En esa época llevaba mi propio negocio como sanadora profesional. Me habían enseñado
que nuestro cuerpo tiene todas las respuestas para los problemas de salud y sólo requiere que
alguien formule las preguntas adecuadas. Allí es donde comenzó todo. En lugar de valorar la
salud de mis pacientes desde un punto de vista racional, mi propósito era ayudarlos a encontrar
sus propias soluciones. Con frecuencia, esta actitud me permitía descubrir algunos interesantes
problemas esenciales que permanecían ocultos, incluyendo desequilibrios emocionales y
autosabotajes mentales (también he participado en ciertos milagros, ayudando a las personas a
conectarse con la sabiduría innata de su propio cuerpo).
Había aprendido que existen diferentes maneras de formular preguntas a las que el cuerpo
puede responder con un sí o un no, por ejemplo, realizando pruebas musculares o utilizando un
péndulo. Trabajando con esas respuestas, a través de un proceso de eliminación, es posible
reducir el abanico de posibilidades al tema primordial que, con toda certeza, está causando la
enfermedad o el dolor. Precisamente éste es el punto al que llegué cierto día con un paciente
llamado Sam. Habíamos llegado a la conclusión de que Sam padecía un desequilibrio energético
asociado con sus neurotransmisores (un desequilibrio energético no es más que una forma
elegante de decir que algo no iba bien en el cuerpo de mi paciente, y un neurotransmisor es una
sustancia que transmite impulsos nerviosos en el cerebro, esencialmente sensaciones). Yo no
tenía demasiada experiencia en el tema de los neurotransmisores, pero su cuerpo insistía en que
debía ocuparme de cinco de ellos. Para poder hacerlo, primero tenía que identificarlos. No sabía
muy bien por dónde empezar. Finalmente, fui capaz de reconocer cuatro de ellos (norepinefrina,
serotonina, melatonina y GABA), pero no conseguía identificar al último, ni tenía la menor idea de
dónde podría localizarlo.
De pronto, cuando menos lo esperaba, mi paciente preguntó: «¿La histamina es un
neurotransmisor?». Como no estaba muy familiarizada con los neurotransmisores, mi primera
reacción fue pensar que una persona profana en la materia, como era mi paciente, probablemente
tendría aún menos conocimiento del tema que yo. De manera que, con mi voz más profesional,
respondí: «No. La histamina es esa sustancia que liberan tus senos nasales durante una reacción
alérgica. Cuando se presenta dicho síntoma, los médicos te recetan antihistamínicos». Luego, sin
ningún motivo aparente, sentí el impulso de coger de la estantería un libro sobre la salud que
había comprado un año atrás; todavía no lo había leído y ni siquiera le había prestado atención.
Lo abrí por una página cercana a la mitad del libro y no pude menos que echarme a reír al
encontrar la palabra histamina como título de un capítulo. De inmediato, mis ojos se detuvieron en
Pon el Cielo a trabajar Página 21