Arte Erotico

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About This Presentation

Significado, interpretación y representaciones más destacadas del erotismo en las distintas culturas y etapas históricas


Slide Content

El erotismo
en la
Historia del
Arte

Realizado por:
Ars erótica
http://ars-erotica.blogspot.com
Profesores de Enseñanza Secundaria

ARTE ERÓTICO
Término aplicado al arte de contenido sexual, y,
especialmente, al arte que celebra la sexualidad
humana. Se deriva de eros, la palabra griega para el
amor físico por otra persona (en oposición a ágape, el
amor espiritual y desinteresado po un dios). La
imaginería del arte erótico puede ser tanto de
sexualidad explícita como implícita, siendo los ejemplos
de esta última más comunes en muchas culturas,
debido tanto a los códigos de conducta como a la
mojigatería y la censura. La mayoría de las obras de
arte de sexualidad explícita en el mundo occidental han
sido producidas como parte de un deseo general de
expresar la totalidad de la experiencia humana: muy
pocos artistas han hecho del erotismo su única
motivación. En muchas otras sociedades y culturas, no
obstante, el sexo ha proporcionado una más que
evidente fuente de inspiración.

. 1. ANTIGUAS CULTURAS.
Todas las antiguas culturas buscaron humanizar y
“sexualizar” el universo proyectando sus emociones y
actividades sobre los poderes espirituales que se
pensaba controlaban la naturaleza. Un tema básico en
muchas religiones antiguas fue la promoción ritual de la
fertilidad en la humanidad y el aprovisionamiento de
alimentos. La magia sexual fue también ampliamente
utilizada como defensa contra las fuerzas malignas, y la
sexualidad impregnó las creencias y los ritos que
marcan los ciclos de la vida humana. Así, los mitos, los
rituales y las artes de antiguas culturas, y de muchas
tradiciones continuadas enraizadas en ellas, expresan
una amplia variedad de temas sexuales. Las imágenes
eróticas se encuentran entre los más primitivos indicios
que sobreviven de la cultura humana en el período
Paleolítico entre 30. 000 y 10. 000 a. C..

Por lo general se acepta que este arte refleja
creencias relacionadas con la magia de la caza y
la pesca y con el totemismo. Relieves esculpidos
y relieves en cuevas en sitios como La Ferassie,
Angles-sur-L’Anglin, La Magdeleine y Le Portel
en el sur de Francia incluyen figuras con
pronunciadas vulvas y falos, con frecuencia
yuxtapuestos a imágenes de caza. Las
estatuillas de “Venus” paleolíticas encontradas
en Lausell, Francia, y Willemdorf, Austria, que
subrayan enormes pechos, estómagos
hinchados y vulvas son probablemente
emblemas de la veneración por la sexualidad
femenina y por la maternidad

Del período Neolítico comprendido entre 9. 000 y 7. 000
a. C. sobreviven muchas imágenes y artefactos eróticos.
Una piedra tallada de Ain Sakri en el desierto de Judea
(Londres, Museo Británico) representa quizás la más
antigua imagen de cópula humana. Con la llegada de la
ganadería, el papel del hombre en la procreación debió
haber sido bien entendido y altamente valorado: muchas
figuritas de mujeres, normalmente obesas y con la vulva
muy señalada, muestran imágenes asociadas de toros y
otros animales con cuernos. Algunas de las más
impresionantes imágenes neolíticas del culto de
fertilidad han sido encontradas en los yacimientos de
Çatal Hüyük y Hacilar en la meseta de Anatolia, en
Turquía. Estas han sido interpretadas como
representaciones de la Diosa Madre, la Madre de las
Bestias y la Unión Sagrada (la cópula ritual para
promover la fertilidad de la humanidad, de los animales
y de toda la naturaleza).

Figuritas groseramente esculpidas y falos de caliza han
sido encontrados en varios yacimientos neolíticos en
Inglaterra, tales como Maumbury Rings, Dorset
(ejemplos en Dorchester, Dorset); en Grimes Graves,
Norfolk, fue encontrada una estatuilla de caliza de una
mujer obesa asociada a falo y testículos (Londres,
Museo Británico), lo que se considera como evidencia
de un ritual de fertilidad.
Hacia el 3. 000 a. C. las grandes civilizaciones de
la Edad del Bronce de Egipto y Mesopotamia habían
evolucionado desde la cultura de los poblados
neolíticos. Mientras que las interpretaciones del arte
primitivo pueden ser sólo materia de conjetura, los
textos escritos de estas antiguas civilizaciones iluminan
el simbolismo religioso y sexual de su arte

Los mitos egipcios de la creación se representan en
muchos papiros como parejas que copulan con
exagerados órganos sexuales, como el Papiro de
Tameniu, de la 21 dinastía (c. 1075-950 a. C, Londres
Museo Británico). Grandes estatuas itifálicas de Min de
Coptos, dios de la creatividad masculina y del placer
sexual, han sido encontradas en Coptos, y la misma
figura también aparece con el faraón Remsés III (siglo
XII a. C) en el templo funerario de este último.
El culto de Isis y Osiris fue celebrado en muchas
imágenes eróticas, y el dios itifálico Bes, patrón de las
prostitutas e iniciador de la magia sexual, también fue
pintado con frecuencia. El arte mesopotámico es rico en
sellos cilíndricos y placas de terracota: colecciones de
estos objetos (N. York, Metropolitan; Paris, Louvre;
Oxford, Ashmolean; y Londres, museo Británico)
contienen numerosas imágenes desnudas de la diosa
Inamia-Isthar, con frecuencia en variadas posiciones
del coito, así como escenas de actividad sexual de sus
sacerdotes.

El arte de la edad del bronce y de la Europa
céltica se relaciona a veces con la Madre Tierra
como un símbolo de fertilidad sexual, pero más
frecuentemente se encuentran guerreros
itifálicos: se ven muchos ejemplos en los
grabados de las rocas de Suecia y del sur de
Europa. Se ha encontrado a lo largo de toda
Europa estatuillas y joyas con claro significado
sexual. Una de las más notables imágenes
eróticas -que una vez se pensó que eran de este
período- es el Gigante de Cerne Abbas, figura
itifálica de una ladera de Dorset que se creyó era
una representación de la divinidad romano-
británica Hércules Ogmios. Investigaciones a
mediados de los 90 indicaron que probablemente
es mucho más tardío

En África, las ceremonias de iniciación y los ritos
de fertilidad han proporcionado imaginería sexual
durante milenios, aunque no está claro si tales
imágenes ha pretendido ser eróticas. Rocas
grabadas que datan de 5. 000 a. C. en Ti-n-Lalan
en Libyan Fezzan representan una criatura
semihumana con un enorme pene, cabeza
canina y rabo, a veces copulando con una mujer.
Entre los Dogon de Sudán occidental, el diseño
de máscaras, vestidos e incluso casas presenta
un fuerte simbolismo sexual. En el sur de Etiopía
se estima que hay unas 10.000 columnas de
piedra fálicas, algunas de hasta 6 metros de
altura, que son de origen antiguo, pero que
todavía eran veneradas en el siglo XX.

El falo ha sido visto desde hace mucho como
símbolo del poder masculino, y las imágenes de
algunas deidades como Legba y Eshu, con sus
penes prominentes, se pueden encontrar todavía
a lo largo de África occidental. De forma
parecida, los Yoruba de Nigeria, ha hecho
esculturas de bronce de la divinidad femenina
Onile luciendo su vulva, y tales imágenes se
incorporan también a máscaras ceremoniales.
No obstante, la escultura más sexualmente
explícita suele ser más bien educativa que
erótica, y en muchas culturas el arte más erótico
es la escarificación (forma de arte consistente
en crear en la piel una trama de pequeñas
incisiones con finalidad decorativa).

Los aborígenes australianos graban también sus
leyendas en las rocas y pinturas, con frecuencia de
contenido sexual. Los ejemplos sobre paredes de roca
en Djilgu, en el noroeste de Australia, muestran los
espíritus fálicos del rayo y el espíritu del yame salvaje
Ungamin, cuyo pene eyaculando representa un yame
enorme. En otras islas del Pacífico, la imaginería erótica
fue encontrada sobre todo en las construcciones
ceremoniales. Por ejemplo, un poste de madera labrado
de forma muy elaborada que sostiene el techo del haus
tambaran en Sepik River, área de Nueva Guinea,
mostraba a una mujer desnuda exhibiendo su vulva, e
imágenes similares (conocidas como dilukai), eran
también características de las fachadas de las casas
sagradas de las fraternidades de los hombres solteros,
en Palaos, en Micronesia. Las dilukai eran
acompañadas por procesiones de hombres itifálicos que
portaban regalos.

Divinidades sexuales fueron frecuentemente
descritas en el antiguo arte mesoamericano. El
Códice de Dresde, del período clásico maya (c.
250-900 d. C.), muestra al viejo dios Mam
copulando con la joven diosa de la procreación y
del amor Ix Chel, y la misma pareja aparece con
frecuencia abrazándose en terracotas
contemporáneas. Por contraste, estatuillas de
cerámica groseramente itifálicas fueron
producidas en las culturas de los modernos
estados de Colima y Michoacán. Una magnifica
figura azteca de mujer denuda agachada en el
parto, del siglo XV, se piensa que representa a
Tlazoltéotl, la diosa de la fertilidad y la
sexualidad, dando a luz al dios del maíz, Cintéotl

En Perú, han sido excavadas numerosas tumbas que
datan de culturas sucesivas, y en la mayoría se han
encontrado vasos figurativos para beber que contenían
bebidas alcohólicas para consolarse de la muerte en el
más allá. La civilización Moche, del siglo I al VIII de
nuestra era, fue la más prolífica y variada en la
producción de este tipo de cerámica, y muchos de estos
vasos eróticos están ahora en el Museo de Arte de Lima
y en el Institute for Sex Reserch de la Universidad de
Indiana, en Bloomington.
Cacharros con asas- pitorros en forma de estribo
representan los genitales masculinos y femeninos.
Motivo favorito es el del hombre sentado sosteniendo su
enorme falo. La principal abertura está en la parte
superior de su tocado, pero el líquido chorrearía de las
perforaciones debajo del borde si uno tratase de beber
de allí, de modo que nos vemos forzados a chupar del
pequeño agujero en el glande del falo-pitorro.

