Escuela Part. N° 68
“Francisco de Asís”
Neltume
–Érase una vez –dijo el jilguero– un hombre muy honrado llamado Hans.
–¿Era una persona muy distinguida? –preguntó la rata de agua.
–No –contestó el jilguero–, no creo que se distinguiera por nada, excepto por su buen
corazón y su cara redonda y alegre. Vivía en una pequeña casita y todos los días trabajaba en su
jardín. En toda aquella parte del país no había un jardín tan bello como el suyo. Allí crecían
alhelíes, claveles y rosas de Francia. Había rosas de Damasco, rosas amarillas, azafranes lilas y oro
y violetas blancas y purpúreas. Las mejoranas, velloritas, agavanzos, narcisos y claveros se
sucedían según los meses, y una flor sustituía a la otra, así que siempre había algo bello que mirar
y algún agradable aroma que oler.
“El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero el más fiel de todos era el obeso Hugo, el
molinero. Realmente, tan fiel era el rico molinero con el pequeño Hans, que nunca atravesaba su
jardín sin inclinarse sobre las plantas y recoger un gran ramo de flores o verduras, o llenar sus
bolsillos de cerezas o ciruelas, si era la época de la fruta.
–Los verdaderos amigos deben compartirlo todo –solía decir el molinero–; y el pequeño
Hans asentía sonriendo y se sentía muy orgulloso de tener un amigo con ideas tan nobles. Sin
embargo, algunas veces los vecinos pensaban que era muy extraño que el rico molinero nunca le
diera nada a cambio al pequeño Hans, aunque tenía cien sacos de harina almacenados en su
molino, seis vacas lecheras y un gran rebaño de ovejas; pero Hans nunca se preocupó de estas
cosas y nada le daba un placer tan grande como el escuchar todas las maravillosas palabras que el
molinero acostumbraba decir sobre el desinterés de la amistad verdadera.
” Así, pues, el pequeño Hans trabajaba en su jardín. Durante la primavera, el verano y el
otoño era muy feliz, pero cuando llegaba el invierno y no tenía ni flores para llevar al mercado,
pasaba mucho frío y hambre y, frecuentemente, se iba a la cama sin haber cenado más que unas
pasas secas y unas nueces duras. También en el invierno se encontraba solo, pues entonces el
molinero nunca venía a verle.
”–No está bien que vaya a ver al pequeño Hans mientras haya nieve –solía decirle el
molinero a su esposa–, porque cuando la gente tiene alguna preocupación les gusta estar solos y
no tener visitas. Ésa, al menos, es mi idea de la amistad, y estoy seguro de que tengo razón. Así
que esperaré a que llegue la primavera y entonces le haré una visita y él me dará una gran cesta
de velloritas y le haré muy feliz.”
–Ciertamente eres muy atento con los demás –le contestaba su esposa, sentada al fuego
en un gran sillón–; en verdad que eres muy atento. Es muy agradable oírte hablar de la amistad.
stoy segura de que ni el sacerdote podría decir las cosas que dices tú, aunque viva en una
casa de tres pisos y lleve un anillo de oro en el dedo meñique.”