Meditaciones para recibir el sábado

21,979 views 56 slides Mar 31, 2016
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About This Presentation

Meditaciones de cada viernes a la puesta de Sol


Slide Content

Organizadores
Josanan Alves de Barros Junior – Mordomia Cristã ULB
Daniel Urias Villar Espinoza – Mordomia Cristã UPS
Ministerio de Mayordomía Cristiana
de la División Sudamericana
SEÑOR
Perlas
para el día del
MEDITACIONES PARA LA PUESTA DE SOL
2016

Ministerio de Mayordomía Cristiana
de la División Sudamericana
1ª Edición: 410 mil ejemplares
2016
Coordinación editorial: Vanderlei Dorneles
Edición: Rubens da Silva Lessa e Vanderlei Dorneles
Revisión: Mariângela Lehr
Selección de material: Erleni Martins Nemes
Proyecto gráfico: André Rodrigues
Programación visual: Thays Lóia
Tapa: Thays Lóia
Imagen de tapa: © Galyna Andrushko | Fotolia
Traducción y revisión - español: Depto. Traducción DSA
IMPRESO EN BRASIL / Printed in Brazil
Los textos bíblicos citados en este libro fueron extraídos de la versión Reina–Valera
1960, salvo que se exprese lo contrario.
Impresión y terminación: : Casa Publicadora Brasileña
Tipologia: Fairfield 10/11,5 – 11782/33494

Si tiene una historia inspiradora para compartir, escriba a
[email protected]
Presentación
¿
Quién nunca vio su propia vida en por lo menos una de estas medita-
ciones para la puesta de sol del sábado? Todos los años, estas historias
reales revelan que la mano de Dios permanece sobre su pueblo, mientras este
busca preservar y vivir verdades que el resto no acepta.
Además de servir de incentivo a la fe de los lectores, este material, na-
turalmente, atrae la atención de personas de prácticamente cualquier edad.
Por eso, está destinado a ocupar un lugar importante en el culto familiar,
considerado informalmente como el más importante de la semana, el culto
del viernes a la puesta de sol, cuando normalmente las familias dedican un
poco más de tiempo a adorar.
Siempre es bueno recordar que el culto familiar es una parte muy im-
portante del pacto entre Dios y su pueblo. Y si quiere saber más sobre cómo
realizarlo, solo debe leer el capítulo 78 del libro Conducción del niño, que
coincidentemente es parte de la colección Mensajes de esperanza.
Deseo que estos testimonios y los videos del Probad y ved (que puede
volver a ver en YouTube) sirvan de gran incentivo para su vida espiritual.
Marcos Faiock Bomfim
Mayordomía Cristiana
División Sudamericana

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1º de enero
La salvación en la basura
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde
huiré de tu presencia?” (Salmo 139:7).
A
pesar de venir de un hogar tradicionalmente cristiano, no me animaba a
asistir a la iglesia o a leer la Biblia. Era cristiano por fuera, pero no tenía
la esencia del verdadero cristianismo. Ya había visitado varias congregacio-
nes, pero no me interesaban los temas espirituales. Respetaba a todos los
credos, pero consideraba que ser cristiano era igual a estar preso.
Mi visión verdadera de la salvación comenzó en el 2010, cuando camina-
ba por una calle cerca de mi barrio. En una esquina había un terreno baldío,
con un montículo de basura y escombros. Al observar un librito amarillento en
medio de la basura, fijé los ojos en la pequeña planta que brotaba de la tierra
seca y quebrada, en la tapa. No le di demasiada importancia, pues pensé que
era un libro más de autoayuda. Sin embargo, para mi sorpresa, una sensación
incómoda me hizo volver y tomar aquel librito titulado Todavía existe esperanza.
Me lo llevé a casa, pero no me interesaba leerlo. Algunos días después, en
una tarde tranquila, me tomé algunos minutos para hacerlo. Me maravillaron
tanto los textos profundos y verdaderos, que terminé la lectura en menos de una
semana. Esas grandes verdades que no había conocido antes estaban desper-
tando mi deseo de estudiar la Biblia. Al final del libro, estaba la dirección de la
Casa Publicadora Brasileña, editora de la obra. Les escribí una carta contándo-
les sobre las bendiciones y los cambios en mi vida, como fruto del estudio de las
Sagradas Escrituras.
No solicité ningún material; pero, algunos días después, me enviaron varias
revistas, libros y estudios cristianos. Decidí volver a asistir a la iglesia y comencé
a visitar varias denominaciones, ya que estaba dividido entre varias iglesias. Fue
en ese tiempo cuando oré a Dios para pedirle una posición concreta sobre la
iglesia baluarte de la Verdad de la cual debía ser miembro. Él escuchó mi clamor
y me dio la respuesta después de terminar la serie de estudios “Escuchando la
voz de Dios”.
Cierto día sentí que el Espíritu Santo me hablaba y me invitaba a ir a la Igle-
sia Adventista. Las canciones, las oraciones y el mensaje tocaron mi corazón y,
a partir de aquel día, incentivado por el Espíritu Santo, tomé mi decisión. Siete
meses después, descendí a las aguas bautismales.
Alex Gomes Moraes
Feira de Santana, BA (Unión Este Brasileña)

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8 de enero
La mejor decisión
“Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán,
si oyeres la voz de Jehová tu Dios” (Deuteronomio 28:2).
E
nrique y su familia viven en una de las ciudades satélite del Gran Buenos
Aires; viven en la ciudad de José C. Paz desde hace cinco años. Él es pana-
dero y trabajaba arduamente para mantener su hogar. Sus jornadas de trabajo
eran agotadoras y no tenía ni un día de descanso. Todas las semanas el ritmo
era el mismo, de domingo a sábado. La lucha era muy difícil.
Su esposa, María Lorena, y los hijos comenzaron a asistir a la iglesia
adventista y a conocer no solo los consejos divinos sino que también las pro-
mesas del Señor para los que son fieles. Poco a poco, Enrique fue conociendo
a Dios y su voluntad. Primero por el testimonio de la familia y después de
forma personal. Día a día iba creciendo en él el deseo de ser fiel a Dios.
Siempre que era posible, él asistía a algún programa especial de la iglesia.
Muchas veces fue invitado a tomar la decisión por Cristo, pero su fe todavía
se estaba desarrollando. Enrique ya sabía cuál decisión tomar, pero dudaba
de sí mismo. Guardar el sábado y las demás enseñanzas no sería fácil. Mien-
tras pensaba, su esposa oraba.
Con el tiempo, se fueron acumulando una serie de dificultades en el tra-
bajo. Cerca de fin de año, sus patrones salieron de vacaciones, atrasando el
pago de su salario. Era 31 de diciembre y él solo tenía 200 pesos. ¿Qué podría
hacer con esa suma? La perturbación por no estar haciendo la voluntad de
Dios coincidía providencialmente con las dificultades en su trabajo. Después
de dos días de descanso y reflexión, él tomó la decisión de renunciar a su
única fuente de ingresos. Con serenidad, más firmemente, decidió ser fiel a
Dios en cada decisión posterior. Aunque con un futuro incierto, él creía que
había tomado la decisión correcta, así que, sintió una dulce paz.
Al día siguiente, sin ninguna referencia sobre él, otra panadería lo llamó
para una entrevista de trabajo. Él fue a la entrevista y explicó que tenía una
sola condición: tener el sábado libre. Sin cuestionarlo, su pedido fue aceptado.
Y aun le ofrecieron un contrato básico de diez mil pesos mensuales. Enrique
no lo podía creer y, agradecido, elevó una oración al cielo. La decisión más di-
fícil que tuvo que tomar en la vida fue la mayor bendición para él y su familia.
Quien toma la decisión de poner a Dios en primer lugar, entrega la vida
en las manos cuidadosas de nuestro bendito Señor y Salvador.
Enrique e Lorena Cabral
Buenos Aires, Argentina (Unión Argentina)

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15 de enero
Dios ve
“Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa
de Jehová tu Dios” (Éxodo 23:19).
C
uando Raimunda Pereira comenzó a estudiar la Biblia, el tema del diezmo
le llamó mucho la atención. Pronto entendió que la fidelidad a Dios también
se extendía al compromiso de honrarlo con los recursos financieros y, en ese
momento, comenzó a devolver el diezmo de sus ingresos. Con el paso del tiempo,
Raimunda sintió el deseo de separar el 10% también para la ofrenda. Sin em-
bargo, ella sabía que, a fin de mes, esa suma podía faltarle para pagar sus gastos
y deudas. Creyendo que Dios supliría sus necesidades, también entregó su vida
financiera en las manos divinas. Ni bien recibió el sueldo de aquel mes, separó el
20% para llevarlo a la iglesia. Con el resto de la suma pagó varias cuentas, pero
le faltó más o menos lo equivalente a 300 dólares para pagar todas las deudas.
En oración, Raimunda reafirmó una vez más delante de Dios el deseo de su
corazón y le pidió que le mostrara un medio a través del cual pagar lo que faltaba.
Pocos días después, Raimunda se encontró con unos amigos a los que ella
había ayudado económicamente en un momento de necesidad. A pesar de nunca
haberles pedido que se lo devolvieran, ella nos cuenta que la familia beneficiada,
a manera de agradecimiento, le entregó un sobre con un valor simbólico, mucho
menor que el valor que ella les había dado. Sin embargo, el sobre contenía el valor
exacto que Raimunda necesitaba para pagar sus cuentas.
De esa manera, Raimunda tuvo la certeza de la acción divina en su vida, ya que
ella no le había contado a nadie sobre la suma que necesitaba. En ese momento,
renovó el compromiso con Dios de continuar devolviendo el 10 % de diezmo y sepa-
rando otro 10 % para las ofrendas. Además de diezmar y ofrendar todos los meses,
sintió el deseo de hacer algo más y se convirtió en un Ángel de esperanza, enviando
sus recursos a la TV Nuevo Tiempo, para que otras personas conozcan a Cristo.
“Dios ha dispuesto que la proclamación del Evangelio dependa de las labores
y dádivas de su pueblo. Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen los
ingresos de la obra del Señor. De los medios confiados al hombre, Dios reclama
cierta porción: la décima parte. Los deja libres a todos de decir si han de dar
o no más que esto. Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del
Espíritu Santo, y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el
voto no tiene ya ningún derecho a la porción consagrada” (Elena de White, Los
hechos de los apóstoles, p. 61).
Raimunda Almeida Pereira
Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)

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22 de enero
Decisión correcta
“En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y
vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os
santifico” (Éxodo 31:13).
D
esde pequeño, me enseñaron a guardar el sábado, porque ese día es el “cum-
pleaños de Dios”. Sin embargo, cuando fui a la universidad, mi fe se debilitó.
En los dos primeros años, le fallé a Dios y asistí a clases los sábados. Fui persua-
dido por mis profesores de que faltar a las reuniones de la iglesia por una buena
causa no estaba mal. De esa manera, mi vida espiritual comenzó a decaer. Aun-
que mis notas eran las mejores, no compensaba el vacío espiritual que sentía.
En el quinto semestre, decidí cambiar de rumbo. Sin embargo, en aquel se-
mestre, las clases serían con el profesor más temido de la universidad. Para él,
no había trabajo perfecto y, si acumulábamos tres faltas, ya estaba en peligro la
materia. No nos aceptaba ni un atraso de un minuto y todas sus clases eran en
sábado. Él enseñaba los sábados porque los otros días de la semana trabajaba
como director de prensa de un importante canal de televisión.
Ser fiel o perder un año: ese era mi dilema. Le pedí ayuda a Dios y, pro-
videncialmente, el testimonio de Probad y ved de aquel sábado mostraba un
joven universitario que era fiel, a pesar de que le habían puesto pruebas en
sábado. En aquel culto, el pastor predicó sobre la fidelidad en la observancia
del séptimo día. Era Dios quien me estaba hablando de manera personal. En-
tonces, decidí serle fiel bajo el riesgo de perder el año lectivo.
El lunes conversé con el profesor. Él me miró y me dijo: “Si no asistes a
clases, reprobarás. Piensa bien si te conviene perder un año”.
Esas palabras me hirieron y fui a buscar a la directora de la carrera. Ella me
dijo casi lo mismo pero agregó: “Hay muchos jóvenes adventistas que estudian
en sábado. Piénsalo bien porque podrías perder un año”. Eso me dolió aún más,
porque yo había flaqueado antes, y le había dado un mal testimonio a la escuela.
Y para complicar aún más la situación, el mes en el que comenzaría aque-
lla materia, operaron a mi madre por un tumor. Sin embargo, un día, en el
hospital, una compañera de clase me dijo que la directora de la carrera me
estaba buscando con urgencia. Inmediatamente, la llamé y me informaron que
el rector me había autorizado a cursar la materia otro día y que debía ir inme-
diatamente a la universidad. No pude contener las lágrimas. Lloré de alegría y
oré en agradecimiento a Dios por su intervención.
Richard Nelson Carpio Ramírez
Pirai (Unión Boliviana)

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29 de enero
Dios de imposibles
“Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres,
es posible para Dios” (Lucas 18:27).
C
orría el año 2004 y yo me estaba preparando para entrar en una de las
mayores empresas de Brasil, la Moto Honda de Amazonas, lo que para mí
significaba la realización de un gran sueño. Yo estaba feliz porque ese sería
mi primer empleo. Aparentemente, todo iba bien hasta que caí en una terri-
ble depresión y también comencé a sufrir ataques de pánico. Con el sistema
emocional afectado, me alejé de todos, tanto en el trabajo como también en
mi casa, y solo me pasaba una cosa por la cabeza: el suicidio. Al ver mi si-
tuación, mi hermano Sergio y mi madre, fervientes adventistas, me invitaron
a la iglesia un sábado. Sergio me dijo: “Estoy seguro de que Dios te sanará”.
Desde aquel sábado, comencé a asistir a la iglesia adventista hasta que el
pastor del distrito, Nilson Pereira, fue a mi casa y me preguntó si no quería
bautizarme con mi esposa. Y aceptamos.
Sin embargo, había un “problema”: cómo iba a guardar el sábado en una
empresa que no paraba nunca. Yo trabajaba en el tercer turno, o sea, del viernes
a la noche al sábado de mañana. La fecha de mi bautismo era el 8 de marzo del
2008. Entonces, decidí hablar con mi jefe. La respuesta fue: “¿Acaso te volviste
loco? Con tantas iglesias por ahí, ¿justo te fuiste a meter en eso? No te daré el
sábado libre. Si quieres, ve a RRHH y presenta la renuncia”.
Llegó el viernes de noche y no fui a trabajar. El sábado por la mañana, la
iglesia preparó una linda fiesta bautismal y mi esposa y yo nos bautizamos. ¡Ese
fue el mejor día de mi vida! Desde ese día, no fui a trabajar nunca los sábados
a la empresa y esas faltas me las descontaban del sueldo, pero Dios no permitió
que nada faltara en mi casa.
Cuando cumplí cuatro años en la empresa, en julio del 2008, mi jefe me
llamó para darme la evaluación anual. De todos mis compañeros que también
cumplían un año más de trabajo, ¡solamente a mí me aumentaron el sueldo! Él
me dijo: “El superior te dio los sábados libres. A partir de hoy, ya no te pondre-
mos faltas pero, con una condición: tendrás que venir los sábados a la noche
hasta el domingo de mañana para compensar la ausencia”. No hace falta decir
que en ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas de alegría.
Wallace Rodrigues Machado
Manaus, AM (Unión Noroeste Brasileña)

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5 de febrero
Los dos perales
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y
la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil
generaciones” (Deuteronomio 7:9).
A
126 km de la ciudad de Tacna, se encuentra el valle de Chejaya, el lugar
donde se inició la obra de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hace 48
años, y donde se estableció una congregación con el mismo nombre del lugar.
Actualmente, pertenece al distrito misionero de Jorge Basadre.
En ese lindo lugar, Mario Chiri y su esposa, Victoria Alvarado, conocieron
a Jesús y decidieron bautizarse, hace cerca de 40 años. Desde entonces conti-
nuaron siendo fieles al Señor en todas las circunstancias. Poco tiempo después
de su conversión, hicieron un pacto con Dios de dedicar dos perales como
diezmo. Así comenzaron su sociedad con Dios. Las bendiciones no tardaron
en llegar y, año y tras año, fue creciendo la cosecha y también los árboles.
Algunos años después, en un accidente de tránsito Victoria sufrió la peor
prueba de su vida: el fallecimiento de su marido, en 1991. La pérdida del ma-
rido le causó mucho dolor, pero ella se fortaleció en el Señor y continuó asu-
miendo la responsabilidad total del cultivo de los árboles, sin dejar de asistir a
la iglesia ni dejar de confiar en Dios.
Hoy, la hermana Victoria tiene 76 años y es la mayor productora de peras
en aquella región. Además, contribuyó con inumerables donaciones a la Es-
cuela Adventista de Mirave, que cuenta con más de 150 alumnos. El mayor
deseo de la hermana Victoria es ver al Señor cara a cara. Aunque su cuerpo
esté desgastado por los años, su fe se mantiene inquebrantable.
Los dos perales que un día participaron de un pacto, todavía existen y son
testimonio de que Dios cumple sus promesas.
Hace algún tiempo, Victoria se enfermó, y el pastor distrital fue a visitar-
la. Después de la visita, Victoria se depidió del pastor con lágrimas y le dijo:
“Pastor, en cualquier momento, el Señor me llamará al descanso. Si al final de
la cosecha no puedo ir a la iglesia, por favor, no se olvide de venir a casa para
llevar el diezmo y las ofrendas”.
Victoria decidió ser fiel al principio de su conversión y continuará siendo
fiel durante toda su vida.
Victoria Alvarado Tolentino
Jorge Basadre, Tacna (Unión Peruana del Sur)

