En cuanto a la sociedad, la Tercera Revolución Industrial cambió la forma de vivir.
Surgieron nuevas profesiones relacionadas con la informática, la electrónica y la
comunicación. Muchas personas comenzaron a trabajar con computadoras, lo que
modificó el entorno laboral. También aparecieron nuevos medios de comunicación
como la televisión a color, los videojuegos y más tarde los teléfonos móviles, que
transformaron los hábitos y la cultura.
En América Latina, los efectos de esta revolución se vieron con cierto retraso. Los
países más desarrollados adoptaron rápidamente las nuevas tecnologías, mientras que
en otros, como Colombia, la modernización fue más lenta. Sin embargo, desde finales
del siglo XX, Colombia empezó a implementar computadoras en las escuelas, a
mejorar las telecomunicaciones y a desarrollar industrias tecnológicas, especialmente
en las ciudades más grandes.
Uno de los cambios más importantes de esta etapa fue la forma en que las personas
acceden a la información. Antes, el conocimiento estaba reservado a las bibliotecas o a
los expertos; ahora, gracias al internet y las computadoras, cualquier persona puede
aprender casi cualquier cosa desde su casa. Esto abrió las puertas a la globalización,
un proceso en el que los países del mundo están cada vez más conectados entre sí.
Sin embargo, la Tercera Revolución Industrial también trajo desafíos. El rápido avance
tecnológico generó desigualdad entre los países ricos y los países pobres, y entre las
personas que tienen acceso a la tecnología y las que no. Además, el uso excesivo de
aparatos electrónicos comenzó a generar problemas ambientales, como el aumento de
los desechos tecnológicos y el consumo elevado de energía.
En resumen, la Tercera Revolución Industrial cambió radicalmente el rumbo de la
humanidad. Nos llevó a una sociedad basada en el conocimiento y la información,
impulsó avances científicos impresionantes y transformó la economía global. Gracias a
esta revolución hoy disfrutamos de la tecnología digital, de los teléfonos inteligentes, de