I.E. FE Y ALEGRÍA N° 37
E. MONTENEGRO - SJL
AUP
PLAN LECTOR
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Crónica de un asesinato*
El detonante. El 28 de junio de 1914 fue asesinado en Sarajevo el
archiduque de Austria Francisco Fernando, hecho que desencadenó la
Primera Guerra Mundial. El Comercio informó con celeridad y
consternación.
Una nueva
desgracia, quizá más
espantosa que todas
las anteriores, acaba
de caer sobre la casa
reinante de Austria.
Parece que sobre esa
desdichada familia
pesara una maldición
implacable, una de
esas maldiciones
bíblicas que no
perdonan nada y que se extienden de
generación en generación.
La historia trágica de esta familia no es nueva
para los lectores de El Comercio. Hace ya
muchos años que Maximiliano de Austria, el
efímero emperador de México, murió en
Querétaro, fusilado por las huestes
republicanas.
Su infeliz y amante viuda, la emperatriz
Carlota, no pudo soportar tan rudo golpe y
hoy, por su aislada villa europea, pasea aún su
enlutada silueta llena de una locura dolorosa y
regia […]
Más tarde, en la corte de Viena, se desarrolla
otra tragedia. Rodolfo, el archiduque heredero
del trono, amanece muerto un día, con el
cuerpo atravesado a estocadas. Nada se supo
sobre el origen de esta muerte, que hasta hoy
permanece en el misterio; pero la fantasía
popular forjó alrededor de ella una leyenda
amorosa.
Al poco tiempo de esta desgracia, y cuando la
herida no estaba aún cicatrizada, la dulce
magnánima esposa del viejo emperador
Francisco José, la emperatriz Isabel de
Austria, paseando un día por Suiza, cae a los
golpes del puñal de un asesino, en las orillas
de uno de los verdes lagos de Lucerna, la
pobre víctima al caer sonríe y perdona a su
asesino.
El viejo emperador soportó esto con
resignación cristiana; pero desde aquel día su
vida regia y su vida íntima no fueron las
mismas de antes. […] Hoy la desgracia
vuelve a abatir a Francisco José con el
asesinato del archiduque Fernando y su
esposa, llevados a cabo en la trágica forma
que nos detalla el cable […].
Sarajevo, junio 28.
La tragedia ocurrió esta mañana a las 11 y 15
minutos. La ciudad estaba de fiesta, por
doquiera se veía un alegre bullicio de gente
que había venido del campo a ver al heredero
del trono y futuro emperador. El
embanderamiento con los múltiples
pabellones de las ciudades que forman la
monarquía austro-húngara, daba una nota
especial de alegría a las calles; los
archiduques gozaban de grandes simpatías en
esta población y venían a asistir a una
recepción en el palacio municipal.
Desde temprano había acudido un enorme
gentío a la estación del ferrocarril a esperar la
llegada de los príncipes. La policía tenía que
hacer grandes esfuerzos para contener al
pueblo. Dentro de la estación esperaban las
autoridades civiles, militares y municipales y
la aristocracia. Cuando llegó el tren después
de los saludos y presentaciones, los
archiduques subieron en carruaje y poco más
atrás iban en otro carruaje su séquito y la
escolta. De pronto se adelantó un obrero y
arrojó una bomba de dinamita al carruaje,
pero fuese por nerviosidad del individuo o
porque calculase mal la velocidad del
carruaje, la bomba estalló cuando este había
pasado, hiriendo a seis personas del cortejo.