20
─ Oye Rufino, fíjate que he estado pensando.
─ ¿Adió?... ¿Y en qué pensaste Pánfilo?
─ Pos en que la vida no ha sido mala con nosotros. Tenemos nuestras familias ya grandes,
los hijos ya estudiados, casados y viviendo de sus carreras. Hasta nietos tenemos, gracias a
Dios.
─ Eso sí, muchos nietos Rufino.
─ También he pensado que trabajo nunca nos ha faltado y pos vivimos regularmente bien.
─ ¡Bendito sea Dios, Pánfilo!... ¿Y ahora, por qué sales con eso?
─ Pos porque, aunque no lo creas, ya me siento cansadón… Es increíble pero la parcela
cada día me parece más grande y los días se me hacen más cortos para terminar todas las
labores.
─ Oye Rufino, no estarás pensando en vender, ¿verdad?
─ ¡No digas barbaridades, Pánfilo! ¿Cómo crees? Esta tierra bendita nos ha dado mucho,
como para ser tan ingratos y venderla. No, Pánfilo, eso nunca…
─ Bueno, Rufino, ¿entonces?
─ Pos que estaría bueno contratar un mayordomo pa’ que nos haga más llevadera la
chamba…
─ Pos no es mala idea. El mayordomo haría lo que hacemos nosotros: organizaría a los
jornaleros, vareadores, pizcadores, cargadores y todo lo demás. ¡Es muy buena idea!
Nosotros ya trabajamos mucho.
─ Bueno, pos vamos a poner un anuncio solicitando un buen ayudante.
─ Sí, un ayudante mayordomo joven, fuerte y con muchas ganas de trabajar.
─ ¡Eso! Un mayordomo joven, fuerte, con ganas de trabajar y estudiado, Pánfilo, muy
estudiado para que no cometa las misma burradas que tú y yo cuando empezamos a
sembrar los nogalitos.
El par de señores fue al periódico y publicó el anuncio. A los pocos días empezaron a llegar
los candidatos, pero al que no le faltaba estudio, le sobraban años o tenía algo que no les
gustaba a los señores. Por fin, un día llegó un joven recién egresado de ingeniero agrónomo
con toda la potencia de los pocos años de edad y toda la sapiencia del estudio. Los señores
se pusieron contentos, lo contrataron y dejaron las parcelas en sus manos.
Todos los días el joven profesionista se presentaba con los señores, tomaba café, se iba al
campo y regresaba a mediodía para comer y regresar a las parcelas; luego se retiraba y volvía
hasta el día siguiente. A los quince días, Pánfilo le preguntó a Rufino:
─ Oye Rufino, ¿qué le notas de raro al ingenierito este?
─ Pos de que está raro, está raro. Pero a lo mejor son figuraciones nuestras, ¿qué no ves
que está muy chavalillo?
─ No, no, no. Yo digo del trabajo que hace.
─ ¿Del trabajo?... ¿Cuál trabajo?... Si no ha hecho nada más que tomar café, pasear, co-
mer, pasear y largarse a su casa…
─ ¡Ándale!, ya me entendiste… Míralo ahí viene, vamos a platicar con él.