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������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: [email protected]
12 de febrero
De vendedor de pan a pastor
“Porque Jehová juzgará a su pueblo, y se compadecerá de sus siervos” (Salmo 135:14).
N
aci en un hogar muy humilde, en la ciudad de Sobradinho, en el esta-
do brasileño de Bahía. Soy el segundo hijo de los 12 que tuvieron mis
padres. Fuimos criados sin afiliación a ninguna religión. Un día, mi padre
decidió llevar a toda la familia a vivir a la ciudad de Simões Filho y trabajar
en la empresa de un viejo amigo.
Llevaba tres años en aquel empleo, teníamos una vida razonable y una casa
cómoda que la empresa pagaba. Mis hermanos y yo podíamos soñar con un
futuro mejor. Sin embargo, el sueño terminó cuando mi padre fue despedido.
Cuando volvimos a Sobradinho, yo tenía 14 años. La falta del pan de cada día
no tardó mucho en llegar, como consecuencia del desempleo. Era triste ver el fra-
caso en la mirada de mis padres y el semblante gris de mis hermanos. Fue en ese
contexto en el que conocí el mensaje adventista. Dos evangelistas vinieron a realizar
unas reuniones en la ciudad y me invitaron. Me bauticé el 11 de diciembre de 1994.
Después conocí a un hermano que tenía una panadería y decidí trabajar para
él. Lo ayudaba a hacer panes de madrugada y viajaba 25 km para vender los panes.
Cierto sábado, el predicador habló sobre la mayordomía cristiana. Dijo
que el Señor desea que seamos fieles mayordomos en todo, incluso en la
devolución de diezmos y ofrendas. Entendí que debía hacerlo, no como un
intercambio de favores, sino por amor. Decidí que comenzaría a diezmar y a
hacer pactos, aunque mi sueldo era de 5 dólares por mes.
Todo comenzó a cambiar cuando, a los 17 años de edad, cuando cursa-
ba la educación secundaria, decidí pasar por un concurso público para ser
profesor del municipio. La fila era kilométrica y la inscripción costaba cerca
de 15 dólares. Un sábado, cuando caminaba en dirección a mi casa, escuché
una voz que provenía de una radio encendida a todo volumen en una casa:
QUIRINO NUNES PIMENTEL, DECIMOSÉPTIMO LUGAR. ¡Había
aprobado! Ahora era profesor.
Una vez, cuando entré a un aula, una madre me preguntó: “¿Usted es el ven-
dedor de pan?” “No”, le dije con una sonrisa. “Ahora soy el profesor de su hijo”.
Me sentí muy agradecido a Dios y decidí duplicar el valor de mi pacto,
como gratitud. Después recibí el llamado para ser pastor. Dios me bendijo en
gran manera en el colportaje y pude pagarme la carrera. Hoy estoy casado y
ya llevo seis años de ministerio.
Quirino Nunes Pimentel
Juazeiro, BA (Unión Este Brasileña)

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19 de febrero
Cambio de vida
“Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él
vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmo 62:8).
M
e bauticé a los cinco años, y me consideraba una cristiana tibia, que no
vivía lo que creía. Asistía a la iglesia, pero no practicaba las enseñanzas
de la Palabra de Dios.
Mi madre tenía muchos problemas y un día intentó suicidarse. Ese in-
tento de quitarse la vida la llevó al hospital por tres meses, a la unidad de
terapia intensiva. Esta experiencia me cambió la vida. Frente a esa situación
dolorosa, decidí que no podía continuar viviendo una vida medio cristiana.
O consagraba mi vida totalmente al Señor, con toda mi familia, o me distan-
ciaba de Dios para siempre. Decidí volver al Señor y vivir una vida cristiana
real, genuina, no solo de fachada, sin hipocresía.
Lo primero que hice después de esa decisión fue servir a a Dios con
todos los recursos con los cuales él me había bendecido. Decidí administrar
no solo las finanzas para Dios, sino también todo lo que yo poseía. El Señor
comenzó a operar en mi corazón y llegaron muchos cambios a mi vida, en
la alimentación y el estilo de vida. Cierto día, sentí que Dios me llamaba al
ministerio del colportaje. Esa experiencia me permitió aprender bastante y
mi experiencia espiritual se enriqueció.
Después de mucha oración, decidimos irnos a vivir, con mi familia, a la
zona rural, abandonar nuestras profesiones y unirnos a la causa del evangelio,
por medio de la obra médico-misionera. Esa decisión no fue fácil. Sin em-
bargo, creíamos que Dios nos estaba llamando a realizar una obra especial.
Él continúa proveyendo las cosas que necesitamos y capacitándonos en esa
área. Continuamos aprendiendo día a día. No obstante, lo más importante
es que él nos permitió compartir las valiosas verdades referidas a la salud en
nuestra iglesia y comunidad.
Actualmente, estamos construyendo y formando un centro de vida saludable
para ayudar a las personas víctimas del estrés, la ansiedad, la depresión o algu-
na otra enfermedad que tengamos condiciones de ayudar. Sin embargo, nuestro
propósito es predicar el amor de Jesús a cada una de estas personas, mediante la
obra médico-misionera.
Dios ya está actuando entre las personas que están participando en este desafío.
Fanny García
Rancagua, Cachapoal (Unión Chilena)

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26 de febrero
Donador anónimo
“Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; he confiado
asimismo en Jehová sin titubear” (Salmo 26:1).
Y
eda creció en un hogar adventista. Pero, a pesar de la influencia de la ma-
dre y de la abuela, permaneció poco tiempo en la iglesia. Años más tarde,
casada y madre de tres hijos, Yeda se encontró nuevamente con la religión
cuando su hija comenzó a asistir a los cultos y tomó la decisión de bautizarse.
En esa época, la principal fuente de ingreso de la familia venía de un servicio
de catering que sacaba la mayor ganancia haciendo eventos los sábados. El
tiempo fue pasando y, de a poco, Yeda sintió en el corazón que debía encontrar
una religión. Junto a su esposo Luis, comenzaron a orar sobre el tema. Comen-
zaron también a asistir a la iglesia, pero no asumían un compromiso definitivo.
En esa época, la familia comenzó a pasar por varios problemas de relaciones;
y justamente en la iglesia empezaron a encontrar las soluciones. El Espíritu San-
to les habló al corazón y, poco tiempo después, llegó la decisión del bautismo.
Después del bautismo, Yeda y el esposo tuvieron que explicarles a los clien-
tes del servicio que ya no realizarían fiestas los sábados. Con menos clientes, y
menos trabajo, comenzaron a aparecer las dificultades financieras. En algunos
momentos, casi llegó a faltar alimento en la casa, pero la iglesia les ofreció apoyo
y ayuda para disminuir las dificultades y renovar la fe de la familia. Inmediata-
mente después del bautismo, Yeda y Luis buscaron la Escuela Adventista de Ta-
guatinga para matricular a los hijos y solicitaron una beca a la dirección. A pesar
de haber obtenido una beca del 100% para uno de los hijos, con las dificultades
financieras que tenían, no pudieron pagar todas las cuotas del año. A fin de año,
en el momento de la matriculación para el año siguiente, Yeda fue a la escuela a
negociar el pago de la deuda. Después de orar y compartir con Dios la necesidad
de que sus hijos continúen estudiando en la escuela adventista, buscó al tesorero.
Después de algunos minutos de conversación, el tesorero buscó en el com-
putador los datos financieros de los alumnos para ver qué tipo de arreglo se po-
día hacer, pero constató que ya no había deuda. Eso se debía a que, días antes,
alguien había ido a la escuela a pagar toda la deuda por medio de una donación
anónima. Yeda solo tuvo que pagar una pequeña suma administrativa.
A pesar de todos los desafíos, Yeda y Luís continúan siendo fieles en los
diezmos y ofrendas. Hoy comparten su historia como una manera de agrade-
cerle a Dios por el milagro ocurrido.
Yeda Perpétua Garcia Galiano
Brasília, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)

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4 de marzo
Comenzar el año con un milagro
“Para los hombres es imposible, mas para Dios, no;
porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27).
E
ra el comienzo del año y había llegado el momento de elegir la universidad.
Me inscribí en una privada y en una pública. En ambas universidades el
examen de ingreso era el sábado. Gracias a Dios, en la privada pude hacer la
prueba un miércoles. Obtuve un buen resultado y logré ingresar. Sin embar-
go, mi familia pasaba por dificultades financieras y no pude matricularme.
No pude hacer la prueba otro día en la pública y, por un año, tuve que dejar
de estudiar. Mi madre me decía: “Hija, ¿y si ese fue el plan de Dios? ¿Y si
eliges otra carrera? ¿Y si estudias en otra universidad?”. Ella me insistía para
que esperara con fe. Yo no sabía exactamente lo que Dios tenía para mí y el
futuro se presentaba incierto, pero continué esperando.
Ese año estudié idiomas, trabajé y continué siendo fiel a Dios en todo,
inclusive en la devolución del diezmo. Pasó todo el año y recibí una respuesta.
Comencé el 2014 con una noticia milagrosa. La Universidad pública anun-
ció que el examen de ingreso nuevamente sería un sábado, pero modificarían
el horario para todos los jóvenes adventistas. Cerca de 250 jóvenes adventistas
realizamos la prueba el sábado, a las 18:30, después de que se puso el sol. Me
inscribí a cinco universidades públicas y, finalmente, mis notas me permitieron
ingresar a la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.
¡Qué alegría! Yo sabía que Dios había elegido esa institución. Había perdido
un año de estudios, pero Dios me estaba respondiendo.
Al comenzar la facultad, debíamos hacer un curso de nivelación. Otra
opción sería eximirme de ese curso, haciendo una prueba. La fecha incial
establecida era un domingo, pero después la cambiaron para un sábado. Sentí
que estaban comenzando las pruebas, pero no me desanimé. Entré en contac-
to con el abogado de la iglesia para que me diera asesoramiento. Dos semanas
antes de la prueba, recibí otra buena noticia: once jóvenes de todo el país
darían la prueba conmigo, el sábado a las 18:30. Dios actuó nuevamente. Un
mes después, se publicaron los resultados y, gracias a Dios, aprobé el curso
de nivelación.
Camila Izurieta
Manta, Manabí (Unión Ecuatoriana)

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11 de marzo
El mejor premio – 1
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”
(Salm o 40:1).
C
omo todo estudiante, yo también tenía el sueño de ingresar a la educa-
ción superior. Mi nombre es Dhiego Arlinsonn y estoy cursando el sexto
semestre de Publicidad y Propaganda en Manaos, en el estado brasileño de
Amazonas.
Qué maravilla es ser académico y ganar un premio estatal con un trabajo
realizado en la facultad. Pero, ¿y si la conquista de ese premio significa no
guardar el sábado por una sola vez?
Nací en un hogar adventista y crecí con esos principios que regían mi
manera de vivir. En junio del 2012, ya en la facultad, el profesor de la materia
Redacción II pidió un trabajo que consistía en desarrollar el guión de una
publicidad, de 60 segundos, para una empresa de calzados infantiles, que
además hiciera alusión al día del padre.
Eso me animó y conseguí una buena nota. Después surgió la idea de gra-
barlo y, con ayuda de algunos amigos de la iglesia, produje y finalicé el video.
En agosto, al regresar de las vacaciones escolares, la coordinadora de la
carrera me llamó para conversar y me preguntó: “¿Por qué no produces un
video del guión que escribiste?”. Le dije que ya había grabado uno. Ella me
pidió verlo, le gustó y me propuso: “Dhiego, ¿qué te parece a idea de que tu
trabajo compita al III Premio Amazonense de Propaganda y Marketing?”.
De todos los trabajos realizados en cada categoría, los jurados seleccio-
narían tres que luego se definirían por votación en Internet. Me sorprendí al
ver que mi trabajo quedó entre los diez finalistas. Para resumir, la entrega del
premio fue fijada para el 7 de diciembre, viernes, a las 20:00. Ese mismo día,
fui a la empresa, confirmé mi presencia, retiré los pases para la ceremonia
y volví a casa, pero no estaba en paz. Yo sabía que mi presencia allí podía
significar un premio académico y me haría conocido en todas las agencias de
publicidad del Amazonas, pero estaría desobedeciendo a Dios.
Oré, conversé con mis padres y con el pastor, y decidí no ir al acto.
Lloré, porque teóricamente estaba renunciando a una oportunidad única,
pero mantuve mi decisión. Apagué el celular y disfruté aquella recepción de
sábado como cualquier otro. Descansé y sentí la paz de Dios, sin ninguna
preocupación. (Continuará...)
Dhiego Arlinsonn
Manaus, AM (Unión Noroeste Brasileña)

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18 de marzo
El mejor premio – 2
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”
(Salm o 40:1).
C
omo había confirmado la presencia al evento de premiación, me pareció
correcto enviar un comunicado a través de la red social de la empresa.
“Hola, en primer lugar me gustaría agradecer la oportunidad concedida. Fue
un inmenso placer participar del III Premio Amazonense de Propaganda y
Marketing, además de un gran aprendizaje. Confieso que estar entre los tres
mejores fue una gran sorpresa y eso ya es una gran conquista. No sé si gana-
ré, pues las piezas que concursan en la misma categoría son excelentes, pero
quiero justificar mi ausencia. Todos somos guiados por algo en lo que creemos;
algunos principios rigen nuestro carácter, y yo no había notado que la ceremo-
nia de premiación sería un viernes. Yo soy adventista del séptimo día y, de las
18:00 del viernes a las 18:00 del sábado, intento realizar actividades que no
estén ligadas a mis intereses personales. Intento interesarme por personas que
estén necesitando sentir la paz que viene de Dios. Un día elegí esos principios
que rigen mi manera de vivir y no podría renunciar a ellos, incluso aunque eso
signifique no llegar a una gran realización académica o profesional. Por eso,
les pido disculpas si ocasiono algún problema y me pongo a disposición para
lo que necesiten. Abrazos”.
El domingo de mañana, cuando prendí el celular, me llegaron una gran
cantidad de mensajes. El primero que leí fue de un amigo de la facultad que
me decía que yo había ganado, que mi trabajo había sido considerado el mejor
del estado de Amazonas. Al principio no lo creí, ya que la ausencia significa-
ba descalificación. Sin embargo, Dios es fiel, y no pude contener las lágrimas
al saber que era verdad. La alegría y la gratitud se apoderaron de mí.
El lunes fui a la facultad a recibir el premio y la coordinadora del curso
me dijo que había justificado mi ausencia explicándoles a todos los presentes
que yo era fiel al cuarto mandamiento. Me sentí maravillado y me di cuenta
de que, además de darme un reconocimiento académico, Dios quería que
muchas personas sepan algo sobre la verdad del sábado.
Dhiego Arlinsonn
Manaus, AM (Unión Noroeste Brasileña)

