LA DECADENCIA DEL IMPERIO ESPAÑOL-Presentación P.P.-Sesión I-Versión final.pptx
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LA DECADENCIA DEL IMPERIO ESPAÑOL: POR QUÉ SE DERRUMBÓ EL IMPERIO ESPAÑOL DE LOS AUSTRIAS EN EL S. XVII.
Visión general
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LA DECADENCIA DEL IMPERIO ESPAÑOL: POR QUÉ SE DERRUMBÓ EL IMPERIO ESPAÑOL DE LOS AUSTRIAS EN EL S. XVII. Sesión I . VISIÓN GENERAL SOBRE LA DECADENCIA DEL IMPERIO ESPAÑOL VICENTE AUSÍN ALONSO UNIVERSIDAD POPULAR CARMEN DE MICHELENA / 7-Octubre-2025
ÍNDICE 1.-INTRODUCCIÓN 2.-CAUSAS TRADICIONALES A LAS QUE SE ASIGNA LA RUINA DE ESPAÑA. 3.-EL PROCESO TEMPORAL DE LA DECADENCIA: LAS PROGRESIVAS PÉRDIDAS TERRITORIALES COMO CLARO EXPONENTE DE LA DECADENCIA. 4.-ANTECEDENTES 5.-PLANTEAMIENTO GENERAL SOBRE LA DECADENCIA ESPAÑOLA. PROBLEMAS QUE PLANTEA SU ESTUDIO 6.-EL EQUÍVOCO DE LA “ESPECIFICIDAD DE LA DECADENCIA ESPAÑOLA”
1.-INTRODUCCIÓN Cuando se leen algunos de los numerosos escritos sobre la Decadencia del Imperio español centrada en el s.XVII se encuentran a menudo multitud de errores de percepción o de interpretación que no dejan de sorprender. El primero y más grave es el de negar que hubiese tal decadencia; algunos admiten a lo sumo la existencia de una cierta “declinación como potencia”, entendiendo como tal un ligero retroceso respecto a los gloriosos reinados de Carlos V y Felipe II; pero otros van mucho más allá, como es el caso del conocido escritor Azorín que en escritos de la década de 1920 afirmaba sin más que “No hay tal decadencia”, sin aportar ningún argumento que sustentase tal conclusión; simplemente él lo sentía y lo creía así, digno representante del pesimismo de la generación del desastre de 1898. Frente a esa posición hay que afirmar que el fenómeno de la decadencia del Imperio español en el s. XVII es indiscutible en cuanto a su existencia; otra cosa es establecer con certeza y autoridad las causas de la misma .
AZORIN 1920: “No hay tal decadencia del Imperio Español”
La decadencia era tan evidente en la misma época que un diplomático inglés informaba en 1641: ” En lo que se refiere al estado de este reino, jamás pude suponer que lo iba a ver como está ahora, pues sus gentes comienzan a fallar, y los que quedan están descorazonados por la serie de desgracias y por las pesadas cargas que soportan”. Hay consenso general en que el mal gobierno fue una de las causas principales de la decadencia y España es una clara demostración de que el desgobierno, que se manifiesta en todo tipo de fraudes y en el olvido del interés general de una nación, da en tierra, en poco tiempo, con lo más poderoso de sus reinos y convierte su honor en polvo, llevándole a su destrucción. Hasta tal punto que un historiador inglés (Th. Babington Macaulay ) afirmaba en 1843: Todas las causas de la decadencia de España se condensan en una, el mal gobierno” Otros, por su parte sitúan el centro de esa decadencia en el declive de Castilla, como territorio más poblado y rico entre los reinos de España, haciendo referencia sobre todo a la importante pérdida de población que sufre en esa época.
Veremos en lo que sigue que la cuestión no es tan simple y que hay multitud de factores a considerar, todos ellos interrelacionados: la caída demográfica, los fenómenos económicos y monetarios, los problemas sociales, las guerras continuas con sus derrotas,…Todos ellos son a la vez causa y efecto de una crisis general de la sociedad en la que se entrelazan sin remedio los elementos económicos, políticos, sociales y psicológicos del país. Y lo que se entrevé claramente es la incapacidad de la sociedad imperial del s. XVII para lanzar una economía moderna. El segundo error que suele cometerse al abordar el complejo tema de la decadencia es confundir el diagnóstico de manera abiertamente errónea al situar el problema en términos de recuperación de una moral y un espíritu antiguo que ha dado paso, en esa interpretación, a una nueva sociedad que ha perdido sus valores y se encamina por la senda de la inmoralidad y la perdición. Podríamos recordar los versos de Manrique con su “ cualquier tiempo pasado fue mejor ” , pero mejor que ello es el testimonio de un contemporáneo, Quevedo, que reclama en sus escritos la necesidad de un nuevo gobierno que aborde las necesarias reformas para “ La purificación de un país a punto de hundirse bajo el peso de la corrupción y restaure su antigua grandeza y virtudes ”.
