(2014) Diagnostico sistemico. El diagnostico de los sistemas humanos.pdf

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SONIA E. RODRÍGUEZ
HORACIO A. SEREBRINSKY
Diagnóstico sistémico
El diagnóstico de los sistemas humanos

Copyright © 2014 by Sonia E. Rodriguez y Horacio A. Serebrinsky
Todos los derechos reservados, ninguna parte de este libro puede ser reproducida en ninguna
de sus formas sin el permiso escrito del autor. Este libro no provee de un consejo o prescripción
profesional como un modo de tratamiento psicológico, el objetivo es dar información para mejorar la
calidad de vida y el lector queda bajo aviso de que el autor no asume responsabilidad por sus actos,
interpretaciones y resultados que se originen del uso de esta información.
Diagnóstico sistémco : el diagnóstico de los sistemas humanos / Horacio Serebrinsky y
Sonia E. Rodríguez. 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
ISBN 9789871848362

A Alex, Carpio, Choly, Blanca, Gaby, mis amigos, por su amor incondicional.
A mis queridos alumnos y maestros, con quienes aprendo día a día y son el motor de mis ideas
S.E.R.
A mi querida colega Sonia Rodríguez por toda su paciencia (por mi dislexia), su entusiasmo (que
el trabajo se vuelva cada vez más maravilloso) e inteligencia (espectacular).
A mi familia.
A los maestros Juan Luis Linares, Roberto Pereyra, Marcelo Ceberio. Y especialmente a
toda la Escuela Sistémica Argentina.
H.A.S.
Gracias a ustedes, nuestros queridos lectores, por hacer posible que las ideas y la pasión puesta en
este trabajo se completen con la lectura de este libro.
H.A.S. & S.E.R.

ÍNDICE
PROLOGO
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1
HACIA UN DIAGNÓSTICO SISTÉMICO
1.1. Un breve recorrido teórico y algunos conceptos preliminares
1.2. La construcción de la realidad y la hipótesis
1.3. Los sistemas humanos
1.4. Ejes de análisis para el diagnóstico sistémico
1.5. La recursividad y la multicausalidad.
1.6. Hacia una definición del diagnóstico
Capitulo 2
PRIMER EJE DIAGNÓSTICO
LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA CONCEPTUALIZACIONES
2.1. Estructura del sistema. Conceptualizaciones
2.2. Variables de la estructura del sistema
2.3. La frontera
2.3.1. La frontera rígida.
2.3.2. La frontera difusa.
2.3.3. La frontera flexible.
2.4. Límites de los subsistemas
2.4.1. Límite subsistémico rígido.
2.4.2. El límite subsistémico difuso.
2.4.3. El límite subsistémico flexible.
2.5. La distancia
2.5.1. La distancia acortada.
2.5.2. La distancia alargada:
2.5.3. La distancia media:
2.6. Los roles y funciones
2.7. Las jerarquías
2.8. El contexto
2.9. El momento vital sistémico

2.10. Variables secundarias de la estructura
2.10.1. Alianzas.
2.10.2. Coaliciones.
CAPITULO 3
SEGUNDO EJE DIAGNÓSTICO LA DINÁMICA DEL SISTEMA CONCEPTUALIZACIONES
3.1. Definiciones de la dinámica del sistema
3.2. Variables de la dinámica sistémica
3.3. Modalidad de comunicación
3.4. Respuestas a la comunicación
3.4.1 Respuesta de desconfirmación:
3.4.2. Respuesta de confirmación:
3.5. Las dos modalidades de la comunicación
3.5.1. La coherencia intrínseca de una comunicación:
3.5.2. Los acuerdos y desacuerdos:
3.6. La construcción del mensaje por el receptor
3.7. Los tipos de relación
3.8. Los planos predominantes en el proceso de la comunicación
CAPITULO 4
TERCER EJE DIAGNÓSTICO EL PROBLEMA CONCEPTUALIZACIONES
4.1. Definición del problema manifiesto: abstracto y concreto
4.2. Atribución causal
4.3. Temporalidad del problema
4.4. Marco situacional del problema
4.5. Atribución de gravedad
4.6. Manejo del problema en los tres planos básicos
4.7. Funciones del problema
4.8. Soluciones intentadas
4.9. Roles en el ciclo sintomático
CAPITULO 5
DIAGNÓSTICO DE LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
5.1. Hacia el diagnóstico de la estructura del sistema
5.2. Variables de la estructura del sistema
5.3. Diagnóstico de la frontera

5.4. Diagnóstico de los límites subsistémicos
5.5. Diagnóstico de las distancias
5.6. Diagnóstico de los roles y funciones
5.7. Diagnóstico de las jerarquías
5.8. Diagnóstico del contexto
5.9. Diagnóstico del momento vital sistémico
5.10. Diagnóstico de las variables secundarias: alianzas y coaliciones
CAPITULO 6
DIAGÓSTICO DE LA DINÁMICA DEL SISTEMA
6.1. Hacia el diagnóstico de la dinámica del sistema
6.2. Diagnóstico de la modalidad de la comunicación
6.3. Diagnóstico de las respuestas a la comunicación
6.4. Diagnóstico de las modalidades de la comunicación
6.5. Diagnóstico de la construcción del mensaje por el receptor
6.6. Diagnóstico de los tipos de relación
6.7. Diagnóstico de los planos predominantes en el proceso de la comunicación
CAPITULO 7
DIAGNÓSTICO DEL PROBLEMA
7.1. Diagnóstico del problema manifiesto
7.2. Diagnóstico de la atribución causal
7.3. Diagnóstico de la temporalidad del problema
7.4. Diagnóstico del marco situacional del problema
7.5. Diagnóstico de la atribución de gravedad
7.6. Diagnóstico del manejo del problema en los tres planos
7.7. Diagnóstico de las funciones del problema
7.8. Diagnóstico de las soluciones intentadas
7.9. Diagnóstico de los roles en el ciclo sintomático
CAPITULO 8
EL DIAGNÓSTICO DE LOS SISTEMAS HUMANOS
8.1. El diagnóstico y las recursiones sistémicas. Cómo pensar el diagnóstico
8.2. Tablas de variables sistémicas por eje de análisis
8.3. Algunos ejemplos de recursiones entre variables
8.3.1. La frontera y otras variables.

8.3.2. Los subsistemas y su recursión con las distancias y los planos.
8.3.3. La relación de igualdad, las distancias y los desacuerdos.
8.3.4. Jerarquías y relación de igualdad.
8.3.5. El problema y la frontera.
CAPITULO 9
EL DIAGNOSTICO DE LOS SISTEMAS HUMANOS EN LA PRACTICA
9.1. El diagnóstico de los sistemas humanos
9.2. El objetivo del diagnóstico: el para qué y sus áreas de aplicación
9.3. Proceso diagnóstico. Primera etapa: la observación y recopilación de datos
9.4. Proceso diagnóstico. Segunda etapa: el análisis
9.4.1. Primer momento. Análisis de las variables del sistema.
9.4.2. Segundo momento. Análisis de las constelaciones sistémicas.
9.4.3. Tercer momento. Análisis de la funcionalidad y la flexibilidad del sistema.
9.5. Proceso diagnóstico. Tercera etapa. Elaboración de informes
9.6. Algunas consideraciones: las dificultades a la hora de diagnosticar
9.7. El entrenamiento necesario para lograr la habilidad de diagnosticar
CONCLUSION
BIBLIOGRAFIA

PROLOGO
Que se escriba un libro sobre diagnóstico sistémico es una buena
noticia. De sabios es rectificar, y los sistémicos tenemos unas cuantas
rectificaciones históricas pendientes, entre ellas una rehabilitación histórica
del diagnóstico que, junto con algunos otros conceptos como emociones y
personalidad, constituyeron (y, en parte, aún constituyen) verdaderos tabúes.
El diagnóstico, entendido como el “arte o acto de conocer la
naturaleza de una enfermedad mediante la observación de sus síntomas y
signos”, tal como y como lo define el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española (2001) no ha tenido, en general, buena prensa en la Terapia
Familiar Sistémica. Eso en parte se lo debemos a Gregory Bateson, uno de
sus fundadores.
Bateson, antropólogo de profesión, rechazaba el diagnóstico por
considerarlo un prejuicio que limitaba la frescura de la aproximación del
terapeuta a cada sistema, que por otro lado consideraba único e irrepetible.
Bien es verdad que se refería al diagnóstico clínico o psicopatológico y no al
Diagnóstico Sistémico que ofrecen los autores de este excelente texto. Para
un trabajo de “revisión y puesta al día” del modelo será un necesario
redimensionamiento del legado de Bateson, que, como cualquier obra
humana, comporta elementos positivos y otros que no lo son tanto. No podía
ser de otra manera cuando estamos hablando de la relación de un “no
terapeuta” con un modelo terapéutico. Sin descuidar agradecerle los servicios
prestados, muchos y muy valiosos, urge desacralizarlo en pro de nuestra
propia coherencia terapéutica.
No puede extrañarnos que a Bateson no le interesara el diagnóstico y
que lo considerara un concepto “dormitivo”.
Él, que escapó siempre a cualquier clasificación profesional (si aceptó
alguna fue la de “experto en comunicación”, una categoría no muy
tipificada), no podía otorgar carta de nobleza a un sistema clasificatorio de
los trastornos mentales, de los que, para empezar, no entendía gran cosa. Pero
ese no es –mejor dicho, no debe ser– el caso de unos terapeutas de los que,
entre otras cosas, se espera que traten y curen a sus pacientes.
Etimológicamente, diagnóstico significa conocimiento mediante la
diferencia, y ello nos remite a un proceso mental que nos hace agrupar y

contrastar o comparar para comprender. El hecho de que se haya
terminado asociando a la medicina es circunstancial y, desde luego, muy
secundario en términos epistemológicos. Se habla con toda soltura del
diagnóstico de la situación de una empresa o de las condiciones de
seguridad de una obra pública. No se debería, pues, incurrir en la
simplificación de identificar el diagnóstico con la medicalización, aunque
existan indudablemente razones que justifican el prejuicio (…)
Sin embargo, agrupar y comparar han sido siempre movimientos
mentales asociados a comprender, por lo que rechazar globalmente el
diagnóstico psiquiátrico equivale a tirar al bebé junto con el agua sucia.
Vale la pena respetar el esfuerzo acumulado a lo largo de los siglos por
quienes han abordado el estudio de los trastornos mentales, aprovechando
lo mucho que en su trabajo hay de útil. Y, desde luego, no bajar la guardia
para rechazar cualquier simplificación reduccionista.
(Linares, 2012:10910).
Un Diagnóstico Sistemico tiene la finalidad declarada de no agrupar
signos y síntomas en busca de orígenes comunes, sino conocer el sistema
observado para leugo verter en un informe auqellas observaciones que se
ajusten a la finalidad y objetivo del estudio solicitado. Pero no solo se busca
hacer una exhaustiva exploración sistémica, sino también contar con una
solida herramienta que es el punto de partida para el deiseno de uan estrategia
psicoterapéutica.
Sin duda que uno de los aciertos del texto es organizar esta completa
y compleja exploración de los síntomas en tres ejes que la articulan: el
análisis de la estructura u organización del sistema, la dinámica de la
comunicación que establece y el cuidadoso estudio del problema. Tres ejes
que nos remiten a algunos maestros de la Terapia Familiar como de hecho
son Salvador Minuchin, Paul Watzlawick y Jay Haley.
Estos ejes, tal cual los definen los autores, “es una discriminación
arbitraria” fundamentada en la necesidad de analizar variables de la
organización y la dinámica de un sistema. Constituyen una guía para la
observación y posterior construcción de hipótesis diagnósticas. Todo el libro
es una exhaustiva profundización teórica de los conceptos sistémicos
estructurales, de dinámica de los sistemas y de la comunicación humana. Para
esto se basa en los textos originales, aunando conceptualizaciones teóricas

con el pragmatismo de ejemplos clínicos.
También se basa en un modelo de mirada constructivista, destacando
la construcción de realidades a partir de conceptualizaciones diagnósticas
estructurando profecías auto cumplidoras. También se observa este punto
cuando los autores exploran la atribución de gravedad que se le otorga al
problema, cuestión subjetivista que aúna diferentes flancos de análisis, pero
que también dependen de la observación del terapeuta y su posibilidad
objetivista dentro de la subjetividad del sistema terapéutico.
Si bien es una lástima que los autores renuncien a incluir el
diagnóstico relacional y su imbricación con la psicoterapia clínica, cabe la
posibilidad dada la maestría y los conocimientos que demuestran los autores
que se lo estén reservando para una posterior publicación.
En síntesis, un libro que explora multiplicidad de variables que
intervienen en el proceso de diagnosticar, uniendo solvencia teórica y
erudición de argumentos clínicos. Partiendo de las aportaciones de los
pioneros, vinculan y amplían sus propuestas, realizando un verdadero
compendio de las características de los sistemas humanos, de la organización,
funcionamiento y problemas de las familias que vienen a nuestras consultas.
En este sentido es un libro engañoso, que proporciona mayores
conocimientos, más de lo que el título promete.
Es un verdadero manual, imprescindible para todos los interesados en
la Terapia Familiar pero muy especialmente para los alumnos de las Escuelas
Sistémicas. Por todo ello, bienvenido sea un libro que profundiza en el
diagnóstico sistémico, aportando un granito de arena a la transgresión del
tabú batesoniano, a la espera de que las voces que venimos preconizando la
exploración de las bases relacionales de la psicopatología nos unamos en una
masa coral que lo transgreda de modo definitivo.
Juan Luis Linares
Roberto Pereira
Marcelo R. Ceberio
Barcelona, Bilbao, Buenos Aires, 2014

INTRODUCCIÓN
“Aprende a mirar donde ya miraste una y otra vez, para así ver lo que aún
no viste.”
Dentro de la variedad semántica que ofrecen estas palabras, puede
pensarse que transmiten una idea: el mirar, el observar minuciosa y
detenidamente para aprehender los elementos del campo perceptivo, del
fenómeno observado, elementos que son la materia prima para elaborar el
diagnóstico de un sistema.
Aquí, entonces, se presenta la finalidad de la observación: arribar al
diagnóstico de un sistema humano, constituido este por dos o más personas
que interactúan entre sí estando dentro de un contexto determinado.
“El diagnóstico nos introduce en una temática compleja donde la
recursividad de variables sistémicas componen un rompecabezas a
descifrar, ya que cada pieza cobra sentido en relación con otras y el
observador a través del trazado de distinciones y de la atribución semántica
le otorgará un sentido”
(H.A.S. & S.E.R.).
La interacción de las personas organizadas en sistemas posee
características particulares, dadas por la recursión de una multiplicidad de
variables. Cada variable es una unidad mínima de análisis y la recursión
significa que se influyen entre ellas de manera circular, esto es, que cada
elemento de un sistema actúa sobre todos los otros y cada uno de estos otros
actúa sobre el primero formando constelaciones sistémicas.
Es por ello que observar un sistema humano nos introduce en una
temática compleja y en una tarea fascinante donde el interjuego recursivo del
sistema, el trazado de distinciones y la atribución de sentido del observador
confluyen en una hipótesis, en el diagnóstico del sistema.
La finalidad de realizar un diagnóstico puede ir desde diagnosticar
para entrenar y aprender, diagnosticar para concluir en un informe dirigido a
quien lo solicita en el ámbito forense o laboral o, asimismo, diagnosticar
como punto de partida para el diseño de una estrategia psicoterapéutica, como
también para dar una devolución de lo observado a una familia en

psicoterapia.
Así, el diagnóstico de una persona y de un sistema tiene un mismo
objetivo: conocer el fenómeno que se observa en su totalidad, esto es, a la
persona en función de los sistemas en que se desarrolla. Lo que será diferente
en cada ámbito de aplicación es el informe que se realiza, en el cual se
escogerá la información adecuada, al igual que el lenguaje a utilizar, ajustado
al lector. En este sentido, puede distinguirse el diagnóstico sistémico en los
ámbitos forense, laboral y clínico.
En el ámbito forense, el diagnóstico de un sistema, por ejemplo de
un grupo familiar, posee el objetivo de informar, ajustándose a los fines
solicitados, sobre el funcionamiento familiar: sus relaciones y la
organización; como también de las conductas de cada integrante relacionadas
al medio en el que se encuentra.
Asimismo, al realizar el diagnóstico de un solo individuo es
importante considerar la personalidad como un todo y no limitarse a describir
una psicopatología como si el diagnóstico consistiera tan solo en encuadrar a
la persona en un rótulo psicopatológico universal, olvidando que “el
diagnóstico” deriva del estudio del ser humano como un todo, y en este
sentido es que también supone a la persona en sociedad, siendo que sus
características están en interjuego con el actuar con otros y su conducta es en
tanto los sistemas en los que se desarrolla.
En el ámbito laboral, el profesional del área de la salud informará a
la empresa o institución que lo solicita acerca del funcionamiento de un
sistema o subsistema de la empresa; por ejemplo, cómo se relacionan y
organizan los empleados de determinada área de la organización.
En esta área de aplicación, el diagnóstico también puede realizarse
para informar sobre las características de una sola persona. Aquí el informe
diagnóstico adopta diferentes nombres, por ejemplo los llamados
psicotécnicos. Si bien es cierto que el profesional escoge la información
adecuada a volcar en su informe según la finalidad del mismo y, claro está,
utilizando el lenguaje adecuado al lector, también es cierto que para poder
arribar a ello necesitará previamente realizar un diagnóstico acabado de la
persona estudiada, lo que incluye, como se señalara anteriormente, el estudio
de la persona en sociedad para conocer así cómo cada aspecto de su

personalidad es en función de los contextos en los que se encuentra.
En este sentido, no es de buena praxis entender a una persona como
ser aislado y no social. Por ello, será de utilidad el comprender los sistemas
humanos para considerar todo diagnóstico.
En el área clínica, el diagnóstico de los sistemas tendrá dos funciones
básicas: informar a los integrantes del sistema sobre su funcionamiento,
proceso que será desarrollado más adelante bajo el nombre de informe de
devolución, como también será la guía para el profesional para trazar una
estrategia de trabajo, con lo cual todo psicólogo verá enriquecida su labor al
contar con un diagnóstico del sistema, sea este una familia, una pareja o un
grupo terapéutico.
También en esta área de trabajo, cuando se realiza el diagnóstico de
una sola persona, deberá considerarse a esta como un ser social y, por tanto,
considerar el estudio de los sistemas de los que participa.
En resumen, más allá del área de aplicación, sea esta forense, laboral
o clínica, áreas en las cuales se distinguen los informes que se elaboran de
acuerdo con una finalidad diferente, el diagnóstico es uno solo y siempre
deberá estudiar el fenómeno como una totalidad, esto es, estudiar a la persona
tanto en sus aspectos funcionales como psicopatológicos y la interacción de
estos con los sistemas, como también estudiar los sistemas observados como
una totalidad, temática en la cual se enfocará este trabajo.
Para ello, a lo largo de diferentes capítulos se desarrollará una
propuesta para realizar el diagnóstico de un sistema humano abordando este
proceso con sistematización y fundamentación.
Se comenzará reflexionando acerca de las conceptualizaciones sobre
el diagnóstico como también realizando una breve introducción de los
términos más relevantes a utilizar, pasando luego a describir de manera
exhaustiva cada elemento, llamados aquí variables, a tener en cuenta a la hora
de observar un sistema humano, las cuales se organizan a modo de estudio en
tres ejes diagnósticos; para concluir en los últimos capítulos, desarrollando el
proceso diagnóstico a través de sus diferentes etapas, como también
considerando las dificultades a la hora de diagnosticar y el entrenamiento que
amerita, sin olvidar también reflexionar acerca de su utilidad, de la
importancia de elaborar un diagnóstico sistémico y del beneficio que le

brindaría al profesional, constituyendo una pieza fundamental en el dominio
de la práctica profesional en el área de la salud mental.

Capítulo 1
HACIA UN DIAGNÓSTICO SISTÉMICO
Comenzando el camino, en este trabajo surge la necesidad de
reflexionar sobre la definición del diagnóstico como también de delinear
brevemente algunos conceptos teóricos a ser utilizados, para luego, a lo largo
de los siguientes capítulos, poner el énfasis en el objetivo de este trabajo, que
es proveer de sistematización y fundamentación al proceso diagnóstico
aplicado a los sistemas humanos.
1.1. Un breve recorrido teórico y algunos conceptos preliminares
Suele decirse que los fundamentos teóricos principales para estudiar
un sistema humano se basan principalmente en la teoría de los sistemas,
desarrollada por Bertalanffy, biólogo y filósofo australiano, como también
por la teoría cibernética de Wiener, matemático estadounidense. Si bien es
cierto que son dos teorías fundamentales también otras teorías de igual
envergadura conforman la llamada teoría de los sistemas, por lo cual es
significativo no dejar a un lado importantes aportes conceptuales vertidos por
estudiosos del tema.
El estudio de los sistemas humanos fue abordado por destacados
autores a partir de los años cincuenta: Bateson realizó investigaciones sobre
la comunicación en el campo de la antropología, la etología y la psiquiatría
Watzlawick teorizó acerca de la comunicación humana y sentó las bases
sistémicas en torno a esta temática; también Minuchin se interesó por los
sistemas humanos y en particular por su organización
Desde aquella época, muchos otros estudiosos continuaron este
camino y realizaron contribuciones. Algunos de los referentes son: M.
Palazzoli, L. Boscolo, G. Cecchin, G. Prata, M. Andolfi, D. Jackson, V. Satir,
G. Nardone, M. Erickson, E. Glasersfeld, J. Haley, C. Madanes, J. Moreno, P.
Riviere, como también, y llegando a nuestro días, ilustres estudiosos como
M. Ceberio, J. Linares, R. Perrone y R. Pereira, entre muchos otros.
En esta dirección, destacados investigadores han desarrollado teorías
y conceptos que profundizan distintos aspectos de un sistema humano, por lo
cual la llamada “teoría de los sistemas humanos”, también conocida como

“teoría sistémica”, se compone de una multiplicidad de conceptos, siendo que
cada uno de ellos aporta conocimientos sobre las distintas características del
sistema humano.
Es oportuno señalar que una teoría es un conjunto de conceptos
articulados entre sí de la cual se desprende la praxis y con la cual se moldea
un modo de pensar y explicar ciertos fenómenos de la realidad. Así podrían
citarse diferentes teorías en el campo de la medicina, de la física y de las
ciencias que estudian la mente y la conducta humana. No obstante ello, un
grupo de teorías muchas veces conforma una gran teoría en la cual se apoya
un área de estudio; es el ejemplo de la teoría de los sistemas humanos.
Es importante subrayar que las teorías mencionadas en cuanto a los
sistemas humanos surgen en el paradigma del pensamiento moderno, que
fuera signado, entre muchos otros revolucionarios, por Albert Einstein, con
sus postulados acerca de la física cuántica.
Por otra parte, es apropiado esclarecer que si bien no se realizarán
extensos desarrollos teóricos por no ser el objetivo de este trabajo, la teoría
sistémica no consiste en un manojo de técnicas psicoterapéuticas, sino en
una teoría que posee sólidos fundamentos epistemológicos que surgen de las
ciencias modernas y en los cuales se apoya y de los cuales surge este trabajo.
En otras palabras, para comprender acabadamente este trabajo y, más
aún, para realizar luego el diagnóstico de un sistema humano, el lector
debería contar con un sólido bagaje teórico que le permita observar un
sistema y realizar un diagnóstico del mismo, siendo que aquí solamente serán
desarrollados brevemente algunos conceptos necesarios.
Otro aspecto a considerar respecto de la teoría de los sistemas
humanos es que surge su crítica al ser utilizada por muchos profesionales
como un manojo de conceptos inconexos, y esto quizás se debe en parte a que
los aportes teóricos fueron históricamente contribuidos por diferentes grupos
de estudiosos que se conformaron en las denominadas escuelas o modelos
sistémicos, sin con ello haber realizado verdaderos intentos por unir sus
conceptos en una gran teoría de manera explícita. No obstante, es indudable
que todos los aportes teóricos conforman sólidos conceptos que, agrupados,
son la teoría sistémica.

Por lo cual, si bien es cierto que existe la teoría sistémica, queda a
cargo del estudioso el recopilar todo el material necesario para que la teoría
que le permita observar y estudiar los sistemas humanos sea la teoría de los
sistemas y no solo un recorte de la misma.
Es así, entonces, que este trabajo no pretende unir conceptos teóricos
y, menos aún, proponer un modelo sistémico integrador, que de hecho sería
un recorte diferente pero uno más en la historia de la teoría sistémica. Por el
contrario, propone pensar en diferentes aspectos del sistema con la finalidad
de elaborar un diagnóstico.
En este sentido, las variables que serán desarrolladas en tres ejes de
estudio son solo algunos de los elementos presentes en la complejidad de un
sistema. Por lo cual, lejos de ser listas acabadas de elementos a observar, solo
proponen no perder de vista los elementos que se presentan claramente en
todo sistema observado.
Por otra parte, más allá de las disputas de poder que se originan entre
los devotos de cada teoría, y en especial cuando utilizan estas teorías como
un bastón que sostiene y fundamenta sus dichos, es cierto y hasta redundante
aclarar que para estudiar y diagnosticar un sistema, la teoría, no única
pero sí necesaria, es la teoría de los sistemas humanos, como fuera dicho,
compuesta por multiplicidad de conceptos provenientes de las más
renombradas y fundamentadas teorías contemporáneas.
En este sentido, estudiar un sistema sin tomar en cuenta la teoría
sistémica sería partir de un error epistemológico; y sin pretender entrar en
debates filosóficos, se hace necesario realizar esta salvedad.
Finalmente, es importante subrayar que el material que aquí se
ofrece es de orientación práctica y de ningún modo podría ir en desmedro
de la teoría que lo avala. Por el contrario, se espera que este trabajo abra las
puertas al lector para profundizar en los conocimientos de las grandes teorías
que forman parte de la teoría sistémica.
Lo cierto también es que plantear el análisis de un sistema sin
desarrollar de forma completa la teoría en la que se nutre es en sí caminar por
un terreno absurdo y sin lógica. Pero dada la seriedad y la extensión que
implicarían tales desarrollos es que no serán considerados en este trabajo,
dejando ello para la investigación del ávido lector y pasando aquí a realizar

una breve mención sobre aquellos conceptos fundamentales a utilizarse en
este trabajo.
1.2. La construcción de la realidad y la hipótesis
Frente a la realidad, es harto imposible percibirla en su totalidad, no
solo por la limitación de nuestros sentidos, sino también por la restricción
para el procesamiento de los datos recogidos, que depende de: los
conocimientos previos, la forma en la que se procesa la información y las
emociones, considerando todos los componentes neuropsicológicos y
psíquicos intervinientes.
Con la siguiente metáfora se ilustra el proceso por el cual construimos
la realidad y conocemos el mundo que nos rodea, proceso que comienza al
recortar o seleccionar solo una parte de la inaprensible totalidad.
Piense por un momento que usted sale a caminar junto a un experto en
botánica. Al pasar por un parque, en el mismo momento en que usted ve solo
pasto verde y una llamativa flor amarilla que se destaca, el experto comienza
a describir diferentes especies de pasto, de las cuales usted solo logrará ver
algunas cuando él las señala. También él cuenta que vio flores violetas y un
árbol, además de haber visto también la flor amarilla, elementos del paisaje
que usted no había tomado en cuenta en la primera observación. También es
curioso que ninguno de los dos observadores viera las flores azules que un
tercer observador, por ejemplo Usted podría haber visto.
Así se ilustra claramente que solo vemos lo que estamos entrenados
para ver y también aquello que resalta en el todo por ser diferente para
el observador. La realidad total fue recortada, lo que significa que solo se
selecciona una parte del todo, denominado el trazado de distinciones o el
recorte de la totalidad observada.
Tambien en ete proceso y siguiendo en el parque, usted dirá que la
flor amarilla es muy linda y le produce alegría, pero el experto podrá decir
que para él es una flor más, hsta algo marchita y que el árbol es alto, frondoso
y muy colorido, al igual que los pastos que son tan variados como hermoso.
En esta segunda parte del proceso, ambos atribuyen un significado a
lo percibido, le otorgan una semántica, entrando en juego no solamente la
palabra, que connota el objeto aprehendido, sino también las emociones.

En resumen, en el proceso del conocer, de aprehender un fenómeno,
están en juego las emociones, las cogniciones y la biología. En este sentido,
el ojo observador tendrá como unos binoculares, cuya lente tendrá tanto
aumento como conocimientos posea y que podrá ser clara u oscura,
cambiando su tonalidad según la impronta emocional, condicionando todo
ello no solo qué aspectos de la realidad toma, sino también el significado que
a ellos les atribuye, creando así realidades.
El resultado de la construcción de una realidad es una hipótesis
que se fundamenta en la observación, y si bien es cierto, como fuera dicho,
que se toma una porción de la realidad aun después de estudiar
minuciosamente la aparente totalidad del acontecimiento, se puede llegar a
una hipótesis con elevado grado de certeza que no se limite a una aleatoria
suma de pocos elementos; y aun así la hipótesis deberá expresarse en
términos de probabilidad y jamás de certeza absoluta sobre una totalidad
imposible de aprehender.
Ello conduce a preguntarse sobre la adecuación de una hipótesis.
Ciertamente la hipótesis no es una certeza, pero esta afirmación no puede ser
el argumento que sustente una hipótesis poco precisa y, por tanto, mal
formulada, que quede del lado de la intuición.
En este sentido, la hipótesis poco precisa no podrá apoyarse
felizmente en la concepción de que cada uno recorta algo del fenómeno y le
atribuye un significado personal, ya que sería tergiversar conceptos,
complejos por cierto, que si bien dan cuenta de las limitaciones al observar
un fenómeno, no dejan la hipótesis en el terreno de las opiniones sin
fundamento alguno.
Por ello es que todo fenómeno será inadecuadamente explicado en
tanto el rango de observación no sea suficientemente amplio como para
incluir todos los elementos necesarios del fenómeno observado y sus
recursiones. Con ello se entiende por qué al estudiar a una persona, sus
conductas no podrán ser bien explicadas sin considerar el contexto en el cual
se desarrollan.
También es importante recordar, a la hora de describir un fenómeno
de acuerdo a la construcción realizada, por ejemplo mediante el informe
diagnóstico, que aceptar la complejidad es también aceptar los diferentes

puntos de vista, siempre que todos ellos sean debidamente fundamentados
en la observación y no en la imaginación o creación aleatoria por parte del
observador, llamadas estas interpretaciones o intuiciones guiadas por la
experiencia, que no son más que conclusiones que se van encadenando
linealmente a partir de un solo dato observado.
En esta dirección, por ejemplo a partir de que se observa que la flor
está marchita y en la atribución de causalidades, el observador, guiado por
sus experiencias pasadas recuerda que una vez una flor se marchitó debido a
un fuerte viento, podrá originarse una cadena fantástica y hasta de ciencia
ficción diciendo que el viento fuerte proviene seguramente de una lluvia del
día anterior y que la lluvia se originó por circunstancias atmosféricas, muchas
vinculadas con el aumento del agujero de ozono en la zona más polar del
planeta.
Así, de la plantita marchita se llega a dar cuenta del fenómeno
observado a partir de una serie de elementos no observables como por
ejemplo, un viento que nunca percibió en la escena de la flor a la cual refiere
que si bien podrían enriquecer la explicación de lo observado deberían
consignarse como una asociación del observador realizada a partir de
elementos cognitivos previos a la aprehensión del fenómeno, por lo que esos
elementos agregados por asociación no pueden tener el mismo estatus que la
planta.
Con lo expresado, será fácil pensar claramente en la diferencia entre
interpretar y observar un fenómeno. En otras palabras, la materia prima debe
ser aquello que se recorta de la realidad. Si bien es cierto que luego de
recortar elementos del todo se le da un significado y por eso la realidad es
construida, muy diferente es cuando a partir de solo un dato de la realidad se
agregan elementos del recuerdo con carácter de real.
Retomando el ejemplo ofrecido, puede desarrollarse minuciosamente
y pensarse que el botánico primero recortó parte de la realidad, de la
totalidad. Más tarde, en este proceso constructivo el botánico dio una
atribución semántica a los elementos recortados de la totalidad, para lo cual
fue guiado y limitado por sus emociones, sus cogniciones y su neurobiología,
llegando luego de ello a obtener una hipótesis, una construcción que será
llamada “mi realidad”.

En resumen, el proceso por el cual es construida la realidad es
complejo, ya que luego de observar, recortar, significar y elaborar una
hipótesis comienza un interesante juego recursivo en el cual se asimila y
acomoda la información, siendo esta construcción un contenido de la
cognición que condicionará las siguientes observaciones y así,
recursivamente, se puede hablar del proceso del conocer como un proceso
recursivo condicionado por la capacidad de los sentidos, los procesos
cognitivos, las emociones y las acciones.
Si bien hay un mundo, una persona solo puede darse cuenta del
mismo a través de una construcción, ya que: “El objeto observable se
relativiza y la impregnación de significado –inherente al observador– que lo
cubre convierte al acto cognoscitivo en subjetivo y autorreferencial”
(Ceberio, 1998:74)
Aunque es un tema por demás apasionante, respetando lo enunciado
respecto de la breve descripción teórica, es hora de continuar pensando qué es
un sistema humano.
1.3. Los sistemas humanos
Se define el sistema como un conjunto de elementos relacionados
entre sí, donde el cambio en uno produce un cambio en todos. Un sistema es
abierto cuando realiza intercambios con el exterior, este intercambio refiere
en los sistemas biológicos al intercambio de energía; y en los sistemas
humanos al intercambio de información entre los integrantes del sistema y el
medio en el cual se encuentran.
Por otra parte, un sistema es cerrado cuando no realiza intercambios
con el medio que lo rodea, y esto solo ocurre en sistemas que se encuentran
totalmente aislados de su entorno, por ejemplo, los elementos químicos que
se encuentran dentro de un tubo de ensayo en el laboratorio, y ese tubo está
totalmente sellado y tapado para no permitir el ingreso de oxígeno, luz solar u
otros elementos del ambiente.
Al pensar en las personas integrando sistemas, se trata sin duda de
sistemas abiertos, dado que los integrantes de todo sistema humano siempre
se comunican con el medio que los rodea, aun siendo esta comunicación de
mayor o menor cantidad en lo cuantitativo y aun revistiendo características
cualitativas tan particulares como el sistema mismo.

“La familia es un sistema abierto en transformación, es decir que
constantemente recibe y envía descargas de y desde el medio extra familiar y
se adapta a las diferentes demandas de las etapas de desarrollo que enfrenta
(Minuchin, 1974.84). En este sentido, los sistemas humanos son conjuntos de
dos o más personas que se relacionan ente si y en esta relación se establece
una organización y una interacción particular en cada momento dado y,
además, siempre intercambian información con otros sistemas, por ello es
que son sistemas abiertos.
Desde el entendimiento de este concepto, se afirma que no existen
sistemas que no se comunican con el entorno. Es totalmente errado decir que
“una familia no se comunica con otros sistemas”; sí podrá precisarse cuánto y
cómo se comunica, lo que será desarrollado minuciosamente en los siguientes
capítulos, especialmente al hablar de la dinámica de los sistemas.
Para comprender la definición vertida puede pensarse en una familia
compuesta por los padres y su hijo, que conforman un sistema
intercambiando información con otros, por ejemplo con el sistema formado
por los abuelos paternos, el sistema conformado por los integrantes del grupo
del club que frecuentan los fines de semana y muchos otros, siendo sistemas
cercanos o contiguos a esta familia todos aquellos en los cuales uno de sus
integrantes participe.
Una familia es un sistema humano, pero no únicamente lo es una
familia, sino también un grupo de trabajo dentro de una empresa, un conjunto
de alumnos en el aula de clase, un grupo de amigos que suelen compartir una
cena semanal, un grupo terapéutico.
Retomando lo vertido con relación a que el sistema humano es un
conjunto de personas que poseen una organización y una dinámica sistémica
particular, pueden pensarse ambas de la siguiente manera.
En primer lugar, puede pensarse gráficamente su organización
imaginando en una hoja de papel un gran círculo central y varios círculos
más pequeños que lo rodean. El primero representa el sistema de estudio y
los otros círculos chicos, los sistemas del contexto que lo rodean.
Ahora podría colocar dentro de cada círculo elementos distribuidos de
diferentes maneras en el conjunto mayor, los elementos estarían unos

pedados a los otros, en otro de los círculos, los elementos podrían estar
lindando con la línea circular del contorno. Alejados entre sí y, por que no, en
otro de los círculos podria dibujar elementos equidistantes tan alejados entre
sí como de la línea del contorno.
De esta manera, podrá observar su gráfica final y ver que en cada uno
de los conjuntos los elementos se ubican a diferentes distancias, se organizan
de diferente manera. Estos elementos representarían a los integrantes de cada
sistema o conjunto dibujado.
En estos gráficos puede apreciarse que en cada uno de los sistemas
humanos ejemplificados hay una organización diferente, por lo que
rápidamente se observa una de las variables de la organización, que es la
distancia. Pero también hay, además de las distancias, muchos otros
elementos, las variables de la organización, cuyo interjuego hace que se
pueda observar una determinada organización en cada familia en un momento
dado. Estas variables de la organización serán ampliamente desarrolladas en
los capítulos sobre la estructura de los sistemas.
En segundo lugar, el sistema humano, además de tener una
organización particular posee una dinámica establecida por las relaciones
entre los integrantes de cada sistema, las cuales podría usted graficar
agregando líneas bidireccionales que interconectan cada uno de los elementos
dibujados dentro de los conjuntos. Estas líneas representan las relaciones
entre los integrantes de los sistemas humanos y determinan una dinámica
particular, la cual será desarrollada en los capítulos que tratan sobre la
dinámica de los sistemas.
Volviendo al sistema humano y pensando en que posee una
organización y una dinámica particular, dada la complejidad a la hora de
observar la vasta cantidad de elementos que lo conforman, es conveniente
agrupar estos elementos, llamados aquí variables, en ejes diagnósticos.
Así, los ejes diagnósticos son una discriminación arbitraria que se
funda en la necesidad de estudiar los elementos intervinientes en la
organización y en la dinámica de un sistema. Estas subdivisiones guiarán la
observación, permitiendo realizar una apreciación más fina y completa del
sistema observado.
En función de ello, en este trabajo se dividirá el estudio del sistema en

dos ejes básicos: la estructura u organización del sistema y la dinámica
sistémica, para también agregar un tercer eje de estudio, que es el problema
manifiesto que podría presentar el sistema estudiado.
1.4. Ejes de análisis para el diagnóstico sistémico
Se define el eje diagnóstico como un conjunto de elementos o
variables que interactúan entre sí formando un subgrupo que interactúa a su
vez con otros subgrupos o ejes diagnósticos, siendo así que el conjunto total
de variables contenidas en cada uno de los ejes de observación mantienen al
sistema en funcionamiento de una manera determinada en un momento dado.
Es importante destacar que el sistema es un todo y como tal es mucho
más que la suma de sus partes, pero sus elementos y la inmensidad de sus
combinaciones requieren de una metodología para abordar tal complejidad de
estudio, y para ello es que son propuestos diferentes ejes de estudio.
En cada eje de estudio se presentan diferentes elementos a observar y
serán llamados variables. Se define a una variable diciendo que es cada uno
de los elementos presentes en todo de sistema que interactúan entre sí para
determinar una organización y una dinámica particular, haciendo único el
sistema observado.
A modo de estudio, se puede pensar el sistema humano como dividido
en tres ejes diagnósticos principales: la dinámica del sistema, la estructura u
organización y el problema, los cuales serán desarrollados en los siguientes
capítulos.
Resta en este marco teórico hablar de dos términos que serán
utilizados con frecuencia: la recursividad y la multicausalidad.
1.5. La recursividad y la multicausalidad.
Parece sencillo pensar sistémicamente y desde una epistemología
compleja y hablar de recursividad, pero esta visión implica pararse en un
lugar diferente y pensar desde este, siendo un error intentar explicar la
circularidad desde la linealidad o la suma de linealidades que responde a la
sucesión y no a la recursividad.
Para comprender los conceptos de recursividad y multicausalidad será
necesario pensar también en el término linealidad. “Una relación causal se
denomina lineal cuando una serie de proposiciones no regresan, cerrando un

círculo, a su punto de inicio, esto implica que nunca el resultado de algo va a
ejercer sus efectos sobre su propio origen” (Ceberio, 1998:39).
Si bien la recursividad no es lo contrario de linealidad sino que la
incluye puede pensarse, a la inversa de lo descripto, que es en la recursividad
que el resultado ejerce efectos sobre su origen.
Se define el término recursividad como un interjuego de relaciones
en donde cada elemento se vincula con el resto, donde cada uno es causa y
efecto de manera recursiva.
A través de un ejemplo simple, en el cual se consideran solo tres
variables: A, B y C, puede pensarse claramente qué es la recursividad. Por
ejemplo, el elemento A será el efecto de las causas B y C, pero también A
será causa de los efectos B y C, y así recursivamente. Para ello, podría
graficar al elemento A unido mediante líneas bidireccionales con los
elementos B y C, estableciendo la relación recursiva entre los tres elementos.
Finalmente, en relación con el término recursividad es interesante
pensar en este ejemplo: “… ¿dónde está la víctima y dónde el victimario?
Desde una linealidad de pensamiento se traza dicha polaridad pero desde una
perspectiva cibernética no se establece tal distinción, y en última instancia
podría decirse que ambos son víctimas del juego a que se someten” (Ceberio,
1998:60).
Otro término emparentado con la recursividad es la multicausalidad,
definida esta como un conjunto de causas posibles para un evento. En este
sentido, cada hecho posee implícitas múltiples causas y lejos está de
explicarse mediante la unicausalidad.
Deben considerarse los términos recursividad y multicausalidad, ya
que la recursividad incluye la multicausalidad, pero esta última por sí misma
no habla de recursividad. Por tanto, no son sinónimos sino conceptos
complementarios.
No obstante esta disquisición teórica, en la práctica estos conceptos
tropiezan con dificultades de la mano del observador. Por ejemplo, pueden
ofrecerse múltiples causas para un efecto pero aun continuar en la esencia del
pensamiento lineal, ya que se trazan causalidades donde el efecto es solo uno
y las causas, si bien son múltiples, lo anteceden. Aquí se superaría la

limitación de considerar la unicausalidad, pero aún no se estaría abordando el
fenómeno desde un pensamiento complejo que implica incluir la
multicausalidad en la recursividad. Gráficamente, esta idea podría
representarse por un elemento antecedido por varios elementos unidos al
primero por líneas unidireccionales.
Vale aclarar que las flechas son unidireccionales ya que muestran
anteceder al efecto sin hablar aquí de recursividad, lo que implicaría que las
flechas fueran bidireccionales indicando la recursión del elemento elegido
sobre los otros elementos considerados sus causales.
En este sentido, al abordar la multicausalidad y la recursividad no
solamente se mencionarían varias de las múltiples causas para un efecto, sino
también se pensaría en el modo en que este efecto es causa de los elementos
anteriormente considerados como causales y también se estudiaría la relación
en el abanico de todos los elementos considerados.
En conclusión, pensar de manera recursiva abre un mundo de
posibilidades para comprender y explicar un acontecimiento. Pero en
nuestros días, en el pensamiento corriente impera la unicausalidad , ya
que hay una tendencia a buscar el origen de las cosas en el pasado delineando
hipótesis basadas en la esencia del paradigma lineal; en otras palabras a
pensar que se rige por la causa y el efecto vinculados por una línea que los
une en una sola dirección. Esta forma de pensar brinda economía psíquica y
mitiga la ansiedad producto de la incertidumbre, lo cual puede ilustrarse con
el siguiente ejemplo.
Una señora llamada María va junto a su marido camino a su trabajo
como todos los días, pero hoy es un día especial ya que luego del trabajo
saldrá a cenar con su amado marido y por ello ha elegido un bonito atuendo.
María, al caminar por la calle, tuerce su pie y dice a su marido: “La causa de
esto es que hoy por la mañana elegí utilizar tacones, ¡yo no sé cómo se me
ocurre, si siempre uso mis zapatos bajos!”. O quizás dirá: “¡Me torcí el pie!
Como siempre en esta ciudad, alguien dejó la vereda sucia y por eso
cualquiera se resbala”.
También podría decir: “¡Vos tenés la culpa, ¿no ves que siempre
caminas apurado?! Hoy que es un día especial, justo me voy a torcer el pie
por tu culpa!”. Quizás también dirá: “¡Qué mala suerte que tengo! Me torcí el
pie justo el día en que planeamos salir a la noche. No puedo tener peor suerte,

también el otro día, por mala suerte, llegué tarde al trabajo; en fin, la mala
suerte me persigue”.
Todas estas respuestas causales a lo sucedido –en lenguaje corriente, a
quién le atribuimos la culpa– son igualmente validas y tienen algo en común:
su finalidad.
La finalidad de colocar una causa, y solo una, a los eventos
cotidianos es que de esta manera rápidamente se encuentra una explicación a
lo que sucede y la cognición se ocupará de otras tareas. En otras palabras, la
finalidad es muy sencilla y no es otra cosa que calmar el malestar que
produce el no saber, la incertidumbre. Los seres humanos necesitan otorgar
un sentido a lo que le sucede, pero muchas veces estos interrogantes son
callados por el sello de la linealidad y la unicausalidad.
El encontrar una causa es menos trabajoso que encontrar varias y,
menos aún aceptar que siempre habrá otras múltiples causas que se
desconocen. Claro es el ejemplo que aun cuando no se encuentra a un otro
para atribuir sobre él la causa se pasa a algo más general como decir “alguien
fue el culpable” o, finalmente, al no encontrar una causa concreta hasta se
otorga la respuesta de la mala suerte, explicación que no explica desde un
punto de vista lógico racional pero, paradójicamente, sí lo hace para calmar la
incertidumbre ante la falta de respuestas.
Pero puede pensarse qué diferente sería si esta señora, luego de torcer
su pie, durante todo el camino continúa buscando múltiples causas a su
tropezón y no logra prestar atención al hermoso paisaje o al acogedor sol; o si
también, por continuar pensando en la causa del incidente con su pie aun
llegando a su trabajo, no logra concentrarse en la tarea del día porque deberá
continuar encontrando causas a su tropezón y estaría ansiosa sabiendo que
aún hay causas que no logra descubrir y el no saber le produce malestar.
Las ideas en las cuales un elemento no se une a otro en relación
causal, por ejemplo el tropezón que no encuentra una explicación, son ideas
que quedan abiertas así como queda abierto un trabajo sin terminar.
Es verdad que este mismo hecho para algunos no sucintaría ni el
menor de los inconvenientes porque estaría buscando causas a algún otro
tema personal pero lo cierto es que todas y cada una de las personas poseen
ideas sin cerrar, las cuales se presentan pidiendo explicaciones, causas, ideas
abiertas que se necesitan cerrar, ligado esto a la necesidad de explicar las

cosas y así realizar atribuciones de causalidad.
Si bien en el pensar diario, las más de las veces, sería poco útil
deliberar de manera multicausal y recursiva, es cierto que sería un error
pensar de esta forma a la hora de observar un fenómeno en el ámbito
profesional, más aún con la finalidad de realizar un diagnóstico del mismo,
ya que todo se limitaría a lo sumo a encontrar una causa a cada elemento
observado y así se obturaría el análisis y también la percepción del fenómeno.
Pensar desde la complejidad es pensar de forma recursiva y
multicausal, y ello requiere no solo de la suma de conocimientos que formen
parte de la epistemología personal que guiará la forma de procesar la
información que se percibe, sino también de la práctica de poner en juego
esta manera de pensar y conocer la realidad.
Lo cierto también es que pensar de manera recursiva los elementos
observados en un fenómeno, por ejemplo un sistema humano, requiere pensar
de forma compleja, lo que demanda tiempo, esfuerzo y la puesta en juego de
ciertas habilidades cognitivas.
Pero en este punto se hace necesario llamar la atención del lector, ya
que conocer el concepto de recursividad no significa que pueda pensarse
desde la recursión. Pensar recursivamente implica considerar el interjuego
entre todos los elementos observados en un fenómeno.
También es indiscutible que muchas veces, quien pretende explicar
algo desde la complejidad cae en las trampas de la linealidad, y prueba de
ello es que incurrirá en sinónimos y en conclusiones lineales, donde cada
elemento es tan solo causal de otro sin parecer relacionarse con la totalidad
de los elementos que componen un mismo fenómeno.
Esto sucede por obturar el conocer limitando el pensamiento recursivo
que invitaría a la incertidumbre a ser su aliada esencial, y esto se debe a que
la explicación lineal calma la ansiedad que emerge por la incertidumbre en el
observador, en el diagnosticador de un sistema humano.
Otra dificultad que plantea el pensamiento recursivo, o también
llamado circular, es la falsa recursividad sistémica cuando se estudian solo
dos elementos de un todo y se explica que cada uno es efecto y causa del
otro, claro parece salirse esto de la linealidad que atribuiría a cada elemento

una sola característica, linealidad que explicaría que uno es causa y el otro es
efecto, pero aun así es paradójico, ya que se desconocen las relaciones que
estos dos elementos tienen con todos aquellos que conforman el sistema.
Y así, aun en nombre de la epistemología de la complejidad, se dice o
escribe que tal cosa es sinónimo de tal otra, que un elemento recruza sobre
otro a modo de calesita, desconociendo que esto es solo un pequeño giro
respecto del pensamiento causalista, sin llegar por ello a ser un pensamiento
recursivo que estudia la complejidad.
Un ejemplo es decir que si la distancia entre dos personas es lejana y
hay desacuerdos; pues entonces desacuerdan porque están distanciados y
están distanciados porque desacuerdan. Aquí se aprecia, más que una
circularidad, una explicación que intenta ser compleja pero aún es lineal y
también unicausal.
También aquí sería extenso continuar y definir apropiadamente los
términos delineados brevemente, por lo que a continuación se verterán
algunas reflexiones sobre el diagnóstico, entendiendo que es tan solo un
punto de vista que invita a pensar sobre el cómo y el para qué del diagnóstico
en el ámbito de la psicología y la psiquiatría en todas sus áreas de aplicación
a la hora de estudiar un sistema humano.
1.6. Hacia una definición del diagnóstico
Al pensar en el diagnóstico, surge la necesidad de definirlo
claramente señalando también su finalidad, para luego poder hablar
claramente del término invocado y analizar todos los aspectos necesarios para
arribar al diagnóstico de un sistema humano.
El diagnóstico de un sistema es un proceso cuya finalidad es efectuar
una hipótesis acerca de la organización y estructura del mismo en la cual
convergen las variables en sus innumerables configuraciones, mostrando
claramente a las personas y sus interacciones como también a su interacción
con el contexto en un momento dado.
El diagnóstico no es solo la observación del sistema, sino también la
elaboración del material observado, lo que lleva a establecer configuraciones
sistémicas, las cuales son posibles composiciones y recursiones de las
variables observadas.

En conclusión, el diagnóstico sistémico se define como un proceso
en el cual hay diferentes etapas, que van desde la observación del sistema, la
elaboración de lo observado mediante el análisis, donde surge la hipótesis
diagnóstica al establecer recursiones entre las variables, para culminar con la
elaboración de los informes que reflejan este proceso, el informe técnico
diagnóstico y el informe de devolución.
Otro aspecto importante en el marco de la definición del diagnóstico
es que desde la epistemología de la complejidad, para llevar adelante un
diagnóstico sistémico, toda formulación es una hipótesis en el sentido de que
construimos la realidad, pero no por ello, como profesionales y basados en
una teoría que los nutre, se puede dejar de lado la posibilidad de realizar una
hipótesis y fundamentarla a través de lo observado y la teoría de manera
articulada.
En este sentido, el objetivo diagnostico no se alcanza con un mero
resumen de los elementos observados, sino que se requiere de encontrar
relaciones y recursiones par llegar a una construcción diagnostica que dé
cuenta del sistema analizado. Por ello, el objetivo será desarrollar una
hipótesis del sistema integrando su dinámica, su estructura y el problema.
En otras palabras, no debe darse nada por sentado, por sabido, por
inferido o interpretado; el diagnóstico se basa en la observación de
indicadores, aquí llamadas variables sistémicas, y en las recursiones de las
mismas.
En esta línea de ideas, si bien puede pensarse que al observar la
realidad se realiza una construcción subjetiva de la misma, no puede ser este
argumento válido para sostener una hipótesis sin fundamento alguno. Y el
fundamento surge precisamente de datos observables del fenómeno de
estudio, sin olvidar que lo objetivo surge de la suma de subjetividades, lo cual
se sostiene en que “… solo existen parámetros y códigos compartidos, de los
cuales es factible que emerjan construcciones similares, pero no iguales”
(Ceberio, 1998:76).
Por último, la finalidad de un diagnóstico es conocer el sistema
observado; para luego verter en un informe aquellas observaciones que se
ajusten a la finalidad y objetivo del estudio solicitado.

Así, el propósito de realizar un diagnóstico puede ir desde
diagnosticar para concluir en un informe dirigido a quien lo solicita en el
ámbito forense o laboral, o también diagnosticar para contar con una sólida
herramienta que es el punto de partida para el diseño de una estrategia
psicoterapéutica o, asimismo, para dar una devolución de lo visto en una
familia en psicoterapia.
En esta dirección, el diagnóstico de un sistema tiene un objetivo
diferente según el ámbito en el cual sea desarrollado, y esta diferencia no se
encuentra en la observación y análisis sino en la parte final del proceso, en la
cual se confecciona el informe diagnóstico. Este informe tendrá
características particulares según el ámbito de aplicación, siendo estos, en la
psicología, el ámbito forense, el laboral y el clínico.
En otras palabras, el diagnóstico es siempre un proceso en el que se
observa la totalidad del fenómeno, por ejemplo de un sistema humano, y
luego se seleccionan aquellas partes del análisis que sean apropiadas a
informar según lo solicitado.
Se observa la totalidad y se informa lo necesario, lo cual es muy
diferente de solo abocarse a observar lo necesario, camino este parcial y que
no se encuadra en la recursividad y complejidad sistémica que brindaría un
análisis ajustado al sistema observado.
En este sentido, el hecho de observar solo aquello necesario para
responder a un pedido es tomar solamente una parte olvidando la totalidad, y
esta parte seleccionada no estará bien observada si no se piensa en función de
las recursiones en las cuales participan los elementos recortados en la
observación del sistema.
Es oportuno mencionar que este trabajo estará enfocado al estudio de
un sistema y el diagnóstico del mismo, tomando variables sistémicas a
considerar sin por ello olvidar que también será necesario incluir en todo
diagnóstico aspectos individuales de cada una de las personas que componen
el sistema de estudio, lo que corresponde al diagnóstico de las características
individuales de su biología y su psiquis.
No obstante la importancia del diagnóstico individual, no será
desarrollado en este trabajo, aun siendo un cuarto eje de estudio necesario, ya

que como todo trabajo y debido a la complejidad del mismo, amerita colocar
el acento en una faceta y será aquí la del diagnóstico de las variables de un
sistema.
En los siguientes capítulos, serán desplegados loe elementos a
observar en un sistema, agrupados en tres ejes de estudio para luego pasar a
considerar estos mismos ejes en función de realizar el análisis de cada uno de
ellos, para concluir con el análisis global, la confección de los informes y
otras consideraciones útiles para el diagnosticador.
Es hora de sumergirse en el fascinante mundo de los sistemas
humanos.

Capitulo 2
PRIMER EJE DIAGNÓSTICO
LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA
CONCEPTUALIZACIONES
2.1. Estructura del sistema. Conceptualizaciones
“La estructura familiar es el conjunto invisible de demandas
funcionales que organizan los modos en que interactúan los miembros de una
familia.” (Minuchin, 1999:86). El autor define con claridad que a través de la
interacción y las demandas de los integrantes surge la estructura de un
sistema.
No obstante ello, es de destacar que sistémicamente, y desde el
pensamiento complejo, debe entenderse el concepto de manera recursiva. Por
lo tanto, la estructura de un sistema es una organización que surge de un tipo
de interacción tanto como la interacción configura una organización
determinada. Por consiguiente, la estructura del sistema es la organización del
mismo y por ello puede presentarse la siguiente definición.
La estructura del sistema es la organización de sus integrantes y
es delineada por diferentes variables estructurales que interactúan entre sí de
una forma relativamente estable en un momento dado. De aquí surge la
utilización de las palabras estructura y organización como sinónimos.
Una variable es definida como “… una propiedad que puede variar
(adquirir diversos valores) y cuya variación es susceptible de medirse.”
(Sampieri, 1991:71). En este punto, es conveniente introducir el término
variables estructurales, que en este trabajo son definidas como las
propiedades o elementos que organizan a los integrantes del sistema en
función de diferenciarse del macrosistema en el que están incluidos.
Estos elementos hacen posible que los integrantes de un sistema, por
ejemplo una familia, se agrupen en subsistemas, posean reglas que
determinan su funcionamiento, determinen las funciones de sus roles, tengan
un determinado grado de autonomía, entre otras variables que serán
desarrolladas en este eje temático.

En este sentido, las variables estructurales son propiedades del
sistema que controlan y recursivamente son determinadas por el mismo.
También es cierto que las variables “… adquieren valor… cuando
pueden ser relacionadas con otras (formar parte de una hipótesis o una
teoría)” (Sampieri, 1991:71), y por ello es que, luego de comprender los
conceptos básicos en relación con las variables de la estructura, será
necesario más adelante pensar en las interrelaciones entre las variables de
este eje de estudio como también analizar el interjuego que se presenta al
considerar también las variables del eje dinámico y del problema, para arribar
de esta manera a un diagnóstico sistémico que contempla el sistema como
una totalidad.
Los ejes de estudio: la estructura, la dinámica y el problema son
simplemente un recurso que permite observar y analizar las variables de
forma ordenada para no perderse en un inicio en la complejidad al abordar la
totalidad de un sistema humano.
A partir de lo expuesto, se concluye que la estructura del sistema
brinda una organización determinada en la cual hay variables que adoptan un
rango de ajuste relativamente estable, y por ello estas características del
sistema son las responsables, junto a otros elementos sistémicos, de la
homeostasis sistémica.
El rango de ajuste de una variable sistémica es un término acuñado en
este trabajo, que define el nivel de valores que adopta la variable delineando
una zona limitada en la que se desarrolla. Esta zona, el rango de ajuste, posee
cierta amplitud, lo que equivale a decir que la variable adopta diferentes
matices o valores, que son tolerados por el sistema y regulados por este.
En esta dirección, la variable actúa con cierta flexibilidad aunque
limitando sus movimientos al rango de la zona de ajuste.
Cabe aquí definir el término homeostasis, el cual, según el
Diccionario de la Real Academia Española (2001), significa
autorregulación de la constancia de las propiedades de otros sistemas
influidos por agentes exteriores. También es interesante considerar que el
término homeostasis proviene del griego y significa posición o estabilidad
similar.

El vocablo homeostasis adquiere, por otra parte, diferentes
significados. Entre ellos, Lamerton (1969) lo define como la tendencia de un
organismo a permanecer en un estado de mínima energía libre. También es
interesante cuando ilustra la homeostasis con la palabra armonía, diciendo
que la homeostasis puede definirse como el mantenimiento de la armonía y
cooperación entre los elementos del sistema.
Se pone de manifiesto así que la homeostasis de un sistema humano
remite a un equilibrio dinámico que funciona al igual que un engranaje donde
las piezas adquieren cierto moviendo pero respetando ciertos límites y
parámetros.
La homeostasis en la teoría sistémica ha recibido críticas por parte de
quienes, siguiendo la etimología de la palabra en tanto proviene del griego y
significa homeo: semejante y stasis: estabilidad, consideraron una suerte de
estado estático en un sistema y ante ello prefieren utilizar el término
homodinamia.
Pero es interesante considerar que la homeostasis claramente define
un estado de equilibrio y este no es sinónimo de quietud, de algo estanco,
sino de un estado de movimiento en donde hay ciertos límites para todos lo
que se encuentre interviniendo en este interjuego, por lo que en este trabajo
sera utilizada la plabra homeostasis con la complejidad que implica.
A la luz de lo expresado, se define la homeostasis de un sistema
humano como un estado de equilibrio dinámico logrado por diferentes
conductas que responden y recursivamente determinan el rango de valores de
las variables, llamado rango de ajuste. Esta autorregulación es la que
mantiene equilibrado el sistema.
En esta dirección, podría plantearse la siguiente pregunta: ¿qué realiza
una familia para lograr ese rango de ajuste que favorece la homeostasis? Una
de las respuestas es que sus conductas, pensamientos y emociones
propiciarán que cada variable del sistema adopte medidas establecidas dentro
de un rango de valores, siendo esos valores máximos y mínimos.
Así, por ejemplo, en relación con la variable denominada frontera,
que será desarrollara ampliamente en este capítulo, se plantea este
interrogante: ¿qué información permiten que ingrese al sistema y cuál no?,

¿cómo regulan el intercambio de información con el medio externo?, ¿cuál es
el máximo y el mínimo de información que ingresa y egresa del sistema,
siendo estas medidas las que determinan el rango de ajuste de la variable?
Una posible respuesta es que la familia reflexionará y pensará
solamente en algunos temas en relación con la totalidad de la información
brindada por el contexto, también predominarán ciertas emociones que
limitan o facilitan el ingreso de información y llevarán adelante conductas
que propician o inhiben el ingreso y el egreso de información de la familia
hacia el exterior y del medio hacia el sistema.
En resumen, la estructura de un sistema está determinada por
variables y cada una de ellas posee un rango de ajuste equivalente a medidas
límite, mínimas y máximas, en las que se mueven para mantener la
homeostasis del sistema.
En lo que hace al diagnóstico de las variables estructurales se darán
ejemplos que esclarecerán y permitirán comprender claramente cada variable,
pero antes es conveniente retomar el concepto de estructura del sistema, el
cual será recreado a continuación con la organización de una fiesta.
Se realizará una fiesta de aniversario en la casa de Pedro y Mónica,
quienes celebrarán los cinco años de su hija Paulita. Pedro, el papá de Paulita,
es director de su propia empresa; es alto, de pelo blanco, siempre luce sus
finos trajes, es muy prolijo y detallista. Mónica dicta clases de idiomas por la
mañana; es rubia, de aspecto cálido, voz suave, y su hija Paulita es una
hermosa niña rubia con piel blanca y grandes ojos negros, siempre está riendo
y en constante actividad.
La familia vive en una casa con varias habitaciones, en la cual
celebrarán el cumpleaños de su hija invitando a sus compañeros de colegio y
también a sus padres, con quienes han entablado una amistad que se inició en
las diferentes reuniones de padres en el colegio y también al compartir los
fines de semana en el club.
Pedro organiza la fiesta y le dice a Mónica que los niños estarán en la
habitación junto a la sala principal, donde colocarán pequeñas sillas junto a
una mesa de baja altura sobre la cual dispondrán la comida y bebida; también
organizarán, en la misma sala, un sector con diferentes juegos para los niños.

Los adultos se situarán en la sala principal, donde ubicarán sillas en torno a la
gran mesa circular.
Mónica propone dejar abierta la puerta que comunica ambas
habitaciones para oír a los niños y Pedro dice que sería conveniente cerrar
dos de las tres ventanas que comunican la sala principal con el exterior de la
casa, para no dejar pasar el ruido de la música y de las conversaciones de la
fasta y para no recibir tantos sonidos de los vehículos que transitan por la
calle, como también para tener más privacidad respecto de sus vecinos.
También, como Pedro está en todos los detalles, pensó que la puerta
de entrada solo será abierta por él para permitir el ingreso de los selectos
invitados, evitando así que ingrese alguien no deseado al hogar. Así
seleccionarán no solamente la cantidad de personas, sino también la calidad
de las mismas; en otras palabras, solo ingresarán a la fiesta las personas que
fueron invitadas, como por ejemplo: los familiares, los amigos de la hija y sus
padres, no siendo bien venidos los vecinos, la barra de jóvenes de la esquina,
el borracho del barrio, los desconocidos.
Por otra parte, en esta fiesta, tanto Pedro como Mónica esperan ciertos
comportamientos, por ejemplo: que los niños no griten, que los adultos
conversen amablemente sentados a la mesa, entre otros. Claro está que para
ellos no es deseada toda conducta inesperada, como que alguien en la fiesta
se emborrache y comience a gritar o a tirar la comida por el aire.
En esta ilustración, la organización de la fiesta es la organización de
la estructura de un sistema humano, donde cada elemento de la metáfora
representa una variable de la estructura sistémica. Siendo la pared externa y
sus puertas la frontera del sistema, los niños y los adultos ubicados en dos
habitaciones contiguas separadas por una pared con una ventana alude a los
subsistemas y sus límites.
También las distancias en las que fueron ubicadas las sillas para los
participantes representan las distancias de la estructura sistémica. Pedro, al
organizar la fiesta, muestra la mayor jerarquía en el sistema, seguido por su
esposa Mónica, quien también ha puesto ciertas reglas para la fiesta. Las
tareas que realizan para la organización de la fiesta podrían pensarse como
los roles y funciones sistémicos.