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������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: [email protected]
25 de marzo
Torbellino de bendiciones
“Como pasa el torbellino, así el malo no permanece;
Mas el justo permanece para siempre” (Proverbios 10:25).
V
iterba Mabel era una exadventista que, por mucho tiempo, había dejado
de asistir a la iglesia hasta que, en febrero del 2013, pasó un tornado por
su ciudad. Hizo estragos y dejó muchos desamparados, entre los cuales esta-
ba ella. El gobierno llevó a los desamparados a un gimnasio público.
Durante el período en el que Viterba estuvo en el gimnasio con los hijos,
se encontró con una hermana adventista que la invitó a volver a la iglesia.
En respuesta a ese llamado, Viterba volvió a la iglesia, pero no sola, ya que
llevó con ella a 17 niños de su barrio, incluyendo a sus hijos. Hoy, siete niños
y dos adolescentes continúan asistiendo a la iglesia regularmente.
En el año en que se bautizó, Viterba asumió el trabajo de la tesorería de
la iglesia. En cualquier otra situación, ocupar ese cargo no le hubiera llamado
la atención, sin embargo, ante sus circunstancias, eso no solamente era una
tentación, sino también un compromiso muy grande. El sueldo del marido,
quien trabajaba como leñador, no les proporcionaba muchos recursos y, en las
últimas semanas, el clima no había permitido la venta de leña.
Delante de toda esa situación, la hermana Viterba enfrentaba extrema
necesidad. A pesar de su condición, las cuentas de la tesorería de la iglesia
estaban correctas y al día.
No obstante, lo más asombroso fue que Viterba continuó devolviendo el
diezmo de lo poco que ganaba limpiando la casa de un vecino. Al ver cómo
Dios, incluso en medio de las necesidades, era su sustento, ella comenzó
a animar a los demás hermanos a ser fieles. Por la gracia de Dios, y por la
convicción de esa hermana, tres personas que no estaban diezmando comen-
zaron a devolver el diezmo y sentir la alegría de ser fieles a Dios.
Los tornados de la vida hicieron que esa hermana se fortaleciera en Dios
y probara sus maravillas. Hoy podemos ver los frutos no solo en su vida sino
también en la iglesia.
Actualmente, Viterba disfruta de seguridad económica, y su hija mayor
pronto ingresará al Instituto Adventista del Uruguay, a la carrera de letras. La
iglesia sigue contando con esa tesorera que motiva la fidelidad a Dios.
Viterba Mabel
Mercedes, Soriano (Uruguay)

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������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 17
1º de abril
Detalles y cuidados
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”
(Salmo 20:7).
A
mediados del año 2012, me estaba preparando para hacerme un chequeo
médico, cuando descubrí que estaba embarazada. Entonces, además del
chequeo, tuve que comenzar el control prenatal. Cuando me hice una ultra-
sonografía mamaria, me detectaron un nódulo en la mama izquierda, y era
maligno. Oré, busqué al obstetra y el me derivó a un mastólogo que, a su vez,
me dijo que debía extirparmelo de inmediato. Fijamos la fecha para la cirugía
y, al entrar al centro quirúrgico, el médico ya no encontró el nódulo. Volví al
médico, repetí la ecografía, y ya no había nódulo. Seguí con los controles pre-
natales, y también me detectaron hipotiroidismo. Era necesario comenzar de
inmediato el tratamiento, debido a la gestación.
Mi embarazo era de riesgo debido a mi avanzada edad. En diciembre, al
realizarme la ecografía, para la cesárea, fue necesario repetir los exámenes,
ya que tenía grandes posibilidades de estar con diabetes gestacional, lo que
implicaría graves problemas para el bebé. Continué orando. En esos mo-
mentos, ya estaba con varios problemas financieros, debido a muchos gastos
que había tenido. Además, por algunos cambios en mi sector de trabajo, me
redujeron el sueldo en un 50%.
Mi situación económica ya era crítica, entonces clamé a Dios por socorro.
Tenía que pagar el parto (unos 900 dólares aproximadamente), terminar con
algunos exámenes y efectuar otros gastos. Pedí dinero prestado y fui a otra
ciudad a realizarme la última ecografía obstétrica. Mientras esperaba que
me atendieran, recibí llamadas en las que me informaban de una reunión del
prefecto con las personas de mi sector de trabajo. Logré llegar a tiempo para
la reunión, en la cual el prefecto nos dijo que nos restituiría nuestro sueldo y
también nos pagaría un retroactivo. ¡Alabé a mi gran Dios! Una semana des-
pués, me informaron que se había reducido el valor del parto a 600 dólares
aproximadamente. El tesorero de mi iglesia me dijo que me ayudaría con los
costos del parto con cerca de 400 dólares. Una vez más, alabé a Dios. Para
completar las bendiciones, mi hija nació perfecta. Alabo a Dios porque él me
probó, pero no me desamparó.
Maria Andrade
Araci, BA (Unión Este Brasileña)

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������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: [email protected]
8 de abril
Estudiante diferente
“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado,
por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré” (Salmo 28:7).
E
n la actualidad curso el último año de administración de empresas en una
universidad no adventista. Al principio no conversaba mucho con mis compa-
ñeros y no salía a la hora del recreo, porque sentía que no encajaba. Sin embargo,
me fueron conociendo y comencé a contarles sobre el Club de Conquistadores,
de los Aventureros, etc. También les hablé del sábado como día del Señor. A
algunos les pareció extraño, pero otros quisieron conocer más.
Yo hacía las pruebas los viernes y los lunes. La prueba de los lunes era com-
plicada para estudiar porque la tarde del viernes se pasaba muy rápido; el sába-
do iba a la iglesia, y el domingo participaba del Club de Conquistadores o de
Aventureros. Por eso, no tenía mucho tiempo para estudiar para las pruebas de
los lunes. Además, ese era el día de presentación de los informes de lectura y de
otros trabajos. Durante los primeros tres años, esa fue mi rutina.
En cierta ocasión, mis pruebas finales y el camporí de la región central de
Paraguay cayeron en la misma fecha. Había que organizar muchas cosas y había
mucho que estudiar para los exámenes. Después de finalizado el Camporí, yo te-
nía que hacer una prueba, la más importante. Sin embargo, me enfermé de neu-
monía grave, infección en la garganta y en los oídos. No podía comer nada sólido
e ingería líquidos con mucha dificultad. Tampoco podía hablar y hasta respiraba
con esfuerzo. Cierta noche, me dieron convulsiones y me tuvieron que llevar al
hospital. Pero yo quería hacer esa última prueba. Tomé los medicamentos, me
sentí un poco mejor, y reuní las pocas fuerzas que tenía para estudiar.
El día del examen amaneció con una lluvia torrencial y yo aun no estaba del
todo curada. De todas formas, decidí ir a la universidad. Salí con ayuda de mi
madre y en el trayecto quedamos atrapadas con el auto en un sector inundado. El
agua comenzó a subir y entró al auto. Fue allí que clamé a Dios con desespera-
ción. Cuando terminé de orar, la lluvia paró de manera increíble, ya pude respirar
mejor y ya no tenía tos. Llegué a tiempo, entré al aula y tomé los medicamentos.
La profesora me preguntó qué estaba pasando y le conté todo. Ella me dijo que
me había arriesgado mucho. Yo le respondí que confiaba en Dios. Ella sonrió y
me dijo: “Yo también confío. Puedes hacer la prueba”. Al mediodía, mi garganta
estaba mejor y ya podía tragar. Le doy gracias a Dios por haber obrado un milagro
cuando más lo necesitaba.
Natalia Vera
Assunção (Unión Paraguaya)

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15 de abril
Milagros actuales
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
K
eila Martins vive con el esposo y el hijo en Brasilia. Es adventista desde
pequeña y aprendió que la oración y la confianza en Dios son las herra-
mientas para vencer cualquier dificultad. En junio del 2013, Keila descubrió,
después de algunos análisis, que tenía cáncer de mama. El tumor que surgió
de un momento a otro y creció rápidamente preocupó a los médicos. Keila
tenía un tumor en estado avanzado que la obligaría a iniciar inmediata-
mente la quimioterapia y la radioterapia. Ella comenzó a preocuparse por
los síntomas comunes de quienes pasan por ese proceso, como la caída del
cabello. Afligida, oró a Dios y le pidió que le mostrara un medio de hacer el
tratamiento sin perder el cabello.
Sin embargo, durante las consultas con el médico, Keila conoció la reali-
dad de otros pacientes que debían hacerse intervenciones más severas, como
amputaciones de miembros. En ese momento, ella sintió que Dios le estaba
enviando un mensaje al corazón para que dejara de preocuparse por algo
insignificante (la caída del cabello) y creyera que Dios la estaba cuidando.
Con la quimioterapia, Keila comenzó un tratamiento natural que cambia-
ba totalmente su alimentación. Frutas, legumbres y jugos naturales empeza-
ron a ser parte de su dieta, para complementar el tratamiento. Poco tiempo
después, los médicos reevaluaron los exámenes y descubrieron una gran me-
joría en el cuadro. Keila cuenta que hasta en la elección de una peluca sintió
el cuidado de Dios. Ella decidió cortarse el cabello antes de que comenzara
a caer y decidió donarlo para que otras personas con cáncer tuvieran la opor-
tunidad de tener ese accesorio durante el tratamiento.
No solo cambió su alimentación durante ese tiempo. También fortaleció
su comunión con Dios por medio del estudio de la Biblia y de la oración
durante las madrugadas. Después de ocho días de tratamiento, Keila volvió
al médico para hacer una evaluación general y, sorprendido, afirmó que el
nódulo había desaparecido. Según los médicos, fue un milagro, teniendo en
cuenta la gravedad de la enfermedad. “Me curé y creo que Dios tiene un plan
para nuestra vida. Quiero que el Señor me use para dar ánimo y valentía a
otras personas”, afirma Keila.
Keila Ribeiro Magioni Martins
Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)

20
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22 de abril
Bendiciones y más bendiciones
“Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has
sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia” (Salmo 59:16).
E
n el momento en que escribo esto, tengo 24 años y estoy preparando mi
tesis para graduarme en Psicología. Cuando yo tenía un año y medio de
vida, mi madre desapareció. Mi padre agotó todos los recursos para encontrarla
pero fue en vano. Al terminar el colegio secundario, ingresé en una universidad
pública, pero no me sentía feliz. Fue entonces que la Universidad Peruana Unión
(UPeU) se convirtió en un sueño para mí. Sin embargo, mi padre tenía una deu-
da con el banco de 50 mil nuevos soles. Como no podía pagarla, empeñó algunos
bienes y como garante corría el riesgo de perder la casa. En esas circunstancias,
decidí colportar y pude juntar dinero para la matrícula. Allí mi padre hizo un
último esfuerzo y me dio mil nuevos soles. Así llegué a la UPeU.
Mi día comenzaba a las 2 de la mañana para estudiar la Biblia, preparar mis
alimentos y continuar con mis tareas. De las 5 a las 13 horas trabajaba en el
departamento de limpieza y de las 13:30 a las 19 estudiaba. Los sábados, a partir
de las 14 horas, salíamos a hacer trabajo misionero. A pesar del poco tiempo que
tenía, mis notas me llevaron a estar entre los mejores alumnos.
En el verano, decidí colportar en Lima y Dios me bendijo mucho. Continué
estudiando y, el verano siguiente, fui a colportar a Ecuador. En el segundo año
de la carrera, perdí a mi abuela y a una tía muy cercana a quien consideraba casi
una madre, pero Dios me sostuvo con su brazo fuerte y logré terminar el año
exitosamente.
En el cuarto año, decidí colportar en Brasil, pero tenía una deuda de 7 mil
nuevos soles. Resolví viajar, a pesar de no saber el idioma. Antes de comenzar,
hice un pacto con Dios: presentaría a Jesús y daría de regalo un libro misionero
en cada casa, me compraran libros o no. La campaña fue una bendición. Les di
estudios bíblicos a seis familias y, cuando terminó la campaña, tenía suficiente
dinero para pagar la universidad.
Al año siguiente, colporté en Panamá, y Dios me bendijo milagrosamente.
Antes de mi graduación, un hermano arquitecto y una estudiante cubrieron mis
gastos de graduación. Otras personas me compraron un vestido y zapatos. Estoy
segura de que Dios puede hacer lo mismo por cualquier persona que confíe en él.
Sonia Herrera Frías
Universidad Peruana Unión (Unión Peruana del Norte)

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29 de abril
Hacer lo correcto de manera correcta
“Traed todos los diezmos al alfolí” (Malaquías 3:10).
Y
o había sido miembro activo de la iglesia, me gustaba trabajar para la
obra de Dios y nunca había dejado de devolver el diezmo. Sin embargo,
después de algún tiempo, comencé a pensar que podía administrar el diezmo
y las ofrendas y no entregarlos más a la iglesia. Esa idea fue madurando hasta
que se consumó. Comencé a usar el diezmo para pagar programas de radio,
comprar material para la iglesia, etc. cuando los líderes se dieron cuenta de
lo que estaba sucendiendo, me orientaron para que abandonara esa práctica.
No le di la menor importancia, discutí con los líderes regionales y hasta con
el pastor del distrito.
Yo no me daba cuenta de que estaba actuando en evidente discrepancia
con un claro principio bíblico que me llevaría a negligenciar otras cosas. De
a poco, comencé a dejar de lado el culto familiar, el estudio de la lección de
Escuela Sabática y hasta los momentos de oración se vieron comprometidos.
En el 2013, recibí la invitación de una empresa para trabajar en mi casa. Tra-
bajaría poco tiempo y ganaría mucho. Renuncié a casi todo por ir detrás de
ese trabajo. Hice varios viajes y gasté mucho, creyendo que en poco tiempo
estaría “nadando en dinero”. Llegué al punto de trabajar los sábados.
Cuatro meses después de mi incorporación, la justicia de Brasil le pro-
hibió repentinamente a la empresa seguir con sus operaciones. Desde ese
momento, solo me quedaron deudas y el comienzo de una terrible depresión.
Cierto día, un gran amigo me dijo que había una solución para el problema,
pero que yo debía hacer lo correcto: devolver mi diezmo a la casa de Dios.
Incluso con tantas deudas, todavía tenía el dinero del diezmo guardado. Allí
mismo le pedí a mi esposa que hiciera un depósito en la cuenta de la Asocia-
ción, pues yo no asistía a la iglesia.
Sin que yo lo supiera, mi amigo le pidió al pastor que me visitara. Un
día, el pastor llegó a mi casa, fue al lavadero, puso agua en un balde y vino
hasta mí. Me sacó los zapatos y me lavó los pies. Yo hice lo mismo. El pastor
me miró y me dijo: “Hermano, ¿qué puedo hacer por usted? Estoy aquí para
ayudarlo. Cuente conmigo”.
Volví a asistir a la iglesia y, en la actualidad, trabajo como terapeuta natu-
rista y fisioterapeuta. Estoy muy feliz, principalmente por el hecho de ser fiel
a Dios y percibir, una vez más, cuánto me ama.
Cleiton José Leite
Caicó, RN (Unión Nordeste Brasileña)

22
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6 de mayo
Prioridad
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mateo 6:33).
A
lgunos consejos de Cristo parecen lejanos, hasta que nos toca vivirlos de
cerca. Una de esas profundas enseñanzas se encuentra en las famosas
palabras de Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Carina participó del Seminario de Enriquecimiento Espiritual I en su igle-
sia. Por algún motivo, en aquel momento y bajo aquellas circunstancias, esa
verdad o enseñanza no penetró en su corazón. Sin embargo, la obra de Dios
en la mente humana no conoce de prisas o demoras. Al año siguiente, llegó
la hora de participar del Seminario de Enriquecimiento Espiritual II. Ella lo
realizó con alegría y, además de tomar nuevas decisiones en el área del cuida-
do de la salud, ella comprendió la importancia de buscar a Dios en la primera
hora de cada día mañana y pedir su ayuda para vivir de acuerdo con sus propó-
sitos. Individualmente y en familia, Carina vio los resultados de poner en prác-
tica los principios de los ocho remedios naturales y de la vida saludable. Todos
comenzaron a consumir más verduras y a ingerir más agua. Fueron avanzando
progresivamente en otros aspectos, en conformidad a los consejos de Dios
Carina afirma: “Quiero dar testimonio de las muchas bendiciones que
recibí al poder comenzar cada día realizando el Seminario de Enriquecimien-
to espiritual a primera hora del día. Comprobé que dedicar una hora de la
mañana a estar en presencia de Jesús me otorga su compañía para todo el día
y el tiempo me rinde más. En los días en que mi agenda matutina era exce-
siva, siempre encontraba un lugar para estacionar, después de mi encuentro
con el Señor. En los lugares en los que siempre había filas, quienes atendían
siempre estaban “esperándome”. Tenía tiempo para hacer todas mis cosas e
incluso me sobraba tiempo para visitar a mi madre y volver a casa antes de la
hora prevista. Haciendo una comparación, en términos económicos 9 dólares
con el Señor son más que 10 sin él; y 3 horas con Cristo son más que un día
entero sin él”.
Carina Kaplan de Maier
Paraná, Entre Ríos (Unión Argentina)