Francisco de Quevedo (1580-1645), gran crítico del gobierno del Conde-Duque de Olivares
No hay racionalidad en tal diagnóstico, sólo nostalgia de un glorioso pasado ya perdido, y Quevedo se equivocaba, como pusieron de manifiesto los llamados “arbitristas ” de la época, de los cuales y de su diagnóstico hablaremos en esta exposición. El tercer error habitual en el análisis de la decadencia española es centrar en el Conde-Duque de Olivares y sus políticas en la 1ª mitad del s, XVII la mayor responsabilidad del inevitable proceso de decadencia. Así parecía verlo el verso que a su muerte se hizo totalmente popular y se cantaba por doquier: Al fin murió el Conde Duque, Plegue al cielo que así sea; Si es verdad, España, albricias, Y si no, lealtad, paciencia.
El Conde-Duque de OLIVARES (1587-1645), valido de Felipe IV (Velázquez) Al fin murió el Conde Duque, Plegue al cielo que así sea; Si es verdad, España, albricias, Y si no, lealtad, paciencia.
Frente a esto hay que decir que la decadencia política española puede ser objeto de precisión y situarla claramente en el tiempo. Los reyes españoles de la dinastía Austria en su final, o sea Felipe III, Felipe IV y Carlos II , puede decirse, sin ambages, que eran todos ellos unos “pobre hombres ”, rodeados de favoritos y arribistas que eran casi todos una cuadrilla de mediocres intrigantes. Entre todos ellos consiguieron urdir un sistema en el que la corrupción y la intriga afectaron de manera fatal al poder central, llegando incluso a comprometer la unidad nacional. Sólo Olivares , con su innegable “pasión de mando”, tiene alguna grandeza ; es el único que entrevé las causas profundas de la decadencia en la que España está metida e intenta un programa de regeneración acertado, aceptando las recetas que le aportan los “arbitristas” ; programa que finalmente se aborta por la incapacidad de Olivares de mantenerlo en medio de unas circunstancias que le sobrepasaban abiertamente, y cuando fueron muchos más los enemigos que los defensores de sus aciertos.
Los Austria´s del s. XVII: FELIPE III, FELIPE IV y CARLOS II (el Hechizado)
Los grandes validos del s. XVII: el Duque de Lerma (Felipe III), el Conde-Duque (Felipe IV) y Fernando de Valenzuela (Carlos II)
El palacio Ducal en LERMA (Burgos)
2.-CAUSAS TRADICIONALES A LAS QUE SE ASIGNA LA RUINA DE ESPAÑA . Los factores a los que tradicionalmente se asigna la ruina de España y que se consideran las causas principales de su decadencia son los siguientes: .-la progresiva disminución de la valía personal de los gobernantes, que se muestran cada vez más incapaces de comprender lo que pasa y de buscar soluciones. .-la mano muerta y la vagancia. .-el menosprecio del trabajo manual, como consecuencia de un enaltecimiento de la hidalguía y de una penalización extrema de la fiscalidad sobre esos trabajos. .-el caos monetario unido a unos impuestos excesivos e injustamente distribuidos .-el poder de la Iglesia y sus privilegios. .-la incapacidad del gobierno y su administración, llegando hasta extremos de suma necedad, a impulsos de un nepotismo y “enchufismo” extremos.
La mayoría de estos Factores de la ruina de España aparecen ya sin disimulo en los propios escritos de autores españoles en el s. XVII, sobre todo en los conocidos como “arbitristas ” y de los que hablaremos más adelante. Éstos no se engañaban sobre la realidad del país y solían hacer un acertado diagnóstico de los males sociales presentes, aportando acertados consejos que generalmente fueron ignorados o desatendidos por los gobernantes de turno. En los escritos de los historiadores racionalistas de los ss. XVIII y XIX ya aparecen claramente reflejadas las consecuencias nefastas de la IGNORANCIA, la PEREZA y el CLERICALISMO, de las que la decadencia española serían un ejemplo clásico Por otra parte hay que señalar que también habitualmente suelen apuntarse como bases principales de la primacía de Castilla no sólo su población sino también la buena productividad de su economía y la riqueza que se extraía del Nuevo Mundo descubierto. A medida que se avanza en el conocimiento de las causas de la decadencia, se ponen en entredicho la importancia de esas bases principales, así como la importancia relativa que los factores tradicionales de la ruina de España tuvieron en el proceso de dicha decadencia. Las causas profundas no están claras y siguen siendo objeto de investigación .
