30
Tendríamos que unificar el conocimiento científico escolar, que se centra en unos
contenidos académicos y que incluye el aprendizaje de unos procedimientos
concretos (técnicas), con el conocimiento científico, cuya finalidad es adquirir
capacidades para la resolución de problemas (situaciones) que se plantean
cotidianamente.
Nuestro propósito, como se ha venido destacando a lo largo de este trabajo, es
integrar ambos conocimientos científicos. Para conseguirlo es necesario y urgente,
por un lado, extraer la química que hay en el entorno del alumnado y organizar el
aprendizaje escolar en torno a ella; y por otro lado, dotar a los estudiantes de las
herramientas necesarias para que puedan llevar la química a su entorno, es decir,
ir más allá del ámbito escolar y facilitar la alfabetización científica en contextos
externos al aula.
Los fenómenos cotidianos sirven para que el alumno o la alumna expliquen las
situaciones cotidianas que observa, las interprete, aplique los contenidos del aula
en su entorno y los reproduzca. Incluso, puede compartir los conocimientos de
química que está aprendiendo con gente que no tiene por qué saber los
contenidos escolares pero sí puede aprender química de la vida cotidiana, que es
la que practican todos los días. Por todo esto, el principio de nuestra propuesta
didáctica debe centrarse en las situaciones cotidianas y, a partir de ellas, construir
las bases teóricas sin renunciar al conocimiento formal o científico.
Hemos de considerar también, como señalan Del Río y Álvarez (1992), que la vida
cotidiana del alumno o la alumna se está reduciendo, de forma que, para nosotros,
la cocina es un entorno familiar, sin embargo, para ellos puede ser un medio
extraño. En este sentido, habría que actuar en dos vertientes: en primer lugar,
comenzar por los aspectos cotidianos y cercanos al alumnado, centrándonos
principalmente en los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías
(televisión, Internet, ordenadores, etc.); y, en segundo lugar, acercándoles poco a
poco a otros contextos algo menos cotidianos para ellos, pero todavía próximos ya
que están en su entorno familiar aunque no les llamen la atención o no les
interesen a primera vista (alimentos, productos de limpieza, cosmética,
electrodomésticos, etc.).
La utilización de las nuevas tecnologías en el aula es una línea de investigación
que, como hemos señalado en párrafos anteriores, ya hemos comenzado
(Jiménez y otros, 2000). Otros autores (grupo GOMEL, citado en Del Río y
Álvarez, 1992) trabajan para lograr que los contenidos de los medios y la cultura
cotidiana sean más objetivos y con menos prejuicios, menos "amarillistas" y más
científicos. Para conseguir este objetivo no es preciso dejar de ser populares, sino