Principios Éticos Universales versión completa libro 7

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En esta presentación, a modo de resumen y conclusión, vamos a enumerar una serie de supuestos básicos y fundamentales que podrían ser elevados a la categoría de principios éticos universales. Es una propuesta que podría ayudar a generar un consenso universal que aglutine a la mayoría de las ...


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Propuesta de Principios Éticos Universales Principios Universales para Construir una Cultura de Paz Miguel Ángel Cano Jiménez Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación

Dado que la raíz de los problemas actuales se encuentra en el vacío moral creado por la crisis de valores, considero de suma importancia la investigación y búsqueda de un núcleo de valores o principios éticos universales que puedan ser compartidos y aceptados por todas las naciones, culturas y religiones, y que sirvan de base de una educación para la paz que fomente la convivencia pacífica entre individuos, familias, razas, naciones , religiones y culturas, con el fin de lograr una paz mundial estable y duradera. Introducción

A lo largo de nuestro trabajo de investigación hemos venido defendiendo la necesidad de avanzar en el diálogo y entendimiento entre las diferentes tradiciones culturales, filosóficas, religiosas, científicas e ideológicas con el fin de llegar a un consenso socrático en unos principios éticos universales. Por un lado, estos principios éticos podrían ayudar a resolver los conflictos culturales, religiosos, nacionalistas o políticos entre naciones, así como los problemas del hambre en el mundo, la corrupción de las elites gobernantes, las injusticias y males sociales, y la degradación moral de las familias e individuos. Por otro lado, podrían también servir para regular la convivencia armoniosa y pacífica entre individuos, familias, comunidades, naciones y civilizaciones que finalmente lleve a una paz mundial estable y duradera. Introducción La principal fuente de inspiración que me ha movido a realizar esta búsqueda de unos principios éticos universales ha sido la visión filosófica y religiosa de Sun Myung Moon y el Pensamiento de Unificación, una sistematización filosófica de su pensamiento que tiene como meta precisamente la conciliación, armonización, integración y unificación de todos los sistemas de pensamiento filosóficos, científicos y religiosos que han surgido a lo largo de la historia.

« El destino de la humanidad es armonizar todos los puntos de vista que hoy están divididos unos contra otros. La filosofía que guíe a la humanidad en el futuro deberá incluir todas las religiones y filosofías. (…) Si seguimos como ahora, y los seres humanos sólo se agrupan cuando son de la misma religión o la misma raza, la humanidad no podrá evitar más guerras. Si no trascendemos nuestras costumbres y tradiciones culturales, jamás llegará una era de paz. » Sun Myung Moon , Su autobiografía, una vida consagrada a la paz , Sepha , Madrid, 2012, p. 318 .

En este volumen, a modo de resumen y conclusión, vamos a enumerar una serie de supuestos básicos y fundamentales que podrían ser elevados a la categoría de principios éticos universales. Es una propuesta que podría ayudar a generar un consenso universal que aglutine a la mayoría de las visiones filosóficas y religiosas de las diferentes culturas y civilizaciones que actualmente componen el mundo, y de esta manera contribuir de forma significativa a la paz mundial. Estos principios éticos que enunciamos aquí sintetizan los principios éticos más comunes y universales presentes en las principales o más influyentes tradiciones culturales. Por supuesto, la mayor parte de estos principios éticos son bien conocidos —algunos de ellos casi tan antiguos como el hombre mismo— mientras que otros son más novedosos, al menos en los términos en los que se formulan, aunque en esencia no sean tan nuevos. No se trata, pues, de querer descubrir la pólvora. Más bien, la originalidad de esta propuesta de principios éticos universales radica principalmente en que se intenta conectar e interrelacionar los diversos supuestos básicos de una manera racional y coherente, enmarcándolos en una visión global lo más comprensible y completa posible —un logro similar al de recomponer un rompecabezas encontrando el sitio preciso de cada pieza. De este modo, nos apartamos de la manida lista de valores o principios éticos, adecuadamente definidos o comentados, pero dispersos y desconectados entre sí.

Hemos intentado que esta serie de principios éticos que enumeramos a continuación sean los más razonables, simples y conformes al sentido común; que sean amplios y expliquen el mayor número de fenómenos y problemas; que no sean dogmáticos o irracionales; que sean compatibles con los conocimientos actuales de la ciencia, sin que por ello se tenga que aceptar tod0s sus dogmas infundados; que reúnan lo más universal de todas las tradiciones culturales; que sean presupuestos integradores y conciliadores; que tiendan puentes entre las tradiciones religiosas y filosóficas antiguas y las tradiciones ilustradas y científicas modernas; que valgan para mediar entre la tradición occidental, liberal y defensora de los derechos individuales, y la tradición oriental, comunitarista y defensora del orden social; y que sirvan también para ofrecer soluciones prácticas a los problemas morales y éticos actuales. Y, por último, ya que la naturaleza es el dato común u objeto de estudio más objetivo que comparten ciencias, filosofías y religiones, defenderemos la objetividad de estos principios éticos derivándolos en parte de los principios generales de la naturaleza, resaltando las semejanzas y analogías que existen entre las leyes morales y las leyes de la naturaleza. Además, con el fin de que sea posible elevarlos a axiomas o primeros principios invariables, no formularemos nuestra propuesta en la forma clásica de catálogos de derechos y deberes, o prescripciones y prohibiciones morales, sino en la forma de principios generales.

Propuesta de 12 Principios Éticos Universales Núcleo de valores y principios comunes que podrían ser compartidos por todas las culturas y civilizaciones Una serie de presupuestos o creencias básicas que podrían ser aceptadas por las diferentes tradiciones científicas, filosóficas y religiosas Principios o valores muy generales sobre los que se pueden basar las normas éticas concretas, los derechos y deberes humanos, y una educación ética para la paz que trate de solucionar los problemas reales y concretos de las sociedades actuales

Principio del origen común de la humanidad y el orden legal natural y moral del universo Principio de la dignidad e igualdad Principio de la libertad, responsabilidad y creatividad Principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir Principio del crecimiento y desarrollo moral a través de tres etapas Principio de los tres niveles de moralidad Principio del propósito individual y propósito para el conjunto Principio de la elevación progresiva del valor humano Principio del progreso mediante la cooperación centrada en un propósito común Principio del orden Principio del sentido Principio de las tres metas de la vida humana Propuesta de 12 Principios Éticos Universales

El origen común, Dios o la primera causa de la humanidad y el universo, se podría definir como una mente energética o una energía mental que dio origen al universo mediante una primera etapa de diseño y una segunda etapa de formación o evolución, estableciendo un orden legal basado en unas leyes naturales y unas leyes morales universales. Principio del origen común de la humanidad y el orden legal natural y moral del universo 1

Principio del origen común de la humanidad y el orden moral del universo La materia y la mente se funden en una sola cosa El origen común reúne el aspecto mental y material Una primera causa definida como una mente energética o una energía mental Presencia generalizada de diseños inteligentes Las dos etapas de los procesos creativos Desde la multiplicidad de dioses a la creencia en un Dios único Desde un Dios impersonal o un juez inflexible a un Dios personal en la forma de un padre o madre amante y bondadoso Un amor universal y un orden moral universal El Dios de los filósofos

Desde un punto de vista científico, este principio se basa, en primer lugar, en la hipótesis o supuesto básico de que los procesos mentales y materiales son dos aspectos inseparables que están presentes en mayor o menor grado en todas las entidades de universo.  Esta es la hipótesis más probable después de las abrumadoras evidencias que salen a la luz a raíz de los últimos avances de la ciencia, especialmente de la física cuántica, en la que el concepto clásico de materia prácticamente se ha desvanecido, siendo sustituido por un continuo de materia y espíritu, como se puede apreciar en las siguientes citas de Bohm , Jeans y Eddington . « Si se ahondase más y más en la inmanencia que reside en la materia creo que eventualmente se llegará a la corriente que sentimos también como mente, de suerte que mente y materia se funden en una sola cosa » (David Bohm ) « La mente ha dejado de ser considerada como un intruso en los dominios de la materia; estamos empezando a sospechar que más bien deberíamos saludarla como creadora y gobernadora del reino de la materia » ( Sir James Jeans)   « Por decirlo con toda crudeza, mi conclusión es que el mundo está compuesto de “materia” mental » ( Sir Arthur Eddington ) David Bohm , El Paradigma Holográfico , Kairós , Barcelona, 1987, p. 218. Sir James Jeans, Sir Arthur Eddington , Cuestiones Cuánticas , ed. K. Wilber , Kairós , Barcelona, 1987, p. 196, p. 259. La materia y la mente se funden en una sola cosa

En segundo lugar, se basa en el supuesto de que ambos aspectos comparten un origen común que reúne ambos aspectos, material y mental. Este es el supuesto más razonable ante la evidencia de la imposibilidad de reducir a una primera causa del universo puramente material todos los niveles emergentes de procesos mentales y grados de consciencia superiores. La hipótesis de una primera causa, en la que se funden todos los aspectos mentales y materiales emergentes es mucho más razonable que creer en la emergencia milagrosa de la consciencia y la mente a partir de una primera causa material sin consciencia ni mente. El origen común reúne el aspecto mental y material

Sun Myung Moon explicó esto de una manera simple y concisa en una conferencia internacional de científicos, como se puede apreciar en la siguiente cita: « No obstante, debido a que el mundo del efecto está compuesto de seres con dos naturalezas, la causa debe ser un ser monista con la esencia de las dos naturalezas de mente y materia combinadas en unidad. En otras palabras, la causa última tiene que ser un ser absoluto y unificado de dos naturalezas que pueden crear los atributos de mente y materia respectivamente. El mundo unificado del efecto solamente pudo haber provenido de un ser monista unificado. » Sun Myung Moon, The Role of Unified Science in the Moral Orientation of the World, November 26, 1972, Waldorf Astoria Hotel, New York, USA, First International Conference on the Unity of the Sciences.

Así que es fácil suponer que en el principio no sólo habría campos de fuerzas físicas sino también campos de vida vegetal y animal. Todos ellos englobados en un campo superior, que se podría llamar la mente del universo, cuyo soporte material sería la energía primaria y básica a partir de la cual se formaron todos los tipos de materia. De hecho, en esta causa primera, la mente y la energía serían una misma cosa, una sustancia homogénea, que se podría definir como una mente energética o una energía mental. Como una consecuencia lógica de esta hipótesis, se deduce la afirmación de la existencia de una primera causa inteligente, que no implica una creencia en un Dios con una naturaleza completamente diferente a la del resto del universo y que interviene en la naturaleza de un modo milagroso y sobrenatural, sino más bien un Dios, en el que se funden los aspectos mentales y materiales, que piensa, proyecta, planea y actúa; que hizo la materia con su propia energía y que dirigió su evolución por medio de los diferentes campos de fuerzas que ya existían desde el principio. Una primera causa definida como una mente energética o una energía mental

Campos de nivel superior (Autoconciencia, identidad única, razón) Campos de vida ( autonomía,creatividad ) Campos de fuerzas Energía Mundo cuántico Energía Instinto vida Autoconciencia Identidad única Razón Primera causa Mente energética o Energía mental Mundo cuántico Energía Instinto vida Mundo cuántico Energía Átomos Moléculas Seres Vivos Seres humanos Una primera causa definida como una mente energética o una energía mental

En tercer lugar, el principio del origen común está también sustentado por la evidencia de la presencia generalizada de diseños inteligentes en el universo y de indicios de que existe un proyecto cósmico. Este supuesto, que tiene una larga tradición filosófica y científica que se remonta a Sócrates, se ha visto desterrado de la ciencia a causa del dogma de la objetividad de la ciencia, que excluye las causas finales, y el dogma de fe de la teoría darwinista de la evolución. Sin embargo, existen una serie de científicos y teorías científicas nuevas que sugieren que es necesario desechar este viejo prejuicio de la ciencia contra el diseño inteligente, como se puede ver en los siguientes ejemplos; Presencia generalizada de diseños inteligentes

La mera existencia de las leyes de la naturaleza y sus mecanismos regidos por ellas, obviamente implican la existencia de un diseñador inteligente. El físico Steven Weinberg , a pesar de no creer en ninguna inteligencia inherente a la naturaleza, afirma que en el único sitio donde sería posible encontrar indicios de ella sería en estas leyes finales de la naturaleza, y que consideraciones de este tipo son las que hacen casi irresistible el utilizar la metáfora de la mente de Dios. « Si hubiera algo que pudiéramos descubrir en la naturaleza que nos diese alguna intuición especial sobre la obra de Dios, tendrían que ser las leyes finales de la naturaleza. (...) Cualquiera que sea la religión de uno, o la falta de ella, resulta una metáfora irresistible el hablar de las leyes finales de la naturaleza en términos de la mente de Dios. » Steven Weinberg , El sueño de una teoría final , Crítica, Barcelona, 1994, pp.192 -193. La metáfora de la mente de Dios

La creencia en un Dios matemático que ha diseñado el universo mediante leyes y fórmulas matemáticas es parte integrante de la tradición antigua y actual de la ciencia. Se remonta a Pitágoras y se ha mantenido a lo largo de toda su historia, incluso hasta nuestros días. De hecho, casi todos los grandes físicos, astrónomos y matemáticos del Siglo XX, como Planck , Einstein, Bohr , Heisenberg , Pauli o Eddington , comparten esta visión pitagórica o platónica del universo, como se puede ver en esta cita de Heisenberg : « Creo que, en este punto, la física moderna se ha decantado definitivamente en favor de Platón. Porque las mínimas porciones de materia no son de hecho objetos físicos en el sentido ordinario de la palabra; son formas, estructuras, o —en el sentido que les da Platón— Ideas, que pueden ser descritas sin ambigüedad en un lenguaje matemático. » Werner Heisenberg , Cuestiones Cuánticas , ed. K. Wilber , Kairós , Barcelona, 1987, p. 85. El Dios matemático

El Principio Antrópico Muchos científicos, como Freeman Dyson , señalando la importancia vital que tuvieron los valores numéricos exactos de ciertas constantes o fuerzas para el futuro de la evolución del universo, y en especial para que fuera posible la aparición de la vida y los seres humanos, sugieren la existencia de un plan general o un alma del mundo. Estos accidentes o coincidencias significativas se han hecho muy populares en la ciencia con el nombre de Principio Antrópico . « A partir de estos accidentes en la física y la astronomía, concluyo que el universo es un lugar inesperadamente hospitalario para que los seres vivos hagan en él su hogar... La armonía peculiar entre la estructura del universo y las necesidades de la vida y la inteligencia es... una manifestación de la importancia de la mente en el esquema de las cosas. Como individuos, algunos de nosotros acaso estemos dispuesto a ir más lejos… a apoyar la hipótesis de que existe un espíritu universal o un alma del mundo, subyacente en las manifestaciones de inteligencia que observamos. » Freeman Dyson , Trastornando el universo , F.C.E., México, 1982, pp. 282-284.

Un proyecto cósmico El físico Paul Davies también sugiere la existencia de un proyecto cósmico detrás de la evolución del universo, en la forma leyes de un nivel superior o de algún principio creador y autoorganizativo inherente a la naturaleza. Ideas parecidas son las sostenidas por el biólogo Sheldrake , que especula sobre la existencia de un supercampo unificado de nivel superior que incluye campos de fuerzas físicos y campos mórficos o biológicos. «Para mí existen pruebas evidentes de que hay algo que está operando detrás de todo (…) Parece como si alguien ha ajustado perfectamente los números de la naturaleza que configuran el universo (…) La impresión de diseño es abrumadora.» Davies, Paul, The Cosmic Blueprint: New Discoveries in Nature's Creative Ability To Order the Universe . New York: Simon and Schuster, 1988, p.203.

En cuarto lugar, el supuesto de la existencia de una causa inteligente, a la vez mental y material, que dio origen al universo por medio de un primer proceso de diseño de un proyecto cósmico, o Logos, y un segundo proceso de evolución o materialización de ese Logos, nos permite unificar el proceso de formación y evolución del universo, obra de la productividad creativa de Dios, o la naturaleza, con la evolución tecnológica y cultural, obra de la productividad creativa de los seres humanos, en un único modelo universal. El supuesto de la existencia de un Logos o proyecto cósmico, fruto de un primer proceso de diseño mental intencional, que luego dirigió el proceso de formación y evolución del universo no solamente logra explicar mejor la direccionalidad de la evolución y la funcionalidad de los organismos vivos, sino que también nos permite hablar de que todos los seres humanos y demás seres y cosas poseen un valor intrínseco innato; y de que existen ciertas normas éticas universales que hay que respetar. Este supuesto básico puede servir de puente entre las visiones científicas, filosóficas y religiosas, y abre las puertas a la búsqueda de un sentido a la existencia humana. Las dos etapas de los procesos creativos El supuesto alternativo de que el universo y su evolución no son más que el fruto de una serie de accidentes fortuitos o puro azar implica que no existe ningún propósito o sentido de la vida y, por lo tanto, no permite hablar de que los seres y cosas tengan algún valor por sí mismos, ni que exista ninguna norma ética objetiva, sino sólo valores y normas relativas, utilitarias y convencionales.

Proceso de materialización del Logos Proceso de diseño previo Origen Motivo Finalidad principal Logos general Proyecto Global Logos específicos Seres humanos Seres vivos Estructura material del universo Proceso mental de diseño del Logos

¿Somos el fruto del azar o estamos diseñados para un fin? Hay dos posibilidades. La primera es que seamos un producto del azar, en cuyo caso no tendríamos ninguna función o fin objetivo que cumplir. Cada individuo o cada sociedad determina sus propios fines y, por consiguiente, los valores son irremediablemente relativos. Basándonos en este supuesto a lo único que se puede aspirar es lograr acuerdos fácticos, temporales y cambiables en cuestiones de valores y normas éticas. Si, por el contrario, hubiéramos sido diseñado para un fin, nuestro valor o bondad dependería de si cumplimos o no ese fin. Además, en el caso de que hubiera un plan o proyecto objetivo para nosotros, podríamos entonces hablar de un estándar común y universal para determinar los valores y las normas.

Desde la perspectiva religiosa, en todas las culturas aparecieron relatos míticos y religiones primitivas que hablaban de una multiplicidad de dioses antropomórficos. Sin embargo, en la llamada época axial hubo una reacción en contra de esta proliferación de dioses que exhibían las mismas bajas pasiones de los seres humanos y que parecían manejar a éstos como a simples marionetas, obligándoles efectuar sacrificios sangrientos e inmorales.  Lo característico o esencial de esta época axial fue la aparición de reformadores que afirmaban la existencia de un Dios único y una ley moral universal. Por ejemplo, Moisés proclamó la existencia de un Dios único, Yahvé , que promulgó unos mandamientos morales que todos los hombres debían obedecer, y asimismo alentó la lucha contra la idolatría o los cultos a los antiguos dioses inmorales. Esta creencia semita en un único Dios, creador del cielo y la tierra, fue heredada posteriormente por el cristianismo y el islam.   De una manera similar, Zoroastro reaccionó en contra las creencias de las belicosas tribus nómadas —que adoraban a las antiguas deidades iranias y ofrecían cruentos sacrificios— afirmando la existencia de un único Dios bueno, el Señor Sabio ( Ahura Mazda ) que enseñaba a vivir de acuerdo con los pensamientos rectos, las palabras rectas y las acciones rectas. Desde la multiplicidad de dioses a la creencia en un Dios único

También en la época axial, los sabios chinos, dejando de lado las antiguas deidades chinas y antepasados deificados, utilizaron los conceptos más abstractos e impersonales del Tao y el Cielo, que eran como un primer principio creador y una ley moral universal. Confucio, en especial, resaltó la educación moral y la responsabilidad humana en cumplir esta ley moral universal o mandatos del Cielo. De una forma similar, los místicos de los Upanisads trataron de reducir a todos los antiguos dioses vedas a una tríada de dioses centrada en un impersonal Brahman , el Uno o el Espíritu Absoluto, y resaltaron la responsabilidad del hombre de liberarse de la ignorancia o de las redes de la ilusión de Maya (apariencias del mundo sensible) y fundir su Atman o alma con el Brahman o realidad última.   Un fenómeno muy parecido al hindú ocurrió en Grecia. Jenófanes criticó a los antiguos dioses griegos semihumanos y abogó por un único Dios desprovisto de las pasiones y la apariencia humana. El Uno de Pitágoras, la Idea del Bien de Platón, el motor inmóvil de Aristóteles, el Logos de los estoicos, todos ellos eran conceptos muy similares al Brahman hindú. También, los filósofos griegos, a semejanza de los pensadores hindúes, resaltaron la responsabilidad que tiene el ser humano de salir de la ignorancia o de este mundo sensible de sombras y apariencias y alcanzar el conocimiento, enfatizando asimismo la obligación humana de vivir conforme a una ley moral natural.

En cambio, Buda negó la relevancia de todas las deidades hindúes, e incluso desafió la creencia en un eterno y siempre presente Brahman , motivado por el afán en enfatizar la responsabilidad moral individual en ganar la propia perfección Buda enfatizó que solamente el cultivo de sí mismo y el autodominio eran los medios más adecuados para lograr la paz interior. Ningún rito externo, sacrificio o ayuda divina servía para alcanzar esa meta. Aun así, Buda mantuvo la creencia hindú en unas normas morales eternas o Dharma y en la inexorable ley del Karma. Los jainistas enfatizaron más si cabe la responsabilidad moral individual del ser humano en su propia perfección, y por este motivo negaron expresamente la existencia de cualquier Dios. Según Young Oon Kim, «los jainistas creen que el universo es eterno así que no hay necesidad de una primera causa. Dicen que el mundo de la materia siempre ha existido como tal por lo que no tiene sentido adelantar la hipótesis de un Creador. Y están convencidos de que el hombre mismo tiene el poder de subyugar sus pasiones y liberarse a sí mismo de las ataduras mundanas, así que, ¿por qué especular acerca de un salvador que venga de fuera? (...) Ellos presentaron todas las objeciones a la existencia de Dios que son muy familiares para los occidentales. Primero, si Dios crea algo debe ser para satisfacer alguna inclinación o para eliminar alguna ansiedad de su naturaleza, pero esto hace que Dios sea claramente imperfecto. Segundo, si el mundo es la obra de un Dios perfecto, ¿cómo es posible que sus criaturas sufran tantas miserias y males?» Y.O. Kim, World Religions , vol. 2, Golden Gate , New York, 1976, pp. 83-84.

Varios siglos más tarde, a diferencia de sus predecesores judíos y orientales, que consideraron a Dios como un juez inflexible y lo despersonalizaron —o incluso negaron con el fin de resaltar la importancia de la responsabilidad moral individual y la inexorable ley moral— Jesús asemejó a Dios a un padre amante que está dispuesto a perdonar a sus hijos si éstos se arrepienten y vuelven sus corazones hacia él, como queda claramente expresado en la parábola del hijo pródigo. Así pues, aunque no negó la existencia de una ley moral universal ni la responsabilidad que tiene el ser humano de cumplirla, sí puso por encima de esa ley divina a un Dios de amor dispuesto a abrazar y perdonar incluso a sus enemigos. Esta creencia en una fuente última de amor, o un Dios personal en la forma de un padre o una madre amante se ha generalizado a nivel popular y en muchas ramas y corrientes místicas de las tradiciones religiosas hindú, budistas, judías, y musulmanas. La razón de esto que el único control que admite de buen grado el ser humano es un control de amor. Por una persona amada se puede hacer cualquier cosa. Un marido y esposa que se aman profundamente no se siente dominados el uno por el otro. Si en la familia hay un ambiente de amor y comprensión, los hijos tampoco se sentirán controlados. Desde un Dios impersonal o un juez inflexible a un Dios personal en la forma de un padre o madre amante y bondadoso

En cambio, rechazamos instintivamente un control por la fuerza, o el de un juez inflexible o una ley moral natural inexorable que nos haga pagar las consecuencias de nuestros actos. Esta creencia crea la imagen de un universo regido por un orden moral rígido, frío e inhóspito. No obstante, poner al amor y la gracia divina por encima de la ley, sin negar a ésta ni tampoco la responsabilidad individual humana, tiene grandes ventajas, puesto que entonces se flexibiliza la ley, se induce a perdonar y ser perdonado, a arrepentirse de los errores y a reconciliarse mutuamente, a amar incluso a los enemigos y malhechores, y no sólo pedir justicia o exigir un castigo, sin misericordia ni perdón. Por otro lado, la creencia en un Dios amante que derrama su gracia sobre los hombres puede degenerar en formas de religiosidad primitivas e infantiles. Es decir, fomentar en las personas una actitud pasiva, pedigüeña y dependiente, que hace que siempre esperen ser ayudados y que sean incapaces de hacer algo por sí mismo. De esta forma, se impide que cumplan con su responsabilidad individual de desarrollar sus cualidades morales y perfeccionarse.

Sun Myung Moon no sólo considera a Dios como un padre o madre amante, sino que asevera que la motivación fundamental que le llevó a crear brotó de su corazón, su esencia más profunda, que, según explica el Pensamiento de Unificación: «P uede ser definido como el impulso emocional de amar infinitamente. El amor requiere necesariamente un objeto de amor. Especialmente, el amor de Dios es un impulso irreprimible que brota de lo más profundo de su ser. Por esta razón, Dios necesitaba absolutamente tener un objeto al que poder amar. Con esta intención, Dios creó a los seres humanos y todas las cosas. » Sung Hun Lee, New Essentials of Unification Thought , UTI , Korea , 2006, pag . 24. Esta visión de un universo cálido y armonioso creado y regido por el amor encaja mejor, desde luego, con la forma de ser y las aspiraciones de felicidad de los seres humanos, como queda expresado poéticamente por Sun Myung Moon : «Dios deseaba sentir alegría; por ello Él creó este mundo para la realización del amor. Dios quería ser feliz en un mundo impregnado por un cálido y armonioso amor, donde los seres humanos y todas las criaturas moraran unidos en el amor de Dios. Él deseaba deleitarse al ver a los hombres y mujeres establecer relaciones conyugales en Su amor, y luego construir familias, sociedades, naciones y un mundo de amor; Dios entonces probaría la alegría del amor a través de la unión amorosa de estos seres humanos. Este era precisamente el ideal de la creación de Dios . » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 113:312.

