envió un juego de canicas en un sobre con una nota adjunta: «¡Para Frank,
ya que claramente ha perdido las suyas!».¹²
Así pues, ahora teníamos a Alain, que volvía después de haberse retirado, un
gran piloto que ya había ganado dos campeonatos. Pero era un poco
arriesgado, porque cuando un piloto regresa nunca se sabe qué va a pasar.
Por ejemplo, Niki Lauda regresó después de un retiro y ganó un campeonato.
Todavía le quedaba chispa. Pero, en el caso de Michael Schumacher, regresó
y nunca volvió a ser el piloto que había sido.
Alain se había ganado el mote de «el profesor» por su enfoque tan analítico
del deporte, sobre todo debido a la atención que prestaba a los detalles a la
hora de lograr un seteo que se adaptara a su estilo de conducción ultra suave.
Era lo opuesto a la imagen aguerrida de un piloto de carreras, siempre muy
reservado, reflexivo, bastante nervioso. Su nerviosismo se expresaba en sus
dedos, cuyas uñas se mordía sin cesar. A diferencia de Nigel, que solía casi
«intimidar» al coche, nunca veías a Alain deslizarse o salirse de la línea. Su
conducción parecía casi majestuosa. A veces podías llegar a pensar que iba
lento hasta que mirabas el cronómetro y te dabas cuenta de que había
marcado otro gran tiempo. La historia nos dice que no había perdido en
absoluto la chispa, lo que se hizo evidente en la primera carrera.
Mientras tanto, se produjo un debate sobre quién debería ser el segundo.
Había una campaña liderada por Frank, que pedía la continuidad de
Riccardo, mientras que otro grupo, liderado por ingenieros, incluido yo
mismo, pensaba que Riccardo, aunque claramente era un gran competidor,
raramente estaba a la altura de Nigel y no desafiaría tampoco a Alain.
Planteamos una alternativa, Damon Hill. Damon había pilotado para
Brabham, y había sido piloto de pruebas para nosotros, era rápido y nos
proporcionó comentarios muy valiosos durante el desarrollo de la suspensión
activa para el coche de 1992. Conocía el asunto desde dentro.
La desventaja radicaba, nuevamente, en las dudas sobre su actitud mental. A
lo largo de 1992 Damon había estado compitiendo en un coche no
competitivo, a menudo sin clasificar, lo que significaba que carecía de
experiencia en carrera y, por lo tanto, sería como una apuesta, al contrario
que Riccardo, que era un piloto con mucha experiencia pero ahora, en
realidad, había sobrepasado su pico de rendimiento.