12. EL CREDO DE CALCEDONIA CREDOS Y CONFESIONES

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EL CREDO DE CALCEDONIA - CREDOS Y CONFESIONES


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FACULTAD DE ESTUDIOS MINISTERIALES. Credos y confesiones. Lección # 12: EL CREDO DE CALCEDONIA.

I.- INTRODUCCIÓN: El Credo de Calcedonia, -también llamado Definición de Fe de Calcedonia- es una declaración sobre la naturaleza de Cristo adoptada en un concilio ecuménico que tuvo lugar entre el 8 de octubre y el 1 de noviembre de 451 en Calcedonia, ciudad de Bitinia, en Asia menor ( Hoy Turquía). El Concilio de Calcedonia es el cuarto de los primeros siete concilios ecuménicos de la Cristiandad.

En la historia del cristianismo, los  primeros siete concilios ecuménicos incluyen los siguientes: El Primer Concilio de Nicea,  en el año 325. El Primer Concilio de Constantinopla, en el año 381. El Concilio de Éfeso, en el año 431. El Concilio de Calcedonia,  en el año 451. El Segundo Concilio de Constantinopla, en el año 553. El Tercer Concilio de Constantinopla,  del año 680 al 681. Y , finalmente, el Segundo Concilio de Nicea,  en el año 787.   Los siete concilios se convocaron en la actual Turquía.

Estos siete eventos representaron un intento de los líderes de la Iglesia por alcanzar un consenso ortodoxo, restaurar la paz y desarrollar una cristiandad unificada .   Sus definiciones dogmáticas fueron desde entonces reconocidas como infalibles por las iglesias Católico-Romana, Ortodoxa, Luterana, Anglicana, y por las iglesias reformadas en general. El Credo de Calcedonia describe la plena humanidad y la plena divinidad de Cristo, la Segunda persona de la Santísima Trinidad.

II.- CONTEXTO HISTÓRICO.

¿De qué se trató el Concilio de Calcedonia? Básicamente estaba tratando de zanjar las secuelas de la controversia arriana del siglo IV, (Aquella que ocasionó el Concilio de Nicea, en el que se redactó el Credo Niceno). Los teólogos bíblicos habían tenido éxito en su lucha contra el arrianismo para afirmar la deidad de Cristo. Sin embargo, esto ocasionó más controversias.   Esta vez, el tema era la relación entre la divinidad y la humanidad en Cristo.

Dos tendencias alcanzaron prominencia rápidamente. Una estaba asociada a la Iglesia de Antioquía, que deseaba proteger la realidad plena de la deidad y la humanidad de Cristo. Para hacerlo, tendió a mantenerlas tan separadas como fuera posible. El problema fue que los antioqueños a veces separaban tanto las dos naturalezas de Cristo, que parecía que Él terminaba siendo dos personas: un hijo humano de María en quien moraba un Hijo divino de Dios. El pensador antioqueño más famoso que asumió esta postura fue Nestorio , un predicador que llegó a ser patriarca (obispo principal) de Constantinopla en el año 428.

Nestorio fue condenado por el tercer Concilio Ecuménico de Éfeso en el año 431 (que también condenó al pelagianismo como herejía ).   La otra tendencia estaba asociada a la iglesia de Alejandría. Su preocupación principal era proteger a la persona divina del Hijo como el único «sujeto» de la encarnación. En otras palabras, en Cristo solo hay un «yo», solo un agente personal, y ese es la segunda persona de la Trinidad, Dios el Hijo. El problema fue que los alejandrinos a veces fueron tan celosos por la persona divina de Cristo que podían perder de vista Su humanidad.

El mayor pensador de ellos fue Cirilo de Alejandría. Cuando Cirilo falleció en el año 444, un personaje más extremo emergió en su lugar. Fue Eutiquio , uno de los monjes principales de Constantinopla. Eutiquio enseñó que, en la encarnación, la naturaleza humana de Cristo había sido absorbida y se había perdido en Su divinidad: «como una gota de vino en el mar». Esta postura alejandrina extrema, conocida como Monofisismo, o la Herejía Monofisita, triunfó en otro concilio ecuménico en Éfeso en el 449.