Todas las religiones coinciden en la idea de que toda la humanidad debería vivir en paz y armonía entre sí y con la naturaleza, como una gran familia unida por un amor universal de origen divino, celestial o cósmico, un amor universal, altruista y desinteresado, que para todas ellas es el valor supremo, la finalidad del universo, el sentido de la vida y la felicidad plena. Al mismo tiempo, todas las tradiciones religiosas concuerdan en la creencia de que existe un orden moral objetivo en el universo —o sea, una ley divina, natural o principio cósmico— que debería regular la conducta humana individual y social. De hecho, existe entre todas ellas una coincidencia asombrosa en los preceptos y principios éticos más importantes y esenciales. Ibn Arabi , místico sufí andalusí, y Gandhi nos ilustran estos dos conceptos comunes a todas las religiones. « Hubo un tiempo en que yo reprochaba a mi prójimo si su religión no estaba cercana a la mía. Pero mi corazón es capaz [ahora] de convertirse en todas las formas religiosas: es una pradera para las gacelas, el claustro de un monje cristiano, un templo para los ídolos, las tablas de la Ley mosaica , el libro del Corán. Yo profeso la religión del amor. Y sea cual fuere la dirección que tome la cabalgadura, el amor es mi credo y mi fe. » Ibn Arabi , citado por Joaquín Lomba, «El pensamiento islámico occidental», en Filosofías no occidentales, Miguel Cruz Hernández, ed., Trotta , Madrid, 1999, p. 271. « En verdad la religión debería penetrar cada una de nuestras acciones. Aquí religión no quiere decir sectarismo. Significa creer en un orden moral que gobierna el universo, que no es menos real debido a que sea invisible. Esta religión transciende al hinduismo, islam, cristianismo, etc. No las reemplaza, sino que las armoniza y les da realidad. » Mahatma Gandhi, All men are brothers, Navajivan Publishing House, Ahmendabad , 1960, p. 77. Un amor universal y un orden moral universal

Como comentamos antes, en la época axial los primeros filósofos griegos, a semejanza de los filósofos hindúes, redujeron a todos los dioses antropomórficos a un Dios único impersonal, como el Uno de Jenófanes y de Pitágoras. Con el pitagorismo, en especial, se inició la creencia en un Dios matemático que ordenó el universo con razones numéricas, que ha tenido una larga tradición filosófica y científica, incluso hasta nuestros días. Sócrates recogió el concepto del Nous o inteligencia ordenadora de Anaxímenes y elaboró por primera vez en la historia el argumento de diseño para tratar de demostrar su existencia. La Idea del Bien de Platón, la primera causa o motor inmóvil de Aristóteles y el Logos de los estoicos fueron conceptos que asimilaron los filósofos cristianos, judíos y musulmanes para explicar racionalmente el Dios único semita y el proceso de la creación del mundo. De esta tradición viene el Dios de Descartes, el Dios postulado por Kant y su concepto de ley moral universal, el Dios deísta identificado con unas leyes morales racionales y también los conceptos modernos de ley natural y derechos humanos. El neoplatonismo, con su idea de un Dios monista y un proceso de emanación a partir de él, ha sido otra de las tradiciones que más han influido en filósofos y científicos posteriores, como el Uno de Giorgiano Bruno, el Dios como unidad y totalidad de Espinosa, la mónada infinita de Leibniz y el Espíritu Absoluto de Hegel. Otros filósofos han hablado de Dios como lo infinito, lo absoluto, lo incondicionado, la transcendencia, etc. Sin embargo, ya desde los inicios de la filosofía algunos filósofos griegos negaron la existencia de los dioses, curiosamente por las mismas motivaciones éticas y argumentos lógicos con los que el budismo y el jainismo negaron a los dioses hindúes. El Dios de los filósofos

Epicuro negó la existencia de cualquier dios por motivaciones éticas, porque un Dios que permite los males y miserias del mundo sería un Dios cruel y porque consideraba inmoral atormentar a las personas con la amenaza de los castigos eternos en el más allá. Por esta razón, adoptó el atomismo de Demócrito, quien por motivaciones similares también había negado la existencia de una inteligencia ordenadora ( Nous ) del cosmos afirmando que éste era fruto de una combinación al azar de átomos. Estas mismas motivaciones y justificaciones racionales son las que han mantenido la tradición materialista en la filosofía y la ciencia, junto con otras razones escépticas, que ya sostuvo Protágoras al decir que sobre los dioses no podía decir que existen o no, por la oscuridad del asunto. Así, desde su postura escéptica, Hume negó la validez del argumento del diseño, aduciendo la explicación atomista y argumentando que Dios, en el caso que existiera, sería un Dios cruel por permitir el mal en el mundo y por haber creado un infierno eterno y alentado las guerras de religiones. Feuerbach , desde una visión humanista semejante a la jainista , afirmó que el hombre por debilidad crea a Dios, a la imagen del un hombre perfecto idealizado, y que por ello su devoción a Dios le impide perfeccionarse a sí mismo. Nietzsche proclamó la muerte de Dios porque pensaba que la creencia en Dios empequeñecía y debilitaba en gran manera al hombre asumiendo unos valores que niegan la vida. Y Marx afirmó que la religión es el opio del pueblo, una ideología al servicio de la clase dominante con la que se narcotiza al pueblo para que éste se resigne ante las injusticias sociales de este mundo y ponga sus esperanzas solamente en el cielo.

En el campo científico, el paradigma predominante durante varios siglos fue el mecanicismo materialista que excluía a Dios o lo hacía innecesario. Sin embargo, con la caída de este paradigma materialista en el siglo pasado, los filósofos y científicos materialistas han perdido el principal argumento racional para negar la existencia de Dios. Y en cuanto a las razones éticas para negar la existencia de Dios, en realidad con éstas solamente se niegan unas creencias y una religiosidad infantil en unos casos, y deformada en otros, que promueven una imagen primitiva y desfigurada de Dios. Los conceptos de un amor universal y un orden moral universal son, de hecho, también compartidos por las personas que tienen visiones del mundo puramente humanistas, agnósticas, materialistas o naturalistas. La diferencia radica, simplemente, en que los humanistas laicistas o agnósticos consideran que este valioso amor universal y solidario hacia el género humano es de un origen puramente humano, y que el necesario orden moral universal que debería regir a la sociedad tiene que ser el fruto de la razón humana o de un consenso universal. Mientras que los materialistas y naturalistas darwinianos suelen aceptar esos dos conceptos por razones puramente pragmáticas, o sea, porque es algo beneficioso para la humanidad, a pesar de que sus presupuestos últimos les induzcan a pensar que el universo no tiene ningún sentido, que están aquí por pura casualidad y que en la naturaleza no impera ningún tipo de orden moral excepto la lucha por la supervivencia.

Todos y cada uno de los seres humanos, sin distinción de género, raza, clase o condición social, son poseedores de una misma dignidad especial, conferida por Dios o la naturaleza, que les distingue del resto de las criaturas, y son portadores de un mismo valor sagrado, único, cósmico y eterno, que es innato e intrínseco a su condición humana, y por lo tanto todos los seres humanos merecen la misma consideración y sumo respeto. Principio de la dignidad e igualdad 2

Principio de la dignidad e igualdad La dignidad especial y el valor intrínseco e innato de cada persona desde un punto de vista científico La dignidad especial y el valor intrínseco e innato de cada persona desde un punto de vista filosófico y religioso El valor único, peculiar, irrepetible e insustituible de cada individuo humano El ser humano como fin último, centro y microcosmos del universo Valor eterno de los seres humanos por poseer un alma inmortal La igualdad esencial de todos los seres humanos La igualdad de derechos básicos, la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades

El dignidad especial y valor intrínseco que distingue al ser humano del resto de los seres y cosas, desde un punto de vista científico, se puede reconocer debido al hecho de que —a pesar de compartir una naturaleza biológica muy semejante al resto de los seres vivos— los seres humanos destacan por su capacidad de realizar procesos mentales de un nivel muy superior a ellos (capacidad de conceptualizar, inferir leyes generales, elaborar un discurso, etc.) y por poseer un grado más elevado de autoconsciencia (capacidad de reflexionar sobre sí mismo). Y también por disponer del más alto grado de autonomía, libertad y creatividad para perseguir sus fines y transformar su ambiente. Como acabamos de explicar en el principio anterior, hemos defendimos la existencia de una primera causa inteligente, a la vez material y mental, y un proyecto cósmico detrás de la evolución del universo. Este es un presupuesto esencial para poder hablar del valor o dignidad humana, puesto que si el ser humano está hecho con un propósito o configurado para un fin, entonces es posible afirmar que posee un valor intrínseco, objetivo e innato por el simple hecho de ser hombre. Pero, en el caso de que los seres humanos fueran un producto casual de una serie de explosiones o accidentes fortuitos, como creen muchos científicos, no sería posible sostener que el ser humano tiene un valor intrínseco por su mera condición humana, sino solamente un tipo de valor convencional, utilitario y variable que podríamos otorgarnos unos a otros mediante pactos de conveniencia. La dignidad especial y el valor intrínseco e innato de cada persona desde un punto de vista científico

El valor intrínseco y la dignidad humana, desde una perspectiva filosófica puramente racionalista o humanista, se reconoce por el hecho de que todo ser humano posee una misma naturaleza humana común homogénea en la que destaca la razón, que le posibilita tener —a diferencia de los animales— la capacidad de habla, comunicación y diálogo con los demás seres humanos, y también porque somos seres que hemos sido dotado de libertad y responsabilidad para desarrollar nuestro propio carácter y dirigir nuestra vida. Desde el punto de vista religioso, todas las religiones comparten la creencia en que todos los seres humanos poseen una dignidad y valor sagrado por el hecho de haber sido creados como hijos e hijas de Dios según su imagen y semejanza, o por ser los portadores de un logos o alma que es una parte, gota o chispa del mismo y común Logos, Tao, Atman o Espíritu absoluto que es la Realidad última, o principio cósmico que rige al universo. Por lo cual, todos y cada uno de los seres humanos merecen ser tratados con sumo respeto ya que poseen una dignidad y valor sagrado o divino. Por todas estas razones, siempre hemos intuido que cada ser humano tiene una dignidad especial y un gran valor intrínseco como individuo, y no solamente como miembro de la especie humana. Esta creencia en la dignidad especial de los seres humanos es el fundamento de los conceptos de igualdad y libertad humana, así como de la defensa actual de los derechos humanos. La dignidad especial y el valor intrínseco e innato de cada persona desde un punto de vista filosófico y religioso

Además de compartir una naturaleza básicamente homogénea, cada ser humano tiene unas características individuales peculiares, especiales y únicas. De entre los miles de millones de habitantes de la tierra no se pueden encontrar dos personas exactamente iguales. Aunque todo el mundo tiene ojos, nariz y boca, el diferente tamaño, color, disposición y proporción relativa entre estos mismos elementos hacen que la cara de cada individuo sea única. Igualmente, aunque todos poseemos las mismas capacidades mentales, deseos básicos y creatividad, hay diferencias de temperamentos y talentos que hace que cada uno de nosotros posea una personalidad única. Por ejemplo, se puede observar que hay personas más sensibles y emocionales dotadas con talentos artísticos innatos; u otras más reflexivas e intelectuales con inquietudes científicas; y otras más voluntariosas y activas con una inclinación hacia actividades más prácticas. Así pues, cada individuo tiene una constitución física, semblante, temperamento, talentos y personalidad única e irrepetible.

Algo en lo que coinciden la tradición científica, filosófica y religiosa es en reconocer que los seres humanos poseen un valor único, es decir, una individualidad única e irrepetible. A pesar de compartir una misma naturaleza común biológica y psíquica, cada individuo humano posee unas características propias únicas que le diferencia del resto de los individuos, tanto en su estructura fisiológica o aspecto exterior como en sus cualidades de carácter o talentos innatos, lo cual le otorga un valor extraordinario. Los seres humanos se podrían asemejar a piezas únicas, irrepetibles e insustituibles de una gran maquinaria, que poseen un valor equivalente al de la totalidad, ya que sin esas piezas únicas la maquinaria no funcionaría adecuadamente ni estaría completa. Desde la perspectiva religiosa, como se afirma en el Principio Divino, se podría decir que cada persona humana fue creada por Dios con una personalidad única, irrepetible e insustituible con el fin de poder amarlo de una forma única, personal y exclusiva, de igual manera que los padres siente una alegría única al amar a cada uno de sus hijos e hijas, que son para ellos como tesoros únicos, insustituibles o irreemplazables que no tienen precio. El Principio Divino, Parte I, Cap. VII, Sec. I. El valor único, peculiar, irrepetible e insustituible de cada individuo humano

Existen marcadas diferencia entre los seres humanos y los animales. Nosotros hemos sido dotados de una gran autonomía, libertad y responsabilidad para desarrollar nuestro propio potencial de una manera creativa y única. En cambio, a los animales —a diferencia del ser humano— les falta ese potencial y capacidad de modelar su propia personalidad de una manera creativa y única. Así pues, su valor radica más en el valor de cada especie en su conjunto que en sus miembros individuales. Por ello, el hecho natural de que los individuos de las especies inferiores de seres vivos sirvan de alimentos a los de las especies superiores, formándose así delicados ecosistemas o ciclos vitales en equilibrio, es algo natural y beneficioso, pues permiten el desarrollo, mejoramiento y perpetuación de cada especie. No se podría decir lo mismo si los hombres se dedicaran a matarse entre sí y a comerse unos a otros, como antiguamente hacían algunos pueblos primitivos. Diferencias entre los seres humanos y las demás criaturas

Los animales, en especial los superiores, muestran también ciertas características individuales únicas, aunque en menor grado que los individuos humanos. A medida que se va descendiendo en la escala de los seres vivos, esas características individuales únicas se van difuminando hasta casi confundirse con las características únicas de la especie. En el mundo mineral, la individualidad o características únicas de los materiales es ya exactamente idéntica a las características únicas de los elementos químicos simples o la combinación de éstos que componen dicho material, sin que haya ninguna individualización. Así, por ejemplo, un pedazo de oro puro es exactamente igual a otro trozo cualquiera.

Un admirable camaleón A diferencia de los animales, el ser humano está configurado para que —de una manera libre y responsable— se moldee a sí mismo, desarrollando un potencial de cualidades y talentos innatos. Como dice Pico de la Mirándola, el hombre es como un camaleón, o un diamante en bruto, que tiene la responsabilidad de formarse, tallarse o perfeccionarse a sí mismo y crear una obra de arte única. “No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un oficio peculiar, ¡oh Adán!, para que el puesto, la imagen y los empleos que desees para ti, esos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección. Para los demás, una naturaleza contraída dentro de ciertas leyes que les hemos prescrito. Tú, no sometido a cauces algunos angostos, te la definirás según tu arbitrio al que te entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras más cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo lo que hay en ese mundo. Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para ti (...)” ¿Quién no admirará a este camaleón? o ¿qué cosa más digna de admirar? Pico de la Mirándola, De la dignidad del hombre , Editora Nacional, Madrid, 1984, pp. 103-104.

Esta personalidad o carácter único e irrepetible de cada individuo humano, cuya base genética se halla en el carácter único de su ADN —producido por la recombinación de genes de sus progenitores— no se pierde a pesar de la influencia de las circunstancias ambientales. Durante el periodo de crecimiento de una persona es evidente que influye en su constitución física el clima y el lugar donde vive, los alimentos que ingiere y otras circunstancias ambientales que pueden modificarla substancialmente, pero lo que no pueden hacer las circunstancias es convertir a una persona en otra diferente. Las personas son fácilmente reconocibles por su expresión facial única a pesar de los cambios producidos por el paso del tiempo o por enfermedades. Las circunstancias ambientales pueden producir a largo plazo transformaciones más profundas, como son los fenómenos de microevolución o mecanismos biológicos de adaptación al ambiente, que dieron lugar a las diferencias entre razas humanas. Pero, incluso estos cambios o transformaciones no han modificado las características únicas de la especie humana ni las de sus individuos, degradándolas o mejorándolas. Por eso, es absurdo hablar —como hacían los darwinistas sociales y nazis— de razas e individuos superiores o más evolucionados y de razas e individuos inferiores o menos evolucionados. Para, luego, justificar las guerras y el colonialismo diciendo que es un proceso de selección natural o lucha por la supervivencia de los más aptos, o, en el caso de los nazis, para justificar la exterminación de pueblos enteros. Todas las personas de cualquier color de piel o raza poseen una naturaleza humana equivalente y una individualidad única igualmente valiosa. El ADN y la influencia de las circunstancias ambientales

En la Ilustración, se hizo muy popular la idea de que la educación y la civilización conformaban en gran medida el carácter y forma de ser de las personas. Es evidente que las circunstancias familiares y sociales, el ambiente cultural de la época en la que se vive, los estudios y la educación recibida, el trabajo que se desempeña y las experiencias personales influyen mucho en la formación del carácter o la personalidad de las personas. Sin embargo, no lo hacen hasta el punto de modificar esa individualidad única congénita. Además, hay que tener en cuenta que el ser humano tiene la suficiente autonomía y creatividad como para no dejarse influir por los demás, tomar sus propias decisiones e incluso cambiar sus circunstancias sociales. Este tipo de ideas ilustradas, llevadas a un extremo, hicieron creer a dictadores comunistas como Stalin que las personas estaban completamente condicionadas por el sistema social y que se podían eliminar si se negaban a cooperar con la revolución, con la misma tranquilidad que se sacrifica a un ganado aquejado con una enfermedad infecciosa. También, con el empeño de los biólogos darwinistas actuales de tratar de homologarnos con los animales y negar así el valor de nuestra individualidad única y dignidad especial —ignorando o tratando de minimizar las grandes diferencias que hay entre las demás especies y la nuestra, y todo ello para tratar de demostrar de venimos de los monos— corremos el riesgo de acabar convirtiéndonos en conejitos de indias en sus manos. La influencia de la educación y las circunstancias sociales

Con respecto al valor cósmico de los seres humanos, incluso famosos biólogos darwinianos, como Dobzhansky , empiezan reconociendo que «la evolución en conjunto tuvo, sin duda, una dirección general, desde sencilla hasta compleja, desde una dependencia hasta una independencia relativa del ambiente, hasta una autonomía cada vez mayor de los individuos, un desarrollo cada vez más considerable de los órganos de los sentidos, y de los sistemas que transfieren y procesan la información acerca del estado del medio ambiente del organismo, y finalmente una consciencia cada vez mayor» , y terminan diciendo que «la evolución se parece a una creación artística. Su obra maestra es el hombre.» T. Dobzhansky , «El azar y la creatividad en la evolución», en Estudios sobre la filosofía de la biología, F. J. Ayala y T. Dobzhansky , Ariel, Barcelona, 1983, pp. 397, 428. De hecho, en la ciencia actual se ha vuelto muy popular el llamado Principio Antrópico , que viene a decir que hay muchas coincidencias numéricas en distancias, medidas de fuerzas, constantes universales, etc., que parecen indicar que el universo estaba ya preconfigurado de antemano para que pudiera aparecer el ser humano. Con lo cual se realza extraordinariamente el valor del hombre, sobre todo si se compara con el papel que la vieja ciencia mecanicista le había asignado como mota de polvo insignificante de un planeta minúsculo en medio de la inmensidad del universo. Valor cósmico del ser humano como fin último, centro y microcosmos del universo

La centralidad de los seres humanos Los seres humanos, a pesar de tener un tamaño minúsculo y microscópico si lo comparamos con las dimensiones de las galaxias, y a pesar de que vivimos en un humilde planeta de un sistema solar que está en una de las innumerables galaxias del universo, podemos considerarnos como el fruto último de la evolución del universo. Pues somos los sistemas organizados de máxima complejidad, muy superior a la complejidad de los sistemas galácticos, y con un nivel de procesos mentales que nos califica para ocupar esa posición central, puesto que somos los “observadores” que tiene la capacidad de conocer, estudiar apreciar y valorar al conjunto del universo. Esto queda muy bien expresado en la siguiente cita del Principio Divino : « Si no hubiera seres humanos que observaran y apreciaran el universo, el universo podría compararse a un museo sin visitantes. Los objetos exhibidos en el museo pueden mostrar su verdadero valor solamente cuando hay un ser humano que los aprecia, que los ama y siente alegría al verlos. Esta relación con los seres humanos es la que le da valor a sus existencias. Si no hubiera ninguna persona que los apreciara, ¿qué sentido tendrían su existencia? (…) Solamente los seres humanos estudian, clasifican y descubren las características de todos los minerales, animales y plantas, incluyendo todo lo que existe en la tierra, el mar y el aire, así como los astros, estrellas y galaxias que forman todo el universo. » El Principio Divino , Parte I, Cap. I, Sec. II, 4, (4).

En realidad, ahora se está volviendo a dar la razón a la clásica visión antigua del ser humano como fin último, centro y microcosmos del universo, puesto que, aunque no viva —como se creía antes— en el centro del universo sino en un pequeño planeta de una de las innumerables galaxias del universo, hay indicios de que sea así por su complejidad, por incluir dentro de sí todos los estratos inferiores y porque parece que el universo se constituyó tal como es para que pudieran aparecer y vivir en él los conocedores o apreciadores del universo. Por tanto, no es descabellado atribuir un valor cósmico y sagrado a cada ser humano, como defendieron de forma intuitiva muchos filósofos desde la más remota antigüedad, como se desprende de las siguientes citas:   « El hombre es un mundo en miniatura. » Demócrito, Frag . 34, cit. en A. Bernabé, De Tales a Demócrito, Fragmentos presocráticos, Alianza, Madrid, 1988.   « Cada uno es una imagen de Dios en miniatura. » Manilio 4, 895, Aurea Dicta, Dichos y proverbios del mundo clásico, Selección de Eduard Valentí , Crítica, Barcelona, 1987, p. 35. « El hombre es una cosa sagrada para el hombre. » Séneca, Epístolas 95, 33, Ibíd., p. 35. La metáfora del hombre como fin último, centro y microcosmos del universo

« El hombre es el intermediario de todas las criaturas, emparentado con las superiores, rey de las inferiores, por la perspicacia de sus sentidos, por la penetración inqui­sitiva de su razón, por la luz de su inteligencia, intérprete de la naturaleza, cruce de la eternidad estable con el tiempo fluyente y cópula del mundo. » Pico de la Mirándola, De la dignidad del hombre, Editora Nacional, Madrid, 1984, pp. 103-104.   « Por esta causa el hombre es llamado microcosmos, debido a que hay en él una similitud de todo el universo. Mientras que su cuerpo está en la escala del mundo corporal, su alma está en la grada del mundo espiritual. En este sentido, los filósofos, acotando y delimitando la filosofía, dijeron que la filosofía es el conocimiento del hombre, de su alma, ya que partiendo de su propio conocimiento conoce la totalidad (de lo existente). » Ibn Saddiq , Microcosmos, cit. por Carlos del Valle, «La filosofía judía», en Filosofías no occidentales, Miguel Cruz Hernández, ed., Trotta , Madrid, 1999, pp. 356-357.   « Qué maravillosamente ha sido creado y configurado el hombre, cuando se penetra en su verdadero ser... y en su grandeza —pensad en eso— que no haya nada en el cielo ni en la tierra que no se encuentre también en el hombre. » Paracelso , Textos esenciales, Siruela , Madrid, 1995, p. 94.  

« En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio [el ser humano] y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tienen una dignidad. » Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Espasa-Calpe, Madrid, 1963, pp. 92-93.   « Un ser humano individual es más precioso que el universo. El valor de cada persona es infinito, porque él o ella han sido creados como el compañero de amor de Dios. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 262: 145, (23 de julio de 1994).   « Un ser humano es un pequeño universo, el microcosmos del macrocosmos de la creación divina. Dios, la fuente del macrocosmos, es también la fuente de nuestra energía. Como universos en miniatura, cada uno de nosotros estamos relacionados con el macrocosmos y recibimos su energía en nuestro corazón. Así pues, estamos conectados a la fuente de la fuerza infinita, y como su contraparte estamos dotados de un valor cósmico. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 121:193, (27 de octubre de 1982).

Desde el punto de vista de las diversas tradiciones religiosas, al ser humano siempre se le ha valorado como centro del universo, microcosmos, señor de la creación, vicario de Dios en la tierra o armonizador del Cielo y la Tierra. Además, la mayoría de ellas afirman también que el alma humana es inmortal, lo cual resalta aún más la dignidad especial de ser humano. Kant postuló la inmortalidad del alma humana por razones éticas, porque pensaba que la meta de la perfección necesita de la eternidad para poder cumplirla y porque el justo debería ser recompensado en la otra vida con la felicidad que no experimenta en la tierra. Éstas son, en esencia, las mismas razones por las que las religiones han postulado la vida eterna. Para que exista una segunda oportunidad de redimirse y para que se haga justicia, puesto que si las personas malas no son castigadas y las personas buenas que sufren a causa de ellas no son revindicadas en la otra vida el mundo sería completamente injusto. Aparte de estas razones éticas, la creencia en la eternidad se basa en la lógica del amor. Si el ser humano tiene una dignidad especial por ser un hijo o hija amado por Dios con una personalidad única e insustituible, deberá también existir eternamente, lo cual, resalta aún más el valor de la persona humana, como sostiene Sun Myung Moon en la siguiente cita: Valor eterno de los seres humanos por poseer un alma inmortal « Si Dios es un ser absoluto y eterno, entonces el ser al que Él pueda amar debería también vivir eternamente. Por esta razón, todos los seres humanos han anhelado la vida eterna desde tiempos inmemoriales. Dios, el ser absoluto, no tuvo más remedio que crear a sus amados hijos e hijas con el valor de la vida eterna. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas , Seúl, HSA-UWC , 39:342, (16 de enero de 1971).