Si nos referimos por ejemplo al factor población de Castilla es cierto que los grandes éxitos imperiales del s. XVI se debieron en gran medida al valor y la vitalidad de su exceso de población: el conjunto de la península (excluyendo Portugal) se calcula que tendría entonces unos 7,5 millones de habitantes, de los cuales alrededor de 6,5 se hallaban en Castilla. En 1549 la densidad de población era en Castilla de 22 habitantes/km2, mientras en el reino de Aragón rondaban los 13,5, casi la mitad. No podemos dejarnos engañar por la realidad poblacional de la Castilla actual con grandes espacios vacíos y una densidad de población muy baja. Nada de eso se corresponde con la realidad del s. XVI, cuando Castilla era más populosa que las ricas provincias levantinas: en 1590 las regiones centrales de Castilla agrupaban casi el 31 % de la población, cuando actualmente apenas suponen el 15-16 %. Una población tan enorme (en términos relativos) que habitaba una tierra árida y con una economía básicamente pastoril era lógicamente una fuente de colonizadores para el Nuevo Mundo y de reclutas para los famosos tercios .
Razonamientos similares podrían hacerse sobre los otros factores apuntados como causas de la decadencia española y sus bases principales, como vamos a ir viendo en el desarrollo de este seminario.
3.-EL PROCESO TEMPORAL DE LA DECADENCIA: LAS PROGRESIVAS PÉRDIDAS TERRITORIALES COMO CLARO EXPONENTE DE LA DECADENCIA. El poderío del Imperio español se apunta con los Reyes Católicos, se hace realidad territorial con Carlos V y presenta su máximo esplendor con Felipe II. La decadencia aparece ya claramente con Felipe III, se confirma con Felipe IV y es ya un hecho indiscutible con Carlos II, el último de los Austria. Las pérdidas territoriales que se suceden con estos 3 monarcas son testimonio y consecuencia de ese proceso de decadencia. La combinación del fracasado programa de reforma de Olivares con las derrotas en las sucesivas guerras y en conflictos políticos de largo alcance era lo peor que podía haber sucedido y sumergió a la nación en un estado de amargura y fatalismo, con un sentimiento de culpabilidad colectiva. Recordemos rápidamente la rebelión de Cataluña de 1640 , la independencia de las Provincias Unidas con la Paz de Münster en 1648 (como parte del Tratado de Westfalia que pone fin a la Guerra de los 30 años), la Paz de los Pirineos de 1659 con la que perdemos definitivamente El Rosellón, la Cerdaña y el Artois (Norte de Francia) y finalmente la independencia y separación de Portugal, por el tratado de Lisboa de 1668.
Imperio español en 1600
Pau Claris : iniciador de la rebelión catalana de 1640
Rebelión de Cataluña 1640: pérdida de El Rosellón y la Cerdaña
FIRMA DEL TRATADO DE WESTFALIA-1648
Celebración de la Paz de Münster (1648) en las Provincias Unidas (Bartholmeus van Herst)
Ratificación del Tratado de los Pirineos (1659) entre Luis XIV y Felipe IV (1660) en la isla de los Faisanes (río Bidasoa)
Reparto territorial tras el Tratado de los Pirineos (1659)
Separación de Portugal:El duque de Braganza, rey Juan IV de Portugal, tras el Tratado de Lisboa de 1668
Pérdidas territoriales de España por el Tratado de Utrecht de 1713, tras la guerra de sucesión entre Felipe V de Borbón y el Archiduque Carlos de Austria
El declive territorial se completaría poco después con el Tratado de Utrecht de 1713 que ponía fin a la Guerra de Sucesión y a la entronización de los Borbones en la monarquía española, y cuya consecuencia fue la pérdida de Gibraltar y Menorca, así como de los Países Bajos, Nápoles y Milán. Sin duda estas pérdidas sucesivas de importantes territorios constitutivos del Imperio Español pusieron de manifiesto sus debilidades larvadas a lo largo de más de 100 años de mal gobierno e incluso de desgobierno: todo ello era una consecuencia de la decadencia del Imperio y un claro exponente de un proceso sin marcha atrás, con unas causas ampliamente analizadas desde entonces, algunas de las cuales todavía dejan residuos poco deseables en nuestra realidad actual. La economía castellana empezó a desfallecer en los últimos años de Felipe II , que después de los importantes reveses en la política de España en el norte de Europa lleva a la bancarrota oficial de 1597 , un año antes de su muerte. Eso, unido al hambre y las plagas que azotaron Castilla y Andalucía en esos años llevaron a la pérdida de casi un millón en una población total del orden de 6 millones de personas.
