94
Desrrollo organizacional
inmediata. Por ejemplo, si se les da a los subgrupos una asignación para que des-
criban “lo que está resultando bien en nuestras juntas semanales con el jefe del de-
partamento”, y de lo que “está impidiendo que las juntas sean tan efectivas como a
nosotros nos gustaría”, eso podría ser más acertado y más oportuno que lanzarse
a la técnica del análisis del rol, con el rol de jefe como el enfoque de la discusión.
Esto tal vez sería demasiado pronto; es decir, el jefe podría adoptar una actitud
demasiado a la defensiva, y podría haber demasiada aprensión de parte de los su-
bordinados, para que pueda tener lugar una discusión productiva.
Se cree que el consultor debe hacer lo que es capaz de hacer, pero la interven-
ción debe ser apropiada para el diagnóstico. Esto requiere un estudio a fondo de
los datos, por ejemplo, los temas de las entrevistas. Por supuesto, mientras más
amplia sea la gama de intervenciones con las cuales está familiarizado el consultor,
más numerosas serán las opciones que puede considerar. Mientras más experien-
cia y conocimiento tenga el consultor, es probable que sufra menos con la selec-
ción o el diseño de intervenciones apropiadas.
Profundidad de la intervención. Un aspecto importante a considerar en las
intervenciones apropiadas es la profundidad de la intervención. En los términos
de Roger Harrison (1970), ésta se puede evaluar utilizando los conceptos de ac-
cesibilidad e individualidad.
Por accesibilidad Harrison se refiere al grado hasta el cual los datos son más
o menos públicos, en comparación con los que están ocultos o son privados y a la
facilidad con la que se pueden aprender las habilidades de la intervención.
Por individualidad se refiere a la cercanía con las percepciones del yo de la
persona, y al grado hasta el cual los efectos de una intervención son sobre el indi-
viduo, en contraste con la organización. Mientras más se acercan a este sentido del
yo, más tienen que ver los procesos inherentes con las emociones, los valores y los
aspectos ocultos y, en consecuencia, más poderosos son para hacer un bien o un
mal. Se requiere un diagnóstico muy cuidadoso para determinar si estas interven-
ciones son apropiadas y pertinentes. Si son inapropiadas, pueden ser destructivas
o, como mínimo, inaceptables para el cliente o para el sistema cliente.
Con el fin de reducir al mínimo estos riesgos, Harrison sugiere dos criterios
para determinar la profundidad apropiada de la intervención:
a) Intervenir a un nivel no más profundo que el requerido para producir so-
luciones perdurables para los problemas que se están abordando; e
b) Intervenir a un nivel no más profundo que aquel en el cual la energía y
los recursos del cliente se puedan dedicar a la resolución del problema
y al cambio.
Profundidad de la
intervención
Criterios para
determinar la
profundidad de la
intervención