El comportamiento del Sacerdote en el Tabernáculo debía ser irreprensible, siguiendo al pie de la
enseñanza todos los pasos para que no muriera, debía existir reverencia en el lugar dónde se ofrecía
culto a Su Nombre, reverencia no porque el lugar significara algo en sí mismo, sino por Aquél cuya
presencia santifica el lugar. Lv 19. 30 dice: “Mis días de reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en
reverencia. Yo Jehová.”
Esto es algo que hoy en día, gracias a que nos reunimos para el culto en cines, auditorios, salones de
fiestas, bodegas, parques, jardines, estadios, etc., en determinado momento corre el peligro de perderse
por no tener una clara idea de lo que se va a hacer en ese lugar y lo que ocurre al ser el Nombre de Dios
invocado, ¡cuidado! Podríamos hacer del culto simplemente una función de cine, teatro o un
espectáculo más que ver, llevándonos para “disfrutarlo” una serie de bebidas y alimentos que en lugar
de glorificar a Dios, contaminan y demeritan aquello que debiera ser no solo prioridad, sino el motivo
de nuestra existencia, el culto a nuestro Dios.
Recordemos las palabras del profeta Is 56. 6-7:
6Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová
para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi
pacto,
7Yo los llevaré a mi Santo Monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus
sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos
los pueblos.
Es en santidad, obediencia y reverencia como debemos acercarnos a adorar a nuestro Dios, es bajo el
antiguo pacto que los adoradores no podían entrar en el santuario divino. Solamente podían entrar en el
patio exterior a él. Incluso el Sumo Sacerdote solo podía entrar en el lugar Santísimo una vez al año y
por sangre.
Por lo demás, los mismos Sacerdotes se quedaban limitados al santuario, sin poder atravesar el velo y
sirviendo solamente en el lugar Santo. Todo esto ha cambiado ahora, la redención nos ha alcanzado, el
velo ha sido rasgado de arriba hacia abajo, Dios ha abierto de par en par el acceso a Él, y los adoradores
como Sacerdotes, tiene libertad para entrar al lugar Santísimo.
Dios ha sido revelado en los consejos de Su amor como Padre y el Espíritu Santo ha sido dado. Los que
adoran a Dios deben adorarle en espíritu y verdad Jn 4. 24, el deleite de ellos está en lo que Él es.
El adorar en espíritu significa adorar de acuerdo con la verdadera naturaleza de Dios, y en el poder de
comunión que da el Espíritu Santo. Por ello, está en contraste con la adoración consistente en formas y
ceremonias y con la religiosidad de que es capaz la carne.
El adorar en verdad significa adorar a Dios de acuerdo con la revelación que Él ha dado en gracia de sí
mismo. Por ello, ahora no sería adorar a Dios en verdad el adorarle simplemente como Dios Grande,
Fuerte y Poderoso, o cómo nuestro Hacedor, Rey de los reyes y Señor de los señores. Todo esto es
cierto, pero a Él le ha placido revelarse a sí mismo bajo otro carácter para los suyos, como Padre. De
manera que ahora entramos en Su presencia con espíritu filial y con la conciencia del amor que les ha
dado un lugar ante Él en Cristo, de manera que ahora Él mismo se ha convertido en la fuente a través de
la cuál surge nuestra adoración como cristianos.
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