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VIRGEN DE CHAPI DE AREQUIPA


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Hoy por hoy, la Virgen de Chapi es la gran
devoción mariana no sólo de Arequipa, sino de
gran parte del país. Retribuyamos entonces con
nuestros actos tan maternal predilección, pues
“mereceríamos el más duro reproche si, después
de todas estas demostraciones de amor,
siguiéramos viviendo un cristianismo indolente y
tibio”.
VIRGEN DE
CHAPI
“LA MAMITA”: REINA
Y PATRONA DE
AREQUIPA
El demonio no podía dejar de perturbar el crecimiento de esta
devoción. Años más tarde, el 3 de mayo de 1921, un voraz
incendio ocasionado por la caída de un cirio consumió casi por
entero el altar de la Virgen, resultando nuevamente, por un
milagro, ilesa la venerada imagen. Y el 11 de octubre del año
siguiente, un fuerte sismo afecta seriamente al templo.
Su culto en nuestros días
El actual Santuario se terminó de construir en 1967. Está
levantado sobre un área de 1700 m², lo que proporciona una
gran amplitud y favorece el culto. Su estilo es neo-colonial, con
el clásico altar barroco enchapado en pan de oro. Su
estructura —no podía ser de otra manera— es de sillar,
ladrillo y cemento armado, para enfrentar los sismos.
Su fiesta se celebra el 2 de febrero, día de la Purificación o
Candelaria, pero los peregrinos han escogido de preferencia el
1º de mayo, en que se da inicio al mes dedicado a María, y
también el 8 de setiembre, fiesta de su Natividad. En esas
fechas, especialmente, se puede apreciar un verdadero mar
humano descendiendo por la quebrada que conduce a Chapi. Son
decenas de miles de personas, de todas las edades y clases
sociales. Hay quien prefiera hacer todo el trayecto por la
carretera, que ahora casi toca en el Santuario. Pero la inmensa
mayoría de los devotos llega a pie, caminando alrededor de 15
km., desde el lugar conocido como “Siete Toldos”. Y no faltan los
que realizan el inmenso sacrificio de emprender la caminata
desde la propia ciudad de Arequipa. Sea como fuere, la gran
mayoría lo hace devotamente, entonando plegarias y cánticos a
Aquella que es Madre y Abogada nuestra.
Solemne coronación canónica
En el apretado itinerario de la primera visita de Juan Pablo
II al Perú, el Santo Padre coronó el 2 de febrero de 1985 a la
Virgen de Chapi y al Niño Jesús que sostiene en sus brazos.
Para tal ocasión, la imagen fue transportada en un
helicóptero desde el Santuario hasta la ciudad de Arequipa.
Durante su corta estancia en la Ciudad Blanca, el Pontífice
beatificó ese mismo día a Sor Ana de los Ángeles
Monteagudo, virtuosísima flor del arequipeñísimo Monasterio
de Santa Catalina.
1. Definitivamente el nombre de Chapi se le añadió a esta imagen
cuando fue trasladada al valle de dicho nombre, a mediados del s.
XVIII. En el Archivo Departamental de Arequipa existen documentos
del s. XVII que mencionan ese lugar. En aymara el término “chapi”
significa “espino” o “cactus” con el que probablemente se nombró a
esa quebrada debido a la abundancia y variedad de aquella planta en
el valle (cf. P. Alberto Clavell Cabot, Breve historia del Santuario de
Chapi, Arequipa, 1999).
2. P. Rubén Vargas Ugarte S.J., Historia del Culto de María en
Iberoamérica y de sus Imágenes y Santuarios más celebrados, 3ª
edición, Madrid, 1956, t. II, p. 152.
3. Op. cit., p. 153.
4. Op. cit., p. 153.
5. Op. cit., p. 153.
6. El 13 de agosto de 1868, un violento terremoto asoló la región
destruyendo casi por completo a la ciudad de Arequipa.
7. El sillar, piedra volcánica que abunda en la región de Arequipa, es
muy liviano pero al mismo tiempo resistente. De su color generalmente
blanco proviene el apelativo de Ciudad Blanca dado a la capital
arequipeña, aunque también se encuentra el de color rojizo.
Extremamente dúctil, se han labrado en ella altares, columnas y
pórticos que son el orgullo de sus habitantes y la admiración de
quienes la visitan.
8. P. Vargas Ugarte, op. cit., pp. 153-154.
9. Op. cit., p. 154.
10. Quizás más de un lector imagine que una pequeña velita misionera
pudo haber sido la causa de tamaña tragedia. Ésta se produjo por la
caída de un cirio de aquellos que cargan los devotos a sus espaldas,
como parte del sacrificio; tienen una altura de un metro a metro y
medio, con un diámetro de entre siete a diez centímetros, y llegan a
pesar varios kilos.
11. P. Clavell, op. cit., p. 15.
Notas.