La igualdad esencial de todos los seres humanos En cuanto a la igualdad esencial de todos los seres humanos, ésta es una consecuencia lógica de la dignidad especial que posee cada ser humano. Los estoicos —al suponer que todos los hombres participan del mismo Logos universal— la defendieron e incluso condenaron la esclavitud, y los cristianos, al creer que todos los hombres y mujeres son hijos e hijas de Dios, abogaron por una fraternidad humana universal. Incluso antes, Buda y los jainistas ya intentaron abolir el sistema de clases de sociedad hindú, y Confucio trató de universalizar en China la educación y el acceso a los cargos públicos. Como se puede apreciar en las citas que vienen a continuación, prácticamente en todas las culturas surgieron voces que abogaron por la igualdad humana. A los que descienden de padres distinguidos les respetamos y honramos; en cambio, a los que no son de clases distinguidas no los respetamos ni honramos. En esto nos comportamos recíprocamente como bárbaros, pues por naturaleza hemos sido creado iguales en todos los aspectos, así bárbaros como helenos Antifonte de Atenas, s. V a. De C   La divinidad ha creado iguales a todos los hombres; la naturaleza no ha hecho a nadie esclavo . Alcidamas de Elea , citado por Aristóteles, Retórica, A13 , 1373b

Soy el mismo para todos los seres. No hay nadie despreciable o favorito para mí. Hinduismo. Bhagavad Gita IX, 29 No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó un mismo Dios? Judaísmo y Cristianismo. Biblia, Malaquías 2.10 ¿Qué importan, pues, todos esos títulos, nombres y razas? Son meramente convenciones humanas. Budismo. Sutta Nipata 648 El mundo del corazón es un mundo en el que todo el mundo es igual. El reino de los cielos, que es la extensión de una única familia, es un mundo de hermandad. Sun Myung Moon , Way of God’s Will 2.3. Sabed que todos los seres humanos son los depositarios de la Luz Divina. Dejad de preguntar acerca de su casta. En el más allá no hay castas. Sikismo . Adi Granth : Asa, M.1 , p. 349 El Maestro dijo: Trasmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de razas ni categorías. Confucianismo. Hia-Lun V.38 Su Señor les exaudió , diciendo: “¡Jamás desmereceré la obra de cualquiera de vosotros, sea hombre o mujer! Porque descendéis unos de otros”. Islam. Corán 3.195

La igualdad fue uno de los grandes conceptos revolucionarios que enarbolaron los ilustrados y la emergente clase burguesa en contra de la aristocracia y la monarquía del Antiguo Régimen. En primer lugar, se afirmó la igualdad básica en valor, dignidad y derechos naturales de cada ser humano frente a la costumbre antigua de otorgar dignidad y privilegios especiales a ciertas personas por su linaje, clase o condición social, mientras que a otras de origen más humilde se las trataba de manera infrahumana relegándolas a la servidumbre o esclavitud. Intentaron así llevar a la práctica los antiguos ideales estoicos y cristianos de la ecumene o fraternidad universal. La igualdad de derechos básicos, la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades Y en segundo lugar, se afirmó la igualdad de todos los ciudadanos ante una única ley, frente a la tradición medieval en la que las personas pertenecientes a las diferentes clases o estamentos sociales tenían distintos derechos o privilegios legales y eran juzgados en tribunales diferentes, reviviendo así las antiguas creencias judías y estoicas en la existencia de una misma Ley o Logos común para toda la humanidad. En tercer lugar, frente a al monopolio de cargos públicos, tierras y riquezas por parte de la aristocracia, abogaron por la igualdad de oportunidades. La creencia en la igualdad básica de todos los hombres no les llevó a proponer una distribución igualitaria de cargos y riquezas entre toda la población, sino a pensar que las personas deberían ser recompensadas con esos bienes de acuerdo al mérito o contribución que hicieran a la sociedad, para lo cual todas las personas deberían tener una igualdad de oportunidades.

Esta idea de la distribución de cargos y riqueza de acuerdo al mérito era revolucionaria en aquella época en el sentido de que negaba que las asignaciones arbitrarias de los reyes o las titularidades heredadas fueran los criterios para distribuir cargos y riquezas. Los liberales clásicos entendían que la libre elección de los representantes políticos y el libre juego de las leyes de la oferta y la demanda del mercado garantizarían la igualdad de oportunidades necesaria para su « meritocracia justa». No obstante, es obvio que las desigualdades naturales de talentos y capacidades, y las desigualdades sociales que se generan debido a la educación, propiedades y fortunas heredadas, hacen que existan privilegiados que parten de una posición inicial más ventajosa que el resto de las personas, lo cual convierte a esta igualdad de oportunidades en algo puramente formal e inexistente en la práctica. A pesar de que los liberales siempre fueron reacios a cualquier tipo de paternalismo estatal que le recordara al antiguo paternalismo monárquico, con el paso del tiempo y bajo la presión de los nuevos revolucionarios y reformadores sociales que denunciaron las miserias de la clase trabajadora y abogaron por una justicia social igualitaria que distribuyera las riquezas no de acuerdo al mérito sino a las necesidades básicas de las personas, al final no tuvieron más remedio que aceptar intervenciones paternalistas por parte del Estado, sobre todo en el campo de la salud pública, en la educación y en otras medidas de bienestar social, que generasen una mayor igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.

Todos y cada uno de los seres humanos, sin distinción de géneros o razas, están configurados para disponer del más alto grado de libertad , responsabilidad y creatividad de entre todas las criaturas, al mismo tiempo que —como organismos biológicos semejantes a los demás seres vivos y cosas— están sujetos a las mismas leyes deterministas de la naturaleza. Principio de la libertad, responsabilidad y creatividad 3

Tras los últimos avances de la ciencia, especialmente la física cuántica, existe un consenso generalizado acerca de la indeterminación fundamental de la naturaleza, que refuta la vieja imagen mecanicista del universo-reloj regido por leyes naturales deterministas que no dejaban ningún margen de libertad ni siquiera para el hombre. Se puede concluir que el supuesto más razonable es afirmar el carácter a la vez determinista e indeterminista del universo. La intencionalidad, autonomía y creatividad y los mecanismos regidos por leyes son dos aspectos complementarios inherentes a todos los niveles de la naturaleza que siempre van juntos, de igual manera que los aspectos mentales y materiales son complementarios e inseparables entre sí. La única distinción es una diferencia de grado o proporción, ya que en los niveles más bajos hay más elementos legales y mecánicos que intencionales, y en los superiores predomina la intencionalidad, autonomía y creatividad sobre los aspectos mecánicos. El carácter a la vez determinista (capacidad racional, intencionalidad, autonomía, libertad, creatividad) e indeterminista (mecanismos regidos por leyes) del universo

Capacidad racional Intencionalidad, Libertad Autonomía y Creatividad Leyes Mecanismos Capacidad racional Intencionalidad Autonomía y creatividad Leyes Mecanismos Capacidad racional Intencionalidad Autonomía, creatividad Leyes Mecanismos Autorregula-ción (razón) Leyes Mecanismos Autorregula-ción Seres humanos Animales Vegetales Minerales CAPACIDAD RACIONAL LEYES INTENCIONALIDAD MECANISMOS AUTONOMÍA Y CREATIVIDAD INDETERMINISMO DETERMINISMO Distribución escalonada de capacidad racional, intencionalidad, autonomía y creatividad (indeterminismo) y mecanismos regidos por leyes (determinismo) en los diferentes niveles de realidad

Se puede ver que el mundo mineral compuestos por partículas, átomos y moléculas está gobernado por campos físicos que tienen un mínimo de capacidad racional o intencionalidad y un máximo de leyes. Luego, sobre la base del mundo mineral, aparecieron los seres vivos gobernados por los campos de vida biológicos con elementos de capacidad racional intencional cada vez más elevados así como elementos legales y mecánicos. Por ello, los seres vivos disponen de una capacidad de realizar procesos mentales cada vez más intencionales. Lo cual les posibilita disponer de una autonomía y creatividad cada vez más alta a pesar de seguir siendo al mismo tiempo mecanismos regidos por leyes. Hasta llegar a los seres humanos, que son los seres con mayor capacidad racional, lo cual les permite procesar información de una manera más compleja y disponer de más autonomía y creatividad que el resto de los seres vivos, a pesar de ser también al mismo tiempo mecanismos regido por leyes. Este supuesto es el único que nos permite hablar de la libertad unida a una responsabilidad moral en el caso de los seres humanos, que son los que disponen del más amplio margen o grado de autonomía y creatividad. Ya que si se cree en una naturaleza completamente determinista sería absurdo hablar de libertad o responsabilidad moral. Y, en el caso de que la naturaleza estuviera exclusivamente regida por el azar, se podría hablar de libertad pero no de responsabilidad moral.

Libertad y leyes Mucha gente tiene la idea equivocada de que las leyes se oponen a la libertad. Es todo lo contrario. Las leyes son precisamente las que garantizan la libertad. El Pensamiento de Unificación sostiene esta misma postura basándose en que la intencionalidad y autonomía o libertad, por un lado, y los mecanismos regidos por leyes, por otro, están presentes en mayor o menor grado en la constitución de todos los seres y cosas del universo, como Sung Hun Lee explica en la siguiente cita: « Así pues, libertad y necesidad, intencionalidad y mecanismo operan de una forma integrada en la existencia y movimiento de todas las cosas. En otras palabras, la libertad funciona en conexión con la necesidad, y la intencionalidad opera junto con los mecanismos. Hasta ahora, la relación entre la libertad y la necesidad ha sido entendida a menudo como una antinomia: libertad y necesidad han sido considerados como conceptos opuestos de la misma manera que libertad y control pueden ser entendidos como dos elementos que están en tensión. En el Pensamiento de Unificación , sin embargo, razón y ley no están en una relación de antinomia, sino de unidad. » Sung Hun Lee, New Essentials of Unification Thought , UTI , Korea, 2006, pag . 10.

Principio de la libertad, responsabilidad y creatividad La libertad, autonomía y creatividad no son absolutas ni irrestrictas, sino que sólo pueden existir dentro de un orden legal natural y moral La libertad y creatividad implica ser responsables de sí mismo y de los demás Cuando se coarta la libertad de las personas se impide que éstas sean responsables Una libertad irresponsable y transgresora causa autodestrucción

Ni la libertad (autonomía) ni la creatividad humana son irrestrictas y absolutas, ya que el ejercicio de estas capacidades sólo permiten al ser humano disponer de un amplio margen de maniobra, pero siempre dentro de un orden legal natural y moral. Así pues, libertad, creatividad, y respeto a un orden legal y moral son elementos que van siempre juntos. La libertad, autonomía y creatividad no son absolutas ni irrestrictas, sino que sólo pueden existir dentro de un orden legal natural y moral

Es igual de absurdo suponer que estamos completamente condicionado por leyes deterministas que pensar que disponemos de una libertad o creatividad completa para hacer todo lo que queramos, sin estar limitados por ninguna legalidad ni sujetos a ninguna responsabilidad. De hecho, la libertad, la creatividad, el orden legal y moral, y la responsabilidad son elementos inseparables entre sí que no pueden mantenerse unos sin los otros. Tener autonomía significa disponer de un margen de maniobra o elección entre varias posibilidades. Por ejemplo, un coche es una máquina hecha para cumplir un cierto propósito, que es servirnos de medio de transporte. El coche no dispone de una libertad completa de movimientos, sino que sólo puede desplazarse hacia adelante, hacia atrás, girar a derecha e izquierda. Tampoco puede volar ni flotar el agua, porque no fue diseñado y construido para eso, y como todo mecanismo funciona de acuerdo a unas leyes mecánicas. Ningún conductor se queja de esas leyes, ni se olvida de revisar el motor, ni pretende conducir por un pedregal, porque sabe que su coche se estropeará y dejará de funcionar si ignora las leyes mecánicas. Siguiendo con nuestra analogía, nosotros, los seres humanos, disponemos de una cierta libertad de elección o margen de maniobra, siempre dentro de unos límites, porque nuestro cuerpo —a semejanza de un coche— es un mecanismo que funciona de acuerdo a unas leyes naturales. Nadie se siente forzado o se queja de tener que respirar, o se atreve a desafiar la ley de la gravedad sin disponer de un paracaídas. Al revés, procuramos saber cómo funciona el cuerpo y respetar sus leyes para poder disfrutar de una mejor salud y por tanto de una máxima libertad de movimiento.

En nuestras relaciones con los demás seres humanos disponemos asimismo de un amplio margen de maniobra y creatividad, pero también estamos sujetos a ciertas leyes, que en este caso se denominan leyes morales o éticas. La diferencia entre los planetas, los animales y los hombres consiste en lo siguiente: las interrelaciones entre los primeros están completamente determinadas por leyes mecánicas y funcionan como un reloj; las interrelaciones entre los segundos —aunque disponen de cierta autonomía y creatividad propia— están guiadas por fuertes instintos innatos; en cambio, los seres humanos —que disponen de autoconsciencia, individualidad única y el más elevado grado de autonomía y creatividad— están configurados para cumplir o respetar las leyes morales que regulan las relaciones humanas por propia voluntad de una manera libre, responsable y creativa, no siendo forzado u obligado por otros. Por esta razón, podemos incluso violar conscientemente las leyes naturales y morales ocasionándonos daños a nosotros mismos, algo muy raro en el mundo animal. Las leyes morales tienen el propósito de garantizar la estabilidad y continuidad de las relaciones humanas o de protegerlas de interferencias ajenas. Una relación es un flujo de dar y recibir, o sea, un intercambio recíproco de bienes, servicios, emociones o conocimientos. Si este flujo se incrementa cada vez más se crea una mayor unidad y armonía entre las personas y, como resultado, éstas se sienten más felices estando juntos. Si, por ejemplo, un marido miente o engaña a su mujer se genera una desconfianza que deteriora o paraliza el flujo de dar y recibir y que al final ocasiona separación y sufrimiento. Así pues, la ley moral tiene la función de posibilitar y garantizar el libre flujo o intercambio de bienes y afectos entre las personas.

La libertad y creatividad son las capacidades que hacen posible que los individuos cumplan con los fines de su vida, es decir, llegar a ser responsable de sí mismo —preservando su existencia y cultivando sus propios talentos y habilidades peculiares y únicas — y hacerse también responsable por los demás —contribuyendo de forma voluntaria y creativa al bienestar y felicidad de su familia, comunidad, nación y mundo. La libertad y creatividad implica ser responsables de sí mismo y de los demás

Siguiendo con la analogía del coche se podría decir que la función o responsabilidad de un coche es cumplir el fin para el cual ha sido hecho o el propósito de su existencia. De manera análoga, el ser humano dispone de libertad para ser responsable de cumplir tanto con el fin individual mantener la propia existencia y cultivar los talentos propios, como también el de servir al conjunto, o sea, utilizar de una manera libre y creativa los propios talentos para servir a la propia familia, comunidad, nación o mundo. Igual que no existe libertad sin ley, tampoco hay libertad sin responsabilidad. Alguien que utilice su libertad para hacer todo lo que quiera sin respetar ninguna ley moral, aun en el caso que se mantenga dentro de la legalidad vigente de su país, actúa de una manera tan suicida como uno que conduzca a toda velocidad sin respetar ninguna señal de tráfico, pues destruirá todas sus relaciones humanas. De igual manera, utilizar la libertad sólo para exigir los derechos individuales y buscar exclusivamente la propia conveniencia o satisfacción individual ignorando los deberes hacia la propia familia, comunidad o nación, es una conducta irresponsable que no solamente destruye las relaciones familiares y lazos comunitarios sino que a la larga desarraiga y deteriora a los propios individuos. Así pues, se podría decir que la libertad, más que un fin en sí mismo, es un valor instrumental que está en función del cumplimiento de los fines en la vida, y así alcanzar la realización o felicidad plena. Por ejemplo, es completamente legítimo que los individuos persigan libremente sus propios intereses, ya sean estudios, trabajo o bienestar material, pero siempre que no se pierda de vista que el propósito principal o responsabilidad prioritaria es servir al conjunto, es decir, utilizar los talentos, trabajo o recursos propios para hacer cosas que beneficien a grupos sociales más amplios.

Los individuos adultos no deberían ser tratados como eternos infantes, animales o máquinas manteniéndoles sujeto a una forzada y continua coacción exterior que limite su libertad y creatividad, impidiéndoles así ser responsables de sí mismo y de los demás, cumplir con los fines de su vida, y potenciar su valor como persona. Cuando se coarta la libertad de las personas se impide que éstas sean responsables

Un paternalismo sobreprotector, opresivo o tiránico, como el de las antiguas monarquías o los más recientes sistemas políticos totalitarios, que limite la libertad de las personas, pretendiendo que se mantengan en una eterna infancia, condenándoles a una situación de servidumbre o dependencia, u obligándoles a la fuerza a sacrificarse por el bien común, es obviamente algo nefasto que impide que los seres humanos sean responsables no sólo de mantenerse a sí mismo sino también de ayudar o servir a los demás. Muchos pensadores, ideólogos y políticos a quienes les preocupaba el orden social y el bien común —ya fueran monárquicos tradicionalistas, conservadores, hobbesianos , autoritaristas o comunistas— pensaron que la única manera de asegurar el orden social y el bien común era limitar o reprimir la libertad de los individuos, ya fuera a la fuerza o mediante castigos penales. Sin embargo, cuando al ser humano se le priva de su libertad pierde también su dignidad y valor, dado que no puede hacerse responsable de sí mismo ni de los demás. Es como si, en el mejor de los casos, se le considerara un eterno infante, y, en el peor de los casos, como si se le tratara como a un animal. Es decir, privando al hombre de su libertad se puede evitar, hasta cierto punto, que haga daño a los demás, pero también se le impide que ame, ayude y beneficie a otros por propia iniciativa, que es lo que otorga valor a las personas. ¿Qué valor tiene que alguien sirva a otros coaccionado o a la fuerza? La libertad es fundamental para que los individuos de una manera responsable se perfeccionen a sí mismo y desarrollen libre y creativamente su carácter, personalidad y talentos únicos, y para que, luego, lo pongan al servicio de los demás de una forma voluntaria, responsable y creativa.

Cuando las personas usan su libertad y creatividad de una manera irresponsable (fracasando en cumplir los fines de su vida) y transgresora (violando el orden legal y moral) causaran la autodestrucción o degradación de sí mismas, perdiendo o deteriorando seriamente su propia libertad y creatividad. Una libertad irresponsable y transgresora causa autodestrucción

Sin embargo, como ya comentamos antes, la libertad nunca es irrestricta o ilimitada. El mismo Locke , padre de los liberales modernos, era de la certera opinión de que la libertad sólo es posible dentro de un orden legal, y es precisamente el respeto a ese orden legal —constituido según Locke por la ley natural y la ley civil— lo que garantiza el ejercicio de la libertad, mientras que la violación de ese orden legal no era designado por Locke como libertad sino como licencia o libertinaje. Sin embargo, hoy día, debido a que ya hace tiempo que la creencia en la ley natural cayó en el descrédito académico y también a causa de la vigencia del dogma de la autonomía moral en el sentido de que cada individuo puede escoger o inventarse su propio código moral, la libertad se define simplemente como poder hacer todo lo que se quiera excepto lo que esté prohibido por la ley vigente. No obstante, la ley solamente prescribe el respeto a los derechos más básicos de los demás y el cumplimiento de un mínimo de deberes u obligaciones sociales, por lo que quedan aún muchas cosas que no se deberían hacer aunque no las prohíba la ley —«lo que no prohíbe la ley, lo prohíbe la honestidad», sentenciaba Séneca— y también existen muchos deberes y responsabilidades hacia los demás que se deberían cumplir pero que no están prescritos por la ley, ya que éstos se tienen que cumplir de una manera libre, creativa y desinteresada. Séneca, Troades 334, en Aurea Dicta. Dichos y proverbios del mundo clásico, Selección de Eduard Valentí , Crítica, Barcelona, 1987, p. 399.

Además, debido a la tradicional visión liberal atomista e individualista, se tiende a enfatizar que todos los seres humanos deben tener la misma libertad de disfrutar de los máximos derechos legales individuales posibles y disponer del mayor margen de libertad para perseguir la propia felicidad, satisfacción o enriquecimiento personal, ignorando o poniendo en un segundo lugar los deberes o responsabilidades hacia los padres, hijos o abuelos, o hacia la comunidad, nación o mundo. De igual manera, cuando los individuos o grupos persiguen exclusivamente sus intereses, enriquecimiento o disfrute particular aun a costa de desatender sus responsabilidades hacia los demás, se conducen de una manera que como mínimo podría calificarse de irresponsable, si no delictiva. Así pues, la libertad, el respeto a un orden legal y moral, y los deberes hacia los demás, son elementos que no se pueden separar. Una libertad irresponsable y transgresora, aunque esté dentro de los límites de la legalidad vigente, es corrosiva, autodestructiva y suicida, tanto para las familias y sociedades como para los mismos individuos. Este es el problema que ocurre actualmente en las modernas democracias donde impera un individualismo egoísta corrosivo que aparte de destruir las relaciones familiares y sociales hace que las personas caigan en todo tipo conductas compulsivas y corrupciones a nivel individual, familiar, social y política que son tan frecuentes en todas las sociedades opulentas actuales.

Los seres humanos —igual que el resto de las criaturas y cosas— no están hechos para existir aislados, sino que están configurados para mantener múltiples interacciones fisiológicas dentro de sí mismo y con el ambiente , así como para establecer —de forma libre, responsable y creativa— una serie de estables y armoniosas relaciones de intercambios recíprocos de amor, afectos, conocimientos , bienes y servicios con otros seres humanos y el resto de las criaturas de la naturaleza, que son vitales para su existencia y multiplicación, y para poder experimentar el más alto grado de alegría o felicidad compartida. Principio de las interacciones recíprocas o la ley de dar y recibir 4

Universalidad de las interacciones recíprocas « ¿Cuál es la ley celestial del universo? ¿Cuál es la ley de la existencia? Es la ley de dar y recibir. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas , Seúl, HSA-UWC , 157:266, (10 de abril de 1967). « Cuando todos los seres del universo… están armoniosamente conectados entre sí por un propósito común, entonces hay plenitud y perfección. El universo es un conjunto ordenado compuesto por innumerables interacciones recíprocas, macroscópicas y microscópicas. Nada puede existir sin relaciones recíprocas. Cualquier cosa que deje de relacionarse, se extinguirá. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas , Seúl, HSA-UWC , 391:174, (21 de agosto de 2002).

Universalidad de las interacciones recíprocas Dar Recibir Nada puede existir sin interacción recíprocas No puede haber movimiento sin interacciones recíprocas No es posible la multiplicación sin interacciones recíprocas No hay satisfacción, alegría ni felicidad sin relaciones de intercambios recíprocos entre los seres humanos Sujeto Objeto S O S O Dentro de cada entidad individual Entre distintas entidades individuales

Se puede observar que las entidades o unidades más pequeñas establecen relaciones recíprocas entre sí, formando unidades más grandes que de nuevo interactúan entre sí y crean nuevas unidades o sistemas más grandes, y así sucesivamente hasta formar un todo que está interconectado e interrelacionado entre todas sus partes. Los átomos mantienen su existencia a través de una interacción entre protones y electrones. Una simple célula se mantiene viva a través de interrelaciones entre su núcleo y citoplasma, y de intercambios de elementos con su ambiente. Los organismos vivos mantienen su existencia a través de relaciones de intercambio entre sus células, tejidos y órganos, a la vez que intercambian elementos con el ambiente. Todos los procesos de multiplicación se producen a través relaciones de intercambios entre partes o seres masculinos y femeninos. Las plantas absorben minerales a la vez que transforman la tierra y enriquecen de oxigeno la atmósfera. Los animales absorben oxigeno a la vez que desprenden el dióxido de carbono necesario para las plantas. Asimismo, el ser humano —igual que todos los seres vivos— existe, se mueve y se multiplica debido a las múltiples relaciones de intercambios recíprocos que se establecen dentro de cuerpo, como la circulación sanguínea, y con el ambiente, como inhalar o exhalar aire. También, las familias, empresas, instituciones y sociedades se forman y se mantienen unidas a través de establecer relaciones de dar y recibir, o de intercambios recíprocos de amor, afectos, conocimientos, bienes y servicios. Así pues, se puede llegar a la conclusión de que la ley más simple, básica y fundamental del universo es que todos los seres y cosas están hechos para mantener relaciones de intercambios recíprocos de elementos El principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir

Para que una interacción recíproca entre dos partes complementarias se inicie y perdure en el tiempo es imprescindible que haya un propósito común previo Muchos científicos o filósofos reconocen la importancia de las interrelaciones o los intercambios recíprocos entre todas las cosas pero ignoran o niegan que exista un propósito detrás. Sin embargo, una relación de intercambios recíprocos entre varias partes o entidades no puede establecerse ni mantenerse si no existe un propósito común previo. Nadie entra en una relación de intercambio con otros si no tienen la esperanza de adquirir a través de esa relación un status superior, un mayor valor o algún beneficio mutuo. Un propósito común que garantice como mínimo un bien o beneficio para ambas partes es un requisito previo para todos los tipos de relaciones que establecen los seres humanos. Nadie conscientemente entra en o mantiene una relación que le perjudique o le degrade su valor. Nadie se casa pensando que va a ser infeliz o inicia un negocio pensando que se va a arruinar.

Principio de las interacciones recíprocas Propósito Común Objeto Cohesión, existencia, movimiento, acción, multiplicación, progreso y desarrollo de todas las entidades individuales, sistemas y organismos Sujeto

Desde un punto de vista ético, lo natural, saludable y bueno en una familia sería que hubiera un intercambio fluido e intenso de amor, bienes, cuidados, atenciones, ideas y afectos entre todos sus miembros. Cuanto más libres, fluidas e intensas sean sus relaciones de dar y recibir, más armonía y felicidad común podrán experimentar juntos. Lo antinatural, enfermizo o malo sería que las relaciones de intercambio recíprocos se obstaculizarán o se deterioraran, o que, en vez de un intercambio de bienes, hubiera peleas y violencia entre sus miembros. Lo mismo se puede aplicar a las relaciones entre familias, entre grupos sociales o entre naciones. Para que se establezca una relación de intercambio, primero alguien tiene que iniciar la relación dando algo. Entre dos personas que sólo quieren recibir es imposible que haya un intercambio. En el caso de que ambas partes den cosas esperando recibir más de lo que han dado, aunque inicien una relación ésta se debilitará poco a poco hasta desaparecer. Para que la relación pueda mantenerse, como mínimo debe haber una equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe. Pero, cuando ambas partes quieren dar más de lo que reciben se generará una espiral de agradecimientos, afectos y bienes, y el circuito o flujo de dar y recibir no solamente podrá mantenerse sino que se incrementará continuamente. El principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir es el principio fundamental en el que se basan las más elementales, comunes y universales normas morales. Esto es así porque todos ellas se pueden reinterpretar como variaciones de esta simple ley de dar y recibir. La ley de dar y recibir es el principio fundamental en el que se basan las más elementales y universales normas morales

Principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir Las cuatro prohibiciones y prescripciones morales Justicia cósmica, retribución divina, ley del karma La ley de la reciprocidad y el principio de la equidad o justicia Regla de Oro y Regla de Plata Principio de la prioridad de dar sobre recibir Principio del valor absoluto del amor incondicional

Las cuatro prohibiciones de no robar, no mentir, no matar y no tener relaciones sexuales ilícitas Las cuatro prescripciones de piedad filial, fidelidad conyugal, fraternidad y lealtad, comunes a todas las religiones y culturas Las cuatro prohibiciones y prescripciones morales

Las cuatro prohibiciones de no matar, no robar, no mentir y no cometer adulterio Si las personas pensaran que existen para los demás y decidieran vivir haciendo cosas por el beneficio de otros, o sea, queriendo dar más de lo que reciben, entonces todos serían felices porque las relaciones humanas serían fluidas, estables y duraderas. Sin embargo, históricamente vemos que los seres humanos, en general, han tendido a mantener la actitud infantil, inmadura y egoísta de pensar que existen para su propio beneficio y, por ello, sus deseos de recibir han sido, por lo general, más fuertes que sus deseos de dar. La actitud egoísta hace que el deseo bueno y natural de recibir se convierta en un deseo de tomar, quitar o arrebatar a la fuerza y también hacer daño o matar, que es otra forma de privar a alguien de algo. Por esta razón, para tratar de evitar que se realizaran estas acciones motivadas por deseos egoístas, en todas las religiones y culturas aparecieron las mismas cuatro prohibiciones morales de no robar, no mentir, no matar y no cometer incesto, adulterio y otros abusos sexuales, que básicamente significan no tomar y no dañar o privar indebidamente de algo valioso a otras personas. Estas prohibiciones tenían la función de impedir que se destruyeran las relaciones humanas de intercambios recíprocos de bienes y afectos dentro de la familia y la sociedad.

