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Ojos que mientes
Marisol, tan infinita como las dos fuentes que componen su
nombre; así son sus ojos que se clavan en la mirada como
sacando almas.
Pero no es cierto, es la primera vez que se puede decir que
los ojos mienten. Si ella se pregunta de qué color es la tinta
con la que escribe, yo, en esos ojos verdes descubro otra
verdad que hoy no supe escribir. Pero esta ha sido la historia
de esta mujer sonriente, que tras esa mirada fija que engaña
a mucha gente, guarda la primera imagen de una mujer que
pasa por quién miente, y es que al sentir que te mira como
esperando algo de ti, solo queda un giño, un saludo, o una
subida de ceja que no recibe respuesta.
No mi amigo, no te engañes, dice ella. Cree lo que te digo,
yo soy ciega. Habló con sinceridad, pues mentir no tiene
sentido, como sentido no tienen sus ojos, al parecer está en
desventaja por su mundo oscuro. No mi amigo, no te enga-
ñes, dice ella.
Tengo los otros sentidos, y es cierto al parecer le llegan con
gran fuerza, con su tocar puede las fresas vislumbrar y su
dulzura degustar, como dulces son las manos que todo lo
pueden tocar y entre caricias transmiten paz.
Yo que conozco el color de la tinta con que escribo, me hayo
siego y mudo al no explicar las miles matices que hay en la
vida de un invidente; al parecer mi tinta no tiene color.
Al final descubres que la belleza de este mundo no es solo la
que ves allí, es también la que adivinas y la que te hace sen-
tir. Porque los ojos son solo las ventanas a este mundo. Pero
no las del el alma que mira aun más lejos, las que te hacen
volar alto y nadar profundo.
No mi amigo, no te engañes, cree lo que te digo.
Que aunque ciego alguien se encuentre, esto a la par conti-
go.
La experiencia es el bastón
de los ciegos.
Jacques Roumain.
Pienso que todos estamos cie-
gos. Somos ciegos que pueden
ver, pero que no miran.
José Saramago.