Poemas examen

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Poemas de literatura


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Ciudad cero

Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años que eran
la quinta parte de toda mi vida,
ya había experimentado sensaciones
distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
papeles y retratos
en medio de la calle…
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.


Teniendo en cuenta que este poema pertenece a Ángel González, ¿a qué tendencia literaria
pertenece? 0,5
¿Qué características de dicha tendencia aparecen en el poema? 1
¿Qué figura retórica se presenta en los versos destacados en negrita? 0,5
Escribe un campo semántico de al menos tres palabras sobre la guerra, a partir de los términos
que aparecen en el poema. 1



El cielo alto quedó como vacío.
Mi grito resonó en la oquedad sin bóveda
y se perdió, como mi pensamiento que voló deshaciéndose,
como un llanto hacia arriba, al vacío desolador, al hueco.

Sobre la tierra mi bulto cayó. Los cielos eran
sólo conciencia mía, soledad absoluta.
Un vacío de Dios sentí sobre mi carne,
y sin mirar arriba nunca, nunca hundí mi frente en la arena
y besé sólo a la tierra, a la oscura, sola,
desesperada tierra que me acogía.

Así sollocé sobre el mundo.
¿Qué luz lívida, qué espectral vacío velador,
qué ausencia de Dios sobre mi cabeza derribada

vigilaba sin límites mi cuerpo convulso?
¡Oh madre, madre, sólo en tus brazos siento
mi miseria! Sólo en tu seno martirizado por mi llanto
rindo mi bulto, sólo en ti me deshago.

http://comunidad-escolar.pntic.mec.es/documentos/damaso/alonso3b.html

La injusticia.
(Este poema, que no figura en la edición primera del libro, está provocado por alguna noticia
de carácter nacional que hirió profundamente la sensibilidad del poeta)

¿De qué sima te yergues, sombra negra?
¿Qué buscas?
Los oteros,
como lagartos verdes, se asoman a los
valles
que se hunden entre nieblas en la infancia
del mundo.
Y sestean, abiertos, los rebaños, 5
mientras la luz palpita, siempre recién
creada,
mientras se comba el tiempo, rubio mastín
que duerme
/a las puertas de Dios.

... Hoy llegas hasta mí.
He sentido la espina de tus podridos
cardos,
el vaho de ponzoña de tu lengua
y el girón de tus alas que arremolina el aire.
El alma era un aullido
y mi carne mortal se helaba hasta los
tuétanos.

Hiere, hiere, sembradora del odio:
no ha de saltar el odio, como llama de
azufre,
/de mi herida.
Heme aquí:
soy hombre, como un dios,
soy hombre, dulce niebla, centro cálido,

pasajero bullir de un metal misterioso que
irradia
/la ternura.

Podrás herir la carne
y aun retorcer el alma como un lienzo:
no apagarás la brasa del gran amor que
fulge
dentro del corazón, bestia maldita.

Podrás herir la carne.
No morderás mi corazón,
madre del odio.
Nunca en mi corazón,
reina del mundo.

KLÑK
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