El lobo y los siete cabritos

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Slide Content

Siete cuentos  
maravillosos
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        www.librosalfaguarainfantil.com/co 
Empieza a leer... Siete cuentos maravillosos

Selección y adaptaciones de
beatriz helena robledo
Ilustraciones de Clara Inés Ochoa
Siete cuentos 
maravillosos
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TÍTULO ORIGINAL Siete cuentos maravillosos
© 2005, Distribuidora y Editora
Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.
Cra 11A Nº 98-50 Of. 501 Bogotá, Colombia
Teléfono (571) 705 7777 Fax (571) 705 7777 Ext. 1222
[email protected]
NID O S PARA LA LECTURA
es una colección dirigida por Yolanda Reyes
para el sello Alfaguara
DIRECCIÓN DE LA C OLECCIÓN
Yolanda Reyes
DIRECCIÓN DE ARTE Y D ISEÑO DE LA C OLECCIÓN
Camila Cesarino Costa
SELECCIÓN Y ADAPTAC IONES Beatriz Helena Robledo
ILUSTRAC IONES Clara Inés Ochoa
COMPOS I C IÓN DE INTE RIORES Y C U B I E RTA
Vicky Mora
PRIME RA EDI C IÓN EN COLOMB IA Bogotá, abril de 2005
SEGUND A EDI C IÓN Bogotá, marzo de 2008
T E RCERA EDI C IÓN Bogotá, septiembre de 2012
ISBN 978-958-758-458-5
IMPRESO EN COLOMB IA POR
Disonex S.A.
Avenida Calle 3 N° 38-20 Bogotá, Colombia
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida,
ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de
recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio,
sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por
fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial.
E D I CIÓN ESP ECIAL. COLECCIÓN PARA LA PRIME RA INF ANCIA DEL
MINIS T ERIO DE C ULTURA, PLAN N A CIONAL DE LECTURA Y ESCRITURA
LEER ES MI CUE NTO, 2012.
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A los padres…
Durante esta etapa de tránsito 
entre el lenguaje oral y el escrito, 
los cuentos maravillosos le otorgan 
al niño un tesoro que hace parte de 
la memoria de la humanidad. Estas 
historias, que en sus orígenes solían 
contarse de viva voz y no precisamente 
a los pequeños, fueron transmitiéndose de generación en 
generación hasta que autores como Charles Perrault o los 
hermanos Grimm las rescataron de la cultura oral para legarnos 
las versiones escritas que todos los niños, de antes y de ahora, 
hemos hecho nuestras.
La vigencia de los cuentos maravillosos se debe a su poder para 
dar nombre al mundo interior, a los temores, a las fantasías y 
a las preguntas existenciales que compartimos todos los seres 
humanos. Mediante el rito de pronunciar aquellas palabras 
mágicas como érase una vez, el niño es conducido, desde su 
mundo cotidiano, hacia ese “Reino Otro” que le habla de lo 
profundo de sí mismo en un lenguaje cifrado. Así, internándose 
por bosques y palacios, él va midiendo sus fuerzas, mientras 
goza de la presencia protectora de un adulto que lo acompaña 
a descifrarse. Y en esa lectura a dos voces, se irá tejiendo entre 
ellos una conversación profunda sobre la vida y la muerte… y 
lo que hay en la mitad.  
Beatriz Helena Robledo, reconocida especialista colombiana en 
literatura infantil, nos entrega esta entrañable selección de los 
cuentos maravillosos que, como ella anota al final, la marcaron 
en la infancia. Sus versiones conservan el encanto, el rigor y la 
riqueza de las originales y a ellas se suman, cada cierto número 
de páginas, las sutiles ilustraciones de Clara Inés Ochoa, para 
que la imaginación de chicos y grandes siga su curso, en el fluir 
de la historia.
Yolanda Reyes
Directora de la colección
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1
El lobo y los
siete cabritos
página 8
Siete cuentos
maravillosos
45
Caperucita
Roja
página 56
La bella
durmiente
página 70
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23
Juan y los
fríjoles mágicos
página 38
Hansel
y Gretel
página 18
76
El gato
con botas
página 82
Los tres pelos
de oro del diablo
página 96
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1los siete
El lobo y
jacob y wilhelm grimm
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cabritoslos siete
El lobo y
jacob y wilhelm grimm
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Érase una vez una cabra que tenía siete 
cabritos y los quería con todo el amor que una 
madre les puede tener a sus hijos. Un día quiso 
ir al bosque a buscar comida. Entonces los llamó 
y les dijo:
–Queridos hijos: tengo que ir al bosque, de 
manera que cuídense del lobo. Si llega a entrar, 
los devorará y no dejará ni piel ni pelos ni nada. 
El malvado acostumbra disfrazarse, pero ustedes 
lo reconocerán al instante por su voz ronca y 
sus patas negras. 
Los cabritos dijeron:
–Querida madre, no te preocupes, que noso-
tros nos cuidaremos; te puedes ir sin problema. 
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La cabra baló en señal de aprobación y se fue 
tranquila.
No había pasado mucho tiempo cuando al-
guien tocó a la puerta y exclamó: 