Habiendo definido la estructura de un sistema, a continuación se
realizará un análisis de las variables de la estructura del sistema humano
tomando las más relevantes, sin por ello pretender ser una lista acabada a
considerar para diagnosticar la organización de un sistema. Para esta tarea
serán tomados algunos de los desarrollos teóricos de Minuchin (1974), por
ser uno de los estudiosos que más se han abocado a profundizar en todo lo
referente a la organización de un sistema humano.
2.2. Variables de la estructura del sistema
Las variables, como fue descripto anteriormente, son aquellos
elementos que aparecen en toda estructura sistémica en sus diferentes matices
para determinar una organización particular en un momento dado.
Se realizará un minucioso recorrido por las variables presentes en
toda estructura de un sistema humano, comenzando por la frontera para
continuar analizando los límites de los subsistemas, las distancias, los roles y
funciones, las jerarquías y el contexto.
2.3. La frontera
Es una línea imaginaria que separa a los integrantes del sistema del
contexto y se establece por la información que ingresa y egresa del sistema,
tanto en su aspecto cuantitativo como cualitativo.
Si bien más adelante se profundizará en la definición del contexto,
puede brevemente decirse que es todo aquello que rodea el sistema de
estudio.
Si se representara mediante un diseño grafico la frontera seria la línea
del contorno de un conjunto que contiene elementos, siendo estos últimos los
integrantes del sistema, las personas que lo componen.
También se puede pensar en la metáfora de la fiesta antes descripta,
donde la pared exterior de la casa y sus puertas representan la frontera del
sistema. Resta entonces definir cómo se delinea esta frontera y cuál es su
función, para luego pensar en sus posibles formas de presentación.
La frontera es determinada por la cantidad y calidad de información
que ingresa y egresa del sistema humano. En este sentido, la frontera, por una
parte, establece una barrera que impide que la información ingrese o egrese
del sistema y, por otra parte, presenta aperturas que permiten el paso de

información, siendo estas aperturas de gran especificidad para el control de la
información, tanto en cantidad como en calidad.
De esta manera, retomando el gráfico anterior, puede pensarse que el
contorno del círculo que representa la frontera es una línea no continua que
posee aperturas que interconectan el interior y el exterior de este conjunto de
elementos.
En la definición vertida anteriormente fue señalado que la frontera
permite el ingreso y egreso de información, la cual es seleccionada de manera
cuantitativa y cualitativa. Son entonces las aperturas que forman la frontera
las que tendrán características particulares para realizar esta selección.
En primer lugar, la selección cualitativa, la cual alude a qué tipo de
información ingresa y egresa del sistema, es lograda mediante un filtro que,
pensando gráficamente, podría ser representado mediante la forma y tamaño
de las apreturas de la línea circular del conjunto. Suponiendo que en este
gráfico imaginario las aperturas presentan forma triangular, un elemento
externo de forma cuadrada no podría ingresar por la apertura triangular. Por
el contrario, un elemento triangular ingresara a través de la apertura que
posee su misma forma geométrica.
En síntesis, queda representado de qué manera la información externa,
los elementos: cuadrado y triangular, podrán ingresar o no a través de la
apertura que posee la línea circular del conjunto según la forma que posean
estas aperturas. Esta idea gráfica permite pensar en la selectividad que posee
la frontera de un sistema para regular el ingreso y egreso de la información,
siendo esta especificidad el aspecto cualitativo de la frontera.
En segundo lugar, el aspecto cuantitativo de la selección de la
información podría imaginarse en el gráfico propuesto pensando en que las
aperturas del contorno circular poseen un tamaño y en función de este
ingresarán o egresarán elementos que solo puedan pasar por el según su
dimensión. Así, el tamaño de las aperturas de la línea circular del conjunto
simboliza el aspecto cuantitativo de la selección de información que ingresa y
egresa de un sistema, el aspecto cuantitativo de la frontera de un sistema
humano.
También, la frontera, en cuanto a su selectividad, puede ilustrarse

utilizando la metáfora de la fiesta donde las paredes de la casa poseen
determinada cantidad de puertas que permiten seleccionar el ingreso o egreso
de ciertas personas y no de otras, como también la cantidad de las mismas.
Resulta posible formular que la frontera es un sofisticado filtro de
información sistémica, tanto en cantidad como en calidad de información, y
esta es su función principal: la selección y modulación de la información.
Conforme a lo descripto, la frontera posee características particulares
según los matices que adopta par establecerse, según sus características
cuantitativas y cualitativas para filtrar la información de ingreso y egreso al
sistema, constituyéndose así diferentes modos de presentación o tipos de
fronteras, que van desde una frontera rígida pasando por una flexible, hasta
una frontera difusa. Estas formas de presentación se ubican en un continuo
donde, en uno de sus extremos se encuentra la rigidez, en el otro la difusión y
entre ellos a la flexibilidad en sus diferentes grados.
A continuación se describen las tres formas principales de
presentación de esta variable.
2.3.1. La frontera rígida.
Es un límite que restringe el ingreso y egreso de información en gran
medida. Gráficamente se apreciaría una línea casi continua con pocas
aperturas en el contorno circular.
Si se piensa en la metáfora de la casa, las puertas que comunican con
el exterior son pocas, pequeñas, de formas similares y se abren solo para el
ingreso y egreso de muy selectas personas.
Resulta posible formular que la rigidez es mayor cuando hay menor
intercambio de información desde el aspecto cuantitativo y cualitativo. En el
aspecto cuantitativo, la frontera rígida permite el ingreso y egreso de poca
cantidad de información.
En una familia se apreciaría la rigidez en su frontera cuando brindan
poca información sobre sí mismos a otros, como también cuando poco tienen
en cuenta las ideas de otras personas ajenas a su sistema. Son familias
comúnmente llamadas cerradas, donde no hablan mucho de qué pasa en la
familia y si en ocasiones escuchan a otro, por ejemplo al terapeuta familiar o

a un amigo, lo hacen por respeto o consideración pero no toman en cuenta sus
ideas.
Un ejemplo de ello es cuando en una sesión el terapeuta, frente a las
preguntas que realiza, recibe como respuesta verbal un “no sé” o “todo bien
en la semana”, y pregunta para conocer el significado de esa respuesta: “¿Qué
quiere decir con ‘no sé’?” o “¿Qué significa ‘no sé’ para usted?”.
Si la respuesta alude al desconocimiento no es un indicador de una
conducta que determina una frontera cerrada. Pero, por el contrario, cuando el
“no sé” es una respuesta evasiva que aun ante el pedido de explicación
comunica el no querer dar información, repitiéndose como una nota musical
discordante en la melodía, sin duda remite a una respuesta que obtura la
pregunta, que comunica no querer recibir ni dar información, que comunica
no querer comunicar, cerrando la frontera del sistema hasta el límite de
quedar casi aislados del contexto.
En este ejemplo, el terapeuta recibe respuestas evasivas,
generalizadas, en las que la familia responde para no informar sobre el tema
que es preguntado. Se percibe como si las preguntas del terapeuta chocaran
contra una pared con sus puertas cerradas, la información ingresa y egresa
escasamente de ese sistema.
Es interesante también observar la frontera a partir de la
comunicación en su modalidad no verbal, ya que diferentes gestos, posturas,
silencios, comunicarán el desinterés hacia el intercambio de información.
Algunos de los ejemplos que de ello dan cuenta son las miradas poco
sostenidas hacia el terapeuta, las posturas corporales rígidas, la sonrisa social
y poco genuina, entre otras.
La frontera rígida puede también pensarse a través de las preguntas y
respuestas sociales que se dan todos los días, por ejemplo, al ingresar al
elevador del edificio y encontrarse con un matrimonio vecino, usted les
pregunta: “¿cómo están ustedes hoy?”, y la respuesta del matrimonio es:
“bien, gracias”. Aquí la respuesta suele ser de tinte cortés y social pero
sistémicamente enmascara el querer comunicar que no se quiere comunicar;
este sistema, la pareja, muestra una frontera cerrada al no desear brindar
información a la persona que la solicita.

Lo cierto es que un sistema humano, por ejemplo los vecinos del
elevador, pueden ser una familia en la que predomina una frontera de tipo
flexible, que luego será desarrollada ampliamente, peros eta frontera se cierra
a diferentes personas o en específicas circunstancias. Lo que equivale a
pensar que las puertas de la casa son varias pero se cierran para que no salgan
los propietarios cuando por la calle pasa determinada persona.
En esta dirección, se plantea un concepto fundamental que luego será
ampliado en los siguientes capítulos: si bien una variable adopta una
característica, por ejemplo una frontera puede ser predominantemente rígida,
también es cierto que puede variar ante determinadas circunstancias.
Por otra parte, en el aspecto cualitativo la frontera rígida es
constituida cuando se restringe el paso de información teniendo en cuenta su
calidad, lo que significa que solo ingresa cierto tipo de información que es
compatible y aceptable para este sistema en función de mantener su
homeostasis. En la metáfora de la fiesta, sería la puerta de la casa que se abre
solo a determinadas personas.
En la sesión psicoterapéutica familiar, esta variable, la frontera en su
aspecto cualitativo, es observable ya que se vería la selectividad cuando solo
toman ciertas ideas, rechazando todo punto de vista que se aleje de lo que
ellos piensan. También se observaría que pueden hablar solamente de ciertos
temas familiares, temas limitados, reiterativos, temáticas que rondan siempre
dentro de lo mismo aunque cambien sutilmente en su forma de presentación.
Son familias que solo toman en cuenta la palabra del terapeuta cuando refiere
a ciertos temas para ellos de interés, momento en el cual abren sus puestas
para tomar esta información y responder a ella.
A partir de lo descripto, resulta claro formular que la función de la
frontera rígida es preservar la homeostasis del sistema, privilegiando la
organización y la forma de funcionar que poseen, ya que lo nuevo produciría
un nivel de entropía que no están listos para sortear.
La entropía es un estado de desequilibrio respecto del orden
preexistente, por ello se menciona la palabra crisis para aludir al desorden y
desestructuración del orden previo.
Otro aspecto relevante es que muchas veces la frontera rígida se erige
para guardar el secreto familiar, el cual se define como aquello que todos

saben pero no se habla de ello y tampoco se permite que otros accedan o
refieran a esta información. Esto sucede ya que es peligroso para el sistema
recibir nueva información que pondría en peligro la estructura reinante. Es
interesante ver cómo las altas paredes que se erigen, paradójicamente, lejos
de protegerlos los aíslan de la posibilidad de un cambio.
En resumen, la frontera rígida es una variable observable a través del
escaso y selecto intercambio de información entre el sistema, la familia y el
medio externo.
No obstante, también es cierto que la frontera rígida puede presentarse
mostrando lo que no es, y en este sentido puede introducirse el término
frontera enmascarada, para describir a una frontera que se presenta como
flexible pero en realidad es rígida, lo que equivale a decir que parece haber
un flujo de información adecuada, que ingresa y egresa del sistema, pero en
realidad esta información es muy limitada en cantidad y calidad.
La frontera enmascarada es observable cuando, por ejemplo, una
familia, ante una idea del terapeuta, dicen estar de acuerdo pero a la siguiente
sesión se olvidan de lo hablado, no tuvieron en cuenta aquella información.
Son familias que parecen hablar de variados temas sobre la organización y
comunicación de la familia pero en realidad la información es muy poca, es
siempre la misma solo que cambia de color, de forma, pudiendo engañar aun
al más experto observador.
Pasando a otro tipo de frontera, y en el otro extremo de un continuo,
se encuentra la frontera difusa.
2.3.2. La frontera difusa.
Se define como un límite que apenas separa a los integrantes del
sistema del contexto y que permite casi indiscriminadamente el ingreso y
egreso de información del sistema.
Podría imaginarse gráficamente la línea del conjunto que contiene
elementos, los integrantes del sistema, dibujada con un trazo entrecortado
debido a la multiplicidad de aperturas que la línea continua posee. Más bien
podríamos imaginar una línea circular punteada y, por tanto, con tantos trazos
como aperturas.

En la metáfora de la fiesta, la casa posee una pared externa con
demasiadas puertas, las cuales están siempre abiertas, casi sin discriminar qué
cantidad y qué tipo de personas ingresan y egresan de la casa, por lo que
todas las personas son bienvenidas a la fiesta sin discriminación o selección
alguna.
Es posible argumentar que la imprecisión o grado de difusión de la
frontera es mayor cuanto más cantidad de información circula desde el
aspecto cuantitativo y cuanto mayor es la variedad de esta información desde
el aspecto cualitativo. En este sentido, todo tipo de información circula y en
cualquier cantidad.
En una familia, esta variable se observa cuando brindan todo tipo de
información sobre sí mismos, como también cuando tienen en cuenta cada
una de las ideas de otras personas ajenas a su sistema.
Por ejemplo, en una sesión psicoterapéutica la familia se muestra muy
cómoda al contar hasta el mínimo detalle y también refieren de manera
constante a las ideas dadas por el terapeuta en anteriores sesiones y traen a la
escena la más variada cantidad de ideas tomadas de otros: narran las
opiniones aportadas por amigos, familiares, médicos. En otras palabras, se ve
claramente que no poseen casi filtro alguno para tomar la información
externa y dar información de sí mismos.
Es característico de estos sistemas el hecho de que toman cada palabra
dicha por el terapeuta sin cuestionamiento alguno, como absoluta verdad,
construyendo su realidad a partir de la información dada por el profesional.
En estas familias la información circula casi indiscriminadamente, se
pierde el límite entre lo propio y lo ajeno, construyendo la propia realidad
casi sin agregar matices propios en su codificación, sin trazar distinciones
muy diferentes de las efectuadas por quien les brinda la información. En tal
sentido, es interesante pensar cómo parece calcar la realidad de otro para
tomarla como si hubieran hecho de manera espontánea el dibujo de su propia
realidad.
Por último, si se piensa en un continuo donde en uno de sus extremos
se ubica la frontera rígida y en el otro la frontera difusa se genera un espacio
intermedio, un área de matices, que corresponde a la flexibilidad. Por

consiguiente, el tercer tipo de frontera es la flexible.
2.3.3. La frontera flexible.
Es aquella donde el límite externo del sistema permite un ingreso y
egreso moderado de información en el aspecto cuantitativo, como también
acepta un rango de diferencias variables en cuanto al aspecto cualitativo.
La frontera flexible puede pensarse gráficamente como un contorno
circular bien definido y con aperturas suficientes para separar y comunicarse
con el exterior.
En la metáfora de la fiesta, la casa tendría una pared externa con
suficientes puertas, las cuales se mantienen abiertas en la medida suficiente
para permitir el ingreso y egreso de ciertas personas.
En la sesión de psicoterapia familiar es observable esta variable, ya
que la familia brinda información en la medida suficiente acerca de
cuestiones relacionadas con su funcionamiento, organización y problemática
y también saben tomar en cuenta cierta información proveniente de otros,
bien sea del terapeuta en una sesión o de personas cercanas a su sistema en su
vida diaria.
La función de la frontera flexible es seleccionar la información sin
permitir que la misma exceda ciertos niveles, caracterizándose por un rango
amplio que permite, según el momento, tornarse algo más rígida o más difusa
sin llegar a estos extremos. En esta dirección, se realiza una selección, tanto
desde el aspecto cuantitativo como desde el cualitativo, permitiendo el
ingreso y egreso de cierta cantidad y calidad de información.
Por ejemplo, la familia selecciona qué información compartirá y cuál
tomará de las personas externas a su sistema modulando así el flujo de la
información. Son familias que determinan qué dicen y cuánto dicen, como
también qué toman de otros y en qué medida.
Por tanto, la frontera flexible propicia cierto equilibrio en el
funcionamiento y orden familiar que hace posible su continuidad, como
también da lugar a sutiles movimientos y cambios cualitativos que permiten
la reorganización en cuanto a modificar pequeños matices de cada una de las
variables de su sistema.

Pasando ahora al análisis interno del sistema en cuanto a su
organización, se reflexionará acerca de cómo se establecen sus integrantes en
subsistemas dentro del conjunto mayor que es el sistema humano.
2.4. Límites de los subsistemas
Los subsistemas son conjuntos de elementos que se agrupan y separan
del resto dentro del mismo sistema. Si bien todos los integrantes de un
sistema se relacionan entre sí e interactúan de forma recursiva para conformar
la totalidad del sistema, se subdividen dentro del mismo según los aspectos
que comparten o no con los restos de los integrantes. Estos subsistemas
compuestos por dos o más integrantes están separados del resto por lo limites
del subsistema.
“Los limites de un subsistema están constituidos por las reglas que
definen quiénes participan y de qué manera” (Minuchin, 1999:88). Si bien
estos límites se constituyen por las reglas que determinan quiénes participan,
también es cierto que se establecen por la información que es compartida por
los integrantes del sistema. Al igual que fuera formulado al definir la frontera
puede pensarse que estos subconjuntos dentro del sistema se separan por una
línea imaginaria en función de la información que es compartida dentro del
sistema.
En esta línea de ideas, Minuchin (1999), al referirse a la claridad de
los límites, hace mención a que la falta de claridad o delimitación de los
límites subsistémicos está relacionada directamente con un incremento en la
comunicación de todos los integrantes y esta reflexión lleva a pensar y
postular la siguiente definición.
Se define el límite subsistémico como una línea imaginaria que
separa a dos o más integrantes del sistema del resto. Los límites están
determinados por las reglas respecto de qué información se comparte y cuál
no entre dos o más integrantes el sistema con el resto.
Imaginado un gráfico, y considerando en este elementos dentro de un
contorno circular que representan la frontera y sus integrantes puede ahora
agregarse, para representar los límites subsistémicos, una línea circular
interna que delinee subconjuntos.
Al pensar en la metáfora de la fiesta se ven claramente dos

subsistemas: el formado por los niños y el de los adultos, años separados por
las paredes internas de la casa y comunicados por las ventanas mencionadas,
los límites de los subsistemas
“Todo subsistema familiar posee funciones específicas y plantea
demandas específicas a sus miembros, y el desarrollo de las habilidades
interpersonales que se logra en ese subsistema es afirmado en la libertad de
los subsistemas de la interferencia por parte de otros subsistemas” (Minuchin,
1999:89).
En esta línea de ideas, el límite subsistémico evita la interferencia de
algunos miembros del sistema en un subsistema, como también posibilita el
contacto y la comunicación entre los integrantes de los diferentes
subsistemas.
En la conformación tradicional de una familia los subsistemas están
integrados por los padres y los hijos, siendo el primero el subsistema paterno
y conyugal y el segundo, el filial y fraterno. Siguiendo a Minuchin (1999), el
subsistema conyugal alude a la pareja que se forma cuando dos adultos se
unen como esposos y deciden mediante reglas aquellas cosas que compartirán
con otros y cuáles no.
Por otra parte, el subsistema parental se forma cuando la pareja tiene
uno o más hijos y trazan un límite que permitirá en cierta medida el acceso
del niño a ellos pero que lo excluirá de las temáticas conyugales. En síntesis,
el subsistema filial es aquel constituido por uno o más hijos y el subsistema
fraterno se conforma cuando la pareja tiene dos o más hijos.
Volviendo a los límites de los subsistemas, al igual que la frontera del
sistema, adquieren características particulares por lo que se puede pensar en
diferentes tipos de límites subsistémicos que van desde la rigidez, pasando
por la flexibilidad, hasta lo difuso.
A continuación se examinarán las diferentes formas que adopta el
límite subsistémicos, comenzando por el límite rígido.
2.4.1. Límite subsistémico rígido.
Es el límite que separa a los integrantes del sistema en subgrupos y
admite un escaso flujo de información entre los dos subgrupos sistémicos. En

este sentido, será selecta en calidad y en cantidad la información que se
comparte dentro del sistema.
Gráficamente, al igual que la frontera rígida, se observarían líneas
circulares internas que agrupan los subconjuntos dentro del conjunto mayor,
que se caracterizan por ser líneas casi continuas, con muy pocas aperturas. Es
importante remarcar que el límite subsistémico está formado tanto por la
línea continua como por sus aperturas.
Esta variable estructural es observable en una familia cuando, por
ejemplo, la pareja de padres determina que se compartirá con sus hijos poca
información, muestran poco interés por recibir información sobre las
interrelaciones entre sus hijos.
En la sesión psicoterapéutica se observa que los padres no hablan
delante de sus hijos de casi ninguna temática relativa a sus trabajos, la
economía de la casa y no están atentos a escuchar sobre las particularidades
de los vínculos entre sus hijos. Dan la impresión de dos grupos estancos que
parecen tener poco en común, casi dos familias diferentes y hasta indiferentes
a las interrelaciones familiares. Se aprecia que ningún tema parece oportuno
de ser hablado delante de sus hijos o bien los temas fraternos y filiales no
merecen ser tratados por ser cosas de chicos.
En estas familias con límites subsistémicos rígidos, debido a que el
intercambio de información entre los subsistemas, por ejemplo padres e hijos,
es escasa, hay pocos temas en común, pocas acciones compartidas, escasas
emociones por todos sentidas.
En el otro extremo del continuo de la rigidez se encuentra el límite
impreciso o difuso, el cual posee características particulares y por ello se lo
clasifica como un subtipo de esta variable sistémica.
2.4.2. El límite subsistémico difuso.
Es aquel que pone escasos filtros para la información que se comparte
entre todos los integrantes del sistema.
Gráficamente, se observarían líneas circulares internas que agrupan a
los subconjuntos con muchas aperturas, quizás líneas punteadas que dibujan
los subconjuntos.

La familia en la cual prevalecen los límites subsistémicos difusos se
presenta mostrando que no poseen temas privativos entre los padres y los
hijos. Son familias donde todo se comparte, con poca o nula discriminación
de las temáticas; no hay reglas que discriminen qué información será
compartida y cuál no.
En la sesión psicoterapéutica se observa que todos están al tanto de
todo. Ante cualquier tema que el terapeuta refiera sobre un integrante de la
familia o sobre una cuestión en relación a cómo funciona ese sistema, todos
saben y dan su parecer.
No hay temas privativos; casi sin discriminación alguna, los hijos
refieren a sus relaciones sexuales, su comunicación en facebook, lo que
sucedió en la salida de fin de semana entre los hermanos, como también los
padres cuentan qué sucedió en su cena con amigos, qué problemas tiene cada
uno en su trabajo y, por qué no, cuáles son los problemas de pareja relativos a
la conyugalidad. Por un momento cuesta discriminar quiénes son los padres y
quiénes los hijos, y se plantea la pregunta de si hay algún tema en el cual no
todos participen.
Con estos ejemplos no se realiza un juicio de valor sobre cuáles son
los temas adecuados o no para compartir entre los integrantes de los
subsistemas; lejos de ello, los ejemplos apuntan a ilustrar que todo se sabe y
todo se comparte.
Tras esta explicación se puede pasar ahora a pensar en el continuo
existente entre la rigidez y lo difuso, en el cual se encuentra el límite
subsistémico flexible que se analiza a continuación.
2.4.3. El límite subsistémico flexible.
Es el que permite separar de manera adecuada a los integrantes del
sistema en subgrupos. Adecuado en tanto se habilita y se limita el paso de
información entre los subsistemas de una manera flexible.
Este límite se establece por medio de reglas que se aplican de manera
suficiente en función de delimitar la información que será compartida y la
que no, permitiendo así un intercambio adecuado entre los integrantes de los
diferentes subsistemas.

Gráficamente, se observarían líneas circulares definiendo los
subconjuntos que se caracterizan por ser bien definidas, con aperturas
moderadas en su cantidad, representando la selectividad cuantitativa. Estas
líneas poseen diferentes formas, que representan la selectividad cualitativa
para el ingreso y egreso de información.
El límite flexible posee la suficiente plasticidad para ser por
momentos más o menos rígido sin llegar a los extremos de este continuo y, de
esta manera, permitiendo que exista información compartida y privativa de
cada uno de los subsistemas.
Por ejemplo, en la familia los padres comparten con los hijos solo
cierta información respecto de sus temas parentales o conyugales, al igual los
hijos participan a sus padres solamente de cierta información relativa a la
fraternidad.
En la sesión psicoterapéutica se puede observar que los padres
brindan información acerca de la organización familiar pero ante
determinados temas se detienen y marcan que no creen conveniente
mencionar cierta información delante de sus hijos. Igualmente podría suceder
con los hijos, marcando cierta privacidad respecto de tratar algunos temas
fraternos frente a sus padres.
Es importante considerar que en un sistema cada limite subsistemico
cobrara características especiales. En este sentido, se podría pensar en vastas
combinaciones respecto del tipo de límite de cada subsistema, por ejemplo,
un subsistema parental rígido y un subsistema filial flexible,
Lo cierto es que, al igual que cada una de las variables estructurales
de un sistema, los límites subsistémicos conformarán una organización
particular en el sistema.
Continuando la exploración de la estructura del sistema y habiendo
descripto la frontera que separa y comunica a los integrantes del sistema del
contexto y habiendo analizado el límite de los subsistemas que agrupa y
comunica a los integrantes dentro del sistema, se dará paso a una variable
llamada distancia.
2.5. La distancia

Es el trecho que separa a cada integrante del sistema de los otros. Este
espacio posibilita o dificulta el acercamiento entre los integrantes y determina
un aspecto de su organización que está íntimamente relacionado con el
sentimiento de pertenencia de cada integrante respecto de los otros y, por
tanto, del sistema, como también se asocia a la independencia, la dependencia
y la autonomía.
Es oportuno definir aquí los términos mencionados para esclarecer el
sentido con el cual se utilizan los mismos sistémicamente, subrayando
previamente que el concepto de distancia no debe asociarse linealmente con
distante, ya que la distancia puede ir desde lo cercano a lo lejano.
La dependencia a nivel sistémico se define, en este trabajo, como
una cercanía extrema que trae aparejada la pérdida de autonomía de los
integrantes de un sistema. Hay un extremo interés e implicancia de los unos
con los otros. Las personas del sistema privilegian las actividades,
pensamientos y emociones comunes por sobre las individuales.
En este sentido, casi desaparecen las actividades individuales para
compartir absolutamente todo con la familia. También los sentimientos deben
ser comunes a todos; por ejemplo, si prima la tristeza quedaría fuera de lugar
sentir alegría. También en el área cognitiva no se permiten pensar de forma
diferente, condicionando sus ideas a las de la familia.
La insignia de la dependencia sistémica es: todos somos uno solo y
nos necesitamos muy cerca para todo, donde va uno va el otro porque la
familia siempre debe estar unida y acompañarse sin que falte ninguno.
La independencia en términos sistémicos se define como la
distancia extrema en lejanía en la cual se privilegia lo individual por sobre lo
compartido. Prevalecen las acciones, pensamientos y emociones individuales
por sobre los de la familia. En esta dirección, no es relevante lo que otros
piensen o sientan ya que cobra mayor valor lo individual, como también
tienen mayor importancia las actividades personales que las compartidas con
la familia. La implicancia y el interés por ser parte del sistema parecen
extinguirse poco a poco y quedar apenas un hilo muy delgado que los une al
sistema.
Se aprecia en casas hotel, donde ninguno conoce los horarios de los

otros, el hijo no sabe si el padre llego a la casa, la hija toma conocimiento
diez días después que la madre se realiza estudios médicos o que perdió el
trabajo, conviven pero poco comparten.
La autonomía desde el punto de vista sistémico es la distancia que
permite tanto el desarrollo del plano individual como del familiar. Cabe
acotar que en este desarrollo, el concepto autonomía hace referencia a un
grado de equilibrio entre la dependencia e independencia antes descriptas,
siendo un punto medio en el sentido de distancias entre los integrantes del
sistema.
La autonomía puede observarse cuando, por ejemplo, cada persona de
un sistema si bien comparte acciones, pensamientos y emociones con la
familia, también privilegia estos mismos aspectos en lo referente a su
persona.
La dependencia, la autonomía y la independencia son tres puntos de
un mismo continuo que se refleja y gesta en las distancias y está íntimamente
relacionado con el sentimiento de pertenencia al sistema y se manifiesta a
través de conductas, pensamientos y emociones característicos.
En otras palabras, la autonomía habla de la individualidad para llevar
adelante diferentes conductas, incluyendo sistémicamente la comunicación
como conducta y, también, de la posibilidad de pensar y sentir desde el
aspecto individual, sin olvidar que este siempre será influido por el sistema
del cual forma parte, por ejemplo su familia.
No obstante ello, si bien la familia influirá en las conductas,
pensamientos y emociones que experimente una persona, justamente en el
grado de autonomía se verá cuánto es influida la persona por este sistema,
siendo los extremos de mayor o menor influencia las franjas denominadas
como independencia y dependencia sistémica.
En este mismo sentido, la dependencia sistémica muestra una
influencia extrema del sistema sobre las tres esferas de la persona y por ello
el individuo se permitirá sentir solo a través de las emociones reinantes en su
sistema como también sus pensamientos serán muy similares a los de todos
los otros integrantes del sistema y sus conductas, casi calcadas. Son aquellos
que parecen caminar igual, moverse igual, expresar ideas que coinciden casi

en un todo con las de los otros integrantes de la familia.
Otro aspecto importante es la pertenencia, concepto que se relaciona
con las distancias, con la independencia, la autonomía y la dependencia.
La pertenencia sistémicamente es el sentimiento de ser parte de un
sistema humano y es la distancia media que permite tanto el desarrollo de los
planos individuales como de los familiares. La familia si bien conserva los
espacios individuales con respecto a las actividades que desarrolla cada uno
de sus integrantes, también da lugar al actuar, al sentir y el pensar individual,
posee también facilidad para compartir actividades, ideas y emociones con su
sistema.
El trabajo de Minuchin (1974) proporciona información relativa al
término aquí definido como pertenencia sistémica cuando desarrolla el
concepto de “la matriz de la identidad familiar” y dice que en todas las
familias puede encontrarse el sentimiento de identidad, el cual se forma con
el interjuego de dos elementos básicos: un sentimiento de identidad y otro de
separación.
Agrega que estos dos elementos se logran a través de la participación
de cada persona en su familia y en grupos extra familiares. Por otra parte,
siguiendo al autor, el sentimiento de identidad se encuentra vinculado a la
pertenencia a los sistemas en los cuales interactúa la persona.
Resulta posible formular claramente que se pueden presentar tres
variantes fundamentales en lo que respecta a la distancia, y cada una de ellas
está íntimamente relacionada con un grado de individualidad. Así, la
distancia extremadamente larga se relaciona con la independencia, la
distancia media con la autonomía y la distancia extremadamente corta con la
dependencia. Estos tres subtipos de la variable distancia serán desarrollados
en breve, ofreciendo primero un esquema de los conceptos presentados.
Si se piensa gráficamente, las zonas mencionadas podrían visualizarse
en un diseño compuesto por tres esferas superpuestas: un círculo menor
formando el centro, abrazado por uno mayor, y un tercer círculo que contiene
los dos primeros, donde el círculo central representa la dependencia, el
siguiente la autonomía y el último la independencia.
Ahora bien, si en cada una de las zonas delimitadas por estos

conjuntos se dibujaran tres elementos, podría observarse que al dibujar
elementos en el círculo interior quedarían muy cerca unos de otros, con cortas
distancias. En cambio, si los tres elementos son dibujados en el conjunto del
medio y se mide la distancia entre los tres elementos, estos estarían más
separados entre sí que aquellos que se encuentran en el círculo central.
Asimismo, si se dibujan otros tres elementos dentro de la franja del conjunto
mayor se vería que entre ellos la distancia es mucho mayor a la que separa los
elementos del círculo intermedio y del círculo central.
En este gráfico imaginario, el centro representa la dependencia; las
capas, siguientes la autonomía y la superficie la independencia. Sería útil
pensar este gráfico tridimensionalmente como una cebolla cortada al medio,
en donde se distinguen diferentes capas, desde la central hasta la más externa.
Así se hace alusión a los grados de pertenencia, que van desde la pertenencia
extrema, ubicada en el centro, hasta la escasa pertenencia en la capa externa,
pasando entre ambos puntos por diferentes grados en cuanto al sentimiento de
pertenencia.
Pensando ahora a través de la metáfora de la fiesta, la distancia es
representada por la ubicación de las sillas donde se sentarán los participantes
de la fiesta, siendo que estas pueden estar muy separadas unas de otras, muy
juntas, algunas particularmente juntas y separadas del resto y así formar
diferentes configuraciones según la distancia entre las sillas.
Retomando la definición enunciada, puede decirse que la función de
la distancia es reflejar y establecer el grado de autonomía y el sentimiento de
pertenencia que poseen los integrantes del sistema. Por consiguiente, esta
variable puede clasificarse dentro de un rango de cercanía o lejanía entre los
integrantes del sistema que determina los diferentes tipos de distancias.
Los tipos de distancias que fueran descriptos serán llamados: distancia
alargada, media y acortada, variables de la estructura del sistema que serán
profundizadas a continuación.
2.5.1. La distancia acortada.
Es la distancia caracterizada por la cercanía de los elementos del
sistema, sus integrantes, distancia que se establece en función de acentuar el
sentimiento de pertenencia y la dependencia en desmedro de la autonomía de
cada uno de los integrantes del sistema.

En algunos casos, cuando prevalece la dependencia, se llega a la
aglutinación de los integrantes del sistema. En esta distancia se pierde casi
por completo la autonomía y prevalece la dependencia.
El término aglutinación es descrito por Minuchin (1974) para hacer
referencia a un extremo patológico en relación con las distancias cuando estas
son establecidas por límites difusos. En este sentido, el término patológico es
utilizado para aludir a lo disfuncional en el sistema humano.
Las distancias cortas adquieren un rango. En otros términos, no todas
ellas son iguales sino que se mueven dentro de sutiles matices en cuanto a las
distancias algo más o menos cortas. El extremo puede denominarse
aglutinación para hacer mención a la extrema cercanía en cuanto a las
distancias, y es en este extremo que “la familia aglutinada responde a toda
variación en relación con lo habitual con una excesiva rapidez e intensidad”
(Minuchin, 1999:92).
A modo de ilustración, y retomando la metáfora de la fiesta, la
ubicación de las sillas de los participantes es tan cercana que les sería difícil
hablar con uno sin ser oídos por todos y les sería hasta incómodo poder tomar
una copa sin chocar su brazo con quien tienen a su lado, por lo cual cada
movimiento que realizan está altamente condicionado por el movimiento y la
posición de los otros debido a las estrechas distancias que los separan.
La distancia acortada se ilustra en aquellas familias en las que todo es
compartido, casi no hay discriminación entre la información que comparte la
familia y la individual, no hay secretos, de todo se habla, todo se decide en
conjunto.
Las actividades individuales son mínimas. Desde el plano pragmático,
quizás lo único que no hacen juntos es en materia laboral si poseen diferentes
trabajos fuera del hogar.
También desde el plano cognitivo y, por qué no, desde el emocional
tampoco nada es exclusivo, se comparten las ideas y el sentir del otro a tal
punto que si en la familia toma el reinado la tristeza será inapropiado sentir
alegría.
En estas familias también se comparten los amigos, siendo los hijos
tan amigos como los padres de otro matrimonio, siendo los padres tan amigos

como sus hijos de un compañero de estudios de uno de los hijos. Son familias
que ante el menor problema de uno de sus integrantes dejan toda actividad
particular para salir corriendo a unirse con su familia, pudiendo incluso
perder su trabajo, sus amigos o lo que fuera necesario para preservar la
cercanía incondicional en su familia.
En resumen, son familias en las cuales es notable lo poco que hacen
por sí solos y lo mucho que hacen en y por la familia, como también es
característica la poca información que resulta privativa para algún miembro
del sistema ya que todo se comparte porque dicen ser una familia muy unida.
En la sesión psicoterapéutica, esta variable, la distancia acortada, se
observa cuando ante la pregunta dirigida a un hijo responden tanto el hijo
como sus hermanos y padres; todos saben todo del otro, siempre están de
acuerdo y no pocas veces aparecen las miradas de complicidad y la búsqueda
de acuerdo desde el nivel verbal, se pregunta al otro o se le pide que valide lo
dicho ante una respuesta dada frente a la solicitud del terapeuta.
Es interesante observar el setting terapéutico que las distancias, no
casualmente sino causalmente, son cercanas, lo cual se observa desde la
comunicación no verbal de la familia y especialmente des el uso del espacio.
Por ejemplo, unen las sillas que estaban separadas para sentarse y estar así
mas juntos. Si dos personas se ubican en un sillón lo hacen sin obstáculos
entre ambos como bolsos o almohadones, y aun teniendo lugar se ubican en
el centro del sillón dejando libres los extremos.
También orientan las sillas de modo de poder verse entre todos y no
quedar alineados hacia el frente donde se encuentra el terapeuta. En el caso
de no poder mover las sillas, se acentúan las constantes miradas sostenidas
entre los integrantes, quizás miradas de complicidad, de presencia, de
cercanía. La posición de sus cuerpos es inclusiva, lo que quiere decir que se
inclinan hacia adelante o lateralmente, en dirección a otro miembro de la
familia.
Si bien es vasto el repertorio no verbal que comunica la cercanía, se
han dado aquí solo algunos ejemplos con la intención de subrayar la
importancia de su observación, siempre teniendo en consideración que la
observación del lenguaje no verbal plantea una hipótesis que se convalida
mediante la pregunta.

Pasando ahora al otro extremo del continuo dentro de esta variable de
la estructura se analizará la distancia alargada.
2.5.2. La distancia alargada:
Es la distancia que coloca el énfasis en el alejamiento de sus
integrantes, donde la autonomía gana terreno en su extremo y pasa a
privilegiar la independencia, acompañada de un escaso sentimiento de
pertenencia sistémica.
En su presentación mas limite y siempre patológica, donde prevalece
al independencia. Minuchin habla de familias despligadas. “Los miembros de
subsistemas o familias desligadas pueden funcionar en forma automática,
pero poseen desproporcionado sentido de independencia y carecen de
sentimiento de lealtad y pertnencia y de la capacidad de interdependencia y
de requerir ayuda cuando lo necesitan” (Minuchin, 1999:91)
Retomando la representación del gráfico circular, puede imaginar que
si se colocan los elementos en las capas externas de los círculos se observan
las grandes distancias entre cada uno de los elementos, lo cual simboliza
distancias largas y la franja ocupada por los elementos corresponde al sector
de la escasa pertenencia y de la independencia.
Las distancias alargadas también se ilustran a través de la metáfora de
la fiesta: se podría pensar en la ubicación de las sillas, las cuales estarían
alejadas entre sí; los participantes del evento se comunicarían esforzándose
en elevar la voz. Asimismo, en un caso más extremo las sillas del salón
estarían tan alejadas que los participantes de la reunión no podrían oírse entre
sí. Por lo tanto, pasarían a no comunicarse verbalmente, quizás jueguen con
sus celulares o se ocupen de cuestiones individuales ya que poco comparten
con los otros en este evento.
Es así, entonces, que la función de la distancia extremadamente
larga es dar prevalencia a la independencia, entendiendo como tal las
conductas que adoptan dos o más personas por la cual dan mayor prioridad a
los intereses, ideas y emociones propios que a los de los otros integrantes de
la familia, ocupándose de sí mismos y casi desconociendo a los otros.
En este sentido, estas personas poseen un menor grado de empatía,
menor consideración e interés por el otro, estando en relación con ellos por

escasas temáticas comunes, siendo así muy delgados los hilos que unen su
relación con los otros integrantes del sistema familiar.
Desde esta perspectiva puede claramente observarse que en estos
sistemas predominan los intereses individuales pro sobre los de la familia.
Las ideas de cada uno son prioritarias por sobre el consenso. Cada uno está
en su mundo, en su microsistema, en su exacerbada zona de autonomía y por
ello, mas allá de lo que les suceda a los otros es importante preservar lo
individual
En estas familias, cada integrante no solo realiza actividades
laborales, recreativas y sociales de manera independiente, sino que no
comparte la información sobre ellas con su sistema familiar. Cada uno entra y
sale de la casa sin dar explicaciones, parecen no ocuparse de lo que le sucede
al otro y no interesarse de su pensar, su sentir y su actuar.
En la sesión psicoterapéutica esta variable es observable, por ejemplo,
cuando comunican para mostrar su independencia y manifestar su extrema
distancia. Los une apenas por un fino hilo que puede ser quebrado ante la
menor de las brisas. Si hay algo que los identifica claramente es el no
implicarse con los otros, el poco interés por compartir, por empatizar con el
sentir, por comprender las ideas de los otros.
Se observa también desde la comunicación no verbal, en especial
desde el uso del espacio, que se ubican de manera distanciada. Si bien la
observación nos permite arribar siempre a una hipótesis, por tanto una
construcción propia de la realidad, debe ser convalidada mediante la pregunta
para salir del supuesto y conocer la realidad del otro.
Es claro observar, por ejemplo, que se sientan lo más separados
posible, pudiendo incluso correr las sillas para alejarse de los otros,
orientarlas para no verse entre sí, mantener la mirada en el terapeuta de
manera constante, aun cuando hablan de un integrante de la familia que se
encuentra presente. Cuando en ocasiones surge un desacuerdo a nivel verbal,
se dirigen al terapeuta pare decir que el otro está equivocado en lugar de
decírselo directamente a la persona con quien desacuerdan.
Es llamativa la dificultad que poseen para mirarse cuando las
distancias son muy alargadas, ya que las miradas, bien sea para el acuerdo o

el desacuerdo, que los acerca y transmite mucha información, principalmente
del plan emocional pero la mirada también, en ocasiones, puede mostrar
desprecio y distanciamiento y esta es a la vez en la cual estas familias pueden
mirarse.
En el extremo de esta variable estructural, no solo se habla de
independencia sino de familias desligadas. Palabra que se utiliza en el
diagnóstico para mostrar el extremo, y por tal patológico, respecto de las
distancias entre los integrantes del sistema con todo lo que ello conlleva,
llegando al límite de casi desconocer que son miembros de un mismo
sistema.
En resumen, la distancia alargada en su extremo ya no habla de
autonomía en el sentido de mantener lo privado e individual, sino que refiere
a un marcado alejamiento de los integrantes del sistema. Esta distancia se
manifiesta de innumerables modos desde la comunicación verbal y no verbal,
y también dan cuenta de ella las actividades, las ideas y las emociones poco
compartidas entre los integrantes de la familia.
Se pasará a continuación a analizar en profundidad la siguiente
posibilidad en relación con las distancias en la estructura de un sistema, la
distancia media.
2.5.3. La distancia media:
Es aquella distancia que permite a los integrantes del sistema moverse
dentro de sutiles matices dentro del rango de la autonomía sin caer en los
extremos patológicos de la dependencia o la independencia.
En esas distancias existe un equilibrio flexible en el cual cada
integrante posee actividades e ideas que no comparte con el sistema, siendo
privativas y relativas a su autonomía, y también se identifican, se interesan y
se implican con las emociones, acciones y pensamientos comunes,
compartidos en el sistema del que son parte.
El sentimiento de pertenencia se presenta de manera funcional, ya que
se sienten parte del sistema familiar pero no adopta matices críticos que
anulen la posibilidad de sostener el adecuado balance de la autonomía.
Para ilustrar esta variable sistémica estructural, tomando diferentes
indicadores observables en una familia, puede observarse que sus integrantes

realizan diferentes actividades laborales, recreativas y sociales que no
comparten con su familia pero también puede precisarse que comparten
ciertas ideas, valores, sentimientos y actividades.
Lo importante es que está presente el sentimiento de pertenencia, se
sienten parte de esa familia, se interesan, se implican. Por tanto la distancia
media se relaciona con el sentimiento de pertenencia y el de autonomía,
encontrando un balance flexible y un equilibrio entre lo individual y lo
compartido.
También, se distingue esta variable en el setting terapéutico al
observar la comunicación no verbal de la familia, por ejemplo, suelen separar
las sillas un poco si están muy juntas y también acercarlas si están muy
separadas al inicio de la sesión, para sentirse cómodos por tener su espacio
personal al mismo tiempo en que están lo suficientemente cerca de los otros.
Durante la sesión psicoterapéutica se observa la flexibilidad o la
variación en el rango de la variable distancia media, por ejemplo, pueden
tanto mantener un diálogo con el terapeuta sin incluir a otros como en otras
ocasiones dirigirse verbalmente a sus familiares, acompañando su
comunicación verbal con la mirada hacia el otro. Suelen mirar al que está
hablando la mayoría del tiempo sin caer en los extremos de una mirada fija y
sostenida.
Pueden mover sus sillas o cambiar la posición del cuerpo acercándose
o alejándose en determinados momentos; por ejemplo, inclinan su tronco
hacia adelante o acercan la silla y quizás toman contacto táctil poniendo una
mano sobre la pierna del que se encuentra angustiado. Son empáticos, están
atentos al otro y saben cuidar de las distancias para no invadir el espacio
personal de los demás sin por ello quedar muy alejados del otro.
Es interesante subrayar que la distancia media no es un punto
estanco y único ubicado gráficamente en el medio de una línea. Si se piensa
en las zonas graficas que representan la autonomía, siendo estas
correspondientes a la distancia media, los integrantes del sistema dentro de
esta distancia se acercan o alejan levemente para cobrar mayor o menor
autonomía en un interjuego continuo.
Lo que hace al diagnóstico de una distancia media en una familia es
que predomine la ubicación de sus integrantes dentro de este rango, sin por

ello descartar la posibilidad de que dentro de este espectro hay sutiles
variaciones que se acercan o alejan del centro, que representa el menor grado
de autonomía o el extremo que representa el menor grado de autonomía,
llamado independencia.
Hasta aquí se ha profundizado en las variables estructurales de la
frontera, el límite subsistémico y las distancias, por lo que se pasará a
analizar otra variable de la organización sistémica: los roles y funciones.
2.6. Los roles y funciones
Al pensar en una definición de esta variable estructural surgen desde
la literatura existente tantos conceptos sobre el tema como confusiones sobre
el mismo. Más allá de citar diversos puntos de vista, se ofrece aquí un
concepto elaborado y abordado desde el pensamiento complejo por estos
autores.
El rol es un rotulo que contiene una serie de funciones atribuidas al
mismo, siendo el nombre del rol una palabra que sintetiza un conjunto de
acciones esperadas y, por tanto, demandadas hacia el portador del rol.
El rol es construido por cada sistema y no es algo dado socialmente o
preestablecido de modo lineal, de hecho, el rol va variando en la medida en
que el sistema se reorganiza en función de la adaptación. También es de
destacarse que cada persona en un sistema puede poseer uno o más roles,
como también tendrá multiplicidad de roles en otros sistemas, tantos como
sistemas en los que participe.
En esta definición se despliegan conceptos que serán desarrollados de
manera minuciosa en las siguientes líneas, ya que merece especial reflexión
el hecho de postular que el rol es un rótulo y que es construido por y en la
familia, pudiendo explicar esta postura teórica que surge desde el
pensamiento complejo y que integra pero no se queda en una mirada lineal
tras la cual el rol se vería como algo dado socialmente que se cumple o no
según la ocurrencia de cada integrante familiar.
Continuando con la definición vertida, es interesante mencionar que
los integrantes de un sistema esperan que una de las personas del mismo
realice ciertas acciones y deje de realizar otras no determinadas para el rol
que se le adjudica. En otras palabras, los integrantes del sistema humano
poseen expectativas respeto de las conductas del portador del rol y demandan

en función de estas expectativas.
De ello se desprende que los roles poseen una función principal:
organizar las conductas de cada uno con respecto a los demás integrantes del
sistema. Ahora bien, si los roles se conforman por un conjunto de funciones,
de acciones, estas están basadas en lo que se pide o espera del otro. Entonces,
están determinadas de manera manifiesta o implícita, respectivamente.
Los roles están formados por funciones y estas son determinadas por
la familia, aunque también es cierto que en esta elección hay una fuerte
impronta cultural. Por ello es importante subrayar que “los conceptos de las
funciones familiares también cambian a medida que se modifica la sociedad”
(Minuchin, 1974:82).
Antes de continuar con la reflexión acerca de la construcción de los
roles, y habiendo descartado la idea lineal de roles pre armados para pensar
en roles construidos en el sistema humano, es oportuno ilustrar el concepto de
rol a través del siguiente ejemplo. Puede pensarse el rol como una cajita con
una etiqueta que contiene diferentes elementos, y estos elementos son verbos.
Cada integrante del sistema familiar poseerá una o más cajitas. Se continúa
esta ilustración tomando una de esas cajitas.
En esta cajita vacía cada integrante de la familia irá colocando
elementos que el dueño de la misma acepta, más allá de que esté de acuerdo o
no con los mismos y más allá de sus intenciones de conservarlos. Todos
pueden colocar elementos en esta caja, aun sin su permiso, y también el
dueño de la caja colocará elementos en su propia cajita, ya sea que el resto de
los familiares acuerde o no con su elección.
Pensando en esta cajita y haciendo un paralelo con el rol de la madre,
supongamos de la señora María, la familia pondría en la cajita la etiqueta que
dice “rol de madre (María)” y esta cajita contiene diferentes elementos que
son verbos. Siendo la etiqueta de la caja el rol y los verbos las funciones del
mismo, que vale recordar que fueron atribuidos por todos los miembros de la
familia, incluyendo al portador del rol, la señora María.
En esta metáfora, la cajita es el rol y los elementos las funciones,
siendo estas últimas demandas, pedidos y obligaciones. Cada persona tiene
una o más cajitas, uno o más roles; por ejemplo, la señora María, en esta

familia, tiene dos cajitas: el rol de madre y el rol de esposa.
Cuando se habla de rol se hace mención a sus funciones y el objetivo
de un rol en un sistema es determinar las acciones a ser cumplidas por la
persona a quien fue asignado el mismo; el rol resume y organiza las acciones
de cada integrante del sistema.
Por tanto, y retomando el concepto de que los roles son construidos
por la familia, puede decirse claramente que los roles en un sistema son
establecidos por sus integrantes, ya que determinan las funciones esperadas
para cumplir con el mismo. En la metáfora anterior sería útil pensar que no es
la sociedad la que llena la cajita, sino los integrantes de la familia.
En este sentido, debido a que los integrantes determinan las funciones
de cada rol, estas se verán impregnadas no solo por las particularidades del
sistema, sino también por la impronta cultural que llega al sistema a través de
sus integrantes. Es por ello que en una misma cultura hay funciones similares
para cada rol, sin por ello olvidar que también hay funciones en el rol que son
particulares y únicas en ese sistema. Quizás esto explica la creencia, guiada
por el pensamiento lineal y de una única realidad, de que el rol lo determina
la sociedad.
Al hacer referencia a la impronta cultural se alude a los legados
provenientes de las normas de conducta de una sociedad, a la religión y a
otras variables sociales que se abren paso a través de cada persona para llegar
al sistema en el que establecen las funciones de un rol.
En esta dirección, si se realizara una casuística sobre los roles en un
momento dado y en un lugar geográfico determinado, con seguridad un rol
familiar, por ejemplo rol materno, tendrá funciones que coinciden en todos
los roles de madre en las diferentes familias, aunque también es cierto que en
cada familia ese mismo rol tendrá otras funciones específicas y únicas que,
justamente, marcan la particularidad de cada sistema y, por tanto, del rol de
madre en cada uno de ellos.
En resumen, no hay dos roles de madre idénticos en dos sistemas
familiares diferentes, aun en la misma cultura y lugar geográfico, y de esta
manera queda fundamentado por que se afirmo que los roles se construyen y
no son tan solo socialmente dados como se consideraba en las antiguas

concepciones lineales que se permitían pensar si una madre cumplía “el” rol
de madre o no, o también decir que la hija cumple el rol de madre. En todo
caso, deberá analizarse si la madre en su familia cumple con las funciones
atribuidas al rol de madre en esa familia, o si la hija en su rol posee atribuidas
funcionéis poco adaptativas para su ciclo vital, cuestión que será
ampliamente desarrollada en el capitulo en el que se profundizara el
diagnostico de la organización del sistema.
En este punto, no está de más definir claramente el concepto de “los
sistemas humanos”: son todo grupo de dos o más personas relacionadas
entre sí que conforman un todo a través de una dinámica y una organización
particular. En este sentido, si bien los ejemplos ofrecidos en su mayoría
muestran los conceptos aplicados a un sistema familiar, también es
importante pensar de manera abierta y no olvidar reflexionar sobre cómo se
presentaría cada variable en diferentes sistemas: sistemas laborales, grupos de
amigos, entre otros.
Por otra parte, es interesante pensar que podría considerarse que este
análisis de los sistemas humanos es de poca utilidad para el lector que se
desarrolla en la clínica psicológica, pero sí es cierto que muchas veces la
problemática que presenta un sistema también incluye dificultades con los
roles que los integrantes de la misma poseen fuera del sistema familiar, por
ejemplo una familia en la cual la mujer plantea una dificultad o problema con
respecto al rol en su empleo y, claro, esto repercute en su sistema familiar.
En función de ello, si bien seria extenso plantear en cada punto
ejemplos de diferentes sistemas, en esta temática de roles y funciones, se hace
necesario considerar un ejemplo más basado en los roles en el ámbito laboral.
En este ejemplo, el sistema está integrado por los empleados de una empresa.
El rol de secretaria en las diferentes empresas que se encuentran en una
misma ciudad tienen funcionéis similares: atenderá el teléfono, llegara la
agenda, entre otras, pero también, dependiendo de la empresa, tendrá
funciones particulares, pro ejemplo: en una empresa leerá la correspondencia
de su superior para resumirle la información importante y en otra, quizás,
sirva café cuando llega su jefe.
Conforme a lo descripto, cada persona posee diferentes roles en cada
uno de los sistemas en los que participa. En una familia están presentes: el rol
de madre, de padre, de hijo, de hermano, de esposo y de esposa. Pero también

cada integrante posee otros roles fuera del sistema familiar primario; por
ejemplo: la señora tiene en su sistema familiar el rol de madre y de esposa y
fuera de este tiene el rol de secretaria, de amiga, de hija, entre otros.
Finalizando, puede decirse que el antiguo concepto de rol, lineal por
cierto, sobre el que se apoyan palabras como “no cumple el rol de madre”
caería agua abajo ya que, en todo caso, lo que no cumple son algunas de las
funciones que conforman el rol y que son determinadas por la familia.
El rol no viene dado, no es un tema cerrado. La familia lo construye y
reconstruye, y esto alerta sobre incurrir en el error de pensar el rol de un
integrante familiar guiado por la cultura que atraviesa al observador, esto es,
sus valores, preconceptos, ideas sobre determinado rol familiar, que lo
llevarán a establecer juicios morales.
El peligro de ello para el terapeuta familiar es que perdería la
neutralidad como diagnosticador sistémico, como observador del sistema
familiar, al calificar a un integrante de la familia en el sentido de que cumple
o no un rol esperado por su propia construcción de realidad, quizás justificada
desde la construcción social de un rol.
Muchas veces esto sucede pro pensar las funciones integrantes del rol
según la importancia cultural sin considerar las particularidades de la familia,
y también por la errónea idea de que el rol es algo preestablecido y común a
todo sistema. En este sentido, no hay dos roles de madre iguales aunque
puedan parecerse por encontrarse en una misma sociedad.
En esta dirección, decir que cumple o no el rol de madre es pensar
linealmente, olvidando conceptos como construir la realidad, individualidad y
dinámica sistémica, dejando a un lado las bases de la teoría sistémica que
colocan el acento en la construcción de la realidad.
Tras este desarrollo, se puede pasar a examinar otra de las variables
de la estructura: las jerarquías.
2.7. Las jerarquías
Las jerarquías son lugares en una escala en la cual cada ubicación
posee otras inmediatamente inferiores sobre las cuales ejerce su dominio a
través del establecimiento de reglas sistémicas. En este sentido, quien posee

mayor jerarquía es quien determina la mayor cantidad de reglas de juego en
el sistema, es quien decide, quien dirige.
La referencia a “jerarquías” en plural connota una escala de
autoridad dentro de un sistema. Sería reduccionista pensar en “la jerarquía”
como único lugar de poder, atribuido a una sola persona en un sistema. Por
tanto, podrá analizarse la jerarquía de un integrante de la familia en relación
con los otros, pero siempre deberán estudiarse las jerarquías al analizar un
sistema sin caer en reduccionismos y linealidades en las que solo se rotula a
quien parece tener más autoridad sobre otros, desconociendo la dinámica de
esta variable en cuanto a la organización que configura según las
modalidades que adopta.
La función de las jerarquías es establecer una cadena de mando
orientada a establecer reglas que gobiernan y controlan el sistema.
Las jerarquías poseen dos aspectos: cualitativo y cuantitativo. El
primero refiere a la manera en que se ejerce la autoridad, al modo en el que se
imponen las reglas en un sistema y el segundo, la jerarquía en su aspecto
cuantitativo, alude al nivel en la escala jerárquica de cada integrante del
sistema.
A modo de ilustración, podría imaginar gráficamente una escalera con
diferentes peldaños, desde las posiciones superiores a las inferiores, siendo
las primeras de mayor jerarquía que las inmediatas inferiores. Los escalones
representan de arriba hacia abajo la graduación cuantitativa de la jerarquía. Si
en cada uno de los escalones ubicara a un integrante del sistema humano, por
ejemplo la familia, se observaría que algunos quedan en posiciones
superiores a otros, representándose así la ubicación de las diferentes personas
en esta escala.
Esto se ilustra también retomando la metáfora de la fiesta: la persona
de mayor jerarquía es Pedro, quien organizó la mayor parte de la fiesta y
estableció reglas, como por ejemplo qué personas serían invitadas y cómo se
acomodarían las mesas y sillas. Luego, Mónica, su esposa, es quien lo sigue
en la escala jerárquica porque cumplirá con las reglas de su marido respecto
de la organización de la fiesta y a su vez pondrá otras reglas que serán
cumplidas por sus hijos, quienes se ubican bajo ella en la escala de jerárquica.
Es importante evaluar el grado de jerarquía de cada integrante del

sistema y los movimientos que se producen en la escala jerárquica, y no solo
considerar quién poseen la jerarquía máxima.
Al observarse las jerarquías en una familia para determinar los
diferentes grados jerárquicos y realizar el estudio cuantitativo de la variable,
deberá tenerse en cuenta quién pone las reglas para ver las posiciones que
adopta cada integrante del sistema, más allá de la efectividad y funcionalidad
de su lugar de autoridad, que corresponde al análisis cualitativo de esta
variable sistémica.
Para considerar el grado de jerarquía de cada integrante del sistema se
da atención a las reglas impartidas en el sistema. Así, la posición de mayor
jerarquía puede observarse en aquel integrante que domina por sobre las
conductas de los otros estableciendo reglas que guían sus acciones.
Los indicadores que permiten observar esta variable son vastos, y a
través de ellos puede determinarse cuáles son los niveles de jerarquía. Así,
por ejemplo, quien posee el mayor grado de jerarquía en una familia es el que
habla primero, es a quien otros se dirigen pidiendo permiso para dar su punto
de vista, así sea desde la mirada que pide permiso para hablar como desde el
gesto de levantar la mano para luego expresarse verbalmente, hasta pedir
explícitamente si puede dar el propio parecer sobre el tema que se trata.
Asimismo, la posición de mayor jerarquía se muestra espacialmente por la
persona que suele sentarse en los extremos de la mesa o en la silla más alta.
También se observa la jerarquía cuando un integrante de la familia
cuenta que él ha decidido a qué hora la familia cena, que asignó a la esposa la
tarea de comprar los alimentos, que estableció que los niños no jugarán hasta
terminar el estudio del día y estipuló que él mismo será quien pague los
impuestos de la casa, entre otros ejemplos.
Es interesante considerar sistemas en los que no se observa una mayor
jerarquía en los padres sino en los hijos. Son familias donde los hijos ponen
las reglas, desde decidir a dónde irán a veranear, a qué hora cenarán, de qué
temas se puede hablar. Son sistemas donde el que gobierna es un adolescente
y hasta un niño, lo que podría resultar poco funcional para ese sistema
considerando su momento vital sistémico.
Es importante reflexionar sobre los lugares de autoridad en una
familia y ante ello es importante preguntarse qué es funcional para cada

familia en la etapa vital en que se encuentran y también, nunca perder de
vista que todo es dinámico en un sistema y no es posible con ello hablar de lo
correcto, lo incorrecto o de un único lugar de autoridad que se presente
inmóvil como un cuadro colgado de la pared.
En esta línea de ideas, respecto de las posiciones en la escala
jerárquica de cada integrante del sistema, si se piensa en la impronta cultural
que prevalece en muchas sociedades y que es parte del paradigma hoy
reinante impregnado por un pensamiento lineal, se puede aludir a una
jerarquía tradicional en la cual el máximo lugar jerárquico, por tanto de
autoridad, es ocupado únicamente por el padre; bajo su autoridad se
encuentra la madre y luego los hijos.
En contraste con ello, desde la epistemología de la complejidad no
serian concebidos preconceptos y por ello la posición jerárquica puede ser
compartida y no solo ser ocupada por uno en la posición superior. También
estas posiciones son dinámicas por lo que una sola persona en un sistema no
siempre estará en un único peldaño de la escalera.
En este sentido, un sistema no es tan sencillo y tan lineal, por lo cual
no puede darse por hecho que la escala jerárquica del sistema observado
responde a la escala tradicional. Es por ello que se podrían pensar
innumerables ejemplos, pero es importante recordar que varias personas del
sistema pueden poseer igual grado de jerarquía. En este sentido, lograrán
acuerdos con respecto a las reglas que impartirán al resto de las personas del
sistema que se encuentran por debajo en la escala jerárquica.
Cuando un nivel jerárquico es compartido por dos personas toman
conjuntamente las decisiones. Por ejemplo, los padres determinaran las reglas
que regirán la conducta de su hijo, así, lograran un acuerdo con relación a que
el hijo no saldrá el fin de semana de no haber completado sus estudios. Se ve
a la jerarquía compartida cuando cada uno expresa desde el discurso que la
decisión fue tomada por ambos. Tanto el padre como la madre
indistintamente dirán “tus padres decidieron que no saldrás el fin de semana
si no terminas las tareas del colegio”.
Diferente sería, siguiendo este ejemplo, si la madre dice: “no vas a
salir el fin de semana si no completas tus estudios porque así lo dijo tu papá”.
En este caso, si bien es la madre la que comunica la directiva al hijo, es el

padre quien tiene la mayor jerarquía, quien puso la regla que deberá ser
cumplida tanto por la madre que deberá comunicarla como para el hijo a
quien va dirigida.
Cabe aclarar que para ocupar un lugar de jerarquía no solamente se
necesita implementar reglas, sino también que los otros integrantes lleven
adelante conductas regidas por las mismas. En este sentido, no hay líder sin
seguidores y recursivamente, no hay seguidores sin líder.
En esta dirección, las reglas impartidas por un integrante del sistema
pueden ser respetadas y cumplidas, quebrantadas actuando en contrario, o
ignoradas, siendo en los dos últimos casos una jerarquía paradójica, donde en
realidad la persona que imparte las reglas desea tener un lugar superior en la
escala jerárquica pero no lo consigue.
En síntesis, los indicadores que permiten ver la variable de las
jerarquías son, por ejemplo, quién determina: de qué se debe hablar, cuándo
se debe intervenir verbalmente, cómo se deben hacer las cosas, quién debe
hacer qué, como también quién otorga prohibiciones y permisos.
Hasta aquí se han presentado diferentes variables sistémicas pero aún
es necesario pensar que el sistema estudiado es un sistema de sistemas, un
sistema que se encuentra incierto en un conjunto mayor y por ello está
rodeado por diferentes sistemas más o menos parecidos al propio. Es por ello
que el contexto es una variable básica a analizar, al igual que el momento
vital en el que se encuentra la familia.
2.8. El contexto
Es el macro contexto, el sistema mayor, que está formado por
innumerables sistemas que rodean el sistema de estudio, pudiendo
distinguirse sistemas más o menos cercanos en cuanto a su nivel de
influencia, la cual es determinada por un grado considerable de intercambio
de información y por los sistemas en los cuales intervienen los integrantes del
grupo familiar o sistema en estudio, llamados sistemas contiguos. Podría
pensarse en “el sistema” para referir al sistema observado y en “los sistemas”
para hacer mención al contexto.
Cada persona es parte de diversos sistemas; por ejemplo: una señora
es parte del sistema que conforma junto a su marido e hijos y también es

parte del compuesto por sus padres y hermanos, es integrante de otro formado
por sus compañeros de trabajo y también del sistema de padres de su marido,
donde es la nuera. Y así, cada persona es parte de diferentes sistemas que
serán llamados sistemas contiguos al sistema blanco o sistema de estudio.
Se define a los sistemas contiguos como aquellos sistemas del
contexto en los cuales intervienen los miembros del sistema de estudio y con
los que intercambian información en un grado significativo.
Profundizando en relación con los sistemas contiguos, es importante
tener en cuenta que de ellos ingresa información significativa al sistema de
estudio, bien sea significativa desde el aspecto cuantitativo o cualitativo de la
información, y entendiendo que significativa es tanto aquella información
que sostiene el equilibrio reinante en el sistema como la que produciría un
desequilibrio.
Por ello, el concepto aquí utilizado “información significativa” alude
a la información que explica y determina el particular estado dinámico en el
que se encuentra el sistema, retomando aquí los conceptos vertidos
inicialmente respecto a la homeostasis.
Ilustrando el concepto de sistemas contiguos a una familia, puede
pensarse que los amigos del hijo conforman un sistema contiguo, ya que el
niño ingresa al sistema familiar información relevante en relación con las
actividades que con ellos comparte, como también toma ideas, valores y
acciones de sus amigos. También el sistema de padres de la mamá de la
familia es un sistema contiguo, ya que hay un interesante intercambio de
información, bien sea entre la abuela y sus nietos, la señora mayor y su yerno,
la señora y su hija. Así podrían describirse innumerables sistemas contiguos
para cada sistema en particular.
Ahora bien, surge la pregunta sobre cuáles de entre todos los sistemas
que conforman el contexto serán considerados como sistemas contiguos al
sistema de estudio. La respuesta a esta pregunta surge al considerar no solo
qué información intercambian los sistemas contiguos con el sistema familiar
estudiado, sino también qué efectos produce esta información en el sistema
blanco. Por ejemplo, será importante saber qué información toma la madre de
la familia de su mamá, como también qué efecto causa en cada uno de los
integrantes lo que dijo la suegra, la abuela.