Además de estas prohibiciones, existen otras cuatro prescripciones morales que son también comunes a todas las religiones o culturas: la piedad filial hacia los padres y cuidado de los abuelos; la fidelidad conyugal entre esposos; la fraternidad y confianza mutua entre hermanos; y la extensión de estos deberes familiares hacia la sociedad, nación, naturaleza o Dios, en la forma de confianza, fidelidad y lealtad hacia amigos, maestros, gobernantes y Dios. Todas estas normas morales prescriben el deber de ser agradecido y corresponder a quienes nos han ofrecido amor, protección, favores o cuidados, y cumplen la función fortalecer y preservar las relaciones humanas dentro de la familia y la sociedad. Las cuatro prescripciones de piedad filial, fidelidad conyugal, fraternidad y lealtad, comunes a todas las religiones y culturas Estas prohibiciones y prescripciones morales, que fueron codificadas en forma de decálogos por varias religiones, son en esencia, salvo ligeras diferencias, las mismas que hoy se expresan en la forma de respeto a la dignidad del hombre y a sus derechos humanos básicos a la vida, libertad y propiedad, o el imperativo kantiano de respetar al hombre como «un fin en sí mismo». Definen un mínimo moral necesario para garantizar unas buenas relaciones de intercambios recíprocos o convivencia pacífica entre los seres humanos.

Justicia cósmica, retribución divina, ley del karma “Lo que se da, se recibe ,” “el que la hace la paga” (Sentencias populares) “Quien mal hace, mal recibe,” (Esquilo, Las coéforas ) “Dad y os darán,” ( Lucas 6.38) “Según sean las acciones de los hombres, así será su recompensa,” ( Sikismo, Adi Granth, Gauri Var) “Tal como siembres, así recogerás ” (Cicerón, De Oratore )

Justicia cósmica, retribución divina, ley del karma El concepto más antiguo o ancestral de justicia cósmica se basa también en el principio de dar y recibir. Dichos populares, sentencias antiguas y máximas presentes en todas las culturas y religiones, tales como «lo que se da, se recibe», «el que la hace, la paga», «quién mal hace, mal recibe», «según como siembre el hombre, así será su recompensa», «tal como siembres, así recogerás», «dad y os darán», expresan todas ellas la creencia universal en una justicia cósmica, retribución divina o ley natural que recompensa las acciones buenas y malas de las personas con premios y castigos, o buenas y malas consecuencias. Se podría decir que la acción de dar o beneficiar a otros causa automáticamente una reacción natural de agradecimiento y respuesta semejante por parte de los demás, la naturaleza, el Cielo o Dios. No obstante, la acción de arrebatar o privar a los demás de algo, provoca inexorablemente una reacción contraria equivalente. Con estas máximas se intenta hacer comprender a las personas que dar o hacer el bien a otros es a la larga más beneficioso que quitar, hacer daño o privar a lo demás de cosas.

La ley de la reciprocidad (“Corresponder en la misma medida de lo que se recibe”) y principio de la equidad o justicia (“Dar a cada uno lo suyo”) La ley de la reciprocidad y el principio de la equidad o justicia

La ley de la reciprocidad y el principio de la equidad o justicia También, el concepto clásico de equidad o justicia que se deben los hombres unos a los otros, definido por Ulpiano como «dar a cada uno lo suyo» , así como la igualdad entre los derechos y los deberes, el reparto justo de beneficios de acuerdo al trabajo o el mérito, el justo precio en los intercambios comerciales, y la ley de la reciprocidad que prescribe «corresponder en la misma medida que se recibe» , todos ellos se basan en que tiene que haber una equivalencia entre lo que se da y se recibe. Como vimos antes, ésta es la condición mínima necesaria para que la relación de dar y recibir pueda mantenerse, ya que si en una relación de intercambio las partes devuelven menos de lo que reciben la relación decaerá hasta interrumpirse totalmente. La famosa ley del talión de «ojo por ojo y diente por diente» se basa también en este principio de dar y recibir. Si alguien arrebata algo o causa una pérdida a otra persona tiene que reparar lo quitado o pagar por el daño con algo equivalente. Esta ley cumplió la función de evitar las venganzas desmesuradas, que llevaban una espiral de violencia, y ayudar a reparar las relaciones rotas o conflictivas entre familias y clanes. El sistema penal actual se sigue basando esencialmente en la ley del talión, la única diferencia es que la pena, en vez de ser equivalente, es proporcional al daño causado y se limita a la privación de libertad o al pago de una indemnización monetaria.

Regla de Oro y Regla de Plata “ T rata a los demás como queréis que os traten a vosotros” (Jesús, Mateo 7.12) “No hagas a los demás lo que no quisieras para ti” (Confucio, Los cuatro libros clásicos)

Regla de Plata y Regla de Oro Esta máxima ética, tanto en su versión positiva como negativa, que está considerada como el principio ético más universal, autoevidente, simple y conciso que se encuentra en todas las tradiciones religiosas y filosóficas antiguas, se basa también en la equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe, que como señalamos antes es la condición mínima indispensable que permite que el circuito de dar y recibir se mantenga y perpetúe. La versión positiva de Jesús, « trata a los demás como queréis que os traten a vosotros» , es considerada superior a la negativa de Confucio, « no hagas a los demás lo que no quisieras para ti» , en el sentido de que versión positiva implícitamente alienta o exhorta a las personas a amar, servir o hacer el bien a otros, ya que eso es lo que queremos que hagan con nosotros, mientras que la versión negativa simplemente indica no hacer daño o perjudicar a otros como no queremos que nos lo hagan a nosotros, es decir, engloba en una sola máxima las cuatro prohibiciones de no mentir, no robar, no matar y no desear al marido o la esposa de otro. El imperativo categórico o regla de la universalización de Kant, «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal» , se puede considerar como otra versión de esta Regla de Oro, pues es prácticamente lo mismo que decir: «trata a los demás como te gustaría que todo el mundo se tratase unos a otros.» M. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres , Espasa-Calpe, Madrid, 1963, p. 72.

Los valores de la generosidad, altruismo, desinterés, caridad y solidaridad. “Más vale dar que recibir” (Hechos 20.35) “No des esperando ganancias” (Corán 74.6-7) “Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha” (Mateo 6.3) “La más pura acción está en el servicio desinteresado ” ( Sikismo , Adi Granth , Maru ) Principio de la prioridad de dar sobre recibir

Principio de la prioridad de dar sobre recibir Sin embargo, cuando en un intercambio recíprocos las partes desean dar más de lo que lo que reciben, entonces se producirá una espiral de bienes que hará que el flujo de dar y recibir se incremente continuamente, aumentando así el bienestar y la satisfacción común que se experimentan en las relaciones humanas. Por esta razón, en las enseñanzas de la mayoría de las religiones y en los escritos de muchos filósofos se enfatiza los valores de la generosidad, altruismo, desinterés y solidaridad. Se dice que « más vale dar que recibir», « no des esperando ganancias» , «la más pura acción está en el servicio desinteresado.» Kant resaltó también que la buena voluntad para que sea realmente buena tiene que ser desinteresada. Todas estas máximas tienen en común en que exigen que el dar sea superior al recibir, y que el dar sea desinteresado. Como ya comentamos antes, esto es lo que hace que las relaciones de intercambios recíprocos se intensifiquen y se incremente así el bienestar y la felicidad común. Estas máximas van más allá de la Regla de Oro o la reciprocidad, es decir, apuntan a un máximo moral hacia el cuál se debe tender, puesto que no ponen límites ni a la cantidad ni a la forma de dar.

Principio del valor absoluto del amor incondicional “Tened benevolencia hacia todos los seres vivientes ,” ( Jainismo , Tattvarthasutra 7.11) “Tenéis que mostrar compasión por todos,” (Hinduismo, Basavanna , Vachana 247) “Invierte la ira con perdón,” ( Jainismo , Samanasuttam 136) “El verdadero amor da, olvida que ha dado y sigue dando sin cesar,” ( Sun Myung Moon ) “Amad a los enemigos,” (Mateo 5.43) “Conquista el odio con el amor.” (Budismo, Dhammapada 223

Principio del valor absoluto del amor incondicional Este máximo moral, que es un reconocimiento del valor absoluto y supremo del amor incondicional, es una enseñanza común de los fundadores de las grandes religiones y de muchos filósofos. Se exhorta a aliviar el sufrimiento de los demás, a amar de una forma incondicional y sacrificial, a tener un corazón paternal o maternal hacia todos los seres vivientes, a procurar la felicidad de todos, a perdonar a los demás, a devolver bien por mal e incluso a amar a los enemigos. De hecho, la mayoría de las religiones valoran tanto este tipo de amor incondicional, o corazón paternal y maternal hacia todos los seres vivientes, que se considera que la fuente de este valor absoluto y supremo es Dios, el Cielo, la Mente del universo, el Espíritu o la Realidad absoluta. Buda enfatizó la compasión, Confucio la humanidad o benevolencia, Mahoma la misericordia y Jesús el amor al prójimo. Sócrates dedicó y sacrificó su vida por los demás, y dijo que era como una comadrona que ayudaba a sus discípulos a dar a luz o descubrir la verdad por sí mismos. Aristóteles afirmó que un hombre bueno es el que hace muchas cosas por sus amigos y su patria, hasta morir por ellos si fuera necesario. Kant resaltó el deber de respetar incondicionalmente a las personas «como fines en sí mismo», aun a costa de sacrificar la felicidad propia. Y Mill pensaba que la máxima bondad consistía en procurar la mayor felicidad general, aunque ello supusiera la infelicidad propia.

Incluso la justicia distributiva tampoco puede ser completa si sólo se aplica el principio de equidad en el sentido de procurar una igualdad de oportunidades o un reparto justo de beneficios de acuerdo al trabajo o al mérito. Se debe complementar con un principio de redistribución. Igual que los padres redistribuyen los ingresos familiares de una manera igualitaria entre los hijos, sin considerar el mérito o trabajo que aporta cada miembro e incluso prestando más atención al hijo enfermo que al sano, en el ámbito social también es necesario un cierto sistema de redistribución que garantice un bienestar general de todos sus miembros, prestando más atención a los que más lo necesitan. A escala mundial, si se quiere garantizar una paz duradera, también debería haber un sistema de redistribución que garantice un bienestar común en todas las partes del mundo. Este principio de redistribución se basa en una actitud parental o solidaria de favorecer a los que más lo necesitan. Por ejemplo, el famoso principio de la diferencia de Rawls , que indica que los más afortunados o los más capacitados por la naturaleza deberían usar sus dones de manera que ayuden a los menos favorecidos, es simplemente otra expresión de este principio de redistribución motivado por un corazón parental o fraternal hacia los demás. Estas enseñanzas éticas apuntan hacia un máximo moral que se lograría cuando las personas desarrollasen la capacidad de dar amor de una manera desinteresada e incondicional, alcanzando así una madurez o perfección moral. Sería algo así como cultivar un corazón de padres hacia todo el género humano. Entonces, el deseo de dar, ayudar, respetar, amar o hacer felices a otros se convertiría en un impuso incondicional o un imperativo categórico del corazón. El dar ya no estaría motivado por el deseo de recibir, ni condicionado por el hecho de recibir o no una respuesta.

Todos los seres humanos, que crecen y se desarrollan a nivel fisiológico pasando por las tres etapas de la infancia, juventud y edad adulta, deberían también desarrollarse moralmente haciendo esfuerzos libres y responsables hasta alcanzar una madurez o perfección moral, por medio de cultivar su capacidad de dar o amar de una manera incondicional y desinteresada, pasando por tres etapas paralelas de formación, crecimiento y madurez moral. Principio del desarrollo moral a través de tres etapas 5

Etapa de formación moral (infancia) en la que la actitud y motivación predominante es egocéntrica e interesada, y en la que el deseo de recibir es más fuerte que el de dar. Etapa de crecimiento moral (juventud) en la que la actitud y motivación predominante es la de reciprocidad mutua, y en la que se produce un equilibrio, a veces inestable, entre el deseo de recibir y el deseo de dar. Etapa de madurez moral (edad adulta) en la que las actitudes y motivaciones se tendrían que volver centradas en los demás y desinteresadas, y en la que el deseo de dar debería ser más fuerte que el deseo de recibir.

Los seres humanos, igual que los demás seres vivos, crecen o se desarrollan a partir de una semilla o embrión hasta convertirse en seres completos o maduros. Hay dos aspectos de este crecimiento; por un lado, ocurre un desarrollo fisiológico que se produce de una manera automática de acuerdo a leyes naturales; y, por otro, hay un desarrollo psicológico paralelo, es decir, aprender a comunicarse, hablar, escribir, manejar conceptos, así como otras habilidades expresivas, artísticas, técnicas e instrumentales. Como señaló Kant, a diferencia de los animales «el hombre es la única criatura que ha de ser educada». Aquellos nacen con unos fuertes instintos innatos que se despiertan muy pronto sin apenas necesidad de aprendizaje de parte de sus progenitores, lo cual les permite disfrutar de una muy temprana independencia. Éste, en cambio, tiene que aprender a hacer prácticamente todo, y el periodo de dependencia de sus padres es mucho más prolongado. Esto, que parece una desventaja inicial, es una ventaja a largo plazo, pues al aprender, estudiar, investigar y hacer experiencias, hacen un esfuerzo creativo y responsable para desarrollar sus capacidades innatas. Así que al madurar llegan a disponer de un mayor grado de autonomía y creatividad que los animales, cuya conducta es muy repetitiva y está siempre controlada por instintos. Kant, Pedagogía, Akal , Madrid, 1983, p. 29. Crecimiento fisiológico, psicológico y moral de los seres humanos

De forma análoga, es razonable pensar que deba ocurrir también un proceso de desarrollo moral paralelo, que partiendo de una condición inconsciente, ignorante, inmadura e irresponsable se ascienda hacia una madurez moral o un mayor conocimiento, consciencia y responsabilidad, mediante un esfuerzo voluntario y creativo de la propia persona así como por una buena educación y unas circunstancias favorables. En este sentido, son meritorias las investigaciones en psicología moral de Piaget , continuadas y completadas por Kohlberg , que muestran que el comportamiento, la actitud y el juicio moral de los niños van madurando a través de varias etapas paralelas a las etapas que marcan su crecimiento fisiológico y psicológico. Como ya hemos comentado al explicar el principio anterior de la universalidad de los intercambios recíprocos o ley de dar y recibir, el ser humano está hecho para ser feliz a través de dar y recibir amor, de amar y ser amado. Por ello, dicho de una manera muy simple su desarrollo moral consiste esencialmente en cultivar su capacidad de dar y recibir amor, aprendiendo primero como niño a recibir amor, y luego desarrollando gradualmente su capacidad de dar amor hasta llegar a una madurez moral. Todo esto nos da a entender que el desarrollo psicológico de las personas, que incluye básicamente un desarrollo intelectual, emocional y volitivo, no se produce de una manera espontánea o automática de acuerdo a leyes naturales —como es el caso del desarrollo fisiológico— sino que se requiere una educación y un esfuerzo voluntario de la propia persona. Aunque no es siempre el caso, lo normal sería que a medida que el cuerpo crece hasta alcanzar una madurez o plenitud, se debería al mismo tiempo progresar hacia una cierta madurez intelectual, emocional y volitiva.

Principio del desarrollo moral a través de tres etapas Etapa de formación moral Etapa de crecimiento moral Etapa de madurez moral

Etapa de formación moral (infancia) en la que la actitud y motivación predominante es egocéntrica e interesada, y en la que el deseo de recibir es más fuerte que el de dar. Si analizamos las etapas de crecimiento y progreso moral desde la perspectiva de la ley de dar y recibir, en la etapa de la niñez los hijos están en una posición de dependencia o heteronomía en su relación de intercambio con sus padres, o sea, están la posición de recibir más que de dar. Reciben protección, cuidados, afecto, educación y amor de sus padres y en cambio su capacidad de dar o corresponder es aún muy limitada. Es obvio que recibir es más fácil que dar, por ello, es lo primero que se aprende, y luego hay que desarrollar poco a poco la capacidad de dar. Por esta razón, es natural que los niños tengan una actitud egocéntrica e interesada, pues en ese momento de su crecimiento el deseo principal de sus vidas es recibir cosas, cuidados, atención y amor de sus padres.

Etapa de crecimiento moral (juventud) en la que la actitud y motivación predominante es la de reciprocidad mutua, y en la que se produce un equilibrio, a veces inestable, entre el deseo de recibir y el deseo de dar. A medida que los niños van creciendo, a través de imitar el ejemplo de sus padres o por propias experiencias se van dando cuenta de la necesidad de dar o de corresponder al mantener relaciones de intercambios con sus hermanos y hermanas, compañeros de clase y amigos. De esta forma, se llega a la etapa de la adolescencia y juventud en la que se disfruta de una mayor independencia o autonomía y en la que se establecen relaciones de dar y recibir mutuo y recíproco. Se abandona o se debería abandonar la actitud egocéntrica e interesada al ser más consciente intelectual y emocionalmente de la situación de los demás. Con lo cual, se desarrolla la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de corresponder o tratar a los demás al menos en la misma medida o trato que se recibe.

Etapa de madurez moral (edad adulta) en la que las actitudes y motivaciones se tendrían que volver centradas en los demás y desinteresadas, y en la que el deseo de dar debería ser más fuerte que el deseo de recibir. En la etapa adulta o de madurez, al formar una familia, tener hijos y desarrollar una actividad profesional o creativa, se pasa a una etapa de interdependencia en la que se desarrolla o se debería desarrollar aún más la capacidad de dar o de hacer cosas de una manera desinteresada por los demás. Es la etapa en la que se tiene que aprender a dar más de lo que se recibe. Las relaciones entre marido y mujer exigen, para que funcionen bien, una actitud de entrega y de querer hacer feliz a la pareja más que esperar recibir del otro. Y sobre todo cuando se tienen hijos es cuando se aprende a dar o sacrificarse por ellos de una manera desinteresada y sin esperar nada a cambio, y asimismo se aprende a respetar, valorar y apreciar a los hijos como un tesoro único e irremplazable. Si una persona es capaz de extender este tipo de corazón o sentimientos que siente hacia sus hijos a todos los seres humanos, o aunque no tenga hijos propios es capaz de desarrollar este tipo de corazón parental incondicional hacia sus semejantes, respetándolos y valorándolos como se valoran a los hijos propios, entonces estaríamos hablando de una persona que ha alcanzado un alto grado de madurez moral.

Todas las máximas y principios éticos enseñados por las tradiciones éticas religiosas y filosóficas, se pueden clasificar en tres grupos que se corresponden con las tres etapas de desarrollo moral (formación, crecimiento y madurez), y que constituyen tres cursos consecutivos de moralidad, en los que las personas deben graduarse, ya que los primeros sirven de fundamento para el último. Principio de los tres niveles de moralidad 6

Principio de los tres niveles de moralidad La moralidad de la autoridad La moralidad de la reciprocidad La moralidad del amor incondicional

Es el nivel básico de moralidad heterónoma o ética mínima basada en la obediencia a unas normas o mandamientos morales que se reciben de una autoridad exterior (padres, maestros, sociedad, naturaleza, Dios, etc.), principalmente motivada por obtener premios y evitar castigos. La moralidad de la autoridad

En las personas que están en una etapa de formación moral —para las cuales es adecuado este nivel básico de moralidad— aún predomina el deseo de recibir sobre el deseo de dar y la actitud inmadura egocéntrica e interesada sobre la actitud altruista, así que, para ellas, el deseo de ganar algo o evitar un daño cumple la función de servir de estímulo para actuar correctamente o hacer algo bueno por otras personas. Este nivel de moralidad heterónomo es necesario debido a que las personas que están en esta etapa de desarrollo moral aún no han cultivado su propia conciencia, juicio moral o capacidad para entender por sí mismas la finalidad o sentido de las normas morales, y sirve de preparación para los niveles superiores en los que ya se actúa guiado por la propia conciencia, razón o juicio moral, es decir, de una manera autónoma. O, dicho en otros términos, este nivel en el que se está sujeto a un control externo sirve de entrenamiento para alcanzar en los niveles superiores el autodominio o control sobre uno mismo. Las máximas, principios y virtudes que se corresponden a este nivel básico de moralidad o ética mínima, en esencia, son: las cuatro grandes prohibiciones morales que son comunes a todas las tradiciones religiosas, a saber, no mentir, no matar, no robar, y no mantener relaciones sexuales ilícitas; el deber kantiano de respetar al hombre como «un fin en sí mismo»; el respeto básico a los derechos humanos y a los principios de justicia; y las virtudes de la obediencia, fe, confianza, amor filial y respeto por los padres, maestros u otras autoridades o por Dios.

Es el nivel medio de moralidad autónoma basada en el principio de la reciprocidad o la Regla de Oro ( trata a los demás como te gustaría ser tratado) , en la que se actúa principalmente motivado por expectativas recíprocas de beneficios mutuos o felicidad compartida, y en la que se empieza a respetar las normas éticas por comprender por uno mismo o por la propia conciencia que son necesarias para preservar las relaciones de confianza mutua entre las personas. La moralidad de la reciprocidad

En las personas que están en la etapa de crecimiento moral —para las cuales es adecuado este nivel medio de moralidad— el deseo de dar tiende a ser tan fuerte como el deseo de recibir, y la actitud egocéntrica previa se va transformando en una actitud de reciprocidad, así que el estímulo principal para actuar bien viene de la expectativa de disfrutar de un bien o felicidad común. En este nivel de moralidad se alcanza la autonomía moral, y se avanza hacia el autodominio, es decir, se desarrolla la propia conciencia y juicio moral de tal manera que ya no se cumplen las normas por una fe u obediencia ciega a una autoridad sino porque se comprende por uno mismo la validez, finalidad o necesidad de respetarlas. Las máximos, principios o virtudes que se corresponden a este nivel son; el principio de la reciprocidad, o sea, dar en la misma medida que se recibe; el principio de la cooperación recíproca, centrada en propósitos comunes o fines compartidos que benefician a todos; el principio de la equidad o justicia, a saber, «dar a cada uno lo suyo», lo que le corresponde según lo que aporta, ya sea su trabajo, esfuerzos, capacidad o méritos; el principio del diálogo, negociación y consenso para solucionar conflictos y llegar a pactos justos y equitativos; la clásica y universal Regla de Oro, en su versión negativa de Confucio, «no hagas a los demás lo que no quisieras para ti», y en la versión positiva, algo más elevada moralmente, de Jesús, «trata a los demás como queréis que os traten a vosotros»; y las virtudes ecuanimidad, justicia, fraternidad, solidaridad, fidelidad y confianza mutua. Confucio, Hia-Lun V.23 , Los cuatro libros clásicos, Ediciones B, Barcelona, 1997. Mateo 7.12, Biblia del Peregrino, Ediciones Mensajero, Bilbao, 1995 .

Es el nivel superior de moralidad o ética máxima en la que se debería desarrollar la capacidad de dar o amar de una forma desinteresada e incondicional, es decir, que la acción de dar ya no esté condicionada por si se reciba o no una respuesta, en la que la motivación principal debería ser querer el bien ajeno o hacer felices a los demás, y en la que el respeto a las normas y principios éticos universales es ya incondicional. La moralidad del amor incondicional

En las personas que están en la etapa de maduración moral —para las cuales es adecuado este nivel superior de moralidad— el deseo de dar se va volviendo más fuerte que el deseo de recibir, y la actitud de reciprocidad se va cambiando en una actitud centrada en los demás, así que, el estímulo principal para hacer el bien, al final, viene simplemente de contemplar el bienestar o felicidad ajena, e incluso la infelicidad propia por la falta de correspondencia no obstaculiza el deseo de dar o amar, de igual modo que los padres son felices al ver felices a sus hijos, y no los dejan de amar aunque los abandonen. Las máximas, principios o virtudes que se corresponden a este nivel son; el respeto incondicional por la ley moral o los principios éticos universales; la máxima de procurar la felicidad de todos; y los preceptos, comunes a todas las tradiciones religiosas y filosóficas, que alientan a ser generosos, a dar más de lo que se recibe, a vivir por los demás, a ayudar o servir a otros de forma desinteresada, a sentir amor, compasión y benevolencia por los hombres, e incluso a perdonar, a devolver bien por mal y amar a los enemigos.