Algunos interpretan a partir de este hecho (y otros ligados igualmente a Castilla) una muestra clara de la decadencia de Castilla y no propiamente del Imperio, pero ambas realidades estaban íntimamente ligadas. No podemos olvidar que en la época de Felipe IV (con Olivares al mando) las tropas estaban formadas por castellanos, las fuentes de ingresos provenían también de los castellanos y los ingresos suplementarios venían de las posesiones de Castilla en América, con una coincidencia casi exacta con lo ocurrido con Felipe II. Olivares dependía de los recursos de Castilla tanto como Felipe II pero la ayuda que le prestó Castilla fue menos eficaz que la prestada a Felipe II y además pagó un precio mayor por ella; la capacidad de Castilla para soportar los gastos del Imperio había disminuido considerablemente y el soporte del Imperio se resintió sin remedio alternativo. Olivares se encontró con el agotamiento de los recursos demográficos de Castilla y esa fue una de las dificultades principales para encontrar soldados. Intentó superar esa dificultad con su plan de la “Unión de Armas ”, apelando a la responsabilidad conjunta de todos los reinos de España, pero la rebelión catalana de 1640, unida a la de Portugal poco después, quebró las posibilidades que dicha Unión hubiese podido traer.
El diagnóstico parece que lo tenía claro Felipe IV en 1634 , cuando refiriéndose a la recomendación hecha por el Consejo de Estado de 1629 de lograr a cualquier precio una nueva tregua con los holandeses (como la firmada en 1609) dejaría por escrito su convicción de que tal consejo era como “ el principio de la ruina y última desolación de su Monarquía; el medio con el que empezó a declinar visiblemente ”. No se equivocaba en el diagnóstico.
4.-ANTECEDENTES Aunque la decadencia española se sitúa fundamentalmente en el s. XVII algunas de sus causas son el resultado de decisiones políticas anteriores y muchas de sus raíces se remontan al mismo Felipe II, a Carlos V e incluso a los Reyes Católicos. La política agraria de los Reyes Católicos , favoreciendo desorbitadamente la ganadería ovina en detrimento del cultivo de alimentos es una de las causas que provocarán, con efecto retardado de un siglo la decadencia del s. XVII . Durante su reinado no sólo se incentiva la ganadería (dando grandes poderes a la Mesta ganadera ) sino que además fueron los campesinos quienes soportaron las cargas de reino en gran medida, con una fiscalidad aplastante: tienen que pagar los diezmos a la Iglesia, y al Estado los impuestos directos, los servicios aprobados por las Cortes e incluso la bula de la Cruzada que, acabada ya la Reconquista, se convierte en un impuesto más que pagará obligatoriamente la masa del pueblo cristiano (los campesinos) y que constituía una de las rentas ordinarias de la Corona.
LOS REYES CATÓLICOS: FERNANDO II DE ARAGÓN E ISABEL I DE CASTILLA
Rutas de la Mesta ganadera en toda España en el s. XVI
Con todo ello Castilla entrará en el s. XVI con un peligroso desequilibrio en su economía que fue incrementándose a lo largo de ese siglo. El problema se exacerba con Carlos V, hasta el punto que su hijo, Felipe II, en una carta que le envía en 1545 (cuando tenía 18 años) indica que no sólo le parece inicua sino económicamente nefasta la política que se está desarrollando: “ La gente común a quien toca pagar los servicios está reducida a tal extrema calamidad y miseria que muchos de ellos andan desnudos, sin tener con qué se cubrir y es tan universal el daño que no sólo se extiende esa pobreza a los vasallos de Vuestra Magestad , pero aún es mayor en los de los señores que ni les pueden pagar renta ni tienen con qué, y las cárceles están llenas y todos se van perder”. No podemos olvidar tampoco que la política imperial de Carlos V, con los gastos enormes de sus guerras continuas (pagando ejércitos de mercenarios) y de su entronización imperial agotó la capacidad fiscal de Castilla y colocó su economía prácticamente en la ruina. Al mismo tiempo los recursos enormes del oro y la plata del Nuevo Mundo iban también dedicados en gran parte a sustentar dicha política imperial .