El origen de la imagen se ha perdido
en el tiempo
Milagrosamente se salva en un
terremoto
El hecho fue dado por milagroso, interpretándose el suceso,
como la voluntad de la Virgen para que su imagen fuese
venerada, en adelante, en el sitio en que inamovible se quedó.
Fue entonces allí erigida una pequeña ermita para su culto. Al
respecto, comenta el Padre Vargas Ugarte, “que lo áspero,
desabrido e inculto del mismo [el lugar] no ha sido parte para
impedir que allá se dirijan los devotos, los cuales han vencido
aun la misma oposición de las autoridades eclesiásticas”.
Es difícil precisar con exactitud el origen de esta entrañable
devoción del pueblo arequipeño a la Santísima Virgen,
asociada a los primeros evangelizadores de la región. Cuenta
una vieja tradición, que la imagen fue hallada en un cerro
aledaño a Churajón. Ya según un antiguo documento, fue
trasladada a raíz de un terremoto en 1743, desde el caserío
de Paranay al antiguo valle de Chapi, a 4.6 km. del actual
Santuario, conocido también como Chapi Viejo.
Debido a una serie de desmanes que se cometían durante su
fiesta, en 1793, el párroco de Pocsi —jurisdicción a la cual
pertenecía Chapi—, a fin de que los indios “pudieran cumplir
mejor sus deberes de cristianos”,
ordenó el traslado de la imagen hacia Sogay, pueblo próximo
a Quequeña. Argüía el citado eclesiástico, por otra parte, que
“la quebrada de Chapi estaba poco poblada, pues la escasez
de agua no permitía la siembra, y por este motivo la ermita
allí construida estaba casi abandonada”.
Acatando la orden, se procedió a trasladar la imagen. Ya se
había avanzado un buen trecho, cuando la comitiva hizo un
alto para descansar y recuperar fuerzas. Fue a la sazón que
el viento comenzó a arreciar, produciéndose una gran
tempestad de arena. Al reiniciar la jornada, por más
esfuerzos de los cargadores no lograron levantar la imagen.
Lo intentan una y otra vez, sin conseguir el objetivo.
En un desolado paraje de los Andes, a 2.420 metros de
altitud y a 60 km. al sur de Arequipa, en el distrito de
Polobaya —por el viejo camino que conduce a Moquegua
—, se venera una imagen de Nuestra Señora de la
Purificación o Candelaria, más conocida como la Virgen de
Chapi, cuyo culto en este lugar se remonta al siglo XVIII
y crece día a día.
La cantera de sillar y el
agua del milagro
“La noticia de la Virgen de Chapi se fue extendiendo por los
contornos y aun trascendió a Arequipa, donde comenzaron a
suscitarse devotos, que en romería se encaminaban a visitarla.
No obstante, aún no pasaba de ordinario el culto que se le
tributaba...”
En 1868, un violento terremoto trajo abajo esta ermita,
encontrándose bajo sus escombros a “la mamita” del todo
ilesa. En su lugar, se levantó una modesta capilla con los
muros hechos de piedra y adobe, y el techo de paja. Con el
correr de los años se la fue embelleciendo, aunque el aumento
del flujo de peregrinos ya exigía la construcción de un
santuario apropiado. De tal forma que, el 12 de febrero de
1893 se colocaron los cimientos del nuevo templo.
El acucioso Padre Vargas Ugarte S.J., narra así los hechos
extraordinarios ocurridos entonces: “Lentamente progresaron
las obras, pero la Virgen las protegió visiblemente: primero,
haciendo que los obreros diesen con una cantera de buena
piedra de sillería en ocasión que se les había agotado la que
afanosamente traían de Yarabamba; segundo, haciendo que
saltase a flor de tierra y en la concavidad de un peñasco una
vena de agua pura y cristalina. Este último suceso ocurrió en
1897, y sus circunstancias son en extremo notables.
“Catorce peones cortaban sillares
para la obra, y la carencia de agua en aquel estéril suelo hacía
más pesada su labor. Por la noche, uno de ellos fue al
santuario y con sencilla fe pidió a la Virgen remediase la
necesidad que padecía. Al día siguiente descubre, como a unos
veinte metros de la cantera, un poco de humedad, escarba un
poco y con grande júbilo ve brotar un chorro abundante de
agua cristalina. No pararon aquí los favores de la Virgen, pues
uno de los obreros, que padecía de la vista, se lavó los ojos
con el agua del manantial y luego se sintió curado de su
dolencia”. Estos hechos se difundieron como reguero de
pólvora, con lo cual la Santísima Virgen atrajo hacia sí la
atención de una infinitud de peregrinos que desde entonces
frecuentan el lugar. Concluidas las obras, al comenzar el siglo
XX, “la modesta capillita de antaño se había convertido en una
iglesia de regular tamaño, con su fachada de dos cuerpos y
una sola nave, en cuyo altar mayor se veía aparecer, vestida de
rico manto, a la graciosa Virgen de Chapi”.