En puestas de escena revisadas con anterioridad Rembrandt deja ver que hay más allá del
salón que está pisando, plasmando corredores en sus fondos, ventanas que dejan ver un
paisaje exterior o puertas misteriosas como la hallada bajo de las escaleras.
En la sección inferior de la derecha, podemos encontrar a la mujer que pareciera es un
tanto más joven que el hombre sentado en su opuesto, profundizando más, la podemos
ver sentada en un banco mientras aviva las llamas y acomoda la leña. Lo interesante es
que no hay grandes detalles en el rostro, pero Rembrandt se destacaba por investigar y
profundizar en el alma para capturar las emociones humanas, por esto en la mujer se
denota una expresión cansada o indiferente en su actividad. Detrás de la dama, podemos
encontrar la cocina modesta con contadas ollas de hierro y utensilios, acomodados en una
repisa a lado de las escaleras.
Esta es una obra poco habitual para Rembrandt, porque él solía complementar sus
composiciones con objetos y prendas complejas, dignas para retratar a los burgueses de
la alta y media clase de Ámsterdam. En cambio, en la pintura analizada se ven objetos
solo utilitarios, sin lujos, las prendas usadas por estas dos personas son un indicativo
irrefutable (para mí) que se tratan de personas de la clase baja.
ICONOLOGÍA
De primera instancia, quiero señalar la desigualdad de niveles en los que se hallan ambas
personas, el hombre por su parte en una zona superior del espacio con un protagonismo
visual porque está entre los elementos más llamativos, la ventana y las escaleras, delante
de la misteriosa y pequeña puerta, solo concentrado en sus pensamientos, mientras la
mujer se encuentra en la parte inferior, sin mucho protagonismo, en lo que yo puedo
simplificar como el estándar de la mujer de clase baja en una sociedad machista de aquel
momento. La habitación por sí sola carece de objetos y resalta el abandono en toda
infraestructura, lo que se traduce en un vacío emocional y un deterioro físico o emocional
de ambas personas debido a los años ya vividos; aunque ambos personajes están en una
misma escena, se siente una gran soledad en el ambiente, porque no están interactuando
entre sí, solo coexisten y cada uno tiene su mundo, tal vez el motivo principal sea porque
puede que no sea un matrimonio, sino padre e hija.
La obra puede tener un significado del bien y el mal, porque de un lado tenemos la luz
del día cruzando la ventana, bañando a un hombre sereno, sabio por el significado que
muchos contextos de la historia lo adjudican a esa característica. En cambio, la fuente de
luz de la mujer es una llamarada, simbólicamente esta puede significar el sufrir un castigo
por una falta o culpa, lo que puede develar más a que la mujer está cansada de ese bucle.
Las escaleras de caracol refuerzan esta conceptualización porque dan un gran misterio al
desconocer qué hay en la planta alta, tal como la incógnita de qué hay en el cielo,
precisamente la ascensión de la escalera se sitúa sobre el lado anciano (el bien, el cielo)
puede alegorizar dicha pregunta y el descenso está más del lado de la segunda
protagonista de esta historia, se contempla más al infierno.
La forma envolvente de la luz y la sombra en todo el complejo da un guiño también al
yin y yang, los conceptos usados en el taoísmo para representar la dualidad que atribuye
todo lo que existe en el universo, en esta filosofía el yin es femenino (la dama posando),