Los seres humanos —igual que el resto de las criaturas y cosas del universo— están configurados para cumplir a la vez y armoniosamente el propósito individual de preservar su existencia y el propósito para el conjunto de contribuir al bienestar y felicidad común de sus familias, comunidades, naciones y mundo, con la significativa diferencia con respecto a las demás criaturas y cosas de que los seres humanos tienen que cumplir ambos propósitos de una manera libre, responsable y creativa. Principio del propósito individual y propósito para el conjunto 7

« Todo el Universo es un individuo, es decir, como si fuera una persona, y cada uno de los seres... es miembro y parte de ese gran individuo, habiendo sido producido todo él y cada una de sus partes por Dios para un fin común de la totalidad y un fin particular de cada una de las partes ... El fin del todo es la perfección unitaria del universo, dibujada por el divino arquitecto. El fin de cada una de las partes no es sólo la perfección de la parte en sí, sino además servir con rectitud a la perfección del todo... Para este fin común fue creada, ordenada y dedicada cada parte, más que para el fin particular... Por esto se siente más feliz por lo común que por lo propio, de igual modo que ocurre en un individuo humano, en quien la perfección de alguna de sus partes, como el ojo o la mano, no consiste exclusiva ni fundamentalmente en que el ojo o la mano sean hermosos, ni en que el ojo vea suficientemente o que la mano ejecute muchas artes, sino que radica ante todo y principalmente en que el ojo vea y la mano efectúe aquello que conviene para beneficio de toda la persona. » León Hebreo, Diálogos de amor , PPU , Barcelona, 1986, p. 315-316 . Propósito individual y propósito para el conjunto

« Todos los seres están interconectados por medio de propósitos duales. En el centro de todas las entidades hay propósitos duales. Poseen un propósito relacionado con su carácter interno [mente] que busca el bien del conjunto más grande, y tienen también un propósito relacionado con su forma externa [cuerpo] que persigue su propia preservación y bienestar. » Sun Myung Moon, The Significance of the Inauguration of the Sun Moon Peace Cup , Little Angels Performing Arts Center, Seoul, Korea (12 de junio de 2002).   « La naturaleza trabaja siguiendo un método basado en todos para uno y uno para todos. » R. W. Emerson, Farming , cit. en F. Palazzi y S.S. Filippi , El libro de los mil sabios , Dossat 2000, Madrid, 1995, c. 5629, p. 756. Propósito individual y propósito para el conjunto

Propósito individual y propósito para el conjunto PROPÓSITO PARA EL CONJUNTO TODAS LAS ENTIDADES INDIVIDUALES Mantener la propia existencia y estabilidad individual. Preservar y fortalecer el individuo. Buscar el bienestar o felicidad individual. Formar unidades o conjuntos más grandes. Contribuir a la existencia y estabilidad del conjunto. Preservar y fortalecer conjunto. Buscar el bien o felicidad común. Partículas PROPÓSITO INDIVIDUAL Átomos Moléculas Satélites Planetas y estrellas Sistema Solar Galaxias Células Órganos y miembros Cuerpo Individuos Familias Sociedades Naciones Mundo Estructuras moleculares

Durante todo nuestro trabajo hemos venido defendiendo el hecho de que todas las entidades individuales del universo poseen estos dos fines; el propósito de preservar la propia existencia individual y el propósito de formar unidades más grandes y contribuir a la existencia, cohesión y estabilidad del conjunto. Observando el universo se puede ver que las entidades individuales más pequeñas se unen y forman unidades o individuos cada vez más grandes. Las partículas se unen y forman átomos; los átomos se vuelven a unir y forman estructuras moleculares cada vez más complejas, que son la base de todos los tipos de materia inorgánica y orgánica. Todos los organismos vivos se componen de células que, al mismo tiempo que tienen una vida propia, realizan funciones que mantienen la vida del conjunto del organismo. La tierra es semejante a un gran organismo en el que cada parte cumple una función para hacer de ella un lugar estable y habitable. También la tierra, igual que los demás planetas, al mismo tiempo que gira sobre su propio eje para garantizar su propia estabilidad, describe una órbita alrededor del sol, formando así el sistema solar y contribuyendo a su estabilidad. El sistema solar, como una unidad, gira a su vez alrededor del centro de la galaxia, constituyéndose así una estructura aún más grande. Igualmente, los seres humanos, a la vez que persiguen la satisfacción de sus necesidades individuales, se unen entre sí formando familias, comunidades, naciones y comunidades de naciones. Propósito individual y propósito para el conjunto

Es cierto que todos los seres de la naturaleza buscan preservar su propia existencia individual. Pero, es completamente falso que éste sea el propósito exclusivo de los seres vivos, o que el único fin de sus vidas sea la lucha por la supervivencia , como sostienen los naturalistas darwinianos. ¿Cómo el universo podría estar tan interrelacionado si únicamente existiera el propósito individual? Cada célula y cada órgano de un cuerpo tienen el propósito de mantener su vida y funciones propias, al mismo tiempo que poseen el propósito de contribuir y mantener la vida del conjunto del cuerpo. Si cada célula tuviera el único propósito de mantener su propia existencia, hubiera sido imposible que se constituyeran organismos compuestos de células y que éstos en caso de formarse pudieran mantenerse unidos. Los animales no sólo exhiben un instinto para su propia supervivencia, sino también muestran fuertes instintos maternales al cuidar a sus crías y sorprendentes instintos sociales y cooperativos. En el caso de los seres humanos, el impulso hacia la cooperación con vistas a un bien común es un impulso tan innato y natural como el impulso hacia la propia conservación. En este sentido, tenían razón los filósofos antiguos, como Aristóteles o los estoicos, al decir que el hombre es un animal social o que la naturaleza ha hecho a los hombres los unos para los otros y para colaborar, como si fueran las dos manos de un mismo cuerpo o las filas de dientes superiores e inferiores de la mandíbula. Los seres humanos no son por naturaleza unos seres egoístas que se asocian sólo por miedo o indefensión, como decía Hobbes . El motivo que los impulsa a asociarse y colaborar no es únicamente poder satisfacer mejor las necesidades individuales, sino que poseen una tendencia, deseo o impulso innato no sólo a asociarse y formar familias y comunidades sino también a ser útil a los demás, hacer cosas en beneficio de otros o contribuir al bien común.

Principio del propósito individual y propósito para el conjunto El propósito individual y el propósito para el conjunto son complementarios Los deseos del cuerpo están dirigidos a cumplir el propósito individual, mientras que las aspiraciones de la mente o conciencia están orientados a cumplir el propósito para el conjunto El propósito para el conjunto tiene prioridad sobre el propósito individual El egocentrismo es la causa de la contradicción interna y de todo tipo de conflictos El amor o interés propio no es censurable si se busca servir mejor al conjunto Estamos hechos para “vivir por los demás” Vivir por un propósito cada vez más elevado

Ambos propósitos no se contraponen o excluyen el uno al otro, sino que se complementan y refuerzan mutuamente, ya que el fin ulterior del propósito individual es servir mejor al conjunto, y el fin último de servir al conjunto es proteger y beneficiar a los individuos. El propósito individual y el propósito para el conjunto son complementarios

Complementariedad entre el propósito individual y el propósito para el conjunto « Es necesario, pues, que caminemos todos en este presupuesto: que la utilidad de cada uno en particular y la universal es una misma , y que si alguno quiere usurpársela, se deshará la sociedad humana. Si la misma naturaleza prescribe que desee mirar un hombre por otro, sea quien fuere, sólo por ser hombre como él; es preciso que, según la naturaleza, sea común la utilidad de todos. » Cicerón, Los oficios o los deberes , Editorial Porrúa, México, 1990, p. 72.  

Ambos propósitos, aunque parezcan a simple vista contradictorios, son en realidad complementarios. Un individuo que contribuye al conjunto, a la larga se beneficia a sí mismo, y un conjunto que protege y potencia al individuo sale últimamente beneficiado. Por un lado, e l fin inmediato del propósito individual es garantizar la existencia del individuo. Así pues, en nuestro caso, éste nos impulsa a satisfacer las necesidades materiales básicas para nuestra subsistencia y crecimiento físico. También nos induce a adquirir conocimientos y desarrollar el carácter y los talentos innatos. Todo esto forma parte de los fines inmediatos del propósito individual. Pero, el fin indirecto o ulterior de éste es poder servir mejor o contribuir con más cosas a sus familias y comunidades. Si los individuos, movidos por un individualismo extremo, sólo buscan su propio interés no sólo deteriorarán y fragmentarán al conjunto sino que al final se autodestruirán a sí mismos. Por otro lado, el fin ulterior del conjunto es que éste proteja, beneficie o sirva a los individuos. Por esta razón, los padres —que son los representantes del conjunto de la familia— cuando tienen hijos son como unos siervos de sus hijos y trabajan duramente con el fin de sustentarlos. Los líderes políticos —como representantes del conjunto de la sociedad— deberían ser también servidores públicos que trabajan con la meta de beneficiar a todos los miembros de la sociedad. Si el conjunto o sus representantes abusan de su autoridad, maltratan o destruyen a los individuos, al final el conjunto se acabará destruyendo a sí mismo.

Los deseos de cuerpo, que buscan disponer de alimentos, vestidos, descanso, sexo, alojamiento, pertenencias y buena salud, están dirigidos a cumplir el propósito individual, mientras que las aspiraciones de la mente o conciencia, que persiguen básicamente la verdad, la belleza y la bondad, están orientados hacia el propósito para el conjunto, es decir, buscan formar unidades más grandes que el individuo. Los deseos del cuerpo están dirigidos a cumplir el propósito individual, mientras que las aspiraciones de la mente o conciencia están orientados a cumplir el propósito para el conjunto

Los deseos de cuerpo tienen como fin mantener las funciones del cuerpo y preservar su vida, así como garantizar su multiplicación. Los deseos de comer, dormir, relajarse, hacer ejercicio, tener relaciones sexuales, abrigarse o resguardarse de las inclemencias, poseer vestidos, casas, utensilios y medios de transporte, así como los deseos de tener buena salud, fuerza física o un aspecto bello, todos ellos tienen el propósito de conservar, mantener y multiplicar la vida del individuo. Las funciones principales de la mente son el intelecto, la emoción y la voluntad. Los deseos de hablar, comunicarse, estudiar, saber, investigar, adquirir conocimientos y buscar la verdad, todos ellos se corresponden con las funciones intelectuales o cognitivas de la mente. Los deseos de estar rodeados de cosas agradables o bellas, apreciar y crear obras de arte, tener relaciones afectivas armoniosas, formar familias o tener amigos, todos ellos se corresponden a los aspectos emocionales o sentimentales de la mente. Los deseos de ser útiles o valiosos para los demás, hacer el bien, ajustarse a normas de conducta, costumbres y leyes que rigen la convivencia, actuar correctamente, ser justo, equitativo, honesto, saber qué es lo más conveniente o lo mejor en cada situación de la vida, todos ellos se corresponden con los aspectos volitivos y prácticos de la mente. Así pues, se podría decir que los deseos del cuerpo, que buscan preservar y mejorar la vida y circunstancias del individuo, están orientados a cumplir el propósito individual, mientras que los deseos de la mente, que persiguen los clásicos valores de verdad, belleza y bondad, están en cambio orientados a cumplir el propósito del conjunto. Nuestra mente y conciencia buscan verdades universales, ideales y formas de vida compartidas, unas relaciones armoniosas y pacíficas en nuestras familias y comunidades, y un bienestar y felicidad común.

PROPÓSITO PARA EL CONJUNTO SERES HUMANOS LOS DESEOS DEL CUERPO están orientados a mantener, preservar y mejorar la vida y las circunstancias del individuo, garantizando así su satisfacción o felicidad individual. LOS DESEOS DE LA MENTE , que persiguen básicamente VERDAD, BELLEZA Y BONDAD , están más orientados hacia los demás, es decir, buscan formar unidades más grandes que el individuo, como son las familias, sociedades y naciones. La mente busca verdades universales, ideales y formas de vida compartidos, un bien común, unas relaciones armoniosas y pacificas, y un bienestar y felicidad general. PROPÓSITO PARA EL INDIVIDUO MENTE CUERPO Un ejemplo claro es la orientación de la conciencia. Si un niño descubre el pastel que su madre tiene guardado para todos, metafóricamente su cuerpo le pide comérselo y disfrutarlo él solo. En cambio, su conciencia le dice que debe esperar, compartirlo con sus hermanos y disfrutarlo juntos. La conciencia nos empuja a dar, compartir, contribuir con algo a los demás, y a no mentir ni engañar ni hacer daño a otros.

Para que ambos propósitos se puedan cumplir a la vez de forma equilibrada y armoniosa, los individuos, guiados por sus conciencias, deberían voluntariamente otorgar la prioridad al propósito de servir al conjunto, o las aspiraciones de la mente, sobre el propósito individual, o los deseos del cuerpo. El propósito para el conjunto tiene prioridad sobre el propósito individual

El ser humano está hecho para cumplir estos dos fines a la vez, el propósito individual de mantener su propia existencia y el propósito de servir al conjunto o contribuir a la felicidad de los demás. Por esta razón, aparte de tener unas necesidades físicas y unos deseos de colmarlas con el fin de sentirse satisfecho individualmente, el ser humano también posee unas aspiraciones intelectuales, artísticas y emocionales que le impulsan a relacionarse con sus semejantes y formar familias y comunidades con el fin de intercambiar conocimientos, amor, afectos, cuidados, bienes y servicios con el fin de alcanzar una mayor felicidad común. Sin embargo, para que se puedan cumplir estos dos propósitos a la vez y de una forma armoniosa, se debe otorgar la prioridad al propósito para el conjunto. Por ejemplo, satisfacer las necesidades físicas del cuerpo es la condición más básica e imprescindible para poder vivir como individuo, pero, sin embargo, es sólo un medio para poder cumplir las aspiraciones de las aspiraciones de la mente de buscar una felicidad compartida en las relaciones de amor con otros seres humanos. De hecho, si se realizan estas aspiraciones y se vive en el seno de una familia o comunidad armoniosa es cuando mejor se garantiza la satisfacción de los deseos del cuerpo o la existencia individual. Una persona que ponga los deseos del cuerpo o el propósito individual por encima de las aspiraciones de la mente de servir a su familia y comunidad nunca podrá experimentar una felicidad completa ni una armonía y paz interior, sino que vivirá en un estado de continuo conflicto interior, puesto que el orden natural es que el cuerpo gire alrededor de la mente y no al revés. En cambio, cuando se coloca la prioridad en cumplir los deseos de la mente o el propósito para el conjunto y se supeditan a éstos los deseos del cuerpo o propósito individual se puede llegar a experimentar una felicidad completa satisfaciendo armoniosamente ambos deseos y propósitos.

Por esta razón, Sócrates, en medio de una sociedad que rendía culto al cuerpo y a la belleza física, enseñaba el cuidado o cultivo del alma y animaba a emprender la búsqueda de la verdad, el bien, la belleza interior y la justicia, así como a dialogar y tratar de encontrar juntos estos valores comunes y universales. La razón por la cual una persona que vive y se sacrifica por el beneficio de los demás es generalmente considerada como un buen hijo o hija, un buen padre o madre, un buen alcalde o un buen presidente, o un gran hombre o mujer, es porque está subordinando su propósito individual al cumplimiento de la finalidad principal de su vida, que es contribuir a mantener la existencia de unidades cada vez más grandes de los individuos. Se puede decir que una persona que hace esto cumple con su deber, función o fin para el cual ha sido hecho. Por el contrario, una persona que sacrifica a los demás por su propio beneficio es comúnmente calificada como un mal hijo o hija, un mal padre o madre, un funcionario corrupto, o un tirano y genocida, porque no cumple con el propósito principal de su vida que es servir al conjunto, fallando así miserablemente en cumplir su deber, función o fin de su existencia. «Hombre de Atenas, la ciudad de más importancia y renombre en lo que atañe a sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de afanarte por aumentar tus riquezas todo lo posible, así como tu fama y honores, y, en cambio, no cuidarte ni inquietarte por la sabiduría y la verdad, y porque tu alma sea lo mejor posible?» Platón, Defensa de Sócrates , Obras completas, Aguilar, Madrid, 1972, p. 209.

Cuando, debido a una actitud inmadura y egocéntrica, los individuos colocan al propósito individual o los deseos del cuerpo como el fin principal o único de sus vidas, olvidándose de servir al conjunto, provocan una contradicción interna —entre la conciencia y los deseos del cuerpo— así como conflictos y guerras dentro de las familias, comunidades, naciones y mundo. El egocentrismo es la causa de la contradicción interna y de todo tipo de conflictos

Los problemas surgen cuando , debido a una actitud inmadura y egocéntrica, el individuo pone su felicidad individual como el fin exclusivo o principal de su vida por encima del servicio debido a los demás o, lo que es peor, se persigue una satisfacción individual a costa de sacrificar la felicidad de otros. Cuando los individuos actúan de esta manera egoísta, aunque logren satisfacciones individuales inmediatas, a la larga no sólo destruirán a sus familias y comunidades sino que al final acaban autodestruyéndose a sí mismos. Es decir, cuando se coloca a la satisfacción de los deseos del cuerpo como el fin exclusivo o principal en la vida, y se supeditan a éstos las aspiraciones de la mente, entonces se produce una contradicción interior entre lo que desea el cuerpo y lo que quiere la mente. Esto es así porque la mente siempre se rebela y se resiste a ser dominada por el cuerpo. Prueba de ello es que la conciencia recrimina continuamente a las personas que actúan de esta manera a pesar de que intenten acallar a su conciencia con todo tipo de justificaciones o distracciones. Esta actitud ignorante, inmadura y egocéntrica no solamente es la causa del conflicto interior entre la mente y el cuerpo dentro de las personas, sino que es el origen de los conflictos en la familia y la sociedad, y las guerras entre naciones que por desgracia han sido la norma en toda la historia. Así pues, el mal moral y todos los males sociales son una consecuencia del fallo humano, individual y colectivo, en alcanzar una madurez moral y cumplir su responsabilidad de llevar a cabo el propósito principal por el cual han sido hechos, a saber, servir al conjunto o vivir por el beneficio de sus familias, sociedades, naciones y mundo, supeditando a este fin el propósito individual.

El amor propio, buscar el interés propio, perseguir mayores beneficios, cultivarse o perfeccionarse a sí mismo son deseos humanos muy positivos —que suelen generan progreso material, cultural y humano— y nada censurables si con ellos se persigue ayudar y servir mejor a la propia familia, comunidad o nación en la que se vive. El amor o interés propio no es censurable si se busca servir mejor al conjunto

El individualismo o defensa de la libre iniciativa individual, la maximización de los beneficios propios, la libre competencia o la búsqueda de la felicidad propia son tendencias que bien orientadas pueden ser muy constructivas y beneficiosas para el progreso social, económico y humano. En este sentido, Bentham tenía razón al defender que el interés propio debía de ser apreciado y orientado si ha de servir al interés común o la felicidad de todos, argumentando que las personas se sienten más estimuladas a hacer cosas por el bienestar general cuando saben que ellos mismos también saldrán ganando. Esto es especialmente cierto en una situación en la que la mayoría de las personas están aún en un nivel de desarrollo moral infantil o juvenil y que por ello el deseo de obtener un beneficio o de ganar algo es un importante estímulo para hacer cosas por los demás. Sin embargo, a medida que los seres humanos maduran moralmente comienzan a adoptar una actitud más altruista, generosa y desinteresada que les mueve a vivir o hacer cosas por otros estimulados por el simple deseo de hacer felices a los demás. Así pues, el problema no es el amor a sí mismo, sino el egoísmo. El amor a sí mismo y el amor a los demás son perfectamente compatibles. Sun Myung Moon incluso defiende que el amor a sí mismo es un prerrequisito para amar a los demás, diciendo que, «Una persona que no se ama a sí misma no puede amar a Dios. Una persona que no se ama a sí misma no puede amar a sus padres y a su país. Primero tenéis que amaros a vosotros mismo para poder amar a vuestros padres, amar a vuestro país, amar al mundo y amar a Dios.» Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 22:97 (26 de enero de 1969).

Erich Fromm también diferenciaba claramente entre lo que es un sano interés propio o amor a sí mismo y el egoísmo. Por esta razón, muchos autores han afirmado que puede haber una armonía entre el interés individual y el interés común, y la felicidad propia y la ajena. Sócrates dijo que el sabio que cultiva su alma y busca el bien común es el hombre más feliz. Aristóteles sostuvo que el que se ama a sí mismo es el que vive por sus amigos e incluso está dispuesto a dar la vida por ellos, mientras que el que actúan mal o injustamente no se quiere a sí mismo, porque eligen lo peor para él. «Si queda admitido que el amor por sí mismo y el amor a otros es, en principio conjuntivo, ¿cómo explicarnos el egoísmo que obviamente excluye todo interés genuino por otros? La persona egoísta está únicamente interesada en sí misma, desea todo para ella, no tiene placer en dar, sino sólo en tomar. El mundo exterior es contemplado únicamente desde el punto de vista de lo que puede extraer de él; carece de interés por las necesidades de otros y de respeto por la dignidad e integridad, No puede ver más allá de sí misma; juzga a toda persona o cosa desde el punto de vista de la utilidad para ella; es básicamente incapaz de amar. ¿No prueba esto acaso que el interés por otros y el interés por sí mismo son una alternativa inevitable? Esto sería así si el egoísmo y el amor a sí mismo fueran idénticos. Pero esta presunción es el error que ha conducido a tantas conclusiones erróneas en este problema.» Erich Fromm, Ética y Psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México, 1977, p. 144.

Los seres humanos estamos hechos para ayudar a los demás, para amar y servir a otros, para utilizar nuestros talentos y cualidades en beneficio de los demás, para contribuir con nuestro trabajo al bienestar o felicidad de muestras familias, comunidades, naciones y mundo Estamos hechos para “vivir por los demás”

“ Nadie busque su interés, sino el del prójimo” (1 Corintios 10.24) “Todos hemos nacidos los unos para los otros” (Marco Aurelio, Meditaciones, XI) “S i quieres vivir para ti, debes vivir para otro” (Séneca, Epístolas 48) “Rendir ayuda a otros es la función de todos los seres humanos” (Jainismo. Tattvarthasutra 5.21) “La más hermosa de todas las obras humanas consiste en ser útil al prójimo” (Sófocles, Edipo rey) Estamos hechos para “vivir por los demás”

Esta máxima ética de «vivir por los demás» es quizás una de las enseñanzas éticas más comunes y universales, ya que la inmensa mayoría de las tradiciones religiosas y filosóficas desde tiempos inmemoriales han exhortado a las personas a vivir por los demás, a rendir ayuda a otros, a ser altruistas, a servir a los demás, y a sacrificarse por el bien de otros. Para aquellos que han alcanzado una cierta madurez moral la motivación de dar, servir y amar a otros fluye espontáneamente de la parte más íntima de su ser. Desean dar y servir por el beneficio de otros, sin buscar una ganancia propia. Sus corazones están llenos de perdón y tolerancia por aquellos que actúan de una manera equivocada, ya sea por ignorancia o por malicia. Nunca encuentran satisfacción en vengarse de sus enemigos, sino en lograr que cambien de actitud. Vivir para los demás significa también llevar una vida de servicio público. El servicio más puro es trabajar por el bienestar y la felicidad de sus conciudadanos sin esperar una recompensa. Actuando de esta forma se crea unidad y armonía entre las personas. El egoísmo, al contrario, produce desarmonía y conflictos. Mientras que los gobernantes convencionales abusan de su poder y buscan ser servidos, el verdadero líder es un sirviente de su pueblo; como está ejemplarizado por Jesús cuando dijo que vino «no a ser servido, sino a servir.» No obstante, las éticas filosóficas rigoristas que resaltan excesivamente el deber o el desinterés y enseñan que hay que ignorar todos los intereses personales o propios muy a menudo producen en las personas el efecto contrario al esperado. Lo mismo les ocurre a las enseñanzas religiosas que enfatizan excesivamente el llevar una vida de sacrificio por los demás, hasta el punto de considerar que cualquier deseo personal o goce propio es algo malo o pecaminoso que hay que suprimir.

El orden natural es que a la vez que se viva para uno mismo se viva para los demás. Ambos fines no se niegan el uno al otro ni se excluyen mutuamente, sino que están interrelacionados entre sí y se pueden cumplir a la vez y de una forma equilibrada y armoniosa, siempre y cuando al segundo se le otorgue prioridad sobre el primero. Gandhi escribió: Gandhi, al decir metafóricamente que el individuo debe morir para que la familia viva y que la familia debe morir para que el país viva, y que el país debe morir para que el mundo viva, expresa poéticamente este principio universal que establece que el orden natural es que el propósito individual se subordine, pero no se niegue, al propósito superior de servir a un conjunto más grande. «Los deberes para consigo mismo, para la familia, para el país y para el mundo no son independientes entre sí. Nadie puede hacer algo bueno por el país si se hiere a sí mismo o daña a su familia. Similarmente nadie puede servir a su país perjudicando al conjunto del mundo. En un análisis final debemos morir para que la familia viva, la familia debe morir para que el país pueda vivir y el país debe morir para que el mundo pueda vivir.» Gandhi, All men are brothers, Navajivan Publishing House, Ahmendabad , 1960, p. 155.

Los individuos, a la vez que viven para sí mismos, deberían vivir para el bienestar y felicidad de sus familias; las familias, al mismo tiempo que colman sus necesidades y procuran su felicidad, deberían ayudar a sus vecinos y comunidad; las comunidades, asociaciones, empresas, partidos o grupos sociales, a la vez que persiguen sus propios fines particulares, deberían contribuir a la prosperidad o bien común de la nación; y las naciones, razas, culturas y religiones, al mismo tiempo que promueven sus propios intereses, deberían también colaboran con otras naciones, culturas o religiones con el fin de garantizar la paz, bienestar y felicidad de la humanidad. Vivir por un propósito cada vez más elevado

Este es un principio ético universal y autoevidente que se deriva del principio de los propósitos duales, que es a la vez una ley de la naturaleza y una ley moral que rige a todos los seres y cosas del universo. Sun Myung Moon lo explica de una manera elocuente y poética en la siguiente cita: «Todos debemos trabajar por la forma de vida ideal. Yo existo para mi familia, mi familia existe para nuestra sociedad, nuestra sociedad existe para nuestra nación, nuestra nación existe para el mundo, el mundo existe para Dios, y Dios existe para vosotros y para mí. En este gran círculo de dar y recibir hay armonía, hay unidad y un proceso eterno de creciente prosperidad. Y más aún, ya que en este circuito toda existencia cumple su propósito de la creación, hay abundante y profunda alegría. Esto es el reino de los cielos. En cambio, en nuestro mundo el egoísmo lo arruina todo. En la familia el egoísmo causa desarmonía, de la cual brota la amargura y la discordia. Todo el mundo quiere ser servido, en vez de estar dispuesto a servir a los demás. Las esposas les dicen a los maridos lo que tienen que hacer y piden ser servidas. Los maridos quieren que sus esposas estén a su servicio. Los padres esperan atenciones por parte de sus hijos, y los hijos dan por descontado que sus padres están para servirles. Esto es lo que vemos cada día en nuestras familias, sociedades y naciones.» Sun Myung Moon, Today’s Intellectuals and Religion, May 16, 1981, Seoul, Korea.

Principio de la elevación progresiva del valor humano Los seres humanos, que ya poseen por su condición humana un gran valor intrínseco y una dignidad especial que le distingue del resto de las criaturas, pueden elevar extraordinariamente su valor a medida que sirvan a conjuntos de personas cada vez más grandes; llegando a ser buenos hijos e hijas y padres modélicos , si viven por sus familias; buenos servidores públicos, patriotas o líderes ejemplares, si se sacrifican por sus comunidades y naciones; y grandes hombres y mujeres o santos, si dedican sus vidas a servicio de la humanidad, transcendiendo las nacionalidades, razas, religiones y culturas. 8

Vive por sí mismo Individuo Elevación progresiva del valor de los seres humanos Vive por su familia Vive por sus vecinos Vive por su nación Vive por el mundo Familia Individuo Individuo Individuo Individuo Familia Familia Familia Sociedad Sociedad Sociedad Nación Nación Mundo VALOR MÁXIMO Santos y grandes hombres y mujeres Patriotas, grandes líderes, y héroes nacionales Ciudadanos y vecinos ejemplares Hijos de piedad filial y padres modélicos VALOR MÍNIMO

Si una persona vive exclusivamente para su propio beneficio, su valor será mínimo, pues si no hace nada por nadie, ¿quién aparte de él mismo apreciaría su valor? Si un hijo o una hija ayudan y sirven a sus padres y hermanos, los demás miembros de la familia se sentirán agradecidos y los apreciarán como alguien muy valioso para ellos. Lo mismo ocurre si unos padres se sacrifican por el beneficio de sus hijos. Sin embargo, cuando unos padres vivan para el beneficio exclusivo de sus hijos, puede que no sean bien valorados por los miembros de otras familias, o que incluso su conducta sea calificada de egoísmo familiar. Si una persona —además de vivir por su familia— dedica sinceramente parte de su tiempo y energía para hacer cosas en beneficio de sus vecinos o comunidad, ya sea como servidor público o en cualquier otra posición o trabajo, seguramente recibirá el agradecimiento de sus vecinos y adquirirá un valor más alto al convertirse en una persona muy querida y valiosa para toda su comunidad. Sin embargo, si alguien vive exclusivamente para el beneficio de su vecindario, grupo social o partido, será despreciado por los miembros de otros grupos sociales y su conducta calificada de corporativismo o partidismo. Si una persona —además de dedicarse a su familia y comunidad— trabaja o sacrifica su vida por el beneficio de su nación, recibirá el agradecimiento y aprecio de todos sus conciudadanos y adquirirá un valor aún más elevado, convirtiéndose así en un patriota, líder ejemplar o héroe nacional. Pero, si sólo vive para el bien exclusivo de su nación, puede que sea despreciado por la gente de otras naciones y calificado de fanático nacionalista. Las personas adquieren un mayor valor a medida que sirven a conjuntos de individuos cada vez más grandes

En cambio, si alguien —transcendiendo las barreras nacionales, raciales, étnicas o religiosas— se dedica a hacer algo que beneficie a la humanidad entera, esa persona será la que adquiera el valor más alto al recibir el agradecimiento y aprecio de todo el mundo, convirtiéndose así en un gran hombre, un gran benefactor de la humanidad o un santo. Sun Myung Moon explica lo mismo diciendo: « Si un individuo se sacrifica por otras personas, se convierte en un héroe para los demás. Si una familia se sacrifica por el bienestar de otras familias, entonces se convertirá en una familia heroica entre todas las familias. Los pueblos y naciones que se sacrifican a sí mismos por el beneficio de otras naciones llegarán a ser los campeones de las naciones. Un hombre que da su vida por sus padres, es un hijo de piedad filial. Un hombre que da su vida por su rey y nación es un súbdito leal y un patriota. Un hombre que da su vida por toda la humanidad es un santo. (…) ¿Qué clase de persona en un santo? Hay muchos patriotas en cada país. Hay también grandes hombres en cada nación. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre un santo y un patriota o un gran hombre? Un santo es alguien sirve a Dios y ama a toda la humanidad. Es un ejemplo de amor por toda la humanidad, y guía a los hombres por el sendero que marca la ley del universo. Pero la vida ejemplar de un santo no concluye aquí. Luego se convierte en un hijo o hija del Cielo. ¿Cuál es el camino de un hijo o hija del Cielo? Es el camino de disolver el sufrimiento de Dios y la humanidad y alcanzar la meta de amor.» Sun Myung Moon, Today’s Intellectuals and Religion, May 16, 1981, Seoul, Korea.

La razón por la que los grandes fundadores de religiones son venerados por millones de personas de todas las razas y culturas es por haber mostrado con su vida y ejemplo personal un amor incondicional, altruista, sacrificial y desinteresado por todo el género humano. De hecho, ya que Dios, o el origen del universo, representa a la totalidad del universo y, además, es considerado por todas las religiones como una fuente de amor eterna e infinita que abraza a toda la humanidad y demás criaturas, cuando las personas religiosas ofrecen su confianza, amor y dedicación a Dios, se sienten inducidas a servir y amar a toda la humanidad y a la naturaleza. Así pues, los seres humanos no deberían vivir para su exclusivo beneficio. Cómo mínimo, deberían servir o procurar el bienestar y felicidad de sus familias e hijos y también contribuir, a través de su ocupación, trabajo o profesión, al bienestar de su comunidad o sociedad. Y, luego, quienes deseen hacer algo más y se sientan motivados a ello, podrían dedicarse de forma voluntaria y creativa a una labor o misión de ayuda o servicio público que beneficie a su nación o a otros pueblos, razas y culturas más desfavorecidas.

El progreso y desarrollo de la humanidad, ya sea en el campo económico, científico, tecnológico, artístico, social o humano, se produce principalmente a través de la comunicación, el entendimiento, el diálogo, el consenso, la cooperación armoniosa y la interdependencia mutua entre individuos, familias, comunidades, naciones y civilizaciones, centrada en propósitos comunes y fines compartidos, y no a través de la lucha, el conflicto o la destrucción mutua. Principio del progreso mediante la cooperación centrada en un propósito común 9

Principio del progreso mediante la cooperación centrada en un propósito común Las guerras cruentas y destructivas iniciadas por los seres humanos no son fenómenos naturales Las guerras y conflictos humanos son fruto de un fracaso moral humano, individual y colectivo, en cumplir su responsabilidad de comportarse de una forma humana La causa del progreso humano no son las guerras y conflictos sino la cooperación centrada en un propósito común

Hay quienes piensan que los conflictos y guerras son fenómenos naturales necesarios y las justifican aduciendo que en la naturaleza impera la ley de la selva o, como dicen los naturalistas darwinianos, se produce una lucha despiadada por la supervivencia. Sin embargo, los fenómenos de lucha, conflicto o repulsión que existen en la naturaleza son procesos secundarios, que incluso tienen la finalidad de reforzar indirectamente los procesos de cooperación o interrelación centrada en fines comunes, que son los principales y prioritarios. En la naturaleza no existen guerras de exterminio entre los miembros de una misma especie animal. Existen especies de depredadores que cazan o pescan alimentándose de otras especies. Pero, este fenómeno forma parte de un ciclo vital o cadena de especies animales y vegetales que se alimentan unas de otras y que, por tanto, beneficia al conjunto del ecosistema garantizando así la supervivencia de las especies. De hecho, si se eliminan a los depredadores de un ecosistema, la superpoblación de las especies intermedias puede provocar el agotamiento de las especies vegetales y así causar la ruina de todo el ecosistema. Es curioso que los grandes depredadores tengan sólo una cría o dos al año, mientras que las especies que sirven de alimento sean muy prolíferas. Según la teoría darwiniana, si los depredadores son los que tienen más éxito en la lucha por la supervivencia, deberían ser también las especies más numerosas y sus víctimas tendrían que acabar siendo extinguidas. Las guerras cruentas y destructivas iniciadas por los seres humanos no son fenómenos naturales

¿Por qué, entonces, los depredadores son los que tienen menos éxito en reproducirse y corren más peligro de extinción, mientras que sus víctimas, las especies perdedoras, tienen tanto éxito en reproducirse? No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que la razón por la cual esa cadena de especies, que se comen unas a otras, tiene la forma de pirámide —o sea, que las especies que están abajo se reproducen más y son más abundantes y las que están arriba se reproducen menos y son menos numerosas— es porque el ecosistema está configurado precisamente así para garantizar su equilibrio. Si fuera al contrario —que es lo que parece indicar la teoría darwiniana— se extinguirían todas las especies, incluida la de los vencedores o depredadores, pues sencillamente se quedarían sin nada para comer. En realidad, es mucho más correcto interpretar este fenómeno natural desde el punto de vista de que unos seres vivos se ofrecen como sacrificio por el beneficio de otros. De esta manera, contribuyendo al bien del conjunto del ecosistema, a la larga están beneficiando a sus propios descendientes. Nuestra actitud correcta al consumir alimentos debería ser la de sentirnos agradecidos a la naturaleza y a los seres vivos que ofrecen su vida por nosotros, y procurar, a cambio, respetar, cuidar y proteger a la naturaleza y a las diferentes especies de seres vivos.

En la naturaleza hay también ejemplos de antagonismo, tensión y conflicto entre animales de la misma especie; como son las luchas entre machos por conseguir a las hembras o, una vez conseguidas, para alejar intrusos; o las luchas por llegar a ser el jefe de la manada; o la agresividad que muestran muchos animales al defender el territorio o las crías. Sin embargo, estos conflictos por lo general no son luchas a muerte. Son como torneos para calificarse como jefe del grupo. Como explica Sun Myung Moon en la siguiente cita, estos fenómenos de lucha o repulsión no destruyen el orden sino que, por el contrario, tienen la finalidad de crear orden, estimulando la formación de parejas o grupos unidos alrededor de un centro fuerte. Es un fenómeno similar a la repulsión que existe entre los polos del mismo signo de los imanes; o a las chispas que saltan por la misma razón al provocarse un cortocircuito en una corriente eléctrica; o cuando dos nubes cargadas positivamente chocan provocando un rayo. « Existe una fuerza armonizadora o atractiva y una fuerza repulsiva. La primera, semejante a un pegamento, hace que todas las cosas se unan en perfecta armonía. La segunda rechaza cualquier amenaza a esa perfecta armonía. (…) Si se acerca alguien a quien detestáis cuando estáis disfrutando de una charla con una persona amada, le decís, “¡fuera de aquí!” (…) Cuando un par de elementos positivo y negativo repelen a un extraño, ¡en realidad es un rechazo afectuoso, un estímulo para que encuentre su propia pareja y cree su propia armonía eterna! » Sun Myung Moon , The Realm Of Existence , 8 de febrero de 1981. Fuerzas de atracción y de repulsión en la naturaleza y las relaciones humanas

Por ejemplo, dos chicas pueden ser muy amigas, pero cuando aparece un chico que le interesa a ambas, se convierten en rivales. Lo mismo ocurre cuando son dos chicos los que se interesan por la misma chica. Cuando una persona trata de seducir a un hombre o una mujer casados, el otro cónyuge reacciona violentamente contra del intruso. Esto es una reacción natural que tiene como fin proteger la unión o la relación entre parejas ya establecidas de otras partes que pretendan destruirlas. Es como decir —¡Búscate una pareja que esté libre y déjanos a nosotros en paz!—. Por consiguiente, esta repulsión o agresividad no es una fuerza destructiva, puesto que protege las uniones establecidas y estimula a los demás a buscar sus propias parejas y establecer nuevas uniones. Algo parecido ocurre cuando los hijos compiten entre sí por el cariño de sus padres; o los alumnos por sacar buenas notas y ganarse el aprecio de sus profesores; o los empleados por su promoción en la empresa; o los artistas por un reconocimiento público o fama; o los hombres de negocios por conseguir más clientes y obtener mejores beneficios; o los líderes por ganarse la confianza del pueblo. Estas confrontaciones o competencia entre rivales es un fenómeno natural que estimula a los individuos a mejorar y que hace que los más capacitados sobresalgan y dirijan al grupo, contribuyendo así a formar conjuntos más unidos y cohesionados. Por esta razón, la finalidad última de estas rivalidades no es la destrucción de las relaciones sino la creación de relaciones de intercambio más duraderas y estables.

Cuando —por una actitud o motivación inmadura y egoísta— se sobrepasan ciertos límites, las rivalidades naturales que existen entre seres humanos se convierten en luchas fratricidas, opresiones, explotaciones y guerras cruentas y destructivas, que por desgracia ha sido la norma en toda la historia humana. Por esto, se dice que el ser humano, a pesar de ser el más cualificado y más capacitado de entre todos los seres vivos, es el ser más cruel y destructivo de la naturaleza, puesto que entre los animales no existen esas luchas fratricidas y genocidas. De hecho, no se puede decir que los animales sean malos o dañinos, pues actúan guiados por instintos y si se les deja solos generan un ecosistema en equilibrio, orden y armonía. La destrucción y desequilibrio generalmente viene cuando interviene el ser humano. Todo esto prueba que algo marcha mal con el ser humano, que no funciona bien o que no actúa como es debido a su condición o naturaleza humana. Así pues, las guerras cruentas y destructivas iniciadas por los seres humanos a lo largo de toda la historia no son fenómenos naturales necesarios sino males morales y sociales, innecesarios y evitables, fruto de una irresponsabilidad o un continuo fracaso moral humano, individual y colectivo. Estos males morales y sociales no sólo no son fenómenos naturales sino que son contrarios a la naturaleza y a la naturaleza humana. Las guerras y conflictos humanos son fruto de un fracaso moral humano, individual y colectivo, en cumplir su responsabilidad de comportarse de una forma humana

Desde el famoso aforismo de Heráclito, « la guerra es el padre de todas las cosas » , hasta la ideología marxista, que considera que las guerras y revoluciones violentas son el motor del la historia humana, muchos pensadores y filósofos han considerado que las guerras y los conflictos en la sociedad humana son necesarios porque han contribuido al progreso y mejoramiento de la sociedad. Cuando unos dirigentes esclavizan, explotan y oprimen a sus pueblos o establecen unas leyes o instituciones injustas y tiránicas, es evidente que es bueno y necesario que surjan otros líderes que se opongan a éstos y que, si no hay más remedio, los derroquen por la fuerza con el fin de establecer unas instituciones y leyes más justas. Pero esta necesidad se deriva de un error o irresponsabilidad previa, que no era en absoluto necesario ni inevitable. La esclavitud, explotación, opresión, injusticias o las guerras motivadas por el pillaje, expoliación o conquista no son un fenómeno natural necesario sino un fracaso humano o cúmulo de errores e irresponsabilidades perfectamente evitables. En el caso de poder evitar estos errores, no sería necesario ni defenderse con las armas ante una agresión, invasión o ataque injustificado, ni iniciar una guerra de liberación para remediar una situación injusta. Por esta razón, el problema principal es saber cómo erradicar el mal moral que es el que causa las guerras, injusticias, explotación, miseria, hambre, violencia y abusos dentro de la sociedad y las familias, y las conductas autodestructivas de los individuos. La causa del progreso humano no son las guerras y conflictos sino la cooperación centrada en un propósito común

De hecho, ahora se trabaja a escala mundial para crear unas condiciones sociales y políticas, y unos lazos de interdependencia y ayuda mutua entre naciones, que hagan innecesario el recurso a la guerra unos, y poder así iniciar una nueva era de paz y colaboración entre todas las naciones. Aún así el problema principal es saber cómo erradicar el mal moral que es el que causa las guerras, injusticias, explotación, miseria, hambre, violencia y abusos dentro de la sociedad y las familias, y las conductas autodestructivas de los individuos. Resumiendo, como hemos visto a los largo del presente trabajo, la mayoría de las tradiciones éticas religiosas y filosóficas, antiguas y modernas han resaltado el principio del diálogo, entendimiento, cooperación, consenso, tolerancia, perdón o reconciliación, centrado en objetivos o fines comunes, como medio para el progreso o paz mundial. En definitiva, la aceptación de este principio fomenta la búsqueda de soluciones pacíficas de los problemas y conflictos, que puedan surgir en todos los ámbitos, a través del diálogo y la cooperación centrada en fines compartidos, en vez de recurrir a una estrategia de constante conflicto, lucha fratricida o uso injustificado y gratuito de la fuerza, justificando cualquier clase de medio violento o destructivo para conseguir un supuesto buen fin.

La estabilidad, cohesión, armonía y paz a nivel familiar, social, nacional e internacional solamente serán posibles a través de establecer un orden legal y moral—análogo al orden natural o cósmico— creado por medio de la aceptación libre de una legislación común y un núcleo de valores y principios éticos compartidos, y mediante el desempeño voluntario y responsable por parte de los individuos de posiciones , papeles y funciones diferenciadas. Principio del orden 10

Principio del orden La estructura jerárquica del cosmos y la sociedad humana El viejo prejuicio ilustrado antiautoritario La solución está en fortalecer el liderazgo moral

Se puede apreciar que la estructura del cosmos es claramente ordenada y jerárquica, en la cual las entidades individuales se van agrupando en conjuntos cada vez más grandes que están conectados o enlazados entre sí a través de una cadena de centros, de tal manera que todas las entidades individuales o grupos, a la vez que cumplen con el propósito de preservar sus existencias individuales, cooperan y sirven al propósito de mantener la existencia del conjunto. El mismo tipo de orden natural se puede observar en los organismos vivos compuestos por células y agrupaciones de células especializadas u órganos que, a la vez que preservan su propia vida, cumplen funciones diferenciadas con el fin de mantener la vida del conjunto. Este principio de la universalidad del orden natural y social se contrapone a la clásica visión individualista de la sociedad que sostiene que ésta es simplemente un agregado temporal, artificial, arbitrario y fortuito de átomos individuales completamente independientes. Nuestro supuesto, en cambio, afirma que el orden social debería reflejar el mismo orden natural que se muestra en los organismos y sistemas naturales. Sin embargo, la analogía no se debe aplicar literalmente —como hicieron las visiones organicistas antiguas y medievales o los sociologismos y totalitarismos modernos— sino sólo de forma metafórica, ya que los seres humanos no son piezas de una máquina ni células ni hormigas que tienen unas posiciones o funciones fijas dentro de una máquina, organismo o colonia y que las cumplen de una manera automática o instintiva. La estructura jerárquica del cosmos y la sociedad humana

Las instituciones u organismos sociales no son tampoco máquinas, ni colonias de hormigas, sino que son construcciones o creaciones culturales, en las cuales es necesario que haya personas en distintas posiciones que ejerzan diferentes funciones, pero no de una manera fija e inamovible, y en las que se cumplen los papeles o roles, no de forma mecánica o automática, sino de una manera libre, responsable y creativa. A pesar de que hoy nadie quiere utilizar las palabras orden y jerarquía por sus connotaciones conservadoras o medievales, en realidad, en las democracias actuales la sociedad está, de hecho, organizada de una manera ordenada y jerárquica a semejanza del orden natural observable en los organismos vivos y en el sistema planetario; empezando por las familias, en las que los padres son el centro o los representantes del grupo familiar; siguiendo con los órganos de gobiernos de las escuelas o instituciones educativas; los directivos de las empresas, las autoridades municipales, las autonómicas o regionales; y culminando con los máximos representantes del estado, en donde confluyen las distintas cadenas de mando de todas las instituciones u organismos del Estado. La razón de esto es que sin esa diferenciación de posiciones o funciones, y sin esa sucesión de centros la sociedad no podría funcionar.

Obviamente, en las estructuras jerárquicas democráticas, a diferencias de las sociedades jerárquicas antiguas, aunque el cargo o posición en sí mismo sea relativamente fijo, sí varían, en cambio, las personas que lo ocupan, que suelen calificarse para el cargo por votación popular, designación de una autoridad superior, oposiciones o contratos, entre otros métodos, y que por lo general desempeñan el cargo sólo durante un tiempo limitado. Como se puede ver, una estructura ordenada y jerárquica no tiene por qué ser clasista ni atentatoria contra la dignidad o igualdad humana. Por ejemplo, que los hijos deban respetar a los padres y abuelos no significa que éstos últimos sean seres superiores, sino que ellos representan al conjunto de la familia y se supone que se preocupan y sacrifican por el bienestar y la felicidad de todos los miembros de la familia. De igual manera, respetar y seguir las indicaciones de los profesores en la escuela o de los jefes en el trabajo, así como apoyar a los líderes sociales y políticos, no significa que éstos sean seres superiores sino simplemente que cumplen una función pública o representan a un colectivo de individuos y se supone que trabajan por el bien común de todos.

Sin embargo, los liberales individualistas actuales siguen arrastrando el viejo prejuicio ilustrado antiautoritario alimentado constantemente por un miedo —muy poco racional, por cierto— a una vuelta al pasado, a la resurrección de fantasmales Inquisiciones o al peligro de conspiraciones totalitarias. Piensan que, debido a que todas las personas se corrompen con el poder, ningún tipo de autoridad debe prevalecer sobre las libertades individuales. Es algo así como si unos hermanos decidieran prescindir de sus padres por el temor de que algún día de éstos puedan abusar de ellos o convertirse en sus maltratadores. Unos malos padres pueden hacer mucho daño a sus hijos, pero normalmente son los padres quienes más se preocupan por el bienestar de todos los hermanos y hermanas, protegiendo y ayudando en especial a los hermanos más débiles o desfavorecidos. Mientras que si faltan los padres los hermanos tienden a competir y pelearse entre sí preocupándose más de sus propios intereses que los comunes. De igual manera, contrariamente a lo que se suele pensar, en una estructura social jerárquica en la que las personas responsables cumplan bien con su función —en cierta manera similar a la parental— de preocuparse por el bienestar y la felicidad de todos, los derechos individuales estarán mejor salvaguardados que en una situación social supuestamente más libre e igualitaria y carente de personas que se responsabilicen por el bienestar común, en la que, por lo general, los «iguales» acaban compitiendo ferozmente entre sí como si estuvieran en la selva. El viejo prejuicio ilustrado antiautoritario

Baste recordar como los campesinos supuestamente liberados de la opresión de los nobles y monarcas por los revolucionarios burgueses que enarbolaron los ideales democráticos de libertad, igualdad y fraternidad, poco tiempo después pasaron a ser explotados despiadadamente por sus «hermanos democráticos» burgueses capitalistas en la época de Revolución Industrial inglesa. Hay que reconocer las cosas han mejorado mucho desde entonces, pero, aun así, las sociedades democráticas actuales, como ya hemos comentado repetidamente, siguen estando marcadas por una competencia salvaje y una lucha de intereses egoístas entre individuos y grupos, en los que impera todavía la ley del más poderoso, mientras que los más débiles o indefensos son los que salen siempre peor parados. Se debería lograr un equilibrio o armonía entre el propósito individual y el propósito de servir al conjunto social a semejanza del orden natural o cósmico. Que los individuos pretendan ser el centro del universo o la fuente suprema de la autoridad, negándose a respetar, obedecer o servir a nadie, y se dediquen a perseguir únicamente su propia satisfacción o beneficio individual, es algo tan absurdo como si los planetas y satélites pretendieran convertirse en el centro de la galaxia y exigieran a todas las demás estrellas y planetas que giren a su alrededor.

