Desde las primeras páginas de la Escritura, Dios reveló su propósito eterno no mediante teorías humanas, sino a través de símbolos, figuras y sombras que apuntaban a una realidad celestial: Cristo mismo. Uno de los ejemplos más poderosos de esa revelación es el Tabernáculo de Moisés, la ti...
Desde las primeras páginas de la Escritura, Dios reveló su propósito eterno no mediante teorías humanas, sino a través de símbolos, figuras y sombras que apuntaban a una realidad celestial: Cristo mismo. Uno de los ejemplos más poderosos de esa revelación es el Tabernáculo de Moisés, la tienda que Dios mandó construir en el desierto para habitar en medio de su pueblo. Sin embargo, más allá de un diseño arquitectónico o un ritual religioso, el Tabernáculo encierra el mensaje más profundo del Evangelio: todo en él anuncia a Cristo, su obra redentora y su presencia viva en el creyente.
“Descubriendo a Cristo a través del Tabernáculo de Moisés” no es un estudio técnico ni un análisis histórico. Es una guía espiritual para ver lo invisible detrás de lo visible. Cada elemento —el altar, el lavacro, el candelabro, la mesa, el velo y el arca— se convierte en un testimonio silencioso de la gracia, la justicia y la gloria de Dios manifestadas en el Hijo. Lo que para Israel fue un modelo físico, hoy se revela como un retrato espiritual del camino de salvación y comunión que Dios diseñó desde antes de la creación.
Este libro te llevará paso a paso por cada parte del Tabernáculo, mostrando cómo todas convergen en una misma verdad: Cristo es el camino, el acceso y la morada de Dios con el hombre. Descubrirás que nada fue casual; cada medida, cada material, cada color y cada función tienen un propósito eterno. El oro, la madera, la sangre, el incienso y la luz no son simples objetos rituales: son lenguajes del cielo que anuncian la perfección de Cristo y la obra completa de redención que Él consumó.
Pero este recorrido no es solo para aprender, sino para experimentar. A medida que avanzas, comprenderás que el Tabernáculo no solo revelaba cómo acercarse a Dios, sino cómo Dios se acerca al hombre. La tienda en el desierto era temporal; la presencia de Cristo en el creyente es eterna. La sombra se desvanece cuando llega la realidad, y esa realidad es Él.
“Descubriendo a Cristo a través del Tabernáculo de Moisés” invita al lector a dejar atrás la religión, la teoría y la tradición para entrar en el terreno vivo de la revelación. Cada capítulo es una puerta hacia el entendimiento de que toda la historia bíblica, desde Génesis hasta Apocalipsis, tiene un solo centro: Cristo glorificado.
Este libro no pretende añadir conocimiento, sino abrir los ojos del corazón. En un mundo donde muchos se conforman con ver los símbolos, aquí se te invita a conocer al Dios que los inspiró. Porque el Tabernáculo no era un fin, sino un mapa. Y su destino final no era un lugar, sino una Persona.
Al final del recorrido, entenderás que el mismo Dios que habitó entre los querubines desea habitar en ti. Que la gloria que llenó el Lugar Santísimo no fue diseñada para quedar en un templo, sino para manifestarse en el corazón de los redimidos.
Todo el Tabernáculo habla de Cristo… y Cristo es la morada de Dios en ti.
Introducción
1 El exterior del Tabernáculo
Las columnas del Atrio
Las cortinas del Atrio
La Puerta
2 Una nueva naturaleza
El Altar de Bronce
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3 Preparándonos para su presencia
La Fuente de Bronce
4 La casa en la Roca
El Tabernáculo de Reunión
5 La provisión de su presencia
La Mesa de los panes de la proposición ……..
6 La Luz verdadera
El Candelero de Oro
7 Olor grato
El Altar de Oro
8 En la intimidad con Dios
El Velo
El Arca del Testimonio
9 Cubiertos con su justicia
Las ropas de los sacerdotes
Los calzoncillos
La túnica
El manto del efod
El efod
El pectoral del juicio
La diadema
10 Las fiestas solemnes
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La fista de la Pascua
La fiesta de los panes sin levadura
La fiesta de las primicias
La fiesta de Pentecostés
La fiesta de las trompetas
La fiesta de Expiación
La fiesta de los Tabernáculos
mandó construir el Tabernáculo del desierto, ara
poder entender el motivo por el que Dios
tenemos que retroceder al principio. Puedes
entenderlo como un principio histórico o como el
principio de tu vida, todo está relacionado. Al mirarlo de
una forma personal, puedes entender más
profundamente a Dios y con ello, el propósito por el que
estás en este mundo y el destino que Él tiene preparado
para ti.
En el libro de Génesis, origen o principio según su
significado, podemos ver a Dios creando al hombre con la
intención de relacionarse con él. También descubrimos
como esa relación es cortada por el pecado. El humano al
comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal
muere, como Dios había advertido, no físicamente, como
vemos en el relato. Es una muerte espiritual. El Espíritu de
Dios que moraba en el hombre se separa de él, quedando
este en la dirección de sus pensamientos, bajo su limitada
sabiduría y por supuesto, influenciado por la voz de la
P
serpiente, que desde ese mismo instante, le convirtió en
su esclavo.
Dios, en su omnisciencia, conoce el corazón del hombre y
pienso que Él sabía lo que sucedería. Como humanos,
seres creados, no podemos aspirar a conocer lo que el
Creador ha planeado. Él es el alfarero y nosotros los vasos
de barro. Lo que si podemos ver en su Palabra es que ya
tenía un plan para rescatarnos.
