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tranquila. Cuento esto no por desorden, lo cuento porque
cuando Iván me tocaba era como que yo me tocara. No ,
mucho más. Lo digo porque Iván me rozaba la mano y era
como que me tocara en el mismo centro de la vida, entre
las piernas, como si se me incendiara, me daban escalofríos
y la primera vez que me tomó la mano después de la
película yo sentí el vapor, el volcán, la fiebre mínima de
vivir, eso que es tan distinto de la muerte, eso que es el
mal de la vida o el bien de la muerte, póngalo como quiera,
el máximo y el mínimo al mismo tiempo, la promesa de
una vida exquisita y medio loca, ya le dije que sí, que
fuéramos al pool y jugáramos al billar y me dijo si sabía y le
dije que no sabía y me dijo yo te enseño y me tomó desde
atrás y me abrazó a medias y yo juro que casi me desmayo,
yo sentí todo lo de Miguel multiplicado por mil y suspiró
en mi oído, se rió, estaba igual de incómodo que yo, igual
de corto de genio, igual de sensible, yo leía poemas con él,
le leía mis poemas copiados, mi libro de versos robados, no
anotaba nunca el nombre de los poetas, los versos son de
todos, eso mismo le leí a uno de los poetas, róbame los
versos, decía, llévatelos si te dan vida, arrójalos si te dan
muerte. Qué sabe mi padre cuánto me salvaron los versos
más oscuros. A cuántos poetas salvaron de la muerte .
Habría venido ella mucho antes a buscarlos, se los habría
llevado como el agua de los temporales se lleva las piedras,
grises, anodinos, inútiles, se los habría llevado como peces
muertos, como papeles, como basura. Sus versos eran la
raíz a la vida, el lazo al sol. Leía con Iván y me tomó de la
mano bien tomada una vez y me dijo que yo era