Cuando se analiza la información en cuanto al efecto que produce en
el sistema que ingresa debe pensarse si la misma es entrópica o negentrópica.
La información negentrópica es aquella que no tiene la suficiente
fuerza ni calidad diferente para causar cambios significativos en la
organización del sistema y por ello se mantiene un estado sistémico llamado
negentropía, homeostasis, equilibrio preexistente. Así, la información
negentrópica es el efector cuyo resultado es un estado de negentropía
sinónimo de homeostasis.
La información negentrópica se asemeja a la información que el
sistema ya posee, tolera y le permite no cambiar los parámetros básicos de su
organización, es la información que permite no salirse de los límites
establecidos por el rango de cada variable estructural.
En este sentido, cuando ingresa información negentrópica al sistema
se producen cambios en las conductas de la familia que no llegan a modificar
sustancialmente la organización del mismo, ya que estos comportamientos se
mantienen más o menos dentro del rango esperado, por ello son llamadas
conductas esperadas o deseadas, resultantes del ingreso de este tipo de
información.
Esto se ilustra con la metáfora de la fiesta: se aprecia la negentropía al
observar que todo resulta tal cual lo esperado en la fiesta de aniversario de la
niña: han ingresado solo las personas invitadas, se conversa de los temas que
son admitidos por la familia y se brinda solo alguna información pero no
toda; cada uno mantiene las sillas en la posición que fueron puestas desde el
inicio, moviéndolas levemente delante o atrás para estar más cómodos a la
hora de comer, a derecha o izquierda para no molestar a la persona de su lado
al cortar la comida, pero sin cambiar radicalmente la configuración de las
sillas. Mónica, la anfitriona, sirve la comida como fuera previsto y el marido
controla que los niños se mantengan en la habitación que les fue designada
para la fiesta jugando sin gritar. En resumen, todo marcha según lo esperado
por la familia, la fiesta es todo un éxito para ellos, es una fiesta homeostática
y negentrópica.
Por otra parte, la información entrópica es aquella que ingresa al
sistema y por sus cualidades diferentes o por su caudal elevado desde el
aspecto cuantitativo genera entropía en el sistema y produce un cambio
significativo en la organización del sistema.

La entropía es un movimiento que se produce dentro del sistema y
que rompe con el equilibrio que era determinado por el orden preexistente,
siendo la entropía producida por la información entrópica, la cual posee la
propiedad de dar origen a un movimiento en el sistema muy diferente a los
ritmos que lo organizaban.
Ahora bien, surge la pregunta: ¿qué es este movimiento llamado
entropía en un sistema familiar? Es un desajuste en los rangos en los que se
movía cada variable, lo que se traduce en conductas inesperadas para el
sistema.
Al compararse con la metáfora de la fiesta, la entropía sería un estado
en el cual se rompió el orden preexistente y se observarían conductas
inesperadas de los integrantes de la fiesta. Por ejemplo, alguien que se
emborracha y comienza a gritar; o bien, el invitado que comienza a hablar de
religión siendo este un tema no admitido por la familia. La mujer dice estar
muy cansada y ya no servirá más la comida a los invitados, actuando de
manera no esperada ya que ella debía brindar atención a los invitados.
También produciría entropía el ingreso de un extraño a la casa: un
ladrón, el vecino que ingresa gritando que bajen la música, la policía que
llega por la denuncia de ruidos molestos. La entropía en la fiesta se observa
cuando algunos invitados se levantan de la mesa, cambiando sus distancias;
un invitado decide echar al vecino cambiando las funciones y los roles como
también la jerarquía establecida previamente en el sistema de la fiesta; los
niños ingresan a la sala grande ante el alboroto, cambiando los límites
subsistémicos y reagrupándose de manera diferente en la fiesta.
Estos son solo algunos ejemplos de la entropía producida en la fiesta,
teniendo en cuenta solo las variables relativas a la estructura del sistema.
Igualmente puede ejemplificarse la información entrópica, por
ejemplo, en una familia, la cual estaría dada por algo que dijo la abuela que
por su contenido o por su insistencia en la repetición del mensaje produjo
entropía en el sistema ocasionando cambios en la dinámica y estructura del
mismo, por ejemplo, aumentan o disminuyen las distancias entre los
integrantes, hay cambios en el orden jerárquico, conflicto en relación con las
funcionéis del rol, entre otros.

La familia se siente en crisis, en conflicto, porque aparece lo no
esperado, el problema, que será disruptivo en el cómodo equilibrio
preexistente y ante el cual se sentirán desadaptados, y por ello reorganizarán
las variables del sistema para lograr un nuevo equilibrio pudiendo este ser
funcional o no, como se verá ampliamente al realizar el diagnóstico del
problema.
El nuevo equilibrio puede lograrse al aceptar como válida la nueva
conducta pasando esta de ser un comportamiento no esperado a uno aceptado
y así formar parte de la nueva organización.
Es importante considerar que no siempre que un sistema acepta una
conducta inesperada y se reorganiza le es funcional. Muchas veces es
disfuncional sistémicamente y funcional a nivel del problema, lo cual será
analizado en los siguientes capítulos, pretendiendo en este dejar explicitados
los conceptos que sentarán las bases para el posterior análisis diagnóstico de
cada variable en los ejes de estudio propuestos.
Retomando lo planteado en el desarrollo de los sistemas contiguos y
la información que comparten con el sistema de estudio, es interesante pensar
que cuando los sistemas contiguos influyen de manera entrópica cambian el
equilibrio preexistente en la familia, por lo cual se modifica no solamente la
manera en que se organizan e interactúan, sino también su modalidad de
resolver los conflictos, sus creencias y valores, sus costumbres, rituales, el
paradigma familiar.
Es oportuno definir el paradigma familiar como el conjunto de
construcciones sobre el mundo y sobre su sistema que comparten todos los
miembros de la familia. Este paradigma funciona como una matriz de
significados que lidera y guía el trazado de distinciones a la hora de construir
su propia realidad.
En este sentido, el paradigma familiar se nutre de información
compatible con este para mantener intacto este marco de referencia. Esta
información compatible no es más que información negentrópica que es
tomada en el intercambio que realiza la familia con los sistemas contiguos,
sistemas del contexto relevantemente influyentes. Este paradigma familiar se
coloca en crisis cuando el sistema recibe información entrópica que lo pone
en jaque, que lo cuestiona, lo pone en duda, introduce nuevas concepciones,

nuevos significados y reclama nuevas reglas.
En términos generales es importante considerar esta variable, ya que
el sistema observado es un sistema abierto, por lo que intercambia
información con el contexto. Esta información es asimilada por el sistema y
se convierte así en una parte del mismo, mostrando la impronta de cada
integrante del sistema en relación con el contexto con el que interactúa. En
este sentido, el grupo social cercano a la familia es sumamente influyente y es
un estímulo relevante que actúa desde el exterior del sistema.
En este sentido, conocer el contexto, particularmente los sistemas
contiguos al estudiado, y saber de qué manera influyen, será de gran valor a
la hora conocer en profundidad el sistema estudiado.
Finalmente se desarrollará la última variable de la estructura, a la cual
se dará el nombre de momento vital sistémico.
2.9. El momento vital sistémico
Es la situación vital de la familia en la cual se enfrentan a temáticas
referentes a su desarrollo familiar tanto en el aspecto social, psicológico y
biológico como también en referencia a situaciones particularmente
significativas para ellos. Recordando que significativo significa aquello que
impacta notoriamente sobre el sistema.
En esta línea de ideas, se define el momento vital sistémico en dos
sentidos: por un lado, como un período de tiempo en el que se encuentra la
familia en una de las etapas vitales familiares y por otro, como la presencia
de un hecho o evento significativo.
En primer lugar, en relación con la etapa vital familiar, varios autores
han teorizado sobre etapas sucesivas en las cuales suceden situaciones
similares en todas las familias que se desarrollan en determinado ámbito
social. Estas etapas y sus características sirven como un parámetro general de
referencia para poder diferenciar qué cuestiones son propias de una etapa
vital y cómo estas pueden incidir en la estructura y dinámica del sistema.
Las etapas del ciclo familiar están íntimamente relacionadas con el
desarrollo vital y biológico de sus integrantes, que si bien no es tema de
estudio en este trabajo, es útil mencionar que refiere a todos los cambios que
se producen en las personas en sus diferentes estadios biológicos y, por tanto,

sociales, como lo son los primeros años de vida, la escolaridad, la
adolescencia, la adultez y la madurez.
En la familia, las etapas vitales se desarrollan sucesivamente,
comenzando por la unión de la pareja, pasando por estadios como el
nacimiento de los hijos, el ingreso de los hijos a la escolaridad, la
adolescencia de los niños, cuando los hijos forman sus familias dejando el
hogar y, por último, la etapa en la cual la pareja se encuentra biológicamente
en la madurez y vejez.
En segundo lugar, el momento vital sistémico hace referencia a los
eventos significativos, es decir, a toda situación que posea una connotación
relevante para la familia, y, por tanto, produzca entropía en el sistema y, por
ello, cambios tanto en el plano emocional como cognitivo y pragmático de la
familia de manera recursiva.
Los eventos significativos son situaciones que la familia experimenta
como estresores, tanto de carácter positivo, en el sentido de ser placenteros,
como negativos y productores de displacer para el sistema. No hay, entonces,
situaciones que sean de por sí positivas o negativas, y en ocasiones pueden
ser una mezcla de ambas, como por ejemplo la mudanza a una anhelada casa.
Algunos eventos son en general displacenteros, como por ejemplo divorcios,
fallecimientos; y otros son en general placenteros, como casamientos,
nacimientos, viajes, entre otros, pero no por ello deberá darse por entendida
la significación particular de cada evento para cada familia.
Se podría pensar en infinidad de eventos citados por diferentes
autores y muy utilizados en la psicología, en muchos casos catalogados
estadísticamente con valores cuantitativos en relación con el estrés que
producen. Pero más allá de la utilidad de tener en cuenta estos eventos como
una guía, cada familia considerará qué es importante para ella, por lo cual no
es adecuado caer en certezas acerca de la construcción de la realidad del otro.
En este sentido, no es igualmente estresante una mudanza para una familia
que para otra, ni necesariamente será estresor un evento para una familia
cuando sí lo es para otra.
En este punto, es importante subrayar que siempre será necesario
conocer la construcción de la realidad que realiza la familia, acercándose en
la medida de lo posible a ella a través de la propia construcción de la realidad

acerca de lo observado. Se deberán eliminar los supuestos y toda idea
asociada a generalidades que podrían ser el mayor de los chascos a la hora de
diagnosticar un sistema.
Habiendo desarrollado las variables que están presentes en la
estructura sistémica se pasara, antes de concluir este capítulo, a pensar en
aquellas variables estructurales que pueden estar o no presentes en un
sistema, siendo estas variables llamadas secundarias. No obstante, pro ser
secundarias no pierden valor diagnóstico, por el contrario, su aparición es
significativa en todo sistema humano.
2.10. Variables secundarias de la estructura
Cabe recordar que las variables secundarias son aquellas que pueden
aparecer en una estructura y, por tanto, la definen, pero su presencia no es
esencial para la organización del sistema humano. Dentro de estas variables,
en el eje de la estructura, se pueden observar las que se desarrollan a
continuación, sin olvidar que podrían existir muchas otras variables en un
sistema que se presenten de manera aleatoria.
2.10.1. Alianzas.
Se definen como la unión de dos o más personas para un fin común,
siendo este privativo de quienes se unen y no compartido por otras personas
de su sistema.
Las alianzas pueden observarse desde el lenguaje verbal, cuando dos
personas mencionan un tema que comparten pero del cual no quieren hablar
delante de los demás integrantes de la familia, o bien lo hablan por primera
vez marcando claramente que es algo privativo y compartido por ellos,
excluyendo a los otros integrantes. Muchas veces surgen temas compartidos
por algunos familiares, los aliados, que otros integrantes de la familia
desconocían.
También las alianzas se observan desde el lenguaje no verbal las
personas aliadas se acercan no solo espacialmente, como por ejemplo
sentándose juntas, inclinando el tronco las dos personas al unisonó cuando
hablan del tema por el cual se alían, sino también pueden estar
paradójicamente distantes desde sus ubicaciones espaciales pero muy cerca
desde la mirada, una mirada continua sostenida, repetida, son miradas de

complicidad que se repiten, son dos personas que se van encontrando en la
mirada cuando ellos u otros mencionan el tema por el cual se alían.
Por ejemplo: en una familia, la madre y la hija que realizan una
alianza en relación con compartir en el día domingo una actividad deportiva,
comprar ropa y tomar un café antes de regresar al hogar. El padre y su hijo
adolescente se alían para ir a la cancha y asistir al juego de fútbol los
domingos y tomar unos tragos en el bar antes de regresar a la casa.
En la sesión psicoterapéutica, estas dos alianzas ejemplificadas se
observan cuando el terapeuta refiere al día domingo: el padre y su hijo, al
igual que la madre y su hija, se miran denotando complicidad ante la
pregunta del terapeuta: “¿quieren contar cómo estuvieron el día domingo?”.
El papá dice: “fuimos a la cancha, pero es tema de hombres” mientras guiña
el ojo a su hijo, quien responde con una sonrisa. La mamá dice: “nosotras la
pasamos bien, pero es tema de mujeres” y mira a su hija, quien baja la mirada
al dirigirla a su hermano.
Este ejemplo sencillo muestra lo compartido con algunos y no
compartido por otros en el grupo familiar, las alianzas. Por tanto, esta
variable puede presentarse o no en un sistema humano; y cuando se presenta
adopta diferentes formas, siendo implícita o manifiesta, rígida o flexible.
2.10.2. Coaliciones.
Es la unión de dos o más personas con un fin común y en contra de
otros excluidos. A diferencia de las alianzas, en esta unión el fin persigue un
objetivo particular: colisionar contra otro u otros que se encuentran fuera de
esta alianza.
No sería correcto decir que se unen para luchar contra un tercero, ya
que debe tenerse en cuenta que en estas uniones de dos o más personas al
lucha se establece contra una o varias personas contra las cuales se lucha. En
este sentido, la palabra tercero solo alude a una persona externa a la alianza y
también hace mención a la unión de dos personas cuando en realidad pueden
ser dos o más de dos.
En la sesión psicoterapéutica, la coalición se observa de innumerables
maneras; por ejemplo, en una familia compuesta por los dos padres y sus tres
hijos se aprecia que la madre y la hija se expresan verbalmente con un tono

suave, cordial, explicando amablemente lo que se les pregunta, dando su
punto de vista acompañado por un lenguaje no verbal coherente, el cuerpo
relajado, el tronco levemente inclinado adelante, la mirada es dirigida al
terapeuta.
Pero ante cierta pregunta del terapeuta, muchas veces la más ingenua
de las preguntas, como por ejemplo cómo les fue el pasado domingo, se
origina la coalición. La madre y la hija se alían para colisionar contra el
marido y los dos hermanos varones; a primera vista se observa que comienza
la batalla de ellas contra ellos. La batalla, que se presenta silenciosa y
escondida o se precipita como una lucha ruidosa y abiertamente manifiesta.
En la primera opción, en la batalla silenciosa, la madre y la hija
cuando hablan el marido o los hijos se miran entre ellas para luego mirar al
interlocutor y dejar ver un claro gesto facial de desprecio, de rechazo, o bien
mueven incansablemente la cabeza con el gesto de decir no.
En la lucha ruidosa y abierta, la madre y la hija ya no se contentan
con comunicar desde su gestualidad sino que también lo harán desde el
lenguaje verbal, que denuncia la coalición a través del desacuerdo con
respecto al contenido del mensaje que reciben, la descalificación. Se
escuchará de parte de la madre: “siempre la misma tontería, ¿no es así?”,
mirando a la hija, quien confirmará con un gesto su mensaje o bien dirá:
“nosotras sabemos bien que siempre ustedes hacen las cosas mal”.
Muchas veces se observan varias coaliciones que coexisten. En este
ejemplo podría también darse la coalición del padre y sus hijos en contra de
las mujeres de la familia. También, al igual que las alianzas, la coalición es
una variable que adquiere cierta flexibilidad o rigidez.
Finalizando este capítulo, y luego de haber presentado y analizado
conceptualmente cada una de las variables que se presentan en la
organización de un sistema humano, resta profundizar en el estudio de estas
variables para elaborar un diagnóstico sistémico de las mismas, siendo esta la
temática a desarrollarse luego de concluir con la exposición teórica de las
variables que componen los diferentes ejes de estudio. Es por ello que a
continuación se realizará un recorrido por un nuevo eje de estudio: la
dinámica del sistema humano.

CAPITULO 3
SEGUNDO EJE DIAGNÓSTICO LA DINÁMICA
DEL SISTEMA CONCEPTUALIZACIONES
3.1. Definiciones de la dinámica del sistema
La dinámica del sistema es la manera en que los integrantes se
comunican; por tanto, se relacionan de una manera determinada. Por ello, es
necesario pensar en la comunicación humana antes de pasar a describir
detenidamente cada una de las variables a tener en cuenta a la hora de
observar un sistema humano en su aspecto dinámico, con el fin de arribar a su
diagnóstico del mismo.
El término comunicación ha sido definido por varios autores y estas
conceptualizaciones pueden resumirse en la siguiente definición: la
comunicación es un proceso circular en el que se realiza un intercambio de
mensajes entre dos o más personas en un contexto determinado. Por ejemplo,
Watzlawick (1997) enunció cuatro axiomas de la comunicación humana que
describen ampliamente este concepto.
El primero establece que es imposible no comunicar, ya que todo
comportamiento es comunicación. Este enunciado permite reflexionar y
entender claramente que con la sola presencia de una persona frente a otra
hay comunicación, ya que aun sin la emoción oral de la palabra se
intercambian innumerables mensajes desde la modalidad no verbal, esto es,
desde la gestualidad, las posturas, entre otros.
El segundo axioma de la comunicación, siguiendo al autor, establece
que la comunicación posee un aspecto de contenido y otro relacional, donde
el primero remite a la información que se transmite; y el aspecto relacional
alude al modo en que se expresa el mensaje y define un tipo particular de
relación. Asimismo, el autor, al referir al aspecto de contenido, utiliza el
término información digital como al hacer mención al aspecto relacional
otorga como sinónimo el vocablo comunicación analógica.
Es interesante agregar que las “formas de transmisión analógica y
digital” pueden ser parte de las dos modalidades de comunicación, ya que la
diferencia entre ambas es que en la forma digital la “… relación entre el

nombre y la cosa es arbitraria, en cambio, en la comunicación analógica
existe cierta similitud entre lo referido y lo referente, entre la cosa a
representar y la representación” (Serebrinsky, 2009:89).
El mensaje en la modalidad verbal se puede transmitir en forma
analógica, por ejemplo a través de una metáfora, y en forma digital a través
de una palabra que refiere directamente a la cosa, como también en la
modalidad no verbal la forma de transmisión digital podría constituirse en la
emisión de un gesto que nombra algo, como ocurre en el lenguaje de señas.
En conclusión, en este trabajo se hará referencia a la comunicación en sus
modalidades verbal y no verbal, no utilizando para ello los vocablos de
comunicación analógica o digital.
El tercer axioma enuncia la puntuación de la secuencia de hechos,
señalando que en el intercambio recursivo de mensajes cada persona efectúa
una construcción a partir del trazado de distinciones que realiza.
En el cuarto axioma, el autor describe el aspecto relacional de la
comunicación, y señala que la interacción puede ser simétrica o
complementaria, en la primera hay una relación de igualdad o de mínima
diferencia en las conductas, y en la segunda esta basada en la diferencia.
Estos cuatro axiomas enuncian en un todo la definición de la
comunicación humana, la cual se establece con la sola presencia de dos o más
personas, se transmiten mensajes desde el aspecto verbal y no verbal a partir
del trazado de distinciones, definiendo un tipo particular de relación.
En este trabajo se define la comunicación como un proceso circular
en el que se realiza un intercambio recursivo de mensajes en un contexto
determinado, donde los mensajes están compuestos por elementos o señales
interrelacionadas y que pueden manifestarse a través de dos modalidades:
verbal y no verbal. La comunicación posee dos aspectos, que constituyen sus
dos funciones principales: el aspecto informativo y el pragmático.
Es importante esclarecer los términos utilizados dentro del marco de
la definición elaborada. En primer lugar, el término “modalidades de la
comunicación” alude a las dos maneras a través de las cuales el mensaje
puede presentarse: en la modalidad verbal se exterioriza a través de la palabra
y en la no verbal, por toda expresión que trascienda a la palabra.

Las dos funciones de la comunicación constituyen los “aspectos
informativo y pragmático”. En el aspecto informativo, el mensaje transmite
información que puede aludir a una cosa o a las emociones y actitudes. El
aspecto pragmático refiere al efecto que causa el mensaje en el receptor.
Conforme a lo descripto, a través de la comunicación se expresan
pensamientos, emociones y actitudes. Además, debe tenerse en cuenta que
toda comunicación se da en un contexto y posee dos funciones: informativa y
pragmática, las cuales revisten igual importancia a la hora de comprender la
comunicación humana en tanto conocer qué expresa el emisor de una
comunicación y cuál es el efecto que causa en el receptor.
En este punto es conveniente introducir el término expresión, el cual
refiere a la “forma de presentarse exteriormente un ser viviente, en su
conducta y en su forma física, ante otro ser viviente.” (Gallimberti,
2002:475).
Por tanto, surgen dos puntos relevantes a la hora de observar la
comunicación y realizar su diagnóstico: la comunicación emitida y el efecto
de la comunicación recibida; siendo además importante conocer la relación
que se establece a partir del proceso de comunicación en el cual se
encuentran los interlocutores.
Si bien la comunicación establece una dinámica particular que es el
resultado de un todo recursivo dado por la interacción de diferentes
elementos, se hace necesario evaluar cada una de estas variables con
detenimiento, con el fin de poder observarlas y diagnosticarlas en un sistema
humano.
A continuación se desarrollan las variables de la comunicación
humana presentes en todo sistema humano.
En primer lugar se describirá la variante llamada “respuesta básica a
la comunicación”, pudiendo ser una respuesta de confirmación o de
desconfirmación. Es llamada básica porque a partir de ella se establece un
proceso de comunicación con características específicas basadas en una
particular consideración del self del otro.
Luego, en relación con la emisión de una comunicación, se tendrá en
cuenta que siempre es realizada por la modalidad no verbal, la cual podrá

estar acompañada o no por la modalidad verbal. En esta comunicación, el
emisor transmite varios mensajes en simultáneo que podrán guardar
coherencia o no entre sí, lo cual será descripto en la variante llamada la
“emisión de la comunicación en sus dos modalidades”.
Más tarde se pasará a analizar la recepción de la comunicación. Aquí
se desarrollarán dos variables sistémicas: “los acuerdos y desacuerdos” y “la
construcción del mensaje recibido”.
Siguiendo con el análisis de la variable llamada “tipo de relación”,
que refiere a la pragmática de la comunicación e identifica dos tipos:
“relación de igualdad” y “relación de desigualdad”. Por último se desarrollará
la variable llamada “planos predominantes del proceso de comunicación”.
A continuación se describirán las variables que se presentan en todo
sistema humano y que son las piezas que ponen en marcha la interesante y
compleja dinámica sistémica.
3.2. Variables de la dinámica sistémica
Las variables a considerar son cada uno de los elementos dinámicos
que siempre están presentes en todo sistema, más allá de cómo se presenten.
Se pasará a analizar minuciosamente las variables de la dinámica del
sistema denominadas: la modalidad de comunicación, las respuestas, los
niveles del mensaje, los tipos de relaciones que se establecen y los planos
predominantes en la comunicación.
La modalidad de la comunicación precisa los aspectos cualitativos de
la misma, explicando conceptualmente sus matices.
La respuesta a la comunicación comprende dos formas diferentes
basadas en la desconfirmación y confirmación; en esta última se detallan
matices como la descalificación y la aprobación, entre otros.
Continuando con la conceptualización de las variables de la dinámica
sistémica, se desarrollarán los conceptos de la variable denominada las dos
modalidades de la comunicación, verbal y no verbal, dentro de la cual se
precisará qué es la coherencia intrínseca de la comunicación, como también
los acuerdos y desacuerdos.
Seguidamente, se desarrollará la variable construcción del mensaje
por el receptor, para luego continuar con los tipos de relación de igualdad y

desigualdad.
Finalmente se conceptualizará la variable llamada planos
predominantes en el proceso de la comunicación.
3.3. Modalidad de comunicación
Es el modo en el cual se comunican los integrantes del sistema, es el
aspecto cualitativo de todo proceso de comunicación que se desarrolla en un
sistema humano.
Esta variable es observable al precisar aquellos aspectos cualitativos
que predominan y que, por tanto, se repiten en la comunicación. Por ejemplo:
el reproche, la ironía, culpabilizar al otro, la mentira, la queja, el halago, el
insulto, entre otros.
Cabe remarcar que esta variable sistémica apunta a observar las
actitudes y los modos de comunicarse, lo cual será útil para el diagnóstico y,
por tanto, para delinear las intervenciones a realizar en una psicoterapia
familiar, en una entrevista.
Así, por ejemplo, se podría señalar que una familia comunica tanto “el
te quiero” como “el te odio” mediante una modalidad particular: el insulto.
Quizás otra familia manifiesta verbalmente lo que piensa mediante la ironía.
Son innumerables los ejemplos que, sin duda, serán de gran utilidad para
mostrar la actitud y modalidad en la comunicación que predomina en un
sistema.
La importancia de analizar esta variable radica en que la cualidad de
la comunicación y, por ello, las actitudes que están en juego, tienen un peso
pragmático de gran magnitud. En otras palabras, el impacto de la modalidad
de la comunicación en la dinámica de un sistema humano es sin duda
relevante para comprender la misma.
Se analizará a continuación una segunda variable de la dinámica
sistémica que es la respuesta a los mensajes emitidos por cada interlocutor del
sistema.
3.4. Respuestas a la comunicación
Una respuesta es el mensaje que se transmite como contestación al
mensaje recibido del interlocutor. Cabe recordar que la comunicación se

establece con la simple presencia de dos o más personas, ya que aun sin la
emisión de mensajes en el modo verbal, cada una de las personas responde a
través de sus gestos, de la postura, la mirada. En resumen, el aspecto no
verbal de la comunicación siempre comunica, aun cuando no está
acompañando por un mensaje verbal.
En esta dirección, cuando una persona se encuentra frente a otra
recibe un mensaje y responde a este, en primer lugar confirmando o des
confirmando el self del otro. En otras palabras, le comunica a ese otro si
existe o no para él. Por tanto, comunica la importancia que tiene el otro como
ser humano, confirma o desconfirma su presencia, su existencia.
En esta línea de ideas es que surgen dos respuestas a la comunicación:
la confirmación y la desconfirmación. En la primera se confirma que el otro
existe y en la segunda que no existe, lo que equivale a decir que se
desconfirma la existencia del otro como persona. Cuando una persona
confirma a su interlocutor, abre el interjuego de mensajes que componen el
proceso de la comunicación. Por el contrario, si lo desconfirma solamente le
transmitirá que desea comunicarle un único mensaje, que “no existe”.
Cuando el receptor de la comunicación confirma al emisor le comunica que
existe para él y se abre una gama de variantes que merecen ser diagnosticadas
tanto desde el punto de la emisión de la comunicación como desde la
recepción de la misma.
A la luz de lo expresado, puede puntualizarse que hay dos
posibilidades para esta variable “respuestas a la comunicación”: la
confirmación y la desconfirmación, lo que será ampliamente desarrollado a
continuación.
3.4.1 Respuesta de desconfirmación:
Es el mensaje que le dice al otro “no existís para mí”. La función
principal es desconfirmar el self del otro y, por tanto, mostrar el deseo de no
comunicar mensajes a esta persona o, mejor dicho, transmitir un único
mensaje: “no sos nadie para mí”.
La desconfirmación se observa en el día a día. Imagine que usted
camina por una calle peatonal entre muchas personas y algunas de ellas lo
golpean con su bolsa, con su brazo, y cuando usted voltea para mirar esa
persona sigue caminando como si usted no existiera.

Otro ejemplo de desconfirmación en la vida diaria se ilustra pensando
lo siguiente: suponga que usted va caminando por la calle mirando vidrieras
en el centro comercial de camino a la misa del día domingo. En un momento
se detiene en una tienda de venta de ropa donde ve una linda camisa y para
confirmar que se encuentra en el camino correcto hacia su destino pregunta al
vendedor por la dirección de la iglesia pero, para su sorpresa, este vendedor
continúa hablando con un cliente sin siquiera mirarlo a usted, como si usted
no existiera.
Es importante aclarar que si en este ejemplo el vendedor lo mira pero
no le responde verbalmente, el mensaje no desconfirma su existencia. Por el
contrario, lo confirma y dentro de esta confirmación habrá innumerables
variantes, como transmitirle a usted: existís pero no te quiero responder
verbalmente.
En ambos ejemplos, en el camino por la calle peatonal, en la tienda de
ropa, algo es evidente: usted no existe para el otro, recibió un mensaje que lo
desconfirmó.
Es apropiado recordar que todas las variables desarrolladas en este
trabajo son observables, lo que hace interesante pensar en el siguiente
ejemplo.
En la sesión de psicoterapia familiar, o setting terapéutico, compuesto
por un niño y sus padres, se observa la desconfirmación, por ejemplo, cuando
el terapeuta realiza una pregunta al niño y responde la madre por él, sin
mirarlo, dando la impresión de no haber tomado en cuenta que su hijo está
ahí, comunicándole que no está presente allí para ella, que no existe y que por
ello debió responder, aun cuando el terapeuta dirigió una pregunta a el de
manera directa.
También se aprecia la desconfirmación cuando un integrante de la
familia no mira y no dirige su palabra a otro, aun si este se dirige
explícitamente a él preguntando algo, ante lo cual parece no obtener
respuesta. Es importante aclarar que no obtiene una respuesta verbal, pero
siempre hay una respuesta a la comunicación, aun frente a la ausencia de
palabras, y esto es precisamente lo que sucede en la respuesta de
desconfirmación. La respuesta de desconfirmación se expresa mediante la
modalidad no verbal de la comunicación y, dentro de ella, una de las maneras
más relevantes es no dirigir la mirada.

A continuación se pasará a desarrollar la segunda variante para las
respuestas a la comunicación, que es la confirmación.
3.4.2. Respuesta de confirmación:
Es el mensaje que transmite el interlocutor para comunicar al otro que
existe para él. Por ello, su función es confirmar su presencia y su existencia,
es confirmar su self.
En este sentido, ante la presencia de una persona que dirige una
palabra o tan solo una mirada, transmite un claro mensaje de que ese otro está
ahí para él. Si bien este mensaje confirma al otro y le dice que es algo para el
emisor del mensaje, resta preguntarse qué es para el otro, ¿para qué está?,
¿quién es para el otro?, ¿cómo es considerado?; como también resta saber si
esta aceptación va de la mano o no de la aprobación, y aquí es donde surgen
los matices de la variable de una respuesta de confirmación.
El confirmar al otro es aceptarlo, y en el aceptar están inmersos tanto
los aspectos que son considerados positivos como negativos del otro, y aquí
se abre la diferencia entre aceptar y aprobar o aceptar y no aprobar al otro.
Las maneras de confirmar, por tanto de aceptar a otro, son variadas,
siendo dos de ellas la desaprobación que se manifiesta como descalificación
y la aprobación.
En primer lugar, la descalificación es un matiz o una manera de
confirmar en la cual se acepta al otro pero se lo desaprueba. Esta respuesta a
la comunicación, la descalificación, es comúnmente confundida con la
desconfirmación.
En la desconfirmación, como se desarrollara anteriormente, el otro no
existe para el interlocutor; en cambio en la descalificación sí es confirmado,
aunque es menospreciado en algún aspecto de su persona. Podría pensarse en
el profesor que descalifica a un alumno en un examen, le asigna una baja nota
porque esa evaluación no satisface lo que el profesor esperaba o consideraba
acertado, correcto, suficiente.
En el setting terapéutico se observa la descalificación a través del
lenguaje verbal cuando una persona insulta a la otra, le dice “no servís”, “lo
haces mal”, “no te sale bien”, “no sos tan bueno como tal otra persona”, “no

servís para nada” o, paradójicamente, “sos bueno pero podrías ser mejor”.
La diferencia fundamental con la desconfirmación es que aquí el otro
existe justamente para transmitirle la baja valoración que se tiene sobre algún
aspecto de su persona. Por el contrario, en la desconfirmación vale recordar
que el mensaje que se transmite es que el otro no existe para el interlocutor
que emite el mensaje desconfirmante.
En segundo lugar, la confirmación puede presentarse como aceptación
o aprobación. La aprobación se manifiesta en el acuerdo con aspectos de la
persona a la cual se comunica este tipo de aceptación, es comunicar al otro
que está aprobado, que posee suficientes cualidades aceptadas por quien
emite este juicio.
En resumen, la confirmación es la aceptación, más allá de que esta
implique aceptar y aprobar o bien aceptar y desaprobar o descalificar. En este
sentido, puede pensarse que la aceptación es un metanivel que incluye la
aprobación y la no aprobación del otro.
En esta dirección, tanto la aprobación como la descalificación
muestran dos caras de una misma moneda, la moneda de la aceptación; en
otras palabras, de la confirmación. Por ello, el otro existe tanto para ser
aprobado, como desaprobado y descalificado. Por ejemplo, el marido que
comunica a su esposa lo linda que es y lo bien que se arregla cuando salen a
cenar juntos, la acepta y confirma como persona y además está aprobando su
aspecto estético. Pero además, el marido le comunica que es una pena que
siempre tiene mala cara y parece no disfrutar de las salidas que realizan
juntos porque no tiene la capacidad de disfrutar, descalificándola en su área
afectiva.
Resumiendo, la confirmación adopta diferentes matices que
comunican al otro de qué manera existe para el emisor de este mensaje.
No obstante la importancia de observar y diagnosticar esta variable de
la dinámica de un sistema humano, además de confirmar a otro y en esta
confirmación mostrar matices con respecto a cómo es aceptado, es importante
analizar la siguiente variable respecto de las dos partes que posee un mensaje
cuando es emitido, las dos modalidades o niveles de la comunicación: la
verbal y la no verbal, en cuyo entramado pueden suscitarse acuerdos y
desacuerdos.

3.5. Las dos modalidades de la comunicación
En toda comunicación hay dos modalidades: verbal y no verbal,
estando la última siempre presente y estableciendo una comunicación aun sin
la presencia de la palabra.
En este sentido, siguiendo el primero de los axiomas de la
comunicación planteados por Watzlawick (1997), es imposible no comunicar,
a lo que puede agregarse que la simple presencia frente a otro comunica más
allá de las palabras.
Si bien el término comunicación remite a un proceso en el cual se
intercambian mensajes de manera recursiva entre dos o más personas, a
continuación se realizará un recorte que permitirá analizar la comunicación
de mensajes desde uno de los emisores, o sea, se pondrá el foco en el mensaje
que emite una persona y las dos partes que lo componen: verbal y no verbal.
El nivel verbal, también llamado por diferentes autores como
conativo, digital o de contenido, es la parte del mensaje que corresponde a la
transmisión de contenidos, representado por su unidad mínima: la palabra.
El nivel no verbal, también llamado en diferentes literaturas analógico
o relacional, es la modalidad de comunicación por la cual por medio de
diferentes signos no verbales se transmiten uno o más menajes que
comunican acerca de las emociones y actitudes de la persona.
Se tomará en este trabajo el término no verbal, ya que es la manera en
que se expresa el mensaje, y si bien varios autores utilizan también el término
relacional, puede decirse que las relaciones no solamente se determinan por el
contenido no verbal sino también por el verbal, esto es, por la totalidad de la
comunicación. Ante ello, se considera más preciso utilizar solamente el
término “no verbal” y no utilizar los vocablos comúnmente asociados, como
fuera descripto, los términos nivel analógico o relacional.
Siguiendo con el estudio de una comunicación cuando esta es emitida
de manera no verbal, es conveniente tener en cuenta que el mensaje puede
manifestarse a través de las diferentes formas de la comunicación no verbal,
siendo algunas de ellas: el lenguaje paraverbal, la kinesis y la proxémica.
El lenguaje paraverbal agrupa todo lo que acompaña la palabra, por
ejemplo el tono de voz, el ritmo del discurso, las pausas, los silencios.
La kinesis agrupa diferentes elementos no verbales, como son los

gestos del rostro, la mirada, los gestos realizados mediante movimientos o
posturas del tronco y de las extremidades.
La proxémica agrupa elementos relativos al espacio, se comunica con
las distancias de proximidad o lejanía, con movimientos de acercamiento o
alejamiento, arriba o más abajo en la dimensión espacial, delineándose de
esta manera distancias en el plano horizontal y vertical, distancias que
comunican.
Sin adentrarse en la comunicación no verbal, que sería muy
interesante pero alejaría del objetivo de este análisis, se verá ahora la función
de la parte de la comunicación que corresponde a las dos modalidades
enunciadas: la verbal y la no verbal.
Es interesante pensar que las ideas encuentran en la modalidad verbal
el mejor modo de transmisión pero las emociones y actitudes se ven
limitadas, ya que la puesta en palabras de ellas requiere de una traducción
previa, pues aquello elaborado por todos los sistemas encargados de gestar y
sentir una emoción son ajenos a la palabra, así es que el miedo, la alegría, la
tristeza, entre otras emociones, podrán ser expresados como sentimientos al
ser elaborados por el pensamiento; pero las emociones se manifiestan de
manera genuina, sin traducción, a través de la modalidad no verbal de la
comunicación, a través de los gestos, el tono de voz, las distancias.
Habiendo formulado que una comunicación se manifiesta a partir de
mensajes verbales y no verbales, se plantean como variables observables “la
coherencia intrínseca de la comunicación” como también “los acuerdos y
desacuerdos”, variables que serán desarrolladlas a continuación.
3.5.1. La coherencia intrínseca de una comunicación:
Es la concordancia entre todos los menajes que efectúa de manera
simultánea el emisor. En otras palabras, es la coherencia entre el contenido de
la comunicación emitido de forma verbal y las emociones y actitudes
expresadas mediante la modalidad no verbal de la comunicación.
En este sentido, la congruencia alude a la sintonía entre lo que se dice
de manera verbal y lo que se expresa de manera no verbal. Así, un mensaje
puede ser en sí mismo congruente o presentar contradicciones. En el primero
de los casos, se hablaría de coherencia en la comunicación.

La importancia de observar y diagnosticar esta variable en un sistema
humano radica en que de no existir coherencia habría una disonancia entre el
mensaje verbal y los mensajes no verbales de una misma emisión de
comunicación, lo que significa que se contradicen o no corresponden estos
mensajes unos con otros, llegando al receptor una comunicación
contradictoria, que confunde.
En esta línea de ideas, esta variable puede presentarse como
“coherencia en una comunicación” o, por el contrario, como “incongruencia
en dicha comunicación”.
En primer lugar, la coherencia intrínseca en la comunicación
transmite un mensaje congruente a partir de mensajes que se orientan en un
mismo sentido. Por ejemplo, la madre dice verbalmente a su hijo un te quiero
acompañado de un tono suave en la voz, una sonrisa genuina, una caricia.
En segundo lugar, la incongruencia de una comunicación significa
que hay disonancia entre alguno de los mensajes que se emiten
simultáneamente en ella. Por ejemplo, al observar a una madre que le dice
verbalmente a su hijo cuánto lo quiere y en su rostro expresa una clara
gestualidad de desprecio y rechazo. Aquí, la comunicación es contradictoria,
es incongruente, porque se contradicen los mensajes verbal y no verbal.
Esta incongruencia es conocida en la literatura sistémica como “doble
mensaje”, y si bien en realidad la comunicación es una sola, es cierto que al
unísono se emiten dos o más mensajes contradictorios.
En el ejemplo anterior hay dos mensajes: desprecio y rechazo que
contradicen a un tercero, emitido a modo verbal, el decir te quiero. Esto dicho
deja esclarecido que hablar de doble mensaje significa referir a una
contradicción entre el o los mensajes no verbales respecto del mensaje verbal,
pero no debe confundirse la palabra doble con solo dos mensajes
contradictorios entre sí, ya que esto reduciría la posibilidad de observación y,
por tanto, de análisis de esta variable.
En síntesis, esta variable de análisis propone observar la congruencia
o incongruencia entre los mensajes de una comunicación por parte del
emisor.
Es fácil concluir la importancia de considerar en un diagnóstico la

modalidad no verbal, ya que no solamente es un modo de transmitir un
mensaje; es la vía genuina para expresar emociones y actitudes.
Además, esta modalidad está presente en todo proceso de
comunicación, ya que más allá de que esté o no la palabra, la simple
presencia comunica a través de innumerables mensajes no verbales.
Continuando con el análisis de las modalidades verbal y no verbal de
la comunicación, se analizará una variable relativa al receptor del mensaje: el
acuerdo y el desacuerdo sobre el mensaje recibido.
3.5.2. Los acuerdos y desacuerdos:
El receptor de una comunicación podrá estar de acuerdo o no con los
mensajes recibidos luego de realizar una construcción a partir de lo percibido.
Debido a que el receptor recibirá una comunicación compuesta por
mensajes emitidos de manera verbal y no verbal podrá estar de acuerdo no
con cada uno de ellos así, el desacuerdo y el acuerdo se presentaran en
relación con las dos modalidades de la comunicación.
El receptor podrá acordar con todos los mensajes recibidos, también
podrá desacordar con todos ellos, o bien podrá estar de acuerdo con el
mensaje verbal y en desacuerdo con los mensajes transmitidos de manera no
verbal o viceversa.
Es interesante pensar en profundidad la relación entre los mensajes
emitidos y relacionar las dos modalidades implícitas en una comunicación, lo
verbal y lo no verbal, en relación con los planos del pensar, el sentir y el
actuar, como también en función de los acuerdos y desacuerdos.
En primer lugar, los mensajes que se transmiten y reciben en la
modalidad verbal de la comunicación, lo que se expresa generalmente
mediante la palabra, refieren a los pensamientos y a las acciones. Así, el
emisor del mensaje pondrá en palabras ideas y también actos, refiriendo a qué
piensa y a acciones pasadas, presentes y futuras. Aquí se agrega algo
fundamental, y es que el discurso da cuenta de la temporalidad.
En este análisis, el receptor podrá acordar o no con las ideas o
acciones que comunicó el emisor en sus mensajes y se observaría el
desacuerdo, por ejemplo cuando dice: “no es así lo que decís, estás

equivocado, no pensás bien, no es verdad”, o dice: “lo que haces no está bien,
no me gusta lo que querés hacer, no estoy de acuerdo con lo que querés que
hagamos juntos”.
En segundo lugar, la modalidad no verbal de la comunicación del
emisor refiere a emociones y actitudes, con las que el emisor estará de
acuerdo o no luego de recibir los mensajes. Por ejemplo, frente al desacuerdo
con los mensajes no verbales, que comunican las emociones y actitudes del
emisor, podría el receptor expresar su desacuerdo de la siguiente manera: “no
me gusta cómo decís las cosas, sos irónico, no grites cuando hablás”.
En resumen, se puede pensar que a través de la modalidad verbal de la
comunicación se expresan ideas y acciones, y por medio de la modalidad no
verbal de la comunicación se dan a conocer emociones y actitudes. Ahora
resta continuar con mayor profundidad en otros dos aspectos de la
comunicación relacionados con las respuestas de acuerdo o desacuerdo del
emisor.
Es significativo analizar dos aspectos de la comunicación en función
de comprender los acuerdos y desacuerdos del receptor de una comunicación.
Estos dos aspectos son: a quién se dirige el mensaje y a quién refiere el
mensaje.
Por una parte, se deberá analizar a quién se dirige el mensaje. Se
puede rápidamente observar hacia quién es dirigido el mensaje verbal, a
quién le habla el emisor.
Por otra parte, será importante precisar a quién refiere el mensaje
manifestado por el emisor; en otras palabras, de quién habla cuando habla.
Quien comunica puede hacer referencia a sí mismo, a quien o quienes le está
dirigiendo el mensaje, o también podrá referirse a un tercero que no se
encuentra en el campo de la comunicación, por tanto, una persona que no está
presente, por ejemplo, en la sesión psicoterapéutica, en la entrevista.
Esta distinción en relación con observar tanto a quién se dirige el
mensaje como también de quién se habla es importante para luego analizar
los acuerdos y desacuerdos de sus receptores, tanto de los aspectos verbales
como no verbales de esta comunicación, ya que se abrirán innumerables
variantes en la comunicación global de todos los integrantes de la misma, por

ejemplo de toda la familia presente en la sesión psicoterapéutica.
En síntesis, es importante recordar tres aspectos de los enunciado para
el análisis de esta variable con respecto a los niveles verbal y no verbal de la
comunicación, las dos modalidades de la comunicación, la interacción con
los planos del pensar, sentir, actuar y la direccionalidad y referencia del
mensaje.
En este sentido, se realizará un análisis acerca del nivel verbal, del
contenido, del qué dice y también del nivel no verbal de la comunicación, el
cómo lo dice, sumado esto a la interrelación entre estos y los de tres planos
recursivos: el hacer, el pensar y el sentir, y también se tendrán en cuenta a
quien se dirige el mensaje y a quien refiere el mismo. Sobre la base de todos
estos parámetros, se pensará en la recepción y los acuerdos o desacuerdos del
receptor ante una comunicación.
Habiendo analizado la comunicación verbal y no verbal, se pasará a
desarrollar la siguiente variable, también relativa al receptor de una
comunicación, en la cual el objetivo será analizar de qué manera es
construida la comunicación recibida, cómo son entendidos los mensajes
recibidos.
3.6. La construcción del mensaje por el receptor
La realidad es construida al trazar distinciones sobre el recorte que se
realiza sobre el campo perceptivo. Entonces, el receptor, al percibir mediante
sus sentidos la comunicación emitida por otro escucha sus palabras, mira sus
gestos y construye el mensaje, otorgándoles un significado a aquellos
elementos del mensaje que ha seleccionado o recortado, lo que se constituye
como una unidad, el mensaje recibido.
Si bien este es un tema fascinante y tan interesante como complejo,
no es oportuno desarrollarlo ampliamente en este trabajo, ya que el mismo
persigue el objetivo de propiciar lineamientos teóricos en función de las
variables sistémicas que propiciarán el diagnóstico del sistema humano
fundamentado en la observación de dichos indicadores.
No obstante ellos, es de subrayarse la relevancia de ampliar el
conocimiento de la epistemología planteada por las ciencias modernas,
especialmente por las teorías constructivistas, que desarrollan ampliamente la

temática de la construcción de la realidad; en otras palabras, del proceso que
va desde la percepción del mundo a través de los sentidos hasta su
elaboración a nivel cognitivo, para concluir en una idea de lo percibido que
aquí es llamada, en coincidencia con las mencionadas teorías, la construcción
de la propia realidad.
Retomando el desarrollo de esta variable de estudio, la construcción
del mensaje por parte del receptor, es apropiado decir que el mensaje recibido
será comprendido por el emisor según el significado que les da a las palabras
escuchadas y a los elementos de la comunicación no verbal recibidos.
Aquí, el término comprensión alude a la similitud que posea la
construcción que realiza el receptor respecto de la que había realizado
previamente el emisor; en otras palabras, construir parecido a la construcción
que realizó el otro al emitir su mensaje. Así, comprender es haber construido
una realidad muy cercana a la realidad construida por el otro.
En este mismo sentido, la falta de entendimiento se basa en una
construcción diferente a la que realiza el emisor del mensaje. Una frase que
ilustra una construcción similar a la del otro respecto de un mensaje
transmitido en forma verbal es: “te entendí bien”, “sé a qué te referís”.
Al pensar en la construcción de un mensaje recibido, el cual forma
parte del proceso perceptivo, siendo esta la etapa de integrar los elementos
captados y atribuirles una semántica, debe tenerse en consideración que los
mensajes emitidos en la modalidad no verbal requieren un procesamiento
más complejo, ya que serán traducidos al lenguaje verbal, se les pondrá
palabra, y esta referirá, en este caso, a lo que siente el otro y sus actitudes,
así, el receptor podrá decir: “te veo alegre”, :me aprese que esas triste”,
“hablas con ironía”.
Resumiendo, será importante diagnosticar, en relación con esta
variable sistémica, cómo el receptor construye sobre la base de lo percibido
de los mensajes enviados por su interlocutor en una comunicación, teniendo
en cuenta cuál es su recorte y cuál la significación que le otorga a lo
percibido, para finalmente ver cuánto se aproxima a la construcción del
emisor.
Una frase que ilustra la construcción similar es “pensás igual que

yo”, sinónimo de “Construí una idea muy similar a la tuya a partir de tu
mensaje”.
Por otra parte, una segunda frase sería “construí una idea muy
diferente a la construcción que usted tiene de esa temática”. En términos
lineales, es sinónimo de decir: “estás equivocado”. Aquí, el “estás
equivocado” significa, en términos sistémicos, que arribó a una construcción
de realidad diferente a la del otro; y en términos lineales significa que quien
emite este juicio se basa en la idea lineal de la realidad como única,
desconociendo el paradigma que apoya la construcción de la misma.
Habiendo analizado de qué manera es comprendida la comunicación
recibida, mejor dicho cómo es construida una realidad a partir del mensaje
del otro, como también habiendo estudiado el acuerdo o desacuerdo con la
misma, será necesario analizar la pragmática del proceso de la comunicación,
siendo esta el tipo de relación que se establece, se pasará entonces a la
siguiente variable: los tipos de relación.
3.7. Los tipos de relación
Las relaciones que se constituyen entre dos o más personas son
producto de la comunicación y recursivamente de ellas se establecen
diferentes variables de la misma. El tipo de relación refiere a las conductas
que adoptan los interlocutores en el proceso de la comunicación, las cuales,
entre muchas características, poseen una fundamental: la igualdad o
desigualdad en las conductas.
En este sentido, pueden precisarse dos tipos de relaciones: las de
igualdad y las de desigualdad en las conductas. En la bibliografía existente, la
mayoría de los autores llaman a estas relaciones simétricas y
complementarias, respectivamente. En este trabajo son denominadas de
igualdad o desigualdad debido a que hablar de complementariedad lleva a
confusiones, ya que siempre las conductas se complementan, sean estas
iguales o desiguales, cuantitativa y cualitativamente.
En esta variable, tipos de relación, existen básicamente dos
posibilidades: las relaciones de igualdad o de desigualdad en las conductas.
La relación de igualdad se caracteriza por conductas entre dos o más
personas con un mínimo de diferencia. Se habla de igualdad ya que es tan

insignificante la diferencia que al observarse, estas conductas parecen
iguales, las personas adoptan los mismos comportamientos en la
comunicación y, por ende, en la relación.
Gráficamente, puede pensarse en dos personas que se encuentran en
una plaza, en un juego infantil tan antiguo como conocido que consiste en
una tabla que pende sobre un eje central, con dos asientos en sus extremos, el
sube y baja.
En este juego puede observarse una larga madera que penderá sobre
una estructura de base que se encuentra en el medio y las dos personas
sentadas en sus extremos mantendrán la tabla a igual distancia del suelo
mientras realicen conductas similares, por ejemplo, mantener en semiflexión
sus piernas con un suave contacto de la punta de sus pies en el suelo.
La relación de igualdad equivale a observar a las dos personas
sentadas en el sube y baja, una en cada extremo y a igual altura del suelo. Si
se mira con mayor detenimiento la postura no es estática, las personas
realizan muy pequeños movimientos con sus piernas y su cuerpo para
mantener la horizontalidad de la tabla del sube y baja.
De la misma manera, la relación de igualdad se aprecia en el diálogo
entre dos personas cuando se observa que ambos aportan igual cantidad de
información; por tanto, se comportan de manera casi igual. Por ejemplo, la
terapeuta pregunta a una pareja dónde se conocieron y el marido comienza su
relato contando que se conocieron en un bar, a los pocos segundos la esposa
da el nombre del bar, el esposo continúa diciendo en qué mesa estaba sentada
y ella agrega que estaba con unos amigos, y así continúan, mano a mano,
otorgando información.
Si este diálogo se observara en la metáfora del sube y baja, sería
equivalente a pensar que cuando el esposo da información usted vería que se
eleva sutilmente en el sube y baja alejándose del suelo y quedando levemente
en una posición superior a la de su mujer. Entonces, a continuación, cuando
la esposa aporta información vería que se eleva la tabla de su lado,
descendiendo sutilmente del lado opuesto, donde se ubica su marido. Para lo
cual el marido rápidamente iguala esta conducta. Así continuaría este juego
de igualdad en el sube y baja, donde cada uno, a los extremos de la tabla,
realizaría sutiles movimientos para mantener la tabla paralela al piso y así

encontrarse a una altura similar, producto de esfuerzos casi iguales realizados
para lograr este objetivo, una relación de igualdad en las conductas.
También las conductas de igualdad se manifiestan desde la modalidad
no verbal, cuando uno eleva el tono de voz y el otro adopta una conducta
similar elevando el tono de voz para igualarse con el otro, o bien cuando uno
habla bajo el otro disminuye su tono de voz, o también cuando uno adopta
una posición inclusiva, con tronco hacia adelante, acercándose al terapeuta, el
otro realiza el mismo noviecito corporal quedando en distancias similares de
su cuerpo y postura respecto del terapeuta.
En síntesis, en las relaciones de igualdad los integrantes de la misma
hacen casi lo mismo y aportan ambos información desde el aspecto verbal de
la comunicación.
Por otra parte, la relación de desigualdad se manifiesta cuando las
conductas son muy diferentes. En este sentido, siempre habrá una posición
superior y una inferior en la relación. Siguiendo el ejemplo anterior, cuando
uno da información el otro mantiene el silencio sin interrumpir o aportar
nuevos datos; o bien, cuando uno eleva el tono de voz el otro reduce aún más
el propio; también, cuando uno inclina su tronco adelante para acercarse al
terapeuta, el otro se queda en la postura que estaba, no igualando su conducta
y quedando en una posición de desigualdad.
En el juego de sube y baja de la plaza, usted vería la tabla del juego a
un ángulo de unos cuarenta y cinco grados respecto del piso y notaría que una
de las personas, sentada en el banco derecho, se encuentra cerca del suelo y el
otro, situado al otro extremo de la tabla en el bando izquierdo, se encuentra
muy alto respecto de su compañero de juego. Al analizar estas posiciones
apreciaría que esto ocurre por la conducta de ambos, ya que para que uno
pueda estar en la posición superior del sube y baja, el otro debe realizar
movimientos corporales necesarios para permitírselo, y así recursivamente.
En síntesis, siempre una conducta habilita la del otro y recursivamente
se retroalimentan, por eso siempre las conductas se complementan en este
sentido, ya sea que predomina la igualdad o la diferencia en las mismas.
A continuación se pasara a describir otro elemento a considerar en el
análisis de la dinámica de un sistema humano: los planos predominantes en el

proceso de la comunicación, y por lo tanto de al relación, ya que
comunicación y relación son sinónimos, al pensar en cómo se interconectan
las personas para formar un sistema a nivel relacional.
3.8. Los planos predominantes en el proceso de la comunicación
En la comunicación siempre se observan tres planos recursivos: el
pensar, el sentir y el actuar, también llamados plano cognitivo, plano
emocional y plano pragmático, respectivamente.
Estos planos están siempre presentes y lo interesante es determinar
cuál predomina en la comunicación y, por tanto, en la dinámica de un sistema
humano.
Cuando una persona emite una comunicación, con los mensajes que la
componen efectuados en simultáneo desde la modalidad verbal y no verbal,
siempre lo realiza con predominancia de alguno de los tres planos recursivos
de la comunicación. Así, predominará el plano pragmático, el emocional o el
cognitivo.
Cuando predomina el plano pragmático en una comunicación se
observa una supremacía en los verbos empleados en el discurso; por ejemplo,
la persona refiere a lo que hizo, lo que desea hacer, lo que hicieron los otros
en su familia. Así se escuchan las palabras: hice, no pude hacer, fui, compré,
vi una película, trabajaré mucho, iré al cine, luego de la última sesión empecé
a hacer gimnasia, etc.
Si predomina el plano cognitivo en una comunicación abundan las
reflexiones, por ejemplo, la persona dice que piensa en tal o cual tema, que se
quedo pensando en lo hablado en la sesión anterior, que duda o sospecha de
algo. También este plano del pensar se manifiesta cuando una persona valora
las acciones propias o de otros, culpa a sí misma y otros de determinados
temas, juzga lo correcto o incorrecto. Así, el culpar, juzgar, valorar, afirmar,
negar, dudar, justificar, reflexionar, pertenecen a la esfera del plano
cognitivo.
Cuando predomina el plano emocional en la comunicación, la
persona advierte en mayor medida sus emociones. Si bien es cierto que las
emociones siempre se manifiestan mediante la comunicación no verbal, aquí
se hace referencia como plano emocional cuando la persona pone en palabras

sus emociones, cuando las manifiesta desde su discurso. Por ejemplo, la
persona expresa que se siente alegre, que estuvo angustiada, o refiere a otro
diciendo que esa persona estuvo triste o que tuvo miedo de tal o cual cosa.
Es significativo evaluar esta variable, ya que cada persona y cada
sistema tendrá un plano predominante en la comunicación; por tanto, tendrá
mayor facilidad para actuar, para reflexionar o para expresar las emociones.
En un sistema, es importante observar tanto el plano predominante en
la comunicación, el que comparten la mayoría de sus integrantes, como
también dónde está la diferencia. Por ejemplo, si hay tres personas en un
grupo familiar y dos de ellas son predominantemente pragmáticas pero una es
más cognitiva, se podrá pensar en un sistema con una dinámica que se mueve
principalmente desde el plano pragmático y que también, en menor medida,
funciona desde el plano cognitivo.
Es útil conocer el plano predominante en la comunicación para
diagramar e impartir una prescripción para que los integrantes del sistema
realicen fuera de la sesión psicoterapéutica, ya que podrán realizar con más
facilidad aquello para lo cual tengan mayor habilidad para desarrollar desde
los planos de la comunicación.
En los siguientes capítulos se ahondará en el diagnóstico de esta
variable dinámica y se verá qué se debe tener en cuenta en relación con los
planos predominantes en cada integrante del sistema, el interjuego entre los
mismos y los resultados que se plasman en la dinámica sistémica familiar.