Ahora hablemos del ser humano. No hace falta que la
Biblia nos muestre como somos o como es nuestro
corazón. Quizás puedas engañar a tu vecino; colocarte
máscaras que aparenten otra cosa distinta a lo que en
realidad eres; hasta quieras engañarte a ti mismo,
creyéndote que si quieres puedes cambiar y ser mucho
mejor de lo que eres.
Este es el gran problema del humano, mejor dicho, del ser
caído que camina con su propia imaginación de las cosas:
Si quiero puedo, si lo intento otra vez seguro que lo
consigo, no es mi culpa sino de los demás. ¿Qué podemos
conseguir por nuestra cuenta?
Cuando Adán y Eva pecaron lo primero que hicieron fue
intentar cubrir su vergüenza, y digo intentaron, porque
claramente no lo consiguieron y tuvieron que esconderse
de la presencia de Dios. Una vergüenza fruto de la
desobediencia y de la falta de la sabiduría de Dios. ¿Qué es
el hombre sin Dios?, creado menor que los ángeles y
visiblemente más débiles que los animales.
En la salida del huerto, cuando fueron desterrados Adán y
Eva, Dios los vistió con pieles. Algún animal tuvo que morir
para poder cubrir la desnudez humana. No fue el hombre
ni su justicia, fue la misericordia de Dios y su justicia, la que
claramente actuaron para que siguiera el Plan del Alfarero.
Hay muchos detalles, en los relatos de Génesis, que
muestran la intervención de Dios para frenar el ansia
humana de querer alcanzar por sus propias fuerzas el cielo.
Uno de ellos, lo relato a modo de ejemplo, ya que, no es el
fin de este estudio, es la construcción de la torre de Babel.
“Génesis 11:4 Y dijeron: Vamos, edifiquemos una ciudad y
una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagamos un
nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de la
tierra”.
El hombre seguía usando la sustancia del fruto del árbol de
la ciencia del bien y del mal. Habían creado el ladrillo, un
elemento que les permitía construir mucho más estable
que la piedra. Con este elemento podrían construir una
torre que llegara al cielo. Ya no dependerían de la
misericordia de Dios, podrían llegar por su propia cuenta.
Dios intervino descendiendo y confundiendo su lengua,
para que ninguno se entendiera y sucedió lo que tanto
temían, fueron esparcidos sobre la faz de toda la tierra.
Dios va por delante de nuestros planes. Pareciera que
somos nosotros los que construimos el destino, pero
claramente vemos en la Palabra que Él ya lo conoce todo.
A Abraham le dijo que su descendencia moraría en tierra
ajena, y sería esclava durante cuatrocientos años.
¿Dependió de Abraham o de los que llegaron
posteriormente a él la decisión de ir a vivir a Egipto? Era
un plan perfecto diseñado por Dios para alcanzar el
propósito que solo Él sabía.
Necesitamos llegar al momento donde Dios manda
construir el Tabernáculo a Moisés. Esto sucede después de
que fueron liberados del Faraón. Todos los que salieron,
habían oído hablar de Dios a través de sus descendientes,
pero ahora, a través de las plagas y los acontecimientos
que ocurrieron en el camino, pudieron experimentar su
poder.
“Deuteronomio 29:2-4 Moisés, pues, llamó a todo Israel, y
les dijo: Vosotros habéis visto todo lo que Jehová ha hecho
delante de vuestros ojos en la tierra de Egipto a Faraón y a
todos sus siervos, y a toda su tierra, las grandes pruebas
que vieron vuestros ojos, las señales y las grandes
maravillas. Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón
para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír”.
Llegaron al desierto de Sinaí y acamparon delante del
monte, donde Dios les habló. Y aquí llega la clave para
entender por qué Dios dio los mandamientos, es decir, el
pacto de la ley.
“Éxodo 19:3-6 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó
desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y
anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice
a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os
he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y
guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro
sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y
vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.
Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”.
El hombre estaba preparado para caer en la trampa santa
de Dios, permíteme expresarlo así, porque en realidad, fue
una estrategia de Dios para mostrar al hombre que no
podría cumplir por su propia cuenta la parte del pacto que
le correspondía, la ley, haciendo visible el pecado al
hombre.
En la arrogancia e ignorancia humana, todo el pueblo
respondió a una, diciendo: “Todo lo que Jehová ha dicho,
haremos. Éxodo 19:8”. Luego Dios declaró todos los
mandamientos y Moisés se los contó al pueblo; y todo el
pueblo respondió a una voz, y dijo: “Haremos todas las
palabras que Jehová ha dicho. Éxodo 24:3”.
Aún hoy en día las personas creen que pueden esforzarse
para alcanzar la gracia a través de cumplir la ley. Esto es un
poco contradictorio, si es gracia, es gratis, no es por
nuestro esfuerzo ni por nada de lo que hagamos. Más
adelante veremos la trampa que la serpiente nos prepara
para engañar y hacer pensar que hay que seguir
esforzándose para agradar a Dios.
Mira lo que dice Pablo en la carta a los Romanos en el
capítulo 3 del versículo 10 al 20:
Como está escrito:
No hay justo, ni aún uno;
No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos
se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
Sepulcro abierto es su garganta; Con
su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su
boca está llena de maldición y de amargura.
Sus pies se apresuran para derramar sangre;
Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y
no conocieron camino de paz.
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que
están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el
mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras
de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;
porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Es decir, nadie puede acercarse a Dios bajo sus acciones
porque no hay ni uno, que cumpla los requisitos para
poder hacerlo.
