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consciencia, en sentido estricto, que faltaba en las dos primeras Dimensiones, si
bien es de perfil uniconsciencial y, por tanto, muy menguada y constreñida. Es
como percatarse de la existencia de uno mismo y de la Creación, pero
contemplando y filtrando todo por el pequeño agujero de la propia identidad
física, en la que la mente ocupa un lugar destacado. La consecuencia es que se
llama realidad a la interpretación subjetiva y mental de lo Real, cuya auténtica
naturaleza y envergadura queda fuera de la capacidad de percepción. La
Tercera Dimensión se configura, así, como un ámbito de intersección e
interactividad entre las Dimensiones esencialmente físicas (Primera y Segunda)
y las puramente no físicas (Quinta y sucesivas), lo que es la razón de ser -como
se recogió al inicio de estas páginas- de que ―D-Mi‖ sea una gigantesca Matriz
Holográfica en las que modalidades de existencia como los seres humanos,
desplieguen experiencias vitales y espirituales que posibiliten la toma de
consciencia acerca de uno mismo como individuo (ego, personalidad) en la
suposición de ―vivir‖ singularmente, particularmente, fragmentadamente,
ajeno a la íntima Unidad de lo que Es. De hecho, esta es la Dimensión donde la
idea ficticia de separación de la Unidad alcanza su máxima expresión, si bien,
esto es: a la par, lo que permite la aparición de la consciencia, aunque se
encuentre atada a los dualismos y dicotomías derivados de la afirmación egóica
del ―yo‖, que conlleva la confrontación con lo que es ―no-yo‖ u ―otro‖, y a una
percepción lineal del tiempo (pasado-presente-futuro) y el espacio. En el
ejemplo de los seres humanos, empiezan a vivenciar esta Dimensión a los pocos
meses del nacimiento -cuando el bebé se concibe como ―yo‖ (por tanto, frente al
―otro‖), comenzando a expresar deseos y a forjar su ego y su personalidad- y,
en bastante casos, se mantienen en este nivel consciencial el resto de su vida
física.
+Cuarta Dimensión (―D-Fa‖) o Consciencia Arquetipal: Presenta analogías con
la Tercera, en cuanto continúa rigiendo la experiencia uniconsciencial. Sin
embargo, aquí ya no es egóica, y ahonda en la consciencia de unidad. Para ello,
―D-Fa‖ se conforma en lo que la ciencia contemporánea tildaría como
―escenario cuántico‖, pues la perspectiva uniconsciencial puede experimentar
simultáneamente en él diferentes alternativas y posibilidades vivenciales, lo que
fomenta la paulatina expansión de la consciencia hacia modalidades
pluriconscienciales que abren las puertas -como se verá de inmediato- a otras
Dimensiones. Esto significa que en la Cuarta conviven las nociones de
pertenencia grupal, por un lado, y de individualidad, por otro, existentes en la
Dimensiones Segunda y Tercera, aunque con características distintas.
Específicamente -en lo que a la pertenencia grupal respecta-, ya no es
inconsciente, sino que trasciende de lo grupal de especie para alcanzar un
estadio en el que se constata cómo las acciones de cada cual, afectan a la
Totalidad. En cuanto a la individualidad, se mantiene la experiencia de vivir en
un cuerpo (la Cuarta es la última Dimensión en la que esto sucede), pero el yo
no se liga a lo físico, sino a lo arquetípico -emociones, sentimientos, sueños…-,
desarrollándose la empatía, la telepatía, la sincronicidad (constatación del papel
de las causalidades, del principio de causa-efecto y de la Providencia), la