En la religión y la mitología de la Grecia y Roma
clásicas, las historias de amor de los dioses eran de
vital importancia, no sólo como poderosa inspiración
erótica sino como representación de la fertilidad en la
naturaleza. Sexo, religión y magia estaban
estrechamente entretejidos: objetos de arte, desde
lámparas y vasos hasta pinturas y esculturas, muestran
actividades sexuales explícitas de una manera
completamente abierta. Zeus o Júpiter, rey del monte
Olimpo, es el héroe divino de muchas leyendas clásicas,
y sus conquistas amorosas están descritas en muchos
vasos griegos, lámparas y camafeos romanos.
Especialmente popular era la historia de su cópula con
Leda, esposa del rey Tíndaro de Esparta, bajo la forma
de un cisne. Relieves en mármol del siglo II d. C. del
Museo Arqueológico de Heracleion, Creta, y del Museo
Arqueológico Nacional de Atenas muestran la figura
desnuda de Leda ayudando al cisne a penetrarla,
animada por un Cupido desnudo

El cariño de Júpiter por la belleza juvenil de Ganímedes
fue también tema de muchas imágenes, ya que el amor
homosexual no sólo era considerado normal sino
incluso deseable en ciertos contextos. Así, las
seductoras figuras de Eros, dios del amor, producidas
por Praxíteles en el siglo IV a. C. fueron muy admiradas,
como lo fueron las de Afrodita, la diosa de la belleza
(Afrodita de Cnido, Afrodita de Delphi), que con una
mano se señalan la vulva para enfatizar su feminidad.
Vasos, platos, cuencos y copas fueron los regalos
más comunes en Grecia, y puesto que muchos estaban
dirigidos a amantes y cortesanas, las escenas explícitas
de sexo fueron comunes. Una copa atribuida a Skythes
(París, Louvre), muestra escenas de una orgía salvaje
con varios tipos de coito pintados con vívido detalle.

La religión justificaba todas las clases de amor sexual, y
la excitación erótica estaba dotada de un carácter sacro,
en gran medida debido a su asociación con el culto de
Dionisos, dios de la fertilidad y del placer. Así, dos
cuencos áticos (Londres, Museo Británico) muestran
rituales dionisiacos, con el dios rodeado de seguidos
sexualmente excitados.
El culto a Dionisos estaba caracterizado por el culto al
falo, que fue probablemente tomado de la deidad
egipcia Min de Coptos. Encontró expresión en los
monumentos fálicos de los templos dionisíacos, tales
como los erigidos por Karystios en Delos a comienzos
de la época helenística, y también en las crudas figuras
de Hermes con falos erectos que fueron populares
como símbolos de fertilidad de los campos.

Figuras similares que describen al dios de la fertilidad,
Príapo, se vieron favorecidas por los muy
supersticiosos romanos, que consideraban tales
imágenes fálicas como poderosos talismanes. Pruebas
abundantes de tales creencias se encuentran en las
ruinas de Pompeya, destruida por la erupción del
Vesubio en el año 79 d. C.: los ejemplos incluyen
amuletos y colgantes de la buena suerte en forma de
falos con alas y patas traseras con campanitas a ellos
unidas (Londres, Museo británico). Las lámparas
domésticas tenían colgantes en forma de falos, y las
mesas estaban sostenidas por figuras itifálicas. Con
frecuencia los suelos de mosaico estaban pintados con
un falo, y tales imágenes se incorporaban con
frecuencia a los muros, y también en las lápidas

Los etruscosLos etruscos primitivamente habían asociado la
muerte con una renovación de los poderes
sexuales, y la Tumba del Toro en Tarquinia
(siglo VI a. C) incluye dos pinturas murales de
figuras copulando, acompañadas de animales.
Los paralelos entre la sexualidad humana y la
animal fueron descritos en escenas bestiales en
los muros de los templos romanos en honor de
Príapo, y una famosa escultura encontrada en
pompeya (ahora en el Museo Y galería Nacional
de Capodimonte, Nápoles) muestra a pan
copulando con una cabra. El escultor inglés
Joseph Nollekens hizo una copia en terracota
(Londres, museo Británico) mientras vivía en
Nápoles en la década de 1760.

PompeyaPompeya nos dan una valiosa visión del arte erótico
romano de mediados del siglo I a. C. En la Casa de los
Vetti hay una pintura de una deidad que se pesa su
enorme falo con un par de balanzas contrapesadas con
fruta y cosechas.
Las escenas de prostíbulo muestran relaciones
sexuales de todo tipo y en todas las posiciones,
representando una filosofía del amor humano derivada
de los ahora perdidos tratados helenísticos ilustrados
sobre los modos de copular.
Alrededor de los muros de una habitación en la Villa de
los Misterios, 29 figuras de tamaño natural están
pintadas sobre un rico fondo rojo, representando lo que
se cree que son ritos secretos de iniciación del culto de
Dionisos. El dios es mostrado acariciando con ternura a
Ariadna mientras una mujer descubre un cesto que
contiene un enorme falo, y otra con grandes alas negras
blande una larga y delgada fusta sobre la espalda
arqueada de una joven. La calidad de la obra es
excepcional.

2. EL MUNDO OCCIDENTAL.
En el mundo occidental la globalidad del concepto de
erotismo está teñida de un trasfondo de tabúes. El
desnudo femenino parece dominar el arte erótico en
Occidente puesto que la mayor parte de la pintura ha
sido ejecutada por hombres. Raramente el desnudo se
pinta desapasionadamente, pues por su propia
naturaleza enciende los sentidos. Sin embargo, el poder
de su atractivo ha conducido a temérsele en la
civilización judeo-cristiana, y la consiguiente censura de
la sexualidad explícita en el arte se ha resuelto en obras
cuyo erotismo está deliberadamente velado y cuyo
poder erótico, de este modo, se ha incrementado
fuertemente

Mientras otras religiones han considerado el
placer sexual como una parte importante del
culto y han tratado las aventuras sexuales de los
dioses y de las diosas como textos sagrados, el
Cristianismo no es una religión sexual. Jesús se
mostró comprensivo con el estado del
matrimonio, pero la antipatía de San Pablo hacia
la unión de los sexos, se convirtió en la influencia
más poderosa. Y puesto que la Iglesia fue unos
de los principales patrones de las artes en
Occidente hasta el siglo XVIII, el proceso tuvo un
profundo efecto sobre la pintura y la escultura y
llevo a una inconfundible tradición artística en la
cual el contenido erótico de muchas obras fue
presentado de una forma implícita o codificada.

La Edad Media.
El erotismo no es común en el arte del primer período
cristiano y en la Edad Media. Las representaciones de
escenas eróticas suelen encontrarse, no obstante, en
contextos tanto religiosos como seculares. Eso ocurría
con los objetos de valor propiedad de gente rica, tales
como alhajas, muebles decorados y manuscritos. Los
ejemplos incluyen un juego de platos de plata (San
Petersburgo, Hermitage); el joyero Veroli, de marfil y
hueso, de finales del siglo XI o principios del XII
(Londres, Victoria y Alberto); y un espejo dorado del
siglo XIII (Frankfurt del Main, Galería del Estado), todo
decorado con escenas amorosas o motivos eróticos.
Refinadas miniaturas eróticas aparecen en los
manuscritos relacionados con Chaucer y Bocaccio
o La fuente de la vida y El jardín del amor (por
ejemplo, Douce Manuscript, del siglo XV, Oxford
Bodleian Library; o Las muy ricas horas del Duque de
Berry, c. 1411/13-16, Chantilly, Museo Condé)

Más fuerte es el Roman de la Rose o una escena en el Tapiz de
Bayeux (siglo XI) que muestra una pareja desnuda en la que el
hombre tiene una erección y extiende sus brazos hacia la mujer.
Otros muchos manuscritos medievales incluyen escenas
marginales altamente eróticas.
Iglesias de toda Europa estaban provistas de imágenes
eróticas de varias clases, muchas de las cuales han sido
destruidas. Las más obvias son las Shelag-na-Gig figuras de
fertilidad de mujeres desnudas exponiendo sus vulvas, que se
encuentran en algunas iglesias inglesas, y, especialmente,
irlandesas, sajonas y normandas. Normalmente fueron tomadas
de lugares de culto paganos e incorporadas a los muros de las
iglesias cristianas. Buenos ejemplos ingleses se pueden
encontrar en la iglesia de Santa María y David en Kilpeck,
Hereford & Works, y en la iglesia de Oaksey, cerca de Leicester.
Muchos ejemplos irlandeses se encuentran ahora en el Museo de
la Real Sociedad de Anticuarios de Irlanda, en Dublín. Una
inusual variante sobre la ventana de la iglesia de Whittlesford,
muestra una Shelah-na-Gig en un lado y un hombre itifálico
enfrente de ella.

Figuras femeninas similares se encuentran por toda
Europa (por ej. los capiteles de la catedral románica de
Piacenza). Las Shelah-na Gig tienen sorprendentes
semejanzas con las heráldicas figuras de Sepik River
de Nueva Guinea y en su concepción están
relacionadas con el gigante itifálico de Cerne Abbas.
La imaginería erótica puede también encontrase
en los capiteles, claves y misericordias de las
iglesias románicas y góticas de toda Europa. Los
ejemplos incluyen a un diablo con una gran erección
en la Catedral de Hereford; parejas en la posición del
69 en el coro escuela del castillo de Montreuil
Bellay (Maine-et-Loire) y en la iglesia de San
Gregorio de Valladolid; parejas desnudas que se
abrazan en la catedral de Módena; y parejas que
copulan en la catedral de Toledo y la iglesia de San
Martín en L’isle-Adam (Val d’Oise) en Francia. Esta
erótica dispersa no era tanto prueba de la liberalidad
de la Iglesia como de la astucia desprovista de arte de
los artesanos empleados.