Entonces ¿Para qué mandó Dios la ley? Pablo se lo explica
así a los Gálatas:
“Gálatas 3:23-25 Pero antes que viniese la fe, estábamos
confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba
a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo,
para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados
por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo”.
Moisés subió al monte, siguiendo las instrucciones, para
recoger las tablas de piedra con los mandamientos escritos
con el dedo de Dios. En ese tiempo que pasó en el monte,
Dios indicó como debía de hacer el santuario donde Él
habitaría en medio de ellos. Esto era el Tabernáculo.
Dios conocía que ninguno podía cumplir el pacto de la ley,
todos serían merecedores de la muerte, así que les
proporcionó un medio para poder cubrir el pecado y
mostrar a Cristo, quien vendría para limpiar el pecado del
mundo; pagando con su propia vida en la cruz y
derramando su sangre como ofrenda para nuestra
redención.
Sin entendimiento del pecado, las personas, podrían
haberse presentado ante Dios sin complicación alguna,
pero la Ley les dio el conocimiento del pecado, y en esa
condición, no es posible presentarse delante de Él.
Primero tenían que limpiar el pecado perfectamente por
medio del Tabernáculo. En la actualidad, si una persona
conoce el pecado por medio de la Ley, la única forma de
presentarse ante Dios es por medio de Jesucristo.
Nos queda un increíble viaje a través de la Palabra y el
estudio del Tabernáculo, que fue mostrado a Moisés en el
monte. “Éxodo 25:40 Mira y hazlos conforme al modelo
que te ha sido mostrado en el monte”. Descubriremos a
Cristo como nos indica Juan en 5:39 “Escudriñad las
escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis
la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi”.
Descubriremos un Dios que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó.
El estudio lo realizaremos al revés de cómo le fue
mostrado a Moisés. Dios comienza indicando la
construcción del arca del testimonio y la tapa, el
propiciatorio, donde se declararía y hablaría con Moisés.
Claramente, el motivo que tenía Dios con este orden era
mostrar su intención de encontrarse con su pueblo. Era Él
quien se acercaba para proporcionar la redención. No era
el hombre quien con el sacrificio por los pecados se
merecía la presencia de Dios.
“Éxodo 25:8 harán un santuario para mí, y habitaré en
medio de ellos”.
Esto está ocurriendo hoy en día en la vida de muchas
personas. Juan el Bautista y luego Jesús lo declaraban así:
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Arrepentíos se puede traducir así: Tienes que entender
que no puedes vivir bajo tus conocimientos de los que está
bien y está mal. No puedes salvarte haciendo lo bueno,
porque es imposible para el corazón humano. Tienes que
entender que Cristo ha pagado por ti, para que puedas
vivir una vida junto a Dios, libre y eterna. Es Dios quien
quiere habitar en ti y por eso se ha acercado.
El estudio está sacado de los libros de Éxodo con 13
capítulos, de levítico 18 capítulos, números 13 capítulos,
Deuteronomio 2 capítulos y del libro de Hebreos con 4
capítulos. En total la Palabra dedica 50 capítulos a este
importantísimo tema que te invito a conocer en
profundidad.
Podemos observar en la imagen que el Tabernáculo se
situaba en el centro del campamento, visible, palpable,
invitando al pueblo a buscar la entrada. Dios habitando en
medio de su pueblo.
En la superficie de 1000 m², aproximadamente, rodeados
por una cortina de lino torcido, se ubicaban tres áreas:
- El Atrio o patio – símbolo del estado físico o
cuerpo.
- El Santo lugar – Símbolo del alma o las emociones.
- El Santísimo Lugar – El espíritu, lo más profundo
que puede relacionarse con Dios.
Nada está colocado al azar. Toda la construcción fue
diseñada por Dios. Recuerda que nos acercamos al
Tabernáculo buscando a Cristo y su relación con nuestra
vida.
Las Columnas del Atrio
Las cortinas que delimitaban al Tabernáculo estaban
sujetas a cincuenta y seis columnas, más o menos de 2,76
metros. Estas eran de madera recubiertas de bronce, con
las basas, parte inferior que sujetaba la columna e impedía
que se hundiera en la tierra, también de bronce y los
capiteles y sus molduras de plata. Se estabilizaban con
cuerdas creadas de pelo de cabra sujetas a la tierra por una
estaca, que también era de bronce.
El bronce en la Biblia simboliza los juicios y leyes
invariables de Dios. También es usado para tipificar los
juicios de Dios sobre el hombre a causa del pecado.
La plata en la Biblia habla de redención, era el precio a
pagar para redimir a un esclavo.
Que las cuerdas sean de pelo de cabra nos habla que ha
habido un sacrificio o muerte de un animal. El sacrificio del
inocente para justificar el pecado. La estaca de bronce,
nuevamente, el juicio, es unida al capitel de plata
representando la inspiración y la gracia.
Cuando uno piensa en columnas, ve estabilidad, firmeza.
Sin ellas no se podría delimitar el atrio. Esta seguridad es
la que nos da Jesucristo, fundamentado en el juicio que el
mismo pagó para redimirnos del pecado.
Por otro lado, Pablo consideraba en Gálatas 2:9 a Jacobo,
Pedro y Juan como columnas y en Apocalipsis 3:12 dice:
“Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios,
y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de
mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva
Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre
nuevo”.
La madera representa nuestra naturaleza, recubierta por
la justicia de Dios, pero mucho más importante, en donde
estamos parados, edificados en la base de bronce, no en
nuestra naturaleza débil no en nuestra justicia, sino en
Jesucristo, quien fue juzgado por nuestros pecados.