Y con todo ello no bastaba, con lo que Carlos V es quien introduce en España a los banqueros italianos (genoveses y florentinos), alemanes ( Fugger sobre todo) y holandeses para cubrir el déficit de sus excesivos gastos. Esos empréstitos, con intereses entre el 8 y el 10 % (incluso más en momentos críticos) pesarán como una losa ya en el propio s. XVI y serán una hipoteca insoportable en el s. XVII, provocando la bancarrota en más de una ocasión . Hay que considerar por tanto que la gran crisis de la estructura de la Monarquía en 1640 no es sino el desarrollo final de la crisis fundamentalmente castellana que, sembrada ya por los Reyes Católicos, agudizada por la ceguera imperial de Carlos V, se vuelve crítica en el período 1590-1620. Estamos ante el desenlace lógico de la crisis económica que destruyó las bases del poder de Castilla, unido a la crisis psicológica que la empujó hacia su intento final de conservar la supremacía mundial, con un programa imperial imposible de sustentar económicamente.
Los banqueros alemanes Markus y Jacob FUGGER, prestamistas de Carlos V
El análisis de la decadencia del poder español en las décadas centrales del s. XVII tiene por tanto que empezarse en épocas anteriores. Olivares en sus reformas de 1621 y 1643 trata de seguir una política exterior similar a la de Felipe II en las décadas de 1580 y 1590, y con las mismas metas: destrucción de la herejía protestante y el mantenimiento imposible de una especie de hegemonía española en toda Europa. Cuando Francia, bajo el gobierno de Richelieu , se enfrenta sin reservas a la España de Olivares quedan al descubierto las debilidades de ésta y se confirma el diagnóstico y el pronóstico anticipado de su decadencia.
El Conde-Duque de Olivares y el cardenal Richelieu
5.-PLANTEAMIENTO GENERAL SOBRE LA DECADENCIA ESPAÑOLA. PROBLEMAS QUE PLANTEA SU ESTUDIO . En los estudios iniciales sobre la decadencia española se incidía sobre todo en factores de carácter religioso o intelectual (hidalguía, concepción moral, estructura social,…) y posteriormente se pasó a darle una importancia casi exclusiva a los factores económicos , con una interpretación abrumadoramente económica de la decadencia de España, lo cual resulta por sí mismo un enfoque muy arbitrario al poner toda la atención en ciertos aspectos concretos de la economía española de la época e ignorando otros factores muy importantes, tales como el funcionamiento de la Iglesia en España (con una institución clave como la Inquisición) , las órdenes religiosas, el sistema de educación y la estructura social del país, entre otros .
El análisis de la decadencia del poder español en las décadas centrales del s. XVII tiene que empezarse en épocas anteriores, como ya hemos recogido en el punto anterior. No puede olvidarse que e l esfuerzo de nacionalismo mesiánico que se produce en Castilla a lo largo del s. XVI, con la consecución de un Imperio a escala mundial y una serie de importantes victorias en el campo internacional llevaron a convencer a los castellanos de que “eran el pueblo elegido por Dios” para promover el gran designio de la conversión de los infieles (los turcos en el momento), extirpar la herejía protestante y establecer el reino de Cristo en la tierra (Concilio de Trento). Esa creencia contrastaba con la súbita serie de desastres sobrevenidos (ver punto 3) y que parecían no tener explicación: ¿Es que Dios se había olvidado de los castellanos, el pueblo elegido?. Algunos ya declaraban y predicaban que Castilla había provocado la ira divina y estaba pagando la culpa de sus pecados. Nos encontramos por tanto, una vez más, con una interpretación de los desastres en la que el fanatismo y la sinrazón obnubilan la mente de los afectados y les impide hacer un análisis racional de los mismos .