CAPITULO 4
TERCER EJE DIAGNÓSTICO EL PROBLEMA
CONCEPTUALIZACIONES
El problema es entendido como el resultado de una dificultad que por
intentos fallidos de solución se constituyo en problema. Es un callejón
aparentemente sin salida que se presenta en el sistema como sinónimo de su
padecer.
Los intentos fallidos de solución pueden ser harto variados. Siguiendo
a Watzlawick (1997), pueden nombrarse, por ejemplo, el hecho de negar la
presencia de una dificultad, adoptar una acción en tiempo equivocado o bien
incurrir en una acción al nivel equivocado.
En este punto, es conveniente decir que una dificultad es aquella que
puede vulgarmente llamarse problema, pero que es solucionada prontamente
apelando al sentido común y a la lógica binaria de opuestos; por ejemplo:
ante el frío, la persona se coloca un abrigo.
Siguiendo este mismo ejemplo, la dificultad se convierte en problema
cuando la persona tiene frío y se coloca un abrigo, pero debido a que continúa
sintiendo frío se coloca dos abrigos más o prende la estufa, pero aun sigue
sintiendo frío, y esto representa un problema, el cual no tiene aparentemente
solución, ya que en el pensamiento binario de un extremo se ubica el frío y
del otro el calor. En este caso, la dificultad se convierte en problema cuando
la persona no encuentra una solución mediante el sentido común y el
pensamiento lineal.
Otro aspecto importante, dentro del marco de esta definición, es que
el problema puede ser definido y considerado desde tres puntos de vista:
desde las ciencias exactas, el conocer del día a día y desde la teoría de los
sistemas, que implica la epistemología de la complejidad.
En primer lugar, desde las ciencias exactas, todo problema tiene
solución; por ejemplo, en las matemáticas solo habrá que despejar los
términos que poseen la letra equis para arribar a un resultado.
En segundo lugar, y en contraste con la definición ofrecida en el

párrafo ut supra, en el pensamiento del día a día se denomina problema a
aquello que no tiene una solución aparente, y esto es que no posee una
solución que pueda ser alcanzada mediante el sentido común o el
pensamiento lineal y de opuestos. Puede decirse que, desde este punto de
vista, el problema, como fuera definido inicialmente, es una dificultad que no
logró ser solucionada y constituye un callejón sin salida.
En tercer lugar, es interesante definir al problema en términos
sistémicos y desde la epistemología de la complejidad, ya que de aquí se
desprende una nueva definición del problema en términos sistémicos: el
problema es una acción que ocurre fuera del rango de tolerancia que
determina la homeostasis reinante en el sistema. Esta acción es una conducta
inesperada que ocasiona entropía, crisis, rompiendo con la homeostasis como
orden preexistente.
En esta dirección, el problema puede ser entendido como una
conducta inesperada en el sistema, donde esta conducta se encuentra por
fuera del rango de conductas que sostienen el equilibrio sistémico.
Por ejemplo, en una familia todos esperan que sus integrantes sigan
las estrictas órdenes de quien se encuentra en un nivel de jerarquía superior,
por ejemplo, el padre. Así, cuando el hijo no obedece sus órdenes, esa
conducta es no esperada y no deseable para mantener el sistema en el orden y
equilibrio en el que se desarrolla. Es por ello que la desobediencia del hijo se
convierte en el problema. En este ejemplo la conducta de desobediencia
queda por fuera de loa captada. Esta desobediencia es una conducta no
esperada y es para esta familia el problema.
Adentrándose en esta premisa, cabe aclarar que un sistema posee una
medida de tolerancia o un rango en el cual se mueven las variables sistémicas
llamado homeostasis y una zona lindera a este rango homeostático en el cual
se presenta el problema.
Un rango supone una medida cualitativa y cuantitativa. La medida
cuantitativa es determinada por la intensidad de determinadas conductas y la
medida cualitativa, en función de cuáles son las conductas aceptadas. Por
ejemplo, un sistema puede aceptar la conducta de beber alcohol solamente a
razón de un vaso por cada comida, pero no aceptar que ningún integrante
fume cigarrillos. Aquí, cualitativamente la conducta de beber es aceptada y

no así la de fumar.
Si se piensa gráficamente, podría usted imaginar dos líneas rectas
horizontales paralelas que delimitan el rango homeostático. En el espacio
entre estas paralelas se ubicaría una línea ondulante, con ondas de diferentes
alturas pero que nunca excede las líneas rectas que la contienen. En otras
palabras, la línea ondulante describe las diferentes intensidades de la
conducta dentro del rango homeostático o espacio entre las líneas paralelas.
En cambio, si se dibujara una conducta inesperada, usted vería la línea
ondulante sobresaliendo por sobre alguna de las líneas rectas paralelas, líneas
limítrofes del rango homeostático. Ese excedente representa la intensidad de
esta conducta, que la convierte en inesperada.
También en este mismo grafico usted podría imaginar que solo se
aceptan líneas ondulantes dentro de las paralelas, por lo cual si se dibuja una
línea recta, esta no sería aceptada por el sistema. Sería una conducta
cuantitativamente no aceptada y, por tanto, conducta inesperada.
Retomando el ejemplo anterior, si una persona bebe alcohol a razón
de más de un vaso por comida, se representaría con la línea ondulante que
excede las líneas paralelas que marcan los límites. También, si se piensa en
que la conducta de fumar está prohibida, si un integrante del sistema enciende
un cigarrillo sería representado mediante una línea recta que, más allá de que
exceda o no los límites de las líneas paralelas, es una conducta inesperada.
Pensando ahora en una familia, se esperan y aceptan determinadas
conductas y estas están bajo el imperio de la negentropía. Como se ha
descripto anteriormente, la negentropía va de la mano de la homeostasis y del
equilibrio. En otras palabras, cada variable sistémica adquirirá un rango
negentrópico que propicia la negentropía sistémica, y dentro de estas
variables se ubican las conductas.
Puede decirse que en la homeostasis la familia baila una danza en la
cual se sigue un ritmo y solo se utilizan algunos pasos de baile de manera
reiterada. Aquí, el ritmo del baile es el aspecto cualitativo de la danza, que
responde al cómo danzan, y los pasos que se realizan son el aspecto
cuantitativo, que responde al qué pasos realizan para danzar.
Cuando se presenta un problema, una conducta inesperada y no

incluida en el rango homeostático, el sistema puede realizar básicamente dos
movimientos: dejar por fuera esa conducta y no aceptarla, constituyéndose
esta en el problema, o ampliar el rango de homeostasis para incluir la
conducta inesperada, por lo que está ya no será un problema.
En el primer caso, cuando se deja por fuera del rango la conducta
inesperada, el sistema se encontrara en estado de crisis porque esta conducta
fuera del rango significa que supera los límites o umbrales homeostáticos, y
por ello esta conducta rompe con el equilibrio preexistente. En otras palabras,
hay una conducta no aceptada en el ritmo habitual de funcionamiento que
pone en crisis y en jaque el orden preexistente.
En el segundo caso, cuando se amplía el rango homeostático para
incluir la conducta antes inesperada, se realizan modificaciones en las
variables que determinan el funcionamiento sistémico para adoptar un nuevo
orden y funcionamiento, pudiendo ser este último tanto funcional como
disfuncional, lo cual será analizado más adelante al realizar las apreciaciones
necesarias sobre la funcionalidad de un sistema.
Es importante destacar que en ambos casos, tanto cuando la conducta
inesperada queda incluida por ampliación del rango homeostático como
cuando esta queda por fuera del mismo, todas las conductas sistémicas,
incluyendo la conducta inesperada, forman parte del sistema.
En este sentido, no debe confundirse una conducta que queda por
fuera del rango homeostático como aquella que queda por fuera del sistema.
Todas las conductas forman parte del sistema, y por ello cuando se hace
referencia a una conducta no incluida en el rango homeostático se está
diciendo que esta no está dentro de los límites que mantenían un equilibrio
anterior.
Retomando el ejemplo anterior en el cual la familia solo acepta que
sus integrantes beban un vaso de vino en las comidas, cuando un día un
integrante aparece borracho presenta una conducta inesperada, presenta un
problema, porque el haber bebido hasta encontrarse ebrio es una conducta
que no está incluida dentro del rango de tolerancia, dentro de lo aceptado en
esta familia.
Es de destacar que frente a lo inesperado la familia adoptara

diferentes conductas, que serán analizadas en profundidad más adelante en el
desarrollo del diagnostico del problema, siendo oportuno aquí adelantar que
frente a una conducta inesperada un sistema tomara básicamente dos
caminos: ampliara el rango homeostático generando un nuevo equilibrio o
mantendrá el rango que posee dejando pro fuera la conducta inesperada la
cual es rotulada como el problema.
Hasta aquí se presentó una definición del problema y se profundizó
ofreciendo consideraciones sobre el mismo desde el punto de vista de las
ciencias exactas, el pensamiento cotidiano y el problema en términos
sistémicos, siendo ahora oportuno realizar una distinción desde el punto de
vista clínico psicopatológico y desde el punto de vista sistémico.
El problema desde el punto de vista clínico y psicopatológico está
encuadrado dentro de una psicopatología, la cual, por sus características, será
determinada y diagnosticada por el experto. Este diagnóstico psicopatológico
es de corte individual, ya que evalúa la salud mental de cada una de las
personas sin considerar ampliamente el sistema, mejor dicho, los sistemas en
los cuales participa; y aun haciendo alguna referencia a sus vínculos no se
realiza un diagnóstico de los sistemas en los que participa, por lo que el
diagnóstico clínico psicopatológico solamente considera los aspectos
individuales. En otras palabras, hacer mención a las relaciones de una
persona no significa que con ello se diagnostiquen el o los sistemas en los
cuales participa y se comprenda a la persona como parte de los mismos.
No obstante ello, es de destacarse la utilidad de este diagnóstico, el
cual es complementario del diagnóstico sistémico y es necesario, ya que será
imperioso en el campo de la salud mental evaluar la peligrosidad para sí y
para terceros de la persona estudiada, tomando las medidas pertinentes según
la evaluación realizada.
Todo profesional de la salud no deberá olvidar que este diagnóstico es
necesario, y si bien no se desarrolla esta temática en el presente trabajo cabe
remarcar su importancia y su diferencia con respecto al diagnóstico del
sistema humano.
Por otra parte, el problema desde el punto de vista sistémico es
aquel que se presenta de manera manifiesta por los integrantes de la familia,
relativo a una de las variables de su dinámica y estructura o bien en relación
con una conducta determinada.

En otras palabras, aquí el problema manifiesto es aquel que es
denunciado por la familia, más allá de que el problema de un sistema está
conformado por esto y también por todos los elementos disfuncionales del
mismo, siendo esta la diferencia entre el problema denunciado por la familia
y la disfuncionalidad del sistema estudiado.
Luego de haber estudiado los diversos aspectos de la definición del
problema desde diferentes puntos de vista, cabe adentrarse en la
consideración del problema desde el punto de vista sistémico y discernir cuál
es el problema en un sistema humano, para poder entonces estudiar y
diagnosticar sus variables.
El problema a considerar para el diagnóstico sistémico es el
manifiesto por el sistema, y por ello el motivo de consulta es el problema.
Esta afirmación es un aporte del modelo terapéutico estratégico, una de las
escuelas que contribuye con conocimientos a la teoría sistémica. Por lo tanto,
deberá distinguirse entre el problema manifiesto y el problema implícito o
latente.
Resulta posible formular claramente que el problema manifiesto es
aquel al que refieren explícitamente los integrantes del sistema. Por
consiguiente, es un dato observable en la comunicación ofrecida.
En contraste con ello, el problema latente o implícito es aquel que no
es denunciado en muchas ocasiones no es reconocido como tal por los
integrantes del sistema, pero es un dato observable para el diagnosticador, ya
que apreciará que alguna de las variables sistémicas observadas es
disfuncional para ese sistema en ese momento dado.
Por ejemplo, se presenta una familia que manifiesta verbalmente que
su problema es que la hija no obedece a sus padres y no saben cómo
controlarla, pero también podrá observarse una distancia muy corta entre los
integrantes, una jerarquía poco funcional para esa familia en ese momento
vital sistémico, desacuerdos entre los padres, entre otras variables
disfuncionales que conforman el problema latente y que muestran las
disfunciones en el sistema estudiado.
A partir de lo descripto se puede enunciar la siguiente definición: el
problema manifiesto es aquel enunciado por la familia y el problema

latente es el conjunto de todas las variables sistémicas disfuncionales para
ese sistema en ese momento dado.
Resulta posible formular que no se puede otorgar un significado
arbitrario al problema manifiesto que presenta la familia. Por el contrario, se
deberá analizar con detenimiento cada una de las variables del sistema, y para
ello será de utilidad dar atención a las siguientes variables que conforman
este eje de estudio.
En este sentido, se desarrollarán a continuación diferentes variables a
considerar e investigar cuando un sistema formula verbalmente aquello que
representa el problema familiar, por lo cual se profundizará ahora en el
problema manifiesto y su análisis.
4.1. Definición del problema manifiesto: abstracto y concreto
El problema manifiesto es aquel expresado por la familia desde su
discurso, en el plano verbal.
Se menciona “el problema” en singular, ya que si bien un sistema
puede señalar una multiplicidad de problemas, se deberá delimitar y cercar el
problema de mayor relevancia para la familia para continuar con la
exploración del mismo en relación con las siguientes variables en ese
diagnóstico sistémico.
En este sentido, se hará referencia en singular al problema, sin olvidar
que un sistema puede presentar múltiples problemas manifiestos y, claro, sin
olvidar también que siempre posee una multiplicidad de disfuncionalidades
que van a constituir el problema a nivel latente.
Desde la exposición del problema manifiesto por parte del sistema
hasta arribar a la definición del problema para el diagnóstico, deberá
considerarse si el problema es concreto o abstracto, como también tener en
cuenta los rótulos adjudicados al problema..
El problema es concreto cuando remite a acciones, pensamientos o
emociones bien delimitados por quien enuncia su problema.
Por el contrario, el problema será llamado abstracto cuando su
definición es muy vaga y en general sostenida por eslóganes, rótulos o
términos vulgares que parecen explicar claramente lo que sucede.

Por ejemplo, un problema es abstracto cuando el sistema dice que el
marido está angustiado, está estresado, está con mal de amores. Aquí deberá
apelarse al significado teniendo en cuenta la singularidad de cada persona y
de cada sistema humano. La pregunta que guiará es, por ejemplo, “¿Qué
significa para usted estar angustiado?”, “¿Qué siente, qué hace y qué piensa?”
Frente a la afirmación de que el marido “esta angustiado” y luego de
realizar las preguntas pertinentes para conocer esta construcción de realidad,
se deberá quitar este rotulo y convertir lo abstracto en concreto. Podrá, por
ejemplo, la persona que había referido estar angustiada decir: “no duermo
bien, ingiero mas alimentos, no tengo voluntad para hacer los deportes que
realizaba, lloro con frecuencia”. Asi, la lista continua, y nótese que está
compuesta por verbos, por acciones. En este sentido, se convierte lo abstracto
de “estoy angustiado” en verbos que lo llevan al terreno de lo concreto, lo
definido claramente y lo individual para esa persona y ese sistema.
La definición concreta del problema manifiesto es necesaria no solo
para una mayor claridad del paciente, sino también para la del terapeuta y
diagnosticador. Así, pensar en términos concretos el problema permite
conocer la significación de cada persona del sistema, la construcción de
realidad de lo que enuncian como el problema manifiesto.
Así, el terapeuta no caerá en frecuentes errores de suponer que la
angustia es angustia o la fobia es fobia. En este marco surge la necesidad de
considerar los rótulos, ya que aun con un rótulo consignado en la
terminología psicológica y psiquiátrica habrá cierta distancia respecto del
problema de la persona; por tanto, no deberá asumirse con ello tener en claro
cuál es el problema de la persona y del sistema, sin que este sea descripto de
manera concreta a través de la atribución de sentido dada por los integrantes
del sistema en el aquí y ahora.
Es habitual en la clínica oír que un integrante del sistema dice estar
estresado. Este rótulo quizás no compone uno de los titulares de los manuales
diagnósticos, pero sí es un rotulo elaborado socialmente. Pero lo importante
aquí, más allá del origen de este rótulo, es no olvidar que incluye infinidad de
significaciones. Lo importante será conocer qué sentido tiene para esa
persona esa palabra, para conocer su construcción de realidad y contar con
una explicación concreta e individual de su problema, como también de cada
uno de los integrantes del sistema.

De esta manera, considerando el problema en términos concretos, se
obtendrá un listado de verbos, de acciones, que posibilitara luego medir los
cambios, prescribir tareas y hablar de manera más tangible sobre el problema.
Imagine como medir y como considerar en siguientes sesiones
psicoterapéuticas el rotulo de estresado, quizás solamente habilitaría a
preguntar si la persona esta mas o menos estresada. Poco profesional y poco
eficiente, por cierto.
De igual manera, es importante considerar los rótulos diagnósticos
clínicos como abstractos, ya que cuando un paciente dice tengo fobia, tengo
depresión o, peor aún, se presenta diciendo: “soy depresivo”, no deberá
asumirse qué “es” lo que le sucede. Lejos de ello, y si bien es cierto que
determinados síntomas serán comunes a los pacientes con este diagnóstico
psiquiátrico, aun así nunca será exactamente igual para cada persona y en
cada sistema particular. Por lo tanto, deberá traducirse el rótulo a nivel
concreto, lo que equivale a decir qué es para esa persona estar depresivo.
Es curioso lo tranquilizador que resulta el rótulo. Un ejemplo simple
que explica el para qué del rótulo es pensar cuando un niño tiene fiebre y se
siente muy mal; la ansiedad de la madre es inmensa, ya que la angustia se
origina en una linealidad causal en la cual en el extremo derecho está la
palabra fiebre, pero en el extremo izquierdo de la línea causal encuentra un
signo de pregunta que remite al qué causa la fiebre del niño. En la búsqueda
de una respuesta para cambiar ese interrogante por una respuesta causal
explicativa, se motivan conductas como ir a un servicio de emergencias de
inmediato. Cuando los médicos le dicen que el niño tiene una gripe, la
ansiedad baja rápidamente, al colocar en aquel signo de pregunta una
respuesta, en este caso “gripe”.
Así, el no saber, el no conocer la causa de algo que sucede genera
ansiedad y la rápida búsqueda de una respuesta. En muchos casos, esta
búsqueda es unicausal, lo que significa que se alcanza la conformidad al
encontrar una sola causa.
También es interesante pensar que el rotulo no solo calma la ansiedad
al dar una respuesta unicausal a lo que sucede, sino que en más de las veces
proporciona una identidad, por ello se presenta la familia describiendo el
problema diciendo: “lo que sucede es que mi mujer es fóbica” o
manifestando “mi marido es depresivo”.

El rótulo es estático, y por ello es expresado mediante el verbo
“ser”, el cual indica permanencia, siendo así lineal y estático, por lo cual
predetermina a quien es rotulado. Claramente, puede pensarse en la diferencia
entre los verbos ser y estar cuando una persona dice: “soy gordo” o dice
“estoy gordo”. La primera indica permanencia y la segunda, un estado
transitorio.
Es interesante pensar en el uso de las palabras en las diferentes
lenguas y culturas. Por ejemplo, en la lengua portuguesa utilizada en Brasil se
suelen utilizar las palabras “estoy” y “soy” con gran claridad para explicar
estados de connotación permanente y otros transitorios. Así, por ejemplo, una
mujer dirá: “soy casada” después de algún tiempo o cuando siente un vínculo
de permanencia, pero también dirá: “estoy casada”, cuando este vínculo aún
no está en ella afianzado. También en este idioma, por ejemplo, una persona
suele decir “estoy con frío” y nunca “tengo frio”, como es más utilizado en la
lengua española.
Con seguridad habría muchos otros ejemplos en relación con el uso
del lenguaje para indicar lo transitorio y lo permanente, pero lo importante es
llamar la atención sobre la utilización de los verbos: ser y estar, en particular
cuando se habla de una disfuncionalidad o patología en una persona o un
sistema humano, porque uno de los factores que podrá influir en el cambio es
la atribución de significado.
También es cierto que muchas veces el rotulo adjudicado por otros
termina encarnándose en la persona. Esto sucede cuando en una familia
señalan rotulando a un integrante como el enfermo, por ejemplo: “el es
depresivo”. Aquí, la persona termina afirmando que algo le pasa, pero aun sin
saber bien que es, la mirada del otro le otorga una respuesta, un sello que lo
enferma.
También es claro el ejemplo, que retoma lo citado en relación con el
uso de las palabras y el rótulo, cuando en una familia los padres le dicen al
hijo: “sos un adicto” y el hijo dice: “No, no, no…, soy Manuel y estoy
consumiendo drogas”. La diferencia aquí es que Manuel enuncia su
problema, pero ser adicto no es un rótulo, no es una identidad, es algo que le
sucede en el aquí y ahora.
Mediante las preguntas necesarias para esclarecer el diagnóstico, lo

cual será desarrollado en el capítulo que trata el diagnóstico del problema, se
perseguirá el objetivo de eliminar los rótulos en el sistema, y así se logrará
que las acciones sustituyan el rótulo, lo abstracto, lo difuso; lo indefinido
tomará forma y abrirá las puertas a un trabajo guiado por un buen
diagnóstico, en el cual se incluirá la definición concreta del problema de la
persona y del sistema que se estudia.
Hasta aquí se desarrolló el camino para lograr la definición del
problema basada en cercar un problema manifiesto y hablar del mismo en
términos concretos y libres de rótulos, pero aún resta pensar en otras
posibilidades de presentación del problema.
Otro aspecto a considerar en el diagnóstico de la definición del
problema, además de lo enunciado anteriormente, es el conocimiento del
problema por parte del sistema, ya que no siempre este aparece de forma
explícita.
Es interesante observar que el problema puede adquirir dos formas
de presentación: el sistema sabe qué le sucede pero no saben cómo
modificarlo, o bien el sistema no sabe qué le sucede solo apreciando una
situación actual displacentera e inespecífica.
En el primero de los casos, el sistema sabe que le pasa y denuncia el
problema de manera manifiesta. Aquí, además de obtener una definición
concreta del problema es interesante dar atención a los verbos que
acompañan los sustantivos, principalmente a los verbos: querer, poder, deber.
Muchas veces el problema es querer algo que no se logra, otras es no
poder llevar a cabo algo deseado y otras es que el debo ocupa la primera
plana opacando al quiero y restringiendo toda posibilidad de disfrute y de
placer en un sistema.
En el segundo caso, la familia no sabe lo que les pasa. Concurren a
la sesión por un malestar familiar generalizado o por el malestar inespecífico
de uno de sus integrantes. En este caso, el diagnóstico esclarecerá cuál es el
problema al realizar el diagnóstico del sistema en cuanto a su estructura y su
dinámica, ejes diagnósticos desarrollados en este trabajo.
En resumen, la definición del problema requiere que el sistema defina
clara y concretamente el mismo, sin rótulos, sin eslóganes. Ahora es oportuno

continuar desde la descripción teórica con la siguiente variable del problema:
la atribución causal.
4.2. Atribución causal
Se dará el nombre de “atribución causal” a esta variable, ya que cada
persona del sistema atribuye una causa a lo que les sucede. En otras palabras,
es la explicación de por qué les pasa lo que les pasa, terreno propicio para la
puesta en escena de racionalizaciones, de culpables, de responsables de la
problemática que presentan.
También es cierto que en ocasiones el sistema se presenta con un
malestar general, sin conocer claramente que les sucede, por lo que,
obviamente, no atribuirán causalidad alguna a aquello que en primer lugar no
logran definir.
Al observar esta variable deberá tenerse en cuenta no solamente el
porqué correspondiente a la atribución causal, sino también si esta se basa en
una única causa o en la multicausalidad, si la causalidad es interna o externa
al sistema y la atribución temporal de la causalidad, lo cual será desarrollado
a continuación.
Comenzando por la multicausalidad, es un término que significa que
un evento siempre es ocasionado por múltiples causas, las cuales recursan
unas con otras armando un complejo entrelazado de causas y efectos.
Puede decirse que es un concepto que reina en el pensamiento
moderno pero que no se encuentra comúnmente en el día a día, ya que la
sociedad en general se rige por una epistemología lineal, donde no está
presente la multicausalidad sino la unicausalidad.
Por consiguiente, en el pensamiento cotidiano una causa responde
como disparador de un evento ubicado temporalmente a futuro, el efecto o
consecuencia de la causa, sin haber recursión alguna entre ambos elementos.
En este sentido, las personas buscan solamente una respuesta causal al
problema y difícilmente se plantean la necesaria existencia de múltiples
causas para un mismo evento. Esto sucede porque si se parte de la premisa de
que la búsqueda de una explicación a lo que sucede está basada en mitigar la
angustia reemplazando el signo de pregunta de la causa por una respuesta,

sería antieconómico psíquicamente seguir dejando signos de pregunta a la
izquierda en el orden temporal y causal del problema.
Por ello, al encontrar una causa responsable del problema hay una
tendencia económica, y basada en el pensamiento lineal, a detenerse allí en la
búsqueda de la causalidad; y esto resulta tranquilizador, ya que el hecho de
detenerse allí evitará el continuar pensando que existen otras múltiples causas
que lo originan, lo que sería equivalente a convivir con la incertidumbre y el
azar.
Lo que sucede es que justamente este reduccionismo, producto de un
pensamiento causal lineal, también limita la posibilidad de un análisis más
acabado y real de una situación, y por ello se limita la posibilidad de
encontrar soluciones que promuevan las modificaciones sistémicas necesarias
para cambiar la situación de disfuncionalidad; en otras palabras, para dar una
solución efectiva al problema manifiesto, y esto significa dar paso a un
cambio dinámico y estructural del sistema.
Considerando lo enunciado, se puede apreciar claramente que ante un
evento se busca inmediatamente una explicación. Por ejemplo, usted tiene
fiebre y dirá rápidamente que se debe al frío que tomó el día anterior por no
abrigarse. O bien tiene fiebre y concurre rápidamente al médico para conocer
la causa, porque además de esta dolencia vivencia un alto nivel de ansiedad,
que disminuirá al escuchar la explicación del médico. Así, al saber que es una
gripe se tranquilizará, esperando la cura. Pero ¿por qué se tranquilizó con un
estado físicamente displacentero? Porque dio respuesta a la causa de su
malestar, la gripe.
De la misma manera sucede en el ámbito de la psicología cuando una
familia concurre sin encontrar la causa a su problema. Por ejemplo, una
pareja que discute todos los días, encontrará tranquilizador conocer la causa
de lo que les sucede más allá de encontrar una solución a su problema.
Podrían darse innumerables ejemplos, aunque el mejor es el lector
mismo. Podrá usted a lo largo del día dar atención a los eventos que le
suceden y observar cómo ante ellos buscará rápidamente una causa que los
explique, una única causa y ubicada temporalmente en el pasado.
En este punto, es conveniente mencionar y esclarecer el término

multicausalidad, no solamente con respecto a la definición desarrollada
anteriormente, al decir que hay más de una causa atribuida a un evento, sino
también en cuanto a su íntima relación con el concepto de recursividad.
Entendiéndose la recursividad como la relación recíproca entre todos
los elementos que conforman un todo. Cabe aclarar que esta definición no se
agota al pensar en la recursión de un solo elemento sobre otro, donde, por
ejemplo, la causa tiene un efecto y ese efecto es causa del anterior y de hecho
puede plantear un problema en cuanto a la limitación del pensamiento del
observador.
La limitación se presenta, ya que si bien se ha salido del pensamiento
lineal, donde se considera una causa y un efecto, siendo que aquí los
elementos recursan, pudiendo imaginarse gráficamente como dos elementos
unidos uno con el otro por flechas bidireccionales, solamente se están
considerando dos elementos, cuando la recursividad y la multicausalidad son
dos conceptos que recursan al observar un evento. En otras palabras, son dos
conceptos inseparables que pueden sintetizarse y visualizarse en la
interconexión bidireccional de multiplicidad de elementos.
Ampliando la premisa enunciada, se puede pensar en un simple
ejemplo: un hombre es bueno porque ayuda y ayuda porque es bueno. Aquí
se enuncia una aparente recursión, simple de comprender desde el
pensamiento común y lineal, que confunde al diagnosticador cayendo en la
trampa de creer estar pensando desde la circularidad. La trampa se plantea al
dejar a un lado la recursividad en medio de la multicausalidad.
Este no es más que uno de los tantos ejemplos que se enuncian desde
la circularidad denunciando en realidad un pensamiento lineal que apenas ha
tomado un giro intentando aproximarse a la recursividad como modo de
pensamiento complejo.
Es cierto que el ejemplo enunciado sostiene la relación reciproca entre
dos variables, pero se contradice con el concepto de multicausalidad, el cual
contempla siempre innumerables eventos atribuidos a cada acontecimiento y
donde todos son recursivos unos con otros. Esta idea representa en verdad al
recursividad, que solo puede entenderse de la mano de la multicausalidad.
Dejando este desarrollo teórico por demás interesante, con la

intención de abrir las puertas al lector para indagar más aún acerca de la
epistemología sistémica desde todas las ciencias posibles que se despliegan
desde el pensamiento complejo, es oportuno continuar profundizando en la
temática de este trabajo, que se enfoca en las variables a considerar en un
sistema para arribar a un diagnóstico del mismo. Por ello, será pertinente
continuar con el estudio de la atribución causal y, habiendo desarrollado la
multicausalidad, se verá a continuación lo referente a la causalidad interna o
externa al sistema.
La atribución causal es un conjunto de factores internos y
externos al sistema que explican algo. Los factores internos son relativos a
las personas que componen el sistema como también a sus relaciones, y los
externos son todo lo concerniente al contexto. Estos factores internos y
externos son atribuciones causales que serán distinguidas según su ubicación
en relación con el límite externo del sistema, su frontera.
La atribución causal externa corresponde a respuestas asociadas al
medio social, a otras personas no integrantes del propio sistema; por ejemplo,
una persona podrá referir que no consigue trabajo porque la sociedad lo
discrimina, porque los jefes en las empresas no valoran sus capacidades.
La atribución causal interna al sistema está conformada por causas
que recaen sobre la misma persona, sobre otra persona del sistema y sobre las
relaciones. Así, por ejemplo, la causa de no conseguir trabajo podría ser
atribuida a que esta persona no se considera capaz de conseguir un nuevo
empleo, que no consigue trabajo por la falta de valoración de sus esposa o
bien que no consigue trabajo porque él, a raíz de estar desempleado,
desacuerda con su pareja y su estado de ánimo no acompaña exitosamente su
búsqueda laboral.
Es significativo mencionar que la atribución causal interna o externa
al sistema está relacionada con el nivel de implicancia con lo que sucede en el
sistema. Las causas externas al sistema liberan a sus integrantes de la
responsabilidad de implicarse, lo que va de la mano de los esfuerzos que
requiere la acción en búsqueda de cambios y la repercusión en la homeostasis
del sistema.
Las causas internas son sinónimo de implicarse; por ejemplo decir
“Estoy triste porque no realizo las actividades que me gustan”, o “Estoy
desanimado porque no encuentro la manera de integrarme a nuevos grupos de

amigos”, es muy diferente a decir: “Estoy triste porque no me aceptan en los
nuevos grupos de pares”, o “Todas las actividades que hay en mi ciudad son
aburridas y desmotivantes”. En el primer ejemplo la atribución causal es
interna al sistema y en el segundo es totalmente externa.
Ampliando la atribución causal en relación con lo externo o interno
del sistema, resta pensar que no solamente la causalidad es interna cuando las
atribuciones están puestas sobre un integrante del sistema, sino también sobre
todos los mismos. Así, por ejemplo puede atribuirse la causa de la tristeza de
un integrante a lo que esta persona hace y piensa, como también a lo que
realizan los otros integrantes del sistema.
Por ejemplo, la persona del ejemplo anterior también podría decir que
además de estar triste por no encontrar actividades que lo motiven, también lo
está por no tener el diálogo que espera con su esposa. También la esposa
podría referir que piensa que la tristeza de su marido no solo es por todo lo
que él ha descripto atribuido a la sociedad y a él mismo, sino también porque
ella no logra acercarse a él como antes y no se le ocurren ideas para salir
juntos y divertirse.
De esta manera, aparecen en la atribución causal de este sistema un
conjunto de causas internas y externas. Es harto importante considerar que las
causas internas no son solamente aquellas que se depositan sobre una persona
a la cual se la identifica con el problema, sino también todas las causales en
relación a cada uno de los integrantes del sistema, la dinámica y la
organización familiar. En esta dirección, el problema es de toda la familia “la
familia esta triste”.
Luego de haber desarrollado la multicausalidad y la atribución causal,
resta ver la atribución temporal de la causalidad, lo cual será desarrollado a
continuación.
La atribución temporal de causalidad es el orden temporal en el
cual se ubica la causalidad atribuida al problema manifiesto. En este sentido,
es importante remarcar que esta temporalidad remite al pasado, el presente y
el futuro, en vista de que las ciencias modernas plantean una recursividad
temporal que sale de los parámetros lineales para hablar de una
atemporalidad, una temporalidad circular.

Si bien ahondar en esta temática desde la epistemología de la
complejidad llevaría un capítulo en sí mismo, puede sintetizarse en que ante
un efecto las causas no solo se ubican temporalmente en el pasado, sino
también en el futuro.
Otro aspecto de la atribución causal de temporalidad es que la
sociedad, guiada por un pensamiento lineal ante un evento, apela a ubicar la
causa en el tiempo pasado. Por tanto, un evento inmediatamente anterior al
problema será la causa del mismo.
Se ilustra con el siguiente ejemplo: una mujer va caminando y se
tuerce el pie sintiendo un gran dolor e inmediatamente piensa: “esto me
sucedió porque la ciudad tiene las veredas todas rotas” o “esto me pasó por
usar tacones altos”.
La causa aquí más allá de que la primera remite a una atribución
causal externa, en la cual la persona no se implica, y la segunda a una
causalidad interna, ambas se ubican temporalmente en el pasado.
Es sencillo realizar este ejercicio. Piense: si a usted ahora lo pisan y
siente dolor, es muy probable que, guiado por el pensamiento lineal, dé una
respuesta inmediata al porqué de ese pisotón, y esta será sin duda en la línea
temporal pasada. Así, dirá: “me pisaste por estar distraído”, “me pisaste por
no haber puesto atención en mí”, “me pisaste porque soy tan tonto que puse
mi pie bajo el tuyo”. En todos los casos, la causa que origina el pisotón es
pasada y unicausal.
Es interesante también pensar, además de las atribuciones causales
internas o externas al sistema ligadas al nivel de implicancia y a la
multicausalidad o unicausalidad en la atribución que se realiza, que pocas
veces se ubican causales en el tiempo futuro. Una causa futura sería, por
ejemplo, que el miedo que siente una persona posea una de sus causas en el
futuro; por ejemplo, miedo a no ser aceptado por sus pares en el grupo de
amigos.
Habiendo resumido las dos variables mencionadas para conocer
ampliamente la definición y la atribución causal de un problema manifiesto,
variables en las cuales se ha considerado: la atribución temporal de
causalidad, la multicausalidad y las atribuciones internas y externas al
sistema, conjuntamente con la descripción del problema que apunta a lo

concreto y al desplazamiento de los rótulos, se pasará a la siguiente variable
de este eje, la temporalidad del problema manifiesto.
4.3. Temporalidad del problema
La temporalidad del problema es la historia del mismo, la cual implica
conocer su inicio, continuidad y frecuencia.
No obstante, también es cierto que sistémicamente el problema se
origina en un momento dado y genera recursiones que construyen su
temporalidad, siendo difícil precisar cuál es su inicio y trazar una línea en el
tiempo direccionada desde el pasado, su inicio hasta el momento actual.
Realizar esta línea bidireccional que une el inicio y el momento actual
marcando una temporalidad sería equivalente a pensar de manera lineal algo
que es circular, ya que todo evento pensado desde la epistemología sistémica
se entiende como circular y multicausal.
Desde la epistemología de la complejidad, puede pensarse que aun
tomando como referencia dos puntos temporales, un inicio y un momento
actual, en cada punto temporal confluirán infinidad de recursiones que
constituyen el mismo y por ello en cada uno de esos puntos temporales se
apreciaría el problema con ciertas similitudes pero también con muchas
diferencias. En esta dirección, un problema está constituido por eventos que
recursan entre sí más allá de la línea temporal.
Pero también es cierto que sería harto dificultoso pensar un
diagnóstico desde esta perspectiva, ya que el mismo deberá basarse en lo
manifestado por los integrantes del sistema y estos en general enunciarán su
problema de manera temporalmente lineal. En consecuencia, y sin
desconocer la recursión y circularidad que está implícita en cada evento, será
conveniente en este punto pensar el problema ubicándolo en una línea
temporal, que podrá dibujarse colocando un inicio y una continuidad que
llega hasta el momento actual en que los integrantes del sistema lo hacen
manifiesto.
Por consiguiente, y definiendo esta variable sistémica y en función del
diagnóstico sistémico de este eje, la temporalidad del problema es la historia
del mismo, la cual implica conocer su inicio, continuidad y frecuencia,
guiados en principio por el argumento temporal lineal dado por el sistema.

Puede pensarse en un gráfico en el cual se traza una línea horizontal
que en su extremo izquierdo marca el inicio del problema manifiesto y en su
extremo derecho, el momento actual.
Asimismo, podría graficarse sobre esa línea recta otra línea ondulante
que muestre los períodos en los cuales el problema se manifestó, en cuáles no
y con qué intensidad, según la atribución de quien manifiesta el problema.
Para comprender mejor esta variable se desarrollará el siguiente
ejemplo: un matrimonio relata la temporalidad de su problema diciendo que
todo comenzó dos años atrás, que los desacuerdos se presentaron siempre
pero no así en sus vacaciones. Especifican, quizás ante la pregunta de qué
significa “siempre”, que los desacuerdos se despliegan todos los días cuando
llegan de sus trabajos pero no así los fines de semana cuando van al club y
cenan con amigos.
En conclusión, es importante dar atención no solamente a cuándo se
presenta el problema, sino también a cuándo está ausente, ya que será un
elemento diagnóstico fundamental a la hora de trazar una estrategia de trabajo
porque puede adelantarse, a lo que se desarrollará más adelante, que para el
diagnóstico es tan importante conocer lo disfuncional como lo funcional en
un sistema, siendo esto último el conjunto de aspectos positivos para el
sistema que serán una palanca que facilitará el camino al cambio sistémico
que apunta a su funcionalidad.
Antes de desarrollar la siguiente variable, que amplía la información
sobre la historia del problema en cuanto a las situaciones en las que se
presenta, cabe mencionar que es importante conocer el significado de las
palabras que utilizan las personas para referir a la temporalidad. Al igual que
fue descripto en la primera de las variables sobre la definición del problema y
la búsqueda de aquellos términos que hablen del mismo de manera concreta,
aquí también será de suma importancia no quedarse con términos ambiguos
para el diagnóstico.
En este sentido, las palabras: siempre, nunca, algunas veces, entre
otras, son términos inespecíficos a la hora de enunciar con precisión la
temporalidad del problema.
En resumen, la temporalidad marca una línea de frecuencia en la que
se presenta el problema, y esta va de la mano de la siguiente variable

sistémica dentro de este eje de estudio, el marco situacional, lo cual se
desarrollará en el siguiente punto.
4.4. Marco situacional del problema
El marco situacional del problema es el escenario donde se desarrolla
el mismo. Como todo escenario, el problema ocurre en un lugar, puede haber
uno o más actores, tanto pertenecientes a la puesta en escena como también
externos al sistema que hace la puesta en acto.
El problema es como una escena de teatro: es interpretada por varias
personas en un escenario y con una platea que puede estar vacía o colmada de
espectadores.
El marco situacional del problema comprende el lugar donde se
desarrolla y quiénes están presentes en esa situación. Por lo que puede decirse
que responde básicamente a las preguntas: dónde y con quién.
En el ejemplo utilizado en este capítulo, la pareja que manifiesta que
su problema son los desacuerdos, refiriendo a ellos como “discusiones”, a
través de las preguntas que apuntan a conocer el marco situacional podría
obtenerse la siguiente respuesta: dicen que solo discuten cuando están en su
casa, lo cual responde al dónde, al lugar, al escenario; y agregan que discuten
en la semana, pero no así los fines de semana, cuando salen con amigos a
cenar, lo que indica que el escenario del problema no tiene audiencia; en otras
palabras no se monta el espectáculo cuando hay espectadores, quedando la
exposición del problema dentro de los límites de la privacidad de la pareja.
Contemplando lo analizado, es interesante pensar que en muchas
ocasiones los espectadores no están presentes, pero igualmente son parte de
la escena. Por ejemplo, la pareja que discute menciona que siempre se
presenta el problema luego de que el señor habla con su madre
telefónicamente. O la pareja podría decir que las discusiones comienzan
luego de que su hijo se retira a dormir sin haber terminado su plato de
comida.
En estos casos no hay otros presentes en el escenario en el cual se
escenifica el problema, pero claramente otras personas están implícita y
directamente relacionadas con el problema, serían espectadores en diferido,
actores ausentes pero presentes.

En resumen, el marco situacional comprende los lugares y las
personas presentes o no que están directamente vinculadas a la puesta en
escena del problema manifiesto.
Teniendo hasta el momento claridad en los conceptos de la
descripción concreta del problema manifiesto, su atribución causal y la
temporalidad, como también acerca del marco situacional en el que se
despliega, resta pensar en otras variables, como la atribución de gravedad.
4.5. Atribución de gravedad
La atribución de gravedad del problema es la magnitud otorgada al
mismo por los integrantes del sistema.
Al mencionar el término gravedad, rápidamente se piensa en el
compromiso de un cuadro clínico en el marco de la salud mental, pero puede
diagnosticarse de varias maneras; algunas de ellas son citadas a continuación.
Dentro del diagnóstico de gravedad, puede considerarse la evaluación
desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico, desde el punto de vista
sistémico y la gravedad atribuida por los integrantes del sistema en relación
con el problema que manifiestan.
La gravedad puede ser evaluada desde el punto de vista psicológico y
psiquiátrico, valorando parámetros de la salud mental de cada uno de los
individuos del sistema. Este diagnóstico será individual y motivará las
derivaciones necesarias de presentarse un cuadro psicopatológico en alguno
de los integrantes del sistema familiar analizado.
La gravedad desde el punto de vista sistémico deriva de la evaluación
que realiza el diagnosticador al concluir su hipótesis, en la cual hablará de la
disfuncionalidad del sistema y las posibilidades de cambio.
Este punto será desarrollado ampliamente en los siguientes capítulos,
siempre considerando lo que es funcional para cada sistema en cada momento
vital y entendiendo que la homeostasis del sistema que se observa será
funcional a la hora de sostener el problema, pero será disfuncional ya que es
portadora del mismo. Esta disfuncionalidad adquirirá diferentes grados de
gravedad, lo que será desarrollado posteriormente.
La atribución de gravedad refiere a la gravedad que los

integrantes del sistema atribuyen a lo que les sucede. Por lo tanto, no es
una inferencia del diagnosticador, sino un valor que se obtendrá mediante lo
manifestado por los integrantes del sistema. Es interesante pensar que las
personas consideran algo como urgente cuando en un sistema aparece un
evento inesperado y también cuando un elemento posee constancia en el
tiempo. Así, por ejemplo, dicen que es urgente lo que les sucede porque hace
tiempo que el niño está triste o porque el niño súbitamente, de un día para el
otro, de ser un niño alegre pasó a estar triste durante todo el día y no quiere
salir de su cuarto.
Por tanto, la atribución de gravedad, la gravedad sistémica y la
gravedad psicológicopsiquiátrica son tres consideraciones diagnósticas
diferentes e igualmente importantes a la hora de analizar un sistema para
arribar a su diagnóstico.
Retomando los términos anteriores y en función de hablar de
parámetros dentro de lo que es más o menos grave, deberá considerarse lo
siguiente.
La gravedad desde la mirada psicológica psiquiátrica refiere al
estado de salud mental de cada uno de los integrantes del sistema. Este punto
es evaluado por todo profesional de la salud y está dirigido a conocer el
peligro para sí y para terceros de cada persona del sistema, y si existe alguna
patología psicopsiquiátrica a considerar.
El grado de gravedad podrá ser estimado según el dominio de las
conductas, el estado emocional y la conservación de las funciones mentales y
criterio de realidad, terminología que no se desarrolla en este apartado y que
es de amplio conocimiento para los profesionales de la salud.
Cabe aclarar que diagnosticar la gravedad desde el punto de vista
psicológico psiquiátrico es una apreciación necesaria en toda sesión
psicoterapéutica pero no la única, ya que la gravedad sistémica observada y la
atribución de gravedad de la persona será igualmente importante a considerar
en el diagnóstico, y no siempre estas tres apreciaciones serán coincidentes en
cuanto a su nivel de gravedad.
La gravedad sistémica es aquella que es dada por el nivel de
disfuncionalidad del mismo tanto en su dinámica como en su estructura, y el
profesional llegará a esta consideración al realizar la totalidad del diagnóstico

del sistema humano, esto es, estudiar las variables propuestas para cada eje y
luego pensarlo de forma integrada y en función de la familia que ha
observado.
En cuanto a la magnitud de la gravedad sistémica, a mayor gravedad
sistémica es mayor la disfuncionalidad, entendiéndose que a mayor
homeostasis hay una mayor rigidización de las transacciones sistémicas, lo
que genera el ambiente propicio para la gestación y mantención del problema,
que es parte del sistema y recursivamente origina el mismo.
La disfuncionalidad será desarrollada ampliamente en el capítulo
relativo al diagnóstico sistémico, pero brevemente refiere a aquellas variables
sistémicas que no poseen movilidad y que se encuentran en los extremos del
continuo que rige dicha variable. Asimismo, la disfuncionalidad se
caracteriza por la rigidez o los cambios bruscos dentro del rango de una
variable.
Hasta aquí se presentó brevemente lo concerniente a la gravedad
desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico y se mencionó la gravedad
sistémica, que será un punto a evaluar al integrar el diagnóstico con el
análisis de cada una de sus variables. Ahora es apropiado profundizar en la
variable que se encuentra dentro del estudio del eje del problema manifiesto,
que es la atribución de gravedad.
La atribución de gravedad es lo atribuido por los integrantes del
sistema a su problema en términos de gravedad. Esta puede ir desde una
gravedad extrema, sinónimo para los integrantes del sistema de invalidante, a
una gravedad menor, que llama la atención y presenta displacer en el sistema
pero que consideran que no es inmediata y urgente su solución.
La gravedad atribuida a un problema por parte de los integrantes del
sistema, si bien es totalmente individual a cada sistema, hay parámetros
generales que la guían en la mayoría de los sistemas humanos.
También es interesante considerar que la atribución de gravedad es
guiada no solo por la manera de significar la realidad, sino también por la
conveniencia de quien realiza la atribución.
Por ejemplo en una familia el marido dice estar triste al punto de
faltar reiteradamente a su trabajo, no salir con sus amigos, entre otras

actividades que dejo de realizar, y ante ello la mujer le dice: “yo no te veo tan
mal”. Podría ser esto una connotación positiva que lo alienta a estar mejor o
también la conveniencia de atribuir una menor gravedad de la atribuida por la
persona, ya que esto le otorga un beneficio, por ejemplo, necesita que el
marido continúe cumpliendo con su trabajo para sustentar económicamente el
hogar.
Se aprecia que en la mayoría de los sistemas, la gravedad que
atribuyen al problema manifiesto es mayor en la medida en que se ven
imposibilitadas las acciones a nivel pragmático, reinan las emociones
displacenteras en la esfera emocional y prevalecen los pensamientos
reiterados en la esfera cognitiva.
Finalmente, cabe remarcar que esta variable recibe el nombre de
atribución porque no habla de la gravedad que considera el diagnosticador,
sino la gravedad atribuida por los integrantes del sistema.
Hasta aquí se ha considerado el problema en cuanto a su definición
como también a la atribución causal, su temporalidad, el marco situacional y
la atribución de gravedad, pasando ahora a la variable llamada manejo del
problema.
4.6. Manejo del problema en los tres planos básicos
El manejo del problema es la manera en la cual todos los integrantes
del sistema actúan, sienten y piensan respecto del mismo.
Desde el plano pragmático, ante el problema la familia podrá decir
que toman o han llevado adelante determinadas acciones. Por ejemplo, podrá
irse cuando se presenta el problema, podrá llamar por teléfono a otra persona.
Nótese que todas las acciones son representadas por verbos: ir, hablar, llamar,
etc. Siempre el plano pragmático se describe con verbos.
En el plano cognitivo, podrá decir que ante el problema piensa en
cómo decir las cosas, piensa en cual sería la solución, se le ocurren tales o
cuales ideas al respecto. En este plano se deberá dar atención a las ideas, los
pensamientos, las creencias, los supuestos.
Los planos predominantes en un sistema son aquellos a los cuales la
mayoría de sus integrantes apelan en un plano más consciente y con mayor

frecuencia. No obstante ello, cabe destacar que los tres planos están siempre
presentes y recursivamente relacionados en cada persona y en cada sistema
humano. El análisis de los tres planos está dirigido a conocer cuál es aquel
que predomina a la hora de manejar y sostener el problema.
Siguiendo con la variable manejo del problema, además de conocer
los planos predominantes en el sistema, relativos al sentir, pensar y actuar,
será de igual importancia conocer el modo en el cual se maneja el problema.
El modo de manejo del problema es la manera en que afronta un
sistema el mismo en el sentido cualitativo, y esto incluye si evitan el
problema, por ejemplo no hablando del mismo, si compiten para encontrar
una solución, si concuerdan o desacuerdan en alguna variable del problema,
como ser su atribución causal, su gravedad, entre otros.
Habiendo analizado esta variable tanto desde el manejo del problema
en los tres planos básicos, del sentir, pensar y actuar, como también desde la
modalidad de manejo del problema en el orden cualitativo, es interesante
pensar en las funciones del problema, ya que este siempre cumple un papel
dentro del sistema que gesta y donde es recursivamente gestado.
4.7. Funciones del problema
El problema posee una multiplicidad de funciones en un sistema,
siendo estas particulares a cada sistema de estudio. Pero es importante
discriminar dos funciones esenciales, ya que siempre están presentes en todo
sistema portador de un problema. Estas son la función homeostática del
problema y la función de beneficio secundario.
La función homeostática del problema es aquella que permite que
el sistema siga funcionando dentro de parámetros similares a los que
respondían en el último tiempo sistémico. Por lo tanto, toda la dinámica del
sistema se encontrará dentro del rango homeostático que delimita lo deseado
y sostiene su equilibrio debido a que el problema ha sido incluido como
conducta aceptada aunque disfuncional y displacentera. En otras palabras, la
modalidad de comunicación, las distancias, la manera de organizarse serán
similares, con cambios poco significativos y sosteniendo el problema.
Cuando se presenta un problema como conducta inesperada, estando
este por fuera del rango homeostático que delimita lo esperado y propicia el

equilibrio sistémico, aparece la crisis y ruptura de aquel orden que posee un
intruso pidiendo ser contenido.
La disfuncionalidad producto de la presencia de un problema está en
el orden de lo paradójico, ya que el sistema sufre porque desea cambiar y
pasar a un nuevo ordenamiento, sufre por la presencia de un problema
manifiesto, pero por otra parte es más amenazante la idea de cambio y de un
nuevo orden que se desconoce, por ello lo paradójico del sufrir sistémico y de
la homeostasis que sostiene y se origina recursivamente en el problema
manifiesto.
Por otra parte, el beneficio secundario del problema es aquel
beneficio que surge de la presencia del problema en el sistema humano.
Como se describió anteriormente, el beneficio sistémico es mantener
la homeostasis y el beneficio secundario del problema es aquel que beneficia
a cada integrante del sistema tanto en el área de la actuar, del sentir como del
pensar. En otras palabras, el beneficio secundario comprende aquellas ayudas
que gana cada integrante del sistema.
Por ejemplo, frente a la tristeza de la hija, la madre deja el trabajo que
tanto le disgustaba realizar en función de acompañar a su hija, el padre
también permanecerá en su casa los fines de semana dejando de ver al grupo
de amigos con quienes ya no se divertía y la hija, aún transitando su tristeza,
deja sus estudios universitarios en los cuales no se sentía a gusto y no llevaba
una trayectoria exitosa en cuanto a sus exámenes.
Cada integrante del sistema obtiene un beneficio de aquello que se
presenta como el problema manifiesto, la tristeza de la hija, motivo por el
cual consultan.
Desde la psicología clásica es común oír el término beneficio
secundario como algo oscuro que se encuentra oculto bajo el problema. Por
ejemplo, cursa con una depresión clínica y el beneficio secundario es contar
con el cuidado de su familia y el de no esforzarse en trabajar.
Es interesante considerar que el llamado beneficio secundario
adquiere en el sistema un lugar que se manifiesta claramente cuando el
experto realiza las preguntas pertinentes para luego pensar cuál es el lugar de
este beneficio en el sistema familiar.
Luego de indagar y analizar sobre la función del problema, será

oportuno considerar las soluciones intentadas por el sistema humano.
4.8. Soluciones intentadas
Las soluciones intentadas son aquellas acciones, ideas y emociones
puestas en juego para dar una solución a la problema manifiesto, pero que
fueron infructuosas y sostienen el mismo, formando parte de este, siendo así
soluciones intentadas fracasadas.
En la literatura guiada por la epistemología sistémica, y especialmente
en el ámbito psicoterapéutico, las soluciones intentadas reciben diferentes
nombres, siendo todos ellos sinónimos. Entre ellos se podrá hacer referencia
al término descripto como soluciones fracasadas, cambio uno o cambio
cuantitativo, más de lo mismo, entre otras. Estos términos describen lo que se
repite sin obtener el resultado esperado.
Es curioso pensar que frente a un problema, “en vez de buscar nuevas
técnicas de cambio, continuamos aplicando la desastrosa receta de hacer más
de lo mismo” (Ceberio & Watzlawick, 1998:25).
Sin duda, las soluciones intentadas pueden comprenderse desde la
lógica binaria, la cual forma parte del modo de procesamiento cognitivo
basado en una epistemología lineal. La lógica binaria está compuesta, entre
otras cosas, por dos puntos continuos de apariencia opuesta, pero que se
encuentran conformando una misma línea que los conecta, por ejemplo
blanco negro, bueno malo; en otras palabras, dos caras de la misma moneda,
como dice el conocido refrán.
Por lo tanto, bien las acciones se ubiquen a la derecha o izquierda de
una línea lógica binaria, hablarán de lo mismo, darán cuenta de una acción
por la afirmativa o por la negativa, pero que ambas forman parte de un mismo
continuo, en cuyos extremos se encuentra el alimento de la lógica de
opuestos.
Los cambios que podrían producirse en esta línea lógica de opuestos
serían tan solo cuantitativos; yendo desde los extremos del sí y el no o el
blanco y el negro hay una gama de grises que, en la medida en que una
acción se desarrolle entre ellos, lo que cambia es su aspecto cuantitativo,
llamado cambio uno, el cual produce mínimas variables en la homeostasis de
un sistema.

Por otra parte, y siguiendo esta interesante temática, cabe desarrollar
brevemente el cambio cualitativo, el cual se hace posible cuando hay un
movimiento de tal índole. Un cambio cualitativo se da cuando se modifica la
cualidad de la acción y no su medida, por tanto, se cambia a una nueva línea
lógica.
Aquí, las opciones no se limitarían a lo cuantitativo; por ejemplo, la
madre no variaría cuantitativamente en ocuparse más o menos del niño, sino
que, en busca de una solución, realizaría acciones guiadas por otra línea de
pensamiento, dando así un salto lógico. Por ejemplo, la madre, al emprender
acciones orientadas a que el niño estudie, en lugar de quedarse en la casa
sentándose junto al niño para que realice sus tareas escolares o ignorándolo al
verlo sentado en su mesa de estudio, podría salir a pasear con su esposo
mientras el niño estudia.
No por estar guiadas por cambios cualitativos estas accione aseguran
el éxito, y de ninguna manera podría concluirse linealmente que los
movimientos en una línea lógica serán siempre cambios cuantitativos
infructuosos, sinónimo de soluciones intentadas, y que los cambios
cualitativos serán cambios efectivos, ya que la complejidad de un sistema no
permite llegar a conclusiones simplistas y arbitrarias, en la línea en que se
planteó el anterior ejemplo a modo solo de ilustrar el concepto expuesto.
Por lo tanto, si bien servirá de guía al diagnosticador conocer desde la
epistemología que rige a su observación las posibilidades de acciones regidas
por cambios cuantitativos y cualitativos, no tendrá la verdad por el solo hecho
de determinar si una acción es del orden cuantitativo o cualitativo para saber
por qué la acción fue un intento fallido de solución.
Entonces, y en contraposición con la literatura de años atrás, que sin
desmerecerla puede decirse que intentó dar explicación a la complejidad
muchas veces con sesgos lineales, cabe mencionar que un intento fallido de
solución puede encuadrarse tanto en un cambio cuantitativo como en un
cambio cualitativo.
En vista de esta reflexión, se definen las soluciones intentadas como
acciones realizadas mediante cambios cuantitativos o también cualitativos
que no llegaron a los resultados esperados por el sistema, ya que o bien no
produjeron suficientes cambios en la homeostasis del sistema y su
funcionamiento orienta las acciones hacia los mismos destinos, o bien los

cambios que fueron suscitados en el sistema producto de las acciones
emprendidas no fueron lo esperado para el sistema y, como resultado, la
acción no deseada, llamada problema manifiesto, continúa repitiéndose.
Si bien es cierto que los cambios cuantitativos producen cambios
mínimos en la homeostasis del problema, por tanto en su estructura y
dinámica, no significa que no puedan ser cambios suficientes en muchos
sistemas, lo cual será desarrollado en capítulos posteriores.
Es interesante observar que dentro del marco de la definición de las
soluciones intentadas, pueden constituirse en los tres planos básicos del
pensar, actuar y sentir.
Por una parte, en el plano cognitivo, las acciones intentadas pueden
estar guiadas por los porqué dormitivos o explicaciones lineales y
unicausales, por la culpa, los reproches, la racionalización, entre otros.
Es apropiado referir aquí al término utilizado, el porqué dormitivo, así
denominado por Bateson (1972), el cual en este trabajo se define como
aquella explicación causal lineal que se da a un evento para no tomar otras
acciones que motivarían un verdadero cambio sistémico.
Por otra parte, las soluciones intentadas en el plano pragmático son
aquellas compuestas por acciones realizadas por un sistema, y estas pueden
apreciarse en una familia cuando refieren a todo aquello que han realizado
para dar solución a su problema sin llegar a los resultados esperados.
Así, por ejemplo, una familia se presenta denunciando el problema
manifiesto centrado en la rebeldía del niño que no estudia y desaprueba sus
exámenes. Cuentan sus padres que han intentado todo: le prohibieron sentarse
con los juegos en su computadora, también le prohibieron ir al club los fines
de semana, la madre se sienta junto a él para que realice sus tareas, sin que
mueva el lápiz, quedándose obnubilado frente a su cuaderno.
En otras ocasiones intentaron dejarlo solo con sus tareas y no dirigirle
la palabra en todo el día. Así relataría muchas acciones, esto es, verbos, como
en este ejemplo: prohibir, sentarse junto al niño, dejarlo solo, no hablarle.
Las soluciones intentadas son en sí una locura, locura en términos de
guiarse por una lógica basada en la linealidad que redunda en trazar las
mismas relaciones causales e intentar sin cesar las mismas acciones fallidas.

Las soluciones intentadas son una locura por el hecho de hacer las cosas una
y otra vez de la misma manera, esperando diferentes resultados. Se ilustran
con la siguiente frase: “qué mayor locura que hacer algo una y otra vez y
esperar nuevos resultados”.
De lo explicitado se desprende que no solo las soluciones intentadas
sostienen el problema, sino que constituyen en sí un problema basado en
acciones poco exitosas.
Finalmente, en este eje de análisis diagnóstico, deberán considerarse
los roles en el ciclo sintomático, lo que se desarrolla a continuación.
4.9. Roles en el ciclo sintomático
Los roles en el ciclo sintomático son aquellos rótulos que incluyen
una serie de funciones en relación con el problema. Los roles conocidos en la
literatura sistémica son el de paciente identificado, el de portavoz.
El paciente identificado es aquel que es identificado por el sistema o
la mayoría de sus integrantes como el portador del problema. En otros
términos, y a modo gráfico, es aquel que es apuntado con el dedo, es el
designado, el enfermo, el portador del problema, es “el problema”. Así, el
término paciente identificado es el rótulo y las funciones son variadas y
específicas en cada sistema.
Es interesante pensar que el paciente identificado es el paciente
implicado, ya que es quien se hace cargo del problema del sistema. En esta
dirección, los integrantes del sistema que apuntan con su dedo a una persona
diciendo que es el portador del problema, con esta acción muestran el no
implicarse y no tomar en cuenta que el problema es del sistema, es de todos
más allá de la manifestación individual.
Por ejemplo: en un sistema, el problema manifiesto que presentan es
la depresión del hijo porque lo dejó la novia. Aquí, el paciente identificado es
el hijo y quizás el malestar del sistema y su disfuncionalidad se acelera o se
hace evidente con este ingrediente fácilmente identificable por todos, pero sin
duda su disfuncionalidad ya estaba presente y llega a su punto máximo de
entropía, de crisis, cuando se presenta el problema manifiesto sobre el
paciente identificado: la tristeza del hijo.

En este punto cabe aclarar que el sistema no es afectado por una única
causa, pero sí es cierto que eventos significativos en la vida de uno de los
integrantes del sistema repercuten en todos.
Ahora bien, resta preguntarse quién es el paciente identificado. Es tan
sencillo como saber quién es identificado como el problema de la familia? En
este desarrollo se considera que en un sistema puede haber más de un
paciente identificado y en la menor de las veces todos los integrantes de un
sistema humano pueden serlo. El hecho de que todos los integrantes
sistémicos sean pacientes identificados significa que todos se implican en el
problema y que este, más que un problema individual, es entendido por ellos
como de todo el sistema.
Cuando el paciente identificado es una sola persona en el sistema,
significa que no se reconoce el problema como parte del sistema, sino que se
lo deposita en una sola persona, como si de esta manera pudieran librarse de
las implicancias que acarrea portar un problema, implicarse, hacerse cargo.
Por ejemplo, en este caso, toda la familia explicaría que el motivo de consulta
es la tristeza del hijo.
En cambio, cuando hay dos pacientes identificados en el sistema,
podría esto ser porque cada uno apunta con su dedo al otro, depositando en
allí el problema. Por ejemplo, en una pareja que refiere como problema las
discusiones constantes, lo que sistémicamente refiere a desacuerdos, también
subrayan que el otro es quien inicia las discusiones, que el otro es el
problema.
Podría verse claramente que cada uno apunta al otro como el
problema, excluyéndose del mismo. En este caso hay dos pacientes
identificados en el sistema, pero el problema es que la persona no se
identifica a sí misma como parte del mismo, no se autodesigna paciente
identificado. Por el contrario, si estas dos personas refieren al otro y a sí
mismos como parte del problema, ambos están implicados y claramente serán
los dos los pacientes identificados.
En conclusión, y a modo gráfico, cuando todos son designados y se
autodesignan pacientes identificados es cuando el sistema entiende que el
problema es de todos y se implican en el mismo.

Pero lamentablemente, en muchos casis las familias que concurren a
psicoterapia describen el problema manifiesto e identifican a solo una
persona como el paciente identificado y también habitualmente esta persona
señalada se autodesigna como el único portador del problema en el sistema
familiar. Así, no solo los dedos de toda la familia lo señalarían sino que el
mismo se señala como el responsable del problema que manifiestan, que
lejos de ser del sistema es de un solo individuo, del paciente identificado.
Por otra parte, el portavoz es aquel integrante, o integrantes del
sistema que denuncian lo que sucede en este de manera manifiesta. Esto no
quiere decir que todos los integrantes no expresen sus ideas y emociones
sobre el mismo, sino que es la persona que con mayor facilidad brinda
información de forma verbal sobre lo que sucede en el sistema.
Es importante saber que es útil considerar al portavoz como aquella
persona más predispuesta a dialogar y poner de manera verbalmente explícita
el problema en función de contar con este integrante no solamente para
obtener información del problema, sino también para contar con él para
indicar posibles tareas y liderar el cambio.
También es cierto que este término no es de mayor utilidad
diagnóstica, porque bien desde el lenguaje verbal como desde el no verbal,
cada uno de los integrantes del sistema denuncia el problema familiar o,
mejor dicho, los problemas o disfuncionalidades sistémicas. En otra línea de
ideas, se invita a reflexionar sobre esto, ya que quizás todos los integrantes
del sistema sean portavoces de aquello que les sucede.
Queda bajo el criterio del observador, entonces, considerar al
portavoz, siendo necesaria su identificación si le es útil incluirlo en función
de la estrategia de trabajo psicoterapéutico que se desprenderá del
diagnostico.
De diferente manera se considera el concepto de pacientes
identificados, ya que sí será de utilidad considerar esta variable sistémica
dentro del eje de análisis del problema, para conocer el nivel de implicancia
de cada integrante del sistema observado, lo cual es de suma importancia en
un diagnóstico, ya que cambiará el rumbo de la estrategia de trabajo
considerablemente.

En resumen, habiendo analizado las variables en relación con el
problema manifiesto, es importante recordar, como fue descripto
anteriormente, que si bien se focaliza un problema manifiesto para su
análisis, las más de las veces los problemas son más de uno.
De ello se desprende el término “familias multiproblemáticas”, que de
hecho alude a aquellas que poseen gran cantidad de problemas manifiestos.
Claro está que en un sistema disfuncional siempre habrá más de un problema,
aunque no siempre estos son todos manifiestos.
Ahora bien, ¿puede entonces pensarse que lo que no es expresado de
manera manifiesta por los integrantes del sistema es el problema latente,
aquel que el terapeuta puede inferir?
Una de las posibles respuestas a esta pregunta es que los problemas
implícitos o no manifiestos serán aquellos que el diagnosticador observa pero
que los integrantes del sistema no explicitan de manera verbal. En este
sentido, los problemas no manifiestos no se desprenden necesariamente de
elaboradas conclusiones psicoterapéuticas, sino de una minuciosa
observación ante aquello que se presenta frente a sus ojos.
Antes de concluir este capítulo, resulta importante desarrollar otro
aspecto del problema manifiesto, quizás un problema del observador, ya que
a la hora de realizar el diagnóstico del problema suele escucharse: “el
problema no se presentó de forma manifiesta” o quizás oír: “el verdadero
problema no fue dicho”.
De aquí se desprenden los siguientes interrogantes: ¿qué es el
verdadero problema o el problema de fondo?, ¿existe el rey del sistema que
todo lo dirige de manera unipersonal?, ¿hay un problema que tiene la fuerza
de guiar linealmente un inmenso conjunto de variables sistémicas? La
respuesta es no, y a continuación se amplía esta premisa para dar respuesta a
la pregunta sobre cuál es el problema observado por el diagnosticador.
Entendiendo que un sistema puede explicitar diferentes problemas
manifiestos y comprender que además de ellos se presentan problemas
implícitos, los que no son denunciados de manera verbal por los integrantes
del sistema y, sumado a ello, comprendiendo que para un profundo análisis
de este eje sistémico deberá delimitarse o cercarse uno de los problemas sin
por ello desconocer que existen otros tanto implícitos como explícitos, es
importante agregar que el observador deberá limitarse al problema que se

plantea en la sesión, al problema explicitado por la familia, siendo que el
problema es el problema manifiesto.
Muchas veces un diagnosticador se aproxima a un sistema y previo a
observar el mismo pide diferentes informaciones sobre el sistema, sobre su
historia, sesiones anteriores, etc. Esta información podrá contribuir a conocer
el sistema, claro, desde la construcción de otro profesional, y permitirá
comparar el sistema visto por el colega con las observaciones que realizará el
diagnosticador del sistema en vivo y en ese momento dado.
En este punto, es apropiado decir que el hecho de conocer la historia
del sistema o el relato de sesiones psicoterapéuticas anteriores será útil para
comparar si se produjeron cambios sistémicos entre el pasado y el momento
actual sistémico, pero de ninguna manera debería sesgar la mirada del
observador, que debe centrarse en el aquí y ahora y fundamentar el
diagnóstico mediante lo observado y por tanto, lo visto y escuchado, lo cual
no permite mezclar suposiciones o inferencias no basadas en la observación,
siendo que de realizarse esta mezcla sería como mezclar agua y aceite y, por
cierto, sería poco esclarecedora para un diagnóstico basado en la evidencia.
Cabe destacar que el problema manifiesto es el que el sistema plantea
en esa consulta,. Sería poco profesional mencionar en el diagnostico que el
problema no se observo en la sesión, que no salió a la luz el verdadero
problema, que toma conocimiento del verdadero problema por el terapeuta de
campo porque en la sesión que observo no fue tratado, etc.
De esto se desprende el siguiente ejemplo: el diagnosticador observa
una sesión familiar donde se tratan los desacuerdos entre el hijo y los padres,
pero también el observador sabe que en otras sesiones se trató el problema de
su adicción. Aquí no hay un verdadero problema sino ”los problemas del
sistema”, los cuales se presentaran a lo largo de las diferentes sesiones
psicoterapéuticas, y el problema que se presentó en la sesión observada, será
el que se diagnostica, en este ejemplo los desacuerdos.
No por ello se descarta la posibilidad de que el diagnosticador pueda
realizar al pie de su informe inferencias o apreciaciones si lo considera
oportuno, pero lo importante es entender que no se debe arbitrariamente
jerarquizar los problemas de una familia y mencionar de manera poco
discriminada lo observado y lo inferido o interpretado.