Las Cortinas del Atrio
Las columnas del Atrio no podían ser vistas por la gente
que estaban fuera, estaban cubiertas por las cortinas
blancas de lino torcido. Esto nos habla de cómo nuestra
naturaleza vieja deberá ser cubierta completamente por la
justicia de Cristo, de forma que las personas ya no podrán
ver nuestra vida sino la de Él. También es símbolo de la
iglesia, todas las columnas dentro del Atrio, entrelazadas
unas con otras unidas, formando un solo recinto o cuerpo.
Las cortinas de lino de 2,30 metros de alto colgaban sobre
las cincuenta y seis columnas de bronce y servían como
“pared” del Atrio.
Las paredes destacaban por su blancura, símbolo de
justicia y pureza y llamaban la atención entre los grises de
las tiendas, producto del polvo y suciedad del desierto. La
perfección de Cristo destacando en medio del hombre
pecador, invitando a buscar la entrada.
La altura de las cortinas, mucho más altas que cualquier
humano, nos habla de que la justicia de Cristo es más alta
que la nuestra y nos impide ver lo que hay dentro,
provocando la búsqueda de la puerta.
Esta pared de lino blanco era una clara línea que marcaba
la separación entre aquellos que estaban fuera y los que
estaban dentro del Tabernáculo. Podemos seguir viviendo
nuestra vida en el polvo del pecado o podemos entrar en
Cristo y vestirnos de lino fino.
“Apocalipsis 19:7-8 Gocémonos y alegrémonos y démosle
gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su
esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se
vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino
fino es las acciones justas de los santos”.
El Atrio en su exterior no tenía ninguna atracción aparente,
sin embargo, su interior estaba cubierto de oro y metales
preciosos. Así se presentó Jesús, sin ninguna hermosura
exterior, pero en su interior encontramos la máxima
hermosura. “Isaías 53:2 subirá cual renuevo delante de Él,
como raíz de tierra seca. No hay hermosura en él, ni
esplendor; le veremos más sin atractivo alguno para que lo
apreciemos”.
Fuera del Tabernáculo encontramos la muerte. La Justicia
de Dios representada en sus límites nos lo recuerda. El
Tabernáculo, representa a Cristo, por el que Dios puede
habitar en nuestros corazones.
La Puerta
Dios mandó construir una sola puerta, esta es la entrada
para encontrarse con Él. Solo hay una forma de acercarse
a Dios, a través de la puerta. “Juan 10:9 Yo soy la puerta;
el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y
hallará pastos”.
Cuando te encuentras con las cortinas de lino torcido, no
importa que dirección tomes, encontrarás la puerta de 9,2
metros de ancha, mostrando cuanto es el amor de Dios
para con el mundo; siempre abierta; con sacerdotes
esperándote a que la atravieses, invitándote a comenzar
el recorrido que te llevará a una intimidad completa con
Dios.
Había cuatro columnas en esta puerta, como los cuatro
puntos cardinales, o, el término bíblico de los cuarto
confines de la tierra, quizás indicando que la salvación está
abierta para todos. También representaban a los cuatro
evangelios, no solo por el número, sino por los colores de
la tela, distinto al del resto de las paredes del Atrio. El lino
fino estaba entretejido con materiales de color azul,
púrpura y carmesí.
Estos colores nos revelan diferentes aspectos de Cristo, el
cual es la Puerta:
Azul El cielo San Juan Cristo es Dios
Púrpura La autoridad San Mateo Cristo es el Rey
Carmesí Sangre San Lucas Cristo hijo del hombre
Lino La humildad San Marcos Cristo es Siervo
Hay una gran diferencia de estar fuera o estar dentro. La
invitación es para todo aquel que se considera inútil para
salvarse por su cuenta. Que le es imposible cumplir la ley,
que está condenado.
No existen condiciones, bueno, quizás una, tienes que
entrar dispuesto a ser perdonado, no por méritos sino por
gracia.
Entrar, es volver a nacer, conseguir una nueva naturaleza,
libre del pecado, totalmente justificado y hecho perfecto
por aquel que nos está invitando a entrar,
Capítulo 2
UNA NUEVA NATURALEZA
su amor con su pueblo,
como le dijo a Abraham, l Tabernáculo es la
respuesta de Dios para mostrar
para bendecir a todas las familias de la
tierra (Génesis 12: 3)
¿Cómo puede una mente creada entender a su creador?
Es el alfarero quien conoce todos los detalles. Nada se le
escapa en su trabajo creativo. Nos conoce y sabe cuáles
son nuestras debilidades. Por esto quizás creó un plan,
donde nosotros no tuviésemos que intervenir.
Realmente, no somos marionetas manejadas por Dios,
tenemos la capacidad de decidir y ese es nuestro mayor
enemigo. ¿Piensas que puedes vivir apartado de Dios?
E
Muchos lo hacen y de ahí, las consecuencias del mundo
actual y su dirección.
Las dificultades, las aflicciones, las necesidades o la
condenación son elementos que Dios usa para llevarnos al
Tabernáculo. Ahí está, reluciendo en medio de un mundo
difícil y oscuro, invitándonos a entrar por su puerta.
Pablo, en la carta a los Romanos, nos muestra en dos
versículos nuestra condición fuera del Tabernáculo y
dentro de él.