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13 de mayo
Dios busca a los sinceros
“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que
le invocan de veras” (Salmo 145:18).
L
legó un momento en el que, en nuestra familia, nos dimos cuenta de que nece-
sitábamos mucho de Dios. Pero, ¿a quién recurrir? Con tantas religiones, ¿cómo
podíamos saber cuál es la correcta y que obedece realmente a Dios? Yo estaba
dispuesta a seguir si Dios me mostraba el camino indicado. Hasta que cierto día
yo estaba cambiando los canales de la TV y encontré al pastor Luis Gonçalves, de
la TV Nuevo Tiempo. Yo no sabía quién era él y tampoco sabía de la existencia de
ese canal, y él dijo: “Usted que acaba de encontrar este canal en la televisión, no la
apague, quiero hablar con usted”. Yo pensé “¡No puede ser!”. Continué escuchando
y él dijo exactamente lo que estaba sucediendo en nuestras vidas y que habíamos
encontrado lo que estábamos buscando. Se me puso la piel de gallina y pensé:
“¿Será así? ¿De dónde surgió ese canal que nunca antes había visto?”.
Al día siguiente, encendí la TV para ver qué más había en ese canal. No
hice nada en mi casa en todo el día; todo lo que escuchaba allí me hablaba
directamente a mí. El programa “En la mira de la verdad” me presentó mu-
chas de las respuestas que estaba buscando, y todo era sacado de la Biblia.
“Consultorio de familia” también me habló aquel día. Escuché al pastor Ivan
Saraiva hablando de la importancia del diezmo y de cómo la iglesia lo admi-
nistra, y eso me dio mucha confianza. Desde ese momento, ya no tuve dudas:
estaba segura de que Dios me mostraba lo que le había estado pidiendo.
No mucho tiempo después mi familia y yo descubrimos que había un
templo adventista en la ciudad y allí fuimos un domingo por la noche. Había
pocos miembros. Todo era diferente a lo que habíamos visto. Los hermanos
anotaron nuestra dirección y supimos que había un vecino que era de esa
iglesia que comenzó a darnos los estudios bíblicos.
Dios es maravilloso. En poco tiempo, mi familia y yo decidimos bautizarnos.
Y fue allí que comenzó la lucha. Mi esposo debía dejar de trabajar los sábados. El
patrón le informó que no sería posible porque necesitaba de su trabajo, princi-
palmente ese día. Yo no trabajaba en ese momento y teníamos una hija pequeña,
además de la casa financiada que pagar. A pesar de todo eso, mi esposo perma-
neció fiel a Dios y firmó su renuncia. En el tercer día del aviso previo, el patrón
lo llamó y le dijo que si el problema era el sábado, le daría ese día libre, siempre y
cuando trabajara los domingos. Mi esposo aceptó y, finalmente, nos bautizamos.
Andrea Denise Mello e Juliano Mello
Marmeleiro, PR (Unión Sur Brasileña)

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20 de mayo
Padre por milagro
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
M
i esposa y yo fuimos cultivando en el corazón el sueño de tener un hijo y,
en el 2005, comenzamos una serie de exámenes, con especialistas, para
ver si estaba todo bien o si había alguna incompatibilidad.
Pasó un año, todo estaba yendo bien hasta que, en julio del 2006, por
medio de exámenes, se constató que yo tenía varicocele y debía someterme
a una cirugía. De lo contrario, tendría que olvidarme de la idea de ser padre
algún día, pues las posibilidades eran mínimas.
Fijamos la cirugía para el 4 de agosto del 2006. Con mi esposa comenza-
mos las 40 jornadas de oración y dejamos el problema en las manos de Dios.
Incluso pensamos en adoptar un niño.
Por algún motivo, el médico me llamó el 3 de agosto para posponer la
cirugía. Dos días después, Alessandra, mi esposa, se sintió mal y tuvo que ser
internada, con una sospecha de algún virus. Bromeando con el médico clíni-
co general, pedí una prueba de embarazo y él ordenó que se le realizara una.
El 7 de agosto, día inolvidable, para nuestra sorpresa, la prueba de emba-
razo dio positiva. ¡Alessandra estaba embarazada! Nos abrazamos y lloramos
mucho. En ese mismo instante, doblamos las rodillas, con lágrimas de gra-
titud, y le agradecimos a Dios por haber respondido a nuestra oración en el
momento oportuno. ¡Él nunca nos desampara!
Hoy entiendo mejor Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su pro-
pósito son llamados”. Este versículo me acompaña siempre.
Jorcinei Pereira Nunes
Corumbá, MS (Asociación Sur-Matogrosense)

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27 de mayo
Dios abre puertas
“Reprenderé también por vosotros al devorador,
y no os destruirá el fruto de la tierra” (Malaquías 3:11).
H
ace casi 20 años, el mensaje adventista entró a mi hogar por medio de mi
marido, Antônio Martins. Antes de conocer la verdad, teníamos una con-
dición financiera estable, pero sabíamos que nada de eso venía de las bendi-
ciones de Dios y sí de mentiras, engaños y relaciones con el enemigo de Dios.
Fue entonces que Antonio decidió poner una tienda de productos natu-
rales con una panificadora. Apostamos mucho y asumimos el compromiso de
cerrar todos los sábados.
Todos los vecinos de nuestro comercio, que está en la principal plaza comer-
cial, “profetizaron” que en menos de ocho meses las puertas estarían cerradas.
Las ventas eran pocas y Antonio dijo: “De hoy en adelante, todo está en
las manos de Dios. Continuaré cerrando la panificadora los sábados, en tes-
timonio de lo que Dios me ordenó”. Y agregó: “También devolveré el diezmo
al Señor, pues esa parte le pertenece a él”. En ese momento, Dios comenzó
a actuar en su providencia.
Estoy segura de que le susurraba a mi esposo al oído: “Continúa cerrando
las puertas de la tienda que yo abriré las puertas de la providencia”.
Recibimos la oportunidad de ser distribuidores de otros productos, en
más de 150 ciudades del estado. Siempre ganamos títulos y premios de las
entidades de la región como la mejor tienda del rubro y fuimos contemplados
como el mayor distribuidor de una industria de jabones.
Por la profecía de hombres, solo teníamos 8 meses, pero por las manos del
Señor, estamos llegando a los 12 años de comercio.
Este no es un relato de prosperidad con intercambio de favores. Es un
testimonio de fe, perseverancia y certeza de que Dios vive y que siempre
podemos confiar en él.
Samira Isaac de Freitas Martins
Senhor do Bonfim, BA (Unión Este Brasileña)

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3 de junio
Más fuerte que su voz
“y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová
dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21).
E
ladio es un moto-taxista que se bautizó en 1998. Las pruebas de la vida lle-
garon rápidamente, como una avalancha, y sin aviso. Cuando él se bautizó,
prometió que sería una voz para predicar la Palabra de Dios. Sin embargo, Ela-
dio estaba perdiendo la voz. Un día sus parientes le dijeron que alguien le había
hecho una brujería, pero él les respondió que el enemigo no tenía poder sobre
él, pues le había entregado su vida a Dios. Sin embargo continuaba perdiendo
la voz. La esposa intentaba persuadirlo para ir a visitar un curandero, pero Ela-
dio se arrodillaba y, sin voz, oraba en su corazón: “Señor, dame fuerzas para
salir de todo esto. Aunque pierda la voz, nunca dejaré de amarte”.
Después de algunos meses, Eladio decidió ir a un hospital en Lima. Al llegar
allí, aumentaron sus problemas financieros. Él invirtió todos sus ahorros en el tra-
tamiento. Después de seis meses, comenzó a sentirse mejor. Comenzó a balbucear
algunas palabras, pero no podía hablar, sino solo comunicarse por escrito.
Al volver a casa, ya no podía trabajar de moto-taxi, así que decidió poner su
moto en alquiler y pronto encontró un conductor. Al hacer el contrato, Eladio escri-
bió: “Alquilada de domingo a jueves y, los viernes solamente hasta las 17 horas”. El
hombre le preguntó por qué y Eladio respondió: “Porque soy adventista del séptimo
día y guardo el sábado”. El hombre aceptó.
Después de un mes, el conductor canceló el contrato con Eladio porque quería
trabajar los sábados. Fue entonces cuando comenzaron a surgir problemas con la
esposa. “Nos estamos quedando sin dinero ¿y te das el lujo de imponer condiciones
para que alguien trabaje?”, le dijo ella. Eladio la miró con ternura y escribió: “Amor,
Dios sabe lo que hace y nunca nos desampara”. La esposa se puso furiosa.
Entonces, Eladio tomó el sobre de diezmo y anotó el valor que deseaba devol-
verle a Dios. La esposa casi se desmaya. Nuevamente gritó: “¿Qué estás haciendo?
Tenemos muchísimas deudas ¿y le darás esa enorme cantidad a la iglesia?” Eladio
volvió a escribirle: “Dios nunca me abandonó. Me está devolviendo la voz. Pronto
venceremos estas dificultades”. La esposa se retiró enfadada.
Pasadas algunas semanas, el hombre que había alquilado la moto-taxi fue preso
por transportar drogas. Eladio se libró de ir preso también. Cuando la esposa se
enteró de lo ocurrido, le dio gracias a Dios por su cuidado. En la actualidad, Eladio
está curado. Puede cantar, predicar y es muy generoso con los más pobres.
Eladio Pérez Ysla
Tingo María (Unión Peruana del Sur)

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10 de junio
El Dios que liberta
“Porque Jehová juzgará a su pueblo, Y se compadecerá de sus siervos”
(Salmo 135:14).
S
hirley y su esposo comenzaron a hacer los 40 días de oración de la jornada
espiritual. El pastor les pidió que eligieran a una persona por quien orar.
Dios puso en el corazón de Shirley el deseo de orar por su hermano, Carlos
Simão, quien era alcohólico y dependiente químico.
Shirley ya le había ofrecido ayuda sugiriéndole que fuera a alguna clínica,
pero él nunca aceptaba la sugerencia. Entonces, durante ese período, ella intensi-
ficó las oraciones para que Dios obrara un milagro y su hermano dejara los vicios.
Los 40 días de oración coincidieron con los 10 días de oración. El jueves,
Shirley recibió la noticia de que su hermano había desaparecido. Buscaron en
hospitales, en las morgues y comisarías, pero no lo encontraron.
El domingo, ella recibió la noticia de que su hermano estaba en una granja.
Carlos cuenta que una noche salió para drogarse y se perdió en la mitad del
camino, en medio de un baldío.
A la mañana siguiente, una persona le preguntó cómo había entrado a ese
lugar y cómo había llegado hasta allí. Carlos le mencionó que no recordaba lo
que había sucedido, pero que abrió el portón y entró porque estaba cansado y
con sueño. La persona le explicó que esa era una clínica de rehabilitación y que
un perro muy malo cuidaba el lugar. Ese perro incluso ya había mordido a dos
personas que intentaron entrar a la granja durante la noche.
Cuando Shirley le contó a su hermano que estaba orando por él hacía algún
tiempo, él entendió que el hecho de haberse perdido y llegado a aquel lugar for-
maba parte del plan de Dios. Carlos aceptó el tratamiento.
Shirley dijo que no solo fue respondida su oración sino la de toda la iglesia.
Durante el lanzamiento de la Jornada Espiritual, el pastor oró para que la iglesia
pudiera ser útil a la comunidad, sirviendo de alguna manera y al mismo tiem-
po evangelizando a personas que aún no conocen la verdad. La respuesta a esa
oración vino por medio de una invitación que hizo el director de la clínica de
rehabilitación, que le pidió a la iglesia que hiciera un programa los sábados, con
los internos. Por la gracia de Dios, Carlos aceptó a Jesucristo como Salvador y
Libertador y se bautizó el 22 de noviembre del 2014.
Shirley Moreira Silva Costa
Luziânia, GO (Unión Centro-Oeste Brasileña)

28
������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: [email protected]
17 de junio
Profesores de fe
“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de
veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y
los salvará” (Salmo 145:18, 19).
J
orge Singh y Mirta Leites trabajaron como maestros en nuestras escuelas por
más de tres décadas. Trabajaron en Argentina y en Paraguay, en diversas es-
cuelas y en situaciones muy diferentes. Generalmente, eran colegas en la misma
escuela, pero debido a circunstancias especiales, tuvieron que vivir una situación
atípica: Mirta enseñaba en la escuela de Ciudad del Este, Paraguay, y Jorge en
la de Puerto Iguazú, en Argentina. Fue así por algunos años. Esas son ciudades
limítrofes y se encuentran a poca distancia; Jorge trabajaba de lunes a viernes en
Argentina y volvía a Paraguay para pasar el sábado y el domingo. El trabajo era
arduo pero gratificante.
Un día, en la iglesia de Ciudad del Este, promocionaron la “Semana de la
fidelidad”. Jorge se sintió tocado por el desafío presentado por el pastor. Él y
Mirta siempre habían sido fieles en los diezmos y las ofrendas, pero estaban
siendo desafiados a hacer un pacto de ofrendas por la misma cantidad de dine-
ro del diezmo.
¿Será que Dios los bendeciría? Jorge y Amado son grandes amigos en Cristo y
no solo comentaron sobre esta propuesta sino que se animaron mutuamente a asu-
mirla. No fue fácil, ya que los maestros en Argentina y Paraguay no ganan mucho,
pero avanzaron por fe. Ya han pasado cinco años y ellos mantienen la promesa.
Después de algunos años, Mirta se jubiló y ambos fueron a vivir a Argen-
tina. Como faltaban pocos años para que Jorge se jubilara, comenzaron a pre-
ocuparse por el lugar donde vivirían. Algunos años atrás habían comprado
un terrero en la ciudad de El Dorado. La duda era si debían comenzar con la
construcción en aquel lugar lejano, sin poder seguir la construcción de cerca,
o si deberían buscar algo más cerca.
Mirta comenzó a buscar un lugar en Puerto Iguazú, pero los terrenos allí
eran muy caros. Siempre oraban y continuaban siendo fieles. En un momento
pensaron en comprar un terreno en una zona rural, pero Dios tenía algo mejor.
Los bendijo con una propiedad a una cuadra y media de la iglesia y la escuela
en Puerto Iguazú, por el valor exacto que habían ahorrado. Además, el terreno
contaba con una construcción sencilla, lo que les permitió vivir ahí mientras
hacían algunas remodelaciones.
Jorge Singh
Puerto Iguazú, Misiones (Unión Argentina)

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24 de junio
Probad y ved
“Si retrajeres del día de reposo tu pie [...] yo te haré subir sobre las alturas de
la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de
Jehová lo ha hablado” (Isaías 58:13, 14).
D
espués de ver el resultado del examen de ingreso para la carrera de Ma-
temáticas, en el que había aprobado para estudiar en la Universidad Fe-
deral de Rondônia, campus Ji-Paraná, reuní los documentos necesarios para
la matrícula. Sin embargo, las clases serían en el turno nocturno. ¿Qué haría
con aquellas materias que cayeran los viernes a la noche, durante el semes-
tre? Oré a Dios y fui a inscribirme.
Entonces, el jefe del departamento de Matemáticas comentó: “Todo listo,
matriculada en las cinco materias del primer turno. ¡Bienvenida!”. Al escu-
char eso, le dije: “Muchas gracias pero me gustaría matricularme solamente
en las materias de lunes a jueves”. “Como este sistema es cerrado, en el pri-
mer semestre no puedes elegir las materias”. Nuevamente insistí: “Quiero
matricularme en todas, menos en las que se dictan los viernes por la noche”.
El hombre hizo una pausa y me dijo: “Muy bien, quitaré esas materias”.
Después busqué al profesor y le dije: “Soy adventista del séptimo día y
guardo el sábado, por eso, no me matriculé en las materias de los viernes
por la noche”. El me respondió: “No sé. El problema es tuyo. Si pretendes
graduarte de esa manera, este no es tu lugar. Busca otra institución”. Esa no
era la respuesta que yo estaba esperando, pero le agradecí la atención y volví
a casa. Continué orando.
Comenzaron las clases y, el primer día, ese profesor de la semana anterior
entró al aula. En ese mismo instante pensé: “¿Y si sus materias son en las
horas de sábado?”. Bueno, para recuperar las materias de los viernes a la no-
che, Dios abrió las puertas para que pudiera hacerlo en los turnos matutino
y vespertino. Saqué buenas notas, a pesar de cursar seis o siete materias por
semestre, cuando lo normal sería cuatro o cinco. Todos los semestres yo ade-
lantaba materias; además de las cuatro normales de lunes a jueves, y cursaba
una o dos atrasadas.
Dios es más grande que cualquier problema u obstáculo. Terminé mi ca-
rrera en tres años y medio, o sea, un semestre antes de lo normal, y fui la úni-
ca de mi curso en hacerlo. Todo sin asistir a las clases en las horas sabáticas.
Confíe en Dios y él responderá sus oraciones. Vale la pena ser fiel.
Claydaiane Ferraz Andrade
Ji-Paraná, RO (Unión Noroeste Brasileña)

