habría sido un precursor del periodo cosmopolita, Vallejo representaría el orto de una nueva
poesía y el indigenismo estaría cancelando el periodo colonial.
Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la indigenista, que llena una
función histórica en la sociología peruana en evolución y cuyo más amplio sentido lo lleva a
consubstanciarse con «la reivindicación de lo autóctono», que, no obstante, no paraliza los otros
elementos vitales de la literatura peruana. Y es literatura "indigenista" y no "indígena" —aclara
Mariátegui— porque aún no puede dar una versión verista del indio, sino que tiene «que
idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de
mestizos ...» Mariátegui confía en la suerte del mestizaje, el que debe ser analizado como
cuestión sociológica, no étnica.
IV
El proceso de la instrucción pública
Mariátegui analiza este proceso estrechamente ligado al económico-social, como no podía ser de
otro modo. Reconoce y analiza las tres influencias en la educación peruana: la española, la
francesa y la norteamericana, estas dos últimas injertadas en la primera. La educación en la
colonia tuvo «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza», en
otras palabras, una educación elitista y escolástica. El desprecio por el trabajo, por las actividades
productivas fue alentado por los claustros universitarios incluso luego de producida la
independencia. La República, que heredó las estructuras coloniales, buscó luego el modelo de la
reforma francesa, ya en las postrimerías del siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda
enseñanza de 1902, empezó a reflejar la influencia creciente del modelo anglosajón: sería el
primer paso para adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo
capitalista del país. Preconizador del modelo yanqui fue el Dr. Manuel Vicente Villarán, cuyas
prédicas triunfaron con la reforma educativa de 1920, por ley orgánica de enseñanza dada ese
año, pero como no era posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de un país, sin
democratizar su economía, y sin democratizar, por ende, su superestructura política» la reforma
del 20 devino en fracaso.
La reforma universitaria merece también la atención de Mariátegui. Hasta el Perú alcanzaron los
movimientos reformistas que se iniciaron en Córdoba, en el año 1918, producto de la «recia
marejada post-bélica», aunque en ese país, en un principio, la ideología del movimiento
estudiantil, careció de homogeneidad y autonomía. Los estudiantes de América, querían sacudir
el medioevalismo también de sus casas de estudio. Sus reclamos se basaban en la necesidad de
que los estudiantes intervinieran en el gobierno de las universidades, así como el establecimiento
de cátedras libres, al lado de las oficiales, que deberían enfocar nuevos y alternativos
conocimientos, alejados de los anticuados programas de estudios. En una palabra, querían que la
Universidad dejara de ser un órgano de una elite aristocrática, que cesara ese divorcio entre su
función y la realidad nacional y tomara el verdadero rumbo que debía tener en el desarrollo de la
cultura. Con relación a este problema, Mariátegui nos hace un extenso estudio sobre la reforma