perras y una bandeja; dos bolsas, una chaqueta y dos pellizas; una vaca con dos
terneros, una cabra con dos cabritas; un cordero con dos ovejillas; dos tiendas de
campo, un camello, dos camellas, un búfalo, dos toros, una leona, dos leones; una
oca, dos zorras; un colchón y dos divanes; un castillo, dos salones, una cocina con
dos puertas y una pandilla de curdos, que darán fe de que este saco es mío.”
»Luego me preguntó a mí: “¿Qué dices tú?” Yo, Emir de los creyentes, me
adelanté, aturdido por las palabras del curdo, y dije: “¡Dios haga poderoso a
nuestro señor el cadí! En este saco mío sólo había una casita derruida y otra sin
puertas; una habitación para perros; una escuela para chicos y unos jóvenes
jugando a los dados; tiendas con sus correas, las ciudades de Basora y Bagdad, el
castillo de Saddad b. Ad, y, además, el horno de un herrero, la red de un
pescador, un bastón, pivotes, chicas y chicos y mil alcahuetes que darán fe de
que el saco es mío”.
»El curdo, al oír estas palabras, se puso a llorar y a sollozar y exclamó:
“¡Nuestro señor, el cadí! Que mi saco es ése, es de sobras conocido, y contiene
todo lo que he descrito y, además, fortalezas, castillos, cigüeñas, fieras, hombres
que juegan al ajedrez y a las damas, en mi saco hay también una yegua con dos
potros; un semental y dos caballos de carreras; dos lanzas larguísimas, fieras,
liebres, ciudades, aldeas, una alcahueta y dos chulos, que se dividen a medias las
ganancias; un hermafrodita, dos ahorcados; un ciego y dos videntes; un cojo, un
paralítico, un sacerdote con dos diáconos; un patriarca y dos monjes, y un cadí
con sus notarios, que darán fe de que este saco es mío”.
»El cadí me preguntó: “¿Y tú, qué me dices?” Yo, Emir de los creyentes,
estaba furibundo. Me adelanté y añadí:»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual
le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche doscientas noventa y seis, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [Alí, el persa, prosiguió]: «“¡Dios
sostenga a nuestro señor el cadí! Llevo también en mi saco una cota de malla,
una losa, depósitos de armas y mil machos cabríos; unos prados de pastos para
las ovejas, mil perros ladrando; jardines, viñedos, campos de flores y de hierbas
aromáticas, higos, manzanas, cuadros, estatuas, botellas, copas, novios, cantantes,
fiestas, pendencias, griteríos. Hay campiñas con ladrones armados de espadas,
lanzas, arcos y flechas que salen por la mañana de incursión; hay amigos,
compañeros, personas entrañables, cárceles para castigos y tertulias de amigos;
tambores y añafiles, banderas y estandartes, chicos y chicas, esposas con sus
trajes de boda y esclavas cantoras: cinco abisinias, tres de la India, cuatro
medinesas, veinte griegas, cincuenta turcas, setenta persas, ochenta curdas y
noventa georgianas; están, además, el Tigris y el Éufrates, una red de pescador,
una piedra de hacer fuego y acero; Iram la de las columnas, mil personas