El concilio fue condenado en la mitad occidental del Imperio romano de habla latina. El papa León el Magno rugió contra él llamándolo “El latrocinio de Éfeso”, o “El Sínodo de los ladrones” (nombre que perduró hasta hoy). Después de la muerte del emperador Teodosio, un nuevo emperador, Marciano, fue quien convocó el Concilio en Calcedonia en el año 451. Esta vez, Eutiquio y los alejandrinos extremos fueron derrotados. El concilio tejió hábilmente todo lo bueno y verdadero de los planteamientos de Antioquía y Alejandría, produciendo así una obra maestra teológica sobre la persona de Cristo.

III.- EL CREDO.

El texto completo del Credo reafirma las decisiones del Concilio de Éfeso, la preeminencia de las definiciones del Concilio de Nicea, del 325, así como las posteriores del Concilio de Constantinopla del año 381, que lo complementaron. La sección clave, que enfatiza la doble naturaleza de Cristo (humana y divina), dice:

Nosotros, entonces, siguiendo a los santos padres, todos unánimes enseñamos que se ha de confesar a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo que es perfecto en deidad y el mismo que es perfecto en humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo con cuerpo y alma racional; consustancial con el Padre en cuanto a su naturaleza divina, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a su naturaleza humana; en todo semejante a nosotros, pero sin pecado; engendrado por el Padre en la eternidad en cuanto a su naturaleza divina, sin embargo en estos últimos días, este mismo , por nosotros y para nuestra salvación, (nacido) de María la virgen, la Theotokos , (madre de Dios), en cuanto a su naturaleza humana.

Reconocemos a uno solo y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, en sus dos naturalezas: dos naturalezas sin mezcla ni confusión; sin cambio ni mutabilidad; sin división y sin separación. La unión de las dos naturalezas no destruye sus diferencias, sino que más bien las propiedades de cada naturaleza se preservan y concurren en una única persona y en una única subsistencia. Estas dos naturalezas no están de ningún modo partidas o divididas entre dos personas, sino que están en uno y el mismo Hijo, Unigénito, Dios Verbo, el Señor Jesucristo, como los profetas nos instruyeron desde el principio, como el mismo Señor Jesucristo nos enseñó, y como el credo de los padres nos lo ha legado .  

Dado que todo lo anterior ha sido definido por nosotros con toda la precisión y cuidado posibles, el sínodo santo y universal ha decretado que es ilegítimo que cualquiera presente, escriba, componga, formule o enseñe a otros cualquier otro credo; pero que aquellos que se atrevan a componer otro credo, o a presentar o enseñar o entregar otro símbolo a los que desean recurrir al conocimiento pleno de la verdad viniendo del paganismo o del judaísmo, o de cualquier tipo de herejía, los tales, sean obispos o clérigos, deben ser depuestos, los obispos del obispado y los clérigos del oficio clerical, y si son monjes o laicos, serán declarados anatemas.

IV.- IMPORTANCIA Y UTILIDAD.

Tal vez podamos apreciar de mejor forma lo que logró el Concilio de Calcedonia al preguntarnos cuáles habrían sido las consecuencias si Nestorio o Eutiquio hubieran triunfado ese día. Partamos con el nestorianismo. Si la encarnación en verdad consiste en un hijo humano de María siendo  habitado por un Hijo divino de Dios, entonces en principio Cristo no es diferente de cualquier humano santo. Si es así, no ha ocurrido absolutamente ninguna encarnación verdadera. No podemos decir: «Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios». Solo podemos decir: «Jesús de Nazaret tuvo una relación con el Hijo de Dios».

