En Nigeria, un niño será llevado ante Ifá a los nueve días de nacido
y la niña a los siete para saber su destino. Este ritual tiene varios
nombres, Esentaiye (primera pisada sobre la tierra), Isomo Loruko
(día en el que se determina el nombre del niño), Ikosedaiye (Iko es
Ifá, el día que Ifá nos guía en la tierra). Cuando a un niño se le
determina su destino a los nueve días de nacido (siete días si es
niña), se le dice si su camino es Ifá, si tiene que venerar a algún
Orisha o si simplemente va a realizarse como comerciante o va a
tener otra vida separada de la religión.
Cuando un niño nace para ser Babalawo, es porque su Odu de
nacimiento lo dice y no porque los padres quieran que sea
Babalawo. Cuando el niño cumple la edad apropiada para
comenzar a aprender (más o menos a los siete años), él será
llevado a la casa de su mayor, de su Babalawo (padrino), quien se
hará cargo de su enseñanza. Aunque quizá no pague con dinero
sus estudios, quizá será un servidor de ese Babalawo que lo toma
como un hijo propio.
La vida de un Omó Awó (aprendiz) no es fácil. Él tendrá que ayudar
en todos los quehaceres mientras aprende el arte de Ifá, ahí puede
pasarse 7, 8 o 15 años, según su capacidad para aprender. Cuando
ya está listo y sus padres tienen el dinero para la consagración, él
será consagrado en Ifá. Si él tenía aconsejado asentar a algún
Orisha, lo hará. Pero, por lo general, quienes vienen de adoradores
de Ifá, no acostumbran consagrar otros Orisha en su Orí, a no ser
que Ifá se los indique. En muchos casos se les aconseja venerar a
un determinado Orisha y ellos así lo harán, recibiendo a esta
divinidad como cumplimiento de su destino, pero cuando una
persona prometió en el cielo ser Babalawo en la tierra, aun cuando
se consagre mil Orisha, eso de nada le sirve, pues su destino es
Ifá, su destino no es tener mil consagraciones antes de Ifá. Esto es
en el caso de Nigeria.