“Romanos 3:23 por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios,”
Esta es nuestra condición fuera de Cristo, no importa como
vivamos, seamos buenos o malos, si estamos apartados de
Él, estamos destituidos de su gloria, condenados,
sentenciados a estar muertos eternamente.
En el siguiente versículo “Romanos 3:24 siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es
en Cristo Jesús,”. Esta es la sentencia al entrar por la
puerta. Libres, justificados, redimidos, renacidos, vivos
para siempre, salvos y lo más increíble, gratuitamente por
su gracia.
Nuestro rescate es gratis, pero costó mucho. Por esto, lo
primero que vemos cuando entramos en el Atrio es el Altar
de Bronce o altar del Holocausto.
Los cuatro cuernos, representando los cuatro extremos de
la cruz, nos recuerdan al que se hizo maldito para pagar
nuestra deuda. Es gracias a ese sacrificio por lo que
nosotros podemos comenzar una vida nueva. Un inocente
tuvo que pagar con su muerte, cargando en Él nuestro
pecado, para ser completamente justificados y poder
restaurar nuestra relación con Dios.
Estos son los detalles del Altar de Bronce y como lo usó
Dios para mostrar a Cristo a su pueblo.
La palabra altar en hebreo significa: lugar alto, o sitio del
sacrificio. Dios mandó construirlo de madera de acacia,
representando a Cristo que se hizo carne para poder ser
crucificado por nuestros pecados. Es de dos metros treinta
centímetros de lado, totalmente cuadrado, representando
los cuatro puntos cardinales, norte, sur, este y oeste.
Como ya vimos en la puerta, indicándonos que el sacrificio
fue para todo el mundo. Su altura de 1 metro 38
centímetros le hace el mueble más grande de todo el
conjunto del Tabernáculo, no hay nada mayor que la obra
de Jesucristo en la cruz. Tiene cuatro cuernos, uno en cada
esquina, representando la fuerza y el poder. Todo el
conjunto está cubierto de bronce, para poder soportar las
altas temperaturas, manifestando así la fuerza
permanente de Cristo.
La rejilla, también construida en bronce era donde se
encendía el fuego y se colocaban los sacrificios. Este fuego
siempre se mantenía encendido, como símbolo del poder
purificador del Espíritu Santo que nunca se extingue.
Los 5 utensilios: sus calderos para recoger la ceniza, sus
paletas, sus tazones, sus garfios y sus braseros también
construidos de bronce.
Los calderos servían para recoger la ceniza y limpiar el
altar. La ceniza era sacada fuera del campamento (Levítico
6:10-11). Esta ceniza se usaba en la purificación de los
inmundos (Números 19:17).
Las paletas eran empleadas para levantar las cenizas y
hacer los fuegos.
Los tazones se utilizaban para recoger y derramar la sangre
en el altar.
Los garfios eran empleados para arreglar los sacrificios
sobre el altar. Debían poner el sacrificio en orden para que
fuera consumido perfectamente.
Los braseros o incensarios eran empleados para llevar los
carbones de fuego desde el altar de bronce hasta el altar
de oro o del incienso.
El altar de bronce disponía de cuatro anillas para introducir
dos varas, hechas de madera de acacia recubiertas
también de bronce. Esto servía para su traslado.
Así quedaba el altar de bronce, listo para realizar los
sacrificios.
Ya dijimos que el bronce representaba los juicios y leyes
invariables de Dios. También es empleado para tipificar
los juicios de Dios sobre el hombre a causa del pecado.
Todos los elementos del Atrio, como estamos viendo,
estaban cubiertos de bronce.
El suelo del Atrio o patio era de arena. Así entramos en la
nueva relación con Dios. Somos polvo y nada merecemos,
solo a través del sacrificio, de la sangre derramada, somos
aptos, limpios, justos, perfectos.
Al igual que hay un antiguo testamento y uno nuevo, es
preciso entender el significado de los sacrificios que se
hacían en el desierto y el que realizó Cristo en la cruz.
“Hebreos 10:1 Porque la ley, teniendo la sombra de los
bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca
puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen
continuamente cada año, hacer perfectos a los que se
acercan”.
Lo que sucedía en el Tabernáculo era la sombra de lo que
había de venir. Dios llevó al desierto a su pueblo para estar
a solas con él e instruirlo en las cosas tocantes a su
adoración y su servicio. Fue en este lugar donde los
redimidos empezaron a conocer sus imperfecciones y
faltas. Su sensibilidad espiritual estaba tan adormecida por
los efectos de la mundanidad que no se daban cuentan en
realidad como eran y su necesidad de la obra de Cristo.
El libro de Levítico es el gran libro de los sacrificios del
Antiguo Testamento. Este le fue dado al pueblo
juntamente con la construcción del Tabernáculo. En la
primera parte del libro se muestran cinco tipos de
ofrendas:
- Las ofrendas de olor grato. El holocausto, la
oblación y el sacrificio de paz.
- Las ofrendas por el pecado. El sacrificio por la culpa
y el sacrificio por la expiación.
Las características que distinguen las ofrendas por el
pecado, de las de olor grato, eran que se ofrecían por
pecados cometidos a sabiendas o por ignorancia y que no
eran quemados sobre el altar en el Atrio, sino sacadas
fuera y quemadas en el fuego consumidor como malditas.
El sacrificio por la culpa era para pagar la pena de los
pecados cometidos a sabiendas. Por lo general, es el
remordimiento de las cosas mal hechas, lo que perturba al
pecador, pero según se avanza en los caminos del Señor y
el Espíritu Santo va alumbrando la verdad de Dios en su
interior, empieza a aprender que no solamente ha
cometido hechos malos, sino que tiene dentro de sí un
corazón sucio y rebelde, una naturaleza corrupta y
pecaminosa, enteramente opuesta a Dios.