La solución estaría en fortalecer el liderazgo moral de las personas responsables en todos los niveles y ámbitos sociales, empezando con los padres en el ámbito familiar, y siguiendo con los profesores, profesionales, empresarios y servidores públicos. En una sociedad en la que los lazos familiares y comunitarios sean fuertes, estables y armoniosos, y en la que sus representantes públicos, ya sean padres, profesores o líderes sociales y políticos, muestren un buen ejemplo de sacrificio, dedicación o servicio por sus hijos, alumnos, empleados o conciudadanos, en dicha sociedad seguramente los individuos se sentirían más felices, protegidos y valorados, puesto que disfrutarían de un mejor ambiente emocional y material para satisfacer sus necesidades individuales así como de una mejor educación que les posibilitaría desarrollar su propia personalidad o carácter único y cultivar sus también únicos talentos y cualidades innatas. Y, luego, estimulado por el ejemplo de sus padres, profesores y líderes sociales, se sentirían motivados a utilizar esos talentos y cualidades individuales por el beneficio de los demás. Resumiendo, la visión social que se desprende de este principio, aparte de ser más razonable, completa y equilibrada que la visión atomista de la sociedad, es obviamente más útil para garantizar una mayor armonía y paz, tanto social como mundial. Además, puede servir también para armonizar la tradición individualista occidental con los valores comunitaristas orientales. La solución está en fortalecer el liderazgo moral

El sentido de la vida humana —a semejanza de la dirección que muestra la formación y estructura del universo— debería ser lograr la armonía y equilibrio entre la mente y el cuerpo dentro del individuo, la unión entre maridos y esposa y los demás miembros de las familias, la cooperación dentro de las comunidades y naciones, y entre las diferentes naciones, razas, culturas, religiones y civilizaciones. En suma, la unión de todos los seres humanos como una gran familia mundial, de la humanidad con el resto de la naturaleza, y del conjunto del universo con su origen o Dios, mediante un amor universal, que haga posible el bienestar y la plena felicidad de toda la humanidad. Manteniéndose, no obstante, la autonomía e individualidad única de las personas y familias, así como las características únicas y diferenciadas de los distintos grupos étnicos, pueblos y culturas del mundo. Principio del sentido 11

La armonía y equilibrio entre la mente y el cuerpo dentro del individuo La unión armoniosa entre marido y esposa y los demás miembros de las familias, la cooperación y armonía dentro de las comunidades y naciones, y entre las diferentes naciones, razas, culturas y religiones. La unión de todos los seres humanos como una gran familia mundial, de la humanidad con el resto de la naturaleza, y del conjunto del universo con su origen o Dios, mediante un amor universal, que haga posible la paz, el bienestar y la plena felicidad de toda la humanidad. Manteniendo la creatividad e individualidad única de las personas y familias, así como las características únicas y diferenciadas de los distintos grupos étnicos, pueblos y culturas del mundo. La finalidad o sentido de la vida humana

La gran maquinaria del universo está irremediablemente condenada a un gran congelación o enfriamiento cósmico por la ley del aumento de la entropía, basada en el segundo principio de la termodinámica que indica que en toda máquina que funcione transformando una fuente de energía en otra se produce una disipación de energía y por tanto un progresivo deterioro o desorden. 2º Principio de la termodinámica Ley de la Entropía Progresivo deterioro y desorden del universo Muerte térmica o gran congelación Las profecías apocalípticas de la muerte térmica

En la naturaleza se produce una continua renovación cíclica que da lugar un movimiento circular en espiral que es un proceso constructivo y que avanza en una dirección bien definida hacia un progreso continuo, precisamente todo lo contrario de la disolución o muerte térmica. Igual que para que se inicie una corriente eléctrica se necesita un generador que eleve la diferencia de potencial entre el polo positivo y negativo, para que las innumerables interacciones recíprocas que constituyen el universo se puedan mantener es absolutamente necesario que exista una fuente de energía o generador, que añada toda la energía que se disipe. De esta manera, todos esos innumerables circuitos de fuerzas no sólo mantienen el funcionamiento del universo sino que hacen que éste progrese continuamente. Si a este modelo le añadimos la metáfora de un gran ordenador o una mente universal que sea inherente a la energía, tendremos así una imagen científica del origen del universo, que no es muy diferente de las imágenes tradicionales religiosas y filosóficas de Dios como fuente de amor, espíritu y energía. Creación y multiplicación de sistemas cada vez más complejos Orden Generador de energía Mente del universo Fuente de amor Logos

Desde lo más pequeño a lo más grande Desde lo más simple a lo más complejo El carácter direccional de universo

Los movimientos circulares o ciclos regulares y estables que existen en la naturaleza evidentemente no aparecieron por accidente o azar. El sentido común nos dice que el azar únicamente puede producir movimientos caóticos, irregulares e inestables.  La causa directa de estos movimientos circulares naturales —como hemos venido repitiendo— son las interacciones de fuerzas o intercambios recíprocos de elementos entre parejas de entidades complementarias. Dado que las interrelaciones recíprocas requieren de un propósito común para su mantenimiento y continuidad, es razonable pensar que todos esos movimientos circulares y ciclos de la naturaleza tengan una finalidad. Esta finalidad es, en general, la existencia, estabilidad, cohesión, unidad, armonía, cooperación, multiplicación, progreso y desarrollo de los sistemas naturales. Finalidad de los movimientos circulares

PROPÓSITO COMÚN FINALIDAD (estabilidad, cohesión, cooperación, progreso) Unión de las partes en un conjunto armonioso Unión pacífica y armoniosa de todos los seres humanos y la naturaleza mediante intercambios recíprocos de amor, conocimientos, bienes y servicios Finalidad de los movimientos circulares

Si en el universo hubiera únicamente movimientos caóticos e irregulares que cambiaran constantemente de dirección se podría llegar a la conclusión que todo sería el fruto del azar o de accidentes fortuitos y que el universo no tendría ninguna dirección definida o sentido. Sin embargo, existe una abrumadora presencia de múltiples tipos de movimientos cíclicos o circulares en todos los ámbitos y niveles del universo, cuya evidente finalidad es la de garantizar la existencia y cohesión de las unidades o entidades individuales, así como que éstas se agrupen y organicen en sistemas o conjuntos de unidades cada vez más grandes garantizando asimismo la unidad, cohesión y estabilidad del conjunto. La dirección que marcan estos múltiples tipos de movimientos circulares que van construyendo unidades cada vez más grandes, es hacia la unificación o unión de todas las partes en un conjunto armonioso, que incluye la unión armoniosa y pacífica de todos los seres humanos como una gran familia o comunidad humana mediante relaciones de colaboración y de intercambios recíprocos de amor, conocimientos, bienes y servicios, y también la unión y armonía de todos los seres humanos con todos los demás organismos vivos y cosas de la naturaleza. La unión de todas las partes en un conjunto armonioso

La flecha del tiempo de estos movimientos circulares o cíclicos de la naturaleza basados en el principio de la universalidad de las interacciones recíprocas apunta más bien hacia lograr una armonía global de todos los seres humanos —y entre éstos y la naturaleza— en vez de señalar su destrucción o disolución. Esto encaja mejor con la visión de un final feliz o un reino de paz y justicia de la antigua tradición semítica, así como la de todas las utopías sociales y políticas que han surgido en casi todas las culturas y que han sido una de las más viejas y anheladas aspiraciones del género humano a lo largo de su historia. También concuerda con la tendencia actual hacia la globalización de todos los aspectos de la cultura, o la creciente interdependencia mutua entre todos los pueblos y naciones, así como con una mayor conciencia ecológica de sentirse parte de un planeta tierra, que es como un gran organismo vivo interrelacionado e interconectado al que hay que cuidar y proteger. Desde un punto de vista humano, esta visión es desde luego más cálida y esperanzadora que la visión de un frío universo sin dirección ni sentido originado por accidentes fortuitos y destinado a una eminente o futura muerte catastrófica o térmica. La flecha del tiempo de los ciclos de la naturaleza

Poetas y místicos de todas las culturas y épocas, como es el caso de León Hebreo, han expresado la creencia en que el amor universal es la fuerza fundamental que crea, mueve y mantiene unido al universo. Sofía : Verdaderamente en el mundo, el amor no sólo se encuentra en cada cosa común, sino que es imprescindible porque nadie puede ser feliz sin amor. Filón : No sólo faltaría la felicidad si estuviera ausente el amor, sino que tampoco tendría existencia el mundo ni en él habría cosa alguna, si no hubiese amor. Sofía : ¿Por qué tantas cosas? Filón : Porque el mundo y sus cosas tienen existencia en cuanto que es un todo unido y enlazado con todas las partes a la manera de los miembros de un individuo. Si no fuese así, la división causaría su total desaparición, y puesto que el amor es lo único que permite que el universo esté unido a sus diversas partes, de ello se desprende que dicho amor es la causa de la existencia del mundo y de todas las cosas que hay en él. León Hebreo, Diálogos de amor , PPU , Barcelona, 1986, p. 318. El amor universal es la fuerza motora de universo

« Todas las cosas creadas existen en la forma de parejas de seres entre los cuales se establecen interrelaciones recíprocas… ¿Por qué es esto así? Todos los seres creados existen como parejas con el fin de poder tener relaciones de dar y recibir, y alcanzar así la unidad a través del amor, debido a que están hechos para desarrollar su amor a un grado absoluto. No hay una sola cosa que haya sido creada fuera de este principio. Todo ha nacido del amor y por el amor. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas , Seúl, HSA-UWC , 209-89 (27 de noviembre de 1990) , 207. Según Sun Myung Moon , la fuerza que está detrás de las innumerables relaciones de dar y recibir que constituyen el universo, es la fuerza del amor que se origina en el corazón, que es la parte más profunda de la mente de Dios y de los seres humanos. Así que el sentido último del universo es realizar la unión de todos los seres y cosas mediante el amor. El sentido último del universo es la unión de todos los seres y cosas mediante el amor

La eterna aspiración del hombre es ser feliz y la máxima felicidad la consigue a través de las relaciones armoniosas y estables de amor con otros seres humanos. Nadie que viva solo o aislado, sin relacionarse con otros, puede ser feliz. Así que el sentido común también nos dice que la finalidad o sentido de nuestra vida es experimentar la máxima alegría o felicidad posible a través de relaciones de amor con otros seres humanos y la naturaleza. Por esta razón, las historias de amor han sido el tema más recurrente y fascinante de todas las obras de poesía, literatura, cine y arte, y los grandes ejemplos de amor, dedicación y sacrificio de héroes, heroínas o santos son lo que ha movido a mucha gente a admirarles, venerarles y emularles. Además, el único control que admiten gustosa y voluntariamente los seres humanos es un control basado en una relación de amor. Por las personas que nos aman o a las que amamos profundamente estamos dispuesto a hacer cualquier cosa sin sentirnos por ello esclavos o dominados por ellas. En cambio, no nos gusta vivir controlados por una autoridad basada en leyes, normas y posiciones y ni mucho menos en la fuerza. El único control que el ser humano admite voluntariamente es el control basado en una relación de amor

En este sentido, este principio de la unión de la humanidad mediante un amor universal complementa y cualifica al principio anterior de la universalidad del orden natural y social basado en leyes, posiciones y funciones diferenciadas, estableciendo que la unidad y cohesión entre los seres humanos deben estar basadas principalmente en relaciones de amor voluntarias, libres y creativas extendidas a todos los niveles, que proporcionen una alegría y felicidad plena. Si, para mantener el orden o la cohesión social se pone más importancia en la autoridad basada en leyes, normas morales o posiciones, papeles y funciones diferenciadas, lo único que se consigue es un orden frío, inhóspito, autoritario y rígido. Esto repele profundamente a la naturaleza humana, porque los seres humanos en el fondo sólo admiten ser controlados por el amor y desean vivir experimentando una alegría y felicidad plena en el ambiente cálido y afectuoso creado por armoniosas relaciones de intercambios recíprocos de amor, cuidados y afectos profundos.

Todos los seres humanos aspiran o están destinados a realizar tres grandes metas ; la primera es crecer hasta alcanzar una perfección o madurez moral cultivando el propio carácter y logrando una armonía o equilibrio interior entre los deseos de la mente y los deseos del cuerpo; la segunda es formar familias armoniosas y felices unidas por el amor, y extenderlas hasta establecer comunidades y naciones pacíficas , y un mundo unido, feliz y en paz que sea como una gran familia; la tercera meta es desarrollar una actividad creativa que contribuya al bienestar general y ejercer un dominio de amor sobre la naturaleza, cuidando del medio ambiente, protegiendo al resto de los seres y cosas de la naturaleza, y viviendo en armonía con ella. Principio de las tres grandes metas o aspiraciones universales de la humanidad 12

Primera meta de la vida: Segunda meta de la vida: Tercera meta de la vida: Crecer hasta alcanzar una perfección o madurez moral cultivando el propio carácter y logrando una armonía o equilibrio interior entre los deseos de la mente y los deseos del cuerpo Formar familias armoniosas y felices unidas por el amor, y extenderlas hasta establecer comunidades y naciones pacíficas, y un mundo unido y en paz que sea como una gran familia Desarrollar una actividad profesional o creativa que contribuya al bienestar general y ejercer un dominio de amor sobre la naturaleza, cuidando del medio ambiente, protegiendo al resto de los seres y cosas, y viviendo en armonía con la naturaleza

Principio de las tres grandes metas o aspiraciones universales de la humanidad Este principio es un desarrollo o ampliación del anterior principio del sentido o finalidad de la vida humana y el universo, que en esencia es la unión armoniosa mediante un amor universal entre toda la humanidad y la naturaleza con su origen, Dios, quien es la fuente última del amor. Estas tres metas siempre han sido las tres aspiraciones más universales y comunes de todos los seres humanos a lo largo de toda la historia, que básicamente son: lograr la armonía o paz interior; experimentar alegría y felicidad a través de amor en las relaciones familiares y vivir en una sociedad y un mundo ideal; y desarrollar la propia creatividad y vivir en armonía con la naturaleza. Esto prueba que hemos sido diseñados para cumplirlas y que constituyen el sentido último o finalidad de nuestras vidas.

Las tres bendiciones bíblicas Desde una perspectiva religiosa, el Principio Divino afirma que estas tres metas son el objetivo e ideal de la creación de Dios expresado en las tres bendiciones bíblicas. Según explica Sun Myung Moon : «Cuando Dios creó a Adán y Eva les dio tres bendiciones: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla.” La primera bendición, “creced,” significa que los seres humanos deberían crecer y perfeccionar su carácter, centrado en Dios. La segunda bendición significa que un hombre perfecto y una mujer perfecta deberían llegar a ser un verdadero marido y una verdadera esposa, tener hijos, y realizar una familia ideal, cumpliendo así con sus deberes de verdaderos padres. La tercera bendición era que los seres humanos deberían construir el reino de los cielos en la tierra, viviendo confortablemente en el ambiente que Dios había creado para ellos. Dios, que es el ser original del verdadero amor, creó a los seres humanos como los objetos de Su verdadero amor. Él quería que se convirtieran en seres perfectos del verdadero amor, realizaran el ideal del verdadero amor como marido y esposa, y crearan el ambiente del reino de los cielos.» Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 234:270, (26 de agosto de 1992). Esta visión está en consonancia con la mayoría de las religiones que siempre han perseguido un ideal de santidad o perfección individual y la construcción de buenas familias, buenas sociedades y un reino de justicia, paz y felicidad aquí en la tierra y en la otra vida.

El desarrollo moral y la madurez del carácter El objetivo de la moralidad individual La perfección o madurez individual como la armonía interior entre los deseos del cuerpo y de la mente La perfección individual como el desarrollo de la capacidad de amar La primera bendición de Dios Primera meta de la vida: Perfección o madurez individual

Primera meta de la vida: Perfección o madurez individual Todos los seres humanos aspiran a realizarse como persona y convertirse en alguien con cosas valiosas que ofrecer y enseñar a los demás, y así llegar a ser apreciado, valorado y reconocido por todos.  En especial, en las etapas de la adolescencia y la juventud se busca a ídolos o modelos a los cuales imitar, maestros sabios, grandes artistas, genios o héroes que han salvado la vida a otros. No solo se admira a estas personas ejemplares sino que se aspira a ser como ellos. Este deseo de llegar a ser una persona valiosa o importante y reconocida por todos es el estimulo que los mueve a autorrealizarse como persona y perseguir una perfección o madurez individual.

Los seres humanos, igual que los demás seres vivos, crecen o se desarrollan a partir de una semilla o embrión hasta convertirse en seres completos o maduros. Hay dos aspectos de este crecimiento; por un lado, ocurre un desarrollo fisiológico que se produce de una manera automática de acuerdo a leyes naturales; y, por otro, hay un desarrollo psicológico paralelo, que incluye básicamente un desarrollo intelectual, emocional y volitivo, que no se produce de una manera espontánea o automática sino que se requiere una educación y un esfuerzo voluntario, y responsable de la propia persona. Un aspecto muy importante del desarrollo psicológico es el desarrollo moral, en el que partiendo de una condición inconsciente, ignorante, inmadura e irresponsable se asciende hacia una madurez moral o un mayor conocimiento, consciencia y responsabilidad, mediante un esfuerzo voluntario de la propia persona así como por una buena educación y unas circunstancias favorables. La meta de este desarrollo moral sería alcanzar una cierta madurez o perfección moral. Kant, en su Metafísica de las Costumbres, escribía que el primer deber de hombre para consigo mismo —que es a la vez un fin suyo— es « el deber para sí mismo de elevar su propia perfección moral.» Antes y después de Kant, muchos filósofos y reformadores éticos —desde diferentes visiones, perspectivas y creencias— han enseñado que el ser humano debe alcanzar una cierta perfección o madurez moral llegando a ser un sabio, un hombre verdadero, un santo, un humanista benevolente o simplemente un hombre justo y respetuoso de las leyes o buen ciudadano. Kant, La metafísica de las costumbres, Tecnos , Madrid, 1989, p. 314. El desarrollo moral y la madurez del carácter

De hecho, el objetivo de la moralidad individual, que es el aspecto individual de la ética, es precisamente la consecución de esta primera meta de la vida humana, es decir, alcanzar una perfección o madurez moral cultivando el propio carácter y logrando una armonía o equilibrio interior entre los deseos de la mente y los deseos del cuerpo, experimentando así una paz interior, plenitud, satisfacción o felicidad individual. Dicho con otras palabras, las personas, desde su adolescencia y juventud, deben hacer esfuerzos responsables y voluntarios por cultivar su propio carácter hasta alcanzar una madurez del carácter; conociéndose a sí mismo; llevando una vida buena; respetando las normas morales; actuando movido por una buena voluntad o pureza de intención; y logrando el autocontrol o dominio de sí mismo. En definitiva, forjar un carácter maduro mediante la práctica diaria de las virtudes morales individuales, como son la pureza, honestidad, templanza, coraje, sabiduría, perseverancia, honradez, equidad y diligencia. El objetivo de la moralidad individual

Un primer aspecto básico de la perfección individual es lograr una armonía interior entre los deseos del cuerpo y la mente. De hecho, esta es la meta de la educación del carácter que todos los jóvenes deberían recibir en sus familias y la escuela. Es decir, una educación que tenga como fin ayudar a los estudiantes a hacer esfuerzos voluntarios y responsables por alcanzar una madurez moral, autodominio y paz interior, es decir, llegar a ser una persona buena, equilibrada y que tiene el control de sus propios deseos. El ser humano está hecho para cumplir dos fines, el propósito individual de mantener su propia existencia y el propósito de servir al conjunto o contribuir a la felicidad de los demás. Por esta razón, aparte de tener unas necesidades físicas y unos deseos de colmarlas con el fin de sentirse satisfecho y feliz individualmente, el ser humano también posee unas aspiraciones intelectuales, artísticas y emocionales que le impulsan a relacionarse con sus semejantes y formar familias y comunidades con el fin de intercambiar conocimientos, amor, afectos, cuidados, bienes y servicios con el fin de alcanzar una mayor felicidad común o compartida. Así pues, el principal objetivo de la educación del carácter es ayudar a los jóvenes y adolescentes a superar sus aptitudes y motivaciones inmaduras y egocéntricas infantiles, y a adoptar actitudes más altruistas o centradas en los demás. Es decir, lograr que de una manera voluntaria otorguen prioridad al propósito de hacer felices a los demás sobre el propósito de perseguir la satisfacción propia. La perfección o madurez individual como la armonía interior entre los deseos del cuerpo y de la mente

Dicho de otra manera, lograr que las personas voluntariamente subordinen los deseos de su cuerpo a los dictados de su conciencia, ya que satisfacer las necesidades físicas del cuerpo es una condición básica e imprescindible para poder vivir como individuo, pero, sin embargo, es sólo un medio para poder cumplir las aspiraciones de las aspiraciones de la mente o conciencia de buscar una felicidad compartida en las relaciones de amor con otros seres humanos. Dicho de otra manera, lograr que las personas voluntariamente subordinen los deseos de su cuerpo a los dictados de su conciencia, ya que satisfacer las necesidades físicas del cuerpo es una condición básica e imprescindible para poder vivir como individuo, pero, sin embargo, es sólo un medio para poder cumplir las aspiraciones de las aspiraciones de la mente o conciencia de buscar una felicidad compartida en las relaciones de amor con otros seres humanos. De esta manera, invierte el orden natural haciendo que su mente gire alrededor de los deseos de su cuerpo, es decir, los estudios, carrera, conocimientos, talentos artísticos, habilidades, fuerza de voluntad y capacidad de trabajo se convierten en instrumentos o medios para satisfacer la propia codicia material o sexual, o para perseguir la vanidad de la gloria, la erótica del poder o la droga de la fama, cayendo así fácilmente en toda una variedad de conductas compulsivas como la adicción a las drogas, alcohol, sexo, juegos de azar, etc. De esta manera es imposible lograr una armonía, equilibrio o paz interior, pues la mente —especialmente la conciencia— nunca se somete a los deseos egoístas del cuerpo, así que ambos llegan a ser como dos polos positivos de un imán que se repelen entre sí produciendo un estado continuo de desgarramiento o contradicción interior.

“Antes de desear tener dominio sobre el universo, debes primero tener dominio sobre ti mismo”. Este es el primer artículo en la vida de fe. Para alcanzar la perfección debes tener dominio sobre ti mismo. ( Sun Myung Moon )  Si un hombre venciera en batalla a mil enemigos y a más todavía, y otro se venciera a sí mismo, esta victoria significaría mayor triunfo, ya que la mayor victoria es la que se gana sobre sí mismo. (Budismo, Dhammapada 103-5)   ¿Quién es el fuerte? El que controla sus pasiones. (Judaísmo, Mishnah , Abot 4.1).   Sabio es quien conoce a los hombres y clarividente quien se conoce a sí mismo. Tiene fuerza quien vence a otros, pero sólo es fuerte quien a sí mismo se vence. (Taoísmo, Tao Te Ching 33)   ¿Quién es, pues, libre? El sabio, que se gobierna a sí mismo (Horacio, Sátiras).   La victoria sobre uno mismo es la primera y la más gloriosa de todas las victorias, mientras que la derrota en que uno es vencido por sus propias armas es, sin duda, lo más vergonzoso y denigrante que existe. (Platón) Hoy día, en nuestras sociedades llamadas libres, convendría recordar a Séneca cuando dijo: «Nadie que sea esclavo de su cuerpo es libre.» De hecho, en todas las tradiciones éticas religiosas y filosóficas antiguas se resalta unánimemente la necesidad de un autocontrol o autodominio para lograr una perfección o madurez individual, como se puede apreciar en las siguientes citas:

Un segundo aspecto más fundamental de la perfección o madurez individual y que requiere toda una vida de experiencias y esfuerzos para alcanzarla es el cultivo o desarrollo de la capacidad de amar. Esta es la meta de la educación del corazón que todos deberíamos recibir en el seno de una familia. El ser humano está hecho para ser feliz a través de dar y recibir amor, de amar y ser amado. Por ello, dicho de una manera muy simple su desarrollo moral consiste esencialmente en cultivar su capacidad de dar y recibir amor, aprendiendo primero como niño a recibir amor, y luego desarrollando gradualmente su capacidad de dar amor hasta llegar a una madurez moral. En la etapa de la niñez los hijos reciben protección, cuidados, afecto, educación y amor de sus padres y en cambio su capacidad de dar o corresponder es aún muy limitada. Es obvio que recibir es más fácil que dar. Por ello, recibir es lo primero que se aprende, y luego hay que desarrollar poco a poco la capacidad de dar. A medida que los niños van creciendo, a través de imitar el ejemplo de sus padres o por propias experiencias se van dando cuenta de la necesidad de empezara a dar al mantener relaciones con sus hermanos y hermanas, compañeros de clase y amigos. La perfección individual como el desarrollo de la capacidad de amar

De esta forma, se llega a la etapa de la adolescencia y juventud en la que se establecen relaciones de dar y recibir mutuo y recíproco. Se abandona o se debería abandonar la actitud egocéntrica e interesada infantil, y se desarrolla la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de tratar a los demás al menos en la misma medida o trato que se recibe. En la etapa adulta, al formar una familia, tener hijos y desarrollar una actividad profesional, se pasa a una etapa en la que se desarrolla o se debería desarrollar aún más la capacidad de dar o de hacer cosas de una manera desinteresada por los demás. Es la etapa en la que se tiene que aprender a dar más de lo que se recibe. Las relaciones entre marido y mujer exigen, para que funcionen bien, una actitud de entrega y de querer hacer feliz a la pareja más que esperar recibir del otro. Y sobre todo cuando se tienen hijos es cuando se aprende a dar o sacrificarse por ellos de una manera desinteresada y sin esperar nada a cambio. Si una persona es capaz de extender este tipo de corazón o sentimientos que siente hacia sus hijos a todos los seres humanos, o aunque no tenga hijos propios es capaz de desarrollar este tipo de corazón parental incondicional hacia sus semejantes, respetándolos y valorándolos como se valoran a los hijos propios, entonces estaríamos hablando de una persona que ha alcanzado el grado más alto de perfección o madurez individual.

Desde una perspectiva religiosa, una persona que tiene esta capacidad de amar a todas las personas con un amor paternal o maternal incondicional refleja el corazón de Dios. Por eso Jesús dijo que tenemos que amar incluso a los enemigos, pues «así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos todos, buenos y malos.» Y concluyó diciendo: «Sed pues perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto.» Mateo 5:47-48, Biblia del Peregrino, Ediciones Mensajero, Bilbao, 1995. Como ya explicamos anteriormente, según el Principio Divino la primera bendición bíblica, «creced», que expresa el primer objetivo o ideal de la creación, significa precisamente el logro de esta perfección o madurez individual, que es un estado de unión con el corazón de Dios, como queda expresado en esta cita: La primera bendición de Dios « ¿Cómo sería, entonces, el hombre que llegara a ser perfecto como el Padre Celestial es perfecto, habiéndose restaurado como el hombre que ha cumplido el propósito de la creación? Semejante hombre formaría un solo cuerpo con Dios, no se separaría nunca de Él y sintiendo como propio el corazón de Dios, poseería divinidad. » El Principio Divino, Capítulo IV, Sección 1, 1.

Pues quien educa su mente por los caminos que hacia la luz conducen; quien supedita la esclavitud de los apegos y halla la dicha de la liberación de esa esclavitud; quien, trascendida la tiniebla de las pasiones, resplandece diáfano en el fulgor de la luz, disfruta incluso en esta vida mortal del Nirvana imperecedero. (Budismo. Dhammapada 89).  De esta manera el hombre [superior] llega a asemejarse al cielo y a la tierra; no está en conflicto con ellos. Su sabiduría abraza todas las cosas, y su Tao lleva orden a todo el mundo; por eso no comete errores. Es activo en todas las partes pero no se deja arrastrar. Se alegra del cielo y tiene conocimiento del destino y, por tanto, está libre de preocupaciones. Está contento con las circunstancias y es genuino en su amabilidad y, por ello, puede practicar el amor. (Confucianismo. I Ching , Great Commentary 1.4.3) Es perfecto quien considera igual al benefactor, al amigo y al enemigo, al indiferente y al árbitro, a los que provocan odios y a los parientes, a los buenos en fin y a los malos (Hinduismo. Bhagavad Gita VI. 7-9).   Como se desprende de las citas que se reseñan a continuación, existe una notable unanimidad en las escrituras de todas las religiones cuando describen las virtudes que caracterizan a un ser humano perfecto o realizado, al que se le califica como noble, santo sabio, arahant , iluminado, hombre verdadero, etc. Asimismo, se expresa que con la consecución de esta meta de perfección se experimenta una felicidad indescriptible.

Lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió, lo que Dios preparó para quienes lo aman (1 Corintios 2.9).   El alma que se libera del karma alcanza el punto más alto del universo, comprende todo y percibe todo, y obtiene la trascendental dicha eterna (Jainismo. Kundakunda , Pancastikaya 170).   El Infinito es la fuente de la alegría. No hay alegría en lo finito. Solamente hay alegría en lo Infinito. Pregunta y conoce el Infinito (Hinduismo. Chandogya Upanishad 7.23).   Cuando llegas a ser un hijo de Dios y moras en Su amor, tu alegría no tiene límites. Aspiras y exhalas con todo el universo. Hemos sido hechos para vivir embriagado por el amor de Dios. ¿Puede compararse este estado ni siquiera remotamente con una intoxicación artificial por alcohol o drogas? En el reino del amor de Dios se colman todos los deseos. Los cuarenta trillones de células de tu cuerpo danzan juntas. Tus ojos y orejas, tus manos y todas las partes de tu cuerpo se deleitan en un éxtasis de alegría. Ninguna otra alegría puede ser mayor. El amor de Dios es real, y nuestra más elevada aspiración es perseguir este amor. ( Sun Myung Moon ).

