumir. Se encontró tan preciosa que
quiso casarse pronto y enamorar a algún tonto que la quisiese
por esposa. Un día, presumía por la ventana y acertó a pasar un
pato que, el ver a nuestra amiga, le dijo: -¿Quieres casarte
conmigo? -Quizá sí o quizás no; antes quiero oír tu voz. -¡Cua,
cua! -respondió el patito. -¡No, no, más que voz parece un grillo!
Lo mismo le preguntó un cerdo. -Quizá sí o quizás no; antes
quiero oír tu voz. -¡Gruñ, gruñ! -¡Oh, no, no, tus gruñidos son
muy fieros! Llegó rebuznando el asno y, al oír su voz tan ronca,
la ratita presumida le dice que no enseguida. Pasa un gato bien
plantado y, al oír su voz divina, muy coqueta lo remira y le dice:
Sí, mi vida. -Ratita, ratita, amada, si me quieres por marido
tienes que darme primero tres besos en el sombrero. Asustada
pega un brinco porque ve sus intenciones. Con las prisas se le
cae el lazo y lo recoge don gato. Esta historia mal termina: la
ratita fue cogida de un zarpazo y, de ella, sólo queda el lazo
sobre la mesa... del gato.

LA RATITA PRESUMIDA

PINOCHO

En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de
trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído
este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho
de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.
Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad.
Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un
hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su
varita mágica, vida al muñeco.
Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se
movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo
carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese
un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el
consejero que le había dado el hada buena.
Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus
travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió
seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el
hada buena le puso un hechizo. Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por
portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada.
Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a
Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado
por una enorme ballena.
Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando
Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió
muy grande su boca y se lo tragó también a él. Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y
Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo
encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y
la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.
Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y
en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y
fueron muy felices por muchos y muchos años.

Ricitos de oro

En una preciosa casita, en el medio de un bosque florido, vivían 3 ositos. El papá, la
mamá, y el pequeño osito. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa, y
hacer la sopa para la cena, los tres ositos fueron a pasear por el bosque. Mientras
los ositos estaban caminando por el bosque, apareció una niña llamada Ricitos de
Oro que, al ver tan linda casita, se acercó y se asomó a la ventana. Todo parecía
muy ordenado y coqueto dentro de la casa.
Entonces, olvidándose de la buena educación que su madre le había dado, la niña
decidió entrar en la casa de los tres ositos. Al ver la casita tan bien recogida y
limpia, Ricitos de Oro curiseó todo lo pudo. Pero al cabo de un rato sintió hambre
gracias al olor muy sabroso que venía de la sopa puesta en la mesa. Se acercó a la
mesa y vio que había 3 tazones. Un pequeño, otro más grande, y otro más y más
grande todavía. Y otra vez, sin hacer caso a la educación que le había dado sus
padres, la niña se lanzó a probar la sopa. Comenzó por el tazón más grande, pero
al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al mediano y le
pareció que la sopa estaba demasiado fría. Pasó a probar el tazón más pequeño y la
sopa estaba como a ella le gustaba. Y la tomó toda, todita. Cuando acabó la sopa,
Ricitos de Oro se subió a la silla más grande pero estaba demasiado dura para ella.
Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda. Y se decidió por sentarse en
la silla más pequeña que le resultó comodísima. Pero la sillita no estaba
acostumbrada a llevar tanto peso y poco a poco el asiento fue cediendo y se
rompió. Ricitos de Oro decidió entonces subir a la habitación y a probar las camas.
Probó la cama grande pero era muy alta. La cama mediana estaba muy baja y por
fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó totalmente
dormida.

Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los 3 ositos a la casa y nada
más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo con su
gran voz:
-¡Alguien ha probado mi sopa! Y mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y
dijo:
-¡Alguien ha probado también mi sopa! Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada:
-¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera! Después pasaron al
salón y dijo papá oso:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla! Y mamá oso dijo:
-¡Alguien se ha sentado también en mi silla! Y el pequeño osito dijo con su voz
aflautada:
-¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto!
Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su
comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación,
papá oso dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama! Y mamá oso exclamó:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama también! Y el osito pequeño dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mí camita...y todavía sigue durmiendo!
Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y que era
papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una voz que la
hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó. De un salto se sentó en
la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el otro lado saliendo por la
ventana corriendo sin parar un solo instante, tanto, tanto que no daban los pies en el
suelo. Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno
sin pedir permiso primero. Y colorin colorado, este cuento se ha acabado, y colorin
colorete, por la chimenea sale un cohete.

La Cenicienta, en Cuentos en verso para niños perversos
de Roal Dahl
Puedes terminar de leerlo en esta dirección
http://www.7calderosmagicos.com.ar/Druida/Poesias/cenicientaRd.htm
"¡Si ya nos la sabemos de memoria!",
diréis. Y, sin embargo, de esta historia
tenéis una versión falsificada,
rosada, tonta, cursi, azucarada,
que alguien con la mollera un poco rancia
consideró mejor para la infancia...

El lío se organiza en el momento
en que las Hermanastras de este cuento
se marchan a Palacio y la pequeña
se queda en la bodega a partir leña.
Allí, entre los ratones llora y grita,
golpea la pared, se desgañita:
"¡Quiero salir de aquí! ¡Malditas brujas!
¡¡Os arrancaré el moño por granujas!!".
Y así hasta que por fin asoma el Hada
por el encierro en el que está su ahijada.
"¿Qué puedo hacer por ti, Ceny querida?
¿Por qué gritas así? ¿Tan mala vida
te dan esas lechuzas?". "¡Frita estoy
porque ellas van al baile y yo no voy!".
La chica patalea furibunda:
"¡Pues yo también iré a esa fiesta inmunda!
¡Quiero un traje de noche, un paje, un coche,
zapatos de charol, sortija, broche,
pendientes de coral, pantys de seda
y aromas de París para que pueda
enamorar al Príncipe en seguida
con mi belleza fina y distinguida!".
Y dicho y hecho, al punto Cenicienta,
en menos tiempo del que aquí se cuenta,
se personó en Palacio, en plena disco,
dejando a sus rivales hechas cisco.