Habiendo analizado cada una de las variables en torno al diagnóstico
del problema manifiesto, es importante recordar que no es una lista acabada,
sino la recopilación de las variables fundamentales que siempre aparecen en
todo sistema, por lo cual, si bien este análisis no puede faltar para arribar a un
diagnóstico, es cierto que podrían incluirse muchas otras, en la medida en que
se va adquiriendo experiencia en la observación y en la elaboración de un
diagnóstico, por lo que queda abierta la puerta para la indagación y el
conocimiento de cada profesional diagnosticador.

CAPITULO 5
DIAGNÓSTICO DE LA ESTRUCTURA DEL
SISTEMA
5.1. Hacia el diagnóstico de la estructura del sistema
Para arribar al diagnóstico de un sistema humano, es necesario
analizar y determinar cada variable del sistema, para luego pensar en las
posibles recursiones de las mismas. En este sentido, cada variable se
combinará recursivamente con otras para dar un sentido ligado a la totalidad,
por tanto diferente a la suma de sus partes.
No obstante ello, es necesario partir desde un análisis minucioso para
lograr integrar todos los datos en una síntesis que compone la totalidad. De
otra manera, sería un diagnóstico errado, al partir de un dato para especular
las características del todo sistémico, como también sería equivocado partir
de una visión global del todo sin detenerse a analizar cada uno de sus
detalles, las variables.
Al realizar el análisis de una variable, y teniendo en cuenta cómo
observarla, se hace necesario determinar sus cualidades; por ejemplo, si una
frontera es rígida, flexible o difusa. Para ello, es necesario considerar que los
sistemas humanos no son estáticos y en su continuo movimiento presentan
diferentes matices de cada variable sistémica en cada momento en el cual es
observado.
Por otro lado, los sistemas tienden a un equilibrio, la homeostasis, la
cual se logra mediante cierta estabilidad en las variables y, en este sentido, se
observará la prevalencia de una modalidad sobre las otras. Así, en un sistema
podrá apreciarse la predominancia de un tipo de frontera a través de
diferentes observaciones, por ejemplo frontera rígida.
Entonces, es interesante, al analizar una variable sistémica, tener en
cuenta la modalidad de cada una en cuanto a su predominio, pero también es
significativo considerar cuándo esta variable se presenta de manera diferente;
por ejemplo: si la frontera es predominantemente rígida en el sistema y solo
en determinados momentos se presenta una frontera flexible. De esta manera
se obtendrá valiosa información asociada a la multicausalidad que conduce a

un cambio sistémico.
Siguiendo esta línea de análisis, se presentará a continuación el
estudio de cada una de las variables sistémicas, mostrando la manera de
observarlas para determinar para cada variable qué modalidad predomina y
cuándo aparece la diferencia.
Vale recordar que lo que aparece solamente por momentos, si bien no
determina aquello que predomina en el funcionamiento de un sistema,
muestra un engranaje que siempre será relevante, tanto sea funcional o
disfuncional, y abre el camino a establecer nuevas interrelaciones y
recursiones que no solo enriquecen el diagnóstico, sino que también permiten
pensar con mayor minuciosidad en el mismo. En esta dirección, lejos está el
correcto diagnóstico de conformarse solamente con aquello que predomina,
ya que muchas veces la excepción hace a la regla.
Lo cierto también es que es útil considerar detenidamente todos los
aspectos de cada variable sistémica, ya que si bien hay innumerables
posibilidades, también es verdad que existen aspectos esenciales de cada
variable a tener en cuenta para un diagnóstico.
Así, luego de analizar profundamente cada variable de cada eje de
estudio, se podrá pasar a pensar de manera integrada y además pensar en la
recursividad que conforma el todo sistémico.
En este capítulo se presenta el análisis para el diagnóstico de cada
variable de la estructura del sistema, para luego poder realizar la integración
de los parámetros observados y establecer las posibles recursiones entre las
variables que conforman el todo sistémico.
5.2. Variables de la estructura del sistema
Dentro de este eje diagnóstico, en el capítulo que desarrollo
conceptualmente las mismas se mencionaron variables que siempre se
presentan en todo sistema y variables secundarias que pueden estar presentes
o no, siendo todas ellas elementos que organizan el sistema.
A continuación se pasará a analizar las variables de la estructura
sistémica exponiendo algunos parámetros para su diagnóstico, siendo estos
orientativos, ya que cada diagnosticador podrá elaborar su propia guía a la
hora de realizar su observación, siempre teniendo en cuenta no dejar de lado

ningún elemento esencial del sistema, en este caso de la estructura.
Cabe recordar que la estructura es la forma en que se organiza el
sistema a través de un interjuego entre variables como: la frontera, los límites
subsistémicos, las distancias, los roles y funciones, las jerarquías, el contexto
y el momento vital sistémico.
Se pasará a considerar cada variable teniendo en cuenta cómo
observarla, para así poder determinar la modalidad que predomina y cuándo
aparece la diferencia y realizar un diagnóstico preciso de cada una de ellas.
5.3. Diagnóstico de la frontera
Es apropiado reiterar que la frontera es una línea imaginaria que
separa a los integrantes del sistema del contexto y se establece por la
información que ingresa y egresa del sistema, por ello es determinada por la
cantidad y calidad de la información.
En esta dirección, según el grado de selectividad, la frontera adopta
características particulares, pudiendo ser de tipo rígido, flexible, hasta difuso.
Para realizar el diagnóstico de esta variable debe considerarse la
manera en que se conforma la frontera, conociendo así qué tipo de frontera
predomina en el sistema observado.
En primer lugar, para determinar el tipo de frontera que prevalece es
importante tener en cuenta la misma desde el aspecto cuantitativo y
cualitativo.
En el aspecto cuantitativo, la frontera será rígida si permite el ingreso
y egreso de poca cantidad de información y en el otro polo del continuo, la
frontera será difusa cuando la cantidad de información es excesiva.
Cabe recordar que estos parámetros pueden ser determinados
mediante la observación de la comunicación verbal y no verbal que realiza el
sistema observado, como también la recepción de la información emitida por
otras personas que no integran su sistema.
En el aspecto cualitativo se restringe o habilita el paso de información
teniendo en cuenta su calidad. Así, solo ingresa y egresa cierto tipo de
información que es compatible y aceptable para este sistema cuando la
frontera es rígida. Por otra parte, se habilita el intercambio de la más variada

información cuando la frontera es difusa. Es importante considerar que el
diagnosticador podrá observar este aspecto al identificar qué tipo de
información ingresa y egresa del sistema, dando atención a la temática que
comunica el sistema y también a los mensajes que son por ellos incorporados
al mismo.
En otras palabras, será relevante conocer de qué temas pueden hablar,
de cuáles prefieren no conversar y, también, qué ideas toman de personas
externas al sistema, como el terapeuta en la sesión, amigos, familiares.
Cabe recordar que la frontera rígida se observa en el aspecto
cuantitativo, cuando los integrantes del sistema brindan poca información
sobre sí mismos a otros, como también cuando poco tienen en cuenta las
ideas de otras personas ajenas a su sistema.
En este sentido, no hacen referencia a lo que pasa en la familia, y si en
ocasiones escuchan a otro no toman en cuenta sus ideas. Prevalecen las
respuestas verbales como “bien”, “mal”, “no sé”, y respuestas no verbales
que denotan desinterés por el mensaje de toda persona ajena a su sistema.
Claro está que el terapeuta deberá indagar acerca del significado de
las palabras, sabiendo de esta manera si el “no sé” refiere al desconocer o
alude al no querer comunicar sus ideas. En este último caso, cada persona,
por tanto el sistema, cierra sus puertas, “cierran y se encierran” en la
estructura y dinámica que posee su sistema. Ante ello, el terapeuta trabajará
para abrir las puertas, para flexibilizar la frontera rígida, cerrada y tan poco
permeable.
Por otra parte, en el aspecto cualitativo, la frontera rígida se observa
cuando los integrantes del sistema, por ejemplo la familia, hacen referencia a
ciertos temas de manera acotada y toman de la comunicación de las personas
externas a su sistema solamente determinada información y de manera
restringida.
También es adecuado considerar que la frontera difusa se observa
cuando no se aprecia filtro alguno en el sistema para tomar la información
externa y dar información de sí mismos. Los integrantes del sistema toman
cada palabra dicha por el terapeuta sin cuestionamiento alguno, como
absoluta verdad, construyendo su realidad a partir de la información dada por

otros. Asimismo, la frontera difusa se observa en la familia que cuenta con
lujo de detalles hasta el menor dato respecto de lo que sucedió entre ellos.
Por último, examinando la frontera flexible, se puede observar en la
familia que brinda información en la medida suficiente acerca de cuestiones
relacionadas a su funcionamiento, organización y problemática y también
saben tomar en cuenta información proveniente de otros, bien sea del
terapeuta en una sesión o de personas cercanas a su sistema.
Esta variable estructural siempre posee una forma predominante en el
sistema observado, siendo esta rígida, difusa o flexible. Lo que resta pensar
es de qué manera se establece un tipo de frontera u otro en un sistema.
Es interesante mencionar que el flujo de información, tanto el que
ingresa como el que egresa del sistema, es determinado por cada uno de los
integrantes del sistema. Pensando en la metáfora de la casa, se puede decir
que cada integrante es como el dueño de varias puertas; por tanto, si la
mayoría de ellos mantiene alguna de las puertas abiertas, aunque solo uno
tenga sus puertas cerradas el paso de información será abundante y, por tanto,
se estará frente a una frontera que irá entre lo flexible y lo difuso. Por el
contrario, si solo uno de los integrantes del sistema abre sus puertas pero dos
o más integrantes las cierran, conformarían una frontera sistémica cerrada o
rígida, donde la información que circula es muy limitada.
Es así como las acciones de cada integrante del sistema en cuanto a la
regulación de la información que entra y sale, regulación no solo basada en la
cantidad sino también en la calidad, constituirá una pauta de organización que
construye la estructura general, en este caso determinando un tipo de frontera
predominante en el sistema en un momento dado.
Es posible argumentar entonces que no solo es importante
diagnosticar cuál es el tipo de frontera que se estable en el sistema, sino
también ver las acciones de cada integrante para determinar la misma.
Por ejemplo, observar quiénes son los actores que abren la frontera y
quiénes la cierran. Será esta observación un dato no menor a la hora de dirigir
una intervención terapéutica basada en el diagnóstico guiado por la
observación.
A partir de lo expuesto, se puede pensar en un tipo de frontera

predominante, teniendo en cuenta las acciones de cada integrante para
conformar la misma, como también es importante considerar los
movimientos que realiza esta variable e identificar cuándo se producen
cambios y con qué causas o variables sistémicas están relacionados.
Por ejemplo, si la frontera predominante en el sistema es cerrada y
esta se torna flexible por momentos, será relevante saber a qué se asocia la
frontera flexible, en el sentido de conocer cuándo puede este sistema adoptar
ese matiz diferente en el tipo predominante de la variable.
Al considerar los cambios en una variable predominante en el sistema
siempre debe tenerse en cuenta la mayor gama de multicausalidad posible.
Así, por ejemplo, pensar que la frontera es predominantemente rígida pero
también se torna flexible cuando se trata determinada temática, cuando
predomina el plano emocional sobre el pragmático y el cognitivo, cuando
predominan los acuerdos, cuando las distancias pasan de muy cercanas a
medias.
En fin, sería infinito desarrollar la multicausalidad que provoca un
cambio en una variable, pero todo diagnosticador sistémico deberá hacer el
ejercicio de analizar recursiones para toda variable que se presente, tanto en
su forma predominante como cuando adopta matices diferentes en ciertos
momentos.
Luego de este desarrollo se analizará la variable estructural
denominada límites subsistémicos.
5.4. Diagnóstico de los límites subsistémicos
Se define como límite de los subsistemas a la línea imaginaria que
separa a dos o más integrantes del sistema del resto. Los límites están
determinados por las reglas respecto de qué información se comparte con el
resto de los integrantes. Estos límites podrán ser rígidos, flexibles o difusos.
Para realizar el diagnóstico de esta variable se debe considerar qué
información se comparte y cuáles son las reglas que discriminan en qué
información se participará al otro subgrupo y en cuál no. Vale preguntarse
entonces si existen temas privativos para cada subsistema, cuáles son y en
qué cantidad se presentan.
Para arribar al diagnóstico de un límite subsistémico rígido se

observará, por ejemplo, que los padres no hablan delante de sus hijos de casi
ninguna temática relativa a su pareja y parecen no estar atentos a escuchar
sobre las particularidades de los vínculos entre sus hijos. Dan la impresión de
dos grupos estancos que parecen tener poco en común, casi dos familias
diferentes y hasta indiferentes a las interrelaciones pertinentes al otro
subgrupo.
En cambio, al diagnosticar un límite subsistémico difuso se observará
que no hay temas privativos entre los padres y los hijos y viceversa. Son
familias donde todo se comparte, cuesta discriminar quiénes son los padres y
quiénes los hijos, en general no hay un tema en el cual no todos participen.
En contraste con ello, el limite subsistemico flexible se observa
cuando padres e hijos comparten solamente cierta información respecto de
temáticas parentales o conyugales y lo relativo a la fraternidad. Se ve que hay
contenidos que no se comparten que no se hablan frente a todos.
Es interesante subrayar que los límites de cada uno de los subsistemas
pueden presentarse de diferente manera; por tanto, no siempre son ambos
rígidos o ambos difusos, originándose así vastas combinaciones respecto del
tipo de límite de cada subsistema.
En el caso de presentarse dos subsistemas con límites borrosos o
difusos se estaría en presencia de un sistema donde casi no pueden
determinarse dos grupos, donde no hay reglas privativas, donde toda
información se comparte. Son familias donde todo se habla, no hay temas
privativos entre padres e hijos.
Por el contrario, en un sistema donde ambos subsistemas poseen
límites rígidos se observa la escasa comunicación en relación con temas de
cada subsistema con el otro. Pueden ser familias con excelente nivel de
diálogo para temas banales, pero comparten poca comunicación referida a sí
mismos. Es una comunicación que, paradójicamente, solo comunica el no
querer comunicar.
También podría presentarse un sistema mixto en relación con esta
variable sistémica, donde uno de los subsistemas posee un tipo de límite
diferente al del otro. Por ejemplo, el subsistema de los padres posee un límite
rígido y el de los hijos es difuso. En este caso se observaría que los padres

comparten muy poca información en relación con la paternidad y
conyugalidad con sus hijos, pero sus hijos, por el contrario, comunican sin
privación alguna sobre todo lo relativo a la fraternidad. También podría darse
a la inversa, siendo los hijos quienes cierran su límite subsistémico
restringiendo la información que brindan y reciben de sus padres.
Hasta aquí se analizo el límite subsistemico. Resta preguntarse cuál es
la modalidad de los limites que se presentan en forma predominante y si
existe alguna variación, para luego pensar en las posibles recursiones para
cada uno de los casos y así conocer la multicausalidad asociada a lo que
predomina y a lo que se presenta solo en determinados momentos marcando
la diferencia.
Por ejemplo, se podrían diagnosticar límites subsistémicos rígidos en
los dos subsistemas integrantes del sistema, pero observarse un cambio hacia
la difusión solamente cuando hablan de determinado tema. Aquí se marcaría
la diferencia y la causalidad asociada a la misma tanto desde la temática
presentada como un problema como desde la recursión de otras variables
sistémicas, lo cual será analizado en los siguientes capítulos.
Habiendo considerado que los límites de cada uno de los sistemas
pueden ser iguales o diferentes en sus características y que habrá una
modalidad predominante y ocasionalmente alguna inconstante en ellos, se
pasará a profundizar en el diagnóstico de las distancias.
5.5. Diagnóstico de las distancias
La distancia es el espacio que posibilita o dificulta el acercamiento
entre los integrantes; la función es reflejar y establecer el grado de autonomía
y pertenencia que poseen los integrantes del sistema. Los tipos de distancias
fueron definidos como: distancia media, distancia acortada y distancia
alargada.
Las distancias se establecen según las conductas de cada uno de los
integrantes del sistema, no solo en relación con esta variable sino también en
correspondencia a todo lo que sucede en el sistema. Sin adentrarnos aún en
comparaciones y recursiones entre las variables sistémicas es oportuno
ahondar en la observación de esta variable sistémica.
Las distancias pueden observarse desde el aspecto verbal y e no

verbal de la comunicación en la familia. Desde el primero, será relevante
escuchar que dicen de sí y de los otros, que actividades, emociones y
pensamientos comparten, de qué manera, que cuestiones son individuales y
privativas de cada uno. También escuchar en su discurso cual es el interés por
saber del otro y cuanto se implican en lo que les sucede a cada uno de los
integrantes del sistema.
Desde el segundo, se considera cómo la distancia se observa mediante
la comunicación no verbal de la familia. En la sesión psicoterapéutica se
pueden observar las distancias desde la ubicación espacial de los integrantes
de la familia, por ejemplo si se sientan cerca o lejos, teniendo la opción de
escoger entre diferentes ubicaciones. Claro está que si solo disponían de un
sillón no podrán optar por diferentes sillas, por lo cual siempre al observar el
lenguaje no verbal, en este caso el uso del espacio, se deberá tener en cuenta
lo fáctico, que no corresponde a un mensaje no verbal con connotación
semántica.
Siguiendo con la observación de la comunicación no verbal, también
es relevante detenerse en las posturas de inclusión de las personas, por
ejemplo el inclinar el tronco hacia adelante para escuchar mejor a otro, el
direccionar sus hombros hacia la persona que está hablando. También la
mirada establece distancias, pudiendo apreciarse desde la mirada repetida,
que indica una distancia media, la mirada sostenida y penetrante, que acorta
la distancia, y la imposibilidad de mirar al otro, que va de la mano de la
independencia.
Cabe mencionar que estos son solo algunos ejemplos del vasto mundo
del lenguaje no verbal que intentan llamar la atención del diagnosticador a la
hora de observar el sistema.
Habiendo descripto brevemente qué elementos indican las diferentes
distancias, debe considerarse cómo se establece cada una de estas teniendo en
cuenta los movimientos sistémicos que se producen para determinarla.
La distancia acortada se establece a través de diferentes posibilidades
debido a que es el resultado de las conductas de dos o más personas. En esta
dirección, dos personas pueden lograr una distancia corta como resultado de
diferentes acciones, bien sean acciones que apuntan al mismo objetivo o
acciones diferentes pero que como resultado arrojan la distancia acortada.

Estas posibilidades serán descriptas en los siguientes ejemplos.
La distancia es acortada cuando ambas personas mantienen las
mismas conductas, o con un mínimo de diferencia en relación con las
distancias, y se orientan a dar primacía a la pertenencia y minimizar de la
autonomía. Visualmente se apreciarían dos personas que caminan moldeando
sus pasos para mantenerse siempre a la misma distancia del otro.
En estas acciones se observaría que ambos integrantes del sistema
colocan mayor énfasis en las acciones que comparten con el otro, en las
emociones que sienten en común y en los pensamientos que comparten.
Pensamientos, emociones y acciones que se ubican por sobre la pragmática,
la emoción y la cognición relativa a su individualidad que sistémicamente va
de la mano de la autonomía.
En otro caso se podría ver la misma distancia acortada pero que es
producto de un movimiento diferente, en el cual una de las personas se aleja
pero la otra se acerca con mayor ímpetu, resultando en una corta distancia.
A modo de ilustración, se puede pensar en dos corredores que, por
más que uno quiere alejarse, el otro implementa un paso de mayor ritmo con
la intención de acercarse, y aunque el primero desea alejarse no lo logra de
manera suficiente; como resultado se visualiza que están muy cerca uno del
otro.
En una familia se vería, por ejemplo, un hijo adolescente que intenta
tomar mayor distancia realizando una gran cantidad de actividades de manera
individual, con su grupo de pares, con su novia, actividades en las cuales no
desea participar a otro integrante de su familia. Pero ese intento de tomar
mayor distancia no es suficientemente efectivo si su familiar, por ejemplo la
madre, no solo pregunta a donde fue con sus amigos, sino que también se
interesa en conocer de que hablaron, como se sintió y todo tipo de
información que casi anula la actividad individual del otro. También podría la
madre sentarse a dialogar y participar en toda reunión que el adolescente
celebra con sus amigos, convirtiendo una actividad que se origina como
individual en una compartida por el sistema.
Es importante señalar que la distancia corta se logra no solamente en
el plano pragmático, por ejemplo participando de las actividades del hijo,

sino también desde el plano cognitivo, a través de innumerables preguntas
que ponen al encuestador en la escena casi de la misma manera como si allí
hubiera estado, siendo ambas maniobras intrusivas por igual.
En el ejemplo anterior, el movimiento sistémico del adolescente que
inicialmente se orienta hacia una mayor distancia y autonomía se convierte
por la suma de los movimientos de su madre en un movimiento truncado en
el que el resultado es una distancia acortada entre la madre y su hijo
adolescente en donde prima la pertenencia sobre la autonomía. Así, el
adolescente, por más que lo intenta, no logra ampliar la distancia entre él y su
madre, no se aleja lo suficiente en comparación con la aproximación de su
madre.
Pasando ahora al otro extremo del continuo dentro de esta variable
básica se analizará la distancia alargada, donde predomina la autonomía o, en
su extremo, la independencia
Para realizar el diagnóstico de esta distancia es importante considerar
cómo se constituye la distancia alargada, siendo importante considerar las
conductas de los integrantes del sistema en relación con esta variable.
Esto se ilustra si usted imagina a los dos corredores en la pista de
atletismo y se plantea el siguiente interrogante> que deberían hacer ellos para
que usted los vea alejados uno de otro? Y aquí es donde surgen diversas
combinaciones producto de diferentes combinaciones de conductas con
idéntico resultado en cuanto a la distancia lograda entre amos corredores.
Por ejemplo, los corredores estarían lejos porque cada uno corre hacia
una lado opuesto a igual velocidad o bien porque uno trota lentamente y el
otro continúa su camino a toda marcha, alejándose.
En una familia, pensado a modo de ejemplo en la relación entre dos
de los integrantes, podría verse que al igual que los corredores que se dirigen
a igual ritmo en sentidos opuestos, las dos personas integrantes del sistema
familiar van aumentando las acciones individuales y reduciendo aquello en
común o compartido y relativo a la familia. Son personas que cada vez
incrementan no solo sus actividades, trabajo, estudio, reuniones con amigos,
sino que disminuyen el compartir con el otro cómo se siente, qué hace y qué
piensa, siendo así no solo lo compartido en materia pragmática, sino también
el grado en que se implican con el otro.

En este sentido, no solo es menor el tiempo que comparten, sino que
se va limitando el intercambio de información entre ellos y, así, el interés y el
sentido de pertenencia.
Otra de las formas de presentación de esta variable, es cuando se
presentan conductas diferentes; por ejemplo, uno continúa con la misma
modalidad de conducta en relación con lo particular y lo compartido y la otra
persona aumenta considerablemente su área de autonomía. Aquí, al igual que
en el ejemplo anterior, una de las personas incrementa sus salidas con
amigos, las actividades individuales y disminuye el interés y el compartir con
el otro, pero ese otro no hace nada para equilibrar esa distancia; por tanto, la
misma se va alargando, la distancia se va incrementando hacia la autonomía
y, en algunos casos, la independencia.
Por consiguiente, las acciones de cada uno de los integrantes de la
familia determinaran la distancia predominante entre cada uno de ellos, no
siendo necesariamente idénticas sus conductas respecto de la distancia
sistémica, sino que es el resultado de acciones conjuntas que arrojan un
resultado respecto de esta variable.
Pensando ahora en otro tipo de distancia, la distancia media, cabe
recordar que privilegia tanto la autonomía como la pertenencia, se establece
por acciones similares entre los integrantes del sistema, similares en cuanto a
que buscarán el equilibrio para organizarse y mantener en mayor a menor
medida la misma distancia que da lugar a lo individual y a lo compartido en
los planos pragmático, cognitivo y emocional.
Puede observarse, por ejemplo, cuando un adolescente sale con un
nuevo grupo de amigos; claro, será una actividad que lo aleja de la familia, ya
que esa noche no cenará con ellos pero en la semana compartirán otros
momentos juntos y además le preguntarán cómo le fue con sus amigos sin
llegar a invadir su intimidad. Por el contrario, si los padres exigen detalles de
su salida estarían acortando esa distancia y, así, disminuyendo su espacio
individual, su autonomía.
Lo cierto es que las distancias son establecidas por el interjuego
recursivo de conductas, donde la prevalencia de unas sobre otras determina
una distancia predominante en un sistema y en un momento dado.

El diagnóstico se apoya en la observación de cada variable en su
máxima expresión, por lo que no solo será relevante el análisis del aspecto
cuantitativo mencionado, sino también de su aspecto cualitativo.
Es interesante pensar que las distancias refieren al continuo entre la
dependencia, la pertenencia y la autonomía hasta la independencia, y este
continuo no solo es dado por la cantidad de acciones o actividades y la
cantidad de información compartida, sino también por el aspecto cualitativo,
relativo a la intensidad de aquello que es compartido.
Es relevante tener en cuenta lo cualitativo de las relaciones, ya que
sería reduccionista realizar un análisis diagnóstico solo desde una perspectiva
cuantitativa. En este sentido, es fácil pensar que quien más se interesa por
otro pasaría más tiempo junto a él, pero la complejidad sistémica indica que
en ocasiones el tiempo o la frecuencia en que se encuentran dos personas es
menor pero la intensidad del vínculo es mayor, afirmando que el aspecto
cuantitativo de una variable es tan solo una parte del todo.
Es apropiado considerar el análisis cualitativo de las distancias, por
ejemplo en un sistema que se desarrolla en una gran ciudad, donde las
actividades en las que participan los integrantes de la familia son muchas y
los tiempos para compartir con los otros parecen reducirse.
Ante ello, el diagnosticador podrá preguntarse: ¿cómo pensar en las
distancias en función de las actividades e información que comparten? La
respuesta es pensando también en la calidad de estos intercambios, la calidad
del vinculo establecido por estas distancias.
A modo de ilustración de las distancias en su aspecto cualitativo, se
ofrece a continuación un ejemplo que permite observar este aspecto de la
variable.
Hay tres familias similares en cuanto a su constitución: ambos padres
trabajan, el fin de semana concurre toda la familia a un club, algunas noches
salen a cenar solos y otras, con amigos de la pareja. Esta pareja de padres
tiene dos hijos, ambos trabajan y estudian en la Universidad; los fines de
semana, cada uno visita a sus amigos, hacen deporte, se reúnen con sus
grupos de estudio.
Se tomara este ejemplo pesando en tres familias similares para

reflexionar sobre el aspecto cualitativo de las distancias. Para ello se delinea
una situación hipotética, para mostrar las diferencias en cada una de las tres
familias. Esta situación sería la siguiente: un día el hijo menor deberá realizar
una operación, ya que decidió mejorar el aspecto de la nariz mediante una
cirugía estética, le han dicho que es una operación sencilla y que en el mismo
día estará de regreso en su casa.
La familia A: van todos a la clínica, el hijo mayor no concurre a la
universidad aun ausentándose de un examen que le implica recursar la
materia; la madre falta al trabajo con el riesgo de ser sancionada, ya que pidió
el día libre pero no le fue otorgado; y el padre es autónomo y pudo organizar
su trabajo para tomar el día libre. Todos viajan juntos y concurren a la clínica,
hablando de la cirugía a realizarse.
La familia B: cada uno realiza las actividades individuales como es de
rutina, ya que no saben que el hijo será operado de la nariz. Este hijo
concurre solo, nadie lo llama telefónicamente; luego, a pesar de que regresa a
la casa en un horario no habitual y con la nariz vendada, solo el padre le
pregunta de forma irónica si se chocó con una puerta y se rompió la nariz, a
lo cual el hijo responde que no es un tema que deba interesarle lo que le
sucedió en la nariz.
Estos ejemplos muestran claramente, en la familia A: el extremo de
una familia aglutinada, con distancias extremadamente cortas; y en el
segundo caso, la familia B: deja ver el extremo de una distancia alargada, un
sistema desligado. Entonces, es interesante pensar cuál sería la distancia
media en esta situación, para lo cual se plantea el tercer ejemplo, la familia C,
teniendo en cuenta que las respuestas son tan variadas como sistemas
familiares existen.
En la familia C: el padre pudo organizar su trabajo para acompañar al
hijo, la madre, si bien no podría faltar a su trabajo y debido a que
consideraron juntos que la operación no era mayor y que el hijo estaría
acompañado por su padre, decide que no ameritaba correr el riesgo de perder
su trabajo, igualmente al madre lo llama a su teléfono móvil cuando sabe que
está en su viaje hacia la clínica y también se mantiene comunicada durante el
día con su marido e hijo, igualmente su hermano no se ausenta a la
universidad, lo que le hubiera implicado perder la regularidad de la materia, y
también se comunica por teléfono para dar apoyo y estar informado de la

situación de su hermano.
En este ejemplo, si bien podría pensarse cuantitativamente y de
manera reduccionista que los familiares no lo acompañaron y por ello hay
mayor distancia, es importante ver que la distancia se mantiene cercana
mediante la comunicación telefónica y que además encuentran el equilibrio
entre la autonomía, que implica realizar sus trabajos, y la pertenencia, que es
mantenerse cerca afectivamente del hijo que será operado.
Esto lleva a reflexionar que muchas veces, como dice el refrán, no
todo lo que reluce es oro. Se observan distancias muy cortas con tendencia a
la pertenencia y también a la dependencia y no es dado porque permanezcan
mucho tiempo juntos o realicen las mismas actividades, sino porque el
contacto telefónico es tan regular en el día que traspasa las barreras de la
individualidad para aparentar una autonomía que solo es el disfraz de una
gran dependencia, expresada, entre otras cosas, por esta variable, la distancia
excesivamente corta.
Es de alertar que en estos tiempos donde impera la comunicación
inmediata, continuada y por diferentes vías como el mail, la mensajería, el
chat, el control de las mismas determina las distancias ente los integrantes del
sistema. Este control refiere no solo a la continuidad de los mensajes, sino a
las temáticas que se comparten, siendo el primero el aspecto cuantitativo y el
segundo, el cualitativo, respecto de las conductas que establecen distancias
sistémicas.
También es importante pensar, a la hora de realizar el diagnostico de
las distancias, cual es la vara de medición del observador, ya que la cinta
métrica que emplea cada uno se ajusta para medir sus propias distancias.
Cada sistema posee su cinta métrica, por lo cual se presenta una dificultad
especialmente para considerar las distancias cuando estas transitan en el
terreno intermedio entre la dependencia y al independencia.
Los extremos son más fáciles de ver, más ruidosos, más marcados, ya
que hay mucho de lo uno y poco de lo otro, pero los medios son más difíciles
de asociar a la funcionalidad o disfuncionalidad.
Por todo ello, antes de rotular un sistema afirmando que una distancia
es funcional o no lo es para el sistema en ese momento dado, deben

estudiarse las particularidades del sistema.
Queda claro que los extremos nunca serán funcionales, ya que al
estar, justamente, de un lado de la variable, se pierde todo lo que proporciona
el otro extremo; en este sentido, la cercanía excesiva pierde la pertenencia y
la autonomía saludable. Entonces, a la hora de pensar en la distancia óptima,
es importante considerar si es funcional para el sistema y no si le parece
funcional al observador.
En la clínica, muchas veces los terapeutas caen en las trampas de usar
su vara métrica para medir la realidad de otros, y en este sentido determinarán
como juez de la verdad lo que es funcional o no cuando, en realidad, lejos
podría estar el sistema de esta construcción de realidad.
Por ejemplo, el terapeuta casado que todos los días tiene por hábito
pasar por la casa de sus padres al salir de su trabajo previamente a llegar a la
casa que comparte con su esposa e hijos, al observar que en un sistema solo
se reúnen una vez por semana y se comunican cada dos o tres días, le
parecerá el extremo de las distancias, un sistema desligado; pero resulta que
este sistema funciona perfectamente, con buen equilibrio entre sus variantes,
las cuales nunca llegan a los extremos por la reacomodación continua que
saben manejar, ubicándose de manera flexible entre la autonomía y la
pertenencia.
Por tanto, esta regularidad con la que se ven o se comunican es
funcional para ese sistema y se encontraría dentro de una distancia media
para esa familia y en ese momento. Es así como es importante tener en cuenta
cómo se observan las distancias y el único camino correcto es ver de qué
manera en cantidad y calidad se expresa la distancia y si es funcional para esa
familia, lo que será desarrollado ampliamente en los siguientes capítulos.
Pensando en un sistema en el que se han observado las
particularidades de las variables sistémicas como la frontera, los límites
subsistémicos y las distancias, se pasará ahora a analizar en profundidad la
variable estructural básica llamada roles y funciones.
5.6. Diagnóstico de los roles y funciones
Los roles son rótulos que contienen una serie de funciones atribuidas
al mismo, siendo el nombre de rol una palabra que sintetiza un conjunto de

acciones esperadas por los integrantes del sistema.
Para observar y fundamentar los roles y sus funciones en un sistema
familiar se deberá construir con los integrantes del sistema cuáles son las
funciones que en esa familia están implicadas en cada rol, lo cual es
equivalente a conocer cuáles son las expectativas respecto de las conductas
del otro.
Por ejemplo, en una familia podría preguntarse a cada uno qué
esperan o qué tareas en la familia tiene a cargo la mamá, orientando el
diálogo a conocer la construcción que posee cada persona del rol sobre el
cual se realizará el diagnóstico.
Así, deberá tenerse en cuenta si la persona refiere a acciones que
realiza y muestra el acuerdo con todos o, de la misma manera, si los demás
integrantes hacen mención a funciones que esta persona realiza y, por tanto,
indicando que las mismas son parte de su rol. Por ejemplo, la madre dice que
siempre busca a los niños en el colegio o uno de sus hijos dice que su mama
siempre les prepara la cena.
También podrá observarse, para diagnosticar el rol, cuando la persona
portadora de un rol agrega funciones que los otros no demandan y que
deliberadamente atribuyó a su rol. Por ejemplo, la madre que dice que ha
decidido desde ahora acompañar a sus hijos al club y permanecer junto a
ellos durante las actividades deportivas, pero sus hijos no solo desacuerdan
con ello, sino que dicen que ha sido una decisión repentina de la madre para
la cual no hubo consenso.
Una tercera manera para ver las funciones del rol es cuando una
persona alude a viejas funciones de rol que hoy ya no considera parte del
mismo, aunque los demás integrantes del sistema aún continúan demandando
esas funciones, esperan que realice esas acciones que el portador del rol ya
considera anticuadas y parte del pasado.
Por ejemplo, la madre dice que si bien antes preparaba la cena, ahora
regresa muy tarde del trabajo y le corresponde dicha función al rol del
marido, que por cierto no está en acuerdo con el no cumplimiento de su
función de rol de madre. Aquí, la madre continúa teniendo la función de
preparar la cena en su rol, puesta en el mismo mediante la demanda de los

otros. Aun sin realizar y considerar que esta función le sea pertinente a su rol
en el momento actual, la misma sigue presente por la demanda del sistema;
por tanto, que la madre prepare la cena es aún una función en su rol.
En resumen, el rol puede diagnosticarse dando atención a todas las
funciones presentes en cada rol teniendo en cuenta no solamente las acciones
preferidas por el portador del mismo, sino también las demandas realizadas
por los integrantes del sistema hacia el portador del rol.
Por último, es importante considerar que en los roles no todas las
acciones son el deber ser o hacer, sino que en ocasiones las consignas
aparecen por el lado de la prohibición o la acción en negativo. Por ejemplo,
en un rol podrá haber acciones esperadas y acciones prohibidas. Así, el hijo
varón debe estudiar, debe jugar con sus amigos, no debe desordenar el cuarto,
no debe llorar porque es un hombrecito.
Cabe recordar que el hacer y el no hacer son consignas para la acción
y son dos polos de un mismo continuo. Por lo tanto, ambas pueden coexistir
en un rol.
Es necesario aclarar que un rol cambia cuando se suman o restan
funciones al mismo, pero no cambia cuando alguna de estas acciones no es
cumplida por la persona, ya que con la simple demanda del sistema la acción
está presente en un rol. En este sentido, lo que sucede es que aparecen
desacuerdos con respecto a las funciones de rol.
La dificultad al realizar el diagnóstico del rol se presenta cuando, de
la mano del pensamiento lineal, surge la idea poco fundada desde la teoría de
la complejidad y las ciencias modernas de entender el rol desde una
asignación normativa de funciones, la cual se tiende a universalizar y, sobre
la base de ello, esperar que todo sistema posea roles con casi idénticas
funciones; por ejemplo, que el padre es quien debe decidir, debe proveer, etc.
En esta línea de pensamiento, se considera una inversión de roles, también
llamada inversión generacional o parentalización, cuando un hijo cumple el
rol del padre.
Esta construcción conceptual es determinista y corre el riesgo de
generar una profecía autocumplida que podría no ser funcional para el
sistema en determinado momento vital.
Es pertinente definir la profecía autocumplida como un conjunto de

conductas que se generan sobre la base de las expectativas y supuestos no
solamente propios sino también de los otros, que terminan confirmando
aquello que se esperaba mediante la pragmática de dichas expectativas, lo
que equivale a decir en este marco que las funciones que se esperaban son
cumplidas por una persona, ya que por haber sido atribuidas a su rol por los
integrantes de su sistema se transforman en una realidad pragmática
evidenciándose dichas conductas por el portador del rol.
En este sentido, es relevante esclarecer que las funciones no son
arbitrariamente pertenecientes a un rol; por lo tanto, no se puede mencionar
en un diagnóstico que un hijo cumple funciones del rol materno o, peor aún,
que lleva adelante el rol de la madre, esto se fundamenta en que el rol es
construido en cada sistema.
Es cierto que a pesar de las diferencias en las funciones de cada rol en
un sistema determinado hay también similitudes entre los sistemas familiares
de una misma cultura, y es por ello que debe considerarse todo sistema de
estudio dentro de un sistema social, el contexto. Así, se podrán apreciar
funciones similares en el rol de padre en diferentes familias, pero también
habrá muchas otras funciones particulares y únicas de ese rol, en ese sistema
y en ese momento vital.
En esta dirección, las funciones de un rol solo pueden entenderse y
observarse teniendo en cuenta el contexto y el momento vital en el que se
encuentra la familia, para, luego de entenderlas, poder arribar a la conclusión
acerca de su funcionalidad o su disfunción en el sistema.
También deberá entenderse, al igual que ocurre con cada una de las
variables que aquí se describen por separado para su más profundo
entendimiento, que siempre cada elemento del sistema posee un carácter
dinámico y recursivo dentro del sistema.
Por ejemplo, por lo anteriormente expuesto puede entenderse que el
hijo puede tener una función en su rol que comúnmente en esa sociedad se
encuentra contenida en el rol de madre, ni tampoco que realiza sus funciones,
ya que esta idea partiría de una visión determinista que indica que funciones
deben contenerse en cada rol. Luego restara pensar si la función en el rol del
niño es funcional o no para sí mismo y para el sistema, tema que será
analizado más adelante.

En esta dirección, más que pensar en la inversión de roles es más
complejo pero más acertado pensar en las funciones que se esperan para el rol
de madre y en lugar de encontrarse formando parte del mismo se encuentran
establecidas dentro del rol de hijo.
Habiendo aclarado el paradigma del cual se desprende el concepto
aquí delineado para arribar al diagnóstico de los roles de un sistema familiar,
el primer trabajo a realizar es diagramar los roles de cada integrante del
sistema, así se podría realizar un gráfico para cada rol e ir completando el
mismo con las funciones que posee cada uno. Para ello deberá observarse qué
acciones dice la persona portadora del rol realizar o no realizar y si estas
fueron acordadas o deliberadamente eligió incluirlas en su rol. Es importante
dar atención a lo expresado por cada integrante, por ejemplo desde el acuerdo
o la demanda en relación con las acciones de otro, lo que dará cuenta de las
funciones de un rol determinado.
Puede ejemplificarse de la siguiente manera: una esposa que dice que
prepara la cena cada noche muy feliz y su marido asiente muestra una
función consensuada y realizada basada en el común acuerdo. También
podría observarse que el marido relata lo bien que cocina su esposa cada
noche, tal cual le corresponde, porque él así lo espera. En este ejemplo hay
una función de rol consensuada, realizada, y acuerdos en la misma.
Si la esposa, en cambio, dice que cocina por el pedido de su marido
pero le molesta cocinar, o bien el marido dice que cocina muy bien aunque no
es de su agrado, también está la función cocinar en su rol, la cumple pero
estando en desacuerdo con la misma y se aprecia en el discurso con palabras
como: “lo hago aunque no me gusta, lo hago porque me toca, lo hago porque
todas las mujeres cocinan”. En este sentido, la función del rol va de la mano
de la obligación y el deber, como también la elección de incorporar esa
función en el rol debido a que esa familia construye el rol con la importante
impronta social y cultural, que en muchas ocasiones no evalúa las
características y funcionalidad del propio sistema.
En otro ejemplo, la esposa dice que decidió no cocinar y lo justifica a
partir de diferentes motivos, aun considerando que tiene en cuenta que es una
función requerida por parte de su marido. También en este caso podría
observarse esta función en el rol de la esposa cuando el marido realiza un
reclamo hacia su mujer diciendo cuánto le molesta que no prepare la comida

cada noche como él espera. En este ejemplo se observa claramente la
decisión de no realizar una función y está a la vista en frases como: “no le
voy a dar el gusto”, o “quién dijo que yo debo hacer eso”.
De la misma manera, la imposibilidad de realizar una función del rol
se expresa por justificaciones y por la palabra “pero”, que anula el enunciado
anterior. Por ejemplo, cuando dice: “me gustaría seguir cocinando como
esperan de mí, pero ahora llego tarde del trabajo”, en este ejemplo se aprecia
la interrelación entre la función no cumplida con la justificación y con el
reclamo.
Continuando con el mismo ejemplo del rol de esposa, podría pensarse
en que la esposa dice que decidió invitar a sus amigas todos los sábados a su
casa, esta acción no es esperada por su marido y desacuerda con ello, ya que
ella se tomó la atribución de agregar una función a su rol que no es deseada
por él.
Este ejemplo va de la mano del cambio inesperado de las acciones de
un integrante del sistema, bien sean aceptadas o no por los demás. De toso
modos, mas allá del acuerdo o no, la acción esta en el rol de la esposa, la
diferencia en relación con los acuerdos radica en la funcionalidad o
disfuncionalidad de esa función en el rol.
Los ejemplos serían muchos, pero siempre se deberá dar especial
atención, para conocer las funciones de cada rol en un sistema, a aquello a lo
que cada persona dice de sí en cuanto a lo que hace o no hace y, por otra
parte, a lo que otros dicen de un integrante con respecto a lo que debe hacer o
dejar de hacer, lo que se espera del otro.
En esta línea de ideas, será relevante considerar los reclamos, las
demandas, los reproches, las justificaciones, los acuerdos y desacuerdos
respecto de las funciones.
Recapitulando, se han presentado solo algunos ejemplos de la vasta
variedad de posibilidades respecto de las funciones de rol, siendo lo
importante considerar, al observar un sistema, si las funciones de cada rol son
las esperadas por todos y si las mismas se cumplen o no, siendo oportuno
pasar ahora a la siguiente variable estructural: las jerarquías.

5.7. Diagnóstico de las jerarquías
Las jerarquías son lugares en una escala donde cada ubicación posee
otras inmediatamente inferiores sobre las cuales ejerce su dominio.
Al realizar el diagnóstico de las jerarquías deberán considerarse
básicamente tres puntos importantes: el primero consiste en evaluar el grado
de jerarquía de cada integrante del sistema. En segundo lugar, se observarán
los movimientos que se producen en la escala jerárquica. En tercer lugar, será
relevante valorar el aspecto cualitativo de esta variable, siendo este el modo
en que se ejerce la autoridad desde una posición jerárquica.
En primer lugar se considera el grado de jerarquía de cada
integrante del sistema. En una familia, la posición de mayor jerarquía puede
observarse en aquel integrante que domina por sobre las conductas de los
otros estableciendo reglas que guían sus acciones.
Por ejemplo, quien posee el mayor grado de jerarquía en un sistema es
la persona que habla primero, es a quien otros se dirigen como pidiendo
permiso para dar su punto de vista, así sea desde la mirada que pide permiso
para hablar como desde el gesto de levantar la mano para luego expresarse
verbalmente hasta preguntar explícitamente si puede dar su parecer sobre el
tema que se trata.
Asimismo, la posición de mayor jerarquía se muestra espacialmente
por la persona que suele sentarse en el centro de una rueda de sillas, en los
extremos de la mesa, en la silla más alta.
Es interesante considerar sistemas en los que no se observa una mayor
jerarquía en los padres sino en los hijos. Son familias donde los hijos ponen
las reglas, desde decidir adónde irán a veranear, a qué hora cenarán, de qué
temas se puede hablar. Son sistemas donde el que gobierna es un adolescente
y hasta un niño.
Respeto al grado de jerarquía o, dicho de otra manera, de las
posiciones en la escala jerárquica de cada integrante del sistema, se podrían
ofrecer innumerables ejemplos, pero es importante recordar que varias
personas del sistema pueden poseer igual grado de jerarquía. En este sentido
lograrán acuerdos respecto de las reglas que impartirán al resto de las
personas del sistema que se encuentran por debajo en la posición jerárquica.

Cuando un nivel jerárquico es compartido por dos personas, se verían
en una misma posición jerárquica el padre y la madre, ya que ambos toman
conjuntamente las decisiones respecto de las reglas que regirán la conducta
de su hijo. Así, logran un acuerdo con relación a que el hijo no saldrá el fin
de semana de no haber completado sus estudios.
Se observa la jerarquía compartida cuando cada uno expresa desde el
discurso que la decisión fue tomada por ambos; el hijo escucharía de ambos
padres que juntos tomaron esta decisión y que por ello deberá cumplir estas
reglas. Si se piensa gráficamente en una escalera, los padres estarían en un
mismo escalón, para ubicarse el hijo en el peldaño inferior al primero.
Diferente sería, siguiendo este ejemplo, si la madre dice que no pueda
salir el fin de semana si no completa sus estudios porque así lo dijo el papá.
En este caso, si bien es la madre la que comunica la directiva al hijo, es el
padre quien tiene la mayor jerarquía, quien puso la regla que deberá ser
cumplida, tanto por la madre, que deberá comunicarla, como por el hijo, a
quien va dirigida. Siguiendo el gráfico de la escalera, se ubicaría el padre en
un escalón espacialmente superior, en el siguiente escalón estaría la madre y
en el tercer escalón, el hijo.
En segundo lugar, es importante para este diagnóstico de jerarquías
observar los movimientos en la escala jerárquica. El observar los
movimientos está íntimamente relacionado con diagnosticar la rigidez o
flexibilidad en las jerarquías. En este sentido, si no se producen movimientos
importantes se estará en presencia de una jerarquía rígida en el sistema y en el
caso contrario se hablaría de una jerarquía muy lábil que se muestra por
cambios continuos.
Un sistema jerárquico rígido se observa cuando cada integrante del
sistema ocupa siempre la misma posición jerárquica; por ejemplo: siempre es
el padre el que posee la autoridad. En este caso podría el padre directamente
expresar que el niño que no podrá jugar hasta no terminar sus tareas
escolares, o bien la madre podría decidir, en ausencia del padre, que es él
quien ha dicho que no podrá jugar hasta no concluir sus tareas.
En ambos casos se presenta una escala en la que el padre posee el
mayor grado de jerarquía, seguido por la madre y luego el niño en el escalón
inferior. La rigidez se observa cuando la madre debe tomar decisiones sobre
la conducta del niño en ausencia del padre, pero no lo lleva adelante ya que

las reglas solamente son puestas por el padre. Aquí se observaría rigidez, en
otras palabras, no existe en este sistema la posibilidad de que la madre adopte
un movimiento plástico en la escala jerárquica y se coloque en un lugar de
mayor jerarquía aun en la ausencia de quien suele tenerla de manera
inflexible, el padre.
En resumen, si se presentan los lugares jerárquicos siempre de la
misma manera se mostrará rigidez en la jerarquía. En cambio, si estos se
alternan, siendo en ocasiones que la madre refiere a un mandato del padre y
en otros casos refiere a un mandato que si bien es dicho por ella fue decidido
por ambos padres, o bien la madre pone una regla tomando la jerarquía en el
sistema, mostraría alternancia en la escala jerárquica y, en consecuencia,
mayor flexibilidad.
Es importante considerar no solo las conductas sino también el área
cognitiva del sistema en lo que refiere a las jerarquías, ya que la familia
piensa las cosas de una manera, posee supuestos básicos que los guían. Los
supuestos básicos son verdades que no se cuestionan, verdades que surgen
del poder y de la impronta social y cultural.
En una jerarquía flexible, tomando el ejemplo anterior, los padres van
cambiando o compartiendo la posición jerárquica para determinados temas.
Así, el padre tendrá la autoridad para ciertos temas sobre el hijo, y la madre o
ambos padres para otros. Así, el padre puede decidir que el niño no jugará si
no realiza la tarea, la madre podrá decidir que debe comer en determinado
horario y ambos podrán decidir que puede ir al club los fines de semana.
Vale aclarar que con niños menores no es funcional que los mismos
ocupen un lugar jerárquico mayor al de los adultos, ya que si bien no hay
verdades y cada sistema familiar construye su escala jerárquica, no debe
olvidarse que todo ello estará en intima relación con el ciclo vital familiar, y
en ello se consideran las posibilidades en las funciones y en las jerarquías
según el desarrollo biológico y con ello, psíquico, de cada persona. Es por
ello entendido que un niño de corta edad no esta preparado para tomar ciertas
decisiones en un sistema familiar. Si bien parece a simple vista un
pensamiento lineal puede igualmente ser pensado desde la epistemología de
la complejidad.
Diferente sería el ejemplo si se piensa un sistema familiar constituido

por los padres y los hijos mayores de edad. En estos casos en que los hijos
son adultos, incluso han formado sus familias, por tanto son parte del sistema
de estudio y de otros sistemas, podría ser funcional que en los movimientos
jerárquicos los hijos compartan en momentos un mismo nivel de jerarquía o
incluso superior al de sus padres.
Por cierto, la funcionalidad será determinada de manera particular
para el sistema de estudio, no habiendo reglas que dictaminen lo que está
bien o mal. Calificar prontamente de correcto o incorrecto hablaría de juicios
que en el observador provienen de su bagaje conceptual, de su modelo de
conocimiento, que funciona como un bastón en el que se apoya para
fundamentar sus inferencias, alejándose de la observación directa del sistema
objetivo para el diagnóstico.
En resumen, la jerarquía es una escala que, en el mejor de los casos,
tendrá variantes y será funcional para el sistema en un momento dado y
considerando el ciclo vital familiar.
En tercer lugar, será relevante valorar el aspecto cualitativo de esta
variable, siendo este el modo en que se ejerce la autoridad desde una
posición jerárquica. Cabe aclarar que para ocupar un lugar de jerarquía, no
solamente se necesita implementar conductas de dominio, sino también que
los otros integrantes lleven adelante conductas que habiliten la primera. En
este sentido, no hay líder sin seguidores y, recursivamente, no hay seguidores
sin líder.
En esta dirección, las reglas impartidas por un integrante del sistema
pueden ser respetadas y cumplidas, quebrantadas actuando por lo contrario o
ignoradas, siendo en los dos últimos casos una jerarquía paradójica donde, en
realidad, la persona que imparte las reglas desea tener un lugar superior en la
escala jerárquica pero no lo consigue.
En este sentido, se encuentra en igual o inferior posición en la escala
jerárquica, ya que el modo de ejercer la autoridad no es efectivo; por tanto, no
hay un dominio sobre los otros y así se ubica en esta variable en un nivel que
lejos está de ser superior de los otros integrantes del sistema.
Respecto de las formas de ejercer la jerarquía, siendo el aspecto
cualitativo de esta variable, se puede pensar en una autoridad ejercida de
forma autoritaria, donde se imponen órdenes, ideas, formas de hacer, de
sentir y de pensar, sin tener en cuenta el consenso de los otros integrantes del

sistema, quienes en el caso de respetar y sostener este lugar jerárquico
obedecerán por sumisión.
También puede ejercerse la jerarquía desde una posición
aparentemente sin autoridad, pero que practica el mayor de los controles
desde la queja, el reclamo, el síntoma, conduciendo a todos en el sistema a
actuar bajo sus propias reglas. Es así como muchas veces la persona que la
familia identifica como el paciente problemático, por ejemplo inmerso en una
gran tristeza, domina a todo el sistema imponiendo una melodía de la cual él
es el director, desde su aparente pasividad y sumisión.
Otros ejercen su autoridad y liderazgo en el sistema utilizando su
carisma y encanto, convenciendo y persuadiendo a los demás para el
cumplimiento de las reglas que dictamina.
En síntesis, la mayor jerarquía se aprecia al observar quién determina
de qué se debe hablar, cuándo se debe intervenir verbalmente, cómo se deben
hacer las cosas, quién debe hacer qué, cuáles son sus funciones, prohibiciones
y permisos, calificaciones, aceptación y descalificación.
En esta misma línea de ideas, con respecto a la efectividad de la
jerarquía ejercida, entendida como autoridad, se puede pensar que una
persona en el sistema tiene la autoridad por sobre las personas que se
encuentran por debajo de sí en la escala jerárquica desde el aspecto
cuantitativo porque es quien decide, quien dice cómo y qué se debe hacer, es
quien pone reglas consensuadas o no con los otros. Pero si bien ejercer la
jerarquía significa poner reglas y tomar decisiones sobre el sistema, esta
función no será efectiva si las personas a quienes se dirige no respetan lo
impuesto por la persona que parece tener la jerarquía.
Es así como en realidad, este intento de adoptar una posición superior
en la escala jerárquica queda sin efecto y se ubica entonces al mismo nivel o
incluso por debajo de las personas sobre las cuales pretendía ejercer la
autoridad.
Desde esta perspectiva, puede concluirse que debe tenerse especial
cuidado a la hora de observar las jerarquías porque muchas veces quien
parece mandar en el sistema es justamente la persona que se encuentra en el
último escalón de la escala jerárquica, y se ubica de manera disfuncional en
esta posición, ya que desea estar en otro escalón, al cual no logra llegar.

Se pasará ahora a las siguientes variables sistémicas correspondientes
al diagnóstico de la estructura: el contexto y el momento vital sistémico.
5.8. Diagnóstico del contexto
El contexto es el macro contexto o sistema mayor, que está formado
por innumerables sistemas que rodean al estudiado pudiendo distinguirse los
más o menos cercanos en cuanto a su nivel de influencia en relación con el
intercambio de información con el sistema blanco, el sistema de estudio que
será diagnosticado.
Cabe recordar que cada persona es parte de diversos sistemas,
llamados sistemas contiguos al sistema de estudio. Por tanto, al diagnosticar
un sistema humano deben considerarse aquellos sistemas en los cuales cada
uno de los integrantes forma parte. De estos sistemas es importante conocer
la información que se intercambia y también los efectos que produce en el
sistema estudiado en términos de entropía o negentropía.
Por una parte, al realizar el diagnóstico del contexto en relación con
los sistemas contiguos influyentes y relativos a un intercambio
negentrópico con el sistema de estudio, se podrá observar que los integrantes
del sistema de estudio realizan comentarios respecto de información
proveniente de otros sistemas y esta información es congruente con las
creencias, acciones y emociones reinantes en el sistema.
Ejemplificando la información negentrópica proveniente de sistemas
contiguos, puede observarse: los padres dicen que sus amigos piensan de la
misma manera que ellos con respecto al modo en el que considera adecuado
poner límites a sus hijos. El niño que refiere a sus amigos diciendo que al
igual que él realizan sus tareas escolares antes de jugar en la computadora. En
el primer ejemplo, la información ingresa del sistema contiguo “amigos de
los padres”; en el segundo, del sistema “amigos del hijo”.
Por otra parte, cuando los sistemas contiguos son fuente de
información cualitativamente diferente a la del sistema de estudio o bien de
ellos es tomada una gran cantidad de información desde el aspecto
cuantitativo, se diagnostica como información entrópica proveniente de un
sistema contiguo.
Esta información entrópicamente positiva produce un desequilibrio en

el sistema, el cual va de la mano de cambios en su organización y estructura y
se manifiesta como nuevas maneras de pensar y actuar en la familia, con las
cuales no todos están de acuerdo.
Por ejemplo, el padre dice que su amigo sabe cómo poner límites a
sus hijos y refiere a que esta manera de proceder es mejor y diferente a la
propia. Por otra parte, su esposa cuenta que su amiga es quien sabe cómo
educar a su hijo y la forma en que lleva a cabo acciones en función de ello
son las correctas y también diferentes a las que ejecuta su familia.
En este ejemplo se aprecia que la información que toman de otros
sistemas contiguos influyentes, información que ingresa al propio sistema, es
cualitativamente diferente a la que existía previamente a este intercambio de
información con sistemas contiguos, siendo por ello información entrópica
que genera una crisis en el orden preexistente, de lo que va aparejado un
cambio en la organización y dinámica previos.
Se puede ver claramente que cuando los sistemas contiguos influyen
de manera entrópica rompen con el equilibrio preexistente en la familia, por
lo cual se pone en jaque la antigua modalidad de interactuar, como también
pueden aparecer contradicciones entre los miembros de la familia respecto de
sus creencias, costumbres y paradigma familiar, sin olvidar que se modifican
las emociones reinantes en este sistema familiar.
Luego de pensar en esta interesante variable con respecto al contexto,
la cual es por demás amplia y fue sintetizada anteriormente considerando dos
aspectos básicos como son el ingreso de información de los sistemas
contiguos en sus modalidades entrópica y negentrópica, se pasará ahora a ver
en profundidad la variable de la estructura llamada momento vital sistémico.
5.9. Diagnóstico del momento vital sistémico
Es la situación vital de la familia en la cual se enfrentan a temáticas
referentes a su desarrollo y también a situaciones particularmente
significativas para ellos. En esta línea de ideas, se define el momento vital
sistémico en dos sentidos: por un lado, como un período de tiempo con
características particulares y relativas a las etapas vitales familiares y, por
otro lado, se define por la presencia de un hecho significativo.
Por una parte, respecto de las etapas vitales de la familia, se pasará a

describirlas brevemente teniendo en cuenta aquellos parámetros que están en
relación con la estructura del sistema, para arribar al diagnóstico de las
mismas desde el punto de vista sistémico.
La primera de las etapas es el matrimonio, la conformación de la
pareja; es el período en que dos personas conviven hasta tener su primer hijo.
Sistémicamente es relevante ver cómo se organizan en esta etapa y en este
sentido, analizar todas las variables básicas estructurales. En este estadio,
todas las variables son relevantes, pero especialmente habrá que dar atención
a las distancias, las funciones que han incluido en los roles conyugales de
esposo y esposa y a la influencia de los sistemas del contexto, especialmente
las familias de cada uno de los cónyuges y sus amigos.
El joven matrimonio en esta etapa se enfrenta a nuevas rutinas, a un
hogar compartido que exigirá acuerdos para convivir. Deberán tomar
decisiones con respecto a cada una de las pequeñas acciones del día a día, por
ejemplo, a que jora cenaran, quien pagara las cuentas del hogar, la limpieza,
las compras y otras tareas domesticas, aunque también determinaran como
compartir el baño, el orden de la casa, leer el diario del domingo, que
programa ver en la televisión, entre otros miles de escenarios que los colocan
frente a la necesidad de acordar el modo de actuar, lo cual da origen a las
demandas funcionales que determinara cada uno de los roles conyugales.
Estos ejemplos parecen a simple vista vulgares o sencillos, pero
justamente pretenden llamar la atención mostrando que en los roles las
funciones no son un listado de diez mandamientos importantes, como quién
proveerá en el hogar, cómo se darán amor, sino que el rol está compuesto por
miles y miles de funciones que son las pequeñas acciones, como fuera
desarrollado en capítulos anteriores.
También en esta etapa es importante considerar el contexto, ya que
será significativo conocer el grado de influencia de sus familias de origen y
sus amigos. El matrimonio deberá erigir una frontera suficientemente fuerte
para controlar el ingreso de información, pero a su vez flexible para permitir
realizar cambios y adaptarse en el tiempo a las diferentes demandas externas.
Las distancias son relevantes, ya que las mismas, de no ser adecuadas
al momento vital, podrán colocarlos en posiciones extremas, desde el
acercamiento que limita el desarrollo autónomo de cada uno hasta el

alejamiento extremo que alimenta la independencia y afina los lazos que los
unen como cónyuges.
La segunda de las etapas es el nacimiento del primer hijo. Aquí es
relevante dar atención al hecho de que estructuralmente en el sistema
aparecen nuevos roles de padre y madre; se crea un subsistema de padres con
su límite y también es importante ver la distancia entre los padres y el niño.
Respecto de los roles, deberán determinarse las funciones que tendrán
el padre y la madre, diferenciando las mismas de los roles conyugales. Es
importante diagnosticar que tanto el rol paterno y materno como el conyugal,
esposo y esposa, se encuentren diferenciados, ya que en muchas ocasiones
suele ocurrir que se confunden los mismos y lo que sucede es que por la
creación de un nuevo rol parental se ve en crisis el conyugal.
En este sentido, la claridad en los roles ayudará a resolver importantes
y frecuentes problemáticas en este ciclo vital familiar, ya que muchas veces
se construye un rol que podría llamarse madre esposa y padre esposo, que en
pocas ocasiones resultan funcionales. Mejor será poder discriminar los roles
de esposa y de madre como de esposo y de padre por separado, lo que
equivale a decir qué espera el esposo de ella como madre y qué espera de ella
como esposa, y también esto aplicado a los roles de esposo y de padre.
Claro está que muchas funciones estarán entrelazadas, pero no está de
más colocar el acento en el diagnóstico por separado en cada uno de los roles,
para no perder claridad en el estudio de los roles y sus funciones, alcanzando
un diagnóstico que hable de la funcionalidad o disfuncionalidad de cada uno
de los roles.
Por otra parte, es importante conocer las distancias y los límites del
subsistema de los padres respecto del hijo. En este estadio, las distancias
funcionales son más cortas que en los siguientes debido a que los padres
deberán asistir a las necesidades del niño y vigilarlo muy de cerca para darle
el afecto y los cuidados que necesita en su corta edad.
La tercera etapa es el ingreso del niño a la escolaridad. Aquí es
esencial tener en cuenta a nivel estructural: el contexto, las jerarquías y las
distancias.
En relación con el contexto, uno de los sistemas contiguos relevantes

que aparece en esta etapa es el sistema escolar, ya que este será de gran
influencia sobre el sistema familiar estudiado. En este sentido, se introduce
en el sistema información proveniente del niño y sus compañeros de estudio
y maestros, como también información proveniente de las relaciones que
establecen los padres con los maestros y con los padres de otros niños.
También es interesante observar las jerarquías, ya que con el
crecimiento del niño las mismas se van acomodando y la jerarquía deberá ser
clara y flexible entre ambos padres. Así, el padre podrá poner y comunicar
reglas en relación con el niño, como también la adre podrá ejercer su
jerarquía, no siendo funcional que el niño cobre un grado de jerarquía mayor
al de sus padres en esta etapa, lo que equivale a decir que es el niño quien
pone reglas en la familia debido a factores biológicos y del desarrollo, como
se explicara anteriormente.
Finalmente, las distancias serán mayores a las de la etapa anterior, por
lo cual, si mantienen la misma distancia que en la etapa vital anterior, ya no
será una distancia media y funcional sino una distancia corta y disfuncional
en el sentido de que, como toda distancia acortada, implica pérdida de
autonomía en función de privilegiar la pertenencia y, en algunos casos, la
dependencia.
La cuarta etapa es la adolescencia de los hijos. Aquí, es sabido que se
producen cambios significativos en el adolescente y por ello, recursivamente,
en el sistema. Desde la estructura, es interesante analizar especialmente las
distancias entre los padres y el adolescente como también el contexto.
En relación con el contexto, el grupo de pares como sistema contiguo
será especialmente influyente sobre la familia y la información que proviene
de estos sistemas contiguos podrá ser negentrópica, aunque en la mayoría de
los casos es entrópica, y esta entropía adquiere valores tan elevados que el
sistema se coloca en grandes crisis, donde todas las variables dinámicas y
estructurales son sacudidas y todo se muestra como en ebullición.
Las distancias son de gran importancia aquí, ya que el adolescente
demanda una distancia mayor a la que se habría establecido en la etapa
anterior. Se observan familias disfuncionales donde se mantienen distancias
cortas, por ejemplo, padres que no dan el espacio necesario que requiere al
adolescente en relación con su privacidad y aluden a que se preocupan por

conocer todo sobre su hijo en función de su seguridad y de la propia
tranquilidad.
Es cierto que en ocasiones los adolescentes, no encontrando la
distancia óptima y en su afán de prolongar la distancia existente en la etapa
anterior, la cual ahora les resulta acortada, realizan movimientos extremos
que resultan en distancias alargadas y tampoco funcionales para la familia. En
estos casos, los padres ceden ante los movimientos sistémicos en los que el
adolescente reclama una mayor distancia y pecan por no querer ser intrusivos
y respetar la privacidad del adolescente, adoptando un extremo poco
funcional para el sistema, que puede observarse en dichos como: “no es que
no nos preocupe, pero queremos darle su libertad”.
La quinta etapa vital familiar es la salida del hijo de la casa, también
llamada nido vacío, que es cuando el hijo forma su familia o decide alojarse
en su propia vivienda y deja el hogar. En los casos en los que el hijo forma
una pareja o se casa, es significativo ver la relación entre el sistema familiar y
el nuevo sistema humano que se forma, integrado por su hijo y su pareja.
En resumen, en cada etapa vital se plantean diferentes necesidades y
cada una de las variables sistémicas de la estructura adquiere particularidades
diferentes. La importancia de tener en cuenta la etapa vital radica en que
muchas veces una distancia que podría ser óptima en una etapa vital no lo es
en otra, y lo fundamental es poder observar y determinar cuáles son los
cambios en la estructura que se realizan o no en función de la nueva etapa
para, de esta manera, conocer la adaptación sistémica a la etapa vital.
Por otra parte, en lo que respecta a esta variable deberán considerarse
los momentos significativos como se describiera en capítulos anteriores, se
considerara todo aquello que es relevante a esa familia y en ese momento, no
cayendo en estereotipos de que es o no es significativo social y culturalmente,
en esta línea puede mencionarse un nacimiento, fallecimiento, mudanza,
vacaciones, nuevos empleos, entre otros.
Se pasará a continuación al análisis de las variables secundarias de la
estructura del sistema.
5.10. Diagnóstico de las variables secundarias: alianzas y coaliciones
Las alianzas se definen como la unión de dos o más personas para un

fin común. Las coaliciones también se definen por la unión de dos o más
personas, con la diferencia de que el fin común será colisionar contra otro u
otros. Las alianzas y coaliciones pueden ser manifiestas o encubiertas, como
también temporales y flexibles, estables y rígidas.
Las alianzas manifiestas son aquellas en que dos o más personas
declaran entre sí los motivos de su alianza, elaboran un plan de acción
común, el cual es verbalmente compartido, además de cooperar en las
acciones desde el plano pragmático. En cambio, si la alianza es encubierta,
ambos saben cuál es el fin para el cual se unen, pero no se manifiesta
verbalmente.
Por otra parte, la alianza temporal o flexible es aquella por la cual las
personas se unen solo para un determinado fin y toman mayor distancia en
relación con otros aspectos. Por ejemplo, los alumnos que se unen para
estudiar para un examen, ya que más allá de que se reunían periódicamente
durante mucho tiempo, solamente se unen para un fin concreto y limitado.
Por el contrario, la alianza rígida y estable es aquella en la que las
personas se unen con varios fines comunes, no solo sosteniendo esta alianza
en el tiempo sino haciéndola valer desde varias perspectivas, lo que significa
que se van a aliar con diferentes fines. Por ejemplo, los alumnos que se alían
para estudiar, para salir a pasear, para hacer deporte, etc.
En una familia, la alianza se observa cuando dos o más integrantes
están unidos de manera manifiesta o encubierta para un fin común y que no
es compartido por los otros integrantes del sistema. Si esta unión se mantiene
en relación con fines específicos y delimitados, la alianza será flexible; pero
si la misma no solo se perpetúa en el tiempo sino que acapara diferentes
acuerdos de compartir entre sí y no con otros integrantes del sistema, se torna
una alianza rígida, similar a un subsistema, ya que entre estas dos personas se
establecen reglas, y una de ellas es no compartir con los demás diferentes
cuestiones tanto en el plano cognitivo (sus ideas) como en el pragmático (sus
acciones) y en el emocional (su sentir).
Por ejemplo, el padre que va a la cancha de fútbol con su hijo y
cuando llegan a su casa se miran con complicidad y dicen: “no vamos a
hablar delante de la madre y la hermana porque es cosa de hombres”, pero
luego, en la cena, comparten todo tipo de información de la familia y

personal. Aquí se ejemplifica una alianza suscripta a una temática: el partido
de fútbol, por tanto flexible, aunque se sostenga en el tiempo.
Por el contrario, pensando en el mismo ejemplo anteriormente citado,
el padre y su hijo no solamente no comunican a la madre y la hermana acerca
de lo compartido en su unión en relación con el fútbol, sino que también,
durante la cena, al hablar de otros temas familiares, también continúan no
integrándose abiertamente, no dan a conocer sus ideas y no comparten sobre
el tema que se trata.
Otro aspecto a tener en cuenta es que una alianza se establece entre
dos o mas personas. No basta con la intencionalidad de una de ellas si la o las
otras no se incluyen en este tipo de relación. Por ejemplo, el apdre que al
hablar del problema de su esposa y madre de sis hijos habla en plural, refiere
desde el “nosotros” incluyendo a sus hijos para dar su critica de la mujer.
Aquí el padre establece una alianza con sus hijos, quizás coalición en el
sentido de la critica a la amdre, pero esta manifestacion no es suficiente para
diagnosticar una alianza etre el padre y los hijos.
Por ejemplo, si los hijos asienten este discurso guiado por el nosotros,
la alianza sí está establecida entre el padre y los hijos. Por el contrario, los
hijos manifiestan: “no me incluyas, es idea tuya”, sería un ejemplo de la
búsqueda de alianza del padre con sus hijos para colisionar con la madre;
pero se trata de un intento fallido, por no obtener la correspondencia de sus
hijos.
En este último caso, no se puede hablar de alianza o coalición, sino de
un intento por parte del padre de aliarse a sus hijos.
En conclusión, para llegar a un diagnóstico preciso sobre las alianzas
y coaliciones, se deberá observar la conducta de todos en el sistema, no
solamente de uno que realiza un intento por aliarse con otros.
En síntesis, esta variable, llamada secundaria, puede presentarse o no
en un sistema humano, y cuando se despliega adopta diferentes formas de
presentación, como fue descripto, siendo la misma implícita o manifiesta,
rígida o flexible.
Habiendo desarrollado el diagnóstico de cada una de las variables de
la estructura del sistema y teniendo en cuenta que solo se han presentado

algunas de las posibilidades dentro de las innumerables variantes que puede
presentar un sistema, se pasará a examinar las variables del eje dinámico para
considerar lo relevante para realizar el diagnóstico.

