Desde el descubrimiento del fósforo , á fines del siglo XVII, ha sido empleado con algún éxito en ciertas locuras, convulsiones y fiebres nerviosas graves . Desde el siglo XVIII hasta nuestros días, se ha manifestado útil en muchas fiebres adinámicas, tifoideas, biliosas, intermitentes, en algunas neumonías y pleuresías, en casos de reumatismo, de gota, oftalmía, apoplejía, hidrocéfalo, de cefalalgia, de convulsiones epileptiformes, de parálisis, de clorosis, de amenorrea, de consunción senil, de tisis pulmonar, de hemorragia pasiva, de sudores, costras serpiginosas de los niños, angina de pecho, de caries y de raquitismo.