Pensemos ahora en qué hubiera pasado si el eutiquianismo hubiera triunfado. Si la humanidad de Cristo se perdió y fue absorbida en Su deidad «como una gota de vino en el mar», entonces, de nuevo, no ha ocurrido ninguna verdadera encarnación. En lugar de que Dios se hiciera hombre, tenemos al hombre siendo aniquilado en Dios. Uno puede ver cómo esta idea se habría prestado para toda clase de misticismo que rechaza la humanidad. Después de todo, si Cristo es nuestro patrón, entonces, deberíamos también nosotros buscar que nuestra propia humanidad se perdiera y fuera absorbida en la deidad como una gota de vino en el mar.

Los padres de Calcedonia se opusieron con firmeza a estas dos tendencias equivocadas.   Ellos afirmaron que Cristo es en verdad una sola persona divina, no una alianza entre una persona divina y una humana como enseña el nestorianismo. El sujeto, el «yo», el agente personal que hallamos en Jesucristo, es singular y no plural; esta persona es el «Hijo, Unigénito, Dios Verbo, el Señor», la segunda persona de la Deidad.   Por eso María es llamada la «madre de Dios», verdad que Nestorio rechazó con vehemencia. ¡La persona que nació de María fue precisamente Dios el Hijo! María es la madre de Dios encarnado (aunque, por supuesto, no es la madre de la naturaleza divina).  

Los padres de Calcedonia también afirmaron que esta sola persona existe en dos naturalezas diferentes, completa divinidad y completa humanidad, rechazando así la absorción eutiquiana de la una en la otra. Podríamos decir que, en Cristo, por primera y última vez, toda la plenitud del ser humano y toda la plenitud del ser divino se han unido y existen unidas en exactamente la misma forma, como el Hijo del Padre y el Portador del Espíritu Santo.   O para decirlo de una forma más simple, Cristo es completa y verdaderamente humano, completa y verdaderamente divino, al mismo tiempo, en una sola persona.

El credo de Calcedonia estableció cuatro negaciones que son:   Las dos naturalezas de Cristo no se mezclan ni se confunden, que están diseñadas para eliminar la herejía monofisita, defendida por Eutiquio .   Las Dos naturalezas de Cristo no se separan ni se dividen, diseñadas para eliminar la Herejía Nestoriana.   Estas cuatro negaciones nos fijan los límites para entender el misterio de la Encarnación.

El Valor del Credo de Calcedonia es doble:   Por un lado, está la afirmación muy importante que todo cristiano debemos hacer, que Cristo es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios.   Y luego, cada vez que la iglesia trata de explicar la naturaleza de esa unidad, entonces recurre a las negaciones, y al final, lo que logra, es establecer los límites, las fronteras, sobre las que no podemos atrevernos a cruzar, porque lo único que encontraremos más allá de ellas, será una herejía.

Ese es el mayor beneficio que nos otorga el Credo de Calcedonia, restringe nuestra comprensión de las dos naturalezas de nuestro Señor.   No podemos pensar en ellas como una amalgama, confusión, o mezcla de dos; ni tampoco podemos pensar en ellas como separadas o divididas, o divorciadas una de la otra. Están unidas, pero son distintas.

Cada naturaleza de Cristo conserva sus propios atributos. Es crucial que entendamos que la Naturaleza divina no deja de lado ninguno de sus atributos. Él es eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente en su naturaleza divina.   Y, su naturaleza humana, también conserva los atributos propios de ella. Es limitada, es finita, está restringida por el espacio y el tiempo.   Así que, la fórmula del Credo de Calcedonia nos guía para saber hasta dónde podemos conocer acerca de la persona de Cristo.

V.- CONCLUSIÓN.   Los padres de la iglesia en Calcedonia hicieron un buen trabajo.   En asuntos cristológicos, tal vez seamos solo enanos que necesitan pararse sobre los hombros gigantes de los padres de la Iglesia para poder ver mejor.   Gracias a Dios que podemos hacerlo, porque si nos bajamos, todo lo que podremos ver será algo de lodo nestoriano y eutiquiano.