DIMENSION ESPIRITUAL: IMPORTANCIA EN LA FAMILIA
los padres. Según los emanacionistas, el alma humana es una parte de
Dios.
En nuestra época, a veces se habla de una emergencia de las
características humanas, que provendrían, en definitiva, de la materia.
Pero las dimensiones espirituales no se pueden reducir a un resultado
de fuerzas y procesos materiales, porque se encuentran en un nivel
superior al material. En esta línea, el Papa Juan Pablo II, recordando la
enseñanza de Pío XII a propósito de la evolución, afirma: «La doctrina
de la fe afirma invariablemente, en cambio, que el alma espiritual del
hombre es creada directamente por Dios (...). El alma humana, de la
cual depende en definitiva la humanidad del hombre, siendo espiritual,
no puede emerger de la materia».
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: «Con su apertura a la verdad
y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de
su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se
interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos
de su alma espiritual. La "semilla de eternidad que lleva en sí, al ser
irreductible a la sola materia" (Conc. Vaticano II, const. Gaudium et
Spes, 18, 1; cfr. 14, 2), su alma, no puede tener origen más que en
Dios»
30
. Y , remitiendo a las enseñanzas del Concilio Lateranense V, de
Pío XII y de Pablo VI, añade: «La Iglesia enseña que cada alma
espiritual es directamente creada por Dios (Cfr. Pío XII, enc. Humani
generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) -no es
"producida" por los padres-, y que es inmortal (cfr. Conc. V de Letrán,
año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la
muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final» .
La creación inmediata del alma humana no significa que otras realidades
estén sustraidas a la acción divina, y tampoco significa un cambio por
parte de Dios, que es inmutable. La acción divina se extiende a todo lo
creado, pero en el caso del alma humana, el efecto de la acción divina
posee un modo de ser que trasciende el ámbito de la naturaleza
material. Y ese modo de ser, la espiritualidad, es lo más característico
del hombre: lo que le hace persona, capaz de amar y de ser feliz,
partícipe de la naturaleza divina, sujeto irrepetible e insustituible que es
objeto directo del amor divino.
La espiritualidad humana y la vida cristiana
La doctrina de la Iglesia sobre el alma humana no es algo meramente
teórico; tiene importantes repercusiones en muchos aspectos de la vida
cristiana.
Por ejemplo, la vida moral no tendría sentido si no se admitiera la
libertad, que supone la espiritualidad. De hecho, algunas confusiones
doctrinales y prácticas arrancan de esa base: se niega la espiritualidad,
se reduce la persona a los condicionamientos materiales (características
genéticas, impulsos instintivos, condiciones físicas de vida), y se niega
Grupo 1-63 Página 10