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la fuerza, volvería a distribuir en direcciones distintas lo que ya había distribuido el mercado, lo cual, a su vez,
significa una mal asignación de recursos que consume capital y reduce salarios.
Supongamos que un grupo de personas sin recursos llega a una isla deshabitada. Al poco tiempo de
trabajar en la isla observaremos que habrá desigualdad de ingresos y patrimonios. Supongamos también que
en algún momento posterior se constituye en la isla un gobierno que considera impropio la desigualdad de
rentas y patrimonios y, por tanto, impone la nivelación a, digamos, un valor de quinientos. Los resultados de
semejante política inexorablemente serían dos. En primer lugar, aquellas que producían por un valor superior
a quinientos dejarán de hacerlo puesto que serán expoliados por la diferencia. En segundo término, aquellos
que se encuentren bajo la línea de quinientos no se esforzarán por llegar a aquella marca puesto que
esperarán que se los redistribuya por la diferencia, redistribución que nunca les llegará puesto que nadie
producirá arriba de la línea de quinientos. En una sociedad abierta, las mayores o menores desigualdades son
consecuencias de las mayores o menores diferencias de talentos, vocaciones, inclinaciones, capacidad de
trabajo, etc. Pero como decimos, los más eficientes, vía las altas tasas de capitalización, generan mayores
salarios para otros como una consecuencia no buscada (y muchas veces no deseadas). Al contrario de lo que
sucede en los procesos de evolución biológica en donde las especies más aptas desplazan a las más débiles, en
el proceso de la evolución cultural el más fuerte transmite su fortaleza al más débil a través de las tasas de
capitalización”.
BENEGAS LYNCH (h): “Análisis económico de la pobreza”. En libretas N°26, año XIV.
Edición semestral de ESEADE, 1997.
9- Las recetas Neoliberales a la Crisis
La llegada de la gran crisis económica de posguerra, en 1973, cuando todo el mundo capitalista avanzado,
cayó en una larga y profunda recesión, […] cambió todo. A partir de allí las ideas neoliberales pasaron a ganar
terreno. Las raíces de la crisis, afirmaban Hayek y sus compañeros, estaban localizados en el poder excesivo y
nefasto de los sindicatos, y de manera más general, el movimiento obrero, que había socavado las bases de la
acumulación privada con sus presiones reivindicativas sobre los salarios y con su presión parasitaria para que
el Estado aumentase cada vez más los gastos sociales.
Estos dos procesos destruían los niveles necesarios de beneficio de las empresas y desencadenarían
procesos inflacionarios que no podían dejar de terminar en una crisis generalizada de las economías de
mercado.
El remedio, entonces, era claro: mantener un Estado fuerte, si, en su capacidad de romper el poder de los
sindicatos y en el control del dinero, pero parco en todos los gastos sociales y en las intervenciones
económicas.
La estabilidad monetaria debería ser la meta suprema de cualquier gobierno. Por eso era necesaria una
disciplina presupuestaria, con la contención del gasto social y la restauración de una tasa “natural” del
desempleo, o sea la creación de un ejército de reserva de trabajo para quebrar a los sindicatos. Además, era
imprescindible reformas fiscales para incentivar a los agentes económicos. […] esto significaba reducciones de
impuestos sobre las ganancias más altas sobre las rentas. De esta forma, una nueva y saludable seguridad
volvería a dinamizar las economías avanzadas, entonces afectadas por […] la intervención […] y la
redistribución social, las cuales habían deformado tan desastrosamente el curso normal de la acumulación y el
libre mercado. […]
[…] ¿Qué hicieron, en la práctica, los gobernantes neoliberales del periodo? […] bajaron drásticamente los
impuestos los ingresos altos […], crearon niveles de desempleo masivo, aplastaron huelgas, impusieron una
nueva legislación antisindical y cortaron los gastos sociales.
Y finalmente […], se lanzaron a un amplio programa de privatizaciones, comenzando con la vivienda pública
y pasando enseguida a industrias básicas como el acero, la electricidad, el petróleo, el gas y el agua.”
P. ANDERSON: “Balance del Neoliberalismo: lecciones para la Izquierda”.
Extraído de Correo Socialista, serie de Documentos N°16, 1995, pp. 2-3