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1º de julio
La santidad del diezmo
“Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los
árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová” (Levítico 27:30).
M
i familia vive en la ciudad de El Alto, en La Paz. Trabajamos con arte-
sanías en alpaca y contamos con un número significativo de empleados
en nuestra empresa. Además, nos agrada ayudar a familias emprendedoras y
menos favorecidas dándoles trabajo. En la actualidad, y hace más de doce años,
participamos activamente en la Iglesia Adventista Villa Bolívar D.
Cuando comenzamos nuestra empresa, solo mi madre era fiel en la de-
volución del diezmo. Era admirable cómo, de lo poco o mucho que ganaba,
entregaba el diezmo cada sábado y lo hacía con alegría en los alfolíes de la
iglesia. Ella nunca dejó de ser fiel, pero mi padre se oponía a la devolución
del diezmo. Él argumentaba que era mejor invertir ese dinero en la compra
de materiales necesarios para aumentar el capital de la empresa o entregarlo
para que otros se beneficiaran.
Cierto sábado, entraron ladrones a nuestra casa y se llevaron todo lo que
teníamos: las máquinas, materiales, accesorios, dinero y otras cosas. Mi pa-
dre no lo podía creer. Todos nos entristecimos y desanimamos con ese suce-
so. Todo lo que habíamos conquistado a lo largo de muchos años, lo habíamos
perdido en cuestión de minutos. Ahora no teníamos nada más.
Mi familia se reunió y llamamos a los hermanos de iglesia para hacer un
culto especial y entregar todo en las manos de Dios. Aquel día decidimos
recomenzar. En medio de la aflicción, mi padre, mis hermanos y yo prometi-
mos devolver los diezmos con fidelidad.
Ya han pasado cuatro años desde que sufrimos aquel terrible robo. Por la
gracia de Dios, hemos sido fieles. Hoy vemos el cuidado de Dios por nosotros
y por nuestra empresa, y todo el tiempo vemos que Dios nos bendice con el
doble y hasta el triple de lo que teníamos antes. No solamente somos fieles
en el diezmo, sino que también somos generosos en la entrega de lo mejor
como ofrenda.
Hoy mis hermanos estudian en centros educativos adventistas. En la ac-
tualidad, curso teología, y mi hermana, administración. Mis hermanos me-
nores estudian en escuelas adventistas.
Por la gracia de Dios, toda nuestra familia está comprometida con Dios,
con la misión y con la iglesia.
Ronald Mamani Colque
Vinto, Cochabamba (Unión Boliviana)

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8 de julio
Firme en lo que es correcto
“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y
lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus
propios caminos [...], entonces te deleitarás en Jehová” (Isaías 58:13, 14).
S
oy adventista hace 33 años. Cuando conocí la verdad eterna, todavía era
soltera y ya trabajaba hacía dos años en una farmacia, donde me sentía muy
bien, ya que era amada y respetada, incluso por mi jefa. Todo iba bien hasta que
conocí la verdad sobre el cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Esa verdad
penetró en mi corazón de manera tan maravillosa que, después de eso, todo lo
que yo quería era honrar a Dios guardando sus mandamientos. Como trabajaba
los sábados, iba a la iglesia los domingos.
Un día, escuché un lindo sermón sobre el sello de Dios. Me conmovió escu-
char aquel mensaje tan inspirador. Lloré mucho mientras lo escuchaba. Estaba
convencida de que el sábado era el día que debía guardarse y que era una señal
entre Dios y su pueblo. Sin embargo, yo trabajaba los sábados y necesitaba mi
empleo para ayudar en mi hogar, que era carenciado.
El lunes, hablé con mi jefa, Lucia, sobre mi nueva fe y le pedí que me diera
los sábados libres. Le sugerí que me descontara el día y me ofrecí a trabajar los
domingos. Ella no aceptó el acuerdo y me pidió la libreta de trabajo para firmar
el despido. Me dijo también que traería a alguien para que yo entrenara en el
puesto. Además me cuestionó el hecho de que, con tantas religiones en el mun-
do, yo había elegido justo esa. Le mostré algunos textos en el Antiguo y Nuevo
Testamento que hablan sobre la observancia del sábado, pero nada pudo conven-
cerla. Entonces, hice lo que ella pidió. Le llevé mi libreta de trabajo y esperé a la
persona que me substituiría.
Pasaron casi dos meses y la muchacha a la que esperaba, no apareció. Duran-
te ese tiempo, varias veces, ella me buscó para intentar disuadirme. Hasta que
un día me llamó a su oficina y me dijo: “¿Estás realmente decidida a pertenecer
a esa iglesia?”. Yo le respondí que sí. “¿No renunciarías a ella?”. Fue en ese mo-
mento que ella me dijo: “Decidí no poner otra persona en tu lugar. Yo misma te
reemplazaré los sábados. No quiero perderte. Los viernes saldré mas temprano
de la facultad y vendré a las 17 para reemplazarte”. Para gloria y honra de Dios,
decidí bautizarme en la Iglesia Adventista. También llevé a mi hermana Caucilla,
la primer estrellita de mi corona.
Cacilda Fidelis da Silva Oliveira
Paulista, PE (Unión Nordeste Brasileña)

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15 de julio
¿Mi esposo o mi Dios?
“¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino
que ha de escoger” (Salmo 25:12).
H
ace algún tiempo, mi vida comenzó a desmoronarse, y mi marido no quería
que yo buscara a Dios ni que fuera a la iglesia. Siempre se oponía, has-
ta que comenzó a imponer condiciones y me decía: “Elige entre tu Dios y yo”.
Tuve que tomar una difícil decisión en mi vida y en la de mis hijos: decidí por
Dios. Entonces, mi esposo nos abandonó y comenzaron las necesidades econó-
micas que cada día eran más graves.
En la iglesia de Miguel Grau, del distrito de Paucarpata, a la que asisto, se
organizó un grupo de oración intercesora y comencé a orar mucho a Dios. Yo
oraba diariamente para saber lo que podía hacer. Cierto día, Dios respondió mi
oración. El padre de mis hijos, inesperadamente, me llamó para calcular cuánto
sería necesario para los gastos de la casa.
Entonces le respondí que aproximadamente 1700 nuevos soles mensuales.
Me respondió que depositaría 600 nuevos soles cada quincena. En ese momen-
to, le agradecí a Dios porque había tocado el corazón del padre de mis hijos.
Pero la mano de Dios continuaría manifestándose en mi vida.
Un sábado de mañana, escuché un grupo de hermanos que formaban parte
del Equipo Distrital de Mayordomía, enseñando con respecto al diezmo y las
ofrendas. Honestamente, me sorprendí con lo que había descubierto. Entonces,
inmediatamente les pedí copias de los temas expuestos para que pudiera estu-
diarlos con más profundidad en casa. Después de ese estudio, llamé al pastor
y le pregunté: “¿Debo dar el diezmo de lo que mi marido me da para nuestros
hijos?” El pastor me respondió con un sonoro “Sí”. Me pidió que le diera ese
diezmo a Dios y él me bendijo más de lo que imaginaba.
La próxima bendición fue la invitación para trabajar en el ministerio de publica-
ciones. Comencé a colportar y, sorprendentemente, Dios me bendijo mucho más.
Entonces decidí hacer un pacto con mi Dios. De aquel momento en adelan-
te, no solo separaría el 10% de mis entradas, como diezmo, sino que también
daría otro 10% de ofrenda y 5% para el proyecto local de mi iglesia.
Posteriormente, me invitaron al equipo distrital de mayordomía para contar
mi testimonio de fidelidad. Doy gracias a Dios por su bondad, su misericordia
y por tantas bendiciones. ¡Y pensar que un día mis hijos y yo pasamos por una
gran crisis económica!
Sofía Mamani Rojas
Arequipa (Unión Peruana del Sur)

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22 de julio
Enseñada por el Señor
“Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo” (Salmo 50:14).
U
n sábado por la mañana, fui a la iglesia a adorar al Señor, como de cos-
tumbre. Debería haber sido un sábado común, como tantos otros que ya
había vivido hasta ese momento. Sin embargo, no sabía que Dios tenía un
mensaje especial para mí. El predicador nos presentó la relación existente
entre el sacrificio de amor ofrecido por Jesús y nuestro reconocimiento de
ese hecho divino, desafiándonos a firmar una alianza con Dios. Esa alianza
enfatizaba cinco términos que deberían ser observados. Entre ellos, ofrendar
el 10% de mis ingresos a Dios. Después de resistir un poco en el banco de la
iglesia, me levanté. No fue una decisión fácil, pues habíamos comenzado la
construcción de nuestra casa. Sin embargo, pensé: “Si no estoy dispuesta a
ofrendar el 10% de lo que gano a Dios, ¿cómo podré dejar todo para seguirlo,
si es necesario?”. En el camino de regreso a casa, comenté con mi esposo el
mensaje, los puntos de esa alianza y busqué encontrar una justificación que
me eximiera del compromiso que había hecho con Dios aquel sábado. El do-
mingo por la mañana, le consulté a Dios en oración con la certeza de que él
me mostraría la verdad.
Me levanté, tomé mi Biblia y oré con sinceridad al Señor, pidiéndole que
me mostrara si aquel mensaje de compromiso era suyo y si esa era su volun-
tad para mi vida. Entonces sucedió algo extraordinario. Dios me dio un es-
tudio bíblico de tres horas sobre el tema, sin ningún material de apoyo, guía
de estudios o concordancia bíblica. De las 6 a las 9, me quedé escuchando a
Dios explicándome su voluntad para mí con respecto a mi compromiso de fe.
Casi no podía creer la manera extraordinaria en la que Dios estaba ha-
blando conmigo. Dios me fue guiando de manera sobrenatural exactamente
a los versículos que traían luz a mis inquietudes y dudas, comenzando por
el Salmo 50, que era la lectura de aquel día del proyecto Reavivados por su
Palabra. Comprendí que debía cumplir los votos que había hecho delante del
Señor (Sal. 50:14) y ofrecerle a Dios mi ofrenda como sacrificio de acciones
de gracias. La ofrenda debería exigir de mí un sacrificio, a fin de colocarme
humildemente en dependencia total de Dios. Entendí que no debería retro-
ceder (Heb. 10:38, 39), sino avanzar por la fe con la certeza de que Dios es
quien me sustenta, y que todo lo que tengo y soy le pertenece a él. ¡Alabado
sea el Señor!
Nilcéia Ribeiro Cruz
Florianópolis, SC (Unión Sur Brasileña)

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29 de julio
Solo nos queda esperar
“Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Salmo 27:14).
Y
o trabajaba en la ciudad de Angol y tenía todos los bienes materiales que
alguien podría desear, pero siempre me faltaba algo. Decidí renunciar a
mi trabajo y volver a San Felipe, a la comunidad de Panquehue, a la casa de
mis padres. Pensé que pronto encontraría trabajo y tendría una vida próspera
como la que tenía antes, pero no fue así.
Cierto día, encontré a una amiga a la que no veía hace mucho tiempo. Ella
me ofreció estudios bíblicos y, el 4 de octubre del 2014, decidí bautizarme.
No fue fácil abandonar la vida pasada. Cuando comencé los estudios bíblicos
y comencé a asistir a la iglesia, todo se hizo más difícil. Yo tenía dudas y no
podía dormir. Envié mi currículum a casi todo Chile; pero solo me llamaban
para entrevistas en ciudades lejanas, donde tenía que trabajar los sábados,
aunque me ofrecieran un buen sueldo y bonos. Otra prueba: en la casa de mis
padres, no podía estudiar la Biblia diariamente ni tener un ambiente cristiano,
ya que ellos no eran adventistas.
Los meses pasaban y no conseguía trabajo. Ayuné y le pedí a la iglesia que
orara por mí. Envié nuevamente mi currículum a muchas empresas, pero al de-
cir que era adventista del séptimo día y guardaba el sábado, nadie me llamaba.
Un día, sin embargo, una señora, dueña de cuatro propiedades, estaba bus-
cando a alguien que la ayudara en su casa pues su marido había perdido la ra-
zón. El marido administraba las propiedades, pero ya no podía hacerlo y ella no
tenía experiencia ni fuerzas para reemplazarlo. Acepté con la condición de que
no trabajaría los sábados. Entonces me dijo que tenía una casa disponible, en
caso de que quisiera vivir en ella, y que la empresa asumiría los gastos básicos.
Acepté inmediatamente. Ahora podría estudiar la Biblia sin interrupciones.
En el trabajo, conocí a un jornalero pentecostal que me hizo muchas pre-
guntas sobre el sábado, aunque al principio no entendía mucho de lo que le
contaba. Después de dos semanas, comentó que sentía que su iglesia estaba
equivocada. También pude dar testimonio delante de la dueña de las propie-
dades. Al principio ella no quería escuchar nada, debido a la enfermedad del
marido. Pero después aceptó escuchar más de la Palabra y el poder de Dios.
Ahora está haciendo el curso La fe de Jesús y Hogar feliz.
Hoy entiendo que Dios hace las cosas a su tiempo y que solo debemos
esperar, confiar y nunca perder la fe.
Miguel Ángel Bustamante Canelo
San Felipe (Unión Chilena)

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5 de agosto
La ofrenda soy yo
“Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”
(Proverbios 16:3).
D
oña Alaíde Morais Pena creció ayudando a los padres; ayudó en el cam-
po y a criar a sus ocho hermanos. En la adolescencia, con solo 15 años,
conoció a su primer y único novio, João Pena Sobrinho, con quien se casó.
Tuvieron doce hijos y los educaron en los principios cristianos, incluso sin co-
nocer la Palabra de Dios por completo. Cierto día, su cuñado José Pena, que
era adventista del séptimo día, decidió explicarle el mensaje adventista, pero
ella se rehusó a escuchar. En otra ocasión, un miembro de la iglesia invitó
al esposo de Alaíde para ir a la iglesia, pero el señor Pena, que era camionero
y ya había cargado los camiones, le pidió que ella fuera en su lugar. Alaíde
fue y se llevó a Odilia, Maximiliana, su hermana Altair y Floripes. El culto
fue tan bonito que las amigas se convirtieron al mismo tiempo. Cuando el
esposo volvió del viaje, la primera noticia que ella le dio fue: “Tú me pediste
que fuera al culto y ahora soy adventista del séptimo día”. Para su sorpresa,
él se puso muy feliz.
Ella trabajó con mucho empeño y amor hasta conseguir llevar a los pies de
Jesús a su madre, su hermana Iracy y, más tarde, a su tía Anorinda. Durante mu-
cho tiempo, hizo el culto en su casa, hasta que surgió el deseo de construir una
iglesia en la localidad donde vivía. El esposo la ayudó y comenzó a construir su
amada iglesita. Empezó a hacer dulces y reunió el dinero suficiente para comprar
dos mil ladrillos. Le pidió al esposo que pagara a los albañiles y ella aportaría
el material. Él, bromista como era, le dijo: “¡Tú lo haces y yo tengo que pagarlo!”.
Pero fue una gran ayuda e incentivo durante la construcción.
La iglesia quedó lista el 11 de noviembre de 1972. En la ceremonia de in-
auguración, se bautizaron Maria Morais, su madre, e Ivone y Maura, sus hijas.
El bautismo fue realizado por el pastor Paulo Stabenow. Ella, con su humildad,
carisma y simpatía, continuó su trabajo; a veces, solo estaba ella como predica-
dora, sus hijos, su hermana y una sobrina. Hoy, Alaíde tiene 90 años y sueña con
ver a toda su familia a los pies de Jesús. Ella oró 33 años por la conversión de su
esposo hasta que, para su felicidad, él descendió a las aguas bautismales. Las
luchas fueron grandes pero actualmente, desde el portón del jardín de su casa,
ella contempla a su amada iglesita.
Alaíde Morais Pena
Salinas, MG (Unión Sudeste Brasileña)

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12 de agosto
Celular adventista
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo
justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
T
engo 14 años y, cierto día, mis amigos de la iglesia comenzaron a bajar mú-
sicas seculares en sus celulares y, para no pasar vergüenza, decidí hacer lo
mismo. Intenté más de una vez transferir las músicas del celular de mis amigas
a mi celular, pero fue en vano. Solo una vez logré tener una música secular en
mi celular y lo dañé. Con insensatez me cuestioné: “¿Por qué Dios permite que
mis amigas tengan música secular en sus celulares y yo no?” Entonces, cada vez
que alguien me preguntaba por qué yo no tenía ese tipo de música, respondía:
“Porque mi celular es adventista”.
Una vez, estaba tan molesta con Dios que dejé de orar y actuaba como
si Dios no existiera. Pero pronto me puse muy triste. Quise pedirle perdón
a Dios pero, misteriosamente, no me salía ninguna oración. Era como si al-
guien estuviera controlando mi mente. Entonces decidí escribir la oración
en una hoja de papel. Allí, le pedí perdón a Dios, le agradecí por no haber
permitido poner esa música secular en mi celular y decidí volver a serle fiel.
Después de esa decisión, comencé a recibir muchas bendiciones. Un año
después, fui elegida presidente de mi curso, con el 85% de los votos. Pos-
teriormente, me invitaron a una reunión con los demás presidentes de mi
provincia, que se realizaría en la capital. En ese evento, fui elegida como
representante de la provincia, para participar en un congreso de jóvenes con
los ministros de la Organización de las Naciones Unidas. Le agradecí mucho
a Dios por tantas bendiciones.
Y las bendiciones continuaban. Un mes después, el director me llamó a
mi casa y me dijo: “Xiomara, tengo una buena noticia para ti. Cuando fuiste
a Quito, ellos te eligieron, de manera secreta, para representar a nuestro país
en Río de Janeiro, Brasil. Irás a Brasil con todos los gastos pagos”. ¡No lo
podía creer! Viajé a Brasil, participé del evento y conocí lugares muy bonitos.
Entonces entendí que siempre es mejor hacer lo correcto. Entendí que Dios
desea nuestra fidelidad incluso hasta en las cosas mínimas.
Xiomara E. Matamoros Gutiérrez
La Libertad (Unión Ecuatoriana)

