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1 Así fue como se puso las manchas el leopardo
Así fue como se puso las manchas el leopardo
Rudyard Kipling
En los tiempos en que todos empezaban jugando limpio, mi niño querido,
el leopardo vivía en una Meseta Alta. Recuerda que no era la Meseta Baja, ni
la Meseta de los Arbustos, ni la Meseta Escarpada, sino exclusivamente la desnuda, calurosa y brillante
Meseta Alta, donde había arena y rocas de color arenoso y nada más que matas de hierba de un amarillo
arenoso. Allí vivían la jirafa, la cebra, el antílope, el kudu y el búfalo, y todos tenían exclusivamente ese
color parduzco-amarillento-arenoso de pies a cabeza, pero el leopardo era el más exclusivamente parduzco-
amarillento-arenoso de todos... una especie de fiera de tipo felino y color grisáceo amarillento que
estaba a tono, hasta el último pelo, con el color exclusivamente parduzco-grisáceo-amarillento de la Meseta
Alta. Esto era desastroso para la jirafa, la cebra y los
demás animales, porque se tumbaba junto a una roca exclusivamente pardusca-grisáceo-amarillenta o sobre
una mata de hierba y cuando la jirafa o la cebra o el antílope o el kudu o el guib o el gamo pasaban por allí
terminaba por sorpresa con sus saltarinas vidas. ¡Claro que lo hacía! Y había, también, un etíope con arcos y
flechas (un hombre exclusivamente parduzco-grisáceo-amarillento era por entonces) que vivía en la Meseta
Alta con el leopardo. Los dos solían cazar juntos, -el etíope con sus arcos y sus flechas y el leopardo ex-
clusivamente con sus dientes y sus garras- hasta que, mi niño querido, la jirafa, el antílope, el kudu y el cua-
ga ya no sabían por dónde saltar. ¡No, de verdad que no lo sabían!
Éste es el sabio Baviaan, el mandril de cabeza de perro que es verdaderamente el animal más sabio de toda el África del Sur. Lo
he dibujado de una estatua que creé con mi propia imaginación y he escrito su nombre en el cinto, en el hombro y en la cosa
sobre la que está sentado. Lo he escrito en caracteres que no se llaman ni coptos, ni jeroglíficos, ni cuneiformes, ni bengalíes, ni
birmanos, ni hebreos, todo porque es tan sabio. No es bello, pero es muy sabio, y me gustaría pintarlo con los colores de la caja
de pinturas, pero no me lo permiten. La cosa como un paraguas que lleva en la cabeza es su Melena Convencional.
Al cabo de mucho tiempo -las cosas duraban tanto tiempo en aquella época- aprendieron a evitar todo lo
que se pareciera a un leopardo o a un etíope, y, poco a poco -la jirafa fue la que empezó, porque tenía las pa-
tas más largas- se fueron marchando de la Meseta Alta. Huyeron durante días y días y días hasta que llegaron
a un gran bosque exclusivamente lleno de árboles, de arbustos y de sombras a rayas, a motas y a manchas y
allí se escondieron. Y pasado de nuevo mucho, mucho tiempo, con tanto estar mitad a la sombra y mitad
fuera de ella y con tanto caer sobre ellos las escurridizas y deslizantes sombras de los árboles, a la jirafa le
salieron manchas y a la cebra rayas, y el antílope y el kudu se volvieron más oscuros y les aparecieron en los
lomos unas finas y ondulantes líneas grises como las de la corteza de un árbol, de forma que, aunque se los
podía oír y oler, muy rara vez se los podía ver y eso sólo cuando sabías exactamente dónde tenías que mirar.
Se lo pasaron muy bien en las sombras exclusivamente a rayas, a motas y a manchas del bosque mientras el
leopardo y el etíope corrían fuera por la exclusivamente grisácea-amarillenta-rojiza Meseta Alta,
preguntándose adónde se habían ido sus desayunos, sus comidas y sus meriendas. Al final estaban tan
hambrientos que comían ratas, escarabajos y damanes de las rocas, ¡el leopardo y el etíope!, y a los dos les
dio un gran dolor de barriga. Entonces fueron a ver a Baviaan, el mandril ladrador con cabeza de perro que
es verdaderamente el animal más sabio de toda el África del Sur.
El leopardo le preguntó a Baviaan (y era un día de mucho calor):
-¿Adónde ha ido toda la caza?
Baviaan hizo un guiño. Él lo sabía.
El etíope preguntó a Baviaan:
-¿Podría decirme cuál es el hábitat actual de la fauna aborigen? (Lo que significaba lo mismo, pero el
etíope utilizaba siempre palabras largas porque era adulto).
Y Baviaan hizo un guiño. Él lo sabía.