No siempre se conocía el pecado y en ocasiones era de
omisión por dejar de hacer algo que Dios mandaba hacer.
Para el perdón de los pecados estaba el sacrificio de
expiación. En este sacrificio se requería de un tercero.
Estaba el sacerdote, el que venía para ser perdonado y, en
el caso del Tabernáculo, un animal el cual pagaría con su
muerte. Dios dispuso una serie de animales dependiendo
del pecado; corderos, cabras, palomas, becerros. Estos
tenían que ser sin defectos. El sacerdote, lo primero que
hacía era observar la ofrenda para ver si era válida. Luego,
ponía las manos el pecador sobre la cabeza del animal,
como símbolo de transmisión de los pecados a la víctima
inocente, el animal era degollado. El sacerdote tomaba de
la sangre derramada y la ponía sobre los cuernos del altar
de bronce y derramaba el resto de la sangre al pie del
mismo altar.
¿Por qué sobre los cuernos? Según “Jeremías 17:1 El
pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta
de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en
los cuernos de sus altares,” la sangre derramada por la
víctima cubría el pecado escrito en los cuernos del altar,
pero ¿y el corazón? Evidentemente, este se borra con la fe
al creer en la fidelidad de Dios que el cumple su pacto.
Luego, se quemaba parte de la ofrenda en el altar y en
ocasiones, otra parte de la carne, la debía comer el
sacerdote para que cuando entrara en el lugar santo la
carga del pecado fuese con él y pudiera presentarla ante
Dios. Solo los sacerdotes podían entrar al Lugar Santo y
una vez al año al Lugar Santísimo en el día de Expiación.
¿Cuántas veces tenían que repetir esto para estar limpios?
Constantemente, la ofrenda servía para limpiar el pecado
hasta el momento del sacrificio. Lo que la persona hiciera
segundos después de salir del Atrio le volvía a condenar.
Una vez al año se hacía el día de expiación, donde el Sumo
Sacerdote era el mediador entre Dios y su pueblo. Lo
primero que hacía era ofrecer un sacrificio de un becerro
por sí mismo y por el cuerpo sacerdotal. El mediador debía
estar libre de todo pecado. El Sumo Sacerdote llevaba la
sangre al Santísimo Lugar y la esparcía sobre el
propiciatorio y delante del arca del pacto. Después
degollaba el macho cabrío en expiación por el pecado del
pueblo y llevaba la sangre detrás del velo, como hizo con
la sangre del becerro.
No había imposición de manos, ni confesión de pecados,
ni sangre colocada sobre los cuernos del altar del
holocausto. La sangre de este animal no estaba
contaminada por el pecado. Esto servía para purificar el
santuario.
Había otro macho cabrío, el cual, al echar suerte le tocó ser
el que se le traspasara por imposición de manos las
rebeliones y pecados del pueblo. A esto lo llamaban suerte
por Azazel. No está muy claro el significado del nombre,
unos dicen que representa al diablo, pero para los Rabinos
Judíos no es una entidad, ellos dicen que significa
literalmente “para la total eliminación”.
El macho cabrío era acompañado al desierto, por un
hombre destinado a esto y se le dejaba ir vivo. Aquel
macho cabrío llevaba sobre si todas las iniquidades del
pueblo a tierra inhabitada.
¿Qué debía hacer el pueblo para ser perdonado de sus
pecados? Nada, en el texto bíblico no menciona que el
pueblo tuviera que hacer nada. La siguiente cuestión que
se nos plantea, ¿Cuánto tiempo tardaba el pueblo en
perder su santidad? Un segundo. El pecado anterior era
cubierto, pero hasta el año siguiente volvían a ser
condenados por el pecado.
Que absurdo, ¿verdad? Todo el esfuerzo de los sacerdotes,
tanta sangre derramada de animales inocentes, para nada.
Claro que el humano tuvo que ir aprendiendo. Todo esto
era sombra de lo que había de venir. Dios tenía que
mostrar que no seríamos capaces de justificarnos por
nosotros mismos. La ley nos enseña que es imposible, nos
muestra nuestro pecado, nuestra naturaleza caída,
nuestra dependencia de Dios.
Imagina a toda esa gente que ha estado esperando el día
de expiación para sentirse libres de todos sus
transgresiones y pecados. - Ojalá no muera antes de que
llegue el día, para no ser condenado - podría decir alguno.
Y después, imagínatelos esforzándose para no volver a
estar condenados. – Ya estoy limpio, seguro que si me
esfuerzo consigo cumplir toda la ley. Y nuevamente a
empezar. ¿Cuánto puede durar? ¿Cuánto duras tú cuando
te propones estar en santidad?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro, decía
Pablo a los Romanos y con razón.
No he dedicado mucho esfuerzo a mostrar las distintas
ofrendas y rituales que se tenía que hacer por los distintos
pecados o acciones. No digo que no sean importantes,
toda la Palabra tiene su revelación y podríamos dedicar
meses estudiándolo. El motivo por lo que no le he dado
importancia es porque hoy en día no es preciso hacer todo
eso.
Vivimos bajo el Nuevo testamento, lo que se anunciaba
con el antiguo ya llegó. Ahora estamos bajo un nuevo
pacto, no el pacto de la ley, el pacto de la gracia:
“Jeremías 31:31-34 He aquí que vienen días, dice Jehová,
en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con
la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres
el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de
Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un
marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que
haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice
Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su
corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni
ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque
todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta
el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad
de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.