–¡Abran la puerta, queridos niños: es mamá, 
que le ha traído un regalo a cada uno! 
Pero los cabritos supieron que era el lobo por 
la voz ronca. 
–¡No abriremos la puerta! –gritaron–. Tú no 
eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y 
dulce y tu voz es ronca. Tú eres es el lobo.
Entonces el lobo se fue a una tienda y compró 
un pedazo de tiza que le aclaró la voz. Luego 
regresó, tocó a la puerta de nuevo y dijo:
–¡Abran la puerta, queridos niños: es mamá, 
que le ha traído un regalo a cada uno! 
Pero dejó ver sus patas negras sobre la ven-
tana, y los cabritos se dieron cuenta y gritaron: 
–¡No abriremos la puerta! Nuestra madre no 
tiene las patas negras. ¡Tú eres el lobo! 
Entonces el lobo se fue a donde un panadero 
y le dijo:
–Me he herido una pata. Échame encima un 
poco de masa. 
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Y cuando el panadero le cubrió la pata, el 
lobo corrió adonde el molinero y le dijo:
–Cubre mi pata con un poco de harina. 
El molinero pensó: “Este lobo está tramando 
algo”. Y se negó a hacerlo, pero el lobo dijo:
–Si no lo haces, te devoraré.
Entonces el molinero se asustó y le puso las 
patas blancas. 
El malvado lobo tocó por tercera vez a la 
puerta de la casa y dijo:
–¡Abran la puerta, queridos niños: es mamá, 
que le ha traído un regalo a cada uno!
Los cabritos exclamaron:
–Primero muéstranos tus patas. Así podremos 
saber si eres nuestra querida madre.
El lobo puso sus patas en la ventana, y cuando 
los pequeños vieron que eran blancas, creyeron 
que lo que decía era verdad y abrieron la puerta. 
¡Pero quien entró fue el lobo!
Los cabritos, aterrorizados, corrieron a escon-
derse. Uno se metió bajo la mesa, el segundo en la 
cama, el tercero en la estufa, el cuarto en un rincón 
de la cocina, el quinto en la alacena, el sexto debajo 
del lavadero y el séptimo dentro del reloj de pared.  
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Pero el lobo los encontró y se los tragó, uno tras 
otro, sin siquiera masticarlos.
Al único que no encontró fue al más peque-
ño, que estaba en el reloj. Cuando quedó sa-
tisfecho, salió y se echó debajo de un árbol en 
medio de la pradera y se quedó dormido. 
Poco después, Mamá Cabra regresó del bos-
que. ¡Ah… pero qué vio! La puerta de la casa 
estaba abierta; la mesa, las sillas y los bancos 
estaban patas arriba; el lavadero estaba hecho 
pedazos y las sábanas y las almohadas estaban en 
el piso. Buscó a sus cabritos y no los pudo en-
contrar. Los llamó por sus nombres, uno a uno, 
pero ninguno respondió. Finalmente, cuando 
llamó al más pequeño, una suave voz exclamó:
–¡Mamá! ¡Estoy en la caja del reloj!
Mamá Cabra lo sacó y él le dijo que el lobo 
había venido y se había comido a todos los otros. 
¡Pueden ustedes imaginarse cómo lloraba mamá 
por sus pobres hijos! 
Muy apenada, salió por fin y el pequeño cabri-
to corrió con ella. Cuando llegaron a la pradera, 
allí estaba el lobo, debajo del árbol, roncando tan 
fuerte que las ramas se sacudían. 
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Ella lo miró detenidamente y vio que algo se 
movía y se agitaba en su panza repleta.
–¡Dios mío! –dijo–. ¿Será posible que mis pe-
queños hijos estén todavía vivos después de que 
este salvaje se los tragó? 
Luego el pequeño fue a la casa y trajo unas 
tijeras, aguja e hilo. La cabra abrió el estómago 
del monstruo, y, apenas cortó, uno de los cabri-
tos asomó la cabeza y, así, mientras iba cortando, 
los seis fueron saltando uno tras otro. 
Estaban vivos y no habían sufrido daño en 
absoluto, pues el monstruo, en su voracidad, se 
los había tragado enteros.
¡Qué alegría les dio a todos! Abrazaron a su 
querida madre y saltaron como locos. 
La madre, sin embargo, dijo:
–Ahora, vayan a traer unas piedras bien gran-
des, y llenaremos el estómago de la bestia mien-
tras está dormida.
Los siete cabritos fueron a conseguir las pie-
dras a toda prisa, le echaron al lobo tantas como 
cupieron y la madre cosió la barriga rápidamen-
te para que no se diera cuenta, y con mucho 
cuidado de que no se fuera a mover.
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Cuando el lobo hubo descansado lo suficiente, 
se despertó, se levantó, y las piedras que tenía 
en el estómago le hicieron dar mucha sed, de 
manera que quiso ir a tomar agua. Pero cuando 
empezó a caminar y a moverse, las piedras en 
su estómago chocaban unas con otras y hacían 
ruido. 
¿Qué suena y tropieza
en mis huesos que pesan?
Seis cabros comí,
pero parecen piedras
las que tengo aquí.
Y cuando llegó al pozo y se agachó para beber 
el agua, el peso de las piedras lo hizo caer y se 
ahogó de forma miserable.
Al ver esto, los siete cabritos se acercaron co-
rriendo y gritaron:
–¡El lobo está muerto! ¡El lobo está muerto! 
Y bailaron felices alrededor del pozo en com-
pañía de su madre.
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