los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no
olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude
aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como sabéis. —Tragó
saliva—. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en
perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero
pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se
preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos
sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts,
con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las
Tinieblas recuperaba fuerzas... —Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin
emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado—... Estaba dispuesto a hacerlo
en cuanto estuviera seguro de sus aliados..., estaba dispuesto a entregarles al último de
los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a
lord Voldemort? Lo recibirían con honores...
—Así que ya veis, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba
vivo...
Harry recordó lo que el padre de Ron le había dicho a su esposa: «Los guardianes
dicen que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas
palabras: “Está en Hogwarts.”»
—Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores
no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me
daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para
dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las
emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy delgado... Lo bastante
delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y
me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces...
menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre,
Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista—. Créeme —añadió Black
—. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.
Y Harry lo creyó. Asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.
—¡No!
Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de Harry hubiera
sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las
manos unidas en actitud de rezo.
—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...
Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.
—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.
—¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él,
implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el
plan?
—No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no
me lo contaste, Sirius —dijo Lupin despreocupadamente, mirándolo por encima de
Pettigrew.
—Perdóname, Remus —dijo Black.
—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin, subiéndose las mangas
—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?
—Por supuesto —respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su
demacrado rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?
—Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.
—No lo haréis, no seréis capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron,