LA CRÓNICA COMARCA DE ANTEQUERA, S.L.
Calle Cantareros, 25, 1ºB | 29200 Antequera (Málaga)
Tfno: 952 84 30 34
Redacción Correo:
[email protected]
Publicidad Correo:
[email protected]
Periódico semanal gratuito de distribución comarcal
Administrador: Francisco Ruiz
Dirección: Francisco A. Ruiz
Redacción: Javier García España y Rosario Peral Prados.
Colaboradores: Juan Segundo Díaz Núñez, Victor Corcoba, Juan Campos, José
María Barrionuevo Gil, David Bracho y Carmen Ruiz Pavón.
Depósito Legal: MA2100-2014
Centro de impresión: Corporación Gráfica Penibética, S.L.U. Cueva de Viera, 15
(Antequera)
La empresa no se hace responsable de las opiniones vertidas por los colaboradores
ni de los lectores en cartas al director. Para escribir cartas al director es necesario
presentar fotocopia del DNI
Opinión
La Crónica 18
Del sábado 13 al viernes 26 de agosto de 2016
ç
Esta sociedad que, para empezar no
se respeta ni a sí misma, debería
tomar buena nota de sus acciones y
actuaciones tantas veces irresponsa-
bles. Hace tiempo que las cuerdas que
amarran el sentido responsable de las
personas que, por otra parte son fibras
de necesidad, se han desmembrado y,
cada cual, hace lo que le viene en gana
sin consideración alguna. Todo esto es
un cúmulo de despropósitos, genera-
do en parte por unos líderes que han
perdido la vergüenza, con el efecto de
que los que obedecen también pier-
den toda consideración o estima hasta
con sus mismas raíces, máxime cuan-
do algunos sistemas educativos ape-
nas reflejan su ancestral cultura.
Solemos olvidar, además, que
hasta en el mismo espíritu democráti-
co, se adhiere el afecto del ser humano
como sujeto pensante. Si tuviésemos
en mente la primera lección de urba-
nidad, que no es otra que respetar
para que te respeten; seguramente, no
dudaríamos en contar con todos para
construir paz, dignidad, oportunidad
y prosperidad para cualesquiera. En
efecto, un colectivo globalizado, como
es el mundo de hoy, con tantas cultu-
ras diversas y por propia ley natural
de existencia, ha de reflexionar mucho
más sobre su destino, desde la más
profunda estima por sí mismo y sus
análogos, si en verdad queremos pro-
piciar la unidad del linaje.
Nada fragmenta más que la falta
de mesura, tolerancia, formalidad y
templanza, a la hora de convivir. La
sociedad sería una cosa hermosa si no
hubiese exclusiones, si nos interesára-
mos los unos por los otros. Para des-
gracia nuestra nos fallan las verdade-
ras columnas de la autenticidad para
poder sentirnos libres. No pasamos de
las buenas palabras, de las meras
intenciones, de las mil declaraciones
políticas que a veces no sirven para
nada. Hace falta ir al corazón del pro-
blema y ejecutar su solución colectiva
con ejemplaridad, sobre todo para
evitar muertes y sufrimientos por
doquier. También nos falla la pasivi-
dad, el dejar hacer, aunque se glorifi-
quen hechos bochornosos. Esto suce-
de con frecuencia en las redes socia-
les, donde la permisibilidad alcanza
unos límites insostenibles. Los
Estados, con sus gobiernos al frente,
deben tutelar los derechos básicos, o
si quieren naturales, inherentes a toda
persona, si en verdad queremos acti-
var sociedades sanas, tantas veces
corrompidas por una falsa concepción
de la persona humana y de su valor
único.
Por desdicha, aún no hemos pues-
to al ser humano como prioridad
social y, de este modo, resulta compli-
cado enhebrar sueños, generar anhe-
los, que nos permitan trabajar en
común y edificar así otro mundo más
habitable socialmente desde el funda-
mento de la justicia. Desde luego, no
podemos hablar de una sociedad
esperanzadora cuando la mayor parte
de sus miembros son indigentes e
infelices. Por otra parte, hay un sector
privilegiado, altamente egoísta, que
practica la explotación al margen de
toda ley. Sirva como ejemplo de tan-
tos, esta reciente noticia revelada a
través de unos nacientes datos de la
Oficina de Naciones Unidas contra la
Droga y el Delito, elaborado en con-
junto con el gobierno colombiano, que
nos indica que el "60% de la
explotación de oro de aluvión en
Colombia , extraído de corrientes de
agua, se hacer al margen de la ley y, en
muchos casos, alimenta una cadena
productiva que financia y fortalece el
crimen organizado". Está visto
que si no peleas por acabar con la
podredumbre, al final formas parte de
ella.
Reconozco, por consiguiente, que
no es fácil unirse en sociedad, cuando
unos lo tienen todo y otros no tienen
nada. Ahí está el aumento de la des-
igualdad, el consumo excesivo de
algunos que tienen más comida que
apetito, derrochándolo todo, en detri-
mento de otros que tienen más apeti-
to que comida, y han de endeudarse,
haciendo imposible que necesidades
básicas puedan ser solventadas.
Deberíamos meditar sobre esto, y más
, cuando es público y notorio que la
base de esta mundializada sociedad
está corrompida por la mentira y
secuestrada por el afán de notoriedad.
Hemos de pensar, pues, que sólo en
un mundo de ciudadanos sinceros es
posible la unión, para llevar a buen
término el proyecto que da valor a
nuestra existencia; y que requiere de
la solidaridad, como algo conjuntado
con toda la humanidad, como voz que
implica respeto mutuo.
nnEditorial
Esta semana hemos sido testigos de la
transformación de la solidaridad en
algo totalmente real y palpable. La
AECC presentaba en sociedad su
nuevo equipo para el tratamiento
del linfedema, una máquina que hace
unos meses parecía casi impensable
que podían tener dado su alto precio:
más de 9.000 euros. Sin embargo, las
actividades realizadas con el fin de
obtener fondos con este claro objetivo
y la ayuda de muchas personas y enti-
dades en su organización, han hecho
posible que a partir de ahora la
delegación de la Asociación Española
Contra el Cáncer de Antequera pueda
tratar a muchas más personas de la
comarca de Antequera con estas
dolencias.
Este es solo un ejemplo de que la
gran cantidad de eventos solidarios
que se realizan en los municipios se
materializan posteriormente en reali-
dades palpables. Cuando se llama a la
solidaridad desde organizaciones
como esta u otras tantas que trabajan
para la sociedad no se hace por gusto
ni con un objetivo indifinido, sino por-
que, realmente, necesitan del apoyo
de muchos para que otros tantos pue-
dan acceder a servicios y programas
que, en otra situación, estarían fuera
de su alcance. Y esta semana lo hemos
comprobado de nuevo.
Cuando la solidaridad se materializa
De entrada nos llaman la atención
muchas cuestiones que parecen perte-
necer sólo a la lengua, al idioma. La
lengua suele ser una cultura en sí
misma y, cuando se constituye duran-
te el largo tiempo que necesita, no sólo
llega a distinguir unas cosas de otras,
sino que también se presta, por el
poder social al que sirve, a hacer dis-
criminaciones sociales nada inocentes
ni gratuitas. Hasta nuestros días llegan
los varetazos de una doble vara de
medir, como se ve en la asimetría de
trato hacia hombres y mujeres, en la
que la mujer sale siempre malparada.
La lengua es una puerta que se abre
y se cierra sobre unos goznes durade-
ros. Además está en manos de unos
centinelas que exigen el santo y seña a
toda novedad que se presente.
El pueblo romano, que construyó
un gran Imperio, dejó esparcida su
influencia lingüística por todos los
pueblos más o menos ribereños del
“Mare Nostrum”. Así nosotros, sin
muchas molestias podíamos hablar de
los romanos, germanos, hispanos,
rumanos, cristianos, paganos (aldea-
nos), mahometanos... Sin embargo,
este trato lingúístico equivalente, a la
vez que cercano, nos facilitaba una
cierta armonía en nuestras relaciones
vecinales. Había una posibilidad de
respeto y de acuerdo. Nadie ofendía ni
se tenía que sentir ofendido.
Posteriormente, con las filosofías,
religiones y ciencias hay un prurito
intelectual que tiende a delimitar y
acotar los distintos saberes. Así pode-
mos ver, según nuestro criterio, que a
partir de la toma de conciencia de
nuestros supuestos principios, filosófi-
cos fundamentalmente, se denomina a
una doctrina con una palabra que ter-
mina en “-ismo” y a sus seguidores,
con “-istas”.
Con el tiempo, cuando la vecindad
se vuelve incómoda, la lengua resalta
las diferencias, y se da una deriva
hacia formas verbales que encastillan a
los propios y encasillan a los demás.
Cuando vemos que en la historia
ha habido tratos discriminatorios y
discriminantes, nos da que pensar que
algo está pasando. Así se llaman isla-
mistas a los que siguen el islamismo, y
no cristianistas a los que siguen el cris-
tianismo. Estos juegos nos muestran
que puede haber una matriz que tiene
más consideración con lo que nos es
propio que con lo que nos resulta
ajeno o diferente.
En estos últimos tiempos las pala-
bras terminadas en “-ista” se han lle-
vado la palma y no de gloria. La carga
despectiva de algunas palabras, como
sofista, antiguamente, y marxista,
comunista, socialista, anarquista...,
ahora, es evidente, sobre todo bajo el
punto de mira de una sociedad dema-
siado tradicional y conservadora, pre-
cisamente, cuando la mayoría de las
personas no tenían nada que conser-
var, porque se trataba de una sociedad
alienada por un patriotismo, irredento
donde los haya, y que ha soportado e
ignorado que sus próceres le estaban
comiendo el coco y le ocultaban hasta
dónde asumían el patriotismo, la lega-
lidad, la religiosidad, en suma, la tra-
dición.
Es interesante lo que nos contó un
amigo, que un día iba de copiloto en el
coche de un amigo suyo, ya mayor.
Sucedió que un taxista le adelantó un
poco forzado y el señor mayor soltó
con tono despectivo: “¡Taxista!”. Mi
amigo le preguntó que por qué lo
había dicho con ese tono. El conductor
le dijo que días antes otro taxista tam-
bién le había hecho una pirula pareci-
da. Nos parece que hay un inconscien-
te colectivo que nos maneja la lengua y
los decires sin que nos demos cuenta.
En este ambiente, el que los socia-
listas hayan espoleado la palabra
“socialistas” en sus banderas, quizá
para que nadie les diga que a su sigla
le sobran dos letras, parece ser que no
ha sido buena idea. Más arte han teni-
do los del PP, mostrándose como
“Populares”. Pero es hora de aclarar
términos. Si a los de izquierda se les
llama “populistas”, a los del PP hay
que decirle “popularistas”, para poder
saborear el almíbar de la lengua. Por
otro lado “populero” no cabe y “popu-
lachero”, sí. De “extremistas” los dos
están más que muy bien servidos.
Aquí sobra que Felipe apoye a Rajoy,
“aunque no se lo merezca”, porque
rompe la “ley de la meritocracia” tan
“agasajada” por los del PP.
Cuando hablamos de “populismo”
y “popularismo” queremos expresar
que los dos son no sólo dos modos de
atender y servir al pueblo, sino que
además son dos modos muy distintos
de desatender las necesidades de las
personas, IVA incluido, que con gran
dosis de confianza, han delegado en
sus políticos algo más que su bienestar
no sólo personal, sino, sobre todo,
social.
Lo que ha hecho el “popularismo”
del PP está a la vista, menos “alguna
que otra cosa” que aún nos queda a
todos por “ver”. Lo que pueda hacer el
“populismo” está por ver y, además
también tenemos derecho a que se
inaugure la responsabilidad de toda la
izquierda para poder verlo.
POPULISMOYPOPULARISMO
LASOCIEDADDESMEMBRADANOTIENEFUTURO Víctor Corcoba
José Mª Barrionuevo