CAPITULO 6
DIAGÓSTICO DE LA DINÁMICA DEL
SISTEMA
6.1. Hacia el diagnóstico de la dinámica del sistema
Dentro de este eje diagnóstico se estudiará la comunicación, por tanto
las relaciones entre los integrantes del sistema, siendo sus variables básicas el
aspecto cualitativo de la comunicación, las respuestas de confirmación y
desconfirmación, las modalidades verbal y no verbal de comunicar y su
coherencia dentro del mensaje, como también los acuerdos y desacuerdos, la
construcción del mensaje por el receptor, los tipos de relación de igualdad y
desigualdad en las conductas y finalmente los planos predominantes en la
comunicación humana.
Al igual que se planteó anteriormente para el análisis de la estructura,
es importante considerar el modo en que se presenta cada una de las variables
para determinar cuál es la modalidad predominante y cuándo se aprecia una
diferencia. En este sentido, será importante, al estudiar cada una de las
características de las relaciones, dar especial atención tanto al aspecto
cuantitativo como cualitativo de las mismas.
Habiendo descripto desde la teoría a cada variable en capítulos
anteriores, aquí el objetivo será desarrollar como observar estas en un
sistema, respondiendo al interrogante que surge de las conceptualizaciones,
por ejemplo, como lo diagnóstico. Para ello se pasara a considerar cada
variable teniendo en cuenta como observarla desde el mirar y el escuchar,
para pensar de que manera determinar la modalidad que predomina y cuando
aparece la diferencia pudiendo fundamentar sólidamente la hipótesis a la cual
se arriba con elementos observados en el sistema.
6.2. Diagnóstico de la modalidad de la comunicación
Al adentrarse en el análisis profundo de la dinámica de un sistema,
dada por la manera en que se comunican y relacionan sus integrantes, es
interesante pensar en el aspecto cualitativo de la comunicación, siendo este el
modo de transmitir un mensaje a través de las actitudes y palabras elegidas
para comunicar. Así, en la comunicación podrá predominar el reproche, el

reclamo o la demanda, la crítica, el insulto.
Esta observación, como cada una que proviene del análisis del
sistema, no solamente permitirá obtener un diagnóstico del mismo, lo que
equivale a decir comprender su funcionamiento a partir de cada elemento
puesto en juego, sino que también permitirá pensar en la manera de intervenir
guiada por un objetivo claro.
Con respecto a lo cualitativo de la comunicación se podrá intervenir
utilizando la modalidad reinante, por ejemplo connotar positivamente
diciendo: “quizás a través del insulto se expresan el amor”, o bien diciendo:
“ustedes mediante el reclamo le piden al otro que esté más cerca y que se
ocupen de ustedes”, o también: “quizás habría que encontrar otra manera de
decir te necesito cerca sin echar mano al reclamo continuo como una
manera de comunicarse”.
Serian vastos lo ejemplos y no es la intención de este trabajo
explayarse en posibles intervenciones, pero las anteriores pretenden ilustrar el
para qué de incluir en el diagnostico de la dinámica del sistema la modalidad
de comunicación en cuanto a su aspecto cualitativo.
Se pasará ahora a analizar la siguiente variante, siendo muy
importante diagnosticar la misma en toda comunicación humana, las
respuestas de confirmación y desconfirmación.
6.3. Diagnóstico de las respuestas a la comunicación
Dentro de las respuestas que el receptor de un mensaje puede brindar
a su interlocutor hay dos: la desconfirmación y al confirmación, ambas
descriptas en sus aspectos teóricos en capítulos anteriores. En este punto se
pretende ahondar en su análisis para tener en cuenta cómo observar estas
variables en un sistema y arribar a un diagnóstico de las mismas.
En este sentido, siguiendo el objetivo del capítulo se volcarán a la
praxis de la observación los conceptos desarrollados previamente. No
obstante, vale recordar que la desconfirmación es el mensaje que le dice al
otro “No existís para mí” y la función principal es desconfirmar el self del
otro.
A la hora de realizar el diagnóstico de esta variable, es fundamental

conocer claramente la diferencia entre la confirmación y la desconfirmación,
para luego poder observar los matices de la confirmación en el caso de que
esta sea la variable que se presente.
Así se observa que una persona confirma a otra cuando le hace saber
que existe para él, bien sea que existe para abrazarlo o para pegarle, para
amarlo o para odiarlo, para descalificarlo, entre multiplicidad de opciones.
Por el contrario, la desconfirmación solo comunica la no existencia del otro.
Por ejemplo, retomando el ejemplo del setting terapéutico, en el que
se observa cuando el terapeuta realiza una pregunta al niño y responde la
madre pro él, sin mirarlo, claramente mostrando no haber tomado en cuenta
que su hijo está ahí. En este caso, la respuesta a la comunicación de la madre
hacia el niño es de desconfirmación.
Diferente sería en este ejemplo si la madre dirige al niño una fuerte
mirada para luego responder a la pregunta que el terapeuta le había dirigido al
niño. En este caso, lo confirma y le comunica “Sí existís, pero voy a hablar
yo por vos”.
Es importante recordar que no solo el dirigir la palabra es confirmar;
la mirada es el arma más poderosa para hacer saber al otro que allí está, que
existe. La mirada confirma de una manera elocuente, de un modo que no
presenta dudas de un existir para el otro más allá del para qué, del lugar que
se ocupa para otro.
Entonces, dentro de la confirmación resta pensar en el diagnóstico de
sus sutiles diferencias, ya que otro existe y se confirma, por tanto, su
existencia, para descalificarlo, calificarlo, aprobarlo, felicitarlo, odiarlo,
amarlo, rechazarlo.
Como en las variables anteriormente estudiadas, es importante ver
qué predomina y qué aparece marcando la diferencia en un momento dado.
Por lo tanto, en un sistema pueden coexistir la confirmación y la
desconfirmación, quizás una predominando sobre la otra. Por ejemplo, si
predomina la confirmación y se observaron una o dos desconfirmaciones, el
sistema se confirma, pero es importante considerar a qué es atribuida esa
desconfirmación.
A modo de ilustración del párrafo anterior, se puede pensar en una

madre que confirma al hijo adolescente en su comunicación pero en un
momento cuando se habla de la novia del hijo, la madre lo desconfirma.
Dentro de las vastas posibilidades de desconfirmación, podría observarse que
la madre mira o responde siempre a las preguntas que su hijo le realiza pero
cuando habla de su novia ya no responde y cuando recibe una pregunta de su
hijo se dirige al terapeuta hablando de otro tema, como si nadie le hubiera
realizado una pregunta como si su hijo en ese instante no existiera. En este
ejemplo se puede pensar en la hipótesis de la no aceptación de un hijo que
está en pareja o de su pareja en contrapartida con aceptar, por lo tanto
confirmar, a su hijo cuando habla de otros temas que no refieren a su
noviazgo.
Con respecto a la confirmación, también es importante consignar en el
diagnóstico la predominancia de un tipo de confirmación y la aparición de
otro. Por ejemplo, una pareja que en toda la comunicación se descalifica pero
se produce una excepción: cuando hablan de su sexualidad no muestran más
que su aprobación por el otro.
Diagnosticando la confirmación, es importante tener en cuenta cuáles
son los matices que predominan, ya que dentro de la aceptación, que implica
confirmar, se muestra qué parte del otro es aprobada y cuál no.
No está de más reiterar que tanto la aprobación como la
descalificación muestran un mensaje que puede dirigirse a la persona como
un todo o a algún aspecto de la misma. Entonces, es importante observar en
el sistema si una persona es aceptada con un gran margen de aprobación o
con una gran medida de descalificación. También, como en toda variable,
debe ser diagnosticado lo que predomina y lo que marca la diferencia.
Lo que hace a la aprobación y la descalificación puede ilustrarse con
el siguiente ejemplo: la esposa aprueba a su marido en materia de sexualidad,
le gusta cómo piensa, lo aprueba como buen amigo, dice que es un gran
profesional, pero lo descalifica como padre. O la aprobación y la
descalificación pueden observarse cuando el marido descalifica a su mujer en
muchos aspectos de su persona, pero excepcionalmente la aprueba respecto a
su aspecto físico.
Siguiendo esta línea de análisis, y pensando que dentro de la
confirmación hay sutiles diferencias, es interesante pensar en la persona que
confirma al otro rechazándolo; en otras palabras, le comunica: “existís, pero

te quiero lejos de mí”.
El rechazo es un mensaje que pide distancia, le dice al otro que existe
pero no es deseable que este cerca y está íntimamente relacionado al asco
desde el plano emocional. Es por ello que se verá en el lenguaje no verbal la
gestualidad facial de asco o movimientos corporales que se alejan
súbitamente del otro: apartando el cuerpo rápidamente, corriéndose
súbitamente en el asiento para adquirir mayor distancia del otro, sacando la
mano que el otro depositó sobre su hombro, corriendo la cabeza rápidamente
para atrás, entre otras.
También desde la modalidad verbal las palabras pueden expresar
rechazo y el diagnosticador observará que el que rechaza dice enfáticamente:
“salí”, “no estés encima mío”, entre otras formas de expresar el rechazo. Se
deberá estar atento a los movimientos súbitos y las palabras que muestran un
movimiento de retroceso, de aumento en la distancia.
Siguiendo el análisis en función de la observación de la confirmación,
es útil diagnosticar la descalificación. Como la palabra lo dice, es una
calificación negativa del otro. En este sentido, se podrán apreciar palabras
como: “no servís para nada”, “siempre haces las cosas mal”, “vos no
entendés” y un gran repertorio de variantes que comunican que el otro existe
pero que no califica, diría el maestro: no ha obtenido una buena nota.
Serían vastos los ejemplos que ilustran la desconfirmación y la
confirmación, como así también los matices de esta última, pero lo
importante en el diagnóstico es conocer de qué manera existen para el otro y
cuáles son los aspectos aceptados y los rechazados o descalificados.
Restara al experto diagnosticador elaborar las variables sobre base de
la observación del sistema, considerando las respuestas que da cada persona
al recobir un mensaje de otra.
Continuando esta línea de análisis, es importante examinar en
profundidad la coherencia de ese mensaje que es emitido hacia otra persona,
lo que será descripto en el siguiente punto.
6.4. Diagnóstico de las modalidades de la comunicación
En una comunicación, el emisor transmite varios mensajes a través de
la modalidad verbal y la no verbal, siendo estas las dos modalidades de la

comunicación que en más de las veces se presentan al unísono.
Al diagnosticar los niveles de la comunicación es importante
diferenciar no solo cuáles son los mensajes del emisor emitidos tanto de
manera verbal como no verbal, sino también observar la coherencia o no
entre los mensajes expresados de manera no verbal y de forma verbal por el
emisor, mensajes que, como se explicó anteriormente, se emiten en
simultáneo, siendo lo verbal y lo no verbal dos partes de un mismo continuo
que compone el mensaje.
Es interesante pensar en este concepto detenidamente, para luego de
comprenderlo poder diagnosticarlo. Podría pensarse la comunicación y sus
dos modalidades como una cinta que posee dos franjas de colores, cada color
representa una parte del mensaje, la verbal y la no verbal. Estos colores
pueden ser coherentes combinados o pueden ser dos colores que parecen
desentonar en la armonía de la cinta. Así sucede con las dos partes del
mensaje, como en la cinta de lencería, lo verbal y lo no verbal de un mensaje
puede guardar coherencia o ser tan incoherentes que hablaría hasta de dos
cosas opuestas, tan opuestas como agua y aceite, imposibles de combinar, de
juntar. Resta ahora pensar como realizar el diagnostico de esta variable a
partir de indicadores observables.
Cuando el emisor expresa a través de la modalidad verbal la emoción
que siente por el otro, pondrá en palabras la misma y será coherente con los
mensajes no verbales que emite si sus palabras refieren a un sentimiento
genuino. Por ejemplo, si la madre le dice a su hijo te quiero y en su mensaje
no verbal transmite la misma emoción, guarda entonces coherencia. La
coherencia está entre la palabra te quiero y el abrazo, la cercanía corporal,
una caricia, la sonrisa genuina, el tono de voz suave, la mirada tierna.
Por el contrario, si los mensajes no guardan coherencia, la palabra te
quiero será acompañada por mensajes en el lenguaje no verbal que expresan
rechazo, odio, asco. Cuando no hay coherencia entre los mensajes en su
modalidad verbal y no verbal, el contenido de la comunicación que no es
genuino siempre será expresado desde la palabra y en ocasiones solo a través
de algunos elementos del lenguaje no verbal.
Brevemente, puede decirse que un mensaje desde la modalidad no
verbal se transmite por la suma de varios elementos o indicadores no verbales

que se ponen en juego de manera sumamente compleja para crear un todo
armónico en el mensaje. Por ejemplo, la alegría no solo se muestra con el
movimiento de los labios que dibujan una sonrisa, sino también por la
apertura de los párpados superiores, la relajación de los párpados inferiores,
la contracción de los músculos que rodean los ojos, la elevación o tensión de
los pómulos, el contacto con la mirada, la relajación de las extremidades,
entre otros elementos no verbales que se reúnen para transmitir un solo
mensaje no verbal: la alegría.
Dicho esto, si bien no es la temática de este trabajo, cabe alertar sobre
la observación de al comunicación no verbal ya que no puede concluirse
rápidamente un diagnostico sobre un mensaje a partir de un solo indicador,
siendo compleja toda expresión humana y guardando en ella tanto signos
universales como individuales para expresar cada emoción de manera
compleja.
Aun más complejo es el hecho de que difícilmente se vivencian
emociones puras y muchas veces pueden coexistir varias emociones, por
ejemplo la sorpresa y el miedo, la tristeza y la ira, etc., expresándose a través
de la gestualidad de manera involuntaria.
Pero también es verdad que ciertos músculos pueden ser activados por
la voluntad, y esta es regida por el pensamiento. Por tanto, cuando la persona
quiere de manera consciente mostrar una emoción, puede recurrir a elementos
no verbales para mostrar tanto lo que siente de una manera quizás más o
menos exacerbada de lo que en realidad siente, como también puede mostrar
al otro intencionalmente una emoción que en realidad no está vivenciando.
Un ejemplo de ello es la sonrisa social, que lejos de expresar alegría
es un gesto voluntario y de cortesía hacia el otro y también puede pretender
fingir alegría cuando en realidad no es una emoción presente en ese
momento.
En síntesis, la gestualidad muestra de manera involuntaria emociones
y también emite mensajes sobre emociones no genuinas, no vivenciadas. Pero
los gestos no mienten, y esto refiere a que por más que se dé lugar a una
gestualidad voluntaria que pretende comunicar una emoción no vivenciada,
habrá muchos más elementos no verbales que comuniquen las emociones que
está sintiendo la persona, como también sus actitudes hacia el otro.

Retomando el diagnostico de los mensajes expresados mediante las
dos modalidades verbal y no verbal, para diagnosticar su coherencia se
ejemplifico anteriormente que sucede cuando una persona expresa su sentir a
través de las palabras siendo estas coherentes o no con su lenguaje no verbal.
Cabe remarcar que lo esencial gira en torno a la coherencia o incoherencia
entre estos mensajes, como es ilustrado en el siguiente ejemplo.
Desde el lenguaje verbal, la madre podría decir a su hijo “no haces las
cosas bien”. En este discurso confirma y descalifica al otro dese el lenguaje
verbal, pero podrían suceder dos cosas: guardar coherencia o no con los
mensajes emitidos de modo no verbal.
Si todos los mensajes guardan coherencia, la palabra que descalificó
estará acompañada de un mensaje no verbal también descalificador,
expresado por ejemplo con: un tono de voz elevado, el tronco erguido, mirar
al otro desde arriba, elevar solo una comisura labial, apuntarlo con el dedo al
hablar, entre otros signos no verbales.
Por el contrario, si los mensajes son incongruentes entre sí se
observaría, por ejemplo, que el mensaje verbal: “no haces las cosas bien” está
acompañado de mensajes no verbales que transmiten aprobación como: un
tono de voz suave, una sonrisa genuina, entre otros signos no verbales.
Cuando los mensajes emitidos desde la modalidad verbal y no verbal
no son coherentes, suele decirse que se trata de un doble mensaje, pero más
que ello se puede afirmar que es una comunicación realizada a través de las
dos modalidades comunicacionales: verbal y no verbal, y los mensajes que
por estas vías se emiten no guardan coherencia, ya que transmiten cuestiones
diferentes y muchas veces contradictorias; por ejemplo, cuando se pone en
palabras una emoción o actitud y esta no corresponde a un sentir o a una
disposición conductual genuina.
Como fuera conceptualizado en capítulos anteriores, mas que un dobe
mensaje es un mensaje incongruente donde dos o mas mensajes de una
comunicación poseen entre si ncontradicciones. En este sentido, realizar el
diagnostico de esta vgariable no es tan simple como centrar la atencion en
dos mensajes, ua que desde la modalidad no verbal muchas veces se
transmiten varios mensajes acomplanando a la plabra, lo que dejaría esta
comunicación compuesta por dos o mas mensajes que la componene y que

pueden entre ellos guardar coherencia o no
En esta línea de ideas, para realizar el diagnóstico deberá observarse
detenidamente cada mensaje de la comunicación en sus dos niveles, verbal y
no verbal, partiendo del concepto de congruencia en la comunicación más
que orientarse en la búsqueda de dos mensajes, quedando así en el terreno de
la linealidad y el reduccionismo. Es oportuno recordar que los conceptos
guiarán la mirada del observador, por ello es esencial tener claridad en los
mismos, para saber qué observar.
Conforme a lo descripto en relación con la comunicación
incongruente en sí misma, es oportuno destacar que en estos casos es bastante
confuso para el receptor acoger un mensaje donde su parte verbal y no verbal
se contradicen, es como danzar con un bailarín que va con un pie para cada
lado, confunde para dónde quiere ir y a dónde pretende llevarme en su baile.
Siendo por ello de importancia diagnóstica identificar cuándo no hay
coherencia en la comunicación del emisor.
Por otra parte, al observar esta variable deberá ponerse atención al
mensaje verbal y no verbal en función ahora de discriminar si se presentan
acuerdos o desacuerdos del receptor del mensaje, siendo esta otra de las
variables a observar y diagnosticar.
El desacuerdo y el acuerdo se presentarán en relación con las dos
modalidades de la comunicación descriptas en el punto anterior y la pregunta
que guía el diagnóstico aquí es si está en desacuerdo con lo que dice o con
cómo lo dice, haciendo el primero referencia al mensaje que recibió mediante
el lenguaje verbal y el segundo, al lenguaje no verbal.
El receptor podrá acordar con todos los menajes recibidos, también
podrá desacordar con todos ellos, o bien podrá estar de acuerdo con el
mensaje verbal y en desacuerdo con los mensajes transmitidos de manera no
verbal o viceversa. Por ejemplo, la mujer que dice a su marido “llegás
siempre tarde” y desde el lenguaje no verbal expresa ira, que la manifiesta
elevando el tono de voz, mirándolo fijamente. El receptor, el marido puede
acordar con el mensaje verbal y desacordar con el mensaje no verbal. En este
caso diría que es verdad que llega tarde, pero que no concuerda con la manera
en que se lo dice.
Siguiendo este mismo ejemplo, si el marido no concuerda con el

mensaje verbal pero sí con el no verbal, diría que no es verdad que llega
siempre tarde, mostrando su desacuerdo con el contenido, y diría que no le
molesta la ira, ya que su esposa suele mostrar bronca siempre que tiene una
idea fija, así sea esta errada para él.
Claro está que si el marido no acuerda con ninguno de los mensajes,
emitidos tanto verbal como no verbalmente, expresaría que no está de
acuerdo con su enunciado y con la ira que siente hacia él.
Hasta aquí se describió la posibilidad de acordar o no con ciertos
mensajes de una misma comunicación, mensajes comunicados por la
modalidad verbal y no verbal. Pero es importante al realizar un diagnóstico
observando los acuerdos y desacuerdos considerar que esta comunicación por
parte del receptor de un mensaje podrá expresarse, como toda comunicación,
desde la modalidad no verbal o también desde la verbal.
Así, por ejemplo, el acuerdo podrá comunicarse de manera no verbal
con un movimiento afirmativo de la cabeza, con una sonrisa genuina, entre
otros signos no verbales, como también desde la modalidad verbal, por
ejemplo al decir: “sí, estoy de acuerdo”, “es así”, “pienso como vos”.
Vale recordar que la palabra podrá estar presente o no, pero el
lenguaje no verbal comunica en todo momento, más allá de la intencionalidad
de la persona que responde a una comunicación. También es importante
considerar que el proceso de la comunicación es un interjuego de mensajes
recursivos y simultáneos. Por tanto, lejos de ser tan simple como escuchar y
mirar a quien dirige una comunicación considerándolo el emisor, deberá
observarse también al receptor.
El diagnosticador experto tendrá en cuenta que todas las personas
involucradas en una comunicación comunican a la vez, siendo emisores y
receptores en simultáneo. Por tanto, la respuesta a la comunicación del
emisor no será dada solamente cuando concluya su mensaje, sino también
mientras lo emita de manera verbal.
Por ejemplo, cuando la persona está comunicando una idea, el
receptor está emitiendo su respuesta, quizás moviendo afirmativamente su
cabeza, mientras el otro emite la comunicación para luego tomar la primacía
en el proceso del intercambio de mensajes, primacía que parecería tener el
que habla aunque ambos comunican, y muchas veces un gesto dice más que

mil palabras. Por ello, deberá observarse con atención a ambos interlocutores,
para poder apreciar los acuerdos y desacuerdos respecto de la comunicación
que reciben del otro.
También es cierto que habiendo comprendido cómo es el mensaje que
emite una persona, si es coherente o no en sus aspectos verbales y no
verbales, si comunica para confirmar o desconfirmar al otro, y también
habiendo pensado en el receptor, que puede estar en acuerdo o desacuerdo no
solo con el mensaje recibido sino con alguna de sus modalidades verbal y no
verbal, resta pensar en el diagnóstico de la construcción del mensaje por parte
del receptor.
6.5. Diagnóstico de la construcción del mensaje por el receptor
La realidad es construida al trazar distinciones sobre el recorte que se
realiza sobre el campo perceptivo. En este sentido, el receptor al percibir
mediante sus sentidos el mensaje que recibe realizará una construcción.
Como en toda construcción, que equivale decir proceso de
percepción, la persona recorta parte del total de la información, parte de los
estímulos que le brinda el campo perceptivo, para luego otorgarle a ese
recorte una significación, una semántica, que culmina el proceso de
construcción. En otras palabras, cada persona ve y escucha lo que quiere y lo
entiende como puede, pero lo que no puede hacer es apropiarse de una copia
idéntica del mensaje, copia calcada de la construcción realizada por el
emisor.
Con el siguiente ejemplo puede comprenderse la complejidad que
encierra la construcción de la realidad. En esta historia hay dos arquitectos,
dos constructores. El primero se llama Sr. Constructor emisor y el segundo,
Sr. Constructor receptor. El primero edificó una casa y la decoró con
hermosos cuadros y muebles, pero el segundo espera que se presente un
huracán para aguardar que este traiga en pedazos esa casa, para con esa
materia prima construir su propia casa. Entonces, luego del huracán el Sr.
Constructor receptor se ocupa de recolectar todo lo que le trajeron esos
fuertes vientos y encuentra un sillón, algunos cuadros y pedazos de pared;
inmediatamente, construye una casa.
Más tarde aparece en escena un gran juez que evalúa las
construcciones de casas, las construcciones de realidad, y se encuentra con

diferentes posibilidades: que la casa de ambos constructores se parecen y
hasta son casi idénticas o que son ellas totalmente diferentes, aun cuando
fueron construidas con los mismos elementos.
Este ejemplo pretende ilustrar rápidamente un concepto muy
complejo y por demás interesante al cual es invitado a profundizar, ya que
enriquecerá extraordinariamente el ojo del observador diagnosticador.
Retomando esta variable diagnóstica, es importante analizar si la
construcción que realiza el receptor se aproxima a la que realizó previamente
el emisor, lo que equivale vulgarmente a decir si el otro entendió o no lo que
el emisor quiso expresar. Para realizar este diagnóstico, es necesario tener en
cuenta la particularidad de los mensajes que recibe desde la modalidad de
comunicación verbal y no verbal del emisor y no olvidar también que el
diagnosticador es un constructor. Por consiguiente, al considerar la
construcción de realidad deberá darse atención a la misma tanto en sus
contenidos verbales como no verbales.
Por una parte, es conveniente señalar que el mensaje recibido a través
de la comunicación verbal será comprendido por el emisor en la medida que
comprenda su idioma, las palabras del lunfardo que utilice, pero además será
importante también conocer la construcción que realice el emisor al escuchar
las palabras del otro, o sea, qué significado les da a las frases escuchadas.
Es común en este punto oír en la clínica y también en el día a día, el
“te entendí mal’, “no interpreté bien lo que querías decir”, “no sabía bien a
qué te referías”, ejemplos que, más allá de hablar de falta de entendimiento,
pueden basarse en una construcción diferente a la que realizó el emisor del
mensaje.
Por otra parte, en relación con los mensajes que el emisor recibe
desde la modalidad no verbal será aun mas difícil que en su construcción se
acerque a la del emisor, debido a que no solo realizara un recorte de todos los
signos no verbales expresados, sino también porque para comprender estos
mensajes el receptor deberá realizar una traducción del mensaje, lo que
equivale a decir que todo lo que percibió a través de lenguaje no verbal del
otro deberá ponerlo en palabras, procesarlo a través del pensamiento y en este
cambio de lenguajes podría alejarse de aquello que transmitió su interlocutor.
Por ejemplo, puede recortar elementos no verbales y decir “me

odiás”, basado esto en que solo reparó en el tono de voz elevado y no puso
énfasis en la observación de una mirada tierna, una postura relajada, entre
otros índices no verbales del mensaje. En este caso, la construcción del
mensaje es errónea en cuanto a que se aleja de lo que quiso transmitir el otro
debido a un recorte selectivo. Es de especial importancia considerar el recorte
del receptor a la hora de diagnosticar lo referente a la recepción de un
mensaje.
Resumiendo, será importante diagnosticar, en relación con esta
variable sistémica, cómo el receptor construye sobre la base de lo percibido
de los mensajes enviados por su interlocutor en una comunicación, teniendo
en cuenta cuál es su recorte y cuál la significación que le otorga a lo
percibido, para finalmente ver cuánto se aproxima a la construcción del
emisor.
En otras palabras, es ver si la persona comprendió lo que el otro quiso
comunicar, lo cual va de la mano de los acuerdos y desacuerdos, pero en este
caso no es debido a estar en desacuerdo con la realidad del otro, sino expresar
un desacuerdo por construir muy alejado y diferente de la realidad del otro.
También los desacuerdos podrán estar relacionados con los planos de
la dinámica, en tanto desacuerdos con las acciones, pensamientos o
emociones del otro, lo cual será desarrollado en la variante sistémica de este
eje diagnóstico, aunque primero resta pensar en las relaciones que se
establecen en una comunicación.
6.6. Diagnóstico de los tipos de relación
En toda comunicación se establecen relaciones que, si bien es cierto
que también son causa y consecuencia de toda la organización del sistema,
aquí serán profundizadas las relaciones en términos de comunicación.
Las relaciones son establecidas por las conductas de los integrantes de
la comunicación, pudiendo basarse en la igualdad o en la diferencia. Lo
interesante está en pensar cómo observar esto, qué conductas son las que
podrá ver en un sistema para saber qué tipo de relación predomina en los
integrantes del sistema observado.
Cuando se piensa en diagnosticar una conducta, una pregunta que
guía rápidamente la mirada a este aspecto sistémico es “¿qué hace, qué hizo,
qué hará?”, ya que la conducta está íntimamente relacionada con el hacer, y

con un hacer recursivo, lo que significa que en esta línea lógica la conducta
es descripta tanto en el hacer como en el no hacer, dos polos de un mismo
continuo, dos polos de la conducta.
Desde la teoría la relación de igualdad, término acunado en este
trabajo y emparentado con la relación comúnmente llamada simétrica, está
determinada por un mínimo de diferencia en las conductas. Pero ¿en qué
conductas? Parece sencillo, pero muchas veces el observador se despista al
atender a las innumerables conductas que se presentan en una interrelación.
Una de las respuestas posibles es observar la conducta predominante, la que
está en primer plano de la escena, la que se repite.
Por ejemplo, si dos personas están en una mesa de examen, su
conducta más destacada es dar o no dar información sobre lo que estudiaron.
Si los dos alumnos mantienen una conducta de igualdad, se observa que uno
brinda una respuesta explayándose en descripciones sobre un tema de
examen, para el otro rápidamente brindar tanta información como el primero
sobre ese u otro tema, para seguir el primero luego de unos minutos
brindando amplia información que agrega a la del otro. Al final, ambos
aportaron gran cantidad de información, sus conductas fueron de igualdad en
cuanto a ofrecer información.
En este mismo ejemplo podría suceder que el primer alumno
comienza a responder a una pregunta realizada por el examinador y en poco
tiempo el segundo alumno agrega detalles al relato del primero. Acto
seguido, el primero no se queda atrás y sigue explayándose sobre el tema,
pero rápidamente el segundo agrega nuevos datos a los que venía diciendo el
primero. Así, como un ping pong, los dos van brindando información,
culminando en una relación de igualdad en sus conductas pero sobre la base
de una marcada interacción mano a mano, a diferencia del ejemplo anterior.
En estos dos ejemplos las conductas resultaron de igualdad, pero se
dieron de manera diferente. Por lo tanto, no es tan importante el tiempo que
demoren en igualar la conducta del otro, en este caso en informar; sino
realizar la ecuación final de la comunicación para valorar si las conductas
fueron de igualdad, entendida esta como mínima diferencia.
En la clínica sucede lo mismo, por ejemplo, una pareja frente al
terapeuta tiene una conducta de igualdad para explicar por qué “discuten”. El

marido da información sobre cuándo y cómo discuten, pero rápidamente la
mujer agrega su puntos de vista, para luego continuar el marido con su
explicación, a lo cual ella agregará más información, y así continuará el
diálogo que se observa como compartido: ambos informan, ambos
desarrollan conductas de igualdad.
Entonces, si la conducta es dar información ambos la darán casi por
igual, pero también la conducta se podrá observar cuando uno eleva la voz y
el otro la eleva también, o bien cuando uno adopta un largo silencio y el otro
sigue sus pasos. En este caso, la conducta de igualdad se manifiesta en la
modalidad no verbal.
Por otra parte, resumiendo brevemente el concepto de relación de
desigualdad, puede decirse que esta relación, comúnmente llamada
complementaria, es aquella en la cual hay un máximo de diferencia en las
conductas.
Antes de reflexionar sobre cómo diagnosticar esta variable, es
oportuno remarcar que se da el nombre de conductas de igualdad o
desigualdad y no se emplean términos como simétrico y complementario, ya
que se considera que todas las conductas son complementarias unas de otras
y se diferencian por mínimas o máximas desigualdades. En este sentido, se
habla de igualdad o desigualdad de conductas, y estas conductas siempre
serán complementarias unas con otras.
Retomando el concepto de conductas de desigualdad para profundizar
en su diagnóstico, es útil continuar con el ejemplo anterior, pero pensar ahora
en conductas de desigualdad.
En este caso, en la mesa de examen la conducta de desigualdad se
observa cuando un alumno se explaya ampliamente y el otro apenas responde
a lo solicitado, cuando este otro no se anima a intervenir porque deja que la
conducta del primero predomine, arrojando esta interacción una conducta en
la que la segunda persona se posiciona en un lugar inferior debido a la
desigualdad en las mismas.
También la pareja en la sesión psicoterapéutica mostrará una conducta
de desigualdad cuando solo el marido explica cómo y cuándo discuten pero la
mujer se queda callada sin aportar información verbal, bien sea desde el
acuerdo o desde el desacuerdo. En esta relación de desigualdad, la conducta

dominante es la que adopta una posición superior conocida como “up” o
superior en la relación y el otro, una posición inferior conocida como
posición “down” o baja en una relación conductual de desigualdad.
Es interesante pensar en una sesión psicoterapéutica, ya que no
siempre se presenta una relación pura en igualdad o desigualdad; ambas
pueden coexistir. Por lo tanto, cabe mencionar que será importante conocer
cuál es la relación que predomina, de igualdad o desigualdad entre estas dos
personas y también observar cuándo aparece la diferencia.
Por ejemplo, si la pareja se relaciona casi toda la sesión
psicoterapéutica de manera desigual en sus conductas y en una ocasión se
colocaron en igualdad, será interesante detenerse a pensar qué sucedió y para
qué se colocaron en esa posición diferente, posición de conducta que no les
es habitual.
Quizás se colocaron en igualdad para expresar sus desacuerdos,
vulgarmente dicho: para discutir; quizás se colocaron en igualdad aliándose
para defenderse frente a una intervención del terapeuta en la cual confrontó a
la pareja, o quizás se colocaron en igualdad formando una alianza para
colisionar contra otro, por ejemplo para criticar a un tercero.
De esta manera, será útil preguntarse para qué y en relación a qué se
comportan de manera igual o desigual dos o más personas.. Muchas veces los
posicionamientos relacionales con las conductas serán tan rígidos que se
podrá diagnosticar una igualdad o desigualdad basada en la rigidez producto
de una homeostasis que no permite el cambio y que desea perpetuar el
funcionamiento del sistema aun siendo este disfuncional para el momento
vital en el que se encuentran y del cual el problema es el emergente que
denuncia dicha disfuncionalidad.
En el siguiente capítulo será analizado el problema, pasando primero
a estudiar la última variable de este eje, los planos predominantes en la
comunicación humana.
6.7. Diagnóstico de los planos predominantes en el proceso de la
comunicación
Los planos de la comunicación son la manera en que se expresan con
mayor énfasis los integrantes del sistema. Vale decir que en un sistema
podrán observarse desde cada integrante planos iguales o diferentes que

predominan en su comunicación.
Se podrá comenzar pensando en una persona del sistema y observar,
como fue descripto, los planos por los cuales se comunica: el emocional, el
pragmático y el cognitivo, también llamados emocional o de los sentimientos,
el plano pragmático o conductual y el plano cognitivo o del pensamiento. El
interrogante es cómo observarlos.
Cuando predomina el plano cognitivo la persona referirá al pensar, a
la reflexión, mostrando que es la manera que le resulta más fácil para
expresarse. Así, la persona comunicará sus pensamientos, sus reflexiones, lo
que está bien o mal, todo será parte del mundo de sus ideas.
Por otra parte, cuando predomina el plano pragmático refiere a
acciones: hice, fui, hablé con tal o cual, no hice nada, no paré de trabajar, o
refiere a otra persona diciendo él hizo o dejó de hacer.
Diferente es cuando predomina el plano emocional; la persona dirá
cómo se siente o sintió, expresará por ejemplo: que estuvo muy contento, que
se divirtió, que estuvo triste, que sentía un nudo en la garganta, que tal otra
persona está alegre, estuvo triste, etc.
En este plano es importante alertar al observador ya que muchas veces
las personas utilizan la palabra “sentí” para expresar sus ideas, por ejemplo
“sentí que no estaba haciendo nada”, “sentí que no podía pensar más en eso”.
Aquí, la palabra “sentí” no es más que una muletilla del lenguaje que, lejos
de expresar desde el plano del sentir, introduce la frase ubicada en el plano
del actuar o del pensar.
También es importante aclarar que este análisis no refiere a cuánto es
expresivo emocionalmente, ya que todas las personas desde su lenguaje no
verbal expresan de una manera u otra sus emociones y es imposible no
hacerlo porque de un modo u otro, los movimientos corporales, la mirada, los
gestos, todos ellos hablan de las emociones sin poder permanecer callados.
El análisis aquí planteado sobre el plano emocional no refiere al
estudio de la expresión de las emociones, sino que, en cambio, pretende
poder determinar si la persona puede comunicar sus sentimientos a través de
la palabra.
Reuniendo estos tres planos y a modo de ejemplo, se puede pensar en

una persona que llega a su consulta psicoterapéutica y ante la pregunta del
terapeuta: “¿cómo te fue esta semana?”, responde: el pragmático que dice:
“todo bien anduve sin parar, mucho trabajo, fui a tal lugar”; por otra parte, el
cognitivo, que ante esta pregunta dice: “mirá, siento que estoy mejor, me
quedé pensando en lo que hablamos y pienso que es verdad que avancé”; o
bien, el que posee facilidad para expresarse desde el plano emocional, ante la
misma pregunta dirá: “me sentí genial, vi una película y no paré de reírme,
me siento aliviado, más contento, pude disfrutar de una cena con amigos”.
Es cierto que en cada persona conviven los tres planos como vías de
expresión, pero podrá haber alguno que predomina y el para qué de analizar
esto es principalmente conocer la vía de expresión facilitadora para cada
persona y cada sistema. Este dato será de utilidad especialmente para dar una
tarea psicoterapéutica, ya que esta podrá apoyarse en el plano predominante,
para contar con una mayor posibilidad de que la tarea sea realizada, o
también podrá trabajarse aquel plano que es menos predominante en una
persona; por ejemplo, para el que no logra poner en palabras sus emociones,
crear una tarea liderada por este plano.
Este ejemplo refería a una persona con la intención de dar una clara
visión de cómo observar el plano predominante, pero ¿cómo determinar esto
en un sistema? De la misma sencilla manera, observando el plano
predominante en cada persona que compone el sistema observado.
De esta manera habrá sistemas en los que predomine un plano y otros
que se presentan totalmente mixtos. En el primer caso, todos los integrantes
del sistema dan primacía al plano pragmático. En el segundo caso, de
presentación mixta, cada integrante coloca en primer lugar a uno de los tres
planos, por ejemplo, dos integrantes son mayormente pragmáticos y uno
emocional.
Recapitulando lo desarrollado, puede decirse que lo interesante será
determinar en un sistema las variables que predominan y cuándo aparece la
diferencia. En este sentido, quizás en un sistema todos son muy pragmáticos
y tienen facilidad para las acciones, pero cuando hablan del hijo predomina el
plano emocional y solo pueden dar cuenta de cómo se sienten con respecto a
la problemática de su hijo pero les cuesta poner en marcha acciones o
reflexionar sobre el problema.

Este ejemplo muestra la importancia de no solo determinar lo que
predomina, sino cuándo y cómo aparece la variable de una manera diferente.
Habiendo analizado cada una de las variables de la dinámica de un
sistema y anteriormente habiendo examinado cómo se organiza el mismo,
resta pensar en el siguiente capítulo en el análisis del problema, para luego
pasar, más adelante, a integrar todas las variables vistas hasta ahora de
manera parcial, para comprender el todo de un sistema, la totalidad de
interacciones y su organización como una danza de variables que van
formando diferentes figuras y confeccionando la particularidad de un sistema.

CAPITULO 7
DIAGNÓSTICO DEL PROBLEMA
Dentro de este eje diagnóstico se considerará el problema manifiesto
tomando en consideración las conceptualizaciones realizadas en el cuarto
capítulo, para ahondar aquí en el estudio y la observación de cada una de las
variables, siendo este capítulo la puesta en acción del diagnóstico del
problema.
Al igual que se planteó anteriormente, para el análisis de la estructura
y la dinámica del sistema, es importante considerar cómo se presenta cada
una de las variables para determinar claramente cuál es el problema que
manifiesta el sistema y toda la información que amplía y esclarece el mismo,
tanto para el sistema como para el diagnosticador.
En vista del objetivo planteado, se pasará a considerar cada variable
desarrollando ampliamente lineamientos que guíen la observación, entendida
esta desde el mirar y el escuchar, pudiendo fundamentar sólidamente la
hipótesis a la cual se arriba con elementos observados en el sistema.
Es necesario primero recordar el concepto vertido y decir que el
problema manifiesto es el que es exteriorizado por el sistema de manera
verbal. Por ello el motivo de consulta es el problema. Esta afirmación es un
aporte del modelo terapéutico estratégico, una de las escuelas que contribuye
con conocimientos a la epistemología sistémica.
Cabe, entonces, recordar la importancia de distinguir entre el
problema manifiesto y el problema inferido, y aquí se presenta uno de los
dilemas diagnósticos.
Los problemas implícitos o no manifiestos serán aquellos que el
diagnosticador observa, pero que los integrantes del sistema no explicitan de
manera verbal.
Es importante considerar los problemas no manifiestos observados, ya
que puede ser aquello que el sistema no ve o no elabora de manera
consciente. Será sustancial detectarlos y consignarlos en el diagnóstico, pero
de ninguna manera el problema implícito será llamado “la verdadera causa
del problema familiar”, porque no solo se está realizando una atribución
arbitraria, sino que se está efectuando una evaluación lineal que lejos está de

arribar a un adecuado diagnóstico del sistema humano entendido desde la
epistemología sistémica que debería guiarlo para que cobren sentido sus
términos y, por tanto, su observación.
Por ejemplo, se presenta una familia y tanto el padre como la madre
manifiestan que el problema es el niño que no estudia, pero el terapeuta
rápidamente consigna en su historia clínica que el verdadero problema son
los desacuerdos en la pareja de padres. Es cierto que esta observación es
válida, pero en tal caso la familia tiene dos, cuando no más problemas: uno
que denuncian de manera manifiesta y otro observable pero que no es puesto
de manifiesto verbalmente, lo que equivale a decir que no es este último el
motivo por el cual consultan al especialista.
En esta misma línea de ideas, sería una mirada lineal y reduccionista
pensar solamente que la causa de que el niño no estudie es lo que evita los
desacuerdos de sus padres, los cuales podrían culminar en su separación. El
problema aquí parece estar construido sistémicamente por los dos problemas
mencionados: que el niño no estudia y las discusiones de los padres, lo cual a
fines diagnósticos puede discriminarse diciendo que el primero es el
problema manifiesto y el segundo el latente.
No obstante, de ninguna manera puede entenderse que solo uno es el
verdadero problema porque ambos son el problema en ese sistema. En
verdad, hay dos problemas que se retroalimentan: los desacuerdos y la
conducta del niño, quizás como el huevo y la gallina. Es una pérdida de
tiempo pensar en cuál es la causa y cual el efecto, o cual es el llamado
verdadero problema, porque ambos se presentan recursivamente
constituyendo un todo que sin duda estará interrelacionado con otros
elementos que componen la recursividad del sistema como un todo.
Se pone de manifiesto así que el problema manifiesto y el problema
no denunciado muchas veces constituyen un dilema que conlleva a una
pérdida de tiempo en la cual los terapeutas se sumergen en la búsqueda de
causalidades lineales pretendiendo signar al verdadero problema y a su
causal.
Muchas veces el terapeuta observa el sistema y al emitir su
diagnóstico dice que “en realidad, lo que le pasa a la familia lejos está de lo
que manifiestan, ya que su verdadero problema es…”. Quizás esta manera de

jerarquizar lo observado y, en el peor de los casos de alejarse de lo observado
para arribar a conclusiones que se van encadenando inferencia tras inferencia
en una linealidad sin retorno, deja al observador con una construcción de
realidad tan alejada de la del paciente que solamente propiciará confusión
para todo el sistema terapéutico, esto es, la familia y el terapeuta.
En este sentido, es descripto en muchas literaturas que se ocupan de la
salud mental que si no se ataca la verdadera causa del problema, la raíz del
síntoma, el mismo se repetirá de igual o de otra manera.
Este enunciado responde a un pensamiento lineal y está sustentado
por el narcisismo de quien observa como portador de una única verdad,
cuando en realidad la única verdad es la del paciente y lo difícil aquí es
aceptar la incertidumbre de no saber y afilar la observación tanto desde la
escucha como desde la mirada para poder
comprender y acercarse a la realidad de los apcientes, a la realdiad del
sistema que se observa, a lo que manifiestan en el mas amplio sentido,
entendinedo que todo esta recursivamente conectadk en la psiquis de una
persona y en las varibales de un sistema, plor lo que modificando solo un
elemento se modifica la totalidad.
No está de más decir que cuando se realiza el diagnóstico de un
sistema humano están en juego muchísimas variables del sistema e
individuales, que podrían pensarse como hilos invisibles que unen a las
personas, sus vínculos, su ordenamiento, su dinámica. Así, la observación
intenta acercarse a la realidad del otro entendiendo que no hay una única
verdad y que la misión es conocer la verdad del sistema.
La familia debe expresarse de todas las maneras posibles para dar a
conocer su realidad y el terapeuta deberá tener la experticia de guiar al
sistema para que pueda expresar ampliamente su realidad y asegurarse de
haberla comprendido; por tanto, haberse acercado tanto como sea posible a la
realidad que observa.
En función de lo explicitado, a continuación se realizará una síntesis
de las variables principales a considerar a la hora de estudiar el problema,
teniendo en cuenta que si bien no hay un orden para la indagación y
exploración de las mismas, se seguirá el mismo camino realizado en las
definiciones teóricas de este eje diagnóstico.

7.1. Diagnóstico del problema manifiesto
El problema manifiesto, como fue ampliamente desarrollado
anteriormente, es aquel expresado por la familia desde su discurso. Cabe
aclarar que la comunicación no solamente es la palabra, ya que también se
comunica mediante la modalidad no verbal, esto es, a través de los gestos, el
uso del espacio, el tono de voz, entre otros.
Si bien no es tema de este desarrollo, es relevante decir brevemente
que cuando se recibe un mensaje no verbal, principalmente con relación a la
comunicación de las emociones del otro, será ideal en psicoterapia
metacomunicar para lograr una construcción semántica semejante a la
elaborada por el emisor de dicho mensaje.
En otras palabras, metacomunicar sobre el mensaje no verbal es
preguntar a modo de hipótesis. Por ejemplo, si se observa una gestualidad
que comunica tristeza, quizás delineada por el descenso de los párpados y de
las comisuras labiales, el temblor de los labios, entre otros, dará lugar a
preguntar al emisor de este mensaje, por ejemplo: “me parece que esto que
contás te entristece, ¿es así?”.
Cabe reiterar que a lo largo de este capítulo se menciona “el
problema” en singular, ya que si bien un sistema puede mencionar una
multiplicidad de problemas, se deberá delimitar y cercar el problema para
continuar con la exploración del mismo en relación con las siguientes
variables. Por ello, se hará referencia en singular al problema, sin olvidar que
un sistema siempre posee una multiplicidad de disfuncionalidades que
pueden constituir el problema.
Para adentrarse en la práctica de este eje diagnóstico, el problema
manifiesto, puede comenzarse pensando en una pregunta que guiará la
exploración: la pregunta guiada por el “qué”, por ejemplo: “¿Qué les
sucede?”, “Qué consideran que constituye su problema?”. Del mismo modo,
podrá preguntar: “¿Qué lo trae por aquí a la consulta?”, “¿Qué quiere
cambiar?”.
Luego de delimitar el problema a analizar y diagnosticar, se deberán
realizar las preguntas necesarias que guíen al experto a obtener un
diagnóstico claro preciso y completo del problema, continuando dentro de
esta variable recorriendo el camino hacia la definición del problema

manifiesto, siendo un paso mecesario considerar si este es definido de manera
concreta, ya que de no ser así, las preguntas deberán orientar a ello.
Cabe recordar que el problema es concreto cuando remite a
acciones, pensamientos o emociones bien delimitados por quien enuncia su
problema. Por el contrario, el problema será llamado abstracto cuando su
definición es muy vaga y en general, sostenida por rótulos, eslóganes o
términos vulgares que parecen explicar claramente lo que sucede.
Un término abstracto no será oportuno en un buen diagnóstico, por lo
cual será necesario redefinir y traducir lo abstracto a concreto. Por
ejemplo, una persona de un sistema familiar dice que el problema es que está
angustiado. A través de diferentes preguntas se llegaría, por ejemplo, a
obtener la siguiente información acerca del problema que permitiría decir que
“el” problema es que está triste, que no va más a jugar al futbol, que piensa
continuamente que la vida es aburrida para él. Así, el problema ahora será lo
que hace o no hace, sus emociones y sus pensamientos, reemplazando la
palabra abstracta “angustiado” que hacía alusión a su problema.
La necesidad de transformar un problema manifiesto originalmente
abstracto en uno concreto radica en que en la terapia no se podrá trabajar con
ninguna intervención posible, ni aun la madre de las intervenciones, la
redefinición, si no se enfoca el problema en términos concretos.
En el caso anterior se podrá trabajar en actividades que le den sentido
a su vida, en la manera de retomar su juego de fútbol ya que le gusta y no
logra hacerlo, etc., pero siempre se podrá trabajar sobre elementos visibles,
tangibles, no solo para proponer una tarea sino para medir y evidenciar el
cambio.
En un segundo ejemplo, un paciente manifiesta estar estresado. Lejos
de presuponer qué le sucede, se deberá preguntar qué significa para él y
específicamente que acciones son relativas a este estrés, qué pensamientos se
vinculan y qué emociones predominan.
A modo de ejercicio, puede pensarse lo siguiente: el experto podría
preguntar: “¿qué hace usted o qué deja de hacer cuando esta estresado?”, y
su paciente dice: “hago muchas cosas al mismo tiempo”. Luego preguntará:
“¿cómo se siente al hacer muchas cosas al mismo tiempo?”, y diría:
“preocupado, soy una pila de nervios”.

Nótese que continúa respondiendo de manera poco concreta, ante lo
cual las preguntas deberán ir guiando al paciente a definir de manera concreta
aquello que le sucede. Por ejemplo, podría decirle: “pero ¿qué te produce el
hacer muchas cosas al mismo tiempo?”. Quizás responda: “tensión, me como
las uñas, tengo ganas de tirar todo por el aire. También podrá preguntarse
luego: “¿qué piensa cuando quiere tirar todo por el aire?”.
Y él podrá decir que piensa en todas las cosas pendientes que tiene
que resolver y no puede.
En este sentido, ya se puede pasar el síntoma abstracto a lo concreto,
por tanto redefiniendo el síntoma estresado, lo que podría realizar con la
siguiente intervención, diciendo al paciente: “señor, si entendí bien, lo que a
usted le sucede es que hace muchas cosas a la vez sin concluir ninguna, que
tiene ganas de tirar todo por el aire, se come las uñas y que piensa en todas
las cosas pendientes que tiene que resolver. Señor, si entendí bien, este es su
problema?”.
De esta manera, un listado de verbos, de acciones, posibilita medir los
cambios, prescribir tareas y hablar de manera más tangible sobre el problema.
Piense ahora la diferencia entre el problema manifiesto y concreto enunciado
con el llegar a una segunda sesión y decir al paciente: “quería preguntarle:
¿usted estuvo esta semana más o menos estresado?”.
También es interesante pensar que el problema gira en torno del
verbo saber. La familia se presenta porque “saben” cuál es el problema, pero
“no saben” como solucionarlo, o bien porque “no saben” que les pasa. Es de
destacar también que la familia puede presentarse para obtener la aprobación
del terapeuta sobre “un saber sometido”, signado por el somos así. En todos
los casos el problema está íntimamente ligado al saber.
En esta misma línea de ideas, el saber de sí y el saber de la familia
nunca está agotado, pero el tomar conciencia del no saber es abrir un signo de
pregunta que incomoda y debe ser cerrado motivando la búsqueda de ayuda
profesional.
De igual manera, es importante considerar los rótulos diagnósticos
clínicos como problemas abstractos, ya que cuando un paciente dice “tengo
fobia”, “tengo depresión” o “pero aún soy depresivo”, no deberá asumirse

qué “es” lo que le sucede. Lejos de ello, y si bien es cierto que determinados
síntomas serán comunes a los pacientes con este diagnóstico psiquiátrico, aun
así, nunca será exactamente igual para cada persona. Por lo tanto, deberá
traducirse el rótulo a nivel concreto.
Para llevar el rótulo a una manifestación concreta del problema podrá
preguntarse al paciente por ejemplo: “si bien creo comprender lo que le
sucede, quisiera ampliar un poco más, ¿podría decirme qué siente usted?”.
Podrá responder “siento un nudo en la garganta”, “tengo pocas ganas de
hacer las cosas de rutina”. Luego podrá preguntarle: “cuando tiene un nudo
en la garganta, ¿qué hace? Y dirá que se queda en su casa y se acuesta a
dormir. También podrá preguntarse: “¿qué piensa cuando tiene ese nudo en
la garganta?”. Dirá, por ejemplo, que piensa que nunca más tendrá un novio
como el que la dejó.
Así se traducirá el síntoma, dejando atrás el rótulo “soy depresivo” y
pasando este a acciones, pudiendo decirse, por ejemplo: “si entendí bien, el
problema a trabajar es que usted pasa gran parte del día con un nudo en la
garganta y tiene pocas ganas de hacer las cosas de rutina, también se queda
en su casa y se acuesta a dormir y piensa que nunca más tendrá un novio
como el que la dejó, ¿yo comprendí lo que le sucede?”.
Así, las acciones, emociones y pensamientos sustituyen el rótulo;
lo abstracto, lo difuso, lo indefinido, toma forma y abre las puertas a un
trabajo guiado por un buen diagnóstico, en el cual se incluirá la definición
concreta del problema de la persona y del sistema que se estudia.
Otro aspecto a considerar en el diagnóstico de la definición del
problema, además de lo enunciado anteriormente respecto de la definición
concreta del problema, es el conocimiento del problema por parte del sistema,
ya que no siempre este aparece de forma explícita.
Es interesante recordar que el problema puede adquirir dos formas
de presentación: en el primero, el sistema sabe qué le sucede pero no sabe
cómo modificarlo, o bien sabe qué le sucede pero desconoce las causas y le
produce incomodidad. En el segundo, el sistema no sabe qué le sucede, solo
apreciando una situación actual displacentera e inespecífica.
En el primero de los casos, el sistema sabe qué le sucede y denuncian
su problema de manera manifiesta. En este caso, además de obtener una

definición concreta del problema es interesante dar atención a los verbos que
acompañan los sustantivos, principalmente a los verbos querer, poder, deber.
Muchas veces el problema es querer algo que no se logra, otras es no
poder llevar a cabo algo deseado, y otras es que el “debo” ocupa la primera
plana, opacando el quiero y restringiendo toda posibilidad de disfrute y de
placer en un sistema.
En el segundo caso, la familia no sabe lo que le pasa; concurren a la
sesión por un malestar familiar generalizado o por el malestar inespecífico de
uno de sus integrantes. En este caso se esclarecerá cuál es el problema al
realizar el diagnóstico completo del sistema en cuanto a su estructura y su
dinámica.
Habiendo definido el problema manifiesto, siendo este concreto, libre
de rótulos y esclarecido por medio del sistema, se pasara a considerar
ampliamente dicho problema a través de las siguientes variables de este eje
de estudio diagnostico.
7.2. Diagnóstico de la atribución causal
Como fue definido anteriormente, la variable “atribución causal”
recibe este nombre ya que cada persona en el sistema atribuye una causa a lo
que les sucede.
Al realizar el diagnóstico de causalidad se deberá considerar el
conocimiento que posee el sistema de la causalidad de su problema, como
también si consideran una o varias causas, si son atribuidas al sistema o al
contexto y, finalmente, cuál es la atribución temporal de causalidad.
En muchas ocasiones el sistema brinda definiciones y atribuciones
causales claras y bien delimitadas, pero en otros se deberán realizar las
preguntas necesarias para arribar a un diagnóstico preciso de la variable. Se
podrá comenzar entonces considerando el conocimiento de la causalidad del
problema por parte del sistema.
En ocasiones las personas del sistema observado, por ejemplo una
familia, concurren a la sesión psicoterapéutica mencionando su problema
pero desconociendo una atribución causal. Aquí es cuando en la clínica la
persona se presenta y dice que desconoce el porqué; por ejemplo, no sabe por
qué motivo se siente desmotivada, o bien una mujer desconoce la causa de las

discusiones con su marido.
En este caso, frente al signo de pregunta que plantea el porqué, lejos
de sumergirse en la incertidumbre que le plantea este interrogante al sistema,
o mejor dicho al observador del mismo, se deberá emprender un dialogo
apuntando a guiar al sistema a explicitar la causalidad y en ningún caso se
deberán ofrecer respuestas imples y unicausales no fundamentadas en la
observación que obturarían la pregunta, y por ello, la posibilidad de construir
una respuesta por parte del sistema.
Luego de conocer la atribución causal del problema manifiesto se
podrá pasar a considerar dentro de esta variable otro de sus atributos, que es
la multicausalidad, ya que muchas veces el sistema ofrecerá una respuesta
causal lineal. En otras palabras, bien sea de manera directa o a través de la
indagación, llegarán a encontrar y ofrecer una única explicación a lo que les
sucede.
Si el terapeuta queda en esta posición, estará en el terreno del
diagnóstico unicausal del problema, y si este no es desterrado para permitir
que entre en juego la multicausalidad, necesaria para un buen diagnóstico de
un sistema humano entendido desde la teoría de la complejidad, cerrará las
puertas a las diferentes posibilidades de solución.
Cabe recordar que la multicausalidad refiere a que un evento siempre
es ocasionado por múltiples causas, las cuales recursan sobre la primera.
Si bien es importante emprender la búsqueda de múltiples causas, no
debe olvidarse que podría ser un camino infinito de enredos recursivos que,
más que esclarecer, confundirían; como bien se dice, se abrirían puertas a
habitaciones que necesitan muchas refacciones y así, la persona, en lugar de
comenzar definiendo cómo pintar el hall de entrada, que era el problema que
manifestaba, terminará por enterarse de que vive en una casa en ruinas, lo
cual no había tenido en cuenta. En este sentido, deberá el experto considerar
hasta dónde es necesario explorar en la multicausalidad, en el sentido de
atribuciones causales del problema manifiesto.
En definitiva, es importante considerar la búsqueda de la
multicausalidad, como también deberá definir donde está el limite a la
preguntar ya que si bien es cierto que enriquece correrse de la unicausalidad,

también es cierto que abrir muchas puertas genera desconcierto y ansiedad,
por lo que deberá considerarse cuidadosamente hasta donde se indaga para
conocer la multicausalidad, para no colocar a un sistema en medio de la
incertidumbre y el azar.
A modo de ilustración, puede pensarse en una familia que se presenta
en el setting terapéutico y dicen que el niño se comporta de mala manera
siempre que viene su abuela, explicando que corre por la casa, grita, tira las
cosas al suelo, entre otras conductas no deseadas, que atribuyen a la no
deseada presencia de la abuela por parte del niño.
Podrá preguntase qué otras cosas piensan que colaboran con su mal
comportamiento, además de la presencia no deseada de la abuela para el niño
o, en otras palabras, por qué más podría tener esos comportamientos en
presencia de su abuela. Así, por ejemplo, podrán decir que también sucede
que cuando viene la abuela, ellos le dan toda la atención a ella para que se
sienta bien recibida; también, que notaron que la abuela dialoga con ellos sin
prestarle atención al niño, entre otras múltiples causas que podrían ser
atribuidas al problema manifiesto por la familia.
Continuando con el estudio de la atribución causal y habiendo
desarrollado la multicausalidad, se verá a continuación lo referente a la
causalidad interna o externa al sistema.
Es oportuno recordar que la atribución causal es un conjunto de
factores internos y externos al sistema. Los primeros son relativos a las
personas que componen el sistema y a sus relaciones y los externos son todo
lo perteneciente al contexto. Estos factores internos y externos son
atribuciones causales que serán distinguidas según su ubicación en relación
con los límites externos del sistema.
La pregunta que guía la exploración de la atribución causal es ¿Por
qué?, y en el lenguaje vulgar, la atribución causal responde al quien o que
tienen la culpa? De lo que sucede. No está de más decir que al sistema en este
afán de buscar culpables le resulta más sencillo encontrar causas afuera del
sistema, siendo esta una atribución causal externa.
En un simple ejemplo, puede observarse lo enunciado al decir que el
jardín se secó porque no llueve, realizando una atribución causal externa al

sistema, que en lugar de decir que además de la escasa lluvia ningún
integrante de la familia regó el jardín, realizándose en este último caso una
atribución causal tanto interna como externa al sistema.
Entonces, atribuir causas externas a un evento es una manera menos
comprometedora, y más aún cuando estas evitan que se impliquen no
solamente los otros integrantes del sistema, sino también el que realiza la
atribución.
En conclusión, es importante tener en cuenta la atribución causal
interna y externa al realizar el diagnóstico y, de ser solo externa, utilizar los
medios necesarios para indagar en la multicausalidad en procura de
atribuciones causales internas, ya que si la o las personas del sistema no se
implican en el problema que manifiestan, difícil será guiarlos para que den
con su solución.
En esta dirección, si bien es cierto que muchas veces los integrantes
del sistema echan mano a las causas externas para no implicarse, otras veces
el diagnosticador puede encontrarse con un caso totalmente diferente, el de
un único implicado.
Puede suceder que un integrante de la familia prefiera asumir
responsabilidades, pensando que evita un mal mayor; por ejemplo, la mujer
que dice que el jardín se secó por su culpa, porque ella no lo regó, de esa
manera deslinda de responsabilidades a los otros miembros de la familia y no
toma tampoco en cuenta factores externos al sistema, como el clima, sobre
los cuales ella tendría menos control; de esta manera, asume la total
responsabilidad sobre la causalidad del problema.
Resta pensar en relación con la atribución causal, que no solamente la
causalidad es interna cuando las atribuciones están puestas sobre un
integrante del sistema, sino sobre todos los integrantes del sistema y este será
el objetivo que guie las preguntas para arribar al diagnostico en este punto de
análisis.
Luego de haber desarrollado lo relativo al diagnóstico de la
multicausalidad, como también de la causalidad interna o externa al sistema,
resta diagnosticar la atribución temporal de la causalidad.
Como fuera definido, la atribución temporal de causalidad es el

orden temporal en el cual se ubica la causalidad atribuida al evento de
estudio, el problema manifiesto.
En tal sentido, a la hora de realizar el diagnóstico deberá guiar a los
integrantes del sistema a explicar la causalidad del problema manifiesto,
orientado a conocer un amplio abanico dentro del rango de la temporalidad,
considerando entonces no solamente causas pasadas, sino también futuras.
Una de las preguntas que guía a construir y conocer la respuesta en
relación con la causalidad temporalmente ubicada en el futuro es pensar qué
cosas presume que pasarían, a qué le teme, qué haría o dejaría de hacer en el
futuro en relación con el problema que manifiestan. Por ejemplo, una familia
podría presentarse y decir que el esposo está muy triste porque además de
actualmente ser parte de constantes desacuerdos con su esposa, su tristeza se
originó cuando lo despidieron de su trabajo y también teme no encontrar un
nuevo empleo por no sentirse capaz de realizar otras tareas o adaptarse a un
nuevo ámbito laboral.
En este ejemplo se aprecia una atribución causal pasada con respecto
al despido, una futura con respecto al miedo que guía el sentir y el actuar
futuro que retroalimenta su tristeza y los desacuerdos con su esposa en el
momento actual, todo ello abarcando un espectro amplio en la temporalidad
que se ubica tanto en el pasado como en el futuro.
En este sentido, si bien los elementos recursan, podría tomarse uno
como punto de partida para el análisis, y es el problema manifiesto, al
tristeza, y desde y hacia él se dirigen conexiones recursivas con respecto a los
desacuerdos, el miedo a acciones futuras y el despido como elemento causal
pasado.
Es evidente que no es una sucesión de linealidades lo que podría
pensarse al leer este ejemplo, pero se describe de esa manera ya que siempre
se deberá sostener el problema manifiesto como un punto de partida para el
mejor entendimiento de los integrantes del sistema, teniendo siempre en
cuenta que este modo de pensar guíe las preguntas pero no así el pensamiento
complejo del diagnosticador, quien sabrá que la multicausalidad es una
recursión infinita de hechos en la cual es casi indescifrable conocer cuál el
punto de inicio.