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19 de agosto
Después de todo, ¿qué es
bendición? – 1
O que trabalha com mão remissa empobrece, mas a mão dos diligentes
vem a enriquecer-se. Provérbios 10:4
Y
o trabajaba vendiendo sandalias, pero los ingresos no eran suficientes para
sustentar a mi familia y dejé de vender. Comencé a deber el alquiler, el
agua, la luz e incluso nos faltaba leche. Con dos hijos, uno de dos años y otro
de cinco meses, me desesperé. Allí fue cuando tuve la idea de vender choclo
asado. Sin embargo, ni siquiera tenía dinero para comprar el choclo y reven-
derlo asado. Conseguí un préstamo con mi cuñada, el equivalente a 75 espigas
de choclo, pero debía pagar el préstamo el mismo día.
Aprovechando una lata en la que había una planta, hice una especie de parrilla
para asar el choclo. Después de algunas horas, logré vender las espigas de choclo
y tener la suma suficiente para pagar el préstamo, y con las ganancias pude pagar
la cuenta de luz, la de agua y pude comprar leche. En ese entonces yo no conocía
las verdades bíblicas, pero fue por medio de la compra del choclo que conocí a los
hermanos Edézio y Gel, de la Iglesia Adventista de Várzea da Roça, en el estado de
Bahía. Al terminar las lecciones del estudio bíblico, acepté a Cristo como Señor de
mi vida y me bauticé. Algún tiempo después, la venta de choclos no me daba más
ganancias y, nuevamente, no tenía cómo afrontar los gastos de la familia.
Fue entonces que tuve la idea de poner un puesto de bocadillos en la feria libre
de la ciudad. Sin embargo, el dinero que yo tenía solo me permitió comprar tres kilos
de harina, con lo que pude hacer solo algunos bocadillos. Di el diezmo y la ofrenda
de manera fiel, y continué siendo optimista, sirviendo a Dios, incluso en medio de las
dificultades. Dos días después, ya estaba haciendo los bocadillos con 15 kilos de hari-
na. Siempre que llegaba de las ventas, le daba el dinero a mi esposa, quien separaba el
diezmo y las ofrendas. Semana tras semana, las ventas aumentaban.
Entonces sentí el deseo de hacer un pacto con Dios, como gratitud por las
bendiciones recibidas. Dios me bendijo de manera tan maravillosa que llegué a
usar media tonelada de harina por mes para fabricar los bocadillos. Para atender
a la demanda, tuve que ampliar mi negocio y comprar una casa para usar como
fábrica. Sin embargo, ¿la vida financiera era la única bendición para nuestra fa-
milia? (Continuará).
Marivaldo Novais Costa
Várzea da Roça, BA (Unión Este Brasileña)

38
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26 de agosto
Después de todo, ¿qué es
bendición? – 2
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mateo 6:33).
C
omo vimos la semana pasada, con el paso del tiempo, teníamos que levantar-
nos cada vez más temprano para producir más y, gradualmente, nuestra vida
espiritual se vio perjudicada, ya que negligenciábamos el culto matutino y, a la
noche, estábamos tan exhaustos que no teníamos ánimo para los cultos.
Aunque nos estuviera yendo bien en los negocios, nuestra vida espiritual
estaba en decadencia. Fue allí que sentí la necesidad de evaluar mi trabajo.
Estaba vendiendo mucho, distribuyendo mucho y obteniendo muchas ganan-
cias, pero como fruto del trabajo excesivo tenía poco tiempo para la comunión
diaria con Dios. Oré y le entregué ese problema al Señor, para que lo resolviera
según su voluntad.
Dios respondió a mi oración enviando a mi iglesia el equipo distrital de
mayordomía para que pasara un sábado entero orientándonos sobre cómo ser
mayordomos de Dios. Después del programa de mayordomía, mi esposa y yo
tomamos la decisión de que no continuaríamos sacrificándonos para distribuir
los bocadillos a las tiendas de la ciudad. En realidad, con tres casas propias ya
no teníamos problemas financieros, pero queríamos volver a pasar más tiempo
con Dios.
Dejamos de abastecer a las tiendas. Si antes consumíamos media tonelada
de harina de trigo, pasamos a consumir solo 100 kilos de harina para hacer los
bocadillos. Al principio nos daba cierto temor, pero por increíble que parezca,
hoy tenemos las mismas ganancias que cuando trabajábamos para las tiendas.
¡Dios es maravilloso! Vale la pena ser fiel. ¿No le gustaría ser fiel al
Padre Celestial?
Marivaldo Novais Costa
Várzea da Roça, BA (Unión Este Brasileña)

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2 de septiembre
Bendición más dulce que la miel
“Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él”
(Salmo 34:8).
C
ierto día, decidí tomarme en serio el tema de la apicultura. Un amigo me
dio la información de que una persona quería vender sus colmenas por
motivos de salud. Tomé la decisión de ir a verlas y al llegar al apiario del señor
Ramón, me enteré de que dos años antes, él las había abandonado debido a
un cáncer de garganta que lo dejó entre la vida y la muerte. Ramón hablaba
con ayuda de un aparato y respiraba por la tráquea. Por eso no podía hacer
demasiada fuerza ni agitarse.
Después de un mes y medio, cuando fuimos a concretar el negocio, noté
que alguien había dañado parte de sus colmenas. Pero, en medio del desas-
tre, hubo algo positivo. Las cincuenta hectáreas que un mes y medio atrás
eran solo pasto, se habían transformado en praderas con flores. Cuando Ra-
món se dio cuenta de que la venta del apiario no le rendiría lo suficiente para
hacer la inversión que tenía en mente, decidió cancelar la venta y me propuso
hacer una sociedad en partes iguales. Él me transmitiría su experiencia de
años y yo haría el trabajo que él no podía hacer. Se hizo un contrato, pero lo
acepté bajo una condición: no trabajaría los sábados. Él aceptó y yo le dije que
las abejas producirían mucho más con la bendición que el Señor derramaría.
Ramón creía en Dios, pero pensaba que no bendecía. Había un abismo
entre su concepto sobre Dios y nuestra convicción de que él realmente es un
Padre amoroso. Le dije también que esperara ver cómo Dios obra.
Después de cinco semanas, cuando abrimos el techo de las colmenas,
Ramón se sorprendió. Yo esperé en silencio, para no dar la impresión de
ser arrogante. Cuando estábamos regresando, él tomó su aparato para poder
hablar y, fijando su vista en el horizonte me dijo: “¿Usted sabe cuánta miel da
una colmena por año en esta región?”. Respondí: “Entre 35 y 45 kilos”. “Sí,
entre 40 y 45 kilos es lo que yo produzco en un año”. Luego, continuó: “¿Sabe
cuánta miel hay en esas colmenas?”. Yo me quedé en silencio. “Hay colmenas
que en cinco semanas ya tienen 40 kilos”. Me miró con una sonrisa y me dijo:
“¡Es una bendición!”.
Fue entonces que me dí cuenta del propósito de Dios para la vida de Ra-
món. Hoy él conoce un Dios más dulce de lo que imaginaba.
Cesar Hernandes
Maldonado, Maldonado (Unión Uruguaya)

40
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9 de septiembre
Siervo diligente
“¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará
delante de los de baja condición” (Proverbios 22:29).
A
sí como muchos jóvenes que terminan el colegio secundario, yo tenía mu-
chas dudas sobre la carrera que estudiaría. Después de algunos intentos
frustrados de cursar en una facultad, decidí estudiar para dar un exámen de
concurso público. Poco tiempo después, me llamaron para realizar la forma-
ción que me permitiría ocupar uno de los puestos vacantes en la Secretaría
de Seguridad Pública de Brasilia.
Cuando lo empecé, me dijeron que tendría una materia los viernes a la
noche. Conciente de mis derechos de libertad religiosa y apoyado por los
líderes de la iglesia, conversé con el director del curso y le expliqué que esta-
ría dispuesto a hacer ajustes para no perder el curso. Me dijeron que, si no
asistía a las clases, sería automáticamente eliminado del proceso selectivo.
Poco tiempo después, recibí una carta que me informaba de mi elimina-
ción por no haber asistido a las clases. Mis padres no adventistas me critica-
ron porque había perdido una buena oportunidad de empleo y una carrera a
causa de mi fe, pero yo entregué la situación en las manos de Dios.
Cuando entendí que había vuelto al principio, una llamada me sorpren-
dió. Después de evaluar mi buen desempeño en otras materias, la dirección
me autorizó a hacer el examen final con los otros alumnos. Me aprobaron y
asumí el puesto pretendido.
Hoy trabajo en la Secretaría de Seguridad Pública y tengo la oportunidad
de compartir con mis compañeros de trabajo mis convicciones sobre el sá-
bado y las bendiciones que están reservadas para quienes buscan honrarlo.
Y la mayor lección que puedo compartir por medio de este testimonio es la
necesidad que tiene el siervo de Dios de dar lo mejor de sí en todas las áreas
de la vida, para que todos reconozcan la diferencia y perciban la grandeza de
Dios en su vida.
“Se le dará éxito en proporción al entusiasmo y la perseverancia con que
haga la obra. Dios puede realizar milagros para su pueblo tan sólo si éste des-
empeña su parte con energía incansable” (Profetas y reyes p. 196).
Humberto Noleto Marques da Silva
Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)

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16 de septiembre
Mujer generosa
“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”
(Proverbios 11:25).
M
i nombre es Mirtha, pero soy más conocida como Muritha. Tengo cuatro
hijos, soy argentina y vivo, desde 1988, en Asunción, Paraguay. Trabajo
como cuentenik (que significa vendedor ambulante que vende su mercadería
a crédito).
Mi madre trabajó en una entidad de beneficencia judía y, por medio de ella,
aprendí a ser generosa y a asumir el privilegio de ayudar a los demás. Cuando tenía
10 años, mi madre me dio de regalo el Brit Hadasha (Nuevo Testamento). Salté de
alegría sobre la cama con el libro entre las manos. Todas las noches leía el evan-
gelio de Mateo. La vida de Jesús me atraía mucho, pero no entendía por qué tuvo
que morir si era tan bueno. También me preguntaba cuál era la puerta estrecha
para ser salva. También me gustaba leer las bienaventuranzas. Lamentablemente,
no había nadie con quien pudiera compartir mis preguntas porque, como judía, no
podía manifestar abiertamente mi amor por Jesús.
A los 17 años, tuve un despertar religioso y busqué diferentes filosofías y pen-
samientos científicos. Sin embargo, encontré la respuesta en Juan 14:6: Jesús es el
Camino, la Verdad y la Vida. Dios me mostró, por medio de un colportor, en un
viaje de vacaciones que hice a Perú, la profecía de las 70 semanas. Me maravillé
al saber que en la Biblia hay matemáticas, geografía e historia. Y me sorprendí aún
más cuando descubrí la fecha de la venida del Mesías. Leer Isaías fue un nuevo
amanecer en mi vida. Ya no podía ocultar mis sentimientos por Jesús, el Mesías
para mi pueblo, Israel, y para todo el mundo.
Cierto día, leí Proverbios 3:9: “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primi-
cias de todos tus frutos”. Comencé a estudiar más sobre el significado de “primi-
cias” y comprendí que es una parte consagrada a Dios. Entonces, decidí sumar
mis ganancias mensuales y dividirlas por 30 días, o sea, separar un día de mis
ganancias para el Señor. Esas primicias siempre fueron dedicadas a una necesi-
dad de la iglesia. Después decidí que mis primicias serían mayores al valor de un
día mensual; y, en estos cinco años, Dios puso en mi corazón que serían para la
construcción de templos. Entonces decidí construir una iglesia para cada hijo que
naciera vivo. Por la gracia de Dios, construimos templos en San Francisco, Villa
del Rosario, Palmas y otros lugares.
Mirtha Beatriz
Assunção (Unión Paraguaya)

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23 de septiembre
Rescatado para un propósito
“…porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es
hallado. Y comenzaron a regocijarse” (Lucas 15:24).
C
uando era niño, en casa teníamos la costumbre de hacer los cultos a la
noche. Recuerdo las alabanzas, los pasajes bíblicos y las oraciones. Me
bauticé cuando era adolescente, pero a los 22 años me alejé de Dios.
Una tragedia, el asesinato de un socio, me llevó a reflexionar sobre qué
estaba haciendo lejos de Dios. Dios nos prueba pero nunca nos deja solos. En
su providencia, Dios me trajo un amigo de la infancia con un mensaje de fe
y esperanza. Me dijo que Dios tenía un propósito para mí y que le gustaría
que le prestara mi sala para formar un grupo pequeño. Después de resistirme
un poco, acepté el desafío, me bauticé y, de un grupo de 12 personas, pronto
llegamos a 22 y ya no teníamos más espacio. Fue así que decidí construir, en
la parte superior, un auditorio para 144 personas.
En ese nuevo espacio, ya con 68 personas, pasamos de ser grupo a ser
iglesia: todo en un año. Empeñados en el evangelismo, tuvimos una serie de
estudios en la cual bautizamos 36 personas más, y así sentimos el toque del
Espíritu Santo para construir una iglesia en ese galpón, con capacidad para
502 lugares. Con la ayuda de Dios, en un período de dos años y siete meses,
la iglesia estaba lista. Hoy, tenemos 340 miembros, y nuestra intención es
ocupar el resto de los lugares.
Nueve meses después de la construcción de la iglesia, tuve un grave proble-
ma de salud y perdí la memoria. Había sufrido un ACV. Me preocupé un poco,
pero luego recordé Nehemías 13:14: “Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto,
y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio”.
En ese momento, hablé con Dios en oración. El informe médico salió
a las 11 horas y el doctor le dijo a mi esposa: “Si usted sabe rezar, hágalo,
porque el caso de su esposo es gravísimo y solo Dios puede ayudarlo”. Mi
esposa se desesperó, y a las 15 horas yo tenía otro examen. Allí los médicos
se espantaron con lo que vieron: estaba totalmente recuperado. El médico
me dijo: “¡Esto es un milagro!”. Yo le respondí: “En realidad, todo sucedió por
la misericordia de Dios en mi vida”. Le cité al médico el Salmo 30:2: “Jehová
Dios mío, a ti clamé, y me sanaste”.
Al igual que el hijo pródigo, puedo afirmar que, dos veces Dios fue mise-
ricordioso conmigo para cumplir su propósito.
Enoch Farias Soledade
Manaos, Amazonas (Unión Noroeste Brasileña)

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30 de septiembre
Perseverancia extrema
“Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los
pobres perecerá perpetuamente” (Salmo 9:18).
F
ormo parte de un grupo de mejores alumnos de la facultad y soy secretaria
de la Sociedad Científica de Estudiantes de la Facultad de Salud (SO-
CES) en la Universidad Peruana Unión. No obstante, mi historia no tuvo
tanto éxito desde el principio.
Nací en el distrito de Puno, en una comunidad aimara llamada “Corumi
Payconi” y soy la última de seis hermanos hombres. Mi madre murió en un
parto muy complicado cuando yo tenía solamente tres años. Algunos meses
después, mi padre me llevó a Mirave, cerca de Tacna, para que viviera allí con
mis abuelos. Recuerdo que la casa era de barro y la cama de bambú. Sobre la
cama teníamos lana de oveja, debido al frío y también para evitar el dolor de
acostarnos sobre el bambú. Todos los días, comíamos chuño (papa desidrata-
da). En mi familia, nadie fue a la universidad. Mi futuro parecía estar conde-
nado al fracaso, pero Dios tenía mejores planes.
Cuando vivía con mis abuelos, conocí la fe adventista. Me bauticé a los 11
años y pude terminar la primaria y la secundaria. Trabajé mucho desde los 10
años, limpiando casas, lavando ropa, labrando la tierra y haciendo todo tipo de tra-
bajos. No sabía nada sobre mi padre. Cuando terminé el colegio secundario, fui a
Tacna y continué trabajando como empleada doméstica. Fue entonces cuando vol-
ví a ver a mi padre, pero él estaba muy enfermo y, después de tres meses, falleció.
En febrero del 2004, me postulé para una vacante en la universidad, y como no
tenía dinero para la mtrícula, solo reservé mi lugar y me fui a colportar a Arequipa,
por un año completo. Pero tuve que dejar el colportaje por motivos personales. Pa-
saron cuatro años y parecía que mis sueños de ser profesional se disipaban.
Un día, trabajando con una pala y un pico en Llabaya, el asistente del in-
geniero me dijo: “¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar estudiando”. Esas
palabras me hicieron reflexionar. Además, tuve un sueño que me animó a vol-
ver a colportar. Después recordé que había pedido una vacante en la univer-
sidad. Volví a la universidad y cada ciclo era un desafío financiero, pero Dios
siempre proveía para cubrir las necesidades.
Lo que deseo decir es que Dios puede hacer algo extraordinario de algo
común. No me siento extraordinaria, pero creo que soy un milagro, como to-
dos lo somos.
Nery Marisol Mamani Incacutipa
Universidad Peruana Unión (Unión Peruana el Norte)