Lo que se anunciaba llegó con Cristo. Él fue el Sacrificio y
el Sacerdote. Su sangre no fue derramada en el
Tabernáculo terrenal, el mismo entro al Tabernáculo
celestial para presentar su propia sangre.
“Hebreos 9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de
becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para
siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención”.
“Hebreos 9:24-26 Porque no entró Cristo en el santuario
hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo
mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no
para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo
sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre
ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer
muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en
la consumación de los siglos, se presentó una vez para
siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en
medio el pecado”.
Cristo vino para hacer la voluntad del Padre y morir para
pagar el pecado del mundo.
“Hebreos 10:10-14 En esa voluntad somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez
para siempre.
Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando
y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que
nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo
ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en
adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos
por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo
perfectos para siempre a los santificados”.
¿En qué pacto estás viviendo? ¿En el pacto de la ley,
esperando a que se restaure el templo de Jerusalén y
puedan realizar el día de expiación, para seguir luchando
con tu mente y el pecado? o ¿Estás viviendo en el nuevo
pacto de la gracia?
“Hebreos 10:16-17 Este es el pacto que haré con ellos.
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las
escribiré, añade:
Y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones”.
Cumplir la ley en el nuevo pacto es creer en Jesucristo.
Has entrado por la puerta que es Cristo, has conocido lo
que Él hizo por ti en la cruz. No has entrado para limpiarte,
ya estás limpio, ya estas limpias. No tienes por qué salir de
Él. No es un sitio de paso, es para que ejerzas el ministerio
al cual te ha llamado.
“1 Pedro 2:9 Más vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable;”.
Capítulo 3
PREPARÁNDONOS PARA SU
PRESENCIA
seguros. Entramos con mucha necesidad, el peligro
ería absurdo salir del sitio donde nos encontramos
de la muerte nos acechaba. Nada podíamos
hacer por nuestras propias fuerzas para salvarnos,
aunque nuestra necedad nos cegaba y lo intentábamos
una y otra vez, pero siempre fracasábamos.
Digo que sería absurdo, pero no imposible. ¿Quién
rechazaría lo que por gracia se nos ha entregado para vida
eterna? Aquellos que escuchando la voz de la serpiente
caigan en la trampa de sus mentiras. Los que sin entender
S
han creído haber recibido lo que pensaban les
correspondía.
La vida solo llega a través del arrepentimiento. No de lo
que haces, sino de lo que eres. Una vez que te das cuenta
y decides entrar por la puerta ya no eres tú, es Cristo
viviendo en ti (Gálatas 2:20); las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
El que realmente ha renacido no sale de Cristo porque su
naturaleza es Cristo. No le cuesta servir porque quien sirve
es Cristo. Ahora es linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar las
virtudes de aquel que le llamó de las tinieblas a su luz
admirable (1 Pedro 2:9).
En el Atrio había dos posiciones, los que entraban a ofrecer
la ofrenda para justificar sus pecados y los sacerdotes que
servían al pueblo como guías o intermediarios de Dios.
En la actualidad hay dos posiciones, los que están fuera de
Cristo; viviendo en sus pensamientos; dirigiéndose al
abismo; condenados por su condición de pecadores y
aptos para que la gracia de Dios les alcance; y los que han
entendido que su vida es Cristo; dispuestos a dejarse usar
por Dios para declarar las buenas nuevas del evangelio
hasta que se reúnan en la ciudad celestial junto con su Rey
y Señor.
En la época del Tabernáculo de Moisés la fuente de bronce
era para uso exclusivo de los sacerdotes. Estaba situada
entre el Altar de Bronce y la tienda del Tabernáculo, lugar
donde solo podía entrar los sacerdotes.
Construida de dos piezas toda de bronce, la fuente y la
base. El hecho de que su construcción no tuviera otro
material, sino el bronce sólido, pone un fuerte énfasis en
la naturaleza de su ministerio. El bronce simboliza fuerza,
resistencia y juicio contra el pecado.
No hace referencia la Palabra a sus medidas. Claramente,
no se trata de un error. Si Dios no lo indicó, sus motivos
tendría. Siendo un elemento que muestra la gracia de Dios
al purificar al creyente, esta es tan grande que no se puede
medir.
De donde se sacó el metal para su construcción también
trae mucha revelación. “Éxodo 38:8 También hizo la fuente
de bronce y su base de bronce, de los espejos de las mujeres
que velaban a la puerta del Tabernáculo de reunión”.
Llama la atención como los espejos que fueron un
instrumento de vanidad y orgullo, el Señor, fue tan hábil
para transformarlos en un instrumento de limpieza.
Antes de analizar en profundidad todos estos datos,
observemos las instrucciones que recibió Moisés en el
monte.
“Éxodo 30:18-21 Harás también una fuente de bronce, con
su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el
Tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua.
Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies.
Cuando entren en el Tabernáculo de reunión, se lavarán
con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al
altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida
para Jehová, se lavarán las manos y los pies, para que no
mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su
descendencia por sus generaciones”.
La instrucción era: lavarse las manos y los pies con el agua
que contenía la fuente antes de entrar en el Tabernáculo
de reunión para que no muriesen.
Dios destacó el tema de la pureza y la impureza como algo
muy importante para los israelitas. El Tabernáculo estaba
en el centro de la vida de Israel. La presencia de Dios en
medio del campamento era determinante para la vida del
pueblo. Una importante función en la ley mesiánica era
instruir al pueblo sobre cómo vivir en la presencia de un
Dios Santo. Lo Santo y lo impuro no pueden coexistir. Es
por esto por lo que Dios proveyó un medio para purificar
lo que se había vuelto impuro.