Lejos de un pensamiento cómodo, este no se ubica en el pasado ni
tampoco en el presente, y no hay medida alguna que permita jerarquizar los
componentes de la multicausalidad para establecer un orden lineal que
indicaría que corresponde al pasado, al presente o al futuro, ya que el
pensamiento complejo y la teoría que explican la psiquis humana claramente
hablan de atemporalidad.
En este sentido, se habla de temporalidad solo a efectos de ordenar y
esclarecer para los integrantes del sistema y para el diagnóstico la
multicausalidad en términos de causalidad sobre el problema manifiesto.
Finalizando con el estudio de esta variable y resumiendo lo
considerado para conocer ampliamente la atribución causal de un problema
manifiesto, considerando la atribución temporal de causalidad, la
multicausalidad y las atribuciones internas y externas al sistema, se desarrolla
el siguiente ejemplo.
Concurre una familia a la sesión psicoterapéutica y la esposa dice
estar muy angustiada porque su marido no está bien, tiene depresión porque
ha sido despedido de su trabajo luego de diez años, ahora tiene cincuenta y
cinco años y está muy deprimido por haber sido despedido. El señor refiere
de la misma manera al problema de este sistema, diciendo que tiene una
intensa angustia y que “la” causa es que su jefe lo despidió del trabajo y la
culpa es del jefe porque es una mala persona y ya lo tenía entre ojos.
Puede observarse que el problema es abstracto, está angustiado, y que
está rotulado como depresivo, que la atribución causal es externa al sistema:
el jefe es el culpable de su tristeza, y que la causalidad es única y pasada: lo
despidieron.
Claramente sin inferir arribando a conclusiones que se alejen de lo
que le sucede al sistema, se deberá observar a la familia; en este sentido,
escuchar, preguntar, mirar, para obtener una respuesta sobre la atribución
causal que se base en la multicausalidad, en la temporalidad y en las
atribuciones causales tanto externas como internas al sistema.
Por ejemplo, el terapeuta podría decir: “si comprendo bien, el
problema de esta familia es que no sale de su casa, que no va más al club, se
queja todo el día, que siente un nudo en la garganta ligado a la tristeza”.

Estas acciones y emociones enunciadas por el terapeuta son el problema y
queda redefinido el rótulo y desterrada la definición abstracta e impersonal de
la depresión.
Luego, en la exploración de la multicausalidad, podría por ejemplo
apreciarse que no solo su jefe lo tenía entre ojos, sino que él estaba faltando a
su trabajo por su desmotivación hacia el mismo, que la empresa ya hacía
tiempo que estaba despidiendo otros trabajadores, que no dialoga hace meses
como solía hacer con su esposa, que teme no conseguir otro trabajo por su
edad y la discriminación social al respecto en materia de toma de personal,
que sus hijos le perdieron el respeto y no obedecen sus órdenes.
En esta ampliación multicausal se observa no solo el abandono de la
unicausalidad pasada y externa al sistema “mi jefe me despidió”, sino que
aparece la multicausalidad ligada a otros factores externos al sistema, como
lo relativo a la discriminación social en la toma de personal, aparecen
factores internos al sistema, como el cambio en la comunicación con su
esposa, la modificación en la relación con sus hijos.
También aparece la causalidad en el orden temporal, ya que no
solamente se ubican las causas del problema en el pasado despido, sino
también en el futuro, ligado al miedo a no conseguir un nuevo empleo; el
miedo se constituye así en el presente pero apoyado en un evento futuro, por
ello es entendida esta atribución causal como futura temporalmente.
Luego de alcanzar una idea acabada de la descripción y atribución
causal del problema, resta pensar en las siguientes variables del mismo, por
ejemplo en su temporalidad, término que no deberá confundirse con la
atribución temporal de causalidad.
7.3. Diagnóstico de la temporalidad del problema
Desde la teoría se fundamentó esta variable definiendo la
temporalidad del problema como la historia del mismo, lo cual implica
conocer su inicio, continuidad y frecuencia.
También fue explicado ampliamente que es bien sabido que un
problema es percibido como que posee su origen en un momento dado, pero
también es cierto que genera recursiones que construyen su temporalidad, y
por ello es difícil precisar cuál es su inicio y trazar una línea en el tiempo a

modo unidireccional, ya que todo evento se entiende como circular y
multicausal.
Considerando que sería dificultoso pensar un diagnóstico desde esta
perspectiva porque el sistema piensa de manera lineal, será conveniente
introducir esta variable en el diagnóstico a modo lineal para trazar una
historia del problema en la cual pueda distinguirse el inicio y la frecuencia
con la cual se presentó el problema manifiesto.
Para realizar el diagnóstico, la exploración de este punto estará
guiada por la pregunta “cuándo”; por ejemplo: ¿Cuándo recuerdan que
comenzó esto que dicen que les sucede?”.
Asimismo, es importante conocer si hubo algún evento significativo
para el sistema asociado con ese momento de inicio de la línea temporal del
problema. En ocasiones la respuesta será clara y dirán que el problema
empezó en tal año, tal mes, en el pasado verano, hace tres meses, etc. En otras
la respuesta no será tan definida, bien sea por la proyección del malestar
hacia el pasado o por la respuesta evasiva, que intenta quedarse en el presente
en aras de subrayar la importancia del momento actual.
En estos casos, la respuesta será, por ejemplo, “Esto siempre
sucedió”, “Ni recuerdo cuándo empezó”. La palabra siempre remite a una
evasiva o a la falta de claridad del sistema para definir la temporalidad de un
problema.
Además de conocer el inicio del problema, será importante saber
acerca de su frecuencia, lo que remite a cómo se desarrolla el mismo desde su
inicio hasta el momento actual.
Para conocer la continuidad y frecuencia se preguntará si hubo épocas
en las cuales no se presentó el problema, y así se ajustará la interrogación con
mayor precisión, preguntando si en la última semana se presentó el problema,
luego en el último mes, en el último año, en el caso de que el inicio sea
mayor a un año hasta el momento presente.
Así, retomando el ejemplo dado anteriormente, el sistema observado
es un matrimonio que se presenta manifestando que su problema son los
desacuerdos. Ellos dirán que “discuten”, que esto ocurre desde hace dos años,
que en la última semana discutieron todos los días, que el último mes se

repitió la discusión en la semana pero no en el fin de semana y que en el
último año únicamente no discutieron cuando estaban de vacaciones.
Es importante dar atención no solamente a cuándo se presenta el
problema, sino también a cuándo está ausente, ya que será un elemento
diagnóstico fundamental a la hora de trazar una estrategia de trabajo. En el
diagnóstico, es tan importante conocer lo disfuncional como lo funcional en
un sistema, siendo esto último el conjunto de aspectos positivos para el
sistema que serán una palanca que facilitará el camino al cambio cualitativo,
al cambio sistémico.
Es de subrayar que los elementos funcionales no se diagnostican por
descarte ni por intuición, presunción o estimación, siendo que no fueron
observados como disfuncionales, sino que como cada una de las variables de
un sistema se diagnostica sobre la base de lo observado.
Antes de desarrollar la siguiente variable en su aspecto diagnóstico,
cabe mencionar que es importante conocer el significado de las palabras que
utilizan las personas para referir a la temporalidad. Al igual que fue descripto
en la primera de las variables sobre la definición del problema, el diagnóstico
se aboca a encontrar términos concretos.
En este sentido, las palabras: “siempre, nunca, algunas veces”, son
términos inespecíficos a la hora de enunciar con precisión la
temporalidad del problema. Distinto es describir la temporalidad de manera
concreta o precisa, por ejemplo: desde que nos conocemos, dos días por
semana, por dos horas, etc. Claro está que deberán realizarse las preguntas
adecuadas para conocer la significación de cada término para cada persona.
La temporalidad marca una línea de frecuencia en la que se presenta
el problema, y esta va de la mano de la siguiente variable sistémica dentro de
este eje de estudio, el marco situacional, lo cual se desarrolla en el siguiente
punto.
7.4. Diagnóstico del marco situacional del problema
Retomando la definición del marco situacional del problema, este se
define como el escenario donde se desarrolla el mismo. El marco situacional
del problema comprende el lugar donde se desarrolla y quiénes están
presentes en esa situación. Por ello, las preguntas que guían la indagación de
esta variable son “dónde y con quién ocurre el problema”.

Estas dos preguntas permiten hacer un mapa de todos los integrantes
del sistema y de los escenarios en los cuales se relacionan. Hacer un mapa
significa pensar quiénes están y quiénes no están cuando sucede determinada
acción.
En el ejemplo utilizado en este capítulo, la pareja que manifiesta que
su problema son los desacuerdos, a través de las preguntas que apuntan a
conocer el marco situacional podría obtenerse la siguiente respuesta: la pareja
dice que solo discuten cuando están en su casa, lo cual responde al dónde, al
lugar, al escenario; que discuten en la semana pero no así los fines de semana
cuando salen con amigos a cenar, lo que indica que el escenario del problema
no tiene audiencia; en otras palabras no se monta el espectáculo cuando hay
espectadores, quedando la exposición del problema dentro de los límites de la
privacidad de la pareja y en un escenario, su casa.
Teniendo así una descripción cada vez más detallada y amplia del
problema manifiesto en cuanto a su definición, su atribución causal y la
temporalidad, como también acerca del marco situacional en que se despliega
el mismo, resta continuar con otras variables, como la atribución de
gravedad.
7.5. Diagnóstico de la atribución de gravedad
La atribución de gravedad del problema es la magnitud otorgada al
mismo por los integrantes del sistema. Como fuera distinguido anteriormente,
esta concepción se basa en la mirada desde la teoría de los sistemas y en la
construcción única realizada por los integrantes del sistema de estudio, sin
desconocer otras definiciones que surgen a la luz de la psicología y la
psiquiatría; y en este sentido es que se antecede la palabra gravedad con el
vocablo atribución.
La gravedad atribuida a un problema es mayor en la medida que se
ven imposibilitadas las acciones a nivel pragmático, reinan las emociones
displacenteras en la esfera emocional y prevalecen los pensamientos
reiterados e intrusivos en la esfera cognitiva.
En este sentido, la pregunta que apunta a conocer el problema
manifestado en las áreas del pensar, el sentir y el actuar ayudará a realizar por
parte de los integrantes del sistema la valoración que es atribuida a su
problema en cuanto a su gravedad.

La gravedad atribuida por el sistema puede ser coincidente con la
gravedad sistémica, esto es, la disfuncionalidad de sus variables, y en algunos
casos puede ser totalmente opuesta, ya que quizás hay menor gravedad en el
sistema porque hay menor rigidez y mayor movilidad homeostática pero la
percepción y atribución de gravedad de los integrantes del sistema es alta, ya
que sienten que todo se mueve a gran escala.
Al pensar en las preguntas que guían a diagnosticar esta variable,
sería absurdo indagar en forma directa sobre el nivel de gravedad que
representa el problema manifiesto, ya que en general las personas calificarán
su problema como medianamente o muy grave. Por ello puede pensarse en
una segunda opción para valorar la atribución de gravedad, y es preguntar
orientándose por los tres planos: el pensar, el sentir y el actuar.
Por ejemplo, si la persona dice que realizaba muchas actividades
deportivas, que frecuentaba varios grupos de amigos en los diferentes días de
la semana, que salía con su esposa a cenar semanalmente, que solía reírse al
ver una película, pensar en diferentes cosas sobre su trabajo, su familia, sobre
sus proyectos y sus recuerdos y ahora nada de eso ocurre ya que tan solo
puede ir a trabajar, no logra sentir alegría y su pensamiento redunda en las
ideas que dicen son su fuente de preocupación. Para esa persona es evidente
que la atribución de gravedad que otorgaría a su problema es muy elevada
debido a que se ven afectadas sus áreas del pensar, del sentir y del actuar.
Cuando se realiza el diagnóstico de esta variable es importante guiar a
cada persona a realizar la valoración de la gravedad respecto del problema
que presenta el sistema.
Las preguntas guiarán así a esclarecer en las diferentes áreas la
afección cocausal al problema.
Asimismo, es importante considerar no solo los aspectos de cada área
allegados al problema, sino también aquellos que se conservan, en otras
palabras, los aspectos positivos, ya que estos siempre están presentes. Cuando
una familia consulta a un terapeuta familiar piensan que disponen de poco
tiempo para hablar de lo que anda bien para ellos y se limitan a nombrar lo
negativo, lo que no funciona, y esto es solo una cara de la moneda. Sin
conocer la otra parte no se tendrá una dimensión total del mismo,
principalmente en lo que respecta al nivel de gravedad.

Es oportuno recordar que al guiar a las personas a comunicar sobre el
plano pragmático es tan importante conocer lo que hace como también lo que
no hace, hacer y no hacer son dos caras de la misma moneda. Tanto el hacer
como el no hacer remiten a acciones que forman parte del plano pragmático,
y de hecho, el problema puede estar constituido por el hacer y en otras por el
no hacer, entendiendo que no siempre el no es negativo para un sistema, sino
por demás necesario en ocasiones, más allá de la connotación negativa que
porta la palabra “no”. También el “no” esta de la mano del límite, siempre
necesario en las interacciones sistémicas, limite que mantiene rasgos
saludables de interacción.
Por último, es importante distinguir entre dos importantes términos: lo
urgente y lo grave. Como se desarrollara anteriormente, la atribución de
gravedad es aquella otorgada por la familia, así como también la de urgencia.
Y aquí debe subrayarse que “todo lo grave siempre fue urgente, pero no todo
lo urgente será grave”, si la urgencia es atendida en tiempo y forma.
Hasta aquí se ha considerado el problema en cuanto a su definición, la
cual apuntará a obtener información concreta, específica, sin rótulos, pasando
ahora a considerar el manejo del problema en sus tres planos.
7.6. Diagnóstico del manejo del problema en los tres planos
Es oportuno recordar que el manejo del problema es la manera en la
cual todos los integrantes del sistema actúan, sienten y piensan respecto del
mismo.
La exploración de esta variable estará dada por la implementación de
preguntas circulares, las cuales serán dirigidas alternadamente a cada uno de
los integrantes del sistema para explorar sobre el sentir, el pensar y el actuar
en relación con el problema manifiesto.
También servirá para arribar al diagnóstico de esta variable la
observación visual y auditiva de la manera en la cual refiere a los hechos cada
integrante del sistema de estudio, teniendo en cuenta el cuidado que merece
considerar el lenguaje no verbal.
Por ejemplo, una de las personas comienza diciendo que ante el
problema siente un nudo en la garganta, otro dice que de cara al problema
sale corriendo de la casa para buscar ayuda; otro, que pasa minutos pensando
qué hacer frente a ello. En esta descripción se observan los planos

predominantes en cada integrante del sistema, siendo estos el sentir, la
acción, el pensar, respectivamente.
Será significativo considerar en el diagnóstico del problema los
planos predominantes, ya que facilitará al terapeuta el armado de una
estrategia de trabajo en la cual incluya tareas apropiadas para ese sistema.
Siguiendo dentro de la variable “manejo del problema”, además de
conocer los planos predominantes en el sistema, relativos al sentir, pensar y
actuar, será de igual importancia conocer el modo en el cual se maneja el
problema.
El modo de manejo del problema es la manera en que afronta un
sistema el mismo en el sentido cualitativo, y esto incluye: si evitan el
problema, si compiten para encontrar una solución, si concuerdan o
desacuerdan, entre otros.
Habiendo analizado esta variable, es interesante pensar en las
funciones del problema, ya que este siempre cumple un papel dentro del
sistema que gesta y que lo genera.
7.7. Diagnóstico de las funciones del problema
Es interesante recordar que el problema posee una multiplicidad de
funciones en un sistema, siendo estas particulares a cada sistema de estudio.
Pero es importante discriminar dos funciones esenciales, ya que siempre
están presentes en todos sistemas: la función homeostática del problema y la
función del beneficio secundario.
La función homeostática no se indaga mediante preguntas directas, ya
que se desprende del análisis global de las variables estudiadas en cada eje,
por lo cual será un dato a consignar al realizar el diagnóstico en su etapa
final, en la que se integran las variables.
En este punto es necesario ampliar la información con respecto al
estudio de la función del problema en cuanto a su beneficio secundario,
siendo este el que surge de la presencia del problema en el sistema humano.
En otras palabras, el beneficio secundario constituye aquellos beneficios que
gana cada integrante del sistema.
Para indagar sobe el beneficio secundario del problema, será útil
preguntar en forma directa a los integrantes del sistema sobre el para qué del
problema.

Una pregunta que guía a esta investigación es, por ejemplo,
“¿Para qué piensan que sirve el problema?”, “¿Qué acciones o que
palabras piensan que mantienen el problema?”. En otras palabras, se
indagará acerca de cuál es la secuencia de actos, ideas y emociones que
cristalizan el problema y que aportan un beneficio al sistema, entre ellos la
homeostasis.
Para realizar el diagnóstico de esta variable se explorará, por ejemplo,
qué actividades dejaron o iniciaron desde la presencia del problema o,
también, cuáles son las ideas que toman la primera plana en cada uno y
cuáles son las emociones predominantes, como también cuáles eran las
emociones que quedaron en un segundo plano.
Por ejemplo, frente a la tristeza de la hija, la madre deja el trabajo que
tanto le disgustaba realizar en función de acompañar a su hija, el padre
también permanecerá en su caso los fines de semana dejando de ver al grupo
de amigos con quienes ya no se divertida, y la hija aun transitando su tristeza,
deja sus estudios universitarios, en los cuales no se sentía a gusto y no llevaba
una trayectoria exitosa en cuanto a sus exámenes. Este ejemplo que fuera ya
brindado, muestra con claridad los beneficios para cada uno en función del
llamado problema o síntoma.
Ampliando este ejemplo, y siguiendo lo anteriormente explicitado, se
realizarán las preguntas y observaciones pertinentes y se podrían llegar a
obtener los siguientes datos del sistema en cuanto al beneficio secundario del
síntoma.
En el área pragmática, el padre dejó de frecuentar el grupo de amigos
con quienes solía reunirse los fines de semana y a pesar de que lo expone a
modo de queja bajo la justificación de quedarse junto a su esposa e hija que
requieren de su compañía, la indagación más profunda llega a conocer que ya
no disfrutaba de aquellos encuentros.
La madre relata que dejó su trabajo ya que el psiquiatra le recomendó
estar cerca de su hija y acompañarla en el momento difícil que atraviesa,
como también darle la medicación recetada para la depresión que le fuera
diagnosticada. En las idas y vueltas del discurso relata que aquel trabajo no
era bueno para ella porque si bien lo necesitaba, era escaso dinero y el
ambiente laboral era poco satisfactorio para ella.

La hija relata con tristeza y desde la imposibilidad el no poder
continuar con sus estudios universitarios, pero también, al hablar de ellos,
muestra su desconcierto en relación con su orientación vocacional y su
insatisfacción con el grupo de estudio y la carrera elegida.
Hasta aquí, en relación al área pragmática, se observan beneficios
secundarios del sistema, como no disfrutar del encuentro con los amigos,
dejar un trabajo poco satisfactorio y una carrera universitaria y grupo de
estudio que no eran placenteros o significativos.
Siguiendo con este ejemplo, y pensando en el área del pensamiento,
se observa que el padre dice que no deja de pensar en su hija aun cuando esta
trabajando, que se encuentra muy preocupado por su recuperación y por su
futuro, pero también dice que antes solía pensar de manera continua en el
dinero y las necesidades económicas de la familia, lo cual le era
displacentero, pero ahora tiene temas más importantes en los cuales pensar,
por ejemplo en la salud de su hija.
La madre quien dice que solo piensa y atiende a su hija el día
completo, también relata que antes solía pensar continuamente en su marido,
con quien había tenido un desacuerdo cuando pensó que salía con otra mujer,
lo que originó en aquella época pensamientos reiterados sobre la infidelidad
de su marido, pero ahora solamente puede pensar en su hija.
La hija dice que actualmente no logra pensar en nada en particular
debido a su profunda tristeza, pero que antes solía pensar en su ex novio, ya
que nunca comprendió por qué la dejó sin explicación alguna.
Una vez más, el sistema obtiene beneficios secundarios del problema
manifiesto en relación con el área del pensar: ya no piensan más en aquello
que los preocupaba, que los molestaba, sino que todos piensan en el
manifiesto problema, lo aparentemente importante en la familia y motivo
absoluto de su presente displacer.
En el área de las emociones también aparece el beneficio secundario,
ya que las tres áreas recursan indefectiblemente y muestran las dos caras de
una moneda, el antes y el después, el problema y sus beneficios secundarios.
Así, en el área del sentir, por ejemplo, el padre dice que antes sentía
una gran ira, lo cual expresa como bronca hacia su trabajo, hacia su mujer,

que no buscaba un trabajo de mejor paga; pero que ahora no siente ira, ya que
está triste por ver a su hija tan deprimida.
Por otra parte, la madre dice que antes solo sentía celos por su marido,
pero que actualmente siente también tristeza al ver a su hija todo el día en su
cuarto y extrañar sus sonrisas.
La hija, quien se presenta triste, también deja ver que épocas atrás a la
aparición del problema manifiesto, como ellos rotulan su depresión, solía
sentir mucha bronca, ira hacia su ex novio, y que esta emoción la llevaba a
estar a disgusto con sus amigos y a odiar a todo hombre que se le acercaba.
En este ejemplo, quizás extenso pero por demás simple en
comparación con los datos que se pueden apreciar en un sistema en relación
con el beneficio secundario, puede verse cómo el beneficio secundario nunca
es uno y siempre se encuentra expresado en todos y cada uno de los
integrantes del sistema y en las tres áreas básicas del pensar, el sentir y el
actuar, que merecen de una exhaustiva exploración en todo diagnóstico
sistémico.
Se pone de manifiesto así que al realizar un diagnóstico y, por tanto,
observar para obtener datos que fundamentan el mismo, se deberá dar
atención al lenguaje verbal y no verbal. En el primero serán importantes no
solo las palabras, sino las construcciones y la semántica que estas poseen, y
en el segundo se deberá dar especial importancia a la expresión de la
emociones a través de la gestualidad.
Habría muchos ejemplos a citar siguiendo el estudio de la lingüística
y el análisis del discurso, tema que desarrollan ampliamente diferentes
expertos en el tema, pero aquí se dará un ejemplo a modo de ilustrar la
importancia de considerar el lenguaje a la hora de observar un sistema.
Es sabido que la palabra “pero” contradice el enunciado anterior; por
ejemplo: “me gusta cómo eres, pero tendrías que sonreír más”. Aquí, la
segunda parte anula la afirmación primera.
Muchas veces podría escucharse que un integrante de la familia dice:
“no es que no valore que me cuidan, pero igual sigo deprimido”, o bien
“valoro mucho que mi familia se ocupe pero no quita mi depresión: o bien
“lamento no poder trabajar pero estoy deprimido”, y así se podría enunciar

una infinidad de ejemplos en los cuales sale a la luz y de manera explícita el
beneficio secundario del síntoma.
En general, ante un enunciado que contradice parte del mismo se
podrá claramente conocer el beneficio secundario del síntoma. Tomando los
ejemplos anteriores: “lamento no poder trabajar pero estoy deprimido”, una
hipótesis es que no lamenta no poder trabajar, siendo este el beneficio
secundario.
Igualmente, desde el lenguaje no verbal podría observarse que
conjuntamente con las palabras que enuncian tristeza se deslice una sonrisa
de alivio al decir que lamenta haber dejado sus estudios por causa de la
depresión. Aquí el lenguaje no verbal deja a la luz la emoción genuina
asociada al beneficio secundario.
Es oportuno aclarar que los ejemplos anteriores solo intentan ilustrar
y de ninguna manera pretenden ser una indicación lineal y acabada, ya que el
lenguaje es vasto y en la combinación de las palabras, conjuntamente con los
elementos no verbales que la acompañan se conocerá el sentido de la
comunicación, y nunca hay dos comunicaciones iguales como tampoco dos
individuos o dos sistemas similares.
Luego de analizar la función del problema, será oportuno considerar
las soluciones intentadas por el sistema humano para llegar a su diagnóstico.
7.8. Diagnóstico de las soluciones intentadas
Se definen, en este trabajo, las soluciones intentadas como acciones
realizadas mediante cambios cuantitativos y/o también cualitativos que no
llegaron a los resultados esperados por el sistema.
Las soluciones intentadas son aquellas acciones, ideas y emociones
puestas en juego para dar una solución al problema manifiesto pero que
fueron infructuosas y sostienen el mismo, siendo así soluciones intentadas
fracasadas.
También es importante recordar que si bien servirá de guía al
diagnosticador conocer cuáles son las soluciones abordadas desde los
cambios cuantitativos y cualitativos, no habrá una relación lineal en tanto
sinónimos de un cambio cuantitativo como una solución intentada fracasada

Para indagar sobre las soluciones intentadas, si bien no se pretende
dar una lista acabada de preguntas, algunas de las siguientes podrán orientar
al experto para arribar a una conclusión basada en la observación sobre este
punto de análisis, para integrarlo luego en el diagnóstico sistémico global.
Se podrá preguntar sobre aquellas acciones realizadas; por ejemplo:
“¿qué han hecho hasta ahora para solucionar el problema que
mencionan?”. Es importante detallar que además de saber las acciones
emprendidas fallidas, podrá preguntase acerca de quiénes realizaron esas
acciones, de quién fue la idea, si llegaron a un acuerdo o siguieron la idea de
uno de los integrantes del sistema, si hubo otras ideas que descartaron y no
utilizaron; si llegaron a un acuerdo, cómo fue que sucedió, por qué creen que
fallaron con estas acciones escogidas y realizadas repetidamente, de qué tipo
fue la acción emprendida, entendiéndose si esta fue un desvío de la norma
reinante, aplicación de lo contrario, prohibición, etc.
Finalmente, en este eje de análisis diagnóstico deberán considerarse
los roles en el interjuego sintomático, lo que se desarrolla a continuación.
7.9. Diagnóstico de los roles en el ciclo sintomático
Cabe recordar que en esta variable se tendrán en cuenta los roles de
cada integrante en torno a la dinámica del problema.
Los roles son un rótulo que conlleva a realizar diferentes funciones, y
en este caso con relación a sostener el problema. Por lo tanto, estas funciones
serán coincidentes, y no casualmente, con el estudio de los roles y funciones
que conciernen al eje de la estructura del sistema.
Pero también es cierto que es de utilidad considerar en el diagnóstico
aquellos roles específicos que podrían darse en relación con el problema,
siendo estos particulares en cada sistema y siendo los más conocidos dentro
del estudio de los sistemas el rol de portavoz y el rol de pacientes
identificados.
El rol de portavoz, como fuera descripto anteriormente, refiere a aquel
integrante del sistema que denuncia lo que sucede en este de manera
manifiesta. Se entiende que podría ser solo uno o más personas en un sistema.
Será de utilidad considerarlo en el diagnóstico como un dato que
brinda información útil en relación con la o las personas que con mayor

facilidad brindan desde la comunicación verbal información sobre el
problema.
Por otra parte, el paciente identificado es aquel que es reconocido por
el sistema o la mayoría de sus integrantes como el portador del problema, es
el designado, el enfermo, el portador del problema, es “el problema”.
También es cierto que podrían ser más de uno en un sistema, por
ejemplo cuando una pareja se presenta y cada uno dice que el otro es quien
tiene el problema, es que ambos son pacientes identificados y, por tanto,
portadores del problema en ese sistema.
En síntesis, es necesario observar a quién identifica cada uno de los
integrantes del sistema como el paciente identificado, lo cual en el
diagnostico dará cuenta del nivel y modalidad de implicancia en el problema
sistémico.
Concluyendo con este capítulo, es importante considerar lo enunciado
en relación con el problema manifiesto y el problema latente para arribar a un
diagnostico claro y fundamentado en la observación, como también lo es
recordar algunos aspectos en relación con este eje diagnostico.
No hay que olvidar la relevancia de distinguir entre el problema
clínico psicopatológico y el problema desde el punto de vista sistémico,
considerando la necesidad de realizar la derivación de la persona del sistema
familiar a terapia individual como también la derivación psiquiátrica de ser
necesario.
Lo que es interesante subrayar es que no se deberán realizar
valoraciones afirmando que el verdadero problema es tal o cual otro, ya que
para ese sistema el verdadero problema es el que manifiestan, al cual se
adicionan otros que confluyen con este y son de carácter dinámico y
estructural.
Es oportuno recordar que si bien en un diagnóstico se consignan otros
problemas a observar y analizar en un futuro, además del problema
manifiesto estudiado, deberá distinguirse claramente qué es lo manifiesto y
qué es lo que corresponde a la disfuncionalidad sistémica, obtenido esto en el
diagnóstico sistémico global.

En este sentido, la claridad en lo que se analiza y diagnostica ayudará
a no realizar inferencias y determinaciones causales no fundamentadas en la
observación necesaria para un diagnóstico sólido.
En esta misma dirección, cuando en la clínica el terapeuta ofrece un
informe de devolución en el cual se incluyen varios problemas manifiestos
observados, plantea también con ello la pregunta de dónde focalizar, por
dónde comenzar. Aquí, la complejidad admite que alguien en la familia no
esté de acuerdo con la elección de otros con respecto al problema focalizado
para trabajar. También puede suceder que todos dicen estar de acuerdo con
un problema a trabajar, lo cual debe llamar la atención, ya que en ocasiones
el acuerdo que se muestra vela un desacuerdo latente.
Cabe acotar que un correcto diagnóstico acerca del problema es aquel
que cuando la familia recibe el informe de devolución llega a comprender,
incluyendo en el comprender a quien está de acuerdo, al que desacuerda y al
que boicotea el diagnóstico.
Por último, no hay que olvidar que cada vez que se observa un
sistema, y en este el problema que manifiestan, se deberá dejar siempre una
cuota de incertidumbre, un signo de pregunta sin responder, ya que guiará la
observación, la búsqueda del cambio, de las sutiles diferencias que se
produzcan en relación con otra observación anterior. Como dice el Dr.
Serebrinsky, “al observar el problema el terapeuta debe poseer cierto grado
de incomodidad en su sillón”.
Es ahora oportuno pasar, en los siguientes capítulos, al análisis
integrado de las variables, para ver y pensar en las confluencias de los ejes de
análisis y sus variables, con el objeto de arribar a un diagnóstico sistémico
integrado que guíe la estrategia de trabajo.

CAPITULO 8
EL DIAGNÓSTICO DE LOS SISTEMAS
HUMANOS
8.1. El diagnóstico y las recursiones sistémicas. Cómo pensar el
diagnóstico
Habiendo transitado por los diferentes capítulos, en los cuales se
realizó el análisis de cada variable del sistema, variables que fueron reunidas
en tres ejes diagnósticos: la estructura, la dinámica y el problema, es ahora
momento de considerar el diagnóstico del sistema como una totalidad.
Es oportuno, antes de pensar en algunos ejemplos, considerar que
cada sistema no solamente es único en sus características, sino que también
es único en cada momento en el cual es observado.
Es cierto que hay parámetros que se repiten, ya que las variables
adquieren cierta constancia en su rango para mantener la unidad de un
sistema, pero también es innegable que nada es estático en un sistema
humano, por lo cual cada vez que es observado habrá sutiles diferencias que
lo hacen único.
Entendiendo esto, resultará interesante pensar en las recursiones entre
diferentes variables del sistema, para lo cual es práctico contar con una guía
que contenga las variables principales que se presentan en todo sistema
humano. Para ello, en primer lugar se ofrece una tabla dividida en los ejes
temáticos propuestos, para más tarde pasar al ejercicio de pensar en el
sistema como un todo, esto es, en la multiplicidad de posibilidades en cuanto
a la combinación de todas las variables.
8.2. Tablas de variables sistémicas por eje de análisis
Las tablas que a continuación se ofrecen son de gran utilidad, pero se
debe tener en cuenta que una guía puede facilitar la observación y redacción
de un informe diagnóstico como también puede obturar la mirada si se la
considera como un único recorte posible a realizar del campo a percibir.
En este sentido, se advierte que estas tablas, que resumen lo descripto
en capítulos anteriores, no son una lista cerrada, ya que podrían observarse

muchas otras variables en un sistema. No obstante, puede decirse que las
variables aquí presentadas son básicas y elementales, y ellas describen lo
esencial de cada sistema. También, no debe olvidar el diagnosticador de
consignar los nombres, edades y otros datos de interés de las personas que
componen el sistema observado.

Tabla 1: Variables de la estructura del sistema
Variable Posibilidades de presentación
Frontera del sistema - Rígida
- Difusa
- Flexible
Qué predomina y cuándo se produce un cambio.
Características de la comunicación que ingresa y
egresa del sistema
Limites sub-sistémicos Para cada subsistema:
- Rígido
- Difuso
- Flexible
Qué predomina y cuando se produce un cambio.
Reglas subsistémicas e información compartida
Distancias: posiciones en el sistema. Entre cada integrante con el resto:
- Distancia acortada
- Distancia alargada
- Distancia media
Cuál predomina y cuando cambia. Movimientos.
Autonomía y pertenencia. Dependencia e
independencia de los integrantes
Roles y funciones Diagrama de roles de cada integrante dentro del
sistema: según concepto del portador del rol y de los
otros integrantes del sistema
- Acciones que componen cada rol
(funciones)
- Lo esperado y lo no esperado
- Lo realizado y no realizado
- Coincidencias
- Discordancias
Jerarquías - Grados jerárquicos de cada integrante
(posiciones en la escala)
- Movimientos en la escala jerárquica
(posiciones): rigidez o flexibilidad
- Modalidad jerárquica (modo en que se ejerce
la jerarquía)
- Efectividad de la modalidad
Contexto - Sistemas contiguos - influyentes
- Sistemas entrópicos
- Sistemas negentrópicos
- Medio socio cultural del sistema
Momento vital sistémico - Etapa vital sistémica
- Eventos significativos (Connotación y
significación del evento para el sistema)

Alianzas y coaliciones Pueden presentarse o no:
- Alianzas temporarias o fijas
- Coaliciones temporarias o fijas
Entre quienes, cuál es la finalidad, características.
Otras posibles variables que pueda
observar.
“Elementos observados en el sistema”, dejando como
nota al margen lo inferido que no parte de una
proposición que surge de la observación.
Tabla 2: Variables de la dinámica del sistema
Variable Posibilidades de presentación
Aspecto cualitativo:
Modalidad de comunicación
- Modalidad predominante: ej: reproche,
ironía, culpa, insulto, etc.
Respuestas al mensaje recibido - Desconfirmacion
- Confirmación
- Confirmación variantes: aprobación,
descalificación, rechazo, etc.
Modalidades de la comunicación: verbal y
no verbal
- Nivel verbal (características)
- Nivel no verbal
Coherencia en la comunicación (entre las
dos modalidades del mensaje)
- Coherencia entre lo verbal y no verbal del
mensaje emitido
- Incongruencias
Acuerdos y desacuerdos (del mensaje
recibido por el receptor)
- Acuerdos y desacuerdos respecto al
contenido verbal recibido
- Acuerdos y desacuerdos respecto al
contenido no verbal
- Acuerdos y desacuerdos respecto a las dos
modalidades del mensaje recibido.
Construcción del mensaje por el receptor - Semántica atribuida al mensaje recibido (en
sus modalidad verbal y no verbal)
Tipos de relación - Relación de igualdad
- Relación de desigualdad en las conductas
Planos predominantes en proceso de la
comunicación
- Plano cognitivo, el pensar
- Plano emocional, el sentir
- Plano conductual, pragmático
Otras variables que pueda observar “Elementos observados en el sistema”
Tabla 3: Variables del problema en un sistema
Variable Posibilidades

Definición del/ los problemas
manifiestos
Representa: el qué
- Cuál es el/los problemas manifiestos (para
cada integrante y para el sistema)
- Acuerdos y desacuerdos
- Termino utilizado: Concreto o abstracto
- Rótulos utilizados
Atribución causal Representa: el por qué
- Causalidad atribuida (cuáles)
- Multicausalidad y unicausalidad
- Causas: Internas y/o externas al sistema (nivel
en el que se implican)
- Recursividad: entre los problemas
- Atribución causal de temporalidad (presente,
pasado y futuro)
Temporalidad del problema Representa: El cuándo
- Inicio (primera presentación)
- Continuidad temporal (periodos de: meses,
semanas en que se presenta )
- Frecuencia de presentación (análisis de cada
periodo de presentación)
- Frecuencia de ausencias (periodo en el que no
se manifiesta)
Marco situacional Representa: El dónde y con quién
- Dónde se presenta (escenarios)
- Variedad o único escenario.
- Con quién - quiénes (participantes o
espectadores del sistema, externos o internos al
sistema)
Atribución de gravedad - Gravedad atribuida por el sistema, intensidad
del síntoma o problema.
- (gravedad desde la psicopsiquiatría)
- (gravedad sistémica concluida por el resultado
diagnóstico del sistema)
Manejo del problema en los tres planos - Manejo desde el área del sentir
- Manejo desde el área del pensar
- Manejo desde el área del actuar
- Manejo del problema área predominante en el
sistema (y en cada integrante)
Funciones del problema Representa: el para qué
- Función homeostática o entrópica
- Beneficio para el sistema (beneficio
secundario)
Soluciones intentadas - Cuáles fueron realizadas

- Por quién o quiénes
- Quién/ quiénes tomaron la decisión
- Acuerdos y desacuerdos
- Cuáles fueron descartadas, por quiénes y por
qué
- Concepción del sistema sobre el fracaso
- Plano predominante utilizado para la solución:
actuar, pensar, sentir.
Roles en el ciclo sintomático - Paciente/s identificados y rotulados
- Portavoz
Otras variables que pueda observar “Elementos observados en el sistema”
A continuación se realizará un análisis de la recursividad entre las
variables mostrando algunas formas de presentación dentro de las
innumerables combinaciones posibles, ya que cada sistema es único y
particular.
8.3. Algunos ejemplos de recursiones entre variables
En el siguiente desarrollo, la propuesta es pensar en recursiones
posibles a partir de las variables sistémicas desarrolladas, como un ejercicio
necesario para la confección del diagnóstico de un sistema a partir del
material observado, si bien es cierto que excedería el objetivo de este trabajo
citar innumerables combinaciones, siendo estas finitas pero de una finitud
muy extensa que roza los límites con lo infinito, siendo esta la sensación que
en general se le presenta al diagnosticador a la hora de emprender la tarea de
darle sentido a cada una de las piezas del sistema. Es por ello que el siguiente
desarrollo tiene como objetivo, a través de la elección aleatoria de algunas
combinaciones de variables, mostrar la dinámica necesaria para elaborar un
diagnóstico como totalidad.
Antes de comenzar con los ejemplos, es importante recordar que las
recursiones sistémicas son relaciones que se establecen entre todas las
variantes del sistema, relaciones que se configuran cuando una de las
variables se relaciona con cada una de las otras y estas a su vez influyen
sobre la primera; sería la relación de las partes que conforma el todo.
8.3.1. La frontera y otras variables.
La frontera esta recursivamente relacionada con cada una de las

variables del sistema. Seria muy extenso presentar todas sus combinaciones y
además serian etas diferentes en cada caso en particular, por eso a
continuacion se desarrollaran solamente tres ejemplos de recursioes.
En el primer ejemplo se establecerá una posible relación entre una
frontera predominantemente rígida y límites subsistémicos difusos.
En esta relación se diagrama un sistema en el cual sus integrantes
hablan de todo tema, tanto familiar como individual, sin discriminación, pero
no toman del exterior otras ideas o puntos de vista, siendo válida solo su
propia percepción de la realidad como única verdad; asimismo, no comunican
a otros lo que pasa en lo más íntimo de esa familia.
Si esta recursión, entre la frontera y los límites de los subsistemas, es
relacionada con las distancias y estas son acortadas, se conformaría un
sistema en el cual no solo limitan la información que ingresa y egresa del
sistema, conjuntamente con la falta de reglas para determinar qué se comparte
dentro del mismo, sino que también privilegiarían la pertenencia y hasta la
dependencia por sobre la autonomía de cada integrante.
Se observaría una familia donde cada integrante habla poco de sí
mismo para, en cambio, hablar de lo que les pasa a todos. En esta dirección,
todos saben todo de los otros y para cada situación están tan unidos que se les
torna difícil pensar en lo que quiere cada uno y en su desarrollo personal.
También en esta misma recursión ejemplificada en cuanto a las
fronteras rígidas, los límites subsistémicos difusos y las distancias acortadas,
se podría pensar en una recursión más: en una dinámica donde predominan
los acuerdos.
Así, todo lo que dice cada integrante del sistema es válido para cada
uno de ellos, sin permitirse pensar diferente, sin concederse mirar hacia
afuera del sistema en busca de nuevas opciones o nuevos puntos de vista.
Estos acuerdos establecen no abrirse al exterior, por tanto, no abrir y
flexibilizar la frontera. También son acuerdos que perpetuán la distancia
extremadamente acortada y con ello, la dependencia. En síntesis, en esta
recursividad del sistema no puede dejarse de lado el acuerdo que encubre la
complicidad, que necesita estar encerrado en rígidas fronteras preservando y
cuidando como un tesoro que los une, que los junta, que los hace pertenecer.

En un segundo ejemplo, continuando con el análisis de la frontera y
sus recursiones, se puede pensar en una frontera difusa, que se establece por
la recursión de diferentes variables, por ejemplo de límites subsistémicos
rígidos, donde los integrantes del sistema toman todo tipo de información del
exterior pero comparten poca información sobre el propio sistema con los
otros integrantes.
Son familias que refieren a lo que todos dicen, pero no así a lo que
ellos piensan o hacen. Así, por ejemplo, hijos o padres que hablan de sus
problemas y de las opiniones dadas por sus amigos sin mencionar en absoluto
lo que ellos piensan.
También puede pensarse la recursión entre una frontera difusa y
distancias alargadas, donde si bien ingresa indiscriminadamente información
al sistema debido a la difusión de la frontera, la misma no es compartida entre
los integrantes del mismo y, además, cada uno se ocupa de su independencia,
dando mayor longitud al fino hilo que los une. Son familias que en la sesión
psicoterapéutica hablan cada uno por separado, dirigiéndose al terapeuta
como si los demás no estuvieran presentes, toman toda idea del terapeuta
pero solo ofrecen información de sí mismos y a lo sumo de su subsistema,
casi desconociendo el sistema familiar como una totalidad; no se implican
como familia, parecen personas que concurren a terapia individual y no
familiar.
Esta recursión se presenta muchas veces unida a un modo de
comunicación basado en la indiferencia, donde se comunica el poco interés,
la distancia alargada, el bajo grado de pertenencia.
También podría pensarse en la recursión con las relaciones de
igualdad donde todos adoptan conductas con un mínimo de diferencia y están
basadas en perpetuar la independencia esas conductas se encuentran también
en la recursión con la variable referida a los niveles de la comunicación. En
este caso surgen los desacuerdos tanto a nivel verbal como no verbal cuando
se trata todo tema que exceda el ámbito individual, desacuerdos referidos a
todo lo relativo al funcionamiento familiar.
En la recursión con el problema, podría pensarse en un sistema de
frontera difusa, con límites subsistémicos rígidos, distancias alargadas,
relaciones de igualdad en la conducta, modalidad comunicacional basada en

la indiferencia, todo ello en recursión con el problema. En este caso, el
problema no es familiar sino que es de uno, es la persona problema, aparece
en escena el paciente identificado. En otras palabras, el problema es de uno y
de ninguna manera es el problema familiar; a lo sumo, la familia concurre
para confirmar esta creencia, confirmar el síntoma, aun bajo la inocente
intención de ayudar al enfermo.
Por último, en un tercer ejemplo, si se piensa en una frontera
predominantemente flexible, esta podría combinarse de manera infinita con la
más variada gama recursiva de rangos en cada una de las variables. A modo
de ejemplo, puede pensarse en una frontera flexible que recruza con límites
subsistémicos rígidos.
En este caso, si bien los integrantes del sistema toman de manera
adecuada cantidad y calidad de información del exterior y también pueden
comunicar a otros sobre su sistema, la particularidad es que cuando están
todos juntos hay ciertos temas de los que no se habla, bien sean temas que los
padres no comparten con sus hijos o viceversa.
Por el contrario, en presencia de una frontera flexible si los limites
subsistemicos son difusos, si bien es adecuado el flujo de información que
ingresa y egresa del sistema no hay temas privativos entre los integrantes del
sistema en otras palabras, saben seleccionar la información que brindan a
otros y la que toman del contexto, pero no delimitan la información entre
ellos ya que todo es compartido entre todos.
A partir de lo descripto se puede pensar en infinidad de recursiones
entre la frontera y otras variables, siendo lo desarrollado tan solo a modo de
ejemplo y como práctica para responder a la pregunta de cómo pensar el
diagnóstico de un sistema humano.
Cabe recordar que si bien las partes no dan cuenta del todo, no
muestran por sí mismas las recursiones. Sin tener una clara observación de
cada una de las variables y de su rango, difícil será establecer recursiones y
llegar a un diagnóstico del sistema basado en la observación.
Continuando con el ejercicio de análisis de las recursiones entre
variables, se presenta otro ejemplo, considerando en esta oportunidad los
subsistemas, las distancias y los planos predominantes en la comunicación.

8.3.2. Los subsistemas y su recursión con las distancias y los planos. Dentro
de las innumerables combinaciones, podría pensarse en la siguiente.
Cuando los límites de dos subsistemas son rígidos, entendiéndose que
las reglas de cada uno determinan no compartir mucha información con el
otro subsistema, este límite predispone a la recursión con la variable de las
distancias, facilitando que las mismas sean alargadas respecto a los
integrantes de cada subsistema con los del otro y fomentando la
independencia y la menor pertenencia entre, por ejemplo, los subsistemas de
los padres y los hijos.
Quizás los hijos se encuentren cerca o quizás alejados dentro de su
subsistema, por tanto con distancias acortadas o alargadas dentro del
subsistema de hermanos, pero en relación a sus padres están apartados, poco
es compartido con ellos, tanto desde la información en el plano cognitivo
como de las acciones que comparten desde el plano pragmático, como
también la expresión del sentir desde el plano emocional.
También es interesante pensar, y yendo hacia un análisis más
profundo, que si bien hay predominancia de cierta modalidad de una variante,
pueden ser diferentes en ciertos momentos. En esta dirección, cabe recordar
que es tan importante diagnosticar lo que predomina en un sistema como
aquello que aparece como sutiles destellos, solo en ocasiones, que marca la
diferencia.
Así, en el ejemplo anterior, donde los límites subsistémicos son
rígidos en ambos subsistemas y las distancias entre los integrantes de cada
subgrupo son alargadas, podría observarse que las distancias se acortan en
relación con un plano. Por ejemplo, son distantes en relación con las acciones
compartidas y las ideas, pero se acercan en todo lo que implique expresar el
sentir.
También podrían acercarse en el plano pragmático o en el cognitivo, o
quizás esas distancias podrían acortarse cuando vivencian un evento
significativo, o en el desacuerdo.
Entonces, en el desacuerdo la distancia se acorta, acercándose así
desde el plano cognitivo y desde la diferencia en los niveles de la
comunicación tanto verbal como no verbal. Por ejemplo, cuando surge el

desacuerdo se acercan para mostrar su punto de vista y discordancia con el
otro, para volverse a alejar en relación con otros temas no relativos al que
originó el desacuerdo.
Asimismo, en el desacuerdo se establecen relaciones de igualdad en
las conductas, que pueden pasar a su aspecto patológico, la escalada, que
pone en jaque a las jerarquías
Este ejemplo conduce a pensar que la distancia que
predominantemente se observó como alargada entre los dos subsistemas
podría solo por un momento modificarse, y allí es importante diagnosticar
qué está en juego y qué sucedió con las otras variables sistémicas cuando se
produce este cambio en la variable distancia.
Por otro lado, si se piensa en dos subsistemas con límites difusos
donde es propicia la distancia acortada, podría suceder que los integrantes del
sistema se encuentren muy cerca perdiendo autonomía en función de la
dependencia en todo lo relativo al hacer y el sentir, pero cuando se pasa al
plano cognitivo comienza la batalla por las ideas que se presentifica mediante
el desacuerdo, bien sea en el nivel de contenido, en el nivel no verbal o en
ambos.
Ante el desacuerdo, que los pone en una posición de defensa y de
peligro, podrían actuar tanto cerrando los límites de los subsistemas, lo que
equivale a decir: “de esto no se habla entre todos”, y así dar fin de manera
manifiesta al desacuerdo, como bien podrían mantener abiertos los límites
pero alejarse, cobrando mayor autonomía y alejándose de la posición que les
permite confrontar y no acordar.
En otro caso hipotético, siguiendo el ejemplo anterior, podría suceder
que luego del desacuerdo y el debate por tener la razón, uno de los
subsistemas continúa manteniendo borroso su límite, mientras que los
integrantes del otro subsistema se retiran a sus trincheras, cierran su límite
volviéndolo rígido, lo que equivale a decir que se torna rígido y se manifiesta
como una retirada que significa: “de eso no se habla más entre todos”.
Es interesante ver el movimiento de los límites de cada subsistema, ya
que los mismos suelen abrirse y cerrarse, flexibilizarse hasta la difusión o
rigidizarse. De esta manera logran recorrer el continuo hacia lo borroso o

hacia lo rígido, en ocasiones moviéndose rápidamente de un extremo al otro
y, en el mejor de los casos, cobrando diferentes matices donde predomina la
flexibilidad aunque esta tenga una tendencia por momentos a lo borroso y por
momentos a lo rígido.
En esta dirección puede decirse que en un momento dado del sistema
predomina una característica particular en los limites subsistemicos, pero
también es importante apreciar los movimientos que realiza esta variable y
conocer en qué ocasión se muestra diferente a lo que predomina
sistémicamente.
En resumen, es importante al observar las recursiones, conocer
qué predomina y qué aparece como diferente en un momento dado.
Continuando con el ejercicio propuesto, puede pensarse ahora en la
recursión de otras tres variables: la de igualdad, las distancias y los
desacuerdos.
8.3.3. La relación de igualdad, las distancias y los desacuerdos.
Es interesante pensar en la recursión entre las variables de distancias,
tipo de relación y niveles de la comunicación, y para ello podría pensarse en
los siguientes ejemplos.
Considerando un primer ejemplo, una relación de igualdad en las
conductas, en donde igualdad significa el mínimo de diferencia, si se
combina con distancias acortadas que subrayan la dependencia, ambas
propician el terreno para el desacuerdo en torno a temáticas de índole
individual, y en esta dirección el desacuerdo los acerca aún más, ya que en
aquello que acuerdan es en lo relativo a la pertenencia, en mantenerse cerca.
En otras palabras, el movimiento sistémico que se produce en la
recursión de estas variables se describe como dos posiciones ocupadas por los
dos integrantes del sistema que se encuentran a una misma altura debido a la
relación de igualdad, dos posiciones cercanas debido a esta distancia que
busca hacer prevalecer la dependencia. Cuando uno de los integrantes realiza
una actividad individual, no compartida o acordada con el otro, realiza un
movimiento de alejamiento en la línea que describe la distancia corta
preexistente. Cuando esto se produce, el otro apela al desacuerdo para
mantener al que se aleja en la misma posición que tenía de cercanía. Aquí, el
desacuerdo los acerca manteniendo la distancia corta que tenían y

sosteniendo la relación de igualdad que los coloca en una misma posición
alineada con las jerarquías.
Por ejemplo, se observaría una pareja donde están de acuerdo en
relación con los amigos que frecuentan juntos, en las reglas de convivencia,
pero que desacuerdan toda vez que la mujer quiere iniciar un curso o que el
hombre quiere jugar fútbol con sus colegas. Aquí las actividades individuales
hacen peligrar la distancia corta que mantienen, que alimenta la pertenencia.
Para ello aparece en escena el desacuerdo, que establece una conducta de
igualdad, permitiendo que esa distancia no sea tan prolongada como para no
sentir la pertenencia que desean o necesitan en ese sistema.
Por el contrario, considerando otro ejemplo, si una relación es de
igualdad en las conductas pero la distancia es alargada, predominando el
quehacer individual por sobre lo compartido, propicia el desacuerdo en
relación con lo común y lo compartido. Así, el desacuerdo por lo compartido,
paradójicamente, los aleja aún más, y cuanto más se acercan más
desacuerdan, cobrando énfasis la autonomía por sobre la pertenencia,
acentuando aquello que hace cada uno por sobre lo que comparten.
Esto se ilustra en una pareja en la cual ambos tienen agenda completa:
trabajo, gimnasio, estudio y poco espacio es compartido. Quizás los
integrantes de esta pareja salen juntos a cenar una vez por semana pero
desacuerdan en todo lo común; ella critica a su marido por ser desordenado,
por no comprar toda la lista en el supermercado, por no pagar los impuestos,
y quizás el descuerda con ella porque no prepara la cena como a él le gusta,
no se comporta socialmente como él espera.
Es importante aclarar que la distancia acortada o alargada no
necesariamente está determinada por la cantidad de tiempo o actividades que
comparten, sino también por la calidad.
En otro ejemplo, con las mismas consignas imaginadas, podría esta
misma pareja salir a cenar una vez por semana, peor por la recursión de otras
variables ser esta actividad compartida de calidad suficiente para establecer
una distancia adecuada o media para este sistema. En este sentido, no puede
pensarse linealmente que si comparten mucho tiempo la distancia es corta y
viceversa, de hecho la palabra viceversa remite al pensamiento lineal.

Cambiando de dirección, y pensando en una relación de desigualdad
en las conductas, donde un integrante se encuentra en una posición superior a
la del otro y cuando la distancia está acortada predominando la dependencia,
promueve el desacuerdo respecto de lo individual, lo no compartido. Pero a
diferencia de la relación de igualdad, aquí el desacuerdo culmina con un
ganador y un perdedor que acepta pasivamente las ideas y acciones del otro,
y en este sentido acepta y perpetúa pasivamente el desacuerdo.
Este ejemplo se ilustra pensando en una pareja donde el marido
desacuerda con el curso de pintura que la mujer comentó querer realizar y
finalmente ella decide no hacerlo porque luego de tantos desacuerdos,
descalificaciones y órdenes recibidas de su marido, piensa que ya no tiene
deseos de realizar ese curso y que finalmente acuerda con las ideas del
marido.
En este ejemplo, la relación es de desigualdad en las conductas, pero
la distancia, al tender a alargarse, propicia el desacuerdo y este suele
manifestarse desde la modalidad comunicacional del reclamo, la crítica o el
reproche efectuada de forma unilateral desde la posición superior hacia la
inferior en la relación de desigualdad conductual. Aquí, la pareja privilegia
las actividades individuales de un solo integrante y surge el desacuerdo en
relación con las áreas individuales del integrante que se encuentra en la
posición inferior de la relación.
Para complejizar aún más el análisis recursivo de las variables
mencionadas en el ejemplo anterior, podría agregarse otra variable sistémica,
la frontera, y así no solo debería pensarse si la relación es de desigualdad en
las conductas, la distancia entre los integrantes del sistema y en el
desacuerdo, sino que también se podría considerar si el ingreso y el regreso
de información es adecuado o no para ese sistema.
No obstante lo interesante de continuar con otras variables y sus
múltiples combinaciones respecto del ejemplo anterior, se pasará a relacionar
las jerarquías y la relación de igualdad.
8.3.4. Jerarquías y relación de igualdad.
Pensando en otro posible análisis recursivo, se puede considerar la
recursión entre las jerarquías y las relaciones de igualdad o desigualdad en las
conductas, ya que sería simplista presumir que la jerarquía es siempre

compartida en la primera y que la posee la persona con una conducta superior
en la relación de desigualdad. Lejos está de ser tan simple el diagnostico
sistémico.
Es posible pensar en una relación de igualdad con un nivel jerárquico
compartido, donde la jerarquía puede establecerse de tal manera que ambos
ocupen un mismo nivel jerárquico y, por tanto, impartan reglas y tomen
decisiones por igual en el sistema. Por ejemplo, se observaría una pareja
donde cada uno pone reglas: ella decide quién realizará las compras y a qué
hora se preparará la cena, y él decide quién pagará los impuestos y quién se
encargará de ir a la lavandería.
Pero puede suceder también que en esta relación de igualdad en las
conductas no acepten compartir un mismo nivel jerárquico y se establezca
una relación de igualdad con diferencias en la escala jerárquica.
No obstante ello, si bien podría pensarse rápidamente que las
conductas propiciadas por el de mayor jerarquía serán diferentes a las del que
acata las órdenes y se establecería una relación de desigualdad en las
conductas, cabe señalar que las conductas solamente son desiguales a la hora
de impartir y recibir órdenes; en el resto de los movimientos sistémicos,
ambas personas mantienen una relación de igualdad, siendo esta
predominante por sobre la de desigualdad.
Por ello, en este ejemplo se diagnosticaría un sistema en el que se
observa una predominancia de conductas de igualdad con una diferencia
jerárquica y se realizaría la salvedad de que en el momento en que se
establece la pragmática que deviene de la jerarquía estas personas adquieren
una relación de desigualdad.
Lo importante, una vez más, es no concluir linealmente que cuando
alguien se encuentra en una posición jerárquica superior es sinónimo de una
relación predominante de desigualdad en el sistema.
Otra posibilidad, siguiendo el mismo ejemplo desarrollado, es cuando
hay diferencias en la escala jerárquica y quien se ubica en el lugar superior
busca sostener la desigualdad en las conductas, la complementariedad, pero
esta autoridad no es efectiva, ya que intenta imponer reglas que el otro no
cumple, no acepta. Quien no acepta las reglas impartidas es quien no habilita

que la relación se torne en un tipo basado en la desigualdad y con el no
cumplimiento de las reglas se equipara en las conductas y pone en jaque el
lugar de jerarquía que el otro intenta ocupar.
Aquí puede observarse una lucha por el poder, una batalla por quién
determina cómo deben hacerse las cosas, lucha que se convierte en una
escalada donde se producen bruscos movimientos, ya que cada uno cuando
siente haber quedado bajo las conductas del otro, no solo quiere igualarlo
sino superarlo.
No obstante ello, el otro intenta lo mismo y por ello comienza la gran
sacudida de posiciones donde el trofeo parece ser la jerarquía, pero en
realidad también lo es ocupar una posición superior a la del otro donde la
jerarquía es recursivamente la que determina la posición superior y esta
posición up da lugar a ejercer la jerarquía.
Por otra parte, considerando otro ejemplo, si se piensa en una relación
de desigualdad y de diferencias en el nivel jerárquico, puede suceder que la
jerarquía sea ejercida casi únicamente por la persona que ocupa el lugar
superior en la relación y el otro acata las órdenes impartidas de manera
unilateral, sin participación alguna en las decisiones, donde quien se
encuentra en la posición superior tanto en las conductas como en la escala
jerárquica, no solo controla aspectos de la relación sino también aspectos de
la autonomía del otro.
En este ejemplo también entran en juego nuevas recursiones entre
variables; por ejemplo, la relación de desigualdad en las conductas y en la
jerarquía va de la mano de una distancia acortada. Se observaría en una
familia donde, por ejemplo, el padre toma decisiones sin consultar con su
esposa. Todo pasa por él; por ejemplo: se prepara la comida en el horario en
que él desea, se gasta lo que él determina, la mujer se viste como a él le gusta,
se visita a las personas que él acepta.
Continuando con este ejercicio de pensar algunas variables de manera
recursiva, es interesante pensar en la relación que puede establecerse entre la
frontera y el problema manifiesto.
8.3.5. El problema y la frontera.
El problema, como fuera desarrollado anteriormente, funciona como

un imán, podría pensarse como ubicado en el centro del sistema. Este imán
atrae otras variables y, recursivamente, el problema modifica los rangos de
cada una y, recursivamente, cada una modifica al problema manifiesto en
todos sus aspectos.
Al considerar el problema y la frontera del sistema, como también los
sistemas influyentes del contexto, puede pensarse el siguiente ejemplo.
Cuando el problema, la conducta inesperada, es depositado sobre una
persona de uno de los sistemas contiguos, por tanto influyentes, por ejemplo
cuando el problema es la conducta de la suegra, se puede mantener el rango
homeostático cerrando la frontera a la conducta problema que proviene del
exterior.
Por ejemplo, la suegra al concurrir a la casa de la familia comienza a
criticar el accionar de la señora, lo cual introduce información entrópica en el
sistema, poniendo en jaque diferentes variables sistémicas que antes se
encontraban en equilibrio, en homeostasis, así por ejemplo, se originan
desacuerdos entre los conyugues, relaciones de desigualdad entre los hijos,
disputas de jerarquía, entre otras.
Ante ello, la familia, para preservar la homeostasis del sistema, el
equilibrio preexistente, podría recurrir a diferentes e infinitas modificaciones
sistémicas; por ejemplo, podrían adoptar dos rumbos: ampliar el rango
homeostático y aceptar estas conductas no deseadas de la suegra y así
adquirir un nuevo equilibrio, o bien realizar cambios sistémicos para dejar
por fuera esa conducta inesperada, por ejemplo cerrando sus fronteras.
Con respecto al interjuego de variables en relación con el problema
podrían describirse innumerables ejemplos, al igual que con cada una de las
variables de un sistema que componen las piezas del rompecabezas.
Finalizando, es interesante remarcar que las variables del sistema se
mueven en rangos de valores de manera continua, y lo significativo será
diagnosticar cuál el rango y las recursiones que predominan y cuándo aparece
a la diferencia, ya que siempre, si bien hay predominancia de cierta
modalidad de una variante, esta es diferente en ciertos momentos.
En resumen, se puede claramente concluir que es importante observar
los movimientos del rango de cada variable y las recursiones para conocer

qué y cómo predomina y qué aparece como diferente en un momento dado.
A continuación será desarrollado el proceso diagnóstico como
también algunas consideraciones para su práctica.