1500-c. 1700.
El nuevo humanismo del Renacimiento en Italia durante
el siglo XV, con su renovado interés en el mundo de la
antigüedad clásica, llevó a cambios espectaculares en
el progreso de las artes. Las vergonzosas
connotaciones asociadas con la desnudez per se,
comenzaron a desaparecer, y con el incremento del
mecenazgo secular ilustrado, el control de la Iglesia
sobre las artes se debilitó, aunque continuó siendo la
mayor fuente de patronazgo tanto en el norte como en
el sur de Europa. Los asuntos religiosos predominan en
el arte de la época, pero los temas eróticos o de tono
subido están presentes frecuentemente. Ciertas
historias del Antiguo Testamento eran ideales para un
tratamiento erótico, tales como Susana y los viejos
(pintadas por artistas como Tintoretto, Domenichino y
Guido Reni), José tentado por la mujer de Putifar
(Tiziano, Guercino, Veronese) y Lot cometiendo
incesto con sus hijas (Rafael, francesco Furini)

La más poderosamente erótica es la historia de
Judith, que sedujo al comandante enemigo
Holofernes y luego le cortó la cabeza mientras se
recuperaba de los ejercicios físicos del coito.
Este fue un tema favorito de artistas del norte
como Lucas Cranach el Viejo y Hans
Bandung, y en Italia fue pintado por Mantenga,
Giorgione y Tiziano, entre otros.
La versión de Tintoretto (c. 1555, Madrid,
Prado) expresa el erotismo subyacente de la
muerte violenta, y la pintura de Artemisia
Gentileschi (c. 1613-14), Florencia, Uffizi) es
especialmente interesante como una de una de
las más tempranas pinturas eróticas de una
mujer artista.

La figura más obvia para la representación erótica en el
Nuevo Testamento fue María Magdalena. Francesco
Furini la retrató (Dublín, Nacional Gallery) en un
desnudo frontal de cuerpo entero en estado de
excitación, agarrando un crucifijo y acariciando un
cráneo. Más frecuentemente, no obstante, se nos
muestra de medio cuerpo con las manos cruzadas
sobre sus pechos desnudos y un aire de éxtasis en sus
facciones, como en las versiones de Tintoretto y
Guercino. Una pintura de Elisabetha Sirani (Besançon,
Museo de Bellas Artes y Arqueología) nos la presenta
apretando una fusta contra sus pechos desnudos, y la
representación de Tiziano (1554; Florencia, Pitti) nos la
muestra mirando arrebatada hacia el cielo mientras se
agarra su sedosa cabellera, dejando la totalidad de sus
pechos provocativamente expuestos

Las escenas de martirio también proporcionan temas
eróticos. Las santas Bárbara, Cristina, Catalina y
Margarita con frecuencia fueron pintadas desnudas,
azotadas por excitados torturadores. Santa Ágata fue
pintada por Sebastián del Biombo (1520; Florencia,
Pitti) con dos hombres arrancándole los pezones con
tenazas.
Los patrones homosexuales con frecuencia
encargaban el Martirio de San Sebastián. Los
ejemplos del Sodoma (1525; Florencia, Pitti) y Guido
Reni (Roma; Museo Capitolino) muestran unos bellos e
idealizados desnudos masculinos atravesados por
flechas y luchando por liberarse, al tiempo que miran
hacia arriba con una expresión que mezcla la agonía
con el éxtasis. La homosexualidad estaba condenada
por la doctrina cristiana, pero tales artistas, como
Perugino y Sodoma fueron capaces de ocuparse de
tales intereses

Quizás el más significativo icono homosexual fue el
David de Miguel Ángel (1501-04; Florencia, museo de
la Academia, que, en retrospectiva, puede ser visto
claramente como expresión de la propia preferencia
sexual del artista. Encarna la representación de la
atracción y la excitación de la sexualidad masculina, y
por ello es comprensible (aunque no menos lamentable)
que se añadiese una hoja de parra, para horror de
Miguel Ángel, con que ocultar la figura de su poderosa
masculinidad. La ofensa no fue rectificada hasta
principios del siglo XX. Muchas de las pinturas de
jóvenes desnudos y figuras mitológicas del Caravaggio
muestran un similar grado de implicación homosexual,
la más provocativa de las cuales es el Cupido
victorioso (c. 1603; Berlin, Gëmaldegal).

Figuras de la mitología griega rivalizaron con los santo y
personajes bíblicos, proporcionando oportunidades si fin
para las representaciones eróticas. De estas, Venus fue
la más popular. El Nacimiento de Venus de Botticelli
(c. 1484; Florencia, Uffizi), la Venus dormida de
Giogione (1505-10; Dresde, Gëmaldegal.) y la Venus
de Urbino de Tiziano (c. 1538; Florencia, Uffizi) pueden
todas de distinta forma reconocerse como la
personificación de la belleza sexual. El apetito amoroso
de Júpiter era notoriamente inagotable y la inspiración
que él puso en sus cortejos inspiró a la mayoría de los
pintores del período, en el norte y el sur de Europa. Así
Dánae y la lluvia de oro fue objeto de imágenes
eróticas de Jan Gossaert, Tiziano, Correggio,
Tintoretto y Veronés, entre otros., y Leda y el cisne
fue pintado por Tiziano, Correggio, Bronzino, Lorenzo
di Credi y Perino del Vaga.

Rafael ejecutó un dibujo de Leda (Castillo de Windsor,
Biblioteca Real) después una famosa pintura (c. 1510,
paradero desconocido) de Leonardo, con la princesa
desnuda de pié en un prado florido abrazando al cisne.
Miguel Ángel pintó el desnudo Leda en 1529, con el
cisne entre sus piernas después del coito, el cuello entre
sus senos y su pico tocando los labios. Un ala se
agitaba en el aire mientras la princesa se sumergía en
sus almohadas en el agotamiento postcoital. En el siglo
XVII la pintura fue destruida por obscena y se conoce
solamente a través de copias y grabados.
El más notorio de los trabajos eróticos de Rafael
son sus frescos sobre el tema de la Historia de Venus,
ejecutado hacia 1515 para el baño del cardenal
Bibbiena, en el Vaticano. Fueron cubiertos en el siglo
XIX y ahora se encuentran en pobres condiciones y
están prohibidos a los visitantes

Uno de los más celebrados de todos los escándalos
artísticos en la Italia del siglo XVI implicó al discípulo de
Rafael Giulio Romano. Fue la publicación hacia 1524
de Los sonetos de Aretino o Posturas, un libro
compuesto por grabados de Marcantonio Raimondi al
estilo de unos dibujos perdidos de Giulio Romano,
acompañados de sonetos en un lenguaje subido de tono
de Pietro Aretino. Cada pintura mostraba a un hombre y
a una mujer en diferentes posturas del coito. Todas las
copias de la publicación original parecen haber sido
destruidas, aunque una simple lámina se encuentra en
el Graphische Sammlung Albertina, de Viena, y otra sola
sobrevive en el Museo Británico de Londres.
Los intereses eróticos de Giulio pueden ser vistos en
los frescos mitológicos del Palacio del Té de Mantua.
Los dibujos perdidos de Aretino fueron probablemente
una serie de Los amores de los dioses. Tales escenas
eróticas fueron también producidas por Tiziano,
Francesco Primaticcio y Perino del Vaga pero son
conocidas hoy día solo a través de grabados.

El más prolífico grabador de temas eróticos de esta
época fue Agostino Carracci (ejemplos en Londres,
MB; París, Biblioteca Nacional; y Lyon, Museo de Bellas
Artes). El Museo Británico también tiene grabados
eróticos de Enea Vico al estilo de Parmigianino, de un
artista desconocido, según Jacopo de’ Barbari, y de
Giovanni del Porto.
En Francia, en el siglo XVI, Francisco I formó una
colección de arte erótico en el castillo de Fontainebleau
que incluía la antes mencionada Leda y el cisne, de
Miguel Ángel (destruida) y de Leonardo (de paradero
desconocido), así como Venus, Cupido, la Locura y el
Tiempo, de Bronzino (c. 1544-45; Londres, Nacional
Gallery), recientemente retocada. El Rey alentó el arte
erótico, y la escuela de Fontainebleau produjo muchas
escenas mitológicas (Venus ante el espejo y Marte y
Venus, ambas en París, Louvre), también retratos
desnudos de amantes de Francisco y de su sucesor
Enrique IV (Diana de Poitiers como Diana cazadora y
Dos cortesanas en el baño; ambas en París, Louvre).

Este arte galante en Francia continuó en el siglo XVII
con muchos dibujos eróticos de Poussin y escenas
mitológicas, tales como Sátiro descubriendo a Venus
dormida (Londres, Nacional Gallery) y Leda y el cisne
(Chantilly, museo Condé).
En la Europa nórdica, del siglo XVII, la Dánae de
Rembrandt (1636, San Petersburgo, Hermitage) y
Betsabé (1654; París, Louvre) sugieren íntimas ojeadas
a la vida privada del artista, y para ellas posaron su
esposa y amante, respectivamente. Su grabado
Ledikant (Lecho a la francesa, 1646) muestra a una
pareja haciendo el amor que se cree representa al
artista y a su amante Hendrickje Stoffels. Rubens
retrató a su esposa con muchos disfraces mitológicos, y
en Helena Fourment en bata de piel (1630-33; Viena,
Kunsthistoriches Museum) la pintó casi desnuda, quizás
acabada de salir de la cama.

El arte italiano del Barroco incluye muchas
representaciones de santos desfallecientes y extáticos
que sugieren una sexualidad reprimida. El más famoso
ejemplo es quizás la escultura en mármol, de tamaño
natural, de Bernini, El éxtasis de Santa Teresa
(1647-52) en la Capilla Cornaro en la Iglesia de Santa
maría de la Victoria en Roma, en el que la santa parece
encontrarse en la agonía del orgasmo al pié de un bello
y juvenil ángel. Cercana a la tendencia nórdica es la
Venus de Rokeby o Venus del espejo de Velázquez
(1650; Londres, Nacional Gallery), donde la diosa
desnuda parece un ejemplo muy contemporáneo de la
belleza española, al presentar su trasero a nuestra
mirada, observándonos a través del espejo sostenido
por un Cupido desnudo.