Podría decirse que la consecuencia de esta pseudo -explicación sobrenatural de los desastres no era sino una muestra de un puritanismo moralizante. “No habría más victorias hasta que las costumbres no fueran reformadas” advertía ya antes de 1599 el historiador y moralista Juan de Mariana . El catálogo de corrupciones y maldades condenadas era muy largo: inmoralidad sexual; hipocresía religiosa; holgazanería e insubordinación de la juventud; vida lujosa y rico vestir; excesiva indulgencia en la comida y bebida; gran afición al teatro, los juegos de azar y la disipación en general; afeminada moda en los hombres (con tacones y pelo largo ),… Algunos llegaban a la conclusión de que nos estábamos contagiando de las malas costumbres de Inglaterra y de Francia. Toda esa ecuación directa entre moralidad nacional y fortuna acabó teniendo un peso considerable en los dirigentes españoles de la época. Los hombres que accedieron al poder en 1621 (Felipe IV) miraban con envidia la época de Felipe II, con las altas cotas de gobierno y probidad que prevalecieron, y más aún a la época del idealizado reino de los Reyes Católicos en que las virtudes castellanas de una Edad Media idealizada (virtudes sobrias y dedicación a la religión y a las artes marciales) brillaron en todo su esplendor y superaron la corrupción que sobre ellos se había producido en los siglos XIV y XV; todo ello comparándolo con el estado de corrupción y maldad emergente desde finales del s.XVI .
El padre JUAN DE MARIANA, moralista que advertía sobre la decadencia moral de España en 1590
6.-EL EQUÍVOCO DE LA “ESPECIFICIDAD DE LA DECADENCIA ESPAÑOLA ” Con frecuencia se dice que la decadencia del Imperio español se debe a un conjunto de circunstancias sociales, políticas y económicas específicas de España y de su historia, lo cual es sólo una verdad a medias y que puede llamar a engaño. Es cierto que en la decadencia española influyen circunstancias exclusivamente españolas, que luego detallaremos, pero hay otras que son fruto de una situación más general y compartida en toda Europa en el s. XVII, que puede considerarse como un período de crisis económica y social en todo el continente: se produce una contracción comercial y un estancamiento poblacional generalizado (frente a los progresos en esos campos del s. XVI), y algunos rasgos aparentemente exclusivos de España aparecen como problema general en las sociedades europeas de aquel tiempo y que es consecuencia de unas economías atrasadas y de unas sociedades predominantemente agrícolas que son incapaces de ofrecer a sus habitantes un empleo regular y una remuneración justa de su trabajo.
Cuando se examinan atentamente muchos fenómenos que, en un momento dado, se consideraban como especificidades españolas, nos encontramos con características similares en la Francia de Luis XIII y en la Inglaterra de Jacobo I (ambos contemporáneos de Felipe III y Felipe IV)). Nos referimos a características como el despilfarro de la corte, el parasitismo de la burocracia, la abundancia de licenciados universitarios sin empleo, el desprecio generalizado por los trabajos manuales y la inclinación al ocio y a la pereza, o el empobrecimiento general de los hidalgos . En la medida que estas aproximaciones se confirmen sería un punto de vista superado el considerar como explicación de la decadencia de España la existencia de variantes específicamente españolas de dichas características sociales negativas. La España de ese siglo podría verse por tanto como un ejemplo más de subdesarrollo económico, al igual que en otros países europeos de la época.
LUIS XIII DE FRANCIA Y JACOBO I DE INGLATERRA
No debe por tanto centrarse el estudio de la decadencia española sólo en el análisis de las particularidades nacionales de España sino situarlas en el contexto de las condiciones contemporáneas del s.XVII en toda Europa (en particular del mundo mediterráneo).Es posible que en España algunas de esas tendencias estuviesen más arraigadas (el ocio y el desprecio por el trabajo manual, por ejemplo) pero no deberían considerarse como factores exclusivos nuestros ni centrarse su explicación solamente en el marco de nuestro carácter nacional sino abrir el campo de visión y fijarse también en las características de nuestro suelo, en la naturaleza del régimen de nuestros campos, así como en la estructura social y geográfica del país .
A medida que se avanza en el estudio del problema general de la decadencia aparece más claro que tras el progreso general de Europa en el s. XVI se produce un retroceso general en el continente pero en España éste es más intenso y más duradero, encadenándose en una secuencia imparable de causa-efecto que acaba finalmente con la hegemonía europea del s. XVI y la relegación de España a potencia de segundo orden . Está claro que el deterioro del poderío militar y marítimo, el descenso de su capacidad para movilizar a los hombres y finalmente del crédito necesario para sostener la primacía anterior de España en Europa fueron factores de primer orden en la pérdida de la hegemonía europea . En la próxima sesión del día 14-octubre entraremos en el análisis de los importantes problemas demográficos de Castilla y en la crisis económica general, que sin duda nos dejarán una radiografía mucho más amplia y nítida del por qué de esta Decadencia del Imperio español del s. XVII objeto de este seminario.