CAPITULO 9
EL DIAGNOSTICO DE LOS SISTEMAS HUMANOS EN LA
PRACTICA
El diagnóstico de un sistema requiere no perder de vista tanto la
definición del diagnóstico como el para qué del mismo, lo que fuera
introducido brevemente en el primero de los capítulos, donde se realizaron
algunas consideraciones teóricas que formaron el marco introductorio hacia
el entendimiento del desarrollo de este trabajo.
También es cierto que el diagnóstico de un sistema requiere una
estrategia para su análisis y elaboración, por ello en este capítulo se
desarrollará esta temática.
Asimismo, se estudiará cómo confeccionar el informe diagnóstico y
qué considerar para el desarrollo del informe de devolución.
Se pasará entonces a lo primero, recordando lo ya enunciado en
relación con la definición y el objetivo del diagnóstico de un sistema humano.
9.1. El diagnóstico de los sistemas humanos
Es oportuno señalar que dentro del marco de las definiciones
ofrecidas en un inicio el diagnostico de un sistema es un proceso ene l cual
hay diferentes etapas, que van desde la observación del sistema, la
elaboración de las recursiones entre las variables hasta llegar a formular la
hipótesis diagnostica, para culminar con la elaboración de los informes que
reflejan este proceso: el informe técnico diagnostico y el informe de
devolución.
También es importante recordar, en el marco de esta definición, que
toda formulación es una hipótesis, y no por ello, como profesionales, se
puede dejar de lado la posibilidad de realizar una hipótesis fundamentada a
través de lo observado y la teoría de manera articulada.
En este sentido, no se alcanza el objetivo planteado con un mero
resumen de variables, ya que la propuesta es encontrar relaciones y
recursiones para arribar a una construcción diagnóstica que dé cuenta del
sistema analizado.

Por ello, el objetivo será desarrollar una hipótesis del sistema
integrando su dinámica, su estructura y el problema, todo ello fundamentado
a partir de la observación de las variables y el análisis de sus recursiones.
9.2. El objetivo del diagnóstico: el para qué y sus áreas de aplicación
Es muy interesante pensar en la cantidad de información que brinda el
diagnóstico de un sistema, pero más allá de que observar un sistema y
realizar un diagnóstico sea por demás atrapante y atrayente, para un
profesional realizar esta compleja tarea requiere de una finalidad: el para qué,
la meta de su trabajo.
Como fuera introducido anteriormente, la finalidad de realizar un
diagnóstico es conocer al sistema observado para luego verter en un informe
aquellas observaciones que se ajusten a la finalidad y objetivo del estudio.
Así el propósito de realizar un diagnostico puede ir desde diagnosticar
para concluir en un informe dirigido a quien lo solicita en el ámbito forense o
laboral, o también diagnosticar para contar con una solida herramienta como
punto de partida para el diseño de una estrategia psicoterapéutica o también
para dar una devolución de lo observado a una familia en psicoterapia.
También es importante recordar que la diferencia en el diagnóstico,
según el área de aplicación, radica en el informe a realizar y no en el análisis
del fenómeno observado, el cual siempre debe considerar la totalidad. En
resumen: se observa la totalidad y se informa lo necesario.
Por consiguiente, el diagnóstico de un sistema tiene un objetivo
común, conocer el sistema como totalidad, y un objetivo particular en cuanto
al informe a realizar según el ámbito de aplicación, siendo estos, en la
psicología, el ámbito forense, laboral y clínico.
En el ámbito forense, el diagnóstico de un sistema familiar posee el
objetivo de informar, adecuándose a lo solicitado, sobre las relaciones y la
organización de la familia, como también de las conductas de un examinado
y el sentido de las mismas en el sistema en el que se desarrollan.
El conocimiento profundo del sistema familiar es de utilidad en
multiplicidad de situaciones, aunque no tan habitual su empleo. Por ejemplo,
es necesario conocer el sistema familiar cuando está en disputa la tenencia de

un menor; asimismo, es necesario saber de la familia del niño que testifica
haber sido abusado, como también indagar exhaustivamente en las
características familiares de la persona acusada de abuso, entre muchos otros
ejemplos.
En este sentido, muchas veces suele realizarse la entrevista a los
padres de un niño, pero esta queda limitada a preguntas individuales a los
padres y a lo sumo se indaga en datos sobre el desarrollo del menor,
perdiendo de vista el análisis del sistema familiar.
En el ámbito laboral, el diagnóstico de un sistema humano posee la
finalidad de informar a la empresa o institución que lo solicita acerca del
funcionamiento de un sistema o subsistema; por ejemplo, cómo se relacionan
y organizan los empleados de determinada área de la organización. También
es de utilidad para informar sobre la modalidad vincular de los nuevos
postulantes, informe que se orienta a precisar los posibles comportamientos
de una persona si esta perteneciera a la empresa.
Frente a estos requerimientos, es de alertarse que en ocasiones se
realizan evaluaciones individuales y no se evalúan sistemas. En otros casos se
concluye sobre sistemas, compuestos por trabajadores, pero el informe se
apoya solamente en un conjunto de solamente algunas variables no
relacionadas entre sí.
En las evaluaciones realizadas a grupos dentro de una organización
sería de gran utilidad considerar todas las variables desarrolladas en este
trabajo, ya que, como fuera dicho, están presentes en todo sistema humano,
siendo este no solamente una familia o una pareja, sino también grupos de
personas que conforman una totalidad.
Asimismo, cabe mencionar que cuando se evalúa a una persona en
forma individual con el fin de informar sobre sus aptitudes para una labor,
debe recordarse que sería adecuado realizar un diagnóstico considerando no
solamente la totalidad de los aspectos de la personalidad del examinado, sino
también no perder de vista que es un ser social y, por tanto, sería necesario
considerar y estudiar los sistemas en los que se desenvuelve.
En el área clínica, el diagnostico de un sistema humano, por ejemplo
una familia, una pareja, un grupo terapéutico, tendrá dos funciones básicas:

informar a los integrantes del sistema sobre su funcionamiento en relación al
problema que manifiestan, denominado “informe de devolución”, como
también será la guía para el profesional para trazar una estrategia de trabajo,
con lo cual todo psicólogo vería enriquecida su labor al contar con un
diagnostico del sistema, sea este una familia, una pareja o un grupo
terapéutico, llamado este “informe técnico diagnóstico”
También es cierto que será de utilidad en la terapia individual no
perder de vista que esa persona es un ser social y por ello sería útil considerar
no solo sus emociones, pensamientos y conductas, sino todo ello en relación
con los sistemas en los que se desarrolla.
Habiendo considerado los objetivos posibles para realizar un proceso
diagnóstico, como también habiendo desarrollado su definición, cubriendo
así el qué y el para qué de un diagnóstico, se pasará a continuación a pensar
acerca de cómo realizar este diagnóstico y las dificultades que en este proceso
pueden presentarse, para luego ampliar y desarrollar en extenso sobre estos
dos puntos: el informe técnico diagnóstico y el informe de devolución.
Entonces, entendiendo que el diagnóstico fue definido como un
proceso, serán desarrolladas las tres etapas que lo forman: la observación y
recopilación de datos, el análisis de los mismos y la elaboración de los
informes. Se comenzará desarrollando la primera de las etapas: la
observación.
9.3. Proceso diagnóstico. Primera etapa: la observación y recopilación de
datos
Habiendo definido al diagnóstico de un sistema como un proceso que
parte de la observación, de aquí se desprende su primera etapa: la
observación y recopilación de datos.
La observación del sistema, consiste en ver detenidamente cada una
de las variables del sistema y cómo se presenta cada una de ellas en recursión
con las otras.
Si bien esta temática fue desarrollada en los primeros capítulos de este
trabajo, es oportuno recordar algunos conceptos básicos en relación con el
observador y el proceso de la observación.
El observar consiste en captar a través de los sentidos el fenómeno

que se presenta y esto es parte del proceso del conocer la realidad. En esta
dirección, desde la teoría de las ciencias modernas en este proceso la persona
que aprehende datos de la realidad realiza un recorte de la misma y luego
atribuye una semántica a lo percibido construyendo la propia realidad.
También es cierto que la epistemología personal y el estado emocional
condicionarán la mirada del observador, esto quiere decir que condicionará
qué y cómo capta la realidad que se le presenta, el fenómeno que estudia.
Por ello, la epistemología personal refiere a la esfera cognitiva, donde
ideas, conceptos, valores, guían la percepción y la elaboración de lo
percibido, como también las emociones tiñen esa percepción de una manera
determinada, tanto ampliando como reduciendo el espectro perceptivo y la
atribución semántica.
Esto puede ilustrarse si usted imagina al observador utilizando unos
lentes especiales para observar un sistema y realizar un diagnóstico, estos
lentes tendrán vidrios con determinado aumento y, además, estos lentes
especiales pueden cambiar de color, quizás sean vidrios amarillos, blancos,
negros.
Siguiendo esta ilustración, cuando el experto esta en presencia de
emociones placenteras se ubicaría frente a la realidad con una especie de
lentes amarillos, luminosos, lentes sensibles, con los que capta los más sutiles
matices de la situación que observa. Quizás si este mismo experto presenta
una emocionalidad de tinte displacentero, se verían esos mismos lentes pero
con vidrios que se tornan oscuros o empanados, lo que condicionara su
observación en el sentido de que disminuirá la cantidad y calidad de
elementos que tomara del todo de la realidad frente a la cual se encuentra.
Por otra parte, en relación con la esfera cognitiva, cabe recordar que el
conocimiento amplía el rango perceptivo, siempre que este deje lugar al azar
y no se convierta en un freno para la percepción de aquello que es conocido o
resulta familiar.
En esta ilustración, los lentes del observador poseen determinado
aumento en relación con la esfera cognitiva y siempre serán condicionados
por su estado emocional. En resumen, tanto la esfera cognitiva como la
emocional condicionan la percepción y fenómeno que se observa.

El proceso del conocer y percibir la realidad es por demás interesante,
complejo y extenso, aunque es oportuno ahora continuar con el proceso
diagnóstico en esta primera etapa en la cual se recopilan los datos
observados.
En esta primera etapa del proceso diagnóstico, el observador
registrará una serie de observaciones en relación con cómo observa cada una
de las variables del sistema.
Por ejemplo, tomará nota si se presentaron desacuerdos, acuerdos,
cómo se desplegaron las distancias, la frontera, entre otras variables
sistémicas organizadas en los ejes diagnósticos de la dinámica, la estructura y
el problema.
Es apropiado reiterar que los indicadores o variables sistémicas
registradas estarán basados en la observación; por ejemplo, al decir que existe
un desacuerdo en el nivel no verbal se fundamenta agregando que fue
observado al escuchar cuando el hijo dice a la madre que le molesta su tono
de voz, o cuando se vio al hijo que realiza un gesto con su mano indicando
que baje el volumen de su voz, acompañado con una clara expresión de
disgusto en el rostro, pudiendo incluso describir los indicadores no verbales
del rostro que fundamentan dicha emoción desplegada en el mismo.
Por el contrario, no sería una observación fundamentada si se dijera
que predomino el descuerdo en el nivel no verbal porque podría inferirse que
el hijo cambio de tema, entonces significaría que le molesto el tono de voz y
otras miles de inferencias que no se desprenden de la observación directa. En
este sentido, es de vital importancia comprender la diferencia entre observar e
inferir, lo cual será profundizado más adelante en este capítulo.
En síntesis, el diagnosticador contará en esta etapa con una serie de
variables observadas y fundamentadas en lo percibido, más allá de sus
apreciaciones e inferencias, las cuales podrían ser de sumo valor, pero deberá
discriminar qué observa y qué infiere a partir de otra inferencia no basada en
un dato observado, esto es, inferencias que parten de otras inferencias.
Pudiendo, en todo caso, las inferencias de inferencias constituir un anexo al
diagnóstico, no formando parte de lo observado.
De lo contrario, sería como mezclar ingredientes diferentes que poco

aclararían el camino del análisis si lo que se pretende es construir un
diagnóstico lo más cercano posible a cómo funciona este sistema.
Luego de contar con las observaciones bien fundamentadas, se pasará
entonces a la etapa del análisis.
9.4. Proceso diagnóstico. Segunda etapa: el análisis
Puede ahora profundizarse en la segunda etapa del proceso, el análisis
de las variables observadas, que conduce a la última etapa de la elaboración
de los informes.
En esta segunda etapa del proceso diagnóstico se distinguen tres
momentos: el análisis de las variables, el estudio de las constelaciones
diagnósticas y el análisis de la flexibilidad y funcionalidad del sistema.
9.4.1. Primer momento. Análisis de las variables del sistema.
Al iniciar esta segunda etapa diagnóstica de análisis del material
obtenido mediante la observación, el diagnosticador contará con una serie de
variables observadas, recordando que estas refieren a cada una de las partes
del sistema, tanto de su organización como de su dinámica y considerando
también el problema manifiesto.
El análisis del material, en este punto, consiste en considerar cada una
de las variables, en cuanto a su rango, su modo de presentación, cuál
predominó, cuándo apareció la diferencia. En otras palabras, es una etapa del
proceso en la que es necesario desfragmentar para luego volver a unir, esto
es, minuciosamente estudiar cada una de las variables para pasar a unirlas y
relacionarlas en el segundo momento de esta etapa de análisis, llamado
constelaciones diagnósticas, que será desarrollado posteriormente.
Por cierto, se presenta la dificultad al observar un sistema y analizar
cada variable debido a que se observó un sistema donde nada es estático y, en
este sentido, el objetivo no es mostrar los cambios de una variable de manera
sucesiva, como si fuera el relato de una historia, sino lograr determinar qué
predomina y cuándo aparece la diferencia para cada variable sistémica. Puede
asociarse lo que se repite y lo diferente con que llama tanto la atención ver a
una persona vestida de negro de lunes a viernes como verla vestida de rojo
ocasionalmente un miércoles.

Por ejemplo en este caso, la pareja que mostró acuerdos y
desacuerdos en la comunicación de manera alternada durante la observación
podrán verse con mayor detenimiento estas secuencias y al adentrarse en este
análisis relucirá, por ejemplo, que predominó el desacuerdo en relación con
un tema en particular y que solo apareció el acuerdo cuando hablaban de tal
otro tema.
Por otra parte, habiendo argumentado que la estructura y dinámica de
un sistema humano es relativamente estable en un momento vital
determinado, es conveniente considerar que esta disposición relativamente
constante se sostiene para responder de cierta manera particular a las
situaciones que se les presentan, pero que también, dentro de esta
homeostasis y rango constante de variables sistémicas, podría presentarse un
cambio en el rango de alguna de estas variables en un momento dado. Sería
esta la excepción a la regla, aquello que aparece como hasta discordante con
la melodía sistémica y que es de gran valor diagnóstico.
En conclusión, lo interesante de las variables en un sistema es que se
manifiestan de manera relativamente estable en cada momento vital del
sistema y mostrarán claramente aquello que predomina como también aquello
que hace a la diferencia.
Cabe advertir que a la hora de determinar las variables en su
modalidad más constante de aparición, por ejemplo decir que predominan los
desacuerdos entre la pareja de padres, requiere considerar que muchas veces
podría haber una tendencia en el observador a prestar más atención a una
conducta o variable sistémica no conocida o infrecuente para él, o bien podría
guiar su atención de acuerdo con el repertorio de elementos que son más
esperados o normales para él.
Al concluir el extenso análisis de cada una de las variables
observadas, si bien contará con gran cantidad de información, cabe remarcar
que estas variables sistémicas aún no se explican totalmente sin considerarlas
como parte de la interacción de la totalidad del sistema, por lo cual aún no
estaría esclarecido para un diagnóstico el interjuego o la recursión entre estas
variables, lo cual es sumamente necesario para que el informe diagnóstico sea
útil, ya que, de lo contrario, sería tan solo un listado numerado de variables
aparentemente inconexas, separas y desvinculadas entre sí.

En este sentido, es importante comenzar a develar el maravilloso
enigma de las posibles combinaciones entre las variables observadas, a lo
cual se le dará el nombre de constelaciones sistémicas y que constituye el
segundo momento de análisis en esta segunda etapa del proceso diagnóstico.
9.4.2. Segundo momento. Análisis de las constelaciones sistémicas.
Luego de haber elaborado las variables en cuanto a su modo de
presentación, la tarea será integrarlas, ya que el diagnóstico de un sistema
humano implica no solamente ver las características de cada variable, sino la
recursión entre todas ellas, y aquí es donde se establece la diferencia entre el
todo y las partes.
Así, por ejemplo, no basta con saber si una frontera es rígida, flexible
o difusa, o si predominan los desacuerdo, por sobre los acuerdos, sino que
también es necesario conocer qué recursión posee una variable con el resto de
las variables de la estructura sistémica y también conocer cómo se relaciona
con las variables de la dinámica y del problema.
En esta dirección, se establece la complejidad de analizar lo sistemas
humanos debido a la inmensa finitud o infinitud de sus recursiones.
Es oportuno decir que las recursiones sistémicas son relaciones que se
establecen entre las variantes del sistema. Es, entonces, la relación de las
partes que conforman el todo. Estas recursiones son las infinitas posibilidades
que se pueden establecer entre las variables mostrando recursivamente sus
causas y efectos. En otras palabras, la recursión de las variables son las
relaciones de ida y vuelta, siendo que cada elemento se relaciona con otro y
esta relación afecta al elemento primero y así, recursivamente, se establece
una circularidad que es en sí misma la relación entre cada uno de los
elementos o variables de un sistema observado, conformando una totalidad.
Por ejemplo, en la pareja mencionada anteriormente, que mostró
predominantemente desacuerdos para esta variante del eje de la dinámica del
sistema, podrán analizarse diferentes recursiones, como que predominó el
desacuerdo siempre que las distancias eran alargadas y apareció en escena el
acuerdo cuando se acortaron las distancias entre ellos. Serían innumerables
las combinaciones; este ejemplo quiere mostrar que lo importante de las
variables observadas es determinar cuál es la constante y cuándo aparece lo
diferente y cómo se combina cada uno de los elementos que juegan un papel

esencial en el sistema.
En este trabaja se consideran sinónimos los términos: constelaciones
y configuraciones sistémicas, acunados para definir al conjunto de
recursiones posibles entre las variables del sistema. Esto puede ser
representado en un gráfico de interconexiones, que desde las matemáticas
podría pensarse no como una sumatoria sino como una relación formada por
la ley distributiva. Las configuraciones diagnósticas son el resultado del
análisis recursivo de todas las variables, es el producto final de este momento
de análisis en el proceso.
Luego de realizada esta tarea por demás interesante, se deberán
considerar la funcionalidad y la disfuncionalidad como también la
flexibilidad y la rigidez del sistema observado, pasando al tercer momento de
esta segunda etapa del proceso diagnóstico.
9.4.3. Tercer momento. Análisis de la funcionalidad y la flexibilidad del
sistema.
Habiendo ya realizado el análisis de las variables y también
establecido constelaciones diagnósticas, restará entonces pasar el tercer
momento de esta segunda etapa del proceso diagnóstico, en la cual serán
consideradas la flexibilidad y la funcionalidad del sistema.
Respecto a la funcionalidad, habiendo observado la particularidad de
cada una de las variables en un sistema y el interjuego entre las mismas
formando configuraciones, surge la pregunta acerca de la funcionalidad o
disfuncionalidad de las mismas. Para ello deberá considerarse en detalle la
funcionalidad de cada variable y cada constelación diagnostica para un
sistema, teniendo en claro que se entiende pro funcionalidad.
Se considera funcional toda variable sistémica que conforme
constelaciones que den como resultado un movimiento sistémico con un
grado de homeostasis que permita por momentos cierto grado de entropía. En
otras palabras, que reine la estabilidad que mantiene al sistema y también que
posea la flexibilidad para permitir el movimiento en función del cambio.
Es oportuno recordar que la homeostasis es el equilibrio del sistema,
lo cual representa ciertos movimientos que cada variable realiza siempre
dentro de un rango de acción determinado. Por otra parte, la entropía es un

estado de mayor movilidad y cambio del orden preexistente, donde alguna de
las variables supera los umbrales del rango homeostático.
Luego de esta definición, podría pensarse entonces que la
disfuncionalidad está representada por todo sistema que se encuentra solo en
estado de homeostasis y, también, por todo sistema que se encuentre en
constante estado negentrópico. Pero las polaridades no son el punto fuerte de
la teoría de la complejidad, pensamiento que se sustenta en las teorías que
guían el diagnóstico sistémico. No obstante lo enunciado puede explicarse de
la siguiente manera.
Es disfuncional todo sistema que siempre se encuentra en homeostasis
sin el menor grado de entropía, y esto sucede porque todos los parámetros de
la dinámica y de la organización del sistema son tan constantes que aun
produciendo resultados adversos, como lo es la detención del crecimiento y
desarrollo del sistema, continúan en un ritmo que no permite cambios
sustanciales, aun cuando esto sea vivenciado con el mayor sufrimiento por
los integrantes de un sistema.
También es disfuncional todo sistema que siempre se encuentra en
estado entrópico, ya que la variación constante en los parámetros de cada
variable va en desmedro de la organización del sistema, siendo tan aleatorios
los movimientos sistémicos que conducen a la crisis y el caos, donde la
ausencia de la repetición conduce a la ausencia de cohesión sistémica.
Hasta ahora parece que lo mejor es el interjuego entre estados de
homeostasis con cierto estado entrópico en alguna de las variables del
sistema, pero también es cierto que muchas veces un sistema, encontrándose
en un momento dado de su ciclo vital, puede poseer mayor funcionalidad si
por un período de tiempo sostiene la homeostasis o mantiene la prevalencia
del estado entrópico según el caso.
En la primera opción, sostener la homeostasis le permite acomodarse
a un ritmo en el cual cada variable adquiere un rango determinado que
caracteriza al sistema. En la segunda, sostener un período de estado entrópico
le permite al sistema introducir cambios significativos en los rangos de cada
una de las variables de su dinámica y de su estructura.
En conclusión, no puede hablarse de lo bueno o lo malo en un sistema

humano, sino de lo más o menos apropiado en cada uno de sus momentos
vitales en función del para qué de esos estados, homeostático o entrópico.
Asimismo, también es cierto que ningún reinado es funcional para un
sistema: ni el reinado de la homeostasis, que excluye toda posible entropía, ni
el reinado de la entropía que deja por fuera toda posibilidad de un estado
homeostático.
Por otra parte, y retomando lo desarrollado en capítulos anteriores, la
disfuncionalidad también está relacionada con la gravedad sistémica. Cabe
recordar que la gravedad sistémica fue definida como aquella que es dada por
el nivel de disfuncionalidad del mismo tanto en su dinámica como en su
estructura.
En este sentido, a mayor gravedad sistémica mayor es la
disfuncionalidad, entendiéndose que hay mayor rigidez de un estado, sea
homeostático o entrópico, y mayor dureza en las transacciones sistémicas, lo
que genera el ambiente propicio para la gestación y mantención del problema
que es parte del sistema y recursivamente origina el mismo.
Recapitulando, puede decirse que lo esencial para diagnosticar la
funcionalidad o disfuncionalidad es considerar cada una de las variables
sistémicas y sus movimientos dentro del marco del momento vital sistémico
del sistema estudiado. No hay recetas para determinar lo que es funcional, lo
adecuado, ya que para cada sistema y en cada momento será adecuado algo
diferente, y eso mismo podrá ser disfuncional en otro momento vital.
No obstante ello, en líneas generales los términos medios en los
rangos de las variables suelen ser funcionales en la mayoría de los sistemas.
Por ejemplo, la funcionalidad de la frontera es un filtro adecuado para
la información que circula desde y hacia el sistema, por eso la frontera
flexible propicia una homeostasis necesaria; en otras palabras, cierto
equilibrio en el funcionamiento y orden familiar que hace posible su orden y
continuidad, como también da lugar a sutiles movimientos y cambios que
permiten la reorganización en cuanto a modificar pequeños matices de cada
una de las variables de sus sistema.
El pensar en lo funcional y disfuncional de un sistema va de la mano
de la flexibilidad y la rigidez.

Respecto de la flexibilidad y la rigidez, puede precisarse que en un
sistema las variables se presentan de una manera determinada, esto es, con
determinadas variaciones en su rango, y estas últimas son las que determinan
el grado de flexibilidad del sistema.
Cuando en un sistema las variables se presentan siempre de una
misma manera y dentro de un rango estricto de movilidad, como también se
conforman idénticas constelaciones sistémicas, el sistema se encontrara frente
a un funcionamiento rígido que no admite casa variante alguna.
En el otro extremo de este mismo continuo se encuentra la
flexibilidad extrema, en la cual es tan elástico el rango en el que se mueven
las variables que sus valores cambian de manera constante, sin permitir cierto
orden en el sistema.
En el medio se encuentra la llamada flexibilidad sistémica, que en
realidad es un punto intermedio entre los opuestos de flexibilidad y rigidez,
punto en el cual las variables del sistema podrán oscilar siempre en este lugar
intermedio entre una mayor tendencia a la rigidez o hacia la extrema
flexibilidad, siendo entonces valores flexibles que pueden variar de acuerdo
con las necesidades del sistema en un momento dado.
Puede decirse que este es el mejor de los estados para una variable del
sistema porque permite, como se dijera antes, cierta homeostasis y cierto
estado entrópico, sin llegar a propiciar el rígido reinado de ninguno.
En conclusión, un sistema será tanto más saludable en la medida en
que se encuentre en una flexibilidad intermedia. Por tanto, de manera
recursiva con el punto anterior, puede pensarse que todo sistema será
funcional si se encuentra en un grado de flexibilidad adecuado en cuanto al
rango en el que se mueve cada una de sus variables.
Es de destacar que todo sistema enfermo es un sistema disfuncional y
rígido, donde predomina siempre la homeostasis y las constelaciones de
variables sistémicas más rigurosas.
Habiendo profundizado en la etapa del análisis del diagnóstico, en sus
tres momentos: recopilación de información, análisis de las variables y sus
constelaciones y, finalmente, en el estudio de la flexibilidad y la
funcionalidad, resta pensar en la tercera etapa del proceso, los informes.

9.5. Proceso diagnóstico. Tercera etapa. Elaboración de informes
Ampliando lo desarrollado anteriormente, es importante considerar en
detalle qué tener en cuenta para realizar un informe diagnóstico y para dar
una devolución del mismo.
El diagnosticador volcará el completo análisis realizado en una
hipótesis diagnóstica, siendo este el bosquejo inicial para elaborar el informe.
De este análisis deberá seleccionar la información a comunicar y el lenguaje
con el cual redactará su informe, entendiendo básicamente que podrá
confeccionar dos tipos de informes: el informe técnico y el informe de
devolución.
Para ello se comenzará esclareciendo los términos utilizados, para
luego mencionar algunos puntos importantes a considerar en cada uno de los
informes mencionados.
El informe diagnóstico es un trabajo escrito que contiene la
descripción del sistema observado; en otros términos, contiene las variables
sistémicas en forma de constantes, ya que las mismas se expresan dentro de
determinado rango. Y también contiene las posibles configuraciones
diagnósticas; en otras palabras, las posibles relaciones entre las variables.
Asimismo, el informe diagnóstico es una hipótesis, porque es una
construcción de realidad por parte del experto observador, sin por ello
alejarse de fundamentar sus enunciados en aquello que fuera observado.
La confección de los informes diagnósticos requiere partir de un
informe técnico como materia prima y punto de partida para el informe de
devolución, informe que será recibido por el destinatario y en este último se
deberá tener en cuenta el lenguaje con el cual es redactado y la información
que este contiene según el destinatario.
Con respecto a lo primero, el lenguaje utilizado en el diagnsotico será
en función de a quién va dirigido y él para que del informe. Con respecto a lo
segundo, la información que contenga el informe diagnostico será en virtud
de su finalidad. Por lo tanto, se puede pensar en dos tipos de informes: el
informe técnico del diagnóstico y el informe que constituye la devolución o
informe de devolución.
El informe diagnóstico técnico es el informe que realiza el

diagnosticador, en el cual utilizará términos sistémicos. En otras palabras,
llamando con nombre y apellido a cada uno de los elementos observados.
Así, hablará, por ejemplo, de desacuerdos y no de discusiones; hablará de
jerarquías y no del más autoritario.
En este informe se coloca la totalidad de las observaciones y es el que
utiliza el profesional psicoterapeuta como guía para delinear una estrategia de
trabajo, también es el informe que presentará a su supervisor, como también
es la materia prima para construir un segundo informe, llamado informe de
devolución, en el caso de que necesite entregar, de forma escrita o verbal,
esta información a un destinatario, en este caso sus pacientes o clientes.
El informe de devolución es un segundo informe que siempre se
desprende del primero y puede pensarse como una traducción a otro lenguaje
y como una selección de la información según el destinatario.
En otras palabras, este es el informe que se confecciona para entregar
de manera escrita como informe diagnóstico de un sistema en el ámbito
laboral, o el informe que se presenta en el ámbito forense, o también el
informe que se entrega, de manera escrita o en general verbal, a los pacientes
en el curso de una psicoterapia.
Por consiguiente, hay dos puntos relevantes a considerar para el
informe de devolución: el lenguaje y la cantidad de información.
En primer lugar, la traducción del lenguaje técnico a otro lenguaje
lleva a preguntase que palabras y que estilo de redacción se ajustaría al lector.
El lenguaje del lector tiene en cuenta, en psicoterapia, el nivel social y
educacional, la edad y otras particularidades del lenguaje que es empleado
por el sistema observado, por ejemplo una familia.
También cuando se presenta un informe de devolución en el ámbito
forense o laboral deberá ajustarse al lector, evitando en general terminología
que se estime que no podría ser comprendida por el mismo.
En resumen, los términos adecuados de este informe de devolución
son aquellos que serán comprendidos por quien recibe el informe, y no está
de más decir que en ningún caso sería conveniente entregar un informe
técnico como informe de devolución, sustentando esto en lo explicitado
anteriormente.

Por ejemplo, en la clínica será conveniente utilizar términos
cotidianos para la familia que recibe el informe de devolución de su proceso
psicoterapéutico. Por ejemplo: se observa que discuten la mayoría de las
veces sobre tal tema, que el señor siempre da órdenes en la casa, que están
mayormente distanciados. Diferente sería decir que en esta familia priman los
desacuerdos en el nivel de contenido o verbal, que la jerarquía la posee el
señor, que las distancias son alargadas, por cierto muy técnico pero poco
oportuno y esclarecedor.
Asimismo, cabe remarcar que si bien el diagnosticador podrá
modificar alguna de estas palabras con el fin de redefinir determinada
variable en el mismo acto de entregar una devolución diagnóstica en
psicoterapia, esto deberá ser un claro objetivo estratégico y no la mera
elección de palabras más o menos bonitas para la lectura de este informe.
Por ejemplo, con un claro objetivo el terapeuta podrá decir que “están
mayormente distanciados”, en lugar de decir están “siempre distanciados”,
siendo que observó distancias alargadas que se presentaron de manera rígida
durante toda la observación que originó el diagnóstico.
En este punto es conveniente introducir el término “redefinir”, el
cual alude a la aplicación de una de las intervenciones sistémicas que busca
ofrecer una nueva construcción de realidad. Redefinir es brindar una nueva
lectura de realidad, y esta puede lograrse cambiando el recorte realizado del
campo perceptivo, cambiando la atribución de sentido o ambas. En otras
palabras, redefinir es intervenir en el proceso de la construcción de la
realidad, es reconstruirla modificando los elementos percibidos y las
cualidades atribuidas en el proceso del conocimiento.
En segundo lugar, deberá tenerse en cuenta la información a brindar
en este informe de devolución. La tarea será seleccionar la información
contenida en el informe técnico diagnóstico, y esta selección estará basada en
la finalidad del informe, lo cual llevará a valorar la información en cantidad y
calidad; en otras palabras, qué informaré y con qué nivel de profundidad.
La finalidad está en íntima relación con quien ha requerido el informe,
volviendo a considerar lo mencionado con respecto al área de actuación, sea
esta forense, laboral o clínica. Es claro que el seleccionar la información está
orientado por la utilidad que esta tendrá por quien la recibe. En este sentido,

“más no es siempre sinónimo de mejor”, sino que un adecuado informe
diagnóstico de devolución será aquel que cumpla con lo solicitado sin más o
menos información en función de su objetivo.
Por ejemplo, en el ámbito forense la información adecuada será
aquella que fuera solicitada por quien demanda el informe, como así también
toda la información del sistema que se considere relevante y necesaria para
los fines para los cuales ese sistema es evaluado.
También en el ámbito laboral, no siempre más es mejor, ya que en
este caso habrá gran parte de información del sistema que no es relevante ni
necesaria para explicar la dinámica y la organización de un grupo en función
de lo solicitado por la empresa.
En la clínica, la selección de la información debe ser sinónimo de
prudencia, esto es, considerar qué temas del sistema son relevantes teniendo
en cuenta el grado de tolerancia del sistema para recibir esa información y
también el objetivo que guarda brindar la misma.
En este sentido, muchas veces el informe de devolución contiene solo
un recorte del diagnóstico total, del informe técnico, y ese recorte puede estar
basado en el objetivo de “pensar de a poco con el sistema”. Esto se ilustra
pensando en la diferencia entre mostrar a alguien una gran mansión con todos
sus detalles o mostrar primero una de sus habitaciones.
Así, la devolución en el proceso de psicoterapia no solo resume lo
observado, lo trabajado, los cambios en el proceso psicoterapéutico, sino que
también orienta hacia los siguientes objetivos de trabajo del contrato
terapéutico.
Puede concluirse que el informe de devolución en la clínica es una
pieza fundamental en el proceso psicoterapéutico, ya que otorga
innumerables beneficios para el terapeuta y para la familia.
Podría decirse que la devolución es “hacer que lo invisible se
vuelva visible” porque el informe tajea el discurso reinante en la familia,
agrega al saber de sí un saber de la familia, brinda otra versión de la historia
oficial, permite construir una nueva realidad familiar, permite visualizar
fijaciones y constantes de variables.

La historia oficial es el saber sometido signado por el “somos así y
este es el problema”; la devolución tajea este discurso introduciendo distintos
ingredientes que permiten una nueva construcción y, así, una nueva historia,
que podrá cambiar el “somos así” por “estamos así”, podrá reformular “el
problema” por “nuestros problemas”, también quizás abrirá paso desde el
“cómo somos ahora” hacia el “cómo queremos ser de aquí en adelante”.
También es importante agregar, con respecto al informe de
devolución en la clínica, que este informe no es una nueva historia, una nueva
versión oficial construida por el diagnosticador, sino que el diagnóstico es
aquí una historia que se ofrece para coconstruirla con el sistema. Esto
significa que se deberá trabajar en los acuerdos y desacuerdos de cada uno de
los integrantes del sistema con respecto a esta devolución.
Los enunciados de esta devolución, además de estar redactados en un
lenguaje adecuado, deberán considerar la probabilidad. Por ello, se debe tener
sumo cuidado para evitar enunciados imperativos liderados por una única
verdad, la del experto observador. Si bien es cierto que se ha dicho que el
diagnóstico no es una opinión sino una verdad basada en la construcción de la
realidad basada en la observación, conserva la franja de la duda prudente y
razonable presente en las ciencias de la mente humana. Esta verdad no es una
opinión debido a que tendrá su fundamento en lo observado, pero tampoco
una certeza como única verdad o única construcción de la realidad.
En esta dirección, la manera en que se presenta una devolución a una
familia debe guardar la prudencia de mostrar esa duda razonable y desde un
vocabulario que claramente muestre que lo dicho es la visión del observador,
ante lo cual espera la respuesta de la familia que recibe esta observación.
Asimismo, el terapeuta, cuando ofrece una devolución, debe ser
cuidadoso y tener en cuenta no emitir juicios de valor, como por ejemplo
decir: “esto está bien o esto está mal, es bueno o es malo”, ya que perdería la
neutralidad como terapeuta.
En este mismo sentido, se deberá tener cuidado de ofrecer lo
observado y no lo interpretado, siempre a la luz de la hipótesis. Por ello el
lenguaje a utilizar será: “el creo, pienso, vi, observé”. Por ejemplo, el
terapeuta en su devolución podrá decir: “vi que cuando Patricio habla, Carlos
se pone la mano en la cabeza y Patricia se enoja con Carlos”.

Cabe recordar que también deberá ser cuidadoso en la cantidad de
información que brinda en una devolución, considerando el grado de
tolerancia que posea ese sistema ante lo nuevo. Por ejemplo, en un sistema
que posee una frontera predominantemente rígida o cerrada, esto es, con poca
movilidad tanto en la emisión como en la recepción de nueva información del
exterior del sistema, de nada serviría que el informe de devolución sea una
extensa y completa lista de elementos, más bien necesita ser preciso y
acotado al grado de apertura que posea ese sistema en ese momento dado.
Reflexionando sobre el informe de devolución en psicoterapia, se
presenta la pregunta de en qué momento es conveniente realizarlo.
Si bien no hay una regla, ya que cada proceso psicoterapéutico es tan
único como cada sistema, es recomendado ofrecer una devolución en la
tercera o cuarta sesión, para luego ofrecer una nueva periódicamente, para
con ello ir mostrando los cambios producidos y aquello que aún sigue siendo
para ellos disfuncional, de la mano de delinear los objetivos del trabajo
psicoterapéutico.
Asimismo, es recomendado realizar el informe de devolución al
concluir una psicoterapia o contrato terapéutico. El término “contrato
terapéutico” se define como aquellas pautas que se establecen para el trabajo
con la familia, dentro de las cuales estará claramente especificado la temática
a trabajar, el problema por ellos manifiesto.
Por otra parte, al pensar en el diagnóstico en psicoterapia puede surgir
la pregunta de cuándo el terapeuta realiza este diagnóstico, y la respuesta es
“siempre que se encuentra frente a sistema”, aunque este diagnóstico no
siempre culmine con el trabajo posterior a la sesión de psicoterapia en la
elaboración del informe técnico diagnóstico.
No obstante ello, es recomendado realizar el informe técnico
diagnóstico, ya que permite analizar en detenimiento y en profundidad el
sistema familiar. De otra manera, solamente quedándose con las
observaciones realizadas durante la sesión, se corre el riesgo de no hacerse
detenido a observar alguna variable o no haber tenido el tiempo para pensar
diferentes posibles constelaciones sistémicas en la sesión. Esto no depende de
la experiencia del terapeuta, sino podría suceder que en la sesión estará más
enfocado a algunos aspectos del sistema, estará evaluando e interviniendo y
siendo a veces difícil detenerse a analizar la multiplicidad de combinaciones

posibles entre las variables sistémicas.
Es importante mencionar que el terapeuta necesitaría realizar
diagnósticos frecuentes, para ir delineando y modificando la estrategia de
trabajo.
En esta línea de ideas, también es interesante agregar que las más de
las veces es de utilidad contar con un supervisor, quien podrá observar el
sistema familiar y elaborar un diagnóstico sistémico con el objetivo de que
desde el trabajo en equipo y la multiplicidad de miradas sean agilizados los
tiempos y los resultados del proceso psicoterapéutico de la familia.
En conclusión, como se observa a través del desarrollo previo,
siempre serán necesarios dos informes, el técnico y el informe de devolución,
donde cada uno posee sus particularidades en función de su finalidad.
Cabe asimismo subrayar que el informe de devolución permite al
terapeuta fundamentar “por qué hace lo que hace”, “el para qué de la elección
de las intervenciones terapéuticas”, y además el solo hecho de realizar la
lectura de un informe de devolución es en sí una intervención y puede
producir entropía en el sistema de cara al cambio.
Resumiendo, el proceso diagnóstico posee tres etapas o pasos para
confeccionar el diagnostico de un sistema luego de su observación: ordenar
las diferentes observaciones de una misma variable y obtener una conclusión
de la misma, luego integrar todas las variables observadas en constelaciones
diagnosticas, analizar la funcionalidad y flexibilidad dl sistema, para finalizar
confeccionando los informes en la tercera etapa del proceso diagnostico.
Es oportuno ahora pensar sobre algunas dificultades a la hora de
realizar el diagnostico de un sistema humano.
9.6. Algunas consideraciones: las dificultades a la hora de diagnosticar
Habiendo desarrollado el proceso del diagnóstico, el cual es entendido
como una serie de etapas que van desde la observación hasta el análisis del
material obtenido, concluyendo con la confección de los informes, es
importante pensar en algunas de las dificultades que se presentan en este
proceso.
Como se narrara anteriormente, una dificultad a la hora de

diagnosticar es considerar las limitaciones que tiene el observador, no
debiendo olvidar que solo se aprehende una porción de la realidad a la cual se
le atribuye una semántica. Por ello, hay que saber reconocer que siempre hay
algo que no se ve, algo que otro puede ver y algo que quizás no será visto.
En este orden de cosas, también se presenta la dificultad del rótulo,
que actúa mitigando la ansiedad que produce la incertidumbre, siendo esta
otra de las dificultades a la hora de realizar un diagnóstico. Como fuera
desarrollado anteriormente, el hecho de tildar un sistema humano de
disfuncional o a un individuo como portador de una psicopatología puede
actuar como rótulo cuando este obtura la mirada del observador y lo conduce
a perder de vista los cambios que se producen en cada persona y en cada
sistema cada vez que es observado.
De ello se desprende que será necesario considerar que en cada
oportunidad en la cual se observa un sistema humano en el proceso
diagnóstico se deberá partir de cero para aprehender el fenómeno tal cual se
presenta. Pero, ¿Cómo partir de cero si hay conocimientos previos sobre el
sistema observado anteriormente? Una de las respuestas posibles es saber que
las observaciones anteriores condicionan la observación actual, y por ello
será útil realizar el esfuerzo de observar las variables tal cual se presentan en
ese momento y en ese sistema, como también tener en cuenta que cambios se
han propiciado respecto de lo observado previamente en lugar de buscar
confirmar la hipótesis inicial.
Otra de las dificultades es el gran dilema que plantean los términos
observar, fundamentar e interpretar.
Entendiendo aquí el término interpretar como toda conclusión a la
cual se llega partiendo de un dato observado desde el cual se construye una
cadena de significados de manera lineal y unicausal, donde la primera
información parte de lo observado pero las siguientes parten de una
inferencia no observada.
En otras palabras, interpretar las inferencias de inferencias no es
sinónimo de construir la realidad intentando acercarse a la construcción de
realidad de los integrantes de la familia..
Por ejemplo, se observa que el niño grita en la sesión. De ese dato
observable se parte para interpretar que el niño grita porque los padres no

ponen atención a sus pedidos y esto es porque los padres no cumplen las
funciones de su rol, y no cumplen las funciones porque no tienen en su
pasado un modelo de padres que pusieran límites a las conductas del hijo y
así se seguiría creando una historia lineal y unicausal que muchas veces se
aleja de la realidad observada. En este ejemplo, lo observado fue la conducta
del niño, pero nunca se observó la conducta de los padres para llegar a estas
conclusiones y además se establece una causalidad lineal al decir el porqué de
una conducta en función de otra que lo antecede.
Diferente seria, en este mismo ejemplo, decir que se observa a que el
niño grita y se observa también que los padres continúa hablando de otros
temas sin responderle o mirarlo, por lo cual estos dos datos se fundamentan
en lo observado y no en lo interpretado. Así, el niño grita porque no le
prestan atención y también no le prestan atención porque el niño grita,
necesitando aun este simple ejemplo ser analizado con muchos otros
elementos del sistema que deberán observarse, pretendiendo solamente servir
de muestra para señalar la diferencia entre un dato del sistema observado y
fundamentado y otro interpretado.
En esta dirección, al realizar una cadena causal y lineal se jerarquizan
los datos para terminar armando una historia que las más de las veces se aleja
y bastante de la realidad del sistema que se observa, pareciendo muchas veces
una historia de ciencia ficción donde lo único parecido a la familia son los
protagonistas que se encuentran en un escenario totalmente diferente, el
escenario creado por las inferencias del diagnosticador, que recrea lo no visto
con tenor de única verdad.
En conclusión, podría pensarse que lo interpretado no está allí donde
se mira sino tan solo en la creación del observador. Por ello, esta creación
podría ser tan brillante y acertada como tan lejana y fallida con respecto a la
realidad que vive el sistema observado. Por ello, si bien no se descarta la
importancia de las interpretaciones, hay que saber que es una inferencia de
una inferencia y saber cómo utilizarla.
Es un tema extenso, que excede el marco de este trabajo, pero sin
entrar en debates filosóficos, se extendió una de las posibles definiciones, la
entendida por estos autores en función del diagnóstico de los sistemas
humanos, y esta definición fue desarrollada porque, como diría Sócrates,
primero conoce y define el significado de los términos para después poder

argumentar y discutir sobre ellos.
Entendiendo como realizar el proceso diagnóstico y teniendo en
cuenta algunas de las muchas dificultades que podrían presentarse en este
proceso, es también importante para aquel interesado saber cómo llegar a ser
un experto diagnosticador. Podrá preguntarse entonces, el diagnosticador”
¿nace o se hace?, “es estudiar o es la experiencia?, ¿es necesario el
entrenamiento para observar un sistema humano?
9.7. El entrenamiento necesario para lograr la habilidad de diagnosticar
Surge la pregunta de: ¿para qué entrenar en la observación de un
sistema? Y una de las posibles respuestas es que con el entrenamiento se
mejora una habilidad. Pero esta afirmación también tiene una parte que no es
cierta, porque no todo entrenamiento mejora una habilidad. Este dilema
puede ser fácilmente pensado con el siguiente ejemplo.
Si se piensa en el entrenamiento de un músculo corporal, será claro
que si en ese entrenamiento se van colocando variantes, el músculo
progresará en aquello para lo cual es entrenado, aumentando así su
flexibilidad, su resistencia o su fuerza. Pero también es cierto que si este
entrenamiento consiste en realizar siempre lo mismo, quizás realizar los
mismos ejercicios, en los mismos ángulos de fuerza, con las mismas
resistencias a vencer, este músculo se entrenará pero solamente para
permanecer tal cual está, para mantener su fuerza o su flexibilidad.
De ello se puede concluir que no todo entrenamiento mejora una
habilidad, ni toda repetición de algo suma algo nuevo a la experiencia. Si
estos ejercicios son tan solo la repetición idéntica de algo en el tiempo, no
agregan valor a la actividad.
En este sentido, ha de alertarse sobre el falso mito de que la
experiencia siempre da mayores habilidades o conocimientos a un
profesional en su quehacer. Un profesional con mayor cantidad de años en su
actividad no necesariamente posee mayor habilidad en su campo, y esto
también se aplica al experto en el diagnostico de los sistemas humanos.
En al área de la práctica diagnóstica, cuando se observa un sistema sin
la necesaria cuota de incertidumbre que guía al ojo observador, sucederá que
la observación será guiada por la tendencia a ver solamente lo que quiero ver

y prestar atención a lo que considero conveniente saber. En este sentido es
que los profesionales no van de la observación al diagnóstico, sino que las
más de las veces toman un camino contrario, pensando desde los posibles
rótulos para ver dónde se encuadran el sistema observado, lo cual por cierto
no es un diagnóstico que surja del proceso diagnóstico necesario para que
este tenga sólidos fundamentos y se acerque a la realidad del sistema
observado.
Es de destacar la frase de estos autores utilizada en la apertura de este
trabajo:
“Aprender a mirar donde ya miraste una y otra
vez para así ver lo que aún no viste”.
Estas palabras, dentro de la variedad semántica que presentan, puede
pensarse que transmiten una idea: el mirar, el observar detenidamente para
aprehender las variables de un sistema, las cuales son la materia prima para
elaborar su diagnóstico.
También esta frase, cuando dice “una y otra vez”, invita a pensar en
el ejercicio de observar, el entrenamiento que requiere el observador que,
sumado al bagaje teórico, lo convertirán en un experto diagnosticador de los
sistemas humanos.
Así, el entrenamiento en la observación de un sistema es esencial
siempre y cuando en este se considere mirar una y otra vez el sistema y no
reduciendo la observación a solo algunos de sus elementos de los cuales se
deduce rápidamente un diagnóstico.
Cabe subrayar que por entrenamiento aquí se entiende al ejercicio
reiterado para mejorar esta habilidad.
El entrenamiento, entonces, se define como la practica de la
observación de un sistema y la confeccion de su diagnostico, con el objetivo
de perfeccionar esta habilidad, la observación y el análisis de las
constelaciones de las variables.
Por otra parte, la frase enunciada dice “ver lo que aún no viste”, y
esta es precisamente la brújula que guía el experto, ya que, de lo contrario, al
realizar un diagnóstico se quedaría con aquello que se presenta en primer

plano, aquello que suele ver con facilidad; por ejemplo, en una familia vería
rápidamente que desacuerdan o, en otra familia, que el padre de familia tiene
el lugar más alto en la jerarquía del sistema porque en todo momento pone las
pautas con las que se deben manejar, da órdenes, etc. Pero la pregunta es
¿qué aún no viste?, ¿qué más muestra el sistema?, ¿qué muestra este sistema
en particular y en este momento dado? Esto será de especial utilidad cuando
se realizan variados diagnósticos en un mismo sistema.
Ver lo que aún no viste implica realizar un nuevo recorte al observar
el fenómeno. Es importante recordar que siempre captamos solo una parte de
la totalidad de aquello que se presenta. Es cierto que se recorta en función de
las limitaciones de nuestros sentidos, en función del estado emocional y de
las cogniciones, pero también es cierto que se recorta guiados por la
tendencia de volver a ver lo ya visto, y es aquí donde es importante detenerse
y saber que siempre hay algo más para ver en lo ya presuntamente visto, ya
que “… en la distinción que se traza, radica la posibilidad de conocer el
mundo” (Ceberio, 1998:91).
Cuando en la clínica se realiza un diagnóstico inicial y se da una
devolución a la familia, es frecuente que quede obturada la mirada si este
diagnostico inicial imprimió un sello en la mirada del observador. Para evitar
esta ceguera al observar, cuando el experto, luego de varias sesiones de
psicoterapia realiza un nuevo diagnóstico para conocer el estado actual del
sistema y trazar una estrategia de trabajo para continuar con la labor
terapéutica deberá observar tal cual un niño ingenuo, deberá tener presente la
pregunta: ¿Qué se presenta ahora ante la observación? ¿Qué cosas aun no vi?
Para poder descubrir la dinámica y organización del sistema tal cual
se le presenta en el aquí y ahora, el observador no deberá guiarse por
preconceptos, entre ellos el primer diagnóstico realizado, preconceptos
lejanos, claro, de la observación de la realidad que se le presenta. Debe tener
presente que en ello se incurre con facilidad, ya que esto sucede por varios
motivos, siendo uno de ellos la economía psíquica y la búsqueda del menor
umbral en cuanto a la incertidumbre, el que va de la mano de un menor nivel
de ansiedad.
En este sentido, cuando se realizan varios diagnósticos de un mismo
sistema será importante realizar cada uno sobre la base de la observación y no
sobre la base de datos del diagnóstico anterior.

La utilidad de contar con diferentes diagnósticos será comparar cada
uno de ellos para ver los movimientos que se producen en el sistema, siendo
esto en la clínica un análisis que conduce a evaluar si ha disminuido la
disfuncionalidad del sistema y cómo se manifiesta la funcionalidad.
Concluyendo, sin duda puede considerarse que el entrenamiento
agudiza el ojo del observador si este se basa en el principio de incertidumbre
y en la búsqueda de lo nuevo, pudiendo así percibir cada vez detalles más
sutiles que cobran relevancia y que pueden marcar la diferencia en un
diagnóstico sistémico.
También es interesante mencionar que si bien hay personas con
mayor habilidad a la hora de observar, siendo moneda corriente llamarlos
“buenos observadores”, sin duda un observador no es bueno o malo, pero sí
es cierto que un psicodiagnosticador es eficiente o no, de acuerdo con su
habilidad en la tarea que realiza.
Puede concluirse, entonces, que la observación es una habilidad que
puede desarrollarse y perfeccionarse mediante la práctica del proceso de
diagnosticar y teniendo en cuenta que es necesaria una metodología que
permita observar, analizar y concluir un diagnóstico, habiendo para ello
determinado un camino que guía que mirar, como registrarlo y como poner
cierto orden a un conjunto muy complejo de variables y recursiones
sistémicas.
También es importante considerar que para entrenar una habilidad en
materia de diagnóstico será conveniente saber qué ver y dónde buscar en el
fenómeno observado, ya que, como es sabido, las estructuras conceptuales
guiarán la mirada del observador, y estas estructuras justamente son nutridas
por conceptos de la especialidad, siendo estos conceptos las herramientas que
permiten el trabajo de observar. Es por ello que “para el observador no
existirían una cantidad de datos, sino solo algunos factibles de captarse por
calzar con sus estructuras conceptuales” (Ceberio, 1998:82).
Llegando al final de este recorrido y antes de ofrecer unas palabras
finales a modo de conclusión, resta describir en breves líneas algunos
aspectos a considerar.
Resulta claro formular que el diagnóstico es, en cualquiera de sus

ámbitos de aplicación:
“Es un acto que permite justificar y fundamentar para qué se hace lo
que se hace y por qué se dice lo que se dice respecto al sistema
observado”
“Es el resultado de un camino de búsqueda”
“Es un análisis minucioso del sistema observado”
“Es una lectura del sistema humano en el aquí y ahora”
“Es el desciframiento de las variables y constelaciones
sistémicas”
“Es una hipótesis de los elementos de un sistema y de sus
relaciones”
“Es el desciframiento de brechas”.
“Es un resultado abierto que contiene cierta incertidumbre signada por
la extensa finitud del funcionamiento de un sistema”
Se resume el recorrido realizado a través de la propuesta de considerar
tres ejes diagnósticos, compuesto cada uno por diferentes variables,
entendiendo que estas tres dimensiones de estudio son una distinción teórica
que ayuda a sistematizar la observación, sin olvidar por ello que el
diagnóstico no es la suma de las partes, sino el análisis de todas las
recursiones entre ellas, las cuales dan cuenta de la totalidad.
En esta dirección, lejos de pensar en una mirada lineal, causalista y
atomista, o pensar en la suma de variables, han sido discriminadas cada una
de las variables para poder agudizar el ojo del observador y no perder de vista
los múltiples elementos, poniendo el acento solo en algunos aspectos que mal
describirían la totalidad sistémica
Asimismo, la terminología utilizada por la cual se le dio un nombre a
cada variable del sistema apunta a eliminar ambigüedades al momento de
estudiar o hacer referencia al sistema humano en un informe técnico
diagnóstico.
También es necesario recordar, como fuera introducido en un inicio,
que el diagnóstico de un sistema humano no es sinónimo de un diagnóstico
relacional, ya que este último se limitaría a solo una parte del mismo, al eje
dinámico.

Así mismo, es importante recordar que en este trabajo no fue
considerado el eje individual, que reflexiona sobre los aspectos particulares
de cada persona del sistema, por ejemplo sus funciones psíquicas, siendo este
también de gran utilidad en la clínica.
Si bien son numerosas las maneras de enfocar y observar un sistema
humano, se realizó una propuesta que, lejos de ser la única, es una forma de
aproximarse a una observación fundamentada que arribe a una hipótesis, no
por ello desprovista de fundamentos y anclaje teórico.
En el ámbito clínico el realizar el diagnostico analizando cada una de
las partes, los ejes diagnósticos y sus variables permite desfragmentar el
sistema para volver a juntar y descubrir un nuevo orden. Al crear un nuevo
orden se genera una solución terapéutica, la propuesta de un nuevo orden de
cara a una mayor funcionalidad.
Resta ofrecer unas palabras finales en la siguiente conclusión.

CONCLUSION
Sin haber agotado las dimensiones diagnósticas y las múltiples
variables de un sistema humano, con toda probabilidad de que pueda
identificar otras, queda abierta la investigación para el análisis y utilización
del diagnóstico de los sistemas humanos, habiendo pretendido con este
desarrollo, lejos de rotular disfuncionalidades sistémicas, ofrecer ideas
sencillas que pueden ser útiles a la hora de observar un sistema y arribar a la
hipótesis sobre su funcionamiento.
Este trabajo ha sido desarrollado con el fin de guiar al diagnosticador,
habiendo orientado esta guía en el sentido de ser una herramienta de utilidad
y operativa para el profesional.
Es de destacar que los tres ejes o dimensiones planteados agrupan las
principales variables de un sistema y, como fuera dicho en la introducción, no
debe dejarse de lado la evaluación individual, temática no desarrollada en
este trabajo. No obstante ello, en este eje individual se observaría todo lo
referente no solamente a la posible presencia de una psicopatología en alguno
de los integrantes del sistema observado, sino que también estaría abocado a
describir de la manera más amplia posible todos los aspectos de la
personalidad de cada persona y también su interjuego con las variables del
sistema, aunando así lo individual y lo sistémico en un todo congruente.
También está claro que si bien las variables fueron divididas en tres
ejes de análisis, estas dimensiones están entrelazadas y por ello las
observaciones serán mejor encaminadas si se tiene en cuenta el interjuego
entre todas las variables, las constelaciones sistémicas, además de conocer las
particularidades de cada una de ellas, tal cual fuera ejemplificado en los
últimos capítulos.
Es esperable para estos autores que este material ilustre con claridad y
permita cierta sistematización y fundamento para la realización de todo
diagnóstico de un sistema humano y esto ayude a avanzar no solo en la
estrategia psicoterapéutica, en las derivaciones y en información de
devolución que se brinda a los pacientes, sino también en todas las áreas de la
psicología y la psiquiatría en las cuales se realiza un diagnóstico, entendiendo
que la persona siempre es integrante de sistemas, de lo que se desprende que
nunca es suficiente el análisis recortado a algunos aspectos de su

personalidad, ya que es un ser social.
En esta misma dirección, en cuanto a la utilidad del diagnóstico
sistémico, aun cuando se realiza el diagnóstico de una sola persona, deberá
considerarse el sistema en el cual se desarrolla, entendiendo que sus
conductas son y cobran sentido en un contexto.
También esperamos que este desarrollo aliente al camino a la
adquisición de conocimientos, teniendo en cuenta que ellos guiarán la mirada
del observador, y “el que poco sabe poco ve” como se expresó en la metáfora
en la cual usted caminaba por el parque junto al experto botánico y solo
podía ver aquello para lo cual su ojo observador estaba entrenado.
Asimismo, deseamos que sea un incentivo para caminar por el
interesante terreno de la investigación, que conlleva realizar aportes y
esclarecimientos sobre el diagnóstico.
De la misma manera, quisiéramos que sea tenida en cuenta su utilidad
de manera ética y profesional dejando de lado opiniones y bastiones de una u
otra línea teórica dentro de la psicología, para poder realizar un correcto
diagnostico en cualquiera de las aéreas en las cuales sea aplicado y dejar por
fin un día de lado las justificaciones de tal o cual otro teoría para poder
realizar diagnósticos que se ajusten al fenómeno que se observa en todas sus
dimensiones, evitando así el fracaso del diagnostico al hacer una excesiva
simplificación de las variables en juego.
Cabe acotar que más allá del área de aplicación, deberá contemplar la
descripción del fenómeno como un todo, por lo que se entiende que el
diagnóstico psicológico y psiquiátrico no es solo la conclusión de la presencia
o no de una psicopatología, debiendo contener también elementos
funcionales de la personalidad observada y, de la misma manera, el
diagnóstico de un sistema humano deberá contener aspectos funcionales y
disfuncionales, no limitándose a estos últimos en una visión parcial.
Estas conclusiones no pretenden invocar la verdad absoluta, sino que
son el pensamiento de quienes al desarrollar este trabajo han investigado y
pensado en el cómo y para qué se utiliza el diagnóstico en las ciencias que
estudian la conducta y, por tanto la psiquis humana de personas que integran
sistemas humanos. Conclusiones que se dirigen a alertar sobre la necesidad

de adecuar los diagnósticos a nuestra época con los avances científicos que
en ella vislumbran, sin miedo a dejar atrás viejas concepciones para dar paso
a lo nuevo que aporta valor a la tarea profesional y al fin para el cual esta se
desempeña.
Uno de los aspectos más importantes de este trabajo, para estos
autores, es haber podido transmitir la importancia de realizar un diagnóstico
de los sistemas humanos basado en la observación y pensando desde la
epistemología de la complejidad, como también es haber podido transmitir la
idea de que:
“Lo más importante es no dejar de hacerse preguntas” (Albert
Einstein)
Llegando al final de este trabajo, desde esta perspectiva, toda causa es
efecto y todo fin un principio. En esta dirección, queremos cerrar para abrir,
queremos marcar la importancia de que este trabajo es un fin para un
principio, un punto de partida para la investigación, el estudio y la práctica
del diagnostico sistémico, siendo una temática apasionante que se ilustra con
la frase de inicio, como todo fin, se vincula con el inicio.
“El diagnóstico nos introduce en una temática compleja donde la
recursividad de variables sistémicas componen un rompecabezas a
descifrar, ya que cada pieza cobra sentido en relación con otras y el
observador a través del trazado de distinciones y de la atribución semántica
le otorgará un sentido”
(H.A.S. y S.E.R.)

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