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7 de octubre
Vida de entrega a Dios
“Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres.
El Señor está cerca” (Filipenses 4:5).
C
uando era adolescente, soñaba con la idea de trabajar con aviones. Me
subía al techo de mi casa, en Río de Janeiro, y me ponía a observar los
aviones que pasaban y decía: “Algún día, trabajaré con aviones”. Entonces
comencé a ir detrás de mi sueño. Estudié mucho, fueron años de dedicación.
Salía de mi casa todos los días a las 5:30 para ir al curso preparatorio y vol-
vía a casa a las 22. Y el esfuerzo valió la pena: aprobé el curso de la Fuerza
Aérea Brasileña, después de competir con más de 30 mil candidatos en todo
el país. Fui a San Pablo a estudiar a la Escuela de Aeronáutica, me gradué
y fui a trabajar al estado de Paraná. Trabajé en el departamento de defensa
aérea y control de tráfico aéreo. Fueron 16 años de trabajo en la Aeronáutica,
muchas misiones, cursos, capacitaciones, etc.
En el 2006, pasé por un momento importante en mi vida. Me llamó el
comandante y me preguntó por qué no trabajaba los sábados. Le respondí
que seguía las enseñanzas de la Biblia y que Dios nos había dejado el sábado
para que lo adoráramos de una manera especial; sin embargo, el comandante
no aceptó mis respuestas. Mi vida, a partir de ese momento, se hizo muy
difícil. Una vez me llamaron para trabajar en sábado y tomé la decisión de no
ir para seguir la voluntad de Dios. El lunes, cuando llegué al cuartel, todos
me miraban como si fuera un delincuente. Rápidamente, el comandante me
llamó a su oficina y me preguntó por qué no había ido a trabajar el sábado.
Le expliqué todo nuevamente, pero él ni me permitió terminar de hablar.
Me castigó con cuatro días de prisión. Se envió la documentación y, días
después, cumplí el castigo.
Por aquellos días le pregunté a Dios: “¿Por qué has permitido que me
suceda esto? ¡Yo estoy siendo fiel!” Algunos días después, llegó la respuesta.
El secretario del comandante, que hizo el documento de mi castigo, vino y
me preguntó el porqué de mi decisión. Yo le dije que le explicaría todo, según
lo que decía la Biblia, y él aceptó. Estudiamos durante tres meses y él se
bautizó en la iglesia adventista de su ciudad. Dios respondió mi pregunta de
una manera muy práctica.
Marcos Aurélio da Costa Freires
Cascavel, PR (Unión Sur Brasileña)

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14 de octubre
Respuesta imediata
“A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió” (Salmo 120:1).
S
oy el único adventista en mi familia. Después de mi bautismo, decidí in-
gresar a la obra del colportaje y, después de casi tres años, sentí el llamado
para estudiar Teología en la Universidad Adventista del Plata, en Argentina.
Comencé mis estudios en el 2010 y continué colportando durante todos los
veranos. También trabajé en la universidad durante cada año escolar.
En el último verano de colportaje (2012-2013) no me fue muy bien, pues es-
taba desanimado y triste por la muerte de mi padre. Sin embargo, me di cuenta
de que todavía podía alcanzar la bonificación de la media beca de estudios para
cursar el último año de Teología. Gracias a Dios, lo logré. Sin embargo, debía
cubrir parte de mis estudios y otros gastos. Al llegar a la universidad, me enteré
de que no había una vacante para mí como alumno becario (proyecto que da al
estudiante la posibilidad de trabajar veinte horas semanales para costear parte
de las cuotas mensuales). Intenté hablar con varias personas para conseguir
algún trabajo, pero todo fue en vano. Y me desanimé.
Con mi maletín en la mano, me senté a descansar un poco y conversar Dios.
Oré al Señor para que me diera la bendición de un trabajo como ayudante de
electricista. El oficio de electricista es una habilidad que aprendí en el colegio
secundario, pero que nunca había ejercido. Cuando terminé la oración, levanté
el rostro y vi a un joven empleado de la universidad en el área de mantenimiento
y electricidad. Eso me llamó tanto la atención que fui hasta él y comenzamos a
conversar. Él me contó que había renunciado al trabajo como electricista debido
a un cambio y que el departamento estaba necesitando un ayudante. ¡No lo po-
día creer! Dios había respondido mi oración en ese mismo instante. Me despedí
del joven y fui al departamento. Comencé a trabajar al otro día, cuidando las
instalaciones eléctricas de las nuevas aulas de la Facultad de Teología.
La Universidad me contrató por 4 meses más, para continuar las instala-
ciones eléctricas del nuevo edificio del Centro de Simulación en Salud y de la
Facultad de Ciencias de la Salud. Gracias al dinero que gané, pude pagar mis
estudios, los gastos de alquiler, alimentación e incluso ahorrar para mi casa-
miento, al finalizar ese año.
Dios nunca me abandonó. Lo que hizo conmigo puede hacerlo con cual-
quiera de sus hijos. Sea fiel y Dios suplirá todas sus necesidades. Confíe siem-
pre en Dios.
Fabián Suárez
Villa Libertador, Entre Ríos (Unión Argentina)

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21 de octubre
Recuerdos
“Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchará” (Salmo 77:1).
T
odos los viernes, los recuerdos se apoderan de mí. Me vienen a la mente
dificultades y desafíos, pero en especial las victorias.
En el 2010, comencé la carrera de Licenciatura en Matemática en el Insti-
tuto Federal de Educación y Tecnología (IFPE – Campus Pesqueira). Como era
una carrera que se dictaba por las noches, ya al comienzo encontré dificultades
con relación a la observancia del sábado.
En mi curso había tres adventistas del séptimo día. Cuando recibimos el
horario de las clases del semestre, nos reunimos para hablar con el coordinador
de la carrera y exponerle nuestra situación.
Nuestro intento de cursar en otro horario, o con otro curso, las materias del
viernes no solamente fue negado, sino que también fuimos insultados. La frase
que nos dijeron todavía me viene a la mente: “Desistan. Esta carrera no es para
ustedes”. Salimos desanimados, pero siempre confiando en Dios. Nos quedamos
adeudando esa materia que, para peor, era prerrequisito.
Después de un tiempo, mis compañeros adventistas siguieron otro rumbo y
yo permanecí en la carrera. Yo no lo sabía, pero Dios estaba preparando todo. Las
dificultades para pagar la carrera eran grandes, pero solo los adventistas queda-
ron debiendo y la cantidad de alumnos era suficiente para abrir un curso extra.
Algún tiempo después, recibí la noticia de que un curso entero cursaría esa
materia los viernes a la tarde, porque el profesor había sido transferido y el nuevo
profesor solo tenía disponiblidad a la tarde.
A partir de allí, las bendiciones solo aumentaban y sucedían cosas extraordi-
narias. Los profesores me permitieron que faltara a las clases de los viernes de
noche y que hiciera las pruebas en otros días de la semana. Las materias cambia-
ban de horario, porque los profesores no estaban e incluso hubo un semestre en
el que no tuvimos ninguna materia los viernes por la noche.
Para honra y gloria de Dios, terminé mi carrera en el período regular de
cuatro años, sin asistir a ni una sola clase en el día del Señor. De todo mi curso,
que comenzó con 60 personas, solo tres se graduaron, y yo fui una de ellas. Me
eligieron como oradora del curso y pude dar testimonio de lo hechos de Dios en
mi vida.
Maria Janiely de Siqueira
Pesqueira, PE (Unión Nordeste Brasileña)

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28 de octubre
Acuerdo curioso
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en
esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré
sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquias 3:10).
M
e llamo Zacarías Limachi y mi esposa se llama Isidora Hinojosa. Te-
nemos dos hijos y vivimos en la provincia Sud Yungas, en La Asunta.
Conocí la verdad por medio de mi esposa, quien asistía a la iglesia adventista
del séptimo día desde pequeña. Toda su familia era adventista.
A veces yo no quería participar de las campañas de la iglesia o no me
gustaba cuando ellos nos visitaban en casa. No estaba preparado para asistir
a la iglesia, pero mi esposa siempre me animaba a que fuera. Sin embargo, yo
tenía miedo. Cuando escuché que debía devolver el diezmo, dar las ofrendas y
hacer otras donaciones, me molesté mucho. Pensaba que la iglesia solo quería
dinero. Mi esposa siempre era fiel a Dios. Ella separaba el diezmo y entrega-
ba una ofrenda generosa. Cuando le preguntaba por qué lo hacía, ella me res-
pondía: “Tú no lo entiendes, Zacarías”. Eso era verdad. Yo no entendía la razón
por la cual una persona puede dar tanto dinero, aunque no fuera mucho.
Un día, mi esposa hizo un pacto curioso con Dios. Le prometió ofrendar
para la construcción de la iglesia un valor especial y Dios, por su parte, de-
bía convertirme en miembro de iglesia. Dios cumplió el desafío y mi esposa
también cumplió su pacto. Fue así que conocí el mensaje y comencé a asistir
a la iglesia. Nuestros hijos nacieron y crecieron en la iglesia y, finalmente,
comprendí que debo ser fiel en la devolución del diezmo. El diezmo no nos
pertenece; es de Dios. Es nuestro deber devolverlo.
Dios nos bendijo aún más porque ahora mi esposa y yo estamos en la
iglesia. Vimos su mano cuidando nuestra vida y también nuestro empren-
dimiento. Trabajamos con transporte de cargas. En una ocasión, decidimos
comprar un vehículo más grande, pero al comprarlo tuvimos dificultades con
los trámites ya que algunas personas quisieron estafarnos. Sin embargo, Dios
se puso en el camino y otras personas nos ayudaron a recuperar lo que había-
mos perdido, sin cobrarnos nada.
Esa experiencia nos llevó a confiar más en Dios y, a manera de gratitud,
decidimos aumentar nuestro pacto al 30% de nuestros ingresos.
Zacarías Limachi e Isidora Hinojosa
La Asunta (União Boliviana)

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4 de noviembre
Vale la pena confiar en el Señor
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Salmo 37:5).
F
ui bautizado en abril de 1992, y junto a mi familia vivíamos en la zona rural
del municipio de Acrelândia, en el estado brasileño de Acre. Nuestro trabajo
consistía en cuidar del ganado y lidiar con la labranza; teníamos una vida de
paz con Dios. En el 2001, decidí entrar en sociedad con una persona no cristia-
na, a condición de no abrir la farmacia los sábados. Al principio, mantuvimos
una vida de comunión, intentando influenciarlo en la vida cristiana, pero, con
el paso del tiempo, dejamos de lado los principios divinos, incluso sin abrir la
farmacia los sábados. Ya no respetábamos las horas sagradas como debíamos.
Al cabo de algún tiempo, abrimos una segunda farmacia, nos compramos un
nuevo automóvil y una casa con piscina; teníamos una vida estable.
No éramos fieles al Señor, no devolvíamos el diezmo ni vivíamos de acuer-
do con lo que conocíamos. Sin la orientación divina, nos metimos en un gran
problema: adquirimos una deuda de más de 100 mil reales y eso ocasionó la
disolución de la sociedad. Resultado: quiebra. Nuestra vida de comodidades se
transformó en miseria total, prácticamente no teníamos para comer y tuvimos
que volver a la vida rural, a vivir de favores y la ayuda de familiares. Ese fue uno
de los peores momentos de nuestras vidas. Cuando todo parecía perdido, en una
tarde del 2006, le abrí mi corazón a Dios, arrepentido de haberlo dejado fuera
de mi vida. En ese momento decidí colocarlo por encima de todo.
Conversé con Jesús y le dije que, de aquel día en adelante, todo le pertene-
cía. Le prometí también que sería fiel en los diezmos, en las ofrendas y en los
principios que ya conocía. Al día siguiente, fui a buscar trabajo a la ciudad, en
una farmacia, pero tenía que trabajar los sábados. No acepté. Pasaron algunos
días y la propietaria de la farmacia me dio el empleo, con los sábados libres. Allí
trabajé por dos años, viviendo en una casa alquilada. Mis días le pertenecían al
Señor y, en el 2009, surgió la oportunidad de adquirir una farmacia endeudada.
El primer día en el que entré a mi farmacia, decidí tener a Jesús como único
socio, por eso, decidí ser fiel en los diezmos y tener un pacto del 5%, además de
una ofrenda semanal de 100 reales. En poco tiempo, Dios nos ayudó a saldar
todas nuestras deudas y también ampliamos la farmacia. Decidimos aumentar
nuestro pacto a 10%, más una ofrenda semanal de 200 reales, independiente-
mente del resultado de la semana. Con confianza en Dios, él nos ayudó. Logra-
mos reformar la farmacia y construir la Iglesia Central del distrito de Acrelandia.
Jailson Salvador
Acrelândia, AC (Unión Noroeste Brasileña)

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11 de noviembre
Promesa bendecida
“Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará,
ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre
la faz de la tierra” (1 Reyes 17:14).
T
al vez es más fácil ser fiel cuando hay abundancia, pero no es tan simple
cuando hay escasez. Samuel y Maribel se sienten muy agradecidos a Dios
por la manera en la que él los ha bendecido durante todo el tiempo y, princi-
palmente, este año.
Ellos tienen una hija especial, de cinco años, llamada Talita, que sufre
convulsiones. Por eso, los padres dedican buena parte de su tiempo a cui-
darla. Sin embargo, Talita es la mejor motivación para los padres. Su salud
delicada hace que ellos se esfuercen más en el trabajo. Y hay algo que llama
especialmente la atención de estos padres fieles. A pesar de todos los gastos
que tienen con su hija, nunca dejaron de devolver el diezmo. Un día, le hi-
cieron una promesa a Dios: “Señor, siempre seremos fieles en la devolución
del diezmo y seremos generosos en las ofrendas”. Esa decisión parecía con-
tradictoria, debido a la enfermedad de la hija, pero nunca lo fue. La fidelidad
estricta, sin importar las circunstancias, es lo que Dios espera de sus verda-
deros adoradores.
Hace algunos años, Samuel y Maribel iniciaron un pequeño emprendi-
miento, en el área de la alimentación, en su barrio. Al principio solo tenían
cuatro mesas pequeñas para los clientes y solo se podía atender a 8 personas
cómodamente sentadas. El mayor desafío era que el lugar en el que estaban
comenzando su restaurante era alquilado. A pesar del problema de salud de
la hija, a pesar de que tenían pocas mesas y de que debían pagar el alquiler,
Dios comenzó a bendecir de manera milagrosa el emprendimiento de este
matrimonio fiel. Comenzaron a llegar muchos clientes y cada día aumenta-
ban. Con ese aumento, también aumentó la responsabilidad de ser fieles a
Dios. Sin embargo, ellos nunca dejaron sus principios de lado. En la actuali-
dad, tienen un lugar más grande y cuentan con 12 mesas grandes. Además,
ya no necesitan pagar alquiler, pues ya tienen un lugar propio.
Samuel y Maribel están agradecidos a Dios por su cuidado y las innu-
merables bendiciones. Él es fiel con lo que son fieles, honra a los que lo
honran, y eleva a la cima de las alturas de la tierra a quienes guardan sus
mandamientos.
Samuel e Maribel
Huancayo (Unión Peruana del Sur)

