1- Reconocer en la leyenda la introducción,
el nudo y el desenlace.
Copiar y pegar cada uno de esos momentos
de la leyenda de la siguiente manera:
Introducción: de color rojo, letra comic,
tamaño 14.
Nudo: de color verde, letra tahoma, tamaño
14.
Desenlace: color azul, letra book antigua,
tamaño 14.
Pitá y Morotí se amaban, y si él era el más esforzado de
los guerreros de la tribu, ella era la más gentil y hermosa
de las doncellas. Pero n estaba en las designios de Ñandé
Yara el que fueran felices: inspiró una mala idea a la joven,
acicateó su coquetería.
Una tarde, al caer el crepúsculo, cuando varios guerreros y
doncellas se paseaban por las orillas del ]Paraná, Morotí
dijo:
-¡Quieren ver todo lo que es capaz de hacer por mí este
guerrero? ¡Miren!
Y diciendo tal, sacóse uno de sus brazaletes y lo arrojó al
agua. Después, volviéndose hacia Pitá, que, como buen
guerrero guaraní era un excelente nadador, le invitó a
zambullirse en busca del brazalete. Más esperaron
inútilmente que Pitá apareciera en la superficie.
Morotí y sus acompañantes, alarmados, comenzaron a dar
gritos…En vano todo. El guerrero no aparecía.
La desolación corrió pronto por la tribu. Lloraban y lamentábanse las mujeres, en
tanto los ancianos hacían conjuros para que volviese el guerrero. Sólo Morotí, muda
de dolor y arrepentimiento, como ajena a todo, no lloraba siquiera.
El hechicero de la tribu, Pegcoé, explicó lo que ocurría. Dijo, con la certeza de quien
todo lo hubiese visto:
-Pitá es ahora el prisionera de I Cuña Payé. Hundido en las aguas, Pitá se ha visto
preso por la propia hechicera, y conducido a su palacio. Allí, Pitá ha olvidado toda su
vida anterior; ha olvidado a Morotí, y se ha dejado amar por la hechicera; por eso no
vuelve. Es necesario ir a buscarlo. Se halla ahora en la más rica de las cámaras del
palacio de I Cuñá Payé. Y si el palacio es todo de oro, la cámara donde ahora Pitá
se halla en brazos de la hechicera está fabricada de diamantes. Bebe olvido de los
labios de la hermosa I Cuña Payé, que tantos bellos guerreros nos ha robado. Por
eso Pitá no vuelve. Es necesario buscarlo.
-¡Yo lo buscaré! –exclamó Morotí. ¡Yo lo buscaré!
- Tú debes buscarlo, sí –dijo Pegcoé-. Tú eres la única que puedes rescatarlo del
amor de la hechicera. Tú eres la única, si en verdad lo amas, que puede, con tu
amor humano, vencer el amor maléfico de ella. ¡Ve y tráelo!
Morotí atóse a los pies un peñasco y se arrojó al río.
Toda la noche esperó la tribu la aparición de ambos jóvenes, llorando las mujeres,
cantando los guerreros y haciendo conjuros vencedores del mal ancianos.
Con los primeros rayos de a aurora, vieron flotar sobre las aguas las hojas de una
planta desconocida: era el Irupé. Y vieron aparecer un flor hermosa y rara, tan
grande, bella y aromada, como nunca vieron otra flor en la región. Sus pétalos eran
blancos los del centro y ojos los del exterior. Blancos como era el nombre de la
doncella desaparecida: Morotí. Rojos como el del guerrero: Pitá. Exhaló un suspiro
la flor bella y volviese a sumergir en las aguas.
Pegcoé fu quien hablo, explicando lo que ocurría a sus desconsolados compañeros:
-Pitá ha sido rescatado por Morotí. ¡Alegrémonos! Ellos se aman. La malévola
hechicera que tantos guerreros nos ha robado para satisfacer su amor, ha sido
vencida por el amor humano de Morotí. En esa flor que acaba de aparecer sobre las
ondas yo he visto a Morotí en los pétalos blancos a los que abrazaban y besaban,
como en un rapto de amor, los pétalos rojos. Estos pétalos rojos representan a pitá.
Y, descendientes de Morotí y Pitá son esos hermosos irupés que decoran las aguas
de los grandes ríos. En el instante del amor, aparecen sobre las aguas las bellas flores
blancas y rojas del irupé, se besan y vuelven a sumergirse, porque surgen para
recordar a los hombres que, si por satisfacer el capricho de la mujer que amaba, un
hombre se sacrificó, esta mujer supo rescatarlo sacrificándose a su vez por el amado.
Y si la flor del irupé es tan bella y fragante, lo es por haber nacido del amor y del
arrepentimiento.