rojos durante dos años consecutivos. De manera similar, durante la crisis económica
de 2008, muchos multimillonarios perdieron dinero. En Estados Unidos, por ejemplo,
Bill Gates perdió 18.000 millones de dólares y Warren Buffet perdió 25.000 millones.
Hubo una pérdida total de 2 billones de dólares entre los multimillonarios, cuyo
número alrededor del mundo declinó en un millón y medio de personas y cuyos
activos totales cayeron en un 20 por ciento.
Si las desigualdades de ingreso y riqueza fueran tan repulsivas para la mayoría de
las personas en la misma medida que lo son para algunos intelectuales, sería difícil
explicar la causa por la que Estados Unidos atrae más inmigrantes que cualquier otro
país. La desigualdad salarial ha sido desde hace mucho tiempo mayor entre los
estadounidenses que entre las personas que trabajan en Australia, Suecia, Gran
Bretaña, Alemania y otros países. Sin embargo, en la medida que las personas
emigran por razones económicas, el nivel absoluto de bienestar parece tener mayor
peso que su distribución estadística. Lo mismo ha ocurrido en otros tiempos y
lugares. Por ejemplo, en 1982, cuando Ghana tenía una distribución del ingreso más
igualitaria que su vecino Costa de Marfil pero este último tenía un mayor ingreso
promedio, la migración neta fue de Ghana a Costa de Marfil, no al revés.
Como suele ocurrir, las realidades económicas no son muy complicadas, pero
tenemos, no obstante, una gran dificultad para librarnos de la maraña de falsos mitos
y concepciones. Esto es particularmente cierto en lo que concierne al trabajo, porque
el trabajo de las personas ha sido tan central en sus vidas que ha llegado a definir
quiénes son, como se refleja en el gran número de apellidos que hacen referencia a
ocupaciones: Zapatero, Quintero, Tejedor, Mercader, Molinero, Herrero, Barrero, etc.
Sin embargo, más allá de lo emocionalmente poderoso que el papel del trabajo pueda
ser, sigue siendo tan sólo una parte del patrón general económico de la asignación de
recursos escasos que tienen usos alternativos.
TEORÍAS DE LA EXPLOTACIÓN
Lenin intentó rescatar la teoría marxista de la explotación afirmando, en su libro
Imperialismo, que países ricos explotaban a países pobres, obteniendo así una vasta
riqueza, de la que podían compartir una porción con sus propias clases obreras, con la
finalidad de apaciguarlas. Pero la cruda realidad, entonces y hoy, es que los países
ricos, principalmente, comercian con e invierten en otros países ricos, no en los
países pobres. Las naciones prósperas como Estados Unidos, Japón y los países de la
Unión Europea tienen sólo una fracción diminuta de sus transacciones económicas
internacionales con países del Tercer Mundo en el África subsahariana o en los
lugares más pobres de Asia o Sudamérica. Si la riqueza se consigue a través de la
explotación de los países pobres, es difícil entender por qué tantos inversores
internacionales y sociedades multinacionales, por lo general, evitan tales lugares y
concentran sus esfuerzos más bien en los países ricos.
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