Hasta aquí coincidimos y respetamos los límites de la veracidad que se desprenden del sano
reconocimiento y discernimiento de las falacias lógicas. Sólo un loco podría negar la
objetividad y utilidad que dichas leyes lógicas expresadas en las falacias nos aportan como
instrumento epistemológico. Al punto que, comprendidas dentro de sus límites intrínsecos,
-tales falacias- podrían ser fácilmente aceptadas universalmente, adquiriendo un valor (o
status) de axioma.
No obstante, empero, ad verecundiam puede ser utilizada de manera filosóficamente válida
como una metodología genuina o estrategia argumentativa que simplificaría mucho el
desarrollo explicativo del filósofo, abreviando en los silogismos, al plantear sus premisas
sin verse en necesidad de justificarlas (explicarlas) nuevamente. Es decir, se puede partir de
un premisa (concepto, idea, término, etc.) kantiana y conectarla con otra aristotélica (sin
agredir los limites epistemológicos), seguida de una idea hobbesiana –por poner un
ejemplo-, para llegar a una conclusión personal inédita (original). En este caso, considero,
ya no es necesario fundamentar y justificar la idea kantiana, porque se acepta, se reconoce –
ciertamente, de manera subjetiva o general (aquí es donde entra el factor ad verecundiam)-
que Kant ya lo hizo de manera adecuada y suficiente…, de modo que resulta innecesario y
poco práctico volver a lo ya dicho y explicado previa y suficientemente.
Naturalmente, siempre habrá quien no acepte dicha premisa kantiana o la refute –o de
cualquier otro filósofo al que se recurra en este procedimiento argumentativo-, pero esto
sería también mera cuestión de subjetividad, por un lado, y, por lo tanto, poco importa (es
irrelevante) a quien desea construir un nuevo argumento que infiere nuevas premisas.
Cabe distinguir que no estamos instigando al (o promoviendo el) plagio, ni mucho menos.
Simplemente nos referimos a una estrategia o metodología que acepta partir de
razonamientos (ideas, nociones, conceptos, términos y estructuras cognitivas) previamente
construidos por otros filósofos hilándolos adecuadamente y así llegar a personales
conclusiones universales (filosóficas). Es la vieja dialéctica de “tesis-antítesis-síntesis”… Y
ésta requiere, por parte del pensador, un gran bagaje intelectual que le permita ser más
breve y práctico en sus razonamientos al exponer sus propias ideas y conclusiones. Su arte
o maestría, naturalmente, dependerá de su habilidad para hilar adecuadamente: para
conectar las premisas e ideas de distintos filósofos con armonía…, es decir, con lógica e