El fin de la ética comunitaria es la perfección o buen funcionamiento de la familia y la sociedad Las familias son los ladrillos básicos con los que se construyen la sociedad y el mundo La familia es la escuela del amor, de las virtudes y del respeto a las normas El amor conyugal en la familia exige que el deseo de dar amor sea superior al deseo de recibir amor La dimensión social y planetaria del amor conyugal La segunda bendición de Dios La armonía familiar es la fuente de la armonía social y mundial Sociedad ideal y utopía Segunda meta de la vida: Familias armoniosas unidas por el amor y un mundo unido como una gran familia

Segunda meta de la vida: Familias armoniosas unidas por el amor y un mundo unido como una gran familia La inmensa mayoría de los seres humanos aspiran a formar una familia que esté unida por vínculos de amor y a vivir en paz en una sociedad y un mundo que sea como una gran familia. Prueba de ello es que cuando los adolescentes alcanzan una cierta edad surge en ellos, de manera espontánea, una fuerte atracción o irresistible fascinación hacia el sexo opuesto, hasta el punto de que la búsqueda de su pareja ideal ocupa un lugar muy importante en sus preocupaciones, proyectos, ilusiones y expectativas de felicidad futura, generando a veces fuertes arrebatos o pasiones amorosas que han llenado innumerables páginas de la literatura universal.

La dimensión social de la ética o ética comunitaria trata de las normas de conductas compartidas que regulan la vida familiar y social, o de los principios que guían la conducta de los individuos en sus relaciones familiares y comunitarias. Su meta o fin es lograr la perfección o buen funcionamiento de la familia y la sociedad; o, lo que es lo mismo, la estabilidad, cooperación, convivencia, paz, bienestar y felicidad común, armonía, unidad y cohesión dentro de las unidades familiares, comunidades, sociedades, naciones y mundo. Para lo cual, de acuerdo a las distintas tradiciones éticas, se requiere: cumplir con los deberes u obligaciones familiares, como el respeto a los padres y abuelos, la fraternidad entre hermanos, la fidelidad entre esposos y el cuidado y protección de los hijos; desempeñar bien las distintas funciones o papeles sociales, ya sea como educador, profesional o servidor público; respetar los principios de justicia comunes y la legislación vigente; llegar a ser un buen ciudadano y contribuir al bien común y bienestar y felicidad de todos; y practicar virtudes cívicas tales como la amistad, compañerismo, caridad, compasión, solidaridad, tolerancia, reciprocidad, asistencia mutua, cooperación y justicia. El fin de la ética comunitaria es la perfección o buen funcionamiento de la familia y la sociedad

Las familias son las unidades fundamentales o ladrillos básicos con los que se construye la sociedad, son como las células del tejido u organismo social. Los individuos no pueden ser estas unidades básicas o células de la sociedad porque, entre otras razones, no pueden multiplicarse o reproducirse por sí mismos. Además, la estructura familiar está presente universalmente en prácticamente todas las culturas y sociedades pasadas y presentes, y todos los intentos históricos que hubo de constituir comunidades o sociedades eliminado la estructura familiar acabaron en rotundos fracasos. De hecho, en el universo todos los seres y cosas existen en forma de parejas de entidades masculinas y femeninas, o de pares de elementos positivos o negativos, y la ley más simple y general del cosmos es la ley de la universalidad de las relaciones de intercambios recíprocos entre pares o parejas de entidades complementarias, o ley de dar y recibir. Estas interacciones recíprocas son las que garantizan la existencia, movimiento, estabilidad, cohesión y armonía de todos los sistemas del universo. De igual manera, la unión armoniosa entre marido y mujer, y entre padres e hijos, está regida por esa misma ley general que gobierna el universo, es decir, se realiza mediante relaciones de intercambios recíprocos de amor, cuidados, ideas, bienes y servicios, que son las que garantizan la existencia, multiplicación, estabilidad y felicidad común de la familia. Las familias son los ladrillos básicos con los que se construyen la sociedad y el mundo

Podemos afirmar, entonces, que la familia es la escuela del amor, de las virtudes y de las normas, como enfatiza en muchas de sus conferencias Sun Myung Moon . « La familia es la escuela del amor; es la escuela más importante en la vida. Dentro de la familia, los hijos cultivan la profundidad y la amplitud de sus corazones para aprender a amar a los demás. Es la educación del amor y las emociones que sólo los padres pueden proporcionar. Esta educación del amor se convierte en la primera piedra para formar el carácter de los hijos. La familia es también la escuela que enseña las virtudes, normas y costumbres. La ley celestial es que las personas reciban la educación académica, la educación física y la educación técnica sobre el fundamento de esta crucial educación del corazón y las normas. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 271:80, (22 de agosto de 1995). La familia: Escuela del amor, de las virtudes y de las normas

Así pues, la familia es la escuela del amor por excelencia en la que se imparte la educación del corazón, que es la que enseña lo más importante y fundamental que precisa el ser humano, es decir, aprender a dar y recibir amor, a amar y ser amado. Primero, los niños aprenden a recibir amor y, en menor grado, a dar. A medida que crecen, cultivan su capacidad de dar amor de forma que en la edad juvenil se ejercitan en un dar y recibir recíproco. Y, luego, al experimentar el amor conyugal y parental, desarrollan aún más la capacidad de dar amor, hasta el punto de poder amar de forma incondicional o desinteresada, o sea, con el simple fin de hacer feliz a otros. Primeramente, en la etapa infantil de dependencia, se cultiva la confianza y piedad filial hacia los padres. Al mismo tiempo, se aceptan o se aprende a respetar las normas morales elementales que le inculcan los padres, como no mentir, no quitar cosas, no hacerse daño a sí mismo ni a los demás. En una segunda etapa juvenil de autonomía o independencia se cultiva la fraternidad, reciprocidad, cooperación, confianza y ayuda mutua, y se comienza a respetar las normas morales no porque las dicten los padres sino por instancias de la propia conciencia. Más adelante, cuando se forma una familia y se tienen hijos, se entra en una tercera etapa de interdependencia en la que se puede cultivar la honestidad, fidelidad mutua, benevolencia, compasión, capacidad de entrega y sacrificio, y un respeto —ya incondicional— a ciertas normas morales y de justicia. La familia es la escuela del amor por excelencia en la que se imparte la educación del corazón la familia es el sitio donde se cultivan los buenos hábitos o virtudes más elementales, así como el respeto por las normas morales más básicas.

Es evidente que el hombre, por naturaleza, está hecho para la mujer, y la mujer para el hombre. Son dos seres que se complementan tanto en aspectos biológicos como en facetas psicológicas o de carácter, son como dos piezas que encajan perfectamente una en otra, de tal manera que aislados se puede decir que están incompletos. Prueba de ello es que cuando los adolescentes alcanzan una cierta edad surge en ellos, de manera espontánea, una fuerte atracción o irresistible fascinación hacia el sexo opuesto, hasta el punto de que la búsqueda de su pareja ideal ocupa un lugar muy importante en sus preocupaciones, proyectos, ilusiones y expectativas de felicidad futura, generando a veces fuertes arrebatos o pasiones amorosas que han llenado innumerables páginas de la literatura universal. Entonces, cuando los jóvenes forman su propia familia por medio de una relación de amor conyugal entran en una nueva etapa de interdependencia mutua que les exige desarrollar aún más su capacidad de dar amor. Esto es así porque para que una relación conyugal funcione y sea estable y duradera, se necesita que el deseo de ambos de amar o hacer feliz al otro sea mayor que el deseo de ser amado, a diferencia de una relación fraternal o de amistad en la que puede bastar una reciprocidad o equivalencia entre lo que se da y se recibe. El amor conyugal exige que el deseo de dar amor sea superior al deseo de recibir amor En el caso del matrimonio se requiere que ambos, marido y esposa, adopten la actitud más madura de pensar que han nacido el uno para el otro, que estén dispuestos a dar más de lo que reciben, a amar o servir al otro de una forma más desinteresada, con el solo fin de hacerle feliz, y que sean capaces de una mayor entrega o sacrificio personal mutuo.

Como dice Sun Myung Moon , Cuando, por el contrario, ambos esposos se casan con la actitud inmadura y egoísta de pensar que su cónyuge tiene que amarle, servirle y hacerle feliz, su matrimonio será un fracaso si no cambian pronto de actitud. Y si uno de los dos es el que exige ser amado y servido y el otro se somete a sus deseos, el matrimonio más que una fuente de alegría o felicidad común se convertirá en un semillero de quejas y resentimientos mutuos. Dicho en otros términos, a través de la experiencia del amor conyugal los seres humanos deberían esforzarse en cultivar o desarrollar aun más la capacidad de dar amor, hasta el punto que el deseo de dar o hacer feliz al otro sea más fuerte que el deseo de recibir o ser amado. Cuando dos personas están dispuestas a dar más de lo que reciben el circuito de dar y recibir amor que se establece entre ambos se volverá cada vez más fluido e intenso. No sólo no decaerá con el tiempo sino que se incrementará continuamente, garantizando así una duradera y completa felicidad y satisfacción común. . «E l marido y la esposa pueden sacrificarse el uno por el otro hasta el punto de entregar sus vidas, y aún así sentirán alegría. Ellos pueden invertir en su amor infinitamente, y sentir a cambio una alegría infinita. » Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , (11 de septiembre de 1972).

Que las relaciones de amor entre los hombres y las mujeres sean dichosas, armoniosas y duraderas, no solamente es vital para la estabilidad de las familias y la felicidad de los hijos, sino que también tiene consecuencias beneficiosas a nivel social y planetario. La humanidad se compone, básicamente, de hombres y mujeres, así que la unión armoniosa o paz entre ambos afecta directamente a la armonía y paz social y mundial. Para el marido, su esposa representa a todas las mujeres del mundo, a la totalidad del género femenino, y para la esposa, su marido representa a todos los hombres o totalidad del género masculino. Si el marido ama, sirve y venera a su esposa, apreciará y respetará igualmente al resto de las mujeres del mundo. Y si la esposa ama, sirve y venera a su marido, apreciará y respetará igualmente al resto de los hombres. La dimensión social y planetaria del amor conyugal Ésta es la única manera de resolver problemas tales como la dominación y discriminación histórica que ha sufrido la mujer por parte del hombre, el uso de las mujeres y niños como una mercancía sexual, y los maltratos, abusos y violencia doméstica. Sólo el amor conyugal, y no la confrontación, separación u odio entre géneros, puede resolver estos problemas y hacer que los hombres y las mujeres sean realmente iguales. Esto es así porque en una relación de amor maduro en la que ambas partes desean servir a la otra más que ser servidos ninguno de los dos se sienten esclavos o dominados por la otra parte, sino todo lo contrario.

Desde una perspectiva religiosa, en todas las culturas y religiones, ya sean judías, chinas, hindúes, budistas, árabes o cristianas, siempre se ha resaltado el carácter sagrado e incluso místico del matrimonio o la unión amorosa del hombre y la mujer. Basta recordar —en la tradición judeo -cristiana, por ejemplo— los pasajes bíblicos en los que se dice que Dios «creó al hombre a su imagen... varón y hembra los creó» y luego los bendijo diciéndoles «creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla.» Jesús mismo dijo también que «lo que Dios ha juntado que el hombre no lo separe.» Génesis, 1, 27-28, Mateo, 19, 6., Biblia del Peregrino, Ediciones Mensajero, Bilbao, 1995. La segunda bendición bíblica , «multiplicaos» , expresa el segundo objetivo o ideal de la creación, que significa la unión en santo matrimonio del hombre y la mujer. Por ello, Sun Myung Moon le confiere al matrimonio una dimensión divina y sagrada afirmando que es un medio para experimentar el amor de Dios en su más completa extensión: La segunda bendición de Dios «Fuimos creados como hombre y mujer para poder experimentar el nivel más elevado del amor de Dios por medio de nuestra unión.» Y en otra ocasión dice: «El hombre y la mujer son las obras maestras de Dios. Cuando se aman el uno al otro centrado en Dios, su amor es supremo, trascendental, no un amor humano. Sienten que su amor es el mejor de todos los amores; el más hermoso amor que brilla eternamente. ¿Dónde se puede experimentar este tipo de amor? Solamente en la familia.» Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 109:275, (2 de noviembre de 1980), 26:154, (25 de octubre de 1969).

Las familias son las unidades fundamentales o ladrillos básicos con los que se construye la sociedad, son como las células del conjunto social. Los individuos no pueden ser estas unidades básicas o células de la sociedad porque, entre otras razones, no pueden multiplicarse o reproducirse por sí mismos. Además, la estructura familiar está presente universalmente en prácticamente todas las culturas y sociedades pasadas y presentes, y todos los intentos históricos que hubo de constituir comunidades o sociedades eliminado la estructura familiar acabaron en rotundos fracasos. amor humano. La ética familiar sirve de modelo básico para las diversas éticas sociales, o sea, la ética social es esencialmente una ampliación a gran escala de la ética familiar. Por un lado, las relaciones verticales —es decir, entre personas que están en una posición más responsable y otras personas más dependientes— que se establecen en las instituciones educativas entre profesores y alumnos, en las empresas entre ejecutivos y empleados; en los grupos, asociaciones o partidos entre dirigentes y asociados; y en las instituciones públicas entre los gobernantes y ciudadanos, son similares, en esencia, a las relaciones entre padres e hijos. Y, por otro lado, las relaciones horizontales —o sea, entre iguales— que se establecen entre compañeros de clase, compañeros de trabajos, asociados o ciudadanos en general son semejantes a las relaciones que existen entre hermanos y hermanas. La armonía familiar es la fuente de la armonía social y mundial

La escuela, por ejemplo, es una prolongación del hogar familiar, en la que los profesores substituyen a los padres o abuelos, cumpliendo la función, que éstos no pueden ejercer, de impartir una educación amplia y especializada. La relación vertical entre profesores y alumnos es una relación semejante a la que existe entre padres e hijos. Así pues, los profesores deberían ejercer su labor educativa sintiéndose substitutos de los padres y, por tanto, tratando a sus alumnos como si fueran sus propios hijos, mostrándoles una actitud paternal de dedicación desinteresada y un buen ejemplo personal. Los alumnos, en cambio, deberían corresponder con un agradecimiento, respeto y admiración semejante al que tienen hacia sus padres. Las relaciones horizontales de compañerismo y amistad entre alumnos y alumnas son a su vez una prolongación de las relaciones de confianza y ayuda recíproca que existe entre hermanos y hermanas dentro de una familia. Las empresas son también como una amplificación de la familia, como se puede ver al estudiar sus orígenes o antecedentes históricos. Por ejemplo, las tribus o familias extensas primitivas de cazadores y recolectores, las tribus o familias extensas de pastores nómadas, las granjas autosuficientes de familias extensas campesinas y los talleres familiares de artesanos burgueses. De hecho, hoy día las pequeñas y medianas empresas familiares son un segmento muy importante para la economía nacional, y en los países orientales los empleados de los grandes conglomerados o multinacionales se consideran parte de una gran familia. Las empresas ofrecen a sus empleados seguridad y protección y éstos corresponden con lealtad. Escuela Empresa

En vez de ser antagónica y conflictiva como en la tradición capitalista occidental, la relación entre patrones y empleados debería asemejarse a la que existe entre padres e hijos, ofreciendo los patrones a sus empleados protección, estabilidad y seguridad económica y respondiendo los empleados con diligencia, cooperación y lealtad. Las relaciones entre compañeros de trabajo también son una extensión de las relaciones entre hermanos y hermanas. La nación en su conjunto, con sus instituciones públicas, también es semejante a una familia a gran escala, en la que los líderes políticos o representantes del pueblo cumplen una función, similar a la parental, como servidores públicos que dedican su tiempo y energía a la misión de resolver los problemas de sus conciudadanos y de procurarles una mayor seguridad, paz y bienestar general. Los ciudadanos, por su parte, deberían corresponder con agradecimiento, cooperación y lealtad. También las relaciones entre los conciudadanos deberían ser fraternales o solidarias como la que existe entre hermanos y hermanas. Nación Mundo A nivel mundial, los organismos internacionales y las organizaciones humanitarias cumplen la función parental de mediar en los conflictos entre naciones, otorgar créditos en caso de crisis económicas y ofrecer ayuda sanitaria y económica a las naciones que sufren desastres humanitarios de cualquier tipo. Al mismo tiempo, las relaciones entre naciones deberían ser relaciones fraternales de cooperación, asistencia y confianza mutua. Y, en general, todos los seres humanos, con independencia de su género, raza, etnia, nacionalidad, cultura o religión, deberían tratarse como hermanos y hermanas, como está expresado en el ideal estoico, cristiano y democrático de la fraternidad universal.

Como se puede ver, las relaciones humanas sociales e internacionales son una amplificación o transformación de los dos tipos básicos de relaciones de dar y recibir familiares; las verticales entre padres e hijos, y las horizontales entre hermanos y hermanas. Además de eso, las actitudes, motivaciones, virtudes y normas éticas que las regulan son esencialmente las mismas o muy semejantes. Así que se puede decir que la ética familiar sirve de modelo básico para todos los tipos de éticas sociales, como son la ética docente, la ética empresarial, la ética profesional, la ética política y la ética de las relaciones internacionales. De hecho, cuando los hijos tienen una buena relación vertical de dar y recibir con sus padres y abuelos, les es más fácil relacionarse adecuadamente con sus profesores en la escuela o jefes en el trabajo; y si tienen una buena relación horizontal de dar y recibir con sus hermanos y hermanas, esto les ayudará a relacionarse mejor con sus compañeros de clase o trabajo. De igual manera, unos padres sacrificiales y dedicados a sus hijos podrán ser mejores profesores, jefes o servidores públicos. Así pues, las relaciones humanas sociales deberían estar impregnadas de la misma intimidad y afectividad que poseen las relaciones familiares. Por ejemplo, al relacionarnos con personas mayores deberíamos tratarlas con el mismo respeto que tratamos a nuestros padres, tíos o abuelos; al relacionarnos con personas de nuestra misma edad deberíamos considerarlas como si fueran nuestros propios hermanos y hermanas o primos; al tratar con personas de menor edad que nosotros deberíamos cuidarlas como si fueran nuestros hermanos o hermanas menores, hijos o hijas, o nietos. Este tipo de sentimientos son raros en nuestra cultura occidental que está marcada por una fuerte tradición individualista, pero, en cambio, no son extraños en muchas culturas orientales.

Construir una sociedad ideal o utopía ha sido la esperanza de toda la humanidad a lo largo de toda la historia. Desde Platón hasta nuestros días, ha habido pensadores, filósofos, estadistas y reformadores sociales que han formulado diversas utopías y han luchado por llevarlas a cabo con el fin de construir una sociedad ideal y un mundo en paz. En la mayoría de las religiones también podemos encontrar la visión de la humanidad como una gran familia humana y la esperanza futura de un reino de paz y justicia aquí en la tierra. De hecho, estas visiones religiosas han sido una fuente de inspiración de muchos de los reformadores sociales que intentaron realizar una utopía. Esto prueba la universalidad de esta segunda meta de la vida humana, que es construir familias armoniosas unidas por el amor y un mundo unido como una gran familia humana. Sun Myung Moon expresa también esta esperanza perenne de la llegada de una nueva era de paz en los siguientes términos: Sociedad ideal y utopía « ¿ Se acerca la era cuando Dios y la humanidad vivirán unidos en el mundo ideal de la creación, el mundo del corazón. Se acerca la era cuando todo el mundo se dará cuenta que vivir por los demás posee un valor eterno más grande que vivir por uno mismo. La era ciega de la forma de vida egoísta se desvanecerá a medida que construyamos un mundo altruista de interdependencia, prosperidad mutua y valores universalmente compartidos. Con este fin, deberíamos poseer un correcto conocimiento acerca de Dios y el mundo espiritual, y dar testimonio al mundo del camino celestial. Entonces, podremos enseñar a la humanidad a establecer una familia universal.» Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, (27 de diciembre de 2002).

Trabajo creativo y consciencia ecológica Los seres humanos, como el fruto último, obra maestra y centro del universo, tienen la misión de apreciar, amar y cuidar de la naturaleza La tercera bendición de Dios Tercera meta de la vida: Creatividad y armonía con la naturaleza

Tercera meta de la vida: Creatividad y armonía con la naturaleza La tercera meta de la vida se refiere, por un lado, a la aspiración que todos los seres humanos tienen de desarrollar su creatividad en los diversos campos de la agricultura, industria, ciencia, tecnología, arte, política, economía, legislación, educación, filosofía, religión, etc. Y por otro lado tiene que ver con el deseo humano de apreciar, amar, preservar y cuidar de la naturaleza y vivir en armonía con ella.

En primer lugar, a través de su trabajo cotidiano, ya sea agricultor, trabajador ordinario, funcionario, investigador, médico, educador, artista, emprendedor, servidor público, trabajo del voluntariado o cualquier otra actividad, el ser humano desea ser útil a su sociedad contribuyendo al bienestar y felicidad general de su nación o el mundo. Esto lo hace desarrollando de una manera creativa sus cualidades y talentos, innatos y adquiridos, únicos y característicos de cada persona que le permite ser valorado y apreciado por los demás. Y, en segundo lugar, los seres humanos siempre han sentido una profunda admiración o veneración por la belleza de la naturaleza y un deseo de preservar el medio ambiente, cuidando de la calidad del aire, agua, mar y tierra, y de todas las especies de seres vivos de la naturaleza. Por esta razón, hoy más que nunca existe una consciencia ecológica que trata de impedir que con el desarrollo de todas las actividades creativas humanas se contamine y destruya el medio ambiente y se ponga en peligro la supervivencia del planeta. Trabajo creativo y consciencia ecológica

Igual que los microorganismos colaboraron con los gases con el fin de crear un nicho o ambiente para las plantas, y las plantas abrieron el camino para los primeros animales terrestres, asimismo las diferentes especies, que fueron surgiendo de forma escalonada, colaboraron y prepararon el terreno y los medios para que surgiera el ser humano. Así que se podría decir que el fin último del mundo mineral, vegetal y animal fue crear el ambiente y las condiciones necesarias para que apareciera la especie humana. Pero, esto no quiere decir que el ser humano sea el dominador que puede explotar o usar a su antojo al resto de los seres vivos, como desgraciadamente ha hecho hasta ahora. Más bien, debería haber una cooperación e interdependencia mutua entre los seres humanos y la naturaleza. Es decir, la tierra, las plantas y los animales están hechos para servir a los seres humanos, y, en cambio, los seres humanos también están hechos para servir y cuidar de la tierra y del resto de los seres vivos. Podríamos decir que la tierra es como el vientre de una gran madre y que nosotros vivimos dentro asimilando y absorbiendo continuamente sus elementos. Por ello, si hacemos daño a ese vientre nos dañamos a nosotros mismos. Los seres humanos, como el fruto último, obra maestra y centro del universo, tienen la misión de apreciar, amar y cuidar de la naturaleza

El conjunto del mundo natural —en el cual estamos integrados nosotros— es como un gran organismo entrelazado e interdependiente, en el que todas las partes colaboran cumpliendo una función vital para la supervivencia y felicidad del conjunto. Por esta razón, cuando se destruye o se deteriora una parte, el resto del organismo sufre las consecuencias. Por ejemplo, si contaminamos la atmósfera, ríos, mares y tierra, o destruimos a los bosques y las especies animales, nosotros mismos sufriremos las consecuencias. Los animales y plantas no son máquinas o cosas, sino que son seres que tienen un cierto grado de consciencia e inteligencia muy similar a la nuestra. Tienen sus propios fines individuales y para el conjunto de su especie. Por esta razón, deberíamos tratarlos como si fueran nuestros hermanos o primos, e incluso intentar comunicarnos con ellos. Y sacrificarlos únicamente por un propósito más alto, como es el de servir a las necesidades básicas humanas, no por motivos egoístas, por placer o por motivos lucrativos.

Esta visión concuerda con la mayoría de las tradiciones religiosas y filosóficas del pasado que consideran a los seres humanos como el fruto último del universo y lo colocan en una posición privilegiada, como hijos de Dios y señores de la creación, cuya misión es amar, cuidar y vivir en armonía con todas las criaturas de la naturaleza. Según el Principio Divino, la tercera bendición bíblica, «llenad la tierra y sometedla» , expresa el tercer objetivo o ideal de la creación, que significa que el ser humano, como centro y señor de la creación, debe ejercer un dominio de amor sobre el resto de la creación. La tercera bendición de Dios «Debido a que somos el centro de la creación podemos sentirnos embriagados por la belleza de la naturaleza y experimentar el éxtasis de la comunión mística con ella. Los seres humanos fuimos, pues, creados para ser el centro de todo el universo, y, por tanto, el punto en donde Dios y el hombre forman una unidad llega a ser el centro del macrocosmos.» El Principio Divino, Parte I, Cap. I, Sec. II, 4, (4) .

Esta visión queda bien ilustrada en términos poéticos en la siguientes cita de Sun Myung Moon : «Dios, con el fin de cumplir el ideal de amor, creó a todas las criaturas y situó a los seres humanos en el centro del universo. Somos los señores de la creación porque disfrutamos del privilegio de ser los primeros en recibir el amor de Dios. Como representantes del Dios de amor, estamos en la posición central, actuando por el bien de todo el mundo creado.» « Abrazados por el amor, todas las criaturas y los seres humanos están armoniosamente unidos, e incluso Dios cantaría de alegría… ¡El universo es tan maravilloso! Las nubes nos recuerdan el amor; la brisa nos susurra amor; los arroyos balbucean amor; los pájaros cantan canciones de amor… Si le pudiéramos preguntarle a una flor, ¿en qué lugar te gustaría estar?... Nada sería más gozoso para ella que florecer en el dormitorio de una pareja que se aman con un amor verdadero. Dado que Dios mora en ese lugar, la flor no sólo alegraría a la pareja, sino también a Dios. ¡Qué gran honor!.» ( Sun Myung Moon , Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC , 132:246 (20 de junio de 1984), 146:107 (7 de junio de 1986).
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