El caballito de mar

equiporojo 509 views 4 slides Apr 19, 2012
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El caballito de mar


Splashhhh splashhhh splashhhhhhhhh..... cuchicheaban las olas del mar
haciéndole cosquillitas a la arena mientras le robaban algunos caracoles de todos
colores ...



Más lejos de la orilla, donde las olas mamás y papás charlaban de sus cosas,
jugaban un caballito de mar y un pulpito bebé.

El pulpito iba montado a caballo de Ana y cabalgaban por la panza del gran mar,
Ana travieza daba vueltas y vueltas hacia arriba, de modo tal que al pulpito se le
enredaban sus tentáculos y al no poderse sujetar, caía hasta que Ana cabalgaba
rápido hacia él y lo dejaba sentarse encima otra vez, los dos reían muy divertidos.
Al rato de tanto jugar llegó la mamá pulpo para llevarse a su hijito porque tenían
que ir a una fiesta; así que Ana se quedó jugando a las escondidas entre algas y
rocas con un amiguito invisible.

Estaba tan divertida con su juego, que sin darse cuenta se encontró junto a las
olitas de la orilla y ahora se puso a saltar con ellas. Una de las veces que saltó
muuuuuy alto, descubrió un animalito muy gracioso que no paraba de mover sus
alas de color limón, la curiosidad de Ana la llevó hasta la arena, se sentó allí
quietita, el animalito se acercó a Ana y poco a poco paró de mover sus alas.


¿Quién eres?, le pregunto Ana.
Soy Limón, una mariposa especial, contestó la mariposa.
Ana muy interesada la miró por todos lados hasta que quizo tomarla en sus
manos.
¡No me toques!, le dijo la mariposa asustada, porque si lo haces moriré...
solamente yo puedo tocarte a ti, y si quieres podemos jugar un juego la
maaaaar de divertido, terminó diciendo Limón.

¿Un juego? ¿La mar de divertido? ¿Puedes nadar tú?, preguntó Ana
asombrada.
Nooooo, le contesto la mariposa, es una forma de decir, te va a divertir
mucho, pero solo puedo jugar un día contigo, dijo a Ana.
Ana tenía muchas ganas de jugar, así que afirmaba con su cabecita y la mariposa
le explicó cómo era el juego:
Yo te puedo dar un besito en tu nariz y después tu vas a cambiar en una
niña que puedes hacer muchas cosas, pero..., dijo muy misteriosamente
Limón, tienes que volver pronto para que con otro beso puedas volver a
ser un caballito de mar, ¿entiendes?, preguntó mirando a los ojitos
grandes de Ana.
Ana ya estaba lista para empezar. Limón le dijo que mirara al cielo y pensara en
una niñita, Ana lo hizo y Limón voló hasta la nariz de Ana, dándole un besito.
Ana se había convertido ahora en una chiquita con pelo largo y todo. La
mariposa le preguntó si quería ir a ver la Gran Ciudad con ella, Ana quería ver el
mundo entero en realidad, pero empezar por la Gran Ciudad ya estaba bien.
Limón miraba a su alrededor a ver si encontraba algo que estaba necesitando...
A ver, a ver..., dijo pensativa la mariposa.
Detrás de un bote viejo y abandonado, encontró un remo medio roto, y un
neumático de bicicleta picoteado por las gaviotas, voló haciendo cículos y
rociando esas cosas con un polvo brillante. Al caer fue apareciendo una bicicleta
muy despacito.
¡Uuyyyyyy! ¡Qué lindo!, exclamó Ana.
Con esta bici vamos a ir las dos, yo voy en tu hombro.
Así partieron las dos hasta la Gran Ciudad.

Ana miraba todo, qué cantidad de gente, pensó justo cuando a su derecha vio una
enoooorme casa con picos muy altos que quizás hacían cosquillas a las nubes.
Limón, que era una experta en la Gran Ciudad, le dijo al oido a Ana que esa casa
era una iglesia, bueno en realidad era una catedral, y le preguntó a Ana si quería
verla por dentro. Pero Ana ya había bajado de la bici y caminaba hacia la puerta
gigantesca de la catedral.

Ana caminaba muy despacito mirando todo lo de adentro con mucha curiosidad,
de repente, se plantó delante de un señor muuuuuy serio que hablaba de cosas

que ella no entendía nada, con una voz fuerte que, extrañamente, se oía en todos
lados y lo miró mucho rato... hasta que este señor levantó algo que parecía un
caracolito chato y muy blanco.
¿Qué es eso? ¿Qué está diciendo ese señor?, le preguntó Ana a Limón.
Este señor es un sacerdote, está oficiando misa y éso es una hostia, le
respondio Limón pacientemente.
Ana decía que sí con la cabeza aunque seguía sin entender mucho, otra cosa que
le parecía rara era que nadie le hablaba ni tocaba, era como si nadie pudiera verla.
Se lo preguntó a Limón.
¡Claro... me había olvidado de decírtelo! exclamó Limón meneando su
cabecita, nadie puede vernos, porque si nos vieran quizá no podemos
volver más al mar.
Ana ya quería irse, pero algo llamó su atención. Por una ventana entraba un rayo
de luz de muchos colores y habían pequeñísimas partículas bailando para arriba y
para abajo, soltándose y juntándose, haciendo formas locas... Caminó hasta allí
parándose justo en medio de eso, cerró los ojos y sintió cómo le hacían
cosquillitas en sus mejillas. Limón la miraba divertida y le preguntó:
Ana ¿sabes lo que es una jirafa?
MMmmmmmmmm.... a decir verdad, no, no sé, dijo Ana.
Limón le dijo que se apartara de la columna de luz y pensara en la palabra
JIRAFA. Voló nuevamente, roció esta vez polvitos amarillos, blancos y marrones
sobre las partículas bailarinas. Desde muy abajo empezó a subir ¡una jirafa! Justo
cuando empezaban unos niños del coro a cantar, parecía un milagro.
¡¡¡Ohhhhhhhhh!!!, dijo Ana tan alegre como sorprendida.
Se acercó para acariciarla, cuando lo hizo, la jirafa se arrodilló y le dijo:
Sube que te llevo a tu casa.
Ana estaba contentisíma y miró a Limón pidiéndole permiso, Limón movía la
cabeza permitiéndole subir.

Limón tuvo que abrir la puerta entera para salir con la jirafa, Ana iba como una
reina mirando todo desde muy arriba. Afuera Limón sopló la bicicleta quedaron
cenizas muy chiquititas de ella. Volvieron al mar por una calle que no dejaba de

sorprender a Ana, habían conejitos en jaulitas, papagayos, y muchísimos otros
pajaritos extraños, perritos, muchas flores también, y gente bailando, algunos
payasos, y mucha pero mucha gente caminando, parecía que estaban en un circo
ambulante. Ana al final de esta calle se sentía bastante cansada, Limón al verla
así le dijo a la jirafa el camino más corto hasta donde vivía Ana.

Cuando llegaron Limón le preguntó a Ana si se había divertido, Ana estaba tan
cansada que apenas pudo darle las gracias a Limón. Limón se posó sobre la nariz
de Ana dándole un besito y después revoloteó encima de la cabeza de la jirafa
para que fuera entrando al mar con Ana, a medida que entraba iba
desapareciendo y al final, cuando los pies de Ana tocaron el mar, se volvió otra
vez caballito de mar.

Fresca y alegre Ana saludó con la mano a Limón para despedirse
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