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Los romanos mantienen las ciudades ya existentes confiriéndoles distintos estatus jurídicos
(estipendiarias, federadas o aliadas) y crearán otras nuevas (municipios y colonias) como
Itálica, Emerita Augusta, Caesaraugusta, Hispalis, Tarraco, etc. Muchas de estas ciudades
surgen sobre la base de los campamentos militares y presentan un plano ortogonal con dos
grandes ejes perpendiculares, el cardo y el decumano. Se rodeaban de murallas. Estas
ciudades cuentan con importantes construcciones al servicio de sus habitantes: templos,
termas, teatros, anfiteatros, foros, etc.
Los romanos crearon una excelente red viaria basada en las calzadas. Su finalidad era
organizar el territorio, asegurar su control militar y administrativo, unir las distintas ciudades y
fomentar el comercio. Las más importantes fueron: Vía Augusta o Hercúlea, por la costa
mediterránea, uniendo el valle del Ebro y el del Guadalquivir, Vía de la Plata, de Astorga a
Sevilla pasando por Mérida, la Vía del Norte, que unía Tarraco con la Vía de la Plata, la Vía
Meseteña, que unía el norte con la vía Augusta, y la Vía Atlántica. Su distribución evidencia un
predominio de la periferia sobre centro, menos poblado y urbanizado. Existían numerosas vías
secundarias que unían prácticamente todo el territorio.
c. EL LEGADO DE ROMA
Uno de los elementos fundamentales de la romanización fue la construcción de enormes
edificios públicos, hitos que iban dejando constancia a lo largo de los territorios conquistados
de la fuerza de la cultura y de la voluntad de poder romanos. Cualquier indígena de los
alrededores que se acercase a ver las enormes obras públicas realizadas en las ciudades
quedaría inmediatamente convencido de la superioridad de Roma: las canalizaciones de traída
de aguas, los acueductos, los puentes, las obras de saneamiento, los faros, las murallas, las
basílicas, las termas, las fontanas, los templos, los teatros, los anfiteatros, los circos y un
amplio etcétera. Además de un importante patrimonio histórico-artístico (podríamos citar
como magníficos ejemplos el acueducto de Segovia, los arcos de triunfo de Bará y Medinaceli,
los teatros de Mérida y Sagunto, el puente de Alcántara, las murallas de Lugo, etc.)
Por otra parte, a la cultura romana debemos aspectos como la lengua, el derecho y la religión.
El latín se impuso y desplazó a las lenguas prerromanas (sólo subsistió el vascuence). Se
estableció como lengua oficial y privada. Es el sustrato de las lenguas romances: castellano,
gallego y catalán.
El derecho romano regulaba la convivencia en una sociedad mucho más compleja que las
indígenas. Todavía hoy es base sustancial de nuestra legislación.
La religión: se respetaron los cultos indígenas, pero era obligatorio el culto al emperador y a
la Triada Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) que simbolizaban la autoridad de Roma. Se
introdujeron en Hispania también los cultos mistéricos de origen oriental con un carácter
iniciático encaminados a buscar la salvación personal (culto a Mitra o Isis-Osiris).
Aunque las leyendas medievales hablan de los viajes de los apóstoles Santiago y Pablo a la
península, no hay pruebas sólidas que lo demuestren. Lo cierto es que a partir del siglo III se
difundió el cristianismo en Hispania. Al negarse a adorar a los dioses romanos y a participar en
el culto imperial, los cristianos fueron declarados enemigos del Estado y perseguidos. A pesar
de ello, esta religión se extendió por todo el imperio, especialmente en las ciudades. Con
Constantino I, que se convirtió, pasó a ser tolerado (Edicto de Milán de 313) y con Teodosio I el
Grande pasó a ser la religión oficial y se prohibieron los otros cultos.