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18 de noviembre
La voz de Dios al atardecer
Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé
(Isaías 49:8).
E
n el 2008, comencé a estudiar la Biblia con un matrimonio adventista del
séptimo día, junto a mi esposo, Sérgio, quien es policía militar. Al princi-
pio, no nos interesaba bautizarnos, pero mientras nosotros teníamos nuestros
planes, Dios tenía los suyos. ¿Por qué digo eso? Porque aquel año hubo una
tragedia en mi familia. Mi padre, jubilado hacía un año de la Policía Militar,
cursaba el octavo semestre en la facultad de Derecho, y al regresar a casa un día,
fue sorprendido por unos individuos que le llenaron el cuerpo de balas y falleció.
Cuando me enteré, mi vida perdió totalmente el sentido, pues mi padre era
como mi dios para mí. Cuando tenía que resolver algo, conversaba con él y
pronto lo resolvía. Me rebelé contra Dios, perdí el interés en los estudios, me
deprimí, tenía ganas de morir y comencé a pensar hasta en suicidarme. En esa
época, teníamos una meditación de recepción de sábado y, todos los viernes, mi
esposo la dejaba en la mesada de la cocina; yo no entendía por qué él hacía eso.
Un viernes, tomé la decisión de quitarme la vida, ya que estaba enojada con
Dios y quería herirlo con ese acto. Comencé a conversar con él, como cuestio-
nándole lo ocurrido. Le dije que si no me explicaba la situación, tomaría una
pistola y me quitaría la vida en ese mismo momento.
Entonces, guiada por el Espíritu Santo, tomé la meditación del 2009 y, si bien
no recuerdo la historia, sé que hablaba de un milagro que Dios había obrado. En
ese momento, escuché la voz de Diso que me decía: “Hija, yo soy tu padre, soy
tu Dios, jamás te dejaré”. Caí de rodillas y sentí un alivio en el alma y tuve un
encuentro verdadero con el Señor.
De ahí en adelante, me afirmé en los pies de Cristo y, en el 2010, descendí
con mi esposo a las aguas bautismales. Hoy soy directora de mayordomía de mi
iglesia y he dado testimonio del amor de Dios a otras personas.
Elicleide dos Santos Costa
Pojuca, BA (Unión Este Brasileña)

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25 de noviembre
Ministerio admirable
“El que hace a los vientos sus mensajeros, y a las flamas de fuego sus ministros”
(Salmo 104:4).
A
ndrés conoció al Señor en la adolescencia. Mientras vivía en la zona ru-
ral, en Villa Alegre, escuchó que la voz de Dios lo llamaba por su nombre.
Esa experiencia extraordinaria lo llevó a comprender que Dios lo estaba lla-
mando para su servicio. A los 17 años predicó su primer sermón sobre la se-
gunda venida de Cristo. En los años siguientes, trabajó arduamente para es-
tudiar y alcanzar el propósito de ser ministro del evangelio. Como parte de su
experiencia y formación, trabajó algún tiempo en el ministerio del colportaje,
lo que lo llevó a recorrer casi todo el país, distribuyendo las publicaciones
adventistas y predicando el evangelio. Después de concluir su preparación
formal, sirvió a la iglesia en la obra educativa en el sur de Chile.
Ya como pastor y con la ayuda de Dios, durante su extenso y bendecido
ministerio, dirigió la construcción de muchos templos en varias regiones del
país y se destacó por ayudar a las iglesias a superar sus problemas para que
pudieran crecer de manera saludable. La iglesia lo admiraba por su amor, su fe
y la poderosa influencia. Son innumerables los casos de personas que fueron
liberadas de espíritus malignos gracias a las oraciones fervorosas de Andrés.
Debido a su compromiso y su gran generosidad, él le dedicó a Dios un
ministerio prolífero por casi 65 años. Andrés siempre se caracterizó por su
cercanía y empatía con las personas. Por valorar la entrega y el compromiso de
las mujeres es recordado como el primer pastor, en el país, que animó y pre-
paró mujeres para predicar en los púlpitos de las iglesias que él pastoreaba.
A los 101 años, se mantiene lúcido y vigoroso y continúa acumulando una
experiencia extraordinaria con el Señor. Todavía ejerce funciones pastorales
pues muchas personas lo buscan y solicitan su consejo y oración.
El pastor Andrés agradece profundamente el llamado de Dios y la opor-
tunidad que le fue concedida en la Iglesia Adventista. Considera que ser co-
laborador del Buen Pastor exige un compromiso total con Dios y con las per-
sonas. También agradece el compromiso y apoyo incondicional de su esposa,
como así también la bendición de que sus hijos, nietos y bisnietos continúan
perseverando en los caminos del Señor.
Andrés Segundo Gutiérrez Valdez
Santiago (Unión Chilena)

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2 de diciembre
Mano protectora
“Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehová está alrededor de
su pueblo desde ahora y para siempre” (Salmo 125:2).
N
ací en un hogar adventista y, después de mi casamiento, profundicé
mi experiencia con Dios. Me casé con una joven adventista llamada
Elizabeth. Pocos meses después de mi casamiento, ingresé en una empresa
aérea llamada VASP, como mecánico del equipo de apoyo, y permanecí
en esa función por dos años y medio. Luego sentí que Dios me llamaba al
ministerio pastoral.
A principios del 2004, presenté la renuncia y me fui a Cochabamba, Bo-
livia, para estudiar Teología. Muchos decían que yo estaba loco, pero sentía
en mi corazón el llamado de Dios a ser ministro del Señor tiempo completo.
Teníamos dos hijas, una de ocho años y la otra de cuatro. Como no sabíamos
hablar español, al principio no fue fácil. Con el dinero que tenía, hice el pri-
mer año de teología y, al final de cada año, volvíamos a Brasil a trabajar.
Cuando volví con mi familia para terminar el 4º año, no había reunido
suficiente dinero para el semestre, pero volvimos a Bolivia con la seguridad de
que aquel que nos había llamado proveería los medios para pagar los gastos de
la carrera. Un jueves de tarde, al llegar de la biblioteca, noté que el dinero se
había acabado y solo teníamos 4 panes y algo para tomar en el desayuno del
viernes. Me arrodillé en nuestro cuarto y clamé a Dios: “Señor, tengo la cer-
teza de que me llamaste para tu ministerio, pero estoy con dificultades. Tengo
que ir a la iglesia donde hago mis prácticas y recién volveré el domingo. Señor,
¿qué van a comer mis hijas y mi esposa?”.
En aquel momento hice un acuerdo con mi Dios: “Señor, este viernes de
mañana comeremos estos cuatro panes. Mi esposa irá a la facultad y nuestras
hijas al colegio. Yo iré a la biblioteca, a las 10:30, y volveré para hacer el al-
muerzo que tú nos proveerás”. A las 10:30, volví a hacer el almuerzo y, al abrir
la puerta de la cocina, que solamente estaba entreabierta, me encontré con
la mesa llena de alimentos. No solo la mesa; el piso también. Había alimento
para casi un mes. Sentí la mano de Dios actuando directamente en mi vida y
la de mi familia. En el 2008, finalicé mis estudios y fui llamado a trabajar en
mi campo de origen. Hoy soy pastor distrital.
Paulo Romário da Silva
Cuiabá, MT (Unión Centro-Oeste Brasileña)

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9 de diciembre
Cumpleaños triste – 1
“Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a
ti te digo, levántate” (Marcos 5:41).
T
ranscurría el año 2012 y solo faltaba un día para celebrar el cumpleaños de
mi única hija. Yo estaba emocionada porque ella cumpliría dos añitos. Co-
mencé a jugar con ella, le hacía cosquillas y respondía con una dulce sonrisa.
En ese momento sentí algo duro en su pancita, me asusté y la llevé al hospital.
Le hicieron análisis y el diagóstico reveló que mi hija tenía una masa dura, de
seis centímetros, en el riñon izquierdo; se trataba de cáncer. Eso me devastó.
A partir de ese día, mi vida cambió. Abandonamos todos los preparativos para
la fiesta. Ya no había motivos para celebrar. Internaron inmediatamente a mi
hija Kathy.
El oncólogo pediátrico nos advirtió que debería ser sometida a un trata-
miento de quimioterapia para reducir el tumor, y de ese modo operarla con
menos riesgo. Pero no pudieron resolver nada y el tumor siguió creciendo. Dos
meses después, el tumor ya medía 12 centímetros. Debían operar a Kathy con
urgencia. Llevaron a mi hija al quirófano, pero después de treinta minutos, los
médicos me llamaron: “El tumor creció mucho y se extendió a las venas prin-
cipales. Es imposible operarla en estas condiciones. Sufrirá una hemorragia y
no resistirá. Lo siento mucho pero es imposible operarla”. Grité de dolor. Mi
madre me abrazó y me dijo: “Tranquila, hija, Dios tiene la última palabra. Con-
fiemos en él”. Ella me sacó de aquel lugar y fuimos al patio del hospital, donde
nos arrodillamos, oramos, y lloré amargamente.
En un deseo que confirmar el diagnóstico, habíamos enviado las muestras
de tejido de la biopsia a un hospital en Winsconsin (EUA). Los estudios con-
firmaron que mi hija no tenía solo un tipo de cáncer, sino dos. Entonces los
médicos recomendaron que se le aplicaran quimioterapias más fuertes, para
que el tumor reaccionara y se redujera. Acatamos los consejos y le pedimos
protección a Dios, mientras el tratamiento proseguía. Pero eso tampoco ayudó,
y el tumor continuaba creciendo. Entonces los médicos decidieron aplicar una
quimioterapia más fuerte, pero, el tumor no se redujo. Finalmente, los médicos
concluyeron que lo único que podía hacerse era aplicar quimioterapias paliati-
vas, solo para retardar lo que inevitablemente llegaría: la muerte.
Entonces decidí que mi hija no se sometería más a quimioterapias. La lle-
vamos a casa y dejamos todo en las manos de Dios. (Continuará)
Priscila Elizabeth Bajaña García
Babahoyo (Unión Ecuatoriana)

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16 de diciembre
Cumpleaños triste – 2
“Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene
de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121:1, 2).
D
urante un año y medio sin dolor, después de salir del hospital, el cáncer
continuaba en el riñon izquierdo de mi hija. Por ese entonces sufrió una gripe
que se transformó en neumonía. Nunca dejamos de orar y ayunar y la iglesia per-
maneció a nuestro lado. Nuevamente no comprendía lo que estaba sucediendo. Y
temí lo peor. ¿Por qué otra vez? La internamos y pasó por todo tipo de exámenes
radiológicos. Para sorpresa de los médicos, y también mía, y principalmente para
la gloria de Dios, los resultados de los exámenes revelaron que mi hija no tenía
metástasis. Aunque esa masa inmensa continuaba en su riñon izquierdo, el resto
de su cuerpito continuaba limpio, aunque no la habían operado. Después de diez
días, le dieron el alta.
A la semana siguiente, llegó mi hermano adventista de Miami. Él me ani-
mó a escribir a un hospital de Estados Unidos. Yo ya no quería saber nada más
de hospitales. Si bien mi hija no se había curado del cáncer, la tenía viva, y eso
me sostenía. Sin embargo, todos los días pedía en oración que desapareciera el
tumor, una masa que para mí era inerte. Finalmente, decidí escribir al famoso
y prestigioso Jude Children Research Hospital. De manera increíble, todas las
puertas se abrieron. Viajamos a Estados Unidos y, aquello que tanto le pedí a
Dios durante dos años y cinco meses había llegado. Decidí que mi hija sería
sometida a una sola cirugía, ya que no quería que se hiciera las quimioterapias.
No quería que sufriera más.
Llegamos a Estados Unidos el 20 de octubre. Una semana después mi hija
entró en cirugía. En la noche anterior, la iglesia realizó una vigilia. Los médicos
calcularon que la cirugía demoraría cerca de diez horas. Pero eso no sucedió.
La operación duró un poco más de tres horas y fue un éxito. Los médicos ex-
tirparon una masa de casi cinco kilos. Todo su cuerpo estaba limpio. Incluso el
riñon izquierdo, en gran parte, estaba sano. Era una masa que salía del riñon.
Después de nuevos análisis, los médicos dijeron que mi hija ya no necesitaba
quimioterapia pues el tumor había madurado completamente (eso solo sucede
en el 0.5% de los casos) y estaba completamente curada.
Dios curó el cáncer de mi hija. Cuando parecía que estaba a punto de morir,
Dios vino a librarme del temor, la angustia y el dolor.
Priscila Elizabeth Bajaña García
Babahoyo (Unión Ecuatoriana)

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23 de diciembre
Vida transformada
Eu e a minha casa serviremos ao Senhor. Josué 24:15
V
iví hasta los cuarenta años de mi vida en la esclavitud del pecado. Desde
muy joven, entré en el mundo del alcoholismo. Formaba parte de un
grupo de cinco amigos que comenzaron a beber muy temprano en la vida.
En 1993 conocí una joven que hoy es mi esposa. Vivíamos bien y teníamos
una vida económica estable. Durante cierto período, me alejé de algunos ami-
gos, pero nunca abandoné el vicio. Con el tiempo, volví a beber mucho, al punto
de hacerme adicto al alcohol. Perdí la confianza de mi esposa y nos separamos.
Para ese momento, ya teníamos un hijo de un año, lo que hizo que la separación
fuera aún más difícil. Pero Dios ya estaba trabajando en nuestras vidas y, por su
gracia, decidimos volver a estar juntos.
En el 2004 mi esposa conoció el evangelio y comenzó una batalla que duró
cinco años. Ella iba a la iglesia y yo al mundo. Pero yo siempre veía algo diferente
en ella, algo pasaba, ella estaba diferente. Lo que más me conmovía era que mi
hijo, que en esa época tenía tres años, todo arregladito para ir a la iglesia el sába-
do, me preguntara: “Papá, ¿no vas a la iglesia hoy?”. Yo no le respondía, pero me
pasaba el día entero pensando en esa pregunta. En algún momento depresivo le
pregunté a Dios: “Si tú eres poderoso y misericordioso, ayúdame. Ya he intenta-
do abandonar el vicio muchas veces, pero no tengo fuerzas”.
Los sábados, mi esposa dejaba mi ropa sobre la cama. Me dí cuenta de que
todos los sábados hacía eso. Un día, decidí vestirme e ir a la iglesia con ellos. Me
gustó y fui varias veces más. Después comencé a estudiar la Biblia.
En el 2009, mi esposa me invitó a hacer la jornada espiritual de las cuarenta
madrugadas. En ese programa, me encontré con Jesús. Fui transformado. M
corazón rebalsaba de alegría.
Al sábado siguiente, al llegar a la iglesia, busqué al líder y le dije que que-
ría bautizarme. Ya había hecho los estudios bíblicos y tres cursos de la Nuevo
Tiempo. El 5 de septiembre del 2009, para honra y gloria de Dios, me bauticé.
José Ronildo da Costa
Pau dos Ferros, RN (Unión Nordeste Brasileña)

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30 de diciembre
Visita propicia
“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los
huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del
mundo” (Santiago 1:27).
C
on treinta años de casado, María Elena y Ricardo llegaron a la ciudad
de Melo, con muchos sueños y la esperanza de ser felices junto a su hija
Walkiria, su yerno y sus nietos. Todo parecía ir bien hasta que, de manera
repentina, debido a un accidente cerebro vascular, Ricardo falleció. Esa au-
sencia fue un golpe duro para María Elena.
Pero el sufrimiento no terminó allí. Walkiria, quien rara vez se enfermaba,
tuvo que ser trasladada de urgencia a un hospital de Montevideo. Los análisis
revelaron un problema delicado en los riñones. La operaron de un problema in-
testinal y, desgraciamente, el pólipo que le extrajeron era maligno. A María Elena
le ocultaron ese dato para no preocuparla demasiado, pero ya no había nada para
hacer. Un día, Patricia, su nieta, le contó que Walkiria había muerto. El único
consuelo que había encontrado después de la muerte de su esposo, ahora tam-
bién había desaparecido.
Fue en esas circunstancias en las que María Elena recibió la visita y la ayuda
de hermanas adventistas que compartieron con ella la Palabra de Dios. Sin du-
das, esos fueron momentos difíciles en su vida, pero María Elena reconoce que
solamente Dios y las hermanas de la iglesia fueron un apoyo imprescindible que
la sostuvo. La esperanza de que un día volverá a ver a su esposo y a su hija es lo
que la sostiene y le da fuerzas para continuar su día a día.
Después de esa dolorosa experiencia, ella continúa recibiendo las visitas de
Teresita, una hermana de iglesia que en María Elena encontró una madre. Y, a
su vez, María Elena encontró un recuerdo de consuelo de la hija que perdió.
Ambas tienen todos los días su “encuentro de honor”, como lo llaman, para estu-
diar la Palabra de Dios, y juntas están leyendo el libro Los álamos mueren de pie:
Diario de un anciano, escrito por Esther I. de Fayard. Hoy, María Elena se siente
como ese álamo que hunde sus raíces en el Creador de los cielos, un Dios que no
muere, un Dios que no abandona, un Dios que acompaña y fortalece a todos los
que lo invocan; a todos los que, como los álamos, ya no mueren de angustia, sino
que miran a Jesús y se mantienen firmes delante del dolor.
Maria Elena Lamas Morales
Melo, Cerro Largo (Unión Uruguaya)
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