Pup, y se sentó más erguido. Pup sonrió, lo que dejó al descubierto los
trocitos de los huevos del desayuno que se le habían enganchado en los
bráquets, y alzó un puño.
—¡La primera muerte del día! Esa es mi tributo, Lamina, del Distrito 7 —dijo a
cámara, y levantó la muñeca—. Mi brazalector está a su disposición. ¡Nunca
es demasiado tarde para apoyar al Capitolio y enviar un regalo!
El número de teléfono apareció de nuevo en pantalla, y Coriolanus oyó unos
cuantos pitidos procedentes del brazalector de Pup, uno por cada regalo a
Lamina de sus patrocinadores. Los Juegos del Hambre eran más fluidos, más
activos de lo que él creía. «¡Despierta! —se dijo—. ¡No eres un espectador,
sino un mentor!».
—¡Gracias! —exclamó Pup mientras saludaba a la cámara—. Bueno, creo que
se merece una pequeña recompensa, ¿no creen?
Toqueteó su brazalector y miró a la pantalla, expectante, mientras la cámara
regresaba a Lamina. La audiencia estaba pendiente, ya que era el primer
intento de entregar un regalo a un tributo. Pasó un minuto; después, cinco.
Coriolanus empezaba a preguntarse si a los Vigilantes les habría fallado la
tecnología cuando un pequeño dron apareció sobre la arena junto a la
entrada, cargado con un botellín de agua de medio litro, y se dirigió,
tembloroso, a Lamina. Volaba en bucles, bajaba e incluso llegó a ir marcha
atrás antes de estrellarse contra la viga a unos tres metros de la chica. Como
un insecto que recibe un manotazo, cayó al suelo. La botella se rompió, y el
agua empapó la tierra y desapareció.
Lamina contempló su regalo, inexpresiva, como si fuera lo que se esperaba,
pero Pup soltó, enfadado:
—¡Un momento! No es justo. ¡Alguien ha pagado por eso!
Los presentes murmuraron, dándole la razón. No hubo una solución
inmediata. No obstante, diez minutos después apareció una botella de
repuesto, y esta vez Lamina consiguió quitársela al dron, que, como su
predecesor, acabó mordiendo el polvo.
Lamina bebía un trago de agua de vez en cuando, pero, por lo demás, no hubo
más movimiento que el de las moscas reunidas alrededor del cadáver de
Marcus. De vez en cuando, Coriolanus oía un pitido procedente del
brazalector de Pup, lo que significaba que Lamina, que parecía sentirse
satisfecha quedándose encima de la viga, estaba recibiendo más regalos. En
realidad, no era mala estrategia. Allí estaría más a salvo que en el suelo, sin
duda. Tenía un plan. Podía matar. En menos de una hora, la chica se había
redefinido como una aspirante a ganadora. Parecía mucho más dura que Lucy
Gray, en cualquier caso. Dondequiera que esta estuviera.
Pasó el tiempo. A excepción de Reaper, que de vez en cuando aparecía
merodeando por las gradas, ninguno de los tributos se presentó como
cazador, ni siquiera los armados. De no ser por la forma en que habían
expuesto a Marcus y la actuación de Lamina al matarlo, habría sido un inicio