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4 de noviembre
Vale la pena confiar en el Señor
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Salmo 37:5).
F
ui bautizado en abril de 1992, y junto a mi familia vivíamos en la zona rural
del municipio de Acrelândia, en el estado brasileño de Acre. Nuestro trabajo
consistía en cuidar del ganado y lidiar con la labranza; teníamos una vida de
paz con Dios. En el 2001, decidí entrar en sociedad con una persona no cristia-
na, a condición de no abrir la farmacia los sábados. Al principio, mantuvimos
una vida de comunión, intentando influenciarlo en la vida cristiana, pero, con
el paso del tiempo, dejamos de lado los principios divinos, incluso sin abrir la
farmacia los sábados. Ya no respetábamos las horas sagradas como debíamos.
Al cabo de algún tiempo, abrimos una segunda farmacia, nos compramos un
nuevo automóvil y una casa con piscina; teníamos una vida estable.
No éramos fieles al Señor, no devolvíamos el diezmo ni vivíamos de acuer-
do con lo que conocíamos. Sin la orientación divina, nos metimos en un gran
problema: adquirimos una deuda de más de 100 mil reales y eso ocasionó la
disolución de la sociedad. Resultado: quiebra. Nuestra vida de comodidades se
transformó en miseria total, prácticamente no teníamos para comer y tuvimos
que volver a la vida rural, a vivir de favores y la ayuda de familiares. Ese fue uno
de los peores momentos de nuestras vidas. Cuando todo parecía perdido, en una
tarde del 2006, le abrí mi corazón a Dios, arrepentido de haberlo dejado fuera
de mi vida. En ese momento decidí colocarlo por encima de todo.
Conversé con Jesús y le dije que, de aquel día en adelante, todo le pertene-
cía. Le prometí también que sería fiel en los diezmos, en las ofrendas y en los
principios que ya conocía. Al día siguiente, fui a buscar trabajo a la ciudad, en
una farmacia, pero tenía que trabajar los sábados. No acepté. Pasaron algunos
días y la propietaria de la farmacia me dio el empleo, con los sábados libres. Allí
trabajé por dos años, viviendo en una casa alquilada. Mis días le pertenecían al
Señor y, en el 2009, surgió la oportunidad de adquirir una farmacia endeudada.
El primer día en el que entré a mi farmacia, decidí tener a Jesús como único
socio, por eso, decidí ser fiel en los diezmos y tener un pacto del 5%, además de
una ofrenda semanal de 100 reales. En poco tiempo, Dios nos ayudó a saldar
todas nuestras deudas y también ampliamos la farmacia. Decidimos aumentar
nuestro pacto a 10%, más una ofrenda semanal de 200 reales, independiente-
mente del resultado de la semana. Con confianza en Dios, él nos ayudó. Logra-
mos reformar la farmacia y construir la Iglesia Central del distrito de Acrelandia.
Jailson Salvador
Acrelândia, AC (Unión Noroeste Brasileña)