según parece, en la adultez se haya rendido en ese camino, o simplemente alejado de
Sócrates, para dedicarse a la política y a los bienes materiales.
Sobre la relación de Alcibíades con Sócrates en su juventud, dice Plutarco:
“Entró, pues, muy luego en su confianza, y oyendo la voz de un amador que no andaba
a caza de placeres indignos, ni solicitaba indecentes caricias, sino que le echaba en
cara los vicios de su alma y reprimía su vano y necio orgullo, como gallo vencido en la
pelea, dejó caer acobardado el ala.”
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Sin embargo, el mismo Plutarco nos dice que,
aunque Alcibíades seguía a Sócrates, no siempre seguía su doctrina, ya que las
tentaciones le ganaban. “Este amor de Sócrates […] lograba, sin embargo, dominar el
buen natural de Alcibíades, fijándose en su ánimo los discursos de aquel, convirtiendo
su corazón y arrancándole lágrimas. Había ocasiones, no obstante, en que, cediendo a
los aduladores que le lisonjeaban con placeres, se le deslizaba a Sócrates, y como
fugitivo tenía que cazarle; pues sólo respecto de él se avergonzaba, y a él sólo le tenía
algún temor, no dándosele nada de los demás.” Queda explícita la actitud de un
Alcibíades que quería a Sócrates y lo seguía, sintiendo en verdad la perfección que éste
enseñaba; pero que, cediendo repetidamente a los placeres, se alejaba de Sócrates y se
avergonzaba. Más adelante reitera: “Como el hierro, pues, ablandado por el fuego,
después con el frío vuelve a comprimirse y sus partes se aprietan entre sí, de la misma
manera cuantas veces Alcibíades, disipado por el lujo y la vanidad, volvía a las manos
de Sócrates, conteniéndole éste y refrenándole con sus razones, le hacía sumiso y
moderado, reconociendo que estaba todavía muy falto y atrasado para la virtud.”
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Podemos decir, entonces, que Alcibíades, siendo un joven impulsivo que caía
fácilmente en las tentaciones materiales, no pudo aprender de Sócrates la virtud, ya que
se preocupó en esa época más por su gloria política en Atenas que por su crecimiento
espiritual. Sin embargo, logró mantener un cierto autocontrol y virtud, pero únicamente
con el amparo de Sócrates a su lado. Al alejarse de él, y sin haber convertido en hábitos
sus enseñanzas, Alcibíades volvió fácilmente a los placeres materiales y renunció a su
vez a la valoración de la verdad para dedicarse a la oratoria y la retórica (de manera
sofista) y así ganarse el apoyo político.
Si algo aprendió Alcibíades de su maestro, fue el arte de la oratoria y de la
discusión. Al recibir influencia de su tío Pericles, famoso político y orador de gloria
popular y de su compañera Critias, sofista, y frecuentar los ámbitos políticos atenienses
(plagados de sofistas) es natural que Alcibíades se haya visto también inmerso en las
actividades sofistas, aprendiendo de ellos a la vez que aprendía de Sócrates. Aquello
que Alcibíades logró aprender de su maestro y convertir en hábito fue, principalmente,
el arte del discurso, ya que no se contradecía con sus fines políticos, aunque utilizaba
esta habilidad de manera sofista y muy alejada de la búsqueda de la verdad. Plutarco
afirma que “Alcibíades era un hábil orador además de sus otros talentos”
21
. Demóstenes
subraya el hecho de que fuera considerado “el más hábil orador del día”
22
.
Jenofonte nos dice en las Memorabilia:“Desde que Critias y Alcibíades se
creyeron superiores a los gobernantes de la Ciudad, dejaron de ver a Sócrates, que en
19
Plutarco, op.cit., IV.
20
Ídem, VI.
21
Ídem, X.
22
Demóstenes, Contra Midias, 145.
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