Los sacerdotes ensuciaban sus manos con la sangre de los
sacrificios, así como nosotros nos ensuciamos con los
errores y transgresiones diarias, producidas en muchas
ocasiones por el caminar y hacer las cosas con nuestras
fuerzas. Es visible la diferencia del tiempo que pasamos en
el trabajo o ministerio diario, al que pasamos en la
presencia de Dios. Dios quiere que seamos conscientes de
nuestra naturaleza a la hora de postrarnos ante su
presencia.
El Atrio estaba montado sobre la arena del desierto, por lo
que los pies de los sacerdotes se cubrían de polvo. Este era
el que debían limpiar para entrar en la tienda del
Tabernáculo. Jesús indicó a sus discípulos sacudir el polvo
de sus pies de la ciudad o la casa que no les recibieran. No
se puede entrar a la presencia de Dios con lo impuro, hay
que estar límpidos.
Lo que limpia es el agua, claramente refriéndose a La
Palabra. ¿Cómo podemos conocer nuestra naturaleza,
nuestros errores o iniquidades si no es exponiéndonos a su
Palabra?
La Palabra hace la doble función. Primeramente, nos
refleja, es el espejo que muestra nuestro corazón.
“Hebreos 4:12-13 Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y
penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y
los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones
del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en
su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y
abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta”. La Palabra de Dios es un espejo, nos da una
imagen clara y verdadera de lo que somos, como Dios nos
ve, pero también da una imagen clara y verdadera de lo
que somos a través de Cristo.
El sacerdote cuando se acercaba a la fuente a lavar sus
manos y pies se veía reflejado en el agua. Esto le mostraba
su naturaleza humana. No entraría en el Tabernáculo por
su justicia, sino por la gracia y justicia de Dios.
La segunda función del agua, La Palabra es purificadora.
“Efesios 5:26 para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra”.
La cuestión no es que nosotros nos lavemos, es la Palabra
la que hace el trabajo de purificación. Somos purificados a
través de ella. “2 Corintios 3:18 Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
Antes de la fiesta de la pascua, cuando estaba cenando
Jesús con sus discípulos, se levantó de la mesa y se quitó
su manto y tomando una toalla, se la ciñó.
Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies
de los discípulos.
Pedro se opuso, diciéndole que no le lavaría los pies jamás.
Jesús le respondió que, si no se los lavaba, no tendría parte
con Él.
Entonces Pedro respondió, que no solo los pies, sino
también las manos y la cabeza.
En la respuesta de Jesús vemos algo muy interesante que
tiene que ver con lo que estamos tratando. Jesús le
respondió: El que está lavado, no necesita sino lavarse los
pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis.
Después, añadió: “San Juan 13:13-15 Vosotros me llamáis
Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros
también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque
ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho,
vosotros también hagáis”.
El que lava sus manos y pies en la fuente de bronce no lo
hace para salvación. Ya es nacido de nuevo. Claro que
comete transgresiones, ¿Quién es capaz de no cometer
ningún error?
No se está acercando para limpiar el pecado, se acerca
para reconocer su naturaleza y ser purificado por La
Palabra, para entrar a la presencia de Dios limpio, sin
mancha, puros, perfectos. No por lo que somos, sino por
lo que Cristo hizo. No con nuestra justicia sino con la
justicia de Cristo.
Vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros. Jesús nos está diciendo que es en la iglesia, en la
comunión de los santos, donde se produce este
lavamiento. Que importante es reunirnos como algunos
tienen por costumbre. Los amigos lo hacen, las familias lo
hacen. La Iglesia es la familia del Señor.
Hay personas que dicen que la fuente de bronce
representa el bautismo del agua. En la época del
Tabernáculo del desierto, el agua de la fuente sirvió para
lavar completamente a los sacerdotes para su purificación
al principio de su ministerio. Esto solo ocurrió una vez,
después, solo tenían que lavarse las manos y los pies antes
de entrar en la tienda del Tabernáculo.
Lo evidente es que la fuente representa a Cristo, quien es
el Verbo que se hizo carne y pagó con su muerte en la cruz.
Es Él, La Palabra, la que nos guía, nos limpia y nos purifica
para que nuestra relación sea pura y perfecta.
El trabajo en el Atrio es constante, gracias a la misericordia
de Dios a través de su hijo Jesucristo, las puertas están día
y noche abiertas para todo aquel que quiere transformarse
y nacer del agua y del Espíritu. No hay descanso para
aquellos que con las fuerzas de Cristo militan en sus filas.
Las manos se ensucian de sangre. Los pies se llenan de
polvo.
A unos pasos de distancia se encuentra la presencia de
Dios, el lugar del reposo, de la adoración. Antes de entrar,
una fuente nos permite recordar quien somos y como
entramos a ese lugar, reflejándonos en su agua convertida
en espejo, potenciada por el bronce, metal con la que está
construida. - No entro a la presencia de Dios por lo que soy.
¿Cómo un ser como yo puede entrar a un lugar santo?
Al lavar con el agua las manos y los pies, siento su poder
purificador. ¡Es por Él por lo que puedo entrar! La gracia
me inunda y me hace sentir tremendamente agradecido. -
¡Que privilegio, que honor inmerecido!
Una cortina nos separa, aunque ya estoy como si estuviese
dentro.