EL OTRO JINETE
Luciano era un vaquero. Una noche tranquila y allenclosa, en la que sólo se
escuchaba el canto de los grillos, regresaba a ou casa después de haber
trabajado hasta tarde en el rancho,
Quitado de la pena, tomó el camino de siempre, pero al entrar en el paraje
más boscoso del recorsido, le parectó escuchar el trote de un caballo. Algo
extraño en verdad, pues era un sendero dificil y más todavia para que un
caballo trotara.
Pensando que el cansancio le habia jugado una mala pasada, siguió mu
camino. Pero he aquí que, nuevamente, escuchó el paso de otro caballo y el
ruido inconfundible de las botas Jinetas rozando los estribos y la silla de
Luciano ce detuvo. Los ruldos desaparecieron. Miró a un lado y a otro. La
poca luz que daba el Sol a punto de ocultarce le impedía estar seguro de lo
que veía, pero pensó que debía estar colo en el camino, como todas las tardes
que regresaba a casa. Sin embargo, empesó a inquletarse. No así ou caballo,
siempre alerta a los peligros del camino. Otra cosa zara. El vaquero picó
espuelas y su vallente cabalgadura apuró el paco,
Pero otra vez escuchó al otro caballo, adí como el rechintdo de las botas
apayadas firmemente en los estribos, A pesar de que trataba de mantener la
calma, su corazón comenzó a latiz con fuerza, Pensó que seguiria eu camino
como at nada pasara: faltaba poco,
Para esegurarse de si alguien lo seguía, Luciano se detuvo de repente.
También cesó el paso del otro caballo, Volvió a avanser y aquel trote se
escuchó de nuevo. No pudo más, espoleó su cabalgadura y salió a toda prisa
hacia el poblado, Atrás de él retumbaba el misterioso galope.
Alcansaba a ver su casa cuando calculó que sl se detenía, desmontaba y se
Givigia a la puerta, aquel jinete —fuera quien fuera— Lo alcanzaría, Entonces
Jal6 la rienda del caballo para llegar por atrás. “Guardián”, el perro el que lo
esperaba en la puerta, corrió a su encuentro y saltó como él la pequeña barda
de piedra, ¡Qué escándalo hizo Luciano al rodar por el patio!
Sintténdoce seguro en comp
No habia nadie, nt siquiera un vecino curtoso. Comprendió entonces que no
había cido otra coza que el eco, pues esa mañana habia camblado herraduras
al caballo y él llevaba puestas botas nuevas.