1700-c. 1900.
El siglo XVIII no sólo fue la Edad de la Razón sino también la
Edad del Placer. La pintura francesa del período refleja la
atmósfera amoral y el divertimento amoroso de la vida cortesana;
los placeres de las relaciones sexuales fueron celebrados con la
aprobación oficial, y Francisco I y Enrique IV fueron sucedidos
como patrones por el hedonista Luis XV y sus amantes. Artistas
que se especializaron en grabados de asunto erótico incluían a
Nicolás Lafrensen, Charles Eisen, Luis Biner (1744-c. 1800) y
Pierre Antoine Baudouin, todos los cuales disfrutaron del
patronazgo real.
El Museo Británico tiene un álbum de 68 acuarelas (la Historia
universal) que muestra escenas eróticas explícitas de la historia
bíblica y de la leyenda mitológica, con el escudo de la familia de
Orleáns en cada página. Felipe II, duque de Orleáns, fue un gran
admirador de Antoine Watteau, cuya Peregrinación a la isla de
Citera (1717; París, Louvre) es una nostálgica y poética alegoría
del amor, pero cuya Dama en la toilet (c. 1716-17; Londres,
Wallace) es una mirada íntima a un voluptuoso desnudo en el
dormitorio

El arquetipo del pintor francés del siglo XVIII fue
François Boucher, pintor cortesano de Luis XV, cuyo
tema favorito fueron las aventuras sexuales de Venus.
La amante del Rey, Madame Pompadour encargo una
serie de cuatro Amores de Venus en 1754 (Londres,
Wallace) así como una Venus, Mercurio y Cupido
(Berlín, Dahlem Skulsamml.) en la cual se muestra a
Mercurio con una erección. El rey presentaba a su
amante en seis escenas de erotismo rústico de
Boucher, que se cree fueron destruidas en 1871 en el
fuego del Palacio de las Tullerías, y que sólo se
conocen a través de viejas fotografías. Otra amante del
Rey, Louise O`Murphy, puede haber sido el tema del
Desnudo reclinado de Boucher (1752; Munich,
Antigua Pinacoteca; aquí, la muchacha de 18 años yace
sobre su estómago provocativamente desnuda, con
unas apetecibles nalgas que demandan ser acariciadas,
en la que ha venido a ser considerada una de las más
eróticas pinturas del desnudo femenino en el arte
occidental

La última amante del rey, la Condesa Du Barry,
favoreció a Jean-Honoré Fragonard, que se
especializó en aventurillas de alcoba con títulos tales
como Resistencia inútil (c. 1770; Estocolmo, Mmus.), y
Cupido robando un camisón (París, Louvre). Para el
castillo de Madame Du Barry en Louvenciennes pintó
una escena mostrando El desarrollo del amor (Nueva
York, Frick), pero su más famosa obra es El columpio
(1767; Londres, Wallace) en el cual una linda muchacha
sobre un columpio levanta sus piernas descubriendo
sus medias de satén a un excitado joven.
La joyería y los pequeños objets d’art utilizaban
con frecuencia temas sexuales durante este período en
Francia, Alemania e Inglaterra; por ejemplo, una cajita
de rape de Birmingham (c. 1765; Wolverhampton, A. G.)
tiene una falsa tapa que muestra a un soldado
copulando con una monja sobre un altar. Sin embargo,
el arte inglés, con frecuencia, trató el sexo de una forma
moralista, como con El progreso de Harlot, serie de
1732 (pinturas destruidas en 1755).

La fascinación de Hogarth por los temas sexuales está muy
claramente reflejada en dos series de pinturas llamadas Antes y
Después de 1730-31 (versión, Cambridge, Fitzwilliam), que relata
la violación de una joven. Los grabados fueron la forma más usual
de arte erótico: Los contrastes a la moda, o El zapatito de la
Duquesa sucumbiendo a la envergadura del pié del Duque ,
de 1792, es una visión satírica de la duquesa de York, mostrando
un par de piernas con zapatos femeninos en posición horizontal,
con un par masculino entre ellos. Los grabados eróticos de
Thomas Rowlandson forman una pequeña pero importante parte
de su producción total. Rowlandson fue amigo del crápula
Príncipe Regente (más tarde Jorge IV), para el que produjo una
serie de dibujos eróticos (Castillo de Windsor, Berks, Colección
Real). Su erótica data de sus últimos años y con frecuencia
contiene un fuerte elemento voyeurístico, con viejos que observan
a muchachas o a parejas que copulan. No obstante, podía
trabajar también con una vena cómica: una serie de diez
grabados de amantes de 1810 titulada Lindos jueguecitos para
jóvenes damas y caballeros: Con figuras de los viejos
deportes y pasatiempos ingleses (Londres, Museo Británico),
incluyen El caballero rural monta de nuevo, Felicidad rural o
El una silla y Nuevas hazañas en el arte de montar.

El artista suizo Henry Fuseli produjo también en
Londres arte erótico por esta época. Su famosa pintura
titulada La pesadilla (1781; Detroit, MI, Inst. A; y
1782-91; Weimar, Goethe-Nmus. Frauenplan), relata
una leyenda popular y muestra a una mujer desfallecida
sobre su cama con un demonio agachado sobre su
cuerpo. También produjo cientos de dibujos eróticos,
muchos de los cuales fueron quemados por su viuda:
aquellos que ha sobrevivido incluyen una imagen de la
década de 1820 de tres jóvenes desnudas en una cama
sirviendo a un hombre desnudo con una erección
(Londres; V&A). Las muchachas tienen peinados
exóticos que nos hablan del conocido fetichismo de
Fuseli por el pelo de las mujeres. Otro ejemplo de hacia
1815-29 muestra dos jóvenes elegantemente peinadas
en actividad lésbica delante de un espejo.

La celebración abierta de la sexualidad en mucho arte
del siglo XVIII encontró poco paralelismo en el arte del
siglo XIX, que, paradójicamente, demostró ser un
período más obsesionado con el sexo que ningún otro
con anterioridad. En Inglaterra, la intensa mojigatería de
John Ruskin tuvo significativa influencia en las artes.
Después de la muerte de J. M. W. Turner, Ruskin
destruyó ciertos dibujos del artista que consideró
censurables, pero afortunadamente algunas piezas,(e.
g. Venus y Psyche; Londres, Tate), han sobrevivido, así
como la colección de los cuadernos de bocetos del
museo Británico. Excepcional es una hoja separada, de
una mujer realizando una fellatio a un hombre, por un
lado, y por el otro, un primer plano a plumilla del pene
de un hombre entrando en la vulva de una mujer;
también un boceto de acuarela con un Sileno desnudo.

Por toda Europa el arte neoclásico contuvo los
trasfondos fuertemente eróticos. El Cupido y Psyque
de Antonio Cánova (1789-93; París, Louvre), chocó
profundamente a Wordsworth pero excitó sexualmente a
Flaubert, mientras los mármoles de Bertel
Thorwaldsen, tales como Cupido recibido por
Anacreonte (1823-24; Copenhagen, museo
Thorwaldsen) fue altamente valorado en algunos
círculos por sus fuertes implicaciones homoeróticas.
Los desnudos pintados por Ingres, tales como La
bañista de Valpinçon (1808; Paris, Louvre) y la Gran
Odalisca (1814; París, Louvre), delatan una obsesión
con la atracción sexual del cuerpo femenino, y el Baño
turco (completado en 1863; París, Louvre), con sus
masas de desnudos y mujeres entrelazadas, parecen
representar la visión de los lujuriosos deseos de un
anciano. En el museo Ingres de Montauban hay una
colección de cuidadas copias del artista de grabados
eróticos italianos del siglo XVI.

Para los artistas románticos franceses la violencia
añadía un ingrediente esencial al erotismo, por ejemplo
en La matanza de Quíos de Eugène delacroix (1824;
París, Louvre). El ejemplo obvio es Théodore
Gericault, cuyas escenas de dormitorio, como Los
amantes (1815-16; París, Colección privada Dubaut) y
El beso (1822; USA, colección privada), despliegan un
inquietante trasfondo que es aún más claro en Desnudo
torturado (c. 1817; Bayona, Museo Bonnat), y sus dos
esculturas Ninfa atacada por un sátiro (c. 1818-19;
París, Colección privada Rollin; y Buffalo, Nueva York,
Albright-Knox A. G.) Avanzado el siglo, el realismo de
Gustave Courbet fue una reacción directa contra los
excesos del Romanticismo, y sus desnudos eróticos,
como Mujer con loro (1866) y Desnudo en las olas
(1868; ambos en el Metropolitan de Nueva York)),
chocaron a mucha gente por su alegada “fealdad” y
franqueza.

Khalil Bey, antiguo embajador turco en San
Petersburgo, encargó a Courbet dos pinturas que
causaron escándalo en los 60. El sueño (1866; París.
Petit Palais), muestra dos mujeres desnudas abrazadas,
relajándose en la cama tras haber hecho el amor, una
de las pocas obras mayores sobre el tema lésbico del
arte occidental. El origen del mundo (c. 1867; París,
Museo d’Orsay) muestra el torso de una mujer desnuda
con las piernas separadas, centrando la atención en la
vulva. Esta pintura, que fue ensalzada por Edmond de
Goncourt en 1889, estuvo desaparecida hasta bien
avanzado el siglo XX, cuando fue encontrada en la
colección del psicoanalista Jacques Lacan.
Edouard Manet también atrajo la controversia. Su
Almuerzo sobre la hierba (1863; París, Museo
d’Orsay) provocó una violenta protesta porque mostraba
a una mujer desnuda, de picnic con dos hombres
vestidos, en un ambiente contemporáneo más que
mitológico.

De forma similar, su Olimpia (1863; París,
Museo d’Orsay) fue atacada en el Salón Oficial
de ese año sobre la base de que su título
mitológico pretendía oscurecer el tema de la
pintura, una prostituta echada en la cama. Estas
dos pinturas fueron muy significativas para el
posterior desarrollo del arte moderno, pero, sin
embargo, la obra más aclamada en el Salón de
1865 fue El nacimiento de Venus (1862; París,
Museo d’Orsay) del muy respetado Alexandre
Cabanel, una excitante y provocativa pin-up que
pretendía representar a una diosa clásica. Esta
fue comprada por el Emperador Napoleón III,
quien públicamente había condenado a Courbet
y Manet por obscenos.

Tal hipocresía también reinaba por esta época en la
Real Academia de Londres, donde pinturas como En el
tepidario, de Sir Lawrence Alma-Tadema (1881; Port
Sunlight, Galería de Arte Lady Lever), fue alabada como
clásica y noble a pesar de su clara intención de excitar.
La lindeza y superficialidad de estas pinturas, contrasta
fuertemente con los esfuerzos de artistas que estaban
tratando de profundizar en la naturaleza de la
sexualidad. Edgar Degas, por ejemplo, hizo una serie
de monotipos que describían la vida en los prostíbulos
de París en los 80; estos mostraban una compasión
auténtica por las internas y con frecuencia describían
las relaciones lésbicas que florecían entre ellas. Henri
de Toulouse-Lautrec compartió con Degas la
fascinación por el mundo de las prostitutas y pintó al
menos 50 escenas de prostíbulo en los 90, de las
cuales Al salón: Rue des Moulins (1895; Museo
Toulouse-Lautrec de Albi) es excepcional.

Hacia finales del siglo XIX la asociación del sexo con la
muerte se convirtió en una característica de los artistas
relacionados con la decadencia y el declive. Uno de sus
temas característico fue el de la mujer como diosa
misteriosa que usa su sexualidad para dominar a los
hombres. Los primeros ejemplos incluyen la Beata
Beatriz (1863) y Proserpina de Dante Gabriel Rossetti
(1874; ambas en la Tate), que parecen exudar un
perturbador erotismo. En Francia, Gustave Moreau
personifica su visión de la mujer en el personaje
histórico de Salomé, y sus pinturas de Salomé
danzando (1876; Los Ángeles, CA, Museo Armand
Hammer) y La aparición (1876; París, Louvre) fueron
hechos famosos por Joris-Karl Huysmans en su
novela A Rebours. En La aparición una casi desnuda
Salomé gesticula hacia la severa cabeza de San Juan
Bautista, que se mantiene en el aire delante de ella,
chorreando sangre.

En 1894 Oscar Wilde publicó un drama titulado Salomé
que fue ilustrado con 17 dibujos de Aubrey Beardsley.
J’ai baisé ta bouche (1893; Londres, V&A) presenta a
la muchacha acariciando la grave cabeza que acaba de
besar, mostrando así su triunfo sobre el Santo cuya
muerte ella ha causado. Otros dibujos de la serie fueron
censurados por su sugerida androginia y masturbación.
Las ilustraciones de Beardsley para la Lisístrata de
Aristófanes fueron publicados en una limitada edición
secreta en 1896 y son los más explícitos sexualmente
de todas sus obras, con su travestismo, cupidos que se
masturban y falos enormemente exagerados. El artista
cuyo trabajo probó lo más chocante fue el belga
Felicien Rops. En 1884 Rops produjo una serie de
imágenes titulada Los satánicos, una fantasía en la
que participa una mujer llevada al infierno, donde tiene
relaciones sexuales con Satán sobre un altar

Siglo XX
La hipocresía sexual que requería de tantos artistas
disfrazar o hacer correcto el erotismo en su obra
durante el siglo XIX, decayó considerablemente durante
el siglo XX, cuando un compulsivo grado de
autodescubrimiento se convirtió en característico del
arte erótico. El ferviente mujeriego Auguste Rodin
ejecutó 20 litografías extremadamente francas en 1902
para El jardín de los suplicios, y produjo muchos
dibujos tanto de relaciones heterosexuales como
lésbicas, así como de mujeres masturbándose (e. g.
Desnudo femenino reclinado; c. 1905; U. Londres,
Courtauld Inst. Gals.). Temas similares fueron dibujados
por el artista austriaco Gustav Klimt. Las ilustraciones
de Klimt para los Diálogos de cortesanas de Luciano
(publicado en 1907), y la obra gráfica de 1910 a 1917
incluyen muchas amantes lesbianas, parejas
heterosexuales en variadas posturas de cópula, y
mujeres explorando sus cuerpos y masturbándose.

Klimt estuvo obsesionado por la imagen de la femme
fatale, que aparece en su Judith I (1901; Viene,
Museo 20 Jhts), pintura de una mujer medio desnuda
con la boca abierta a garrando la grave cabeza de
Holofernes, y su Mito de Danae (c. 1905; Colección
privada Graz), en la cual una mujer desnuda es
pintada masturbándose en posición fetal.
El contemporáneo de Klimt, Egon Schiele también
vivió en Viena, donde los escritos de Sigmund Freud y
Otto Weininger acababan de ser publicados. La obra
erótica de Schiele refleja las profundas tensiones
emocionales del período, sin la sensual excitación de
Klimt. Independientemente de que pintara hombres,
mujeres, su propio cuerpo o chicas jóvenes (un
asunto que le costó 24 días de prisión en 1912),
Schiele se concentraba en la sexualidad esencial de
la figura, teniendo gran cuidado de mostrar los
genitales.

Las imágenes de Egon Schiele describen
un erotismo angustiado y solitario: por
ejemplo, en Muchacha reclinada con
vestido azul (1910; Nueva York, Colección
privada Stefan Ellis) la joven de mirada
ausente se ha levantado el vestido para
revelar los vívidos labios rojos de su vulva,
y en Autorretrato desnudo (1911;
Londres, Colección privada de Richard
Nagy), la culminación de toda una serie de
autoexámenes, el artista se pintó a sí
mismo agarrándose su pene erecto en un
solitario intento de autogratificación, como
alivio pasajero de la infelicidad.

Ocasionalmente, las imágenes eróticas de Schiele son
más positivas. Observada en un sueño (1911; Nueva
York, Metropolitan), muestra a una mujer desnuda
sonriente, abriendo los labios de su vulva, mientras en
El huésped rojo (1911; Nueva York, colección privada)
el artista se pinta a sí mismo con una gran erección roja
que está siendo reverencialmente atendida por una
mujer desnuda.
Otro artista cuyo erotismo reflejó los tiempos en los que
vivió fue el alemán George Grosz. Su desprecio por la
humanidad en general, y por la República de Weimar en
particular, se revela en dibujos ácidamente satíricos
publicados como Ecce Homo (1923) y Der Speisser
Spiegel (1924)

Grosz desenmascara la vida privada de las clases
dirigentes, reduciéndolas a su común naturaleza animal,
en visiones de una sexualidad hastiada: un asesino
sexual se restriega sus manos tras cometer un crimen
repugnante, y prostitutas que hacen ostentación de sus
encantos en calles y cafés, u ofrecen sus servicios a los
gustos pervertidos de abotargados capitalistas.
Para Pablo Picasso el erotismo fue una obsesión
consciente a través de su larga carrera. Su obra se
concentró en la forma femenina coherentemente, desde
los primeros bocetos de Barcelona hasta sus grabados
y pinturas, y su preocupación estuvo con toda la gama
de sentimientos eróticos, desde el amor al odio. Motivos
sexuales aparecen intermitentemente durante su Época
Azul y especialmente en las obras neoclásicas, tales
como una serie de dibujos de 1920 de un centauro
raptando a una mujer.

Hacia mediados de 1920 los múltiples aspectos de la
experiencia sexual de Picasso se han convertido en el
tema principal de sus esculturas, dibujos y pinturas (e.
g. Figuras junto al mar, c. 1931; París, Museo
Picasso); Dos figuras, 1933; París, colección privada).
Hacia fines de los 40 Picasso produjo un conjunto de
pinturas y dibujos de parejas copulando y una serie del
artista pintando y haciendo el amor a su modelo
desnuda. El tema fue continuado en grabados de
1963-65 y también en su Suite 347, y una serie de
aguafuertes de 1968 sobre el tema de Rafael y la
Fornarina, de Ingres. Aquí Picasso aparece como un
viejo que mira a una pareja copulando con una
expresión que mezcla la excitación con la añoranza: las
fantasías de un viejo pintor que retrocede al entusiasmo
de su juventud.
La concentración de Picasso en sus sentimientos
eróticos fue muy apreciada por los surrealistas, quizás
los más ávidos exploradores de la sexualidad del siglo
XX.

Los surrealistas eran conscientes de la naturaleza
revolucionaria de la expresión erótica sin restricciones y
estuvieron inspirados por el argumento de Freud de que
la sexualidad está en la raíz de toda creatividad. El arte
erótico surrealista posee una intensidad compulsiva
que puede tener un profundo efecto en el observador,
comunicándose con frecuencia con un directo nivel del
subconsciente. Sueños y pesadillas en la obra de Paul
Delvaux y Max Ernst, y los fetiches personales y
juegos sexuales (en la obra de Pierre Moliner y Hans
Bellmer) juegan todos una parte importante en la
imagineria erótica surrealista. Más que concentrarse en
los órganos genitales, los surrealistas prefieren
transformar la totalidad del cuerpo en un ruedo erótico
para experiencias excitantes. Por ejemplo, el tema de
René Magritte Violación (1934; Houston, TX,
Colección Menil) es la cara de una mujer donde los
pechos y el vello púbico representan los ojos y la boca,
y el cuello y la cara son también un falo entrando en la
vagina

. La joven virgen autosodomizada por su propia castidad, de
Salvador Dalí (1954; Nueva York, Colección privada Alemany)
describe el cuerpo desnudo de una mujer formado de partes
desmontables para pasar alrededor y admirarlo.
Pierre Moliner utilizó el fotomontaje para crear múltiples
imágenes de cuerpos masculinos y femeninos fetichizados (e. g.
Sur le Pavois, 1950s).
Hans Bellmer centra su atención enteramente en crear
imaginería erótica. Construyó la figura articulada de una joven
cuyas partes podían ser ensambladas de varias formas
diferentes. Die Puppe, una serie de fotografías que tomó de su
muñeca en 1934, expresaban un perturbador erotismo que ha
provocado controversia desde entonces. Los últimos dibujos y
grabados de Bellmer (e. g. Breve tratado sobre moral, 1968),
ilustran sueños sexuales de jovencitas y exploran las fantasías
sexuales de su autor.
La sexualidad de las muchachas es característica también de la
obra del francés Balthus, p.ej. El sueño de Teresa (1938;
California, colec. priv.) y Muchacha con gato (1937; Chicago, IL,
colec priv), En La lección de guitarra (1934; Boston, MA, Colec
priv) una mujer sentada acaricia a una muchacha que yace en su
regazo.

Los artistas británicos del siglo XX estuvieron
aparentemente menos preocupados con el erotismo que
sus colegas del continente, con la excepción de D. H.
Lawrence, cuyas pinturas fueron confiscadas por la
policía en su exposición de la Galeria Warren de
Londres, en 1929. No obstante, ciertos artistas
británicos mostraron un claro interés por la imaginería
erótica en su obra más privada. El artista religioso Eric
Gill consideraba que no debería haber conflicto entre el
catolicismo romano y la sinceridad sexual. Éxtasis, una
piedra grabada de 1910-11 (Londres, Tate) muestra a
dos amantes, y muchos de los dibujos de Gill en el
Museo Victoria y Alberto y en el Museo Británico, ambos
en Londres, se concentran en penes (flácidos y
erectos), vaginas y parejas que copulan (a veces con
las Mano de Dios bendiciéndolos

Stanley Spencer vió una clara conexión entre sexo
religión: para él, el éxtasis espiritual y sexual era lo
mismo, y referencias al fetichismo y la masturbación se
pueden encontrar en obras religiosas como Amor sobre
el páramo (1949-54) y Amor entre las naciones
(1935-36; all Cambridge, Fitzwilliam). La última fue una
serie de ocho pinturas pensadas para la nunca realizada
“Church-house”, para la que también pintó
Autorretrato con Patricia (1937; Cambridge,
Fitzwilliam) y Pierna de vieja desnuda (1937; Londres,
Tate), que son ambos desnudos del artista con Patricia
Preece, que llegó a ser su segunda esposa.
David Hockney no se centró exclusivamente en
asuntos eróticos, pero sus pinturas de muchachos
desnudos junto a piscinas, tales como Persona que
toma el sol (1966; Colonia, Museo Ludwig), y otras por
el estilo como aquella de su amante Peter,
semidesnudo sobre una cama (La habitación, Tarzana,
1967; Estados Unidos, colección privada), expresan su
fascinación por el amor homosexual.

David Hockney se hace más explícito en sus
Ilustraciones para 14 poemas de C. P. Cavafis, y su
grabado para el libro de Peter Webb, Las artes
eróticas (1975).
Lucien Freud pintó en 1979-80 El hombre desnudo y
su amigo, donde describe a dos hombres dormidos en
un sofá (Londres, colecc priv).Con frecuencia pintó a
mujeres desnudas, centrándose en los genitales, como
Rose (1978-79; Tokio, Sukejiro Itani).
Las obras de Allen Jones se relacionan directamente
con la imaginería sexual de la cultura popular. A Jones
le fascinaba la forma femenina en cuero y caucho, con
medias y altos tacones, en obras como Deséame (1968;
Londres, V&A) y Mesa (1969; Londres, Tate).

El artista americano de nacimiento, R. B. Kitaj,
que se asentó en Londres, expuso en 1977 una
serie de obras que intentaban casar el intelecto y
los sentidos. Estas pinturas explícitamente
eróticas incluían Comunista y socialista, Este
nudo de la vida y Su hora (todas en Londres,
Marlborough F. A.), en las que aparecen sexo
oral, cópulas y voyeurismo.
A finales del siglo XX hubo un mayor interés por el arte
erótico en los Estados Unidos que en Gran bretaña. Las
pinturas de Richard Lindner son con frecuencia
imágenes de mujeres colosales con corsés ajustados y
zapatos de tacón alto, llenas de una sexualidad
amenazante que quizás se relacionen con los primeros
años del artista como judío en la Alemania nazi (e. g.
Mujer, 1970; Inglaterra, colección privada).

Imágenes eróticas de mujeres dominan también la obra
de Tom Wesselmann , cuya serie cuidadosamente
pintada de Grandes desnudos americanos, desvelan
sus misterios en realistas escenas de dormitorio. La fría
objetividad de Wesselmann contrasta con la implicación
de Lindner. El humor del Pop Art impregna su obra,
como en Pintura de dormitorio Nº 20 (1969; Nueva
York, Galería Sydney Manis), imagen de un pene
enorme y brillantemente coloreado.
Otros muchos artistas americanos del Pop se han
centrado en el tema prohibido del pene, incluido Robert
Rauschenberg, Jasper Johns, Erigid Polk y Andy
Warhol. Jim Dine expuso su Serie de Londres, de
bonitas acuarelas de penes, en la Galería Robert Fraser
de esta ciudad, en 1966, un esfuerzo por divorciar el
teme de su habitual contexto pornográfico, pero la
muestra fue cerrada por la policía.

Robert Graham creó miniaturas de modelos de cera de
parejas copulando, y John De Andrea se especializó en
desnudos de chicas y parejas haciendo el amor, de
tamaño natural y fibra de vidrio y resina. En 1975 Claes
Oldenburg expuso dibujos de fantasías sexuales con
mujeres chupando y acariciando penes gigantes que
brotan por sí mismos de los cuerpos de sus
acompañantes.
Uno de los más controvertidos experimentos en
erotismo fue la exposición de Jeff Koons en la Bienal
de Venecia de 1990. La serie de Koons de esculturas
de tamaño natural y enormes grabados de fotopantallas
se titulaban Hecho en el cielo, y describían con
explícito detalle al artista y su esposa, La Cicciolina,
estrella húngaro-italiana del porno y miembro del
parlamento, haciendo el amor.

El arte erótico moderno en Dinamarca incluye los
obsesivos dibujos de parejas copulando de Ernst
Hansen, y los collages y pinturas surrealistas de
Wilhelm Freddie. Obras modernas de Suecia incluyen
los collages de Max Walter Svanberg y las historietas
de Ulf Rahmberg.
En Bélgica, Roland Decol pintó desnudos
asombrosamente fotográficos en escenas domésticas,
mientras en Francia Mario Tauzin produjo grabados
explícitos de lesbianas y parejas copulando, y Leonor
Fini siguió pintando imágenes extrañamente eróticas y
misteriosas.
Artistas holandeses como Karen Appel (escenas de
animales copulando con mujeres); Cornelis Doolaard
(pintó una extraña fantasía en la que se implicaba él
mismo con mujeres y animales), y Melle, produjeron
historias de implicaciones sexuales meticulosamente
pintadas.

Mientras tanto, el arte erótico en Alemania tendía a
acentuar la violencia sexual implícita, por ejemplo en las
obras gráficas de Horst Janssen y en las imágenes de
violación de Paul Wunderlich. Wunderlich también
produjo muchas obras sobre el amor lésbico y
homosexual.
En Austria Ernst Fuchs grabó intrincadas imágenes que
evocan un mundo de pesadilla de demoníaca energía
sexual, y un grupo de artistas practicó el body art.
Günter Brus, Otto Muehl, Hermann Nitsch y Vito
Acconci decoraron y al mismo tiempo dañaron sus
cuerpos desnudos en ritualizadas y con frecuencia
sensacionales performances. Tales ideas fueron
recogidas más adelante en distintas partes del mundo
po Rudolf Schwarzkogler, Stuart Brisley y Mickey
Greenhall.

Otro fenómeno característico del siglo XX tardío fue una
fuerte preocupación por el erotismo gay y lésbico. Con
la demanda creciente de los derechos homosexuales,
pintores como David Hockney se sintieron animados a
crear explícita imaginería gay, y otros artistas se
concentraron en expresar sus preferencias por los
hombres. Este es el caso de Robert Crowl y Lowell
Nesbitt (nacido en 1933) en USA, Philip Core, Mario
Dubsky, Michael Leonard y Jean-Marc Prouveur en
Inglaterra, Francisco López en España. Charles
Beauchamp en Francia, Rainer Fetting y Salomé en
Alemania, y Marcel Joosen y Hans van Manen en
Holanda.
En Inglaterra, Gilbert and George produjeron enormes
fotos de hombres jóvenes de formato cuadriculado y
brillantes colores que recuerdan las vidrieras de las
iglesias. Los títulos explican los temas: Polla, Culo,
Corrida, Fe sodomita, Polla sagrada

El fotógrafo norteamericano Robert Mapplethorpe
expuso imágenes que podrían ser bellas artísticamente
pero que estaban eróticamente cargadas. Hombre en
traje de poliester (1981) muestra a un hombre negro
visto sólo desde el pecho a las rodillas, con un enorme
pene fláccido colgando de manera informal de la
cremallera abierta de su traje. Marty y Hank (1982)
muestra a dos hombres haciendo sexo oral. La mayor
parte de la obra de Mapplethorpe explora la subcultura
sadomasoquista de Nueva York: en Autorretrato (1978),
el fotógrafo lleva botas de cuero y chaleco y tiene u
látigo insertado en el recto. Brian Ridley y Lyle Heeter
(1979) llevan cuero negro y pesadas cadenas, mientras
Elliot y Dominick (1979) toman parte en un ritual de
servidumbre.

Mientras que la mayor parte de la imaginería lésbica
había sido producida por hombres, en el siglo XX tardío
mujeres lesbianas comenzaron a crear sus propias
imágenes eróticas, inspiradas por las obras de Leonor
Fini y Tamara de Lempicka. Los ejemplos incluyen a
Kate Millet, Nancy Fried, Tee Corinne y Joan Semmel
(nacida en 1932).
La artista americaba Betty Dodson también produjo
meticulosos dibujos de mujeres desnudas ocupadas en
una relación sexual o en la masturbación. En Inglaterra,
Christia Berry exploró los temas sadomasoquistas en
sus montajes de suave cuero negro, y la artista sueca
de nacimiento, Monica Sjoo pintó mujeres desnudas en
íntimos abrazos (e. g. Amantes, 1975; colección de la
artista).

La fotógrafa holandesa Diana Blok y Marlo Broekmans
celebraron su propia relación y la de otras lesbianas en
su obra: en Átame para que pueda ser libre (1980),
cintas blancas forman el vínculo entre los cuerpos
desnudos, y en El mordisco (1980) los cuerpos están
superpuestos unos sobre otros mientras unos y otros se
muerden la oreja suavemente.
La Comida (1979), de Judy Chicago, una mesa
triangular que contiene cubiertos en forma de iconos
vaginales para 39 mujeres famosas, fue uno de los
ejemplos más influyentes de la crítica feminista del
patriarcado. Las artistas feministas evitaron crear una
imaginería que imitase las fantasías sexuales
masculinas, y algunas preferían evitar el erotismo
totalmente, pero otras eligieron centrarse en la imagen
del hombre. Nancy Grossman en USA y Mandy
Havers en Inglaterra produjeron esculturas de cuero
con elementos sadomasoquistas que llevaron a la
acusación de que estas artistas eran sensacionalistas y
antihombres., lo que las dos negaron.

Otras artistas preferían el desnudo masculino. Sylvia
Sleigh pintó a Philip Golub reclinado (1971; Nueva
York, Galería Solo 20), en la cual el modelo el
presentado desde atrás, yaciendo en un sofá y mirando
a un espejo que refleja no solo su cara sino también a la
artista pintándolo. Los roles tradicionales de tales obras,
como en La Venus del espejo de Velázquez, son así
invertidos. La posterior Imágenes dobles muestra a un
joven cubierto con una generosa cantidad de pelo visto
desde frente y desde detrás, mientras contempla la
visión desde otro espejo. La virilidad de tales imágenes
masculinas está bastante alejada de la belleza
andrógina de los desnudos del arte clásico y
renacentista. Desnudos masculinos eróticamente
inspirados han sido también pintados por Marta
Edelheit, Connie Green, Jillian Denby y Alice Neel,
mientras Eunice Goleen se ha centrado en fantasías
fálicas asociadas a penes erectos y masturbación que
expresan su fascinación con la forma en que el hombre
experimenta su propia sexualidad.

ASIA Y EL MUNDO ISLÁMICO.
India, China y Japón han producido una gran riqueza de
arte erótico, la mayor parte poco conocido en
Occidente. Las filosofías Indú, Islámica y Taoista
aceptan todas las relaciones físicas entre humanos
como naturales, admirables y bellas. La creación del
mundo es vista en algunas filosofías como resultado de
un proceso análogo a la actividad sexual humana, con
la deidad manifestando un rol sexual dual.
Los iconos de la naturaleza masculina y femenina,
representaciones de falos y vulvas son venerados como
encarnaciones de aspectos de la divinidad, y se
considera que la actividad sexual tiene un aspecto
religioso con un fin en sí mismo, más que un simple
medio para la procreación.

Así, en algunas culturas el sexo se ha convertido en un
ritual que debe ser aprendido, como puede verse en
numerosos manuales sobre la sexualidad e ilustraciones
de las posturas sexuales.
India. Posiblemente desde la primera civilización del
Indo (c. 2550-2000 a. C.), y ciertamente desde que los
Vedas fuero codificados (c. 1500-1200 a. C.), la
sexualidad fue concebida en la India como
intrínsicamente divina y el impulso sexual entendido
como indicación de la presencia de la creatividad divina.
Así, el placer sexual (en sánscrito kama) es uno de los
objetivos prescritos en la vida hindú ortodoxa.
Dentro de este contexto, el impulso sexual toma
expresión en dos formas: el linga, que representa el
pene, y el yoni que representa la vulva. Los ejemplos
más primitivos probablemente datan de los siglos I y II
d. C., y de no más allá del siglo VII hay ejemplos que
describen a los dos combinados en un icono, un cilindro
de tapa redonda de pie sobre un cuenco poco profundo

La imaginería erótica es también evidente en muchas
esculturas indias.
Los indicios más primitivos de escultura erótica son las
escenas de dampati, que representan a un hombre y
una mujer abrazados, vistos en emplazamientos
budistas desde el siglo II a. C. hasta el siglo II d. C.
En Mathura en particular, en los primeros siglos de la
era cristiana, hay muchas imágenes de parejas y
atractivas yaksis (espíritus femeninos de la naturaleza),
precursoras de las ninfas celestiales (apsarasas) con
frecuencia encontradas en esculturas más tardías.
Del período Gupta (siglo IV d. C.), una época de
grandes logros artísticos y culturales, las
representaciones de un aristocrático estilo de vida
comenzaron a emerger en la literatura.

Incorporando el antiguo objetivo del placer sensual
(kama), estas descripciones de la vida cortesana
estaban eróticamente significadas, con frecuencia
modeladas sobre una vida noble en los reinos
celestiales donde las ninfas divinas proporcionaban a
los héroes todas las formas del placer erótico
La atmósfera de esta literatura es capturada
visualmente en las pinturas Amanta. Este período vio
también la composición del más antiguo manual erótico
hoy existente, el Kamasutra de Vatsyayana.
Los templos decorados con esculturas que representan
escenas eróticas aparecen en el siglo V y continúan
hasta el XVII en el sur de la India. Quizás las más
famosas esculturas eróticas se encuentran en
Khajuraho y Konarak.

Las inscripciones indican que algunos templos tenían prostitutas
conocidas como devadasis (sirvientes de Dios). Los relieves de
los templos muestran figuras desnudas solas, parejas
representando una variedad de actos sexuales, y grupos
complejos, aparentemente ocupados en ritos orgiásticos. Las
fantásticas proezas sexuales ilustradas en estas esculturas sólo
pueden entenderse en relación con el Kamasutra.
Otra importante influencia sobre el desarrollo del arte
erótico en la India fue la aparición en el siglo VI d. C. de la
creencia esotérica conocida como Tantrismo que formalizó la
idea de la naturaleza divina del impulso sexual. El objetivo era
espiritual y la práctica fundamentalmente yóguica: sus
adeptos se excitaban y se ocupaban en una copulación
ritual. Pero más que para la consecución del orgasmo
eran entrenados para replegar la energía sobre sí
mismos y trasmitirla a través del sistema nervioso
central al cerebro, para experimentar así el gozo divino.

El Tantrismo se convirtió en una parte del budismo y
dio origen al “Vehículo del Rayo” (vajrayana), una
escuela que predominó en el Tibet desde el siglo VIII,
que produjo esculturas y pinturas murales de parejas
doradas y radiantes, sentadas juntas, en unión sexual.
En siglos posteriores aparecieron muchos álbumes de
pinturas eróticas relacionadas con las prácticas tántricas
(e. g. Amantes en una terraza, finales del siglo XVIII;
Londres, V&A). Finalmente, la fusión entre religión y
sexo encontró plena expresión en la representación de
los amores de Krisna y se convirtió en tema común de
las miniaturas del Rajasthan y de las colinas del
Punjab. Con frecuencia imbuidas de un profundo
sentido erótico, estas encantadoras miniaturas
transformaron la sexualidad común en amor divino y
ofrecieron así instrucción a sus educados devotos.

China.
El erotismo en el arte chino esta, con frecuencia,
religiosamente inspirado, aunque la imaginería es, a
menudo, alusiva y filosófica antes que explícita. La
principal influencia presente en este arte es el Taoismo
encarnado en el Yijing del siglo XII a. C. El concepto de
ying y yang, literalmente “sombra” y “luz”, refleja una
creencia en la unión de los contrarios como fundamental
componente de creación. Lo femenino (yin) y lo
masculino (yan) son otra expresión de su esencial
complementariedad. La unión de ambos proporciona un
contacto con la fuerza cósmica del Tao. Los antiguos
libros taoístas, tales como el Chen kao (“Las artes de
la alcoba”), nos son ahora sólo conocidos por sus
textos, pues sus explícitas ilustraciones han sido todas
destruidas; pero el simbolismo erótico aparece
frecuentemente en la imaginería china.

El dragón celestial sobre las togas de la aristocracia, la
porcelana imperial y artículos decorativos representa el
yang, mientras el dragón femenino con el hongo lingzhi
en su boca es el ying. Representan el cielo y la tierra, y
su acto sexual es la lluvia. Así, las nubes y la lluvia
(yunyu) son una imagen de la relación sexual en la
literatura y la pintura chinas. Del mismo modo, las
metáforas para el órgano masculino incluyen un
semental y un árbol, y para el femenino, un ciervo, un
loto y un durazno.
Las estatuas de parejas que se abrazan encontradas
en los templos de la tradición tibetana budista, usan la
imagen de la unión erótica del padre y la madre (yab-
yum) para representar la unión de la compasión y la
sabiduría. Escenas explícitas del acto de amar tienen
lugar en las acuarelas de los siglos XVI al XIX, por
ejemplo las Escenas íntimas del amor pausado (c.
1550), del artista de la apoca Ming, Jin Ying, e
ilustraciones para novelas eróticas como Rou Putuan
(“La alfombra de oración de la carne”).

Japón
El arte y la literatura japoneses están relacionados
desde la época más temprana con el acto de amar. La
religión Shinto da una explicación sexual para la
creación del mundo, y en las procesiones Shinto se
transportan falos gigantes y representaciones de
vaginas. Símbolos y talismanes de la fertilidad fálica,
figuras de la Diosa Madre y amuletos eróticos se
encuentran en los santuarios Shinto.
Excelentes contribuciones del Japón al arte erótico son
los shunga, grabados de madera coloreados que
glorifican el placer sexual. Se derivan de los “libros de
almohada” (rollos de grabados eróticos concebidos
como manuales para el conocimiento sexual, guardados
dentro de la almohada) que ya eran comunes en el
Japón hacia el siglo VIII.

Los shunga con frecuencia pintaban a cortesanas, que
proporcionaban un servicio esencial en la vida japonesa,
y con frecuencia obtenían un alto rango social.
Mezclaban las tareas de figurín, publicidad para las
cortesanas y libro-almohada. Algunos de los más
antiguos, como Las pinturas Yoshiwara de la
almohada, de hacia 1660 -obra del Maestro de Kanbun
(1660-73) y una guía para los placeres del sexo en 48
posiciones- fueron en realidad encargados por
cuidadores de burdeles. No obstante, los shunga
raramente pintan la desnudez. La generalización del
baño comunal en el Japón, ha despojado al desnudo de
implicaciones eróticas, y las prendas hermosas que en
parte disimulan o enfatizan los órganos sexuales se
consideran verdaderamente voluptuosas. Y puesto que
la exposición de los genitales no es infrecuente entre los
japoneses, los artistas han tendido a exagerarlos para
obtener un efecto dramático.

El primer gran maestro de shunga fue el artista del siglo
XVII Hishikawa Moronobu que fue el primero que
utilizó el vestido con efecto decorativo en su El elegante
libro de la almohada Yoshiwara (c. 1683).
En el siglo XVIII Suzuki Harunobu desarrolló la técnica
del grabado-bloque de cuatro colores, que le permitió
dar una atmósfera poética a sus escenas sexuales.
Probablemente el más grande artista shunga fue
Kitagawa Utamaro, que produjo los más delicados
ejemplos del género con álbumes como La canción de
la almohada (1788) y Doce horas de las Casas
Verdes (Seiro juniji tsuzuki, c. 1795). Su arte es
francamente sexual, como consecuencia de trabajar con
modelo, lo que no fue práctica habitual en el Japón, y
muestra un bien desarrollado sentido del diseño junto
con asombrosos efectos de color.

En el siglo XIX Katsuhika Hokusai produjo Modelos de
parejas de amantes (c. 1810) y también el más
sensacional de todos los shunga japoneses, el Sueño
de la mujer del pescador, que muestra a dos pulpos
haciendo el amor con una mujer desnuda.

Mundo islámico.
Aunque al Islam se le asocia con estrictos códigos de
conducta moral, el mundo árabe ha producido una gran
cantidad de arte y poesía eróticos. La sociedad islámica
aceptaba el sexo como una parte natural y necesaria de
la actividad humana, y los manuales de sexo tales como
El jardín perfumado del jeque Nefzawi, fueron
populares porque provocaban la satisfacción y la
armonía en el matrimonio.
Manuscritos ilustrados de poemas de amor y manuales
de sexo son las fuentes principales del arte islámico
erótico y muestran la fuerte influencia de las miniaturas
indias sobre los mismos temas. Las restricciones del
Islam hicieron del desnudo algo muy raro, pero los
poetas y los artistas hacen uso de metáforas eróticas
(tales como “cipreses erectos”, “labios de rubí” y
“fruta suculenta”) en la descripción de los amantes

Los ejemplos incluyen páginas en el estilo del maestro
persa Riza Abbasi (siglos XVI y XVII; Londres, V&A) y
volúmenes iluminados de los poemas de amor de los
poetas persas Saadi (Edimburgo, Biblioteca de la
Universidad) y Nizami (París, Biblioteca Nacional),
ambos del siglo XVII.
En una sociedad donde los sexos estaban segregados y
el adulterio fuertemente condenado, era natural que
florecieran las relaciones dentro del mismo sexo, de ahí
que el amor lésbico y homosexual aparezcan tanto en
los manuales de sexo como en los poemas de amor (los
ejemplos turcos incluyen la traducción del Koka Sastra
indio, del siglo XI, y los poemas de Atai, del siglo XIX,
ambos en el Museo de Estambul.

Historiografía y colecciones.
Las obras de arte sexualmente explícitas han sido
con frecuencia calificadas de pornográficas y esto
ha llevado a muchos escritores a intentar diferenciar
entre arte erótico y pornografía. James Joyce, por
ejemplo, creía que el arte era una experiencia
estética que excluía las emociones perturbadoras
suscitadas por la pornografía; el arte y la
pornografía eran, para él, por tanto, polos opuestos.
D. H. Lawrence escribió: “Puedes reconocer (la
pornografía) por el insulto que ofrece,
invariablemente, al sexo y al espíritu humano”. Para
él, la pornografía llevaba a la masturbación, lo que a
su vez llevaba a “atacar la autoconciencia”, mientras
que el arte erótico desviaba al espectador desde la
autoconciencia acosada a la “verdadera
individualidad”.

Steven Marcus escribió que el arte estaba en buena
parte preocupado con “las relaciones de los seres
humanos entre sí”, mientras que la pornografía “no
está interesada en las personas sino en los
órganos”.
Peter Webb describió la pornografía como
“cualquier material cuyo único propósito es excitar
el apetito sexual sin preocupación por una
respuesta estética”, y continuaba: “confundir
erotismo con pornografía es menoscabar nuestra
habilidad para apreciar algunas de las más
gratificantes experiencias del arte”. Otros
comentaristas (ver Peckam o Kronhausen),
encontraron imposible o innecesario hacer cualquier
distinción entre arte erótico y pornografía.

El pionero de los estudios sobre arte erótico fue Eduard
Fuchs, que publicó una serie de libros eruditos y
controvertidos en los primeros a años 20. Sus ideas
liberales fueron atacadas por algunos críticos, pero
Kenneth Clark defendió el potencial artístico del tema
erótico en El desnudo:
“Toda buena pintura y escultura de desnudo es
sexualmente estimulante…Ningún desnudo, a no ser
abstracto, debería dejar de levantar en el espectador
algún vestigio de sentimiento erótico, aunque sea una
sombra apenas perceptible”.
Lo Duca analizó el arte erótico desde una perspectiva
psicoanalítica como algo que hunde sus raíces en el
inconsciente colectivo de los mitos y fantasías sexuales.

Georges Bataille expresó una filosofía del
erotismo como un sentimiento conscientemente
intelectualizado que sólo es posible en un
contexto donde la sexualidad es reprimida.: “El
erotismo, a diferencia de la simple actividad
sexual, es un búsqueda psicológica,
independiente del objetivo natural de la
reproducción y el deseo de hijos”.
Desde finales de los 60 se han publicado
muchas contribuciones serias a la investigación
en el arte erótico. Hacia los 80 se expresaron
puntos de vista críticos sobre el tema tanto por
miembros de la derecha puritana moralista como
por otros de la izquierda política, incluyendo
numerosas feministas, tales como Andrea
Dworking.

Ambos grupos coincidían en no ver razón alguna
para distinguir entre arte erótico y pornografía, ni
para apoyar la censura. Las escritoras feministas
concentraron su investigación en las olvidadas o
infravaloradas mujeres artistas, para
contrarrestar el patriarcado que ellas veían en el
origen de todas las historias del arte y
particularmente en el respaldo a las imágenes de
mujeres creadas por hombres y para hombres.
Otros escritores del siglo XX tardío se
preocuparon por discutir la imagineria erótica gay
y lesbiana (Feinstein, Cooper) y el papel de las
mujeres artistas que crean arte erótico para
mujeres (Nochlin; Chicago y Hill; Pollock,
1982; Kent y Moreau).

Durante mucho tiempo el coleccionismo de arte
erótico fue la fascinación privada de los ricos y
poderosos. Famosos coleccionistas fueron la familia de
los Medici en el Renacimiento florentino, el emperador
alemán Rodolfo II, Francisco I, Enrique IV y Luis XV
de Francia, Felipe II, el Duque de Orleáns, Lord
Houghton, el segundo Conde de Crawford, el
segundo Marqués de Milford Haven, Jorge IV,
Eduardo VII y Eduardo VIII de Inglaterra, Richard
Payne Knight, Charles Townley, Sir William Hamilton
(i) y George Witt. En el siglo XX tardío la mayor parte
de las colecciones de arte erótico son privadas, pero los
museos de arte erótico se abrieron en los 70 en los
Estados Unidos (San Francisco) y Suecia (Lund), y la
mayor parte de los grandes museos del mundo
contienen ahora obras de naturaleza erótica.

En París, tanto el Museo del Louvre como la
Biblioteca Nacional poseen obras que no se
consideran apropiadas para la exposición pública,
desde la cerámica griega a grabados y dibujos
europeos. Se dice que, en Roma, el Vaticano tiene un
museo de arte erótico privado, y es cierto que el palacio
del Vaticano tiene un cuarto de baño con frescos
eróticos de Rafael. El Museo y Galería Nacional de
Capodimonte, en Nápoles, tiene un “gabinete secreto”
en el cual se guardan los objetos y pinturas sexuales
encontrados en Pompeya. El Museo nacional de Arte
de Ciudad de México, tiene un “salón secreto” que
contiene imágenes sexuales del México precolombino.
El Museo de Arte de Lima tiene una colección de
terracotas eróticas de las tumbas mochicas. En los
estados Unidos el Instituto para la Investigación
Sexual, en Bloomington, Indiana, ha estado reuniendo
objetos de naturaleza sexual.

Londres posee dos interesantes colecciones públicas de
arte erótico, pero poco es lo que está expuesto. La Sala
del Grabado del Museo Victoria y Alberto tiene una
bella colección de shunga, de artistas como Harunobu
y Utamaro, que están guardados en la Colección
Restringida. El Departamento Indio del mismo Museo
tiene diversidad de dibujos, pinturas y esculturas
eróticas, disponibles mediante solicitud.
El Museo Británico tiene una de las más bellas
colecciones de arte erótico del mundo. El Departamento
Griego y Romano tiene un Museo Secreto que contiene
vasos y platos griegos, amuletos fálicos de Pompeya,
figuritas itifálicas de Príapo y Hermes y falos arrancados
(como alternativa a fijar una hoja de parra) de las
estatuas clásicas

El Departamento Etnográfico posee un pene dorado de
una momia egipcia, vasos eróticos para beber, del Perú,
y arte erótico de Australia, Yucatán, África e Isla de
Pascua, ninguno de los cuales están expuestos al
público. El Departamento de Antigüedades Medievales y
Posteriores incluye una figura de fertilidad Sheila-na-
Gig en piedra, de Irlanda, relojes y cajas de rapé con
decoraciones eróticas, y una escultura en terracota de
un sátiro copulado con una cabra de Joseph Nollekens
en 1760. Todos en la Colección Restringida. Arte erótico
de China y Japón, incluyendo álbumes de Harunobu,
Utamaro (Poema de la almohada ), Hiroshige y
Hokusai (El sueño de la mujer del pescador), están
bajo llave en el Departamento de Antigüedades y
Manuscritos O. La colección de grabados de la Sala
Restringida incluye italianos del siglo XVI, de Rafael y
posteriores, de Giulio Romano, Agostino Carracci,
Jacopo de’ Barbari y Eneas Vico, y los restos de una
serie de las famosas Posturas de Marcantonio
Raimondi sobre Giulio Romano.

Otras rarezas incluyen la Historia Universal con
acuarelas eróticas del siglo XVIII, y arte erótico de
Felicien Rops, Aubrey Beardsley y Gustav Klimt.
Especialmente interesantes son los dibujos
eróticos de J. M. W Turner, algunos dibujos explícitos
de Eric Gill, y los ocho platos decorados con la obra de
Thomas Rowlandson, Jueguecitos para damas y
caballeros, junto con una serie de grabados del
mismo autor.

PARA SABER MÁS
ANGULO, J. y GARCÍA, M., Sexo en piedra. Sexualidad,
reproducción y erotismo en época paleolítica, Editorial
Luzán 5, Madrid, 2005.
VV. AA., La imagen del sexo en la Antigüedad ,
Tusquets, Barcelona, 2007.
EDWARD LUCIE-SMITH, Ars erotica, Centrallibros,
Singapur, 1988.
ANTONIO VARONE, L’erotismo a Pompei, L`erma di
Bretschneider, Roma, 2001.
VV. AA., Jardín de Eros, Electa, Barcelona, 1999.
JOHN WILLIAMS, Sexo. Obra erótica: de Cranach a
Koons, Taschen, Colonia, 1999.

VV.AA., Romantique Erotic Art of the Early 19th Century,
Pepin Press, Amsterdam, 2000.
STEFANO ZUFFI, Arte y erotismo, Electa, Milán, 2001.
GILLES NÈRET, Erotica Universalis, Benedikt Taschen,
Colonia, 1994.
GILLES NERET, El erotismo en el arte del siglo XX,
Taschen, Colonia, 1993.
CATHERINE JOHNS, Sex or symbol: erotic images of
Greece and Rome, British Museum, 1995.
CHARLOTTE HILL, Antología Universal del arte y la
literatura eróticos, Kóln Evergrenn, 1999.
PIPPA HURD, Iconos del arte erótico, Electa, 2006.
VV.AA., La imagen del sexo en la Antigüedad ,
Barcelona, Tusquets, 2007.

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Ars erótica
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