Asuntos Exteriores de entonces, el democristiano Alberto Martín-Artajo, fue el encargado de introducirlo en
la nacionalcatólica sociedad franquista. Hoy, los Legionarios cuentan en España con una Universidad -la
Francisco de Vitoria, en Madrid-, varios seminarios y cientos de colegios, entre otras muchas propiedades.
Los primeros rumores sobre la doble vida de Maciel provocaron un revuelo morboso entre algunos
legionarios, abrumados, sobre todo, por las acusaciones de pederastia, que hasta Roma avalaba
oficialmente. Si su adorado fundador conoció mujer y tenía una hija, eso espantaba, según ellos, las
sospechas del horrendo pecado de pedofilia. Así que lo que debía ser gestionado en sumo secreto, pronto
fue un clamor público, filtrado desde dentro. Maciel no sólo tuvo aventuras amorosas, sino que en Madrid
vivía una hija suya, con nombre, apellidos y un número de portal concreto en unos lujosos apartamentos de
la calle de Los Madroños. La chica, ya madura -la madre murió hace años-, se llama Norma Hilda y ha
pactado silencio a cambio de una pensión vitalicia. Quien selló el acuerdo y se ocupó de que la rocambolesca
historia acabase ahí fue el mismísimo secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, durante una
visita semioficial a España. Ocurrió en los primeros días de febrero del año pasado. El dinero no fue un
obstáculo. Hace décadas que en ambientes hostiles el grupo del Maciel es conocido, con ironía, como los
Millonarios de Cristo.
Animado por el éxito del apaño maquinado en Madrid, Benedicto XVI tomó otra decisión, con la esperanza
de difuminar el escándalo. Ordenó que la investigación se extendiese a toda la organización. El argumento
de la medida era inatacable: si el fundador legionario había llevado una vida de crápula, ¿cómo es que nadie
de su entorno lo advirtió y denunció? Para encontrar respuestas, el Papa nombró a cinco "visitadores",
todos ellos obispos: Ricardo Blázquez, de Bilbao (España); Giuseppe Versaldi, de Alessandria (Italia); Ricardo
Watty, de Tebladpic (México); Ricardo Ezzati, de Concepción (Chile), y Charles Joseph Chaput, de Denver (EE
UU). Watty inspeccionaría en México y Centroamérica; Chaput, los centros legionarios de Estados Unidos y
Canadá; Versaldi, los de Italia, Israel, Corea y Filipinas; Ezzati, los de Suramérica, y Blázquez, los de Europa,
con la excepción de Italia. Para facilitarles el trabajo, el Papa, único que puede atar y desatar esas cosas en la
confesión católica, derogó el cuarto voto de la Constitución legionaria, que obliga a los seguidores de Maciel
a confesarse sólo con sus superiores y a guardar secreto de los conflictos internos.
En un principio, la inspección ordenada por el Papa fue tomada por el sucesor de Maciel al mando de la
Legión y del Regnum Christi, el también mexicano Álvaro Corcuera, como un gesto de confianza. El propio
cardenal secretario de Estado, Bertone, había dado pie al equívoco en la carta en la que comunicó
públicamente la decisión papal. "La visita apostólica es de fundamental importancia y merece la pena
consagrarse a ella con amplitud de miras y limpio corazón. [Los legionarios] Siempre podrán contar con la
ayuda de la Santa Sede para, a través de la verdad y la transparencia, en un clima de diálogo fraterno,
superar las dificultades existentes", decía la carta del cardenal al sacerdote Corcuera.
Lo que no podían prever entonces ambas partes es el aluvión de noticias sobre la vida secreta de Maciel,
ahora sin control posible. Para colmo, había entrado en acción un abogado de prestigio, anunciando
acciones judiciales civiles, que siempre sacan de quicio a la Santa Sede. El letrado se llama José Bonilla. Uno
de sus hijos fue sometido a abusos sexuales a la edad de tres años en un colegio de los Legionarios y le ganó
a la Iglesia católica un juicio penal por esos hechos. Ahora representa a tres de los autoproclamados hijos de
Maciel, con nombres propios y en busca de reconocimiento legal y compensaciones económicas. Se trata de
tres varones, hermanos entre sí, de nacionalidad mexicana. El letrado asegura que Maciel habría tenido tres
hijos más, incluida la española Norma Hilda, cuya existencia ya ha reconocido oficialmente la Legión. Otro
hijo viviría en Londres, y una sexta hija se mató en un accidente de tráfico cuando iba a recoger a su padre a
un aeropuerto de París. Norma Hilda, por cierto, cursó su carrera en la Universidad Francisco de Vitoria, en
Madrid, propiedad legionaria.
Los obispos visitadores que llevan casi un año investigando en las instituciones y centros de los Legionarios
de Cristo y del Regnum Christi no sueltan prenda de sus averiguaciones. Tampoco desmienten noticia
alguna, y eso que se publican a diario, sobre todo en la prensa latinoamericana. Reconocen, en cambio, que