sierto, indomable y misterioso reducto de pampas y patagones, que se extendía hasta el estrecho de Maga-
llanes.
Los dilatados territorios del Sur habían suscitado la curiosidad de los europeos desde los días del Descubri-
miento, y entre los viajeros y expedicionarios célebres que reconocieron sus costas y regiones interiores a lo
largo de los siglos XVI, XVII y XVIII podemos citar a colonizadores, marinos, misioneros, exploradores y natu-
ralistas como Garay, Hernandarias de Saavedra, Bougainville, Anson, Cook, Cardiel, Mascardi, Falkner,
Villarino, Amigorena, Azara, etcétera.
La multiplicación del ganado caballar y vacuno traído por los españoles en los territorios de la actual
provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y Santa Fe, a favor de las excepcionales condiciones climáticas y
naturales de la pampa húmeda, había convertido a dicha región en el eje de la vida económica de indios y
blancos, y basta señalar en este sentido, para forjarse una idea aproximada de su importancia, que según
cálculos de don Félix de Azara un área de 42 mil leguas cuadradas contenía hacia 1750 la nada desdeñable
suma de 48 millones de cabezas de ganado cimarrón, esto es, sin dueño conocido. Los vastos territorios del
Sur, como dijimos, eran a comienzos del siglo XVIII el habitat de numerosas parcialidades indias, que se
escalonaban desde Tierra del Fuego hasta las cercanías del río Negro en yaganes, onas, alacalufes y
tehuelches, y desde la cordillera de los Andes hasta el Atlántico, en una amplia franja que abarcaba las
actuales provincias de Neuquén, Río Negro, La Pampa, sur de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires,
en huiliches, pehuenches, ranqueles, vorogas y pehuelches, etc. Las tribus que ocupaban esta última franja, y
que fueron en líneas generales las protagonistas más activas de la lucha contra el blanco, o huinca,
pertenecían -con la excepción de algunos grupos de dudosa raíz autóctona al gran tronco mapuche (de
origen chileno, como generalmente se admite), y habían comenzado a ocupar dichas regiones en el
momento mismo de la Conquista (siglo XVI).
El problema de la dispersión de los araucanos (o mapuches, en un sentido más genérico) por las pampas
argentinas se ha prestado desde temprano a las más diversas y opuestas conjeturas, y aun en nuestros días
no se ha elaborado una síntesis satisfactoria y más o menos definitiva sobre tan compleja cuestión. De todos
modos parece evidente que los mapuches comenzaron su lento proceso de migración hacia las fértiles tierras
del Este sobre el filo del siglo XVI. como lo prueban algunos documentos relativos a sus tratos comerciales
con los indios de la vertiente cordillerana oriental, que los habían antecedido en la ocupación.
La presencia de los araucanos es ya evidente a comienzos del siglo XVII, y hacia 1708 se los encuentra plena-
mente asentados sobre el río Quinto y en las proximidades de Salinas Grandes, efectuando arreos de ganado
cimarrón hacia Chile; e inclusive se tienen referencias, una década después, de sus guerras contra los
tehuelches, que venían avanzando a su vez desde el sur patagónico.
El proceso de penetración desde Chile se verificó en forma lenta y sostenida, en estrecha vinculación con el
empleo del caballo, la relativa debilidad de los primitivos pobladores y la fabulosa riqueza tanto del ganado
cimarrón como de la fauna autóctona (guanacos, avestruces y ciervos pampeanos), que constituían el núcleo
de su nueva economía cazadora.
Los mapuches -que antes de convertirse en cazadores y depredadores de las llanuras, por asimilación del
caballo, habían sido agricultores superiores- impusieron muchos de sus rasgos culturales a los núcleos
pámpidos y patagónicos que encontraron en su avance, en un proceso que se conoce con el nombre
de araucanización de la pampa. En esta intrincada madeja de préstamos y contactos intervinieron también
los blancos que se movían a lo largo de la línea de fronteras (contrabandistas, pulperos, vaqueadores,
misioneros, pobladores, soldados, etc.), quienes, a su vez, hibridaron fuertemente muchas de las pautas
culturales indígenas.
Ganado cimarrón, cautivos y tributos