Para entender el concepto de maleabilidad de un metal, el ejemplo más claro sería coger una pepita de un metal, y martillarla hasta obtener una lámina lo más delgada posible, cuando más maleable sea, más fácil será obtener esta lámina, y más delgada podrá ser. Para que quede claro, tomemos como ejemplo el metal más maleable que existe, el oro. Es conocida desde tiempo inmemoriales la maleabilidad del oro (¡qué bonita frase!), de ahí que se haya utilizado siempre para recubrir otros materiales, que por su naturaleza, “no visten tanto”. Por ejemplo, en los retablos de las iglesias, se recubría (y se recubre) la madera con una finísima lámina de oro que hacía (y hace) la doble función de embellecer , y proteger a la madera del paso del tiempo. Así, el llamado pan de oro, es una aplicación muy usada en las artes plásticas, vulgarmente conocidas como manualidades. otro ejemplo de la aplicación de la maleabilidad del oro, la encontramos en la gastronomía. Sí, sí, los gurús de la cocina deberían estar agradecidos a esta propiedad. Depende de lo que nos interese la gastronomía, ya que últimamente está de moda introducir láminas de oro en las recetas, que por lo visto es una técnica ancestral, y esto se puede conseguir porque podemos hacer láminas finísimas de oro. Otros metales muy maleables son la plata, el platino, el cobre, al aluminio, el estaño, el hierro, el plomo.