HISTORIAS PARA MEDITAR NOS AYUDA A MIRARNOS INTERNAMENTE Y CON ELLO, PODREMOS TRAZAR UN RUMBO PARA SER MEJORES PERSONAS.
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Language: es
Added: Aug 24, 2009
Slides: 4 pages
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HISTORIA PARA MEDITAR
N°1
Esta es la historia de un muchacho que tenía muy mal carácter. Su
padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera
la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las
semanas que siguieron a medida que él aprendía a controlar su
genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos
detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter
durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió
que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los
días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no
quedaban más clavos que retirar de la puerta.
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta, le dijo:"Has
trabajado duro hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta,
nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia,
dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves". Tú puedes
insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas
lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre.
HISTORIA PARA MEDITAR
N°2
EL ÁRBOL DE LOS PAÑUELOS BLANCOS
Una madre aconsejaba a su hijo, que evitara juntarse y compartir con amigos que
vivían valores negativos; tales como el robo, el asalto, la marihuana, el asesinato
entre otros; pero el adolescente no reflexionó acerca de los sabios consejos de
su madre y juntándose con algunos amigos, cometió un asalto con resultado de
muerte para la víctima. La justicia lo condenó a 15 años de prisión.
Un día antes de cumplir su condena escribió una carta a su madre con la
siguiente pregunta: “¿Madre, quiero saber si me has perdonado?, mañana salgo
en libertad y deseo volver a verte. "Si me has perdonado quiero que cuelgues un
pañuelo blanco en el árbol del patio donde solía jugar con mis hermanos, primos
y vecinos, ese pañuelo blanco será el símbolo, la señal, que tú querida mamá, me
has perdonado". El joven hijo antes de llegar a su casa se asomó por una de las
ventanas del tren en que viajaba y miró el árbol de su casa, para ver si estaba el
pañuelo blanco, símbolo del perdón de su madre.
Pero grande fue su sorpresa cuando vio el árbol lleno, con cientos de pañuelos
blancos flameando en señal de perdón y bienvenida. El hijo ahí recién
comprendió que el amor de una madre es muy grande e infinito, y estará siempre
dispuesta a perdonar cualquiera sea la falta, por ello el adagio dice:
"Que para una madre no habrá jamás un hijo malo".
HISTORIA PARA MEDITAR
N°3
En un diario apareció la siguiente carta
en la que un niño le escribe a Dios.
Señor:
No quiero pedirte nada en especial ni inalcanzable, como ocurre con otros niños que se dirigen a Ti cada
noche.
Tú eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra. Hoy quiero pedirte un gran favor, sin que se
enteren mis padres.
Transfórmame en un televisor, para que mis padres me cuiden como lo cuidan a él, para que me miren
con el mismo interés con que mi madre mira su telenovela favorita, o mi padre su programa deportivo.
Quiero hablar como ciertos animadores que cuando lo hacen, toda mi familia se calla para escucharlos
con atención y sin interrumpirlos.
Quiero ver a mi madre suspirar frente a mí como lo hace cuando ve desfiles de moda, o poder hacer reír
a mi padre como lo logran ciertos programas humorísticos, o simplemente me crea cuando le cuento mis
fantasías sin necesidad de decir ¡ Es cierto, yo lo escuché en la tele!
Quiero representar al televisor para ser el Rey de la casa, el centro de atención que ocupa el mejor lugar
para que todas las miradas se concentren en mí. Quiero sentir sobre mí la preocupación que
experimentan mis padres cuando el televisor comienza a fallar, y rápidamente llaman al técnico.
Quiero ser televisor, para ser el mejor amigo de mis padres, el héroe favorito, el que más influye en sus
vidas, el que recuerde que soy su hijo y el que ojalá les mostrara más paz que violencia.
¡Señor, por favor, déjame